Pasé el resto del día con el dispositivo de castidad. La sensación que me producía era extraña y era como si mis genitales me picaran,… por otra parte me producía un nuevo tipo de excitación al estar aún más controlado por mamá. Durante todo el día hice las tareas del hogar bajo la atenta mirada de mamá y de vez en cuando deslizaba mi mirada hacia su escote, donde colgaba la cadena con la llave del candado.
La actitud de mamá también era distinta a la habitual. Normalmente era picara, burlona,… pero cariñosa. Ese día, pero, se comportaba de una manera más autoritaria y seria que de costumbre. Aquel día no hubo nada sexo y simplemente me mando a dormir a los pies de su cama.
(…)
La mañana siguiente se repitió mi rutina: limpieza, cocina,… todo mientras mamá me observaba y me daba indicaciones, amenazándome con un severo castigo si no lo hacía a la perfección.
-A parte de ser una puta degenerada haré de ti una buena ama de casa. - Me dijo mientras fregaba y frotaba. No fue hasta la noche, después de cenar, cuando mamá me mando a su cuarto. Me ató a la cama bocarriba, tanto brazos como piernas, en cruz, completamente inmovilizado. Estaba desnudo salvo por el dispositivo de castidad. Ella vestía con una sexy bata de tirantes de seda rosa, con encajes negros. El generoso escote no solo mostraba sus enormes senos, sino la cadena con la llave de mi libertad genital.
-¿Quieres que te quite la jaula? – Preguntó con actitud provocativa.
-Por favor. – Supliqué. Ella simplemente empezó a recorrer mi cuerpo con sus labios, besándome suavemente el pecho y el vientre. Bajó aún más por mi cuerpo y lamio el plástico. Mi pene empezó a bombear sangre, pero se quedó aprisionado. Gemí de placer, de rabia, de frustración,… Siguió pasando la punta de su lengua por todo mi cuerpo. De vez en cuando paraba y buscaba mi mirada.
-¿Serás una zorrita obediente? –
-Si – Respondí. Ella se quitó la cadena y balanceó la llave por delante de mis ojos. Abrió la el candado y me retiró el dispositivo. En apenas unos segundos mi pene estaba totalmente erecto.
-No han sido ni dos días sin jugar y ya estas así… mi zorrita virgen… - Dijo mamá agarrando mi pene y empezando a pajearlo suavemente. Gemí de placer. – Supongo que sabes que si te corres sin permiso vas a sufrir de verdad… -Dejó su amenaza al aire y me dejo unos segundos para que mi mente imaginara los más terribles castigos. – Vamos a limpiar esta pollita sucia. – Mamá sacó algunas toallitas húmedas y empezó a masajearme con ella los genitales, con suavidad pero con firmeza. Cada una de sus caricias provocaba terribles y placenteras sensaciones. – Mami acabara de limpiar la pollita virgen con un poco de su saliva. – Entreabrió la boca y dejo caer un salivajo que cayó el punta de mi inflamado capullo. Antes de que la gravedad lo arrastrara por todo el tronco mamá acercó su cara y lamió su propia saliva con la punta de la lengua. Recorrió todo mi pene lamiéndolo, chupándolo, besándolo,… con fruición. –Es una lástima que no tengas permiso para correrte. –Se burló antes de ponerse uno mis testículos en la boca y succionarlo. Finalmente separó su cara de mi sexo y su mano fue la que agarró mis testículos. Besó mi cuello y mis labios, su lengua penetró casi hasta mi garganta. Yo estaba jadeando, cachondo, esperando que mamá me diera el tan ansiado orgasmo. Aprovechando mi boca entreabierta mamá escupió en ella. – Eres una zorra… ¿Quieres correrte?
-Si… por favor… - Pajeó, apretó mis testículos, jugueteó con su mano y sus dedos por todos mi genitales.
-Di lo que eres, di de quien eres…
-Soy una puta. – Me humillé. – Soy tu zorrita virgen… - Repetí como un mantra una y otra vez. Ella seguía pajeándome y cuando notaba que estaba al límite paraba sus caricias. Seguía escupiéndome en la boca y yo recibía su saliva como el líquido más dulce del mundo. Seguía insultándome, llamándome zorra, obligándome a repetirlo una y otra vez,… No sé cuántas veces estuve a punto de correrme ni cuánto tiempo pasó, pero mamá, de repente ceso todas la caricias.
-Muy bien, creo que ya es hora de encerrar a la pollita virgen…
-No por favor… - Lloriqueé.
-Mi zorrita llorona,… hoy no toca correrse. – Salió de la habitación y volvió con dos bolsas de hielo. Encerró mi dura polla entre ellas. El frío, el dolor,… fueron casi indescriptibles y seguí suplicando, llorando,… pero mamá no dijo nada más. Simplemente esperó a que el hielo hiciera su efecto y cuando mi polla estaba empequeñecida y arrugada volvió a ponerme el dispositivo de castidad. Me desató de la cama y se tumbó en ella. Se bajó las braguitas por encima de la bata y abrió las piernas, mostrándome su peludo sexo brillante por la excitación. –Ahora se una buena zorra y cómeme el coño,… vamos.- Tragué mi orgullo y me incline hacia su sexo. Lo lamí de arriba abajo, los besé, jugué con su clítoris y saboreé los jugos. Intenté concentrarme pero estaba muy excitado, nervioso, tenso,… Mamá notó que yo no le comía el coño con mi habilidad habitual. – Hazlo bien zorra si no quieres irte a dormir con unos cuantos azotes de cinturón. – Su amenaza surgió efecto y me esmeré más. Finalmente mamá tensó su cuerpo y de su vagina surgió la humedad de su orgasmo. De un tirón de pelo me llevó hasta ella, hasta su cara y sus labios, que me besaron y lamieron mis lagrimones. – Pobre zorrita… Ahora empiezas a entender… y no sabes lo aún todo lo que te espera.
Finalmente me fui tranquilizando y me dormí al cabo de un buen rato entre sus brazos. Mi sueño, pero, fue inquieto, temeroso de lo que mamá tenía pensado para mí.
(…)
Lo primero que hice la mañana siguiente fue comerle, de nuevo, el coño a mamá hasta que se corrió en mi boca entre profundos gemidos y jadeos.
-Vamos… no seas una zorra perezosa. – Me dijo antes de vestirse y ponerme a mí unas braguitas por encima de mi dispositivo de castidad. – Hoy, aparte de tus tareas del hogar empezaremos tu plan de estudios. – Como habíamos decidido, yo estudiaría en casa y a final de curso me presentaría a los exámenes. La casa estaba bastante limpia y mamá apenas me hizo realizar más tareas y rápidamente empezamos la sesión de estudio. Era una profesora exigente. Después de que fallara un par de problemas de matemáticas no dudo en utilizar su poder y autoridad y mandarme a la habitación de castigo donde recibí una dura azotaina. A mi favor diré que no es que yo fuera especialmente negado o los problemas eran difíciles, simplemente estaba demasiado excitado, ansioso y frustrado para concentrarme enteramente en lo que hacía.
Finalmente el día pasó y después de cenar mamá se fue a su cuarto mientras yo recogía. Cuando llegué a la habitación mamá vestía un conjunto de sostén y braguitas negros además del arnés de cinturón.
-Mami te va a partir el culito. – Simplemente me indicó la cama donde yo me puse a cuatro patas. Me puso también la mordaza. – No quiero oírte. – Fue lo único que dijo. Noté la saliva de mamá recorriendo mi ano, sus dedos hurgándome, preparándome para ser duramente sodomizado. No tardó en penetrarme, primero suavemente para ir cogiendo ritmo. – Yo simplemente mordía la mordaza más fuerte a cada uno de sus envites. Mi pene pugnaba inútilmente para salir de dispositivo de castidad en una batalla que tenía perdida de antemano. Mamá no parecía ni siquiera querer darme el alivió de liberar mi polla. –Pobre zorrita ¿Quieres que te libere? Creo que esta noche te quedaras bien encerradito. – Sus burlas despertaron en mi un orgullo que creía haber perdido hace tiempo, pero inútil, simplemente mordía con rabia la mordaza mientras mamá seguida dándome por el culo. Finalmente paró y me quitó la mordaza. Mientras se quitaba ella el arnés me dijo- Ahora se una buena zorrita y cómeme el coño. – Se bajó las bragas, pero en lugar de abalanzarme hacia su sexo como siempre cometí el error de protestar, ofuscado como estaba.
-Es injusto mamá… por favor… quítame el dispositivo. – Su cara se enrojeció de furia.
-¿Injusto? Puta degenerada. – Me abofeteó con fuerza. - ¿Te atreves a protestar, a incumplir una de mis órdenes? Ahora sabrás lo que es injusto. – Mamá me ató las manos detrás de la espalda y me quitó el dispositivo de castidad. Una enorme erección apareció instantáneamente. – Mira que zorra eres. Dijo señalando mi sexo mientras, a rastras me llevaba hasta el baño. Allí me tendió en la bañera con brusquedad. Se puso de pie encima de mí con las piernas abiertas y ligeramente flexionadas. De su coño no tardo en salir el dorado líquido de su orina. Me meó entero, cara y boca, pecho y vientre, piernas y genitales,… Me sentí asqueado, humillado, enfadado, rabioso, sucio,… pero seguía empalmado y caliente. Cuando terminó me amordazo de nuevo, sin moverme de la bañera. – Esta noche te quedaras así, sucio como la puta sucia que eres, durmiendo atado en la bañera. Espero que entiendas bien las consecuencias de no cumplir cualquiera de mis órdenes instantáneamente. Cerró la luz y se fue dando un estruendoso portazo. Lloré y tardé mucho rato en dormirme,…
(…)
El chorro de la ducha con agua helada me despertó por la mañana.
-Es hora de lavarse bien,… espero que hayas pensado esta noche y que te sirva de lección. – Mamá manejaba la ducha empapando todo el cuerpo y llevándose el olor a orín seco de mi piel. Me incorporó y me quitó la mordaza. - ¿Te portaras bien a partir de ahora?
-Si mamá. – La noche en la bañera había vuelto a disipar mi orgullo y volvía a ser la zorrita virgen sometida a los caprichos de mamá. Me desató y me observó mientras me duchaba. El agua helada evitó una nueva erección, por lo que no fue difícil que mamá me colocara de nuevo el maldito dispositivo de castidad. –Ahora ve a hacer tus tareas, que después seguiremos estudiando.
Me comporté perfectamente durante todo el día y mamá solo tuvo hacia mis gestos de aprobación. Me sometí a sus burlas y humillaciones durante todo el día, a su carácter autoritario como maestra y a su exigencia. Al final del día yo estaba esperando ser liberado, tener por fin un orgasmo,… y totalmente sumiso a mamá. Aunque yo me había sometido desde un primer momento el dispositivo de castidad y la negación del orgasmo habían calado profundamente en mí. Comprobé como estaba mucho más sensible al cuerpo de mamá, a su turbadora y excitante visión, a su dulce y grave voz,… cumplía solicito toda orden y petición con una premura y ansiedad especiales,… buscaba su aprobación como si fuera indispensable para seguir respirando,…
Después de cenar, ya en su habitación empezó a besarme con pasión. Mis manos libres recorrieron su cuerpo desnudo. Sus pezones se endurecieron bajo mis dedos y labios. Agarré con firmeza su culo, apretándola contra mí y contra mi dispositivo de castidad, como si el contacto de su piel fuera a darme algún alivio. Nos tumbamos en la cama y yo seguí besándola, acariciándola con pasión, ciego de excitación. Mamá se separó y cogió el arnés de cintura. Pero en lugar de ponérselo ella fue hacia a mí.
-Hoy me vas a follar tú… pero no será con tu pollita virgen… Antes de que te deje follarme de verdad tendrás que practicar y conformarte con hacerlo enjaulado y con el arnés. – Mamá leyó mi cara de decepción. - ¿Acaso vas a dudar o protestar? – Preguntó.
-Soy tu zorrita y haré lo que quieras. – Dije recordando mis últimos dolorosos y humillantes castigos.
-Así me gusta. – Dijo acabando de ajustarme el arnés. Sus labios volvieron a aprisionar los míos en un pasional beso y nuestras lenguas se fundieron antes de que mamá me tumbara en la cama y lentamente se sentara sobre el arnés. Cuando estuvo totalmente empalada empezó un suave sube y baja. –Si… que rico… ojala pudieras sentirlo… - La visión de sus pechos botando, de su coño peludo tragándose el consolador, de la expresión de placer de su cara,… era dolorosamente preciosa. Mis manos recorrieron su cuerpo, buscando con mis caricias rescatar algo del placer que me era negado. Mi polla estaba perfectamente encerrada y lo único que podía hacer era darle placer a mamá. Empecé a dar yo los envites mientras ella se concentraba en disfrutar. Le agarraba las caderas y empujaba con mi pelvis mientras veía el consolador entrar y salir de su húmedo sexo. Sus gemidos eran cada vez más fuertes y cuando creí que ella alcanzaba el orgasmo me ordenó cambiar de posición. Esta vez se tumbó sobre la cama y separó sus piernas. Me incorporé sobre ella y la penetré con el arnés. Mamá agarró mis nalgas e iba indicándome el ritmo con el que quería que la penetrara. Bombeé lenta y profundamente, sacando todo el consolador de su vagina para clavarlo de nuevo en su interior con un golpe seco. Las manos de mamá empujando mis nalgas me obligaron a aumentar el ritmo. –Si mi zorrita… fóllate a mami… ¿Te gusta follarte a mami?
-Por favor, quítame de la castidad, déjame follarte de verdad… -Le dije sin dejar de penetrarla. Su respuesta fue apretar más mis nalgas hasta que dolieron mientras las empujaba cada vez más fuerte, obligándome a darle más rápido y duro. Gimió de nuevo.
-No… vas a ser mi zorrita virgen… mucho tiempo… - Me dijo con la respiración entrecortada. – Sigue… sigue… - Susurró. Sus manos sobre mis nalgas se crisparon y todo su cuerpo se relajó después de un intenso orgasmo. Yo estaba sudado, cansado por la intensidad que mamá me había obligado a mantener. Ella, pero, no tenía suficiente y otra vez me dio la vuelta, sin soltar el arnés de su interior. Quedo ella encima de mí, con nuestros cuerpos pegados y su cara a escasos centímetros de la mía. Me besó con fuerza, con pasión,… Afirmando su poder sobre mí con su boca y lengua. –Mi zorrita… - Suspiró mientras empezaba a moverse otra vez. - … me encanta oírte suplicar… me encanta que seas mi zorrita virgen…
-Por favor, quítame el arnés, quítame el dispositivo de castidad,… - Esta vez mamá no hablo. Volvió a besarme con pasión, escupió en mi boca al retirar sus labios y sus manos pellizcaron mis pezones. Cabalgó un rato mientras seguía pellizcándome, escupiéndome, besándome,… volviéndome loco… Cambiamos de posición y esta vez ella se puso a cuatro patas sobre la cama. Me puse detrás de ella y empecé a penetrarla con fuerza. Ella se retorcía de placer.
-Si mi niño… mi zorrita… que bien te follas a mami… que pena… que sea con un arnés… y no con tu pollita… virgen… mi putita… no pares. – Acaricié su espalda húmeda de sudor, sus muslos firmes, su precioso culo… Era yo quien en esta posición, tenía el poder sobre el placer de mamá como cuando le comía el coño. Ella simplemente hundía la cara en el colchón mientras seguía retorciéndose de placer. Finalmente se corrió, satisfecha por segunda vez. La sensación de poder se desvaneció de mi mente cuando se levantó y agarró mis cubiertos testículos. - ¿Quieres que mami te liberé?
-Si por favor.- Dije con la urgente esperanza de un orgasmo. Mamá me ató las manos al cabezal de la cama y quedé de nuevo a su merced. Liberó el candado sin sacarme el dispositivo de castidad.
-Tal vez no, tal vez sea mejor que dejé encerradito un día más. – Mientras decía esto pasaba uno de sus dedos por mi torso de manera provocativa. Aquel simple contacto era fuego sobre mi piel.
-Por favor… lo necesito. – Dije sintiéndome al límite. – Lo necesito. – Repetí desesperado. – Libérame… - Ella sonrió. Sacó el dispositivo de castidad y mi polla se sintió libre y en unos segundos mostraba una dolorosa erección. Estaba excitadísimo, ansioso, ofuscado,… solo podía pensar en correrme. –Gracias. – Dije cuando ella empezó a acariciar mi pene. Suspiré. Mamá, pero, volvió a demostrar su poder sobre mí con unas pocas palabras.
-No tienes permiso para correrte. – Aquello fue como un jarrón de agua fría, pero esperé que mamá, finalmente, se apiadara de mí y reuní mis últimas fuerzas para intentar aguantar hasta que por fin tuviera el permiso para llegar al orgasmo. Mamó posó su mano por encima de mi capullo y empezó a pajear muy lentamente. Volví a suspirar, desesperado. -¿Quieres correrte?
-Si… mami… por favor… - Supliqué, consciente que era mi única salida. La perversa sonrisa de mamá ilumino su rostro mientras negaba con la cabeza.
-No. - Acercó sus labios a mi cuello. Siguió pajeándome mientras se relamía en mi piel. Bajó hasta mi pecho para mordisquear uno de mis pezones. Mis piernas temblaban y cuando mamá notó que yo no podía controlarme más y mi orgasmo estaba a punto de llegar, con o sin permiso, cesó toda caricia. Mi respiración se normalizó un poco pero yo seguía nervioso y excitado.
-Por favor… por favor… -_Lloriqueé inconscientemente. Ella me miraba divertida y volvió otra vez a pajearme suavemente mientras jugueteaba con mis testículos.
-No puedes correrte. Si lo haces todos los castigos que has recibido hasta ahora te parecerán un juego. – Su amenaza apenas surtió efecto en mí, pues estaba demasiado caliente. Seguía retorciendo mis piernas a cada una de sus caricias, a punto pero sin llegar. Mamá, con su habilidad y saber hacer me tenía siempre al límite y se retiraba a tiempo, como si conociera mi pene mucho mejor yo. Sus dedos me provocaban intensas sensaciones pero no llegaba nunca el alivio final. No podía más, pero ella, indiferente a mi desesperación, simplemente dijo.
-Se acabó. Es hora de volver a la jaula.- Algo en mí se rompió. Desde el primer momento me había convertido en la puta de mamá, pero el auténtico sometimiento, la auténtica compresión de que yo era un sumiso fue en aquel momento. Todos mis castigos, humillaciones,… no eran nada comparados con la frustración y ansiedad que sentí en aquel momento.
Empecé a llorar desconsoladamente. Mamá fue a buscar las bolsas de hielo, que depositó en mi pene, insensible a mi desesperado llanto. Se recostó a mi lado, esperando paciente a que mi polla volviera a empequeñecer por acción del hielo. Finalmente me encerró de nuevo y me desató. Yo seguía llorando, roto por dentro. Ella me abrazó maternalmente y yo también busqué el consuelo entre sus brazos.
-Mi niño… mi zorrita… Ahora empiezas a comprender que eres mío,… - Susurró en mi oído mientras poco a poco me iba tranquilizando. Mamá cerró la luz del cuarto y se volvió a recostar a mi lado con sus brazos rodeándome. Yo seguía gimoteando. Tardé mucho rato en dormirme, entre los pechos de mamá, con un sueño turbado y nervioso.
Continuará…
La actitud de mamá también era distinta a la habitual. Normalmente era picara, burlona,… pero cariñosa. Ese día, pero, se comportaba de una manera más autoritaria y seria que de costumbre. Aquel día no hubo nada sexo y simplemente me mando a dormir a los pies de su cama.
(…)
La mañana siguiente se repitió mi rutina: limpieza, cocina,… todo mientras mamá me observaba y me daba indicaciones, amenazándome con un severo castigo si no lo hacía a la perfección.
-A parte de ser una puta degenerada haré de ti una buena ama de casa. - Me dijo mientras fregaba y frotaba. No fue hasta la noche, después de cenar, cuando mamá me mando a su cuarto. Me ató a la cama bocarriba, tanto brazos como piernas, en cruz, completamente inmovilizado. Estaba desnudo salvo por el dispositivo de castidad. Ella vestía con una sexy bata de tirantes de seda rosa, con encajes negros. El generoso escote no solo mostraba sus enormes senos, sino la cadena con la llave de mi libertad genital.
-¿Quieres que te quite la jaula? – Preguntó con actitud provocativa.
-Por favor. – Supliqué. Ella simplemente empezó a recorrer mi cuerpo con sus labios, besándome suavemente el pecho y el vientre. Bajó aún más por mi cuerpo y lamio el plástico. Mi pene empezó a bombear sangre, pero se quedó aprisionado. Gemí de placer, de rabia, de frustración,… Siguió pasando la punta de su lengua por todo mi cuerpo. De vez en cuando paraba y buscaba mi mirada.
-¿Serás una zorrita obediente? –
-Si – Respondí. Ella se quitó la cadena y balanceó la llave por delante de mis ojos. Abrió la el candado y me retiró el dispositivo. En apenas unos segundos mi pene estaba totalmente erecto.
-No han sido ni dos días sin jugar y ya estas así… mi zorrita virgen… - Dijo mamá agarrando mi pene y empezando a pajearlo suavemente. Gemí de placer. – Supongo que sabes que si te corres sin permiso vas a sufrir de verdad… -Dejó su amenaza al aire y me dejo unos segundos para que mi mente imaginara los más terribles castigos. – Vamos a limpiar esta pollita sucia. – Mamá sacó algunas toallitas húmedas y empezó a masajearme con ella los genitales, con suavidad pero con firmeza. Cada una de sus caricias provocaba terribles y placenteras sensaciones. – Mami acabara de limpiar la pollita virgen con un poco de su saliva. – Entreabrió la boca y dejo caer un salivajo que cayó el punta de mi inflamado capullo. Antes de que la gravedad lo arrastrara por todo el tronco mamá acercó su cara y lamió su propia saliva con la punta de la lengua. Recorrió todo mi pene lamiéndolo, chupándolo, besándolo,… con fruición. –Es una lástima que no tengas permiso para correrte. –Se burló antes de ponerse uno mis testículos en la boca y succionarlo. Finalmente separó su cara de mi sexo y su mano fue la que agarró mis testículos. Besó mi cuello y mis labios, su lengua penetró casi hasta mi garganta. Yo estaba jadeando, cachondo, esperando que mamá me diera el tan ansiado orgasmo. Aprovechando mi boca entreabierta mamá escupió en ella. – Eres una zorra… ¿Quieres correrte?
-Si… por favor… - Pajeó, apretó mis testículos, jugueteó con su mano y sus dedos por todos mi genitales.
-Di lo que eres, di de quien eres…
-Soy una puta. – Me humillé. – Soy tu zorrita virgen… - Repetí como un mantra una y otra vez. Ella seguía pajeándome y cuando notaba que estaba al límite paraba sus caricias. Seguía escupiéndome en la boca y yo recibía su saliva como el líquido más dulce del mundo. Seguía insultándome, llamándome zorra, obligándome a repetirlo una y otra vez,… No sé cuántas veces estuve a punto de correrme ni cuánto tiempo pasó, pero mamá, de repente ceso todas la caricias.
-Muy bien, creo que ya es hora de encerrar a la pollita virgen…
-No por favor… - Lloriqueé.
-Mi zorrita llorona,… hoy no toca correrse. – Salió de la habitación y volvió con dos bolsas de hielo. Encerró mi dura polla entre ellas. El frío, el dolor,… fueron casi indescriptibles y seguí suplicando, llorando,… pero mamá no dijo nada más. Simplemente esperó a que el hielo hiciera su efecto y cuando mi polla estaba empequeñecida y arrugada volvió a ponerme el dispositivo de castidad. Me desató de la cama y se tumbó en ella. Se bajó las braguitas por encima de la bata y abrió las piernas, mostrándome su peludo sexo brillante por la excitación. –Ahora se una buena zorra y cómeme el coño,… vamos.- Tragué mi orgullo y me incline hacia su sexo. Lo lamí de arriba abajo, los besé, jugué con su clítoris y saboreé los jugos. Intenté concentrarme pero estaba muy excitado, nervioso, tenso,… Mamá notó que yo no le comía el coño con mi habilidad habitual. – Hazlo bien zorra si no quieres irte a dormir con unos cuantos azotes de cinturón. – Su amenaza surgió efecto y me esmeré más. Finalmente mamá tensó su cuerpo y de su vagina surgió la humedad de su orgasmo. De un tirón de pelo me llevó hasta ella, hasta su cara y sus labios, que me besaron y lamieron mis lagrimones. – Pobre zorrita… Ahora empiezas a entender… y no sabes lo aún todo lo que te espera.
Finalmente me fui tranquilizando y me dormí al cabo de un buen rato entre sus brazos. Mi sueño, pero, fue inquieto, temeroso de lo que mamá tenía pensado para mí.
(…)
Lo primero que hice la mañana siguiente fue comerle, de nuevo, el coño a mamá hasta que se corrió en mi boca entre profundos gemidos y jadeos.
-Vamos… no seas una zorra perezosa. – Me dijo antes de vestirse y ponerme a mí unas braguitas por encima de mi dispositivo de castidad. – Hoy, aparte de tus tareas del hogar empezaremos tu plan de estudios. – Como habíamos decidido, yo estudiaría en casa y a final de curso me presentaría a los exámenes. La casa estaba bastante limpia y mamá apenas me hizo realizar más tareas y rápidamente empezamos la sesión de estudio. Era una profesora exigente. Después de que fallara un par de problemas de matemáticas no dudo en utilizar su poder y autoridad y mandarme a la habitación de castigo donde recibí una dura azotaina. A mi favor diré que no es que yo fuera especialmente negado o los problemas eran difíciles, simplemente estaba demasiado excitado, ansioso y frustrado para concentrarme enteramente en lo que hacía.
Finalmente el día pasó y después de cenar mamá se fue a su cuarto mientras yo recogía. Cuando llegué a la habitación mamá vestía un conjunto de sostén y braguitas negros además del arnés de cinturón.
-Mami te va a partir el culito. – Simplemente me indicó la cama donde yo me puse a cuatro patas. Me puso también la mordaza. – No quiero oírte. – Fue lo único que dijo. Noté la saliva de mamá recorriendo mi ano, sus dedos hurgándome, preparándome para ser duramente sodomizado. No tardó en penetrarme, primero suavemente para ir cogiendo ritmo. – Yo simplemente mordía la mordaza más fuerte a cada uno de sus envites. Mi pene pugnaba inútilmente para salir de dispositivo de castidad en una batalla que tenía perdida de antemano. Mamá no parecía ni siquiera querer darme el alivió de liberar mi polla. –Pobre zorrita ¿Quieres que te libere? Creo que esta noche te quedaras bien encerradito. – Sus burlas despertaron en mi un orgullo que creía haber perdido hace tiempo, pero inútil, simplemente mordía con rabia la mordaza mientras mamá seguida dándome por el culo. Finalmente paró y me quitó la mordaza. Mientras se quitaba ella el arnés me dijo- Ahora se una buena zorrita y cómeme el coño. – Se bajó las bragas, pero en lugar de abalanzarme hacia su sexo como siempre cometí el error de protestar, ofuscado como estaba.
-Es injusto mamá… por favor… quítame el dispositivo. – Su cara se enrojeció de furia.
-¿Injusto? Puta degenerada. – Me abofeteó con fuerza. - ¿Te atreves a protestar, a incumplir una de mis órdenes? Ahora sabrás lo que es injusto. – Mamá me ató las manos detrás de la espalda y me quitó el dispositivo de castidad. Una enorme erección apareció instantáneamente. – Mira que zorra eres. Dijo señalando mi sexo mientras, a rastras me llevaba hasta el baño. Allí me tendió en la bañera con brusquedad. Se puso de pie encima de mí con las piernas abiertas y ligeramente flexionadas. De su coño no tardo en salir el dorado líquido de su orina. Me meó entero, cara y boca, pecho y vientre, piernas y genitales,… Me sentí asqueado, humillado, enfadado, rabioso, sucio,… pero seguía empalmado y caliente. Cuando terminó me amordazo de nuevo, sin moverme de la bañera. – Esta noche te quedaras así, sucio como la puta sucia que eres, durmiendo atado en la bañera. Espero que entiendas bien las consecuencias de no cumplir cualquiera de mis órdenes instantáneamente. Cerró la luz y se fue dando un estruendoso portazo. Lloré y tardé mucho rato en dormirme,…
(…)
El chorro de la ducha con agua helada me despertó por la mañana.
-Es hora de lavarse bien,… espero que hayas pensado esta noche y que te sirva de lección. – Mamá manejaba la ducha empapando todo el cuerpo y llevándose el olor a orín seco de mi piel. Me incorporó y me quitó la mordaza. - ¿Te portaras bien a partir de ahora?
-Si mamá. – La noche en la bañera había vuelto a disipar mi orgullo y volvía a ser la zorrita virgen sometida a los caprichos de mamá. Me desató y me observó mientras me duchaba. El agua helada evitó una nueva erección, por lo que no fue difícil que mamá me colocara de nuevo el maldito dispositivo de castidad. –Ahora ve a hacer tus tareas, que después seguiremos estudiando.
Me comporté perfectamente durante todo el día y mamá solo tuvo hacia mis gestos de aprobación. Me sometí a sus burlas y humillaciones durante todo el día, a su carácter autoritario como maestra y a su exigencia. Al final del día yo estaba esperando ser liberado, tener por fin un orgasmo,… y totalmente sumiso a mamá. Aunque yo me había sometido desde un primer momento el dispositivo de castidad y la negación del orgasmo habían calado profundamente en mí. Comprobé como estaba mucho más sensible al cuerpo de mamá, a su turbadora y excitante visión, a su dulce y grave voz,… cumplía solicito toda orden y petición con una premura y ansiedad especiales,… buscaba su aprobación como si fuera indispensable para seguir respirando,…
Después de cenar, ya en su habitación empezó a besarme con pasión. Mis manos libres recorrieron su cuerpo desnudo. Sus pezones se endurecieron bajo mis dedos y labios. Agarré con firmeza su culo, apretándola contra mí y contra mi dispositivo de castidad, como si el contacto de su piel fuera a darme algún alivio. Nos tumbamos en la cama y yo seguí besándola, acariciándola con pasión, ciego de excitación. Mamá se separó y cogió el arnés de cintura. Pero en lugar de ponérselo ella fue hacia a mí.
-Hoy me vas a follar tú… pero no será con tu pollita virgen… Antes de que te deje follarme de verdad tendrás que practicar y conformarte con hacerlo enjaulado y con el arnés. – Mamá leyó mi cara de decepción. - ¿Acaso vas a dudar o protestar? – Preguntó.
-Soy tu zorrita y haré lo que quieras. – Dije recordando mis últimos dolorosos y humillantes castigos.
-Así me gusta. – Dijo acabando de ajustarme el arnés. Sus labios volvieron a aprisionar los míos en un pasional beso y nuestras lenguas se fundieron antes de que mamá me tumbara en la cama y lentamente se sentara sobre el arnés. Cuando estuvo totalmente empalada empezó un suave sube y baja. –Si… que rico… ojala pudieras sentirlo… - La visión de sus pechos botando, de su coño peludo tragándose el consolador, de la expresión de placer de su cara,… era dolorosamente preciosa. Mis manos recorrieron su cuerpo, buscando con mis caricias rescatar algo del placer que me era negado. Mi polla estaba perfectamente encerrada y lo único que podía hacer era darle placer a mamá. Empecé a dar yo los envites mientras ella se concentraba en disfrutar. Le agarraba las caderas y empujaba con mi pelvis mientras veía el consolador entrar y salir de su húmedo sexo. Sus gemidos eran cada vez más fuertes y cuando creí que ella alcanzaba el orgasmo me ordenó cambiar de posición. Esta vez se tumbó sobre la cama y separó sus piernas. Me incorporé sobre ella y la penetré con el arnés. Mamá agarró mis nalgas e iba indicándome el ritmo con el que quería que la penetrara. Bombeé lenta y profundamente, sacando todo el consolador de su vagina para clavarlo de nuevo en su interior con un golpe seco. Las manos de mamá empujando mis nalgas me obligaron a aumentar el ritmo. –Si mi zorrita… fóllate a mami… ¿Te gusta follarte a mami?
-Por favor, quítame de la castidad, déjame follarte de verdad… -Le dije sin dejar de penetrarla. Su respuesta fue apretar más mis nalgas hasta que dolieron mientras las empujaba cada vez más fuerte, obligándome a darle más rápido y duro. Gimió de nuevo.
-No… vas a ser mi zorrita virgen… mucho tiempo… - Me dijo con la respiración entrecortada. – Sigue… sigue… - Susurró. Sus manos sobre mis nalgas se crisparon y todo su cuerpo se relajó después de un intenso orgasmo. Yo estaba sudado, cansado por la intensidad que mamá me había obligado a mantener. Ella, pero, no tenía suficiente y otra vez me dio la vuelta, sin soltar el arnés de su interior. Quedo ella encima de mí, con nuestros cuerpos pegados y su cara a escasos centímetros de la mía. Me besó con fuerza, con pasión,… Afirmando su poder sobre mí con su boca y lengua. –Mi zorrita… - Suspiró mientras empezaba a moverse otra vez. - … me encanta oírte suplicar… me encanta que seas mi zorrita virgen…
-Por favor, quítame el arnés, quítame el dispositivo de castidad,… - Esta vez mamá no hablo. Volvió a besarme con pasión, escupió en mi boca al retirar sus labios y sus manos pellizcaron mis pezones. Cabalgó un rato mientras seguía pellizcándome, escupiéndome, besándome,… volviéndome loco… Cambiamos de posición y esta vez ella se puso a cuatro patas sobre la cama. Me puse detrás de ella y empecé a penetrarla con fuerza. Ella se retorcía de placer.
-Si mi niño… mi zorrita… que bien te follas a mami… que pena… que sea con un arnés… y no con tu pollita… virgen… mi putita… no pares. – Acaricié su espalda húmeda de sudor, sus muslos firmes, su precioso culo… Era yo quien en esta posición, tenía el poder sobre el placer de mamá como cuando le comía el coño. Ella simplemente hundía la cara en el colchón mientras seguía retorciéndose de placer. Finalmente se corrió, satisfecha por segunda vez. La sensación de poder se desvaneció de mi mente cuando se levantó y agarró mis cubiertos testículos. - ¿Quieres que mami te liberé?
-Si por favor.- Dije con la urgente esperanza de un orgasmo. Mamá me ató las manos al cabezal de la cama y quedé de nuevo a su merced. Liberó el candado sin sacarme el dispositivo de castidad.
-Tal vez no, tal vez sea mejor que dejé encerradito un día más. – Mientras decía esto pasaba uno de sus dedos por mi torso de manera provocativa. Aquel simple contacto era fuego sobre mi piel.
-Por favor… lo necesito. – Dije sintiéndome al límite. – Lo necesito. – Repetí desesperado. – Libérame… - Ella sonrió. Sacó el dispositivo de castidad y mi polla se sintió libre y en unos segundos mostraba una dolorosa erección. Estaba excitadísimo, ansioso, ofuscado,… solo podía pensar en correrme. –Gracias. – Dije cuando ella empezó a acariciar mi pene. Suspiré. Mamá, pero, volvió a demostrar su poder sobre mí con unas pocas palabras.
-No tienes permiso para correrte. – Aquello fue como un jarrón de agua fría, pero esperé que mamá, finalmente, se apiadara de mí y reuní mis últimas fuerzas para intentar aguantar hasta que por fin tuviera el permiso para llegar al orgasmo. Mamó posó su mano por encima de mi capullo y empezó a pajear muy lentamente. Volví a suspirar, desesperado. -¿Quieres correrte?
-Si… mami… por favor… - Supliqué, consciente que era mi única salida. La perversa sonrisa de mamá ilumino su rostro mientras negaba con la cabeza.
-No. - Acercó sus labios a mi cuello. Siguió pajeándome mientras se relamía en mi piel. Bajó hasta mi pecho para mordisquear uno de mis pezones. Mis piernas temblaban y cuando mamá notó que yo no podía controlarme más y mi orgasmo estaba a punto de llegar, con o sin permiso, cesó toda caricia. Mi respiración se normalizó un poco pero yo seguía nervioso y excitado.
-Por favor… por favor… -_Lloriqueé inconscientemente. Ella me miraba divertida y volvió otra vez a pajearme suavemente mientras jugueteaba con mis testículos.
-No puedes correrte. Si lo haces todos los castigos que has recibido hasta ahora te parecerán un juego. – Su amenaza apenas surtió efecto en mí, pues estaba demasiado caliente. Seguía retorciendo mis piernas a cada una de sus caricias, a punto pero sin llegar. Mamá, con su habilidad y saber hacer me tenía siempre al límite y se retiraba a tiempo, como si conociera mi pene mucho mejor yo. Sus dedos me provocaban intensas sensaciones pero no llegaba nunca el alivio final. No podía más, pero ella, indiferente a mi desesperación, simplemente dijo.
-Se acabó. Es hora de volver a la jaula.- Algo en mí se rompió. Desde el primer momento me había convertido en la puta de mamá, pero el auténtico sometimiento, la auténtica compresión de que yo era un sumiso fue en aquel momento. Todos mis castigos, humillaciones,… no eran nada comparados con la frustración y ansiedad que sentí en aquel momento.
Empecé a llorar desconsoladamente. Mamá fue a buscar las bolsas de hielo, que depositó en mi pene, insensible a mi desesperado llanto. Se recostó a mi lado, esperando paciente a que mi polla volviera a empequeñecer por acción del hielo. Finalmente me encerró de nuevo y me desató. Yo seguía llorando, roto por dentro. Ella me abrazó maternalmente y yo también busqué el consuelo entre sus brazos.
-Mi niño… mi zorrita… Ahora empiezas a comprender que eres mío,… - Susurró en mi oído mientras poco a poco me iba tranquilizando. Mamá cerró la luz del cuarto y se volvió a recostar a mi lado con sus brazos rodeándome. Yo seguía gimoteando. Tardé mucho rato en dormirme, entre los pechos de mamá, con un sueño turbado y nervioso.
Continuará…
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