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Capítulo 2.
-1-
Diana se alegró mucho cuando su hijo llegó con la noticia de que habían recibido el pago por el segundo pack de fotografías enviadas a la web alemana. Ese mismo día les llegó un paquete con el tercer conjunto de ropa interior que ella debía vestir. En esta ocasión fue rojo y, por el empaque, parecía ser de una marca diferente a los dos anteriores. Diana no se sorprendió al comprobar que el talle no había variado.
Tal y como habían acordado, Julián preparó las luces y todo lo necesario en el living de la casa. Cuando Diana llegó para dar inicio a la tercera sesión de fotos, preguntó:
—¿Qué tal me queda?
—¡Muy bien! Me imaginé que el rojo te quedaría bien.
—¿Lo elegiste vos?
—Sí… ¿no te lo había dicho?
—No.
—Ah, perdón, se me habrá olvidado. Yo puedo elegir ropa del catálogo que ellos me muestran.
—Tenés buen gusto entonces —dijo Diana admirando su propio cuerpo.
—¿Te parece?
—Sí, son conjuntos muy lindos. No sé si yo me los compraría, pero sin duda los recomendaría a cualquier mujer que quisiera lucir algo sexy. Che, algún día me gustaría mirar ese catálogo y elegir algo yo misma… al fin y al cabo, si me lo van a regalar, estaría bueno que fuera algo que realmente pueda usar.
—Está bien, pero de momento dejame elegir a mí, para que sea sorpresa. Después sí, elegí vos lo que quieras. Lo digo porque el catálogo es inmenso, y yo te conozco, te pasarías cien horas mirándolo sin saber qué mierda elegir… y como no te podés probar nada hasta que te lo manden.
—En eso tenés razón, soy muy indecisa con la ropa.
—Claro, por eso de momento prefiero que tengas que ponerte lo que yo elijo, a mí me lleva menos de cinco minutos elegir algo.
—¡Qué chico práctico! Bueno, ¿empezamos?
—Sí, acostate en el sofá.
Su madre hizo lo que le pidió, primero se acostó de lado y Julián aprovechó para fotografiarla en cuerpo completo, ella se esforzó por sonreír. Luego se colocó boca abajo, esta vez su hijo capturó imágenes de su espalda y cola. Sin previo aviso Diana se apoyó sobre sus rodillas y levantó su cola, permitiendo que se viera un abultado gajo de ropa interior roja, el muchacho se quedó tenso durante unos segundos ante tan sugerente imagen y tuvo que decirse a sí mismo que debía mantener una actitud profesional, incluso aunque se tratase de su propia madre.
Sin embargo la sensación de incomodidad lo volvió a asaltar en cuanto ella comenzó a separar lentamente las piernas. La tela de la tanga pareció ceñirse aún más a la piel que protegía y se hizo visible una delgada línea dividiendo la vulva a la mitad, el muchacho se acercó y capturó esa imagen con la cámara.
Para Julián nunca fue un secreto que su madre fuera atractiva, de hecho algunos de sus amigos de mayor confianza solían hacerle bromas al respecto, insinuando el buen culo de Diana o sus hermosas tetas; sin embargo al poseer cierto bloqueo mental maternal, Julián en realidad nunca fue consciente de qué tan sensual y provocativa podría llegar a ser esa mujer… hasta ahora. Se avergonzó de sí mismo cuando su pene comenzó a endurecerse, intentó pensar en otra cosa; pero la imagen del culo de su madre en cuatro patas lo bajaba a la realidad. La tenía justo frente a él, en una pose sugerente, vistiendo escasa y provocativa ropa.
—Esperá un segundo, ya vengo —dijo justo antes de salir del living tan rápido como pudo.
Diana se quedó sentada en el sofá preguntándose qué había ocurrido, hasta que escuchó la puerta del baño cerrándose; supuso que su hijo sólo quería unos minutos para hacer sus necesidades.
Dentro del baño Julián se bajó los pantalones, descubriendo que su verga ya estaba completamente erecta. Sabía que había una sola manera de bajarla, por lo que dejó la cámara en el suelo y se sentó en el inodoro, dejando la tapa cerrada, y comenzó a masturbarse. Se la agarró y la sacudió tan fuerte como pudo, ya que su intención era acabar lo más rápido posible; pero no conseguía concentrarse en su tarea sin recordar el culo de su madre.
En una rápida autoevaluación Julián cayó en la cuenta de que no podría quitarse esas imágenes de la cabeza, por lo que decidió darles un buen uso. Recogió la cámara y en la pantalla de la misma apareció la última foto que había tomado, era un buen primer plano del culo de Diana, con la silueta de la vagina perfectamente trazada bajo la tela roja de la tanga. No tenía ninguna intención de masturbarse pensando en su madre, por lo que optó por la solución más práctica que pudo encontrar, imaginó que ese culo pertenecía a otra mujer… a cualquier mujer anónima, no importaba realmente su identidad, siempre y cuando no fuera su madre.
Imaginó su verga erecta deslizándose entre esas nalgas, y no pudo contener su excitación. Pocos segundos luego de iniciada la paja, ya estaba eyaculando grandes chorros de semen. Tuvo que apartar rápidamente la cámara, para no salpicarla.
A pesar de haber descargado sus testículos, Julián aún sentía que algo dentro de él le pesaba, se trataba de la culpa, la cual lo acompañó durante el resto de la sesión de fotos con su madre. A duras penas se animó a mirarla a los ojos y se apresuró por capturar más imágenes, haciendo todo tipo de comentarios para evitar que su madre se pusiera demasiado creativa con sus poses eróticas. Le atemorizaba que su verga se despertara una vez más y lo pusiera en evidencia.
Le dijo a Diana que ya tenían fotos suficientes para armar un pack y dio por finalizada la sesión apresuradamente.
-2-
Diana regresó a su cuarto y se quitó la ropa interior roja con la que había modelado. Completamente desnuda se tendió en la cama bocarriba y recapituló lo que había ocurrido. Durante prácticamente toda la sesión de fotos tuvo la impresión de que su hijo estaba raro; Diana suspiró y cayó en la cuenta de que la actitud de Julián se debía a ella.
«Se debe estar hartando de verme tan tensa —pensó—, él es capaz de sacar fotos con una calidad profesional, sin embargo yo no soy capaz de modelar sin parecer un maniquí».
Por más que lo intentaba, no conseguía relajarse lo suficiente como para posar de forma natural, aún le seguía pesando la idea de que su hijo la viera en una actitud provocativa, casi sexualmente explícita. «¿Qué pensará Julián al saber que puedo ser un objeto sexual para algunos hombres?», solía decirse a sí misma. Ella era quien más intentaba normalizar la situación en las palabras, pero cuando debía trasladar eso mismo que había dicho al plano de la realidad, se sentía un fraude.
Decidió darse un minuto de paz y no atormentarse tanto, de todas formas poseía una anatomía muy llamativa y los dueños de la web no habían emitido ninguna queja hacia ella. Eventualmente aprendería a soltarse y a modelar con mayor naturalidad.
Dirigió la mirada hacia su cuerpo y se encontró con un gran par de tetas que aún se mantenían firmes, a pesar de que el tiempo había dejado algunas marcas en ellas; su vientre presentaba pequeñas sinuosidades, pero en general era bastante plano. Se encontró con su pubis completamente depilado y una pequeña protuberancia emergiendo donde éste finalizaba, siempre le causó gracia que su clítoris sobresaliera de esa forma, como si estuviera invitándola a que lo toque. No sabía si se la merecía, pero decidió darse una pequeña recompensa, llevó su mano hasta ese pequeño bulto sobresaliente y comenzó a tocarlo, imaginando que habría hombres anónimos que, al ver sus fotos eróticas, fantasearían con ella. La temperatura de su cuerpo se elevó, lubricó sus dedos con saliva, separó las piernas y acarició todo el canal que dividía su vagina en dos; poco tiempo después ya estaba metiéndose dos dedos mientras con una mano se sobaba las tetas.
-3-
Julián analizó detenidamente las fotos que había tomado y se enojó consigo mismo por dos razones diferentes: la primera era que aún sentía excitación al ver el cuerpo semidesnudo de su madre; la segunda era que las fotografías tenían pésima calidad, muchas habían salido movidas.
«Eso me pasa por apurado», se reprochó.
Intentó corregir las imágenes con efectos de photoshop y con cambios de brillo y contraste, inclusive alteró un poco los colores, pero ninguno de los resultados se ajustó a sus altos estándares, y lo peor de todo era que la verga se le había puesto como un garrote, otra vez. Se la agarró por encima del pantalón y sintió una placentera descarga eléctrica, miró fijamente la pantalla donde la vulva de su madre aparecía en primer plano, oculta por la tanga roja. Quería ver más, y tenía la excusa perfecta para hacerlo. Apartó la mano de su entrepierna y aguardó un par de minutos hasta que ésta volvió al estado de reposo, luego salió de su cuarto y se dirigió al de su madre.
-4-
Los dedos de Diana se movían de forma frenética, entrando y saliendo de su húmeda concha, con una mano sostenía una pierna por debajo de la rodilla y la otra estaba tan separada como le era físicamente posible. Llevó a su boca la mano con la que se masturbaba y saboreó sus propios jugos sexuales, luego volvió a frotarse el clítoris, como previa a la penetración; en esta ocasión introdujo tres dedos por su orificio. Suspiraba y se meneaba en la cama como si un apasionado amante la estuviera penetrando. Conocía muy bien su cuerpo, llevaba muchos años masturbándose, aunque no con demasiada regularidad, sin embargo había adquirido la suficiente experiencia como para proporcionarse el placer necesario para llegar al clímax, y ya estaba a punto de alcanzarlo.
Repentinamente alguien golpeó la puerta de su cuarto, se asustó tanto que soltó un leve grito y, con la velocidad de reacción de un felino, se escabulló bajo las sábanas. La puerta se abrió de par en par y Julián se asomó dentro del dormitorio.
—No te dije que podías pasar —se quejó la mujer sosteniendo firmemente las sábanas para cubrir sus voluminosos pechos.
—Perdón, escuché que decías algo y creí que era: “Pasá”. ¿Estás ocupada?
Ella no quiso admitir que había gritado, y mucho menos quería darle a entender a su hijo que se estaba masturbando y que él había interrumpido justo cuando su concha estaba a punto de estallar de placer.
—No estoy ocupada —sus mejillas estaban rojas, pero Julián no lo notó, su mente estaba enfocada en la ropa interior roja que yacía en el piso—. ¿Qué necesitabas? —El muchacho no respondió—. ¡Julián! —Él se puso rígido, como si hubiera sido sorprendido haciendo algo malo—. ¿Qué necesitabas?
—Ah, sí… sí. Venía a decirte que, por mi culpa, varias de las fotos salieron mal… muy borrosas. Vamos a tener que sacarlas otra vez.
Diana asintió con la cabeza, estaba avergonzada, no sólo porque su hijo la hubiera sorprendido en plena masturbación sino también porque ese “por mi culpa” le sonó a mentira piadosa para encubrir la verdad. «Hice todo mal —se dijo a sí misma—, pero él no quiere admitirlo».
—Si querés lo hacemos mañana —continuó Julián.
—No, vamos a hacerlo ahora, así tenés tiempo para trabajar tranquilo en la edición; dentro de unos días vamos a necesitar un nuevo pago.
—Está bien —miró la ropa interior una vez más y fue recién ahí cuando cayó en la cuenta de que su madre estaba desnuda debajo de la sábana—. Voy a ir preparando todo, cuando estés lista, avisame.
Salió cerrando la puerta detrás de sí. Diana frunció el ceño, estaba enojada consigo misma, por su culpa su hijo debía hacer doble trabajo. Se puso de pie y se miró al espejo, le agradó lo que vio, su cuerpo era muy sensual y del cuello para abajo no mostraba ni la más mínima señal de vello, lo cual, por alguna extraña razón, la hacía sentir aún más desnuda… y más provocativa. «Yo puedo hacerlo —se dijo—, sólo tengo que mantener una buena actitud». Aún estaba muy excitada y si su hijo no le hubiera pedido reanudar la sesión de fotos, habría continuado con su masturbación. Aprovechando esa calentura llevó a cabo un pequeño experimento. Dio la espalda al espejo, se reclinó hacia adelante y giró su cabeza para encontrarse con el reflejo, el cual le devolvía una explícita imagen de su concha húmeda y su culo, se abrió las nalgas usando ambas manso y sintió una agradable ola de calor al ver como sus agujeros se dilataban. «¿A qué hombre heterosexual no le gustaría verme así?», pensó. En ese preciso instante cayó en la cuenta de que la calentura podría ser un factor positivo para su modelaje erótico. Estar excitada le brindaba cierta seguridad y la hacía más osada.
Se puso el conjunto rojo, volvió a mirarse al espejo, y salió de la habitación decidida a mostrar su lado más erótico.
-5-
Su hijo la esperaba con las luces encendidas y la cámara en mano, ella le obsequió una cálida sonrisa, la cual Julián respondió de la misma manera. Ambos se sintieron un poco más relajados.
—¿Empezamos? —preguntó ella.
—Sí, cuando vos quieras.
Aprovechando la calentura que le había dejado la paja inconclusa, Diana dio la espalda a su hijo y adoptó la misma pose que utilizó frente al espejo, incluso separó sus nalgas usando las manos.
Julián quedó boquiabierto admirando las zonas más íntimas de su madre, las cuales estaban apenas cubiertas por la tela roja; cuando se acercó a tomar una fotografía le pareció notar una leve sombra circular sobresaliendo por los lados de la tanga, se dio cuenta de que ese era el culo de su madre asomándose levemente. Una vez más la verga le empezó a palpitar, pero para disimular comenzó a apretar el disparador de la cámara una y otra vez.
Una de las manos de Diana apareció en su entrepierna y acarició la vulva, ella sintió una descarga de placer en todo su cuerpo, no quería pensar que su hijo estaba detrás, sacando fotos; por el contrario, ocupó su mente en aquellos hipotéticos amantes sin rostro que se hacían presentes cada vez que se masturbaba; ahora aquellos hombres anónimos eran los visitantes del sitio web.
La rubia se sentó en el sofá, sonrió sensualmente a la cámara y abrió las piernas. El muchacho se agachó y continuó tomando fotografías desde esa posición. La tanga roja estaba ceñida a la concha de Diana, de la cual se podían adivinar los labios abultados; pero esto en lugar de preocuparle, la excitó aún más. A continuación levantó las piernas, apoyando sus pies en el mismo sofá en el que estaba sentada, dejando una visión mucho más explícita de su entrepierna; imaginó que con esa pose se ofrecía a algún hombre con un pectoral marcado quien se inclinaba ante ella y comenzaba a practicarle sexo oral.
A Julián por poco se le cae la cámara de las manos, sus reflejos fueron lo suficientemente rápidos como para agarrarla al vuelo, antes de que ésta impactara en el suelo. Se sentó en uno de los sillones e inclinó su torso hacia adelante para ocultar su erección.
—¿Pasa algo? —preguntó ella bajando las piernas.
—N… no, nada… es que…
—¿Es que…?
El apenado muchacho no encontró palabras.
—Julián, sé que hay algo que no me querés decir… y tengo una idea de qué puede ser ese “algo”.
Él miró sorprendido a su madre.
—¿De verdad?
—Sí. No estoy haciendo las cosas bien ¿no es cierto? Lo de las fotos borrosas era mentira, me pediste rehacerlas porque yo no lo hice bien. Ahora mismo creía estar mostrando un gran cambio de actitud, con la intención de hacerlo mejor, pero aparentemente no lo conseguí.
—¿En serio pensás eso, mamá? —Preguntó Julián con los ojos muy abiertos; ella asintió con la cabeza—. ¡No seas boluda! —Esas palabras tomaron por sorpresa a la rubia—. Vos lo estás haciendo muy bien… y creeme que ese cambio de actitud se notó mucho, no imaginé que te animaras a tanto —notó que no estaba convenciendo a su madre—. Te lo digo muy en serio, vos no hiciste nada malo, las fotos salieron borrosas y eso fue por mi culpa; por apurado.
—¿Entonces qué pasa? Porque evidentemente hay algo que no me estás contando, soy tu madre y sé muy bien cuándo ocultás algo.
Julián sabía que no tenía escapatoria, debía darle una respuesta convincente a su madre, pero por nada del mundo confesaría su erección o la paja que se había hecho mirando las fotos. Pensó rápido y sin mucho esfuerzo encontró una excusa que, además de ser verdad, podría acarrear buenos resultados.
—Es cierto, hay algo que no te conté, y tiene que ver con las fotos.
—Te escucho.
—¿Me prometés que no te vas a enojar?
—¿Por qué debería enojarme? —Ella frunció el ceño—. No te prometo nada, Julián, si tengo motivos para enojarme, me voy a enojar; de lo contrario, no. Pero me tenés que decir qué pasa.
—Está bien —hizo una breve pausa para encontrar las palabras más apropiadas para explicarle—. Resulta que esta página es un poquito más “erótica” de lo que te había dicho.
—¿A qué te referís? —preguntó automáticamente, aunque tenía una clara idea de qué era lo que su hijo quería decirle.
—Me refiero a que no sólo publican fotos de mujeres en ropa interior, también publican desnudos totales —Diana se quedó como una estatua—. No quise decírtelo desde un principio, porque sabía que te ibas a negar rotundamente, sin embargo imaginé que si te lo decía después de que hubieras hecho las primeras fotos y después de recibir los primeros pagos, no te lo tomarías tan mal.
Diana hundió la cabeza entre las manos y se quedó mirando fijamente a un punto imaginario en el suelo blanco. Su hijo no habló, para darle tiempo a procesar la información.
—Hiciste bien —dijo ella por fin, volviendo a mirarlo.
—No me esperaba esa respuesta.
—¿No? Creo que yo tampoco —ella se frotó ambos brazos, como si estuviera cubriendo su desnudez parcial—. No debería estar sorprendida, hoy en día todo es desnudos en internet; pero soy tan boluda que ni siquiera pensé en esa posibilidad. Sabía que las fotos debían ser lo más eróticas posible, no soy tan tonta; pero no me imaginé que tuviera que quitarme toda la ropa.
—Sé que vos no lo vas a hacer…
—Todavía no dije que no… pero tampoco dije que sí. Me gustaría que me aclararas una cosa. ¿Nos pagarían más si yo estuviera desnuda?
—Cuando te dije que la página web aumentaba la tarifa dependiendo del contenido de las imágenes, una de las cosas a las que me refería era a qué tan desnuda está la modelo… o a qué tan provocativo es el conjunto que usa.
—Es bueno saber que al menos pagarían un poco más…
—Un poco no, bastante más. La tarifa podría irse casi al doble.
—¿Tanto?
—Sí, dependiendo de lo… explícitas que sean las fotos.
—Entiendo. Bueno, no te voy a decir que sí ni que no. Necesito unos días para considerarlo. Tengo que pensarlo bien.
—Me parece lo mejor.
—Decime una cosa, Julián. En el hipotético caso de que yo me animara a hacerlo, ¿vos podrías seguir sacando las fotos? Porque ya hablamos de algo mucho más serio… me da la impresión de que a vos te pone algo incómodo que yo me muestre de esta forma, e imagino que sería mucho peor si estoy sin ropa.
—Por mí no te preocupes, mamá; te dije que yo estoy más concentrado en la calidad de las fotos que en cualquier otra cosa —mintió—. Además, yo te metí en esto, sería un hipócrita si de repente te dijera que no puedo sacarte las fotos si estás desnuda. Vos sos la modelo, y así te veo yo; tal vez te parece un poco frío e impersonal, pero cada día te veo más como un objeto de trabajo.
Media sonrisa se dibujó en el rostro de Diana.
—Sí, es un poco frío; pero para que este trabajo siga adelante me tenés que ver de esa forma, al igual que yo a vos. Sos un elemento más en mi actual trabajo. Cuanto más me olvido de que vos estás acá, más me suelto.
—Entonces hacé de cuenta que soy como una de las lámparas, o la misma cámara. Imaginá que estás sola —de pronto Julián se dio cuenta de un detalle importante—... pará, ¿me estás diciendo que vas a seguir sacándote fotos?
—Sí, eso seguro que sí, necesitamos la plata; mientras estas personas estén dispuestas a pagarnos, tenemos que aprovecharlo. Vamos a seguir sacando fotos tal y como lo venimos haciendo, mientras yo considero la otra posibilidad. Así que ahora mismo lo mejor sería reanudar la sesión.
—Estoy de acuerdo —Julián no se movió ni un milímetro, ya que su verga aún seguía dura.
—Bien, pero dame un par de minutitos, ya vengo —dijo Diana justo antes de ponerse de pie.
La rubia avanzó con paso decidido hasta su cuarto y se encerró en él. Se sentó en el borde de la cama y dejó caer su espalda sobre el colchón; luego cerró los ojos. «Vamos, Diana, vos podés», se dijo a sí misma. La charla con su hijo le había quitado la calentura que tenía latente, por lo que metió su mano derecha bajo la tanga y comenzó a frotarse el clítoris. «Vos podés, vos podés», se repetía una y otra vez, mientras dos de sus dedos se perdían dentro del orificio de su concha.
Su temperatura corporal se elevó considerablemente. Sabía que tenía que prepararse alguna buena excusa que justificara su repentina ausencia, por lo que se puso de pie, se dirigió hasta el estuche de sus cosméticos y eligió un lápiz labial de un color muy similar al de su ropa interior. Rápidamente se limpió la boca y se miró en el gran espejo. Su tanga estaba corrida hacia un lado, dejando libre su concha, comenzó a frotársela otra vez, sin dejar de admirar su reflejo. Imaginó que le estaba ofreciendo su sexo húmedo a todos aquellos hombres que, seguramente, se masturbarían mirando sus fotos, de pronto sintió deseos de que alguno de ellos se hiciera presente en ese mismo momento, la arrojara sobre la cama y se la cogiera con fuerza.
Se relamió los dedos de forma sensual, acomodó su ropa interior y salió de su cuarto susurrando: «Vos podés, Diana».
Al regresar al improvisado estudio fotográfico encontró a su hijo haciendo unos leves ajustes a las luces y a las pantallas en las que éstas se reflejaban.
Julián había aprovechado la ausencia de su madre para relajarse lo suficiente como para que su verga volviera a quedarse dormida. Al ver a Diana notó de inmediato el rojo carmesí de su boca.
—Ese es un buen toque —le dijo.
—Me imaginé que podía quedar bien con este conjunto.
—Lo que más me sorprende es que ésta es la primera vez que usás algo de maquillaje en las sesiones de fotos.
—Bueno, eso no es del todo cierto, siempre me pongo un poquito de base, para disimular las arrugas; pero esta vez quise probar algo más ¿Pensás que debería hacerlo con más frecuencia?
—No lo necesitás, pero admito que te da un toque más sensual.
—Lo voy a tener en cuenta para la próxima.
Diana no quería que una charla demasiado extensa volviera a bajarle la calentura, por lo que le dijo a su hijo que retomarían la sesión de fotos de forma inmediata. Ella posó mostrando una alegre sonrisa y colocando las manos sobre sus caderas, las meneó un poco hacia un lado, para tener una postura más sensual. Cuando consideró que Julián había capturado suficientes fotos, decidió probar una pose más sugerente. Se acercó con determinación al sofá, manteniendo la imagen mental de su concha en el espejo, aún la sentía húmeda y caliente. Su próximo paso mental fue borrar a su hijo de escena, él no era más que un simple fotógrafo y ella estaba posando para aquellas personas que visitaran la página web… y quería excitarlos tanto como le fuera posible ya que eso significaba ganancias y, aunque le costara admitirlo, también la excitaba.
Se puso en cuatro patas sobre el sofá y fantaseó con la idea de que uno de sus amantes hipotéticos se le acercaba con la verga bien dura, levantó su cola ofreciéndosela y luego separó las piernas. Su vulva quedó apretada en la tanga, la cual se estaba humedeciendo debido a los jugos sexuales de Diana.
Julián notó esto y tuvo que hacer un gran esfuerzo para concentrarse en capturar imágenes y así evitar que su pene se despertara otra vez. Su madre le empeoró considerablemente la situación cuando cruzó uno de sus brazos por la espalda hasta alcanzar su vagina, recorrió el centro de la misma con el dedo índice. El muchacho sintió su verga sacudiéndose como un animal enjaulado que pedía que lo liberen para poder atacar a su víctima; la cual, en este caso, no era otra que concha húmeda de su madre.
Las caricias en su sexo surtieron efecto en Diana, ésto le dio coraje para probar una nueva pose. Se volteó, quedando acostada bocarriba, levantó sus piernas, manteniéndolas juntas, y las flexionó hacia ella, exponiendo así su vulva. Luego separó las piernas y encontró a su hijo tomando fotos desde muy cerca, esto no le importó, él no era más que un objeto de trabajo; al menos eso se repetía mentalmente. Volvió a acariciar su vagina por encima de la ropa interior y sintió un fuerte deseo de desnudarse y hacerse una frenética paja; sin embargo no lo hizo porque parte de sí aún se sentía incómoda con la presencia de ese fotógrafo en particular. Sin embargo las caricias que ella misma se estaba proporcionando la estaban excitando demasiado.
Cerró los ojos y, sin considerarlo dos veces, deslizó su mano dentro de la tanga, hasta alcanzar su clítoris. Comenzó a darle suaves golpecitos con la yema de los dedos, cada uno de estos contactos enviaba una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Sabía que su hijo no podía verle la concha, pero también era consciente de que él adivinaría lo que estaba haciendo.
La verga de Julián se puso tan dura que comenzó a dolerle, el muchacho quería liberarla de su prisión y comenzar a masturbarse allí mismo, hasta eyacular sobre el suave y lampiño pubis de su madre; sin embargo logró mantener la compostura y se dedicó a sacar fotos desde diferentes ángulos y distancias.
Cuando Diana apartó la mano, decidió jugar un poco con la imaginación de aquellos que vieran las fotos. Se bajó un poco la tanga, exponiendo más de su pubis, pero deteniéndose justo donde su concha empezaba. Abrió los ojos y se encontró a Julián tomando fotos con la cámara a pocos centímetros de su entrepierna. En lugar de sentirse avergonzada, pensó en el impacto que esas imágenes podrían tener para los administradores de la web y cuánto dinero recibiría por ellas. Quería aprovechar al máximo ese repentino destape casi total, por lo que le dijo a Julián:
—Sacá fotos desde mi perspectiva, porque desde acá se ve muy bien todo.
El muchacho asintió con la cabeza y con rapidez se posicionó detrás de la cabeza de su madre, esto le ayudó a ocultar su erección. Tomó fotos desde arriba y antes de centrarse una vez más en el pubis, aprovechó para fotografiarle las tetas. Diana notó esto, por lo que las agarró con ambas manos y las apretó una contra otra, provocando que se inflaran como globos llenos de agua.
Después de que su hijo tomó fotos de sus pechos y su entrepierna, Diana desprendió una de las ligas que sostenía las medias de encaje y comenzó a quitarse una, esto le daba un aspecto sensual, pero en realidad no mostraba más que una pierna, lo cual no le importaba en absoluto. Continuó hasta quitarse la media por completo y luego repitió la acción con la otra. Cuando tuvo ambas piernas completamente desnudas, le dijo a su hijo:
—¿Julián, ya tenemos fotos suficientes?
—Sí, con esto ya fue más que suficiente. Lo hiciste perfecto… —estuvo a punto de decir la palabra “mamá”, pero eso le haría caer en la cuenta de que la mujer que lo había dejado con la verga dura era su propia madre.
—¡Qué bueno! —Diana se acomodó la tanga—. Me voy a la pieza, te dejo editar tranquilo… ah, y no hace falta que te apures, trabajá tranquilo, por unos días vamos a estar bien con la plata, así que no hace falta que les envíes el pack hoy mismo.
—Está bien, y gracias, sos una modelo excelente.
—Y vos un fotógrafo excelente.
La rubia se apresuró a regresar a su cuarto, ni bien cerró la puerta comenzó a despojarse de la poca ropa interior que aún conservaba, una vez desnuda se tendió bocabajo en la cama y dirigió los dedos directamente hacia su concha. Se masturbó pensando que aún le estaban tomando fotos, pero que esta vez eran sexualmente explícitas. Levantó la cola, para exponer aún más su sexo, y se lo abrió usando dos dedos, la idea de que le fotografiaran la concha abierta y húmeda, la calentó de sobremanera. Se metió dos dedos sin dejar de jugar con la fantasía de ser una modelo porno… algo que en realidad no era tanto una fantasía, sólo estaba a un paso de llegar al porno. Lo único que debía hacer era quitarse del todo la tanga en la próxima sesión de fotos… durante ese momento de calentura creía que podría acceder a hacerlo; pero su lado racional le decía que la realidad sería muy diferente cuando se enfriara. Incluso tal vez llegaría a arrepentirse de lo que había hecho; pero eso no importaba ahora, lo único que le preocupaba era llegar al clímax, por lo que se frotó intensamente el clítoris.
Se sintió satisfecha consigo misma porque, al menos esta ocasión, había conseguido liberar a esa mujer fogosa que habitaba en ella; además había encontrado el método perfecto para dejarla salir: debía masturbarse. Eso lo había descubierto de casualidad, debido a que su hijo la interrumpió en pleno acto. Se dijo a sí misma que justo antes de la próxima sesión de fotos se haría una buena paja.
-6-
Dentro de su propio cuarto, frente a la computadora, Julián estaba sacudiendo frenéticamente su verga, mirando las últimas fotos que había tomado de su madre. Fantaseó con la idea de lamer ese pubis lampiño y de sentir el aroma de sexo femenino. Pasó a las fotos en las que Diana posaba en cuatro, abriéndose las nalgas, e imaginó que él hacía a un lado esa tanga, le clavaba toda la verga dentro de la concha y se la cogía hasta llenarla de leche.
Luego de eyacular, por segunda vez en el día, se preguntó si se había hecho la paja en honor a su propia madre o si en realidad había fantaseado con alguna otra mujer. Para no sentirse tan culpable se prometió a sí mismo que cada vez que se masturbara mirando las fotos de su madre, usaría ese cuerpo como mero símbolo sexual, pero en realidad se focalizaría en alguna mujer anónima que, casualmente, tuviera un cuerpo asombrosamente similar al de su madre.
Capítulo 2.
-1-
Diana se alegró mucho cuando su hijo llegó con la noticia de que habían recibido el pago por el segundo pack de fotografías enviadas a la web alemana. Ese mismo día les llegó un paquete con el tercer conjunto de ropa interior que ella debía vestir. En esta ocasión fue rojo y, por el empaque, parecía ser de una marca diferente a los dos anteriores. Diana no se sorprendió al comprobar que el talle no había variado.
Tal y como habían acordado, Julián preparó las luces y todo lo necesario en el living de la casa. Cuando Diana llegó para dar inicio a la tercera sesión de fotos, preguntó:
—¿Qué tal me queda?
—¡Muy bien! Me imaginé que el rojo te quedaría bien.
—¿Lo elegiste vos?
—Sí… ¿no te lo había dicho?
—No.
—Ah, perdón, se me habrá olvidado. Yo puedo elegir ropa del catálogo que ellos me muestran.
—Tenés buen gusto entonces —dijo Diana admirando su propio cuerpo.
—¿Te parece?
—Sí, son conjuntos muy lindos. No sé si yo me los compraría, pero sin duda los recomendaría a cualquier mujer que quisiera lucir algo sexy. Che, algún día me gustaría mirar ese catálogo y elegir algo yo misma… al fin y al cabo, si me lo van a regalar, estaría bueno que fuera algo que realmente pueda usar.
—Está bien, pero de momento dejame elegir a mí, para que sea sorpresa. Después sí, elegí vos lo que quieras. Lo digo porque el catálogo es inmenso, y yo te conozco, te pasarías cien horas mirándolo sin saber qué mierda elegir… y como no te podés probar nada hasta que te lo manden.
—En eso tenés razón, soy muy indecisa con la ropa.
—Claro, por eso de momento prefiero que tengas que ponerte lo que yo elijo, a mí me lleva menos de cinco minutos elegir algo.
—¡Qué chico práctico! Bueno, ¿empezamos?
—Sí, acostate en el sofá.
Su madre hizo lo que le pidió, primero se acostó de lado y Julián aprovechó para fotografiarla en cuerpo completo, ella se esforzó por sonreír. Luego se colocó boca abajo, esta vez su hijo capturó imágenes de su espalda y cola. Sin previo aviso Diana se apoyó sobre sus rodillas y levantó su cola, permitiendo que se viera un abultado gajo de ropa interior roja, el muchacho se quedó tenso durante unos segundos ante tan sugerente imagen y tuvo que decirse a sí mismo que debía mantener una actitud profesional, incluso aunque se tratase de su propia madre.
Sin embargo la sensación de incomodidad lo volvió a asaltar en cuanto ella comenzó a separar lentamente las piernas. La tela de la tanga pareció ceñirse aún más a la piel que protegía y se hizo visible una delgada línea dividiendo la vulva a la mitad, el muchacho se acercó y capturó esa imagen con la cámara.
Para Julián nunca fue un secreto que su madre fuera atractiva, de hecho algunos de sus amigos de mayor confianza solían hacerle bromas al respecto, insinuando el buen culo de Diana o sus hermosas tetas; sin embargo al poseer cierto bloqueo mental maternal, Julián en realidad nunca fue consciente de qué tan sensual y provocativa podría llegar a ser esa mujer… hasta ahora. Se avergonzó de sí mismo cuando su pene comenzó a endurecerse, intentó pensar en otra cosa; pero la imagen del culo de su madre en cuatro patas lo bajaba a la realidad. La tenía justo frente a él, en una pose sugerente, vistiendo escasa y provocativa ropa.
—Esperá un segundo, ya vengo —dijo justo antes de salir del living tan rápido como pudo.
Diana se quedó sentada en el sofá preguntándose qué había ocurrido, hasta que escuchó la puerta del baño cerrándose; supuso que su hijo sólo quería unos minutos para hacer sus necesidades.
Dentro del baño Julián se bajó los pantalones, descubriendo que su verga ya estaba completamente erecta. Sabía que había una sola manera de bajarla, por lo que dejó la cámara en el suelo y se sentó en el inodoro, dejando la tapa cerrada, y comenzó a masturbarse. Se la agarró y la sacudió tan fuerte como pudo, ya que su intención era acabar lo más rápido posible; pero no conseguía concentrarse en su tarea sin recordar el culo de su madre.
En una rápida autoevaluación Julián cayó en la cuenta de que no podría quitarse esas imágenes de la cabeza, por lo que decidió darles un buen uso. Recogió la cámara y en la pantalla de la misma apareció la última foto que había tomado, era un buen primer plano del culo de Diana, con la silueta de la vagina perfectamente trazada bajo la tela roja de la tanga. No tenía ninguna intención de masturbarse pensando en su madre, por lo que optó por la solución más práctica que pudo encontrar, imaginó que ese culo pertenecía a otra mujer… a cualquier mujer anónima, no importaba realmente su identidad, siempre y cuando no fuera su madre.
Imaginó su verga erecta deslizándose entre esas nalgas, y no pudo contener su excitación. Pocos segundos luego de iniciada la paja, ya estaba eyaculando grandes chorros de semen. Tuvo que apartar rápidamente la cámara, para no salpicarla.
A pesar de haber descargado sus testículos, Julián aún sentía que algo dentro de él le pesaba, se trataba de la culpa, la cual lo acompañó durante el resto de la sesión de fotos con su madre. A duras penas se animó a mirarla a los ojos y se apresuró por capturar más imágenes, haciendo todo tipo de comentarios para evitar que su madre se pusiera demasiado creativa con sus poses eróticas. Le atemorizaba que su verga se despertara una vez más y lo pusiera en evidencia.
Le dijo a Diana que ya tenían fotos suficientes para armar un pack y dio por finalizada la sesión apresuradamente.
-2-
Diana regresó a su cuarto y se quitó la ropa interior roja con la que había modelado. Completamente desnuda se tendió en la cama bocarriba y recapituló lo que había ocurrido. Durante prácticamente toda la sesión de fotos tuvo la impresión de que su hijo estaba raro; Diana suspiró y cayó en la cuenta de que la actitud de Julián se debía a ella.
«Se debe estar hartando de verme tan tensa —pensó—, él es capaz de sacar fotos con una calidad profesional, sin embargo yo no soy capaz de modelar sin parecer un maniquí».
Por más que lo intentaba, no conseguía relajarse lo suficiente como para posar de forma natural, aún le seguía pesando la idea de que su hijo la viera en una actitud provocativa, casi sexualmente explícita. «¿Qué pensará Julián al saber que puedo ser un objeto sexual para algunos hombres?», solía decirse a sí misma. Ella era quien más intentaba normalizar la situación en las palabras, pero cuando debía trasladar eso mismo que había dicho al plano de la realidad, se sentía un fraude.
Decidió darse un minuto de paz y no atormentarse tanto, de todas formas poseía una anatomía muy llamativa y los dueños de la web no habían emitido ninguna queja hacia ella. Eventualmente aprendería a soltarse y a modelar con mayor naturalidad.
Dirigió la mirada hacia su cuerpo y se encontró con un gran par de tetas que aún se mantenían firmes, a pesar de que el tiempo había dejado algunas marcas en ellas; su vientre presentaba pequeñas sinuosidades, pero en general era bastante plano. Se encontró con su pubis completamente depilado y una pequeña protuberancia emergiendo donde éste finalizaba, siempre le causó gracia que su clítoris sobresaliera de esa forma, como si estuviera invitándola a que lo toque. No sabía si se la merecía, pero decidió darse una pequeña recompensa, llevó su mano hasta ese pequeño bulto sobresaliente y comenzó a tocarlo, imaginando que habría hombres anónimos que, al ver sus fotos eróticas, fantasearían con ella. La temperatura de su cuerpo se elevó, lubricó sus dedos con saliva, separó las piernas y acarició todo el canal que dividía su vagina en dos; poco tiempo después ya estaba metiéndose dos dedos mientras con una mano se sobaba las tetas.
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Julián analizó detenidamente las fotos que había tomado y se enojó consigo mismo por dos razones diferentes: la primera era que aún sentía excitación al ver el cuerpo semidesnudo de su madre; la segunda era que las fotografías tenían pésima calidad, muchas habían salido movidas.
«Eso me pasa por apurado», se reprochó.
Intentó corregir las imágenes con efectos de photoshop y con cambios de brillo y contraste, inclusive alteró un poco los colores, pero ninguno de los resultados se ajustó a sus altos estándares, y lo peor de todo era que la verga se le había puesto como un garrote, otra vez. Se la agarró por encima del pantalón y sintió una placentera descarga eléctrica, miró fijamente la pantalla donde la vulva de su madre aparecía en primer plano, oculta por la tanga roja. Quería ver más, y tenía la excusa perfecta para hacerlo. Apartó la mano de su entrepierna y aguardó un par de minutos hasta que ésta volvió al estado de reposo, luego salió de su cuarto y se dirigió al de su madre.
-4-
Los dedos de Diana se movían de forma frenética, entrando y saliendo de su húmeda concha, con una mano sostenía una pierna por debajo de la rodilla y la otra estaba tan separada como le era físicamente posible. Llevó a su boca la mano con la que se masturbaba y saboreó sus propios jugos sexuales, luego volvió a frotarse el clítoris, como previa a la penetración; en esta ocasión introdujo tres dedos por su orificio. Suspiraba y se meneaba en la cama como si un apasionado amante la estuviera penetrando. Conocía muy bien su cuerpo, llevaba muchos años masturbándose, aunque no con demasiada regularidad, sin embargo había adquirido la suficiente experiencia como para proporcionarse el placer necesario para llegar al clímax, y ya estaba a punto de alcanzarlo.
Repentinamente alguien golpeó la puerta de su cuarto, se asustó tanto que soltó un leve grito y, con la velocidad de reacción de un felino, se escabulló bajo las sábanas. La puerta se abrió de par en par y Julián se asomó dentro del dormitorio.
—No te dije que podías pasar —se quejó la mujer sosteniendo firmemente las sábanas para cubrir sus voluminosos pechos.
—Perdón, escuché que decías algo y creí que era: “Pasá”. ¿Estás ocupada?
Ella no quiso admitir que había gritado, y mucho menos quería darle a entender a su hijo que se estaba masturbando y que él había interrumpido justo cuando su concha estaba a punto de estallar de placer.
—No estoy ocupada —sus mejillas estaban rojas, pero Julián no lo notó, su mente estaba enfocada en la ropa interior roja que yacía en el piso—. ¿Qué necesitabas? —El muchacho no respondió—. ¡Julián! —Él se puso rígido, como si hubiera sido sorprendido haciendo algo malo—. ¿Qué necesitabas?
—Ah, sí… sí. Venía a decirte que, por mi culpa, varias de las fotos salieron mal… muy borrosas. Vamos a tener que sacarlas otra vez.
Diana asintió con la cabeza, estaba avergonzada, no sólo porque su hijo la hubiera sorprendido en plena masturbación sino también porque ese “por mi culpa” le sonó a mentira piadosa para encubrir la verdad. «Hice todo mal —se dijo a sí misma—, pero él no quiere admitirlo».
—Si querés lo hacemos mañana —continuó Julián.
—No, vamos a hacerlo ahora, así tenés tiempo para trabajar tranquilo en la edición; dentro de unos días vamos a necesitar un nuevo pago.
—Está bien —miró la ropa interior una vez más y fue recién ahí cuando cayó en la cuenta de que su madre estaba desnuda debajo de la sábana—. Voy a ir preparando todo, cuando estés lista, avisame.
Salió cerrando la puerta detrás de sí. Diana frunció el ceño, estaba enojada consigo misma, por su culpa su hijo debía hacer doble trabajo. Se puso de pie y se miró al espejo, le agradó lo que vio, su cuerpo era muy sensual y del cuello para abajo no mostraba ni la más mínima señal de vello, lo cual, por alguna extraña razón, la hacía sentir aún más desnuda… y más provocativa. «Yo puedo hacerlo —se dijo—, sólo tengo que mantener una buena actitud». Aún estaba muy excitada y si su hijo no le hubiera pedido reanudar la sesión de fotos, habría continuado con su masturbación. Aprovechando esa calentura llevó a cabo un pequeño experimento. Dio la espalda al espejo, se reclinó hacia adelante y giró su cabeza para encontrarse con el reflejo, el cual le devolvía una explícita imagen de su concha húmeda y su culo, se abrió las nalgas usando ambas manso y sintió una agradable ola de calor al ver como sus agujeros se dilataban. «¿A qué hombre heterosexual no le gustaría verme así?», pensó. En ese preciso instante cayó en la cuenta de que la calentura podría ser un factor positivo para su modelaje erótico. Estar excitada le brindaba cierta seguridad y la hacía más osada.
Se puso el conjunto rojo, volvió a mirarse al espejo, y salió de la habitación decidida a mostrar su lado más erótico.
-5-
Su hijo la esperaba con las luces encendidas y la cámara en mano, ella le obsequió una cálida sonrisa, la cual Julián respondió de la misma manera. Ambos se sintieron un poco más relajados.
—¿Empezamos? —preguntó ella.
—Sí, cuando vos quieras.
Aprovechando la calentura que le había dejado la paja inconclusa, Diana dio la espalda a su hijo y adoptó la misma pose que utilizó frente al espejo, incluso separó sus nalgas usando las manos.
Julián quedó boquiabierto admirando las zonas más íntimas de su madre, las cuales estaban apenas cubiertas por la tela roja; cuando se acercó a tomar una fotografía le pareció notar una leve sombra circular sobresaliendo por los lados de la tanga, se dio cuenta de que ese era el culo de su madre asomándose levemente. Una vez más la verga le empezó a palpitar, pero para disimular comenzó a apretar el disparador de la cámara una y otra vez.
Una de las manos de Diana apareció en su entrepierna y acarició la vulva, ella sintió una descarga de placer en todo su cuerpo, no quería pensar que su hijo estaba detrás, sacando fotos; por el contrario, ocupó su mente en aquellos hipotéticos amantes sin rostro que se hacían presentes cada vez que se masturbaba; ahora aquellos hombres anónimos eran los visitantes del sitio web.
La rubia se sentó en el sofá, sonrió sensualmente a la cámara y abrió las piernas. El muchacho se agachó y continuó tomando fotografías desde esa posición. La tanga roja estaba ceñida a la concha de Diana, de la cual se podían adivinar los labios abultados; pero esto en lugar de preocuparle, la excitó aún más. A continuación levantó las piernas, apoyando sus pies en el mismo sofá en el que estaba sentada, dejando una visión mucho más explícita de su entrepierna; imaginó que con esa pose se ofrecía a algún hombre con un pectoral marcado quien se inclinaba ante ella y comenzaba a practicarle sexo oral.
A Julián por poco se le cae la cámara de las manos, sus reflejos fueron lo suficientemente rápidos como para agarrarla al vuelo, antes de que ésta impactara en el suelo. Se sentó en uno de los sillones e inclinó su torso hacia adelante para ocultar su erección.
—¿Pasa algo? —preguntó ella bajando las piernas.
—N… no, nada… es que…
—¿Es que…?
El apenado muchacho no encontró palabras.
—Julián, sé que hay algo que no me querés decir… y tengo una idea de qué puede ser ese “algo”.
Él miró sorprendido a su madre.
—¿De verdad?
—Sí. No estoy haciendo las cosas bien ¿no es cierto? Lo de las fotos borrosas era mentira, me pediste rehacerlas porque yo no lo hice bien. Ahora mismo creía estar mostrando un gran cambio de actitud, con la intención de hacerlo mejor, pero aparentemente no lo conseguí.
—¿En serio pensás eso, mamá? —Preguntó Julián con los ojos muy abiertos; ella asintió con la cabeza—. ¡No seas boluda! —Esas palabras tomaron por sorpresa a la rubia—. Vos lo estás haciendo muy bien… y creeme que ese cambio de actitud se notó mucho, no imaginé que te animaras a tanto —notó que no estaba convenciendo a su madre—. Te lo digo muy en serio, vos no hiciste nada malo, las fotos salieron borrosas y eso fue por mi culpa; por apurado.
—¿Entonces qué pasa? Porque evidentemente hay algo que no me estás contando, soy tu madre y sé muy bien cuándo ocultás algo.
Julián sabía que no tenía escapatoria, debía darle una respuesta convincente a su madre, pero por nada del mundo confesaría su erección o la paja que se había hecho mirando las fotos. Pensó rápido y sin mucho esfuerzo encontró una excusa que, además de ser verdad, podría acarrear buenos resultados.
—Es cierto, hay algo que no te conté, y tiene que ver con las fotos.
—Te escucho.
—¿Me prometés que no te vas a enojar?
—¿Por qué debería enojarme? —Ella frunció el ceño—. No te prometo nada, Julián, si tengo motivos para enojarme, me voy a enojar; de lo contrario, no. Pero me tenés que decir qué pasa.
—Está bien —hizo una breve pausa para encontrar las palabras más apropiadas para explicarle—. Resulta que esta página es un poquito más “erótica” de lo que te había dicho.
—¿A qué te referís? —preguntó automáticamente, aunque tenía una clara idea de qué era lo que su hijo quería decirle.
—Me refiero a que no sólo publican fotos de mujeres en ropa interior, también publican desnudos totales —Diana se quedó como una estatua—. No quise decírtelo desde un principio, porque sabía que te ibas a negar rotundamente, sin embargo imaginé que si te lo decía después de que hubieras hecho las primeras fotos y después de recibir los primeros pagos, no te lo tomarías tan mal.
Diana hundió la cabeza entre las manos y se quedó mirando fijamente a un punto imaginario en el suelo blanco. Su hijo no habló, para darle tiempo a procesar la información.
—Hiciste bien —dijo ella por fin, volviendo a mirarlo.
—No me esperaba esa respuesta.
—¿No? Creo que yo tampoco —ella se frotó ambos brazos, como si estuviera cubriendo su desnudez parcial—. No debería estar sorprendida, hoy en día todo es desnudos en internet; pero soy tan boluda que ni siquiera pensé en esa posibilidad. Sabía que las fotos debían ser lo más eróticas posible, no soy tan tonta; pero no me imaginé que tuviera que quitarme toda la ropa.
—Sé que vos no lo vas a hacer…
—Todavía no dije que no… pero tampoco dije que sí. Me gustaría que me aclararas una cosa. ¿Nos pagarían más si yo estuviera desnuda?
—Cuando te dije que la página web aumentaba la tarifa dependiendo del contenido de las imágenes, una de las cosas a las que me refería era a qué tan desnuda está la modelo… o a qué tan provocativo es el conjunto que usa.
—Es bueno saber que al menos pagarían un poco más…
—Un poco no, bastante más. La tarifa podría irse casi al doble.
—¿Tanto?
—Sí, dependiendo de lo… explícitas que sean las fotos.
—Entiendo. Bueno, no te voy a decir que sí ni que no. Necesito unos días para considerarlo. Tengo que pensarlo bien.
—Me parece lo mejor.
—Decime una cosa, Julián. En el hipotético caso de que yo me animara a hacerlo, ¿vos podrías seguir sacando las fotos? Porque ya hablamos de algo mucho más serio… me da la impresión de que a vos te pone algo incómodo que yo me muestre de esta forma, e imagino que sería mucho peor si estoy sin ropa.
—Por mí no te preocupes, mamá; te dije que yo estoy más concentrado en la calidad de las fotos que en cualquier otra cosa —mintió—. Además, yo te metí en esto, sería un hipócrita si de repente te dijera que no puedo sacarte las fotos si estás desnuda. Vos sos la modelo, y así te veo yo; tal vez te parece un poco frío e impersonal, pero cada día te veo más como un objeto de trabajo.
Media sonrisa se dibujó en el rostro de Diana.
—Sí, es un poco frío; pero para que este trabajo siga adelante me tenés que ver de esa forma, al igual que yo a vos. Sos un elemento más en mi actual trabajo. Cuanto más me olvido de que vos estás acá, más me suelto.
—Entonces hacé de cuenta que soy como una de las lámparas, o la misma cámara. Imaginá que estás sola —de pronto Julián se dio cuenta de un detalle importante—... pará, ¿me estás diciendo que vas a seguir sacándote fotos?
—Sí, eso seguro que sí, necesitamos la plata; mientras estas personas estén dispuestas a pagarnos, tenemos que aprovecharlo. Vamos a seguir sacando fotos tal y como lo venimos haciendo, mientras yo considero la otra posibilidad. Así que ahora mismo lo mejor sería reanudar la sesión.
—Estoy de acuerdo —Julián no se movió ni un milímetro, ya que su verga aún seguía dura.
—Bien, pero dame un par de minutitos, ya vengo —dijo Diana justo antes de ponerse de pie.
La rubia avanzó con paso decidido hasta su cuarto y se encerró en él. Se sentó en el borde de la cama y dejó caer su espalda sobre el colchón; luego cerró los ojos. «Vamos, Diana, vos podés», se dijo a sí misma. La charla con su hijo le había quitado la calentura que tenía latente, por lo que metió su mano derecha bajo la tanga y comenzó a frotarse el clítoris. «Vos podés, vos podés», se repetía una y otra vez, mientras dos de sus dedos se perdían dentro del orificio de su concha.
Su temperatura corporal se elevó considerablemente. Sabía que tenía que prepararse alguna buena excusa que justificara su repentina ausencia, por lo que se puso de pie, se dirigió hasta el estuche de sus cosméticos y eligió un lápiz labial de un color muy similar al de su ropa interior. Rápidamente se limpió la boca y se miró en el gran espejo. Su tanga estaba corrida hacia un lado, dejando libre su concha, comenzó a frotársela otra vez, sin dejar de admirar su reflejo. Imaginó que le estaba ofreciendo su sexo húmedo a todos aquellos hombres que, seguramente, se masturbarían mirando sus fotos, de pronto sintió deseos de que alguno de ellos se hiciera presente en ese mismo momento, la arrojara sobre la cama y se la cogiera con fuerza.
Se relamió los dedos de forma sensual, acomodó su ropa interior y salió de su cuarto susurrando: «Vos podés, Diana».
Al regresar al improvisado estudio fotográfico encontró a su hijo haciendo unos leves ajustes a las luces y a las pantallas en las que éstas se reflejaban.
Julián había aprovechado la ausencia de su madre para relajarse lo suficiente como para que su verga volviera a quedarse dormida. Al ver a Diana notó de inmediato el rojo carmesí de su boca.
—Ese es un buen toque —le dijo.
—Me imaginé que podía quedar bien con este conjunto.
—Lo que más me sorprende es que ésta es la primera vez que usás algo de maquillaje en las sesiones de fotos.
—Bueno, eso no es del todo cierto, siempre me pongo un poquito de base, para disimular las arrugas; pero esta vez quise probar algo más ¿Pensás que debería hacerlo con más frecuencia?
—No lo necesitás, pero admito que te da un toque más sensual.
—Lo voy a tener en cuenta para la próxima.
Diana no quería que una charla demasiado extensa volviera a bajarle la calentura, por lo que le dijo a su hijo que retomarían la sesión de fotos de forma inmediata. Ella posó mostrando una alegre sonrisa y colocando las manos sobre sus caderas, las meneó un poco hacia un lado, para tener una postura más sensual. Cuando consideró que Julián había capturado suficientes fotos, decidió probar una pose más sugerente. Se acercó con determinación al sofá, manteniendo la imagen mental de su concha en el espejo, aún la sentía húmeda y caliente. Su próximo paso mental fue borrar a su hijo de escena, él no era más que un simple fotógrafo y ella estaba posando para aquellas personas que visitaran la página web… y quería excitarlos tanto como le fuera posible ya que eso significaba ganancias y, aunque le costara admitirlo, también la excitaba.
Se puso en cuatro patas sobre el sofá y fantaseó con la idea de que uno de sus amantes hipotéticos se le acercaba con la verga bien dura, levantó su cola ofreciéndosela y luego separó las piernas. Su vulva quedó apretada en la tanga, la cual se estaba humedeciendo debido a los jugos sexuales de Diana.
Julián notó esto y tuvo que hacer un gran esfuerzo para concentrarse en capturar imágenes y así evitar que su pene se despertara otra vez. Su madre le empeoró considerablemente la situación cuando cruzó uno de sus brazos por la espalda hasta alcanzar su vagina, recorrió el centro de la misma con el dedo índice. El muchacho sintió su verga sacudiéndose como un animal enjaulado que pedía que lo liberen para poder atacar a su víctima; la cual, en este caso, no era otra que concha húmeda de su madre.
Las caricias en su sexo surtieron efecto en Diana, ésto le dio coraje para probar una nueva pose. Se volteó, quedando acostada bocarriba, levantó sus piernas, manteniéndolas juntas, y las flexionó hacia ella, exponiendo así su vulva. Luego separó las piernas y encontró a su hijo tomando fotos desde muy cerca, esto no le importó, él no era más que un objeto de trabajo; al menos eso se repetía mentalmente. Volvió a acariciar su vagina por encima de la ropa interior y sintió un fuerte deseo de desnudarse y hacerse una frenética paja; sin embargo no lo hizo porque parte de sí aún se sentía incómoda con la presencia de ese fotógrafo en particular. Sin embargo las caricias que ella misma se estaba proporcionando la estaban excitando demasiado.
Cerró los ojos y, sin considerarlo dos veces, deslizó su mano dentro de la tanga, hasta alcanzar su clítoris. Comenzó a darle suaves golpecitos con la yema de los dedos, cada uno de estos contactos enviaba una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Sabía que su hijo no podía verle la concha, pero también era consciente de que él adivinaría lo que estaba haciendo.
La verga de Julián se puso tan dura que comenzó a dolerle, el muchacho quería liberarla de su prisión y comenzar a masturbarse allí mismo, hasta eyacular sobre el suave y lampiño pubis de su madre; sin embargo logró mantener la compostura y se dedicó a sacar fotos desde diferentes ángulos y distancias.
Cuando Diana apartó la mano, decidió jugar un poco con la imaginación de aquellos que vieran las fotos. Se bajó un poco la tanga, exponiendo más de su pubis, pero deteniéndose justo donde su concha empezaba. Abrió los ojos y se encontró a Julián tomando fotos con la cámara a pocos centímetros de su entrepierna. En lugar de sentirse avergonzada, pensó en el impacto que esas imágenes podrían tener para los administradores de la web y cuánto dinero recibiría por ellas. Quería aprovechar al máximo ese repentino destape casi total, por lo que le dijo a Julián:
—Sacá fotos desde mi perspectiva, porque desde acá se ve muy bien todo.
El muchacho asintió con la cabeza y con rapidez se posicionó detrás de la cabeza de su madre, esto le ayudó a ocultar su erección. Tomó fotos desde arriba y antes de centrarse una vez más en el pubis, aprovechó para fotografiarle las tetas. Diana notó esto, por lo que las agarró con ambas manos y las apretó una contra otra, provocando que se inflaran como globos llenos de agua.
Después de que su hijo tomó fotos de sus pechos y su entrepierna, Diana desprendió una de las ligas que sostenía las medias de encaje y comenzó a quitarse una, esto le daba un aspecto sensual, pero en realidad no mostraba más que una pierna, lo cual no le importaba en absoluto. Continuó hasta quitarse la media por completo y luego repitió la acción con la otra. Cuando tuvo ambas piernas completamente desnudas, le dijo a su hijo:
—¿Julián, ya tenemos fotos suficientes?
—Sí, con esto ya fue más que suficiente. Lo hiciste perfecto… —estuvo a punto de decir la palabra “mamá”, pero eso le haría caer en la cuenta de que la mujer que lo había dejado con la verga dura era su propia madre.
—¡Qué bueno! —Diana se acomodó la tanga—. Me voy a la pieza, te dejo editar tranquilo… ah, y no hace falta que te apures, trabajá tranquilo, por unos días vamos a estar bien con la plata, así que no hace falta que les envíes el pack hoy mismo.
—Está bien, y gracias, sos una modelo excelente.
—Y vos un fotógrafo excelente.
La rubia se apresuró a regresar a su cuarto, ni bien cerró la puerta comenzó a despojarse de la poca ropa interior que aún conservaba, una vez desnuda se tendió bocabajo en la cama y dirigió los dedos directamente hacia su concha. Se masturbó pensando que aún le estaban tomando fotos, pero que esta vez eran sexualmente explícitas. Levantó la cola, para exponer aún más su sexo, y se lo abrió usando dos dedos, la idea de que le fotografiaran la concha abierta y húmeda, la calentó de sobremanera. Se metió dos dedos sin dejar de jugar con la fantasía de ser una modelo porno… algo que en realidad no era tanto una fantasía, sólo estaba a un paso de llegar al porno. Lo único que debía hacer era quitarse del todo la tanga en la próxima sesión de fotos… durante ese momento de calentura creía que podría acceder a hacerlo; pero su lado racional le decía que la realidad sería muy diferente cuando se enfriara. Incluso tal vez llegaría a arrepentirse de lo que había hecho; pero eso no importaba ahora, lo único que le preocupaba era llegar al clímax, por lo que se frotó intensamente el clítoris.
Se sintió satisfecha consigo misma porque, al menos esta ocasión, había conseguido liberar a esa mujer fogosa que habitaba en ella; además había encontrado el método perfecto para dejarla salir: debía masturbarse. Eso lo había descubierto de casualidad, debido a que su hijo la interrumpió en pleno acto. Se dijo a sí misma que justo antes de la próxima sesión de fotos se haría una buena paja.
-6-
Dentro de su propio cuarto, frente a la computadora, Julián estaba sacudiendo frenéticamente su verga, mirando las últimas fotos que había tomado de su madre. Fantaseó con la idea de lamer ese pubis lampiño y de sentir el aroma de sexo femenino. Pasó a las fotos en las que Diana posaba en cuatro, abriéndose las nalgas, e imaginó que él hacía a un lado esa tanga, le clavaba toda la verga dentro de la concha y se la cogía hasta llenarla de leche.
Luego de eyacular, por segunda vez en el día, se preguntó si se había hecho la paja en honor a su propia madre o si en realidad había fantaseado con alguna otra mujer. Para no sentirse tan culpable se prometió a sí mismo que cada vez que se masturbara mirando las fotos de su madre, usaría ese cuerpo como mero símbolo sexual, pero en realidad se focalizaría en alguna mujer anónima que, casualmente, tuviera un cuerpo asombrosamente similar al de su madre.
1 comentarios - La MILF más Deseada [02].