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100 lugares donde tener sexo. Capítulo 30

100 lugares donde tener sexo. Capítulo 30

100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.

CAPITULO 1

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Capítulo 30:
   Ella giró sutilmente la cabeza mientras yo seguía tocando su cuerpo y pude ver una sonrisa en su rostro. “¿Ahí te duele?” le pregunté tratando de pararme lo más recto posible y de mantener una imagen profesional. Pero la tensión que había allí adentro se sentía a leguas y podía notarse a cada segundo que pasaba. Por más que afuera había un mundo distinto, allí adentro solo estábamos nosotros, yo parado detrás de ella con mis manos sobre su cuerpo. “Todo lo contrario” me dijo ella en un susurro con una voz bastante seductora y apoyó su cola contra mi cintura, haciendo que adentro de mi pantalón mi vulnerabilidad vibrara.
   Me llamo Marcos, tengo 28 años y soy estudiante de medicina. Hace unos meses arranqué las pasantías en un sanatorio de la ciudad y como la suerte nunca estuvo de mi lado, me tocó cumplir horario de las guardias nocturnas. Al principio estaba reacio a hacerlas y pensé que la iba a pasar muy mal. Sin embargo el hospital donde me tocó trabajar es uno de los mejores de la ciudad y la gente allí adentro es súper amable y agradable. Me reencontré con algunos compañeros a los cuales hacía mucho que no veía y conocí varios médicos y médicas que me ayudaron en algunas situaciones. Los fines de semana eran los días más movidos, donde solía haber más accidentes o problemas ocasionados por el alcohol. Los días de semana eran más relajados y en más de una oportunidad nos encontrábamos sin gente a la que atender.
   Es verdad muchas de las cosas que dicen de las guardias. Las drogas suelen hacerse presente en más de una oportunidad, así como los médicos que tratan de aprovecharse de las pasantes y terminan invitándolas a su oficina privada. También ocurren algunas locuras entre compañeros y yo debo confesar que en más de una oportunidad me vi envuelto en algo. Conocí a una chica que se había recibido de anestesióloga y con quien solíamos aprovechar los ratos libres para encerrarnos en alguna habitación vacía y pasar el tiempo. A veces nos calentábamos con besos y toqueteos, otras nos deleitábamos con sexo oral, pero por lo general disfrutábamos del buen sexo.
   Lamentablemente la chica dejó de trabajar en ese horario luego de que recibiera una propuesta para hacerlo por la mañana. A pesar de que intercambiamos teléfonos y nos vimos alguna que otra vez, con el tiempo dejamos de hablarnos y las noches pasaron a ser un poco más tranquilas. Apareció otra chica, también pasante de medicina, con la que solíamos charlar muy seguido y llegamos a lanzarnos algunas indirectas, pero con la que no pasó más nada. La vida desordenada y alejada de la rutina que llevaba me hacía imposible pensar en una relación estable o seria por más que había alguna otra candidata que me interesara.
   El sexo se empezó a hacer cada vez más esporádico y a pesar de que a veces tenía suerte con alguna chica, la cotidianeidad de mi trabajo me iba matando poco a poco. Me empecé a encontrar caliente en situaciones de trabajo, en medio de una consulta de un paciente o mientras estaba en la sala de espera con mis compañeros. Algunas de las chicas que trabajaban ahí se veían cada vez más lindas a medida que pasaba el tiempo, provocando que yo me calentada de la nada. Para tratar de calmar un poco mi calentura, comencé a tocarme entre paciente y paciente, aprovechando los momentos de soledad y la facilidad con la que uno hoy encuentra pornografía desde su celular. Pero eso no era suficiente, puesto que no es lo mismo una paja fría y apurada, que un momento caliente en la humedad de una mujer.
   Fue una noche bastante tranquila de un miércoles cuando de golpe, María Laura, una de las enfermeras que había entrado hace poco entró a mi consultorio. Me preguntó si quería un café y le dije que no hacía falta y ella entró sosteniendo dos en la mano, lo que me indicaba que ya había tomado la decisión por mí. Acepté el café y la invité a sentarse en frente mío mientras charlábamos. Ella era una chica bastante linda y muy simpática, aunque a veces se notaba que era falsa, algo con lo que hay que tener mucho cuidado en un sanatorio. Me confesó que le dolía un poco la cintura y me preguntó si podía revisarla. Por una vez en la vida lo hice de forma inocente y dejando el café en la mesada, me levanté y le dije que pasara a la camilla.
   María Laura se había sacado la bata y vestía un jean y una remera que le quedaba algo corta, lo que dejaba ver su cintura. Ella se acostó y yo la revisé un poco, pero aparte de una suave contractura, no noté nada más. “Podrías hacerme unos masajitos” me dijo riéndose y yo accedí, de nuevo, sin sospechar cuales eran sus verdaderas intenciones. Me contó que la noche estaba súper tranquila y que ella estaba un poco aburrida, mientras que yo, por encima de la remera, seguía haciéndole unos masajes inocentes. En eso siento una queja de dolor de parte suya cuando me acerco a las lumbares y le pregunto si ahí le duele. Le pedí que se levantara y me paré detrás de ella, obligándola a poner la espalda recta. Ella apoyó las manos sobre la camilla y sacó cola, a pesar de que le había dicho que hiciera lo contrario, pero mi mirada se desvió por un segundo.
   - ¿Ahí te duele?- Le pregunté tocándole en la cintura y ella giró la cabeza y me sonrió.
   - Todo lo contrario, doctor.- Me dijo ella y noté como su cuerpo se tiraba hacia atrás y como su cola se apoyaba sobre mi cintura.
   Sin poder controlarme, llevé mis manos a su cadera y le agarré con firmeza. María Laura empezó a mover su cuerpo hacia arriba y hacia abajo, franeleando su culo contra mi pija de una forma muy directa. “Lau…” le dije yo pues no sabía muy bien cuál era su juego, sin embargo ella me interrumpió llevándose un dedo a los labios y haciendo “shhh”. La enfermera continuó moviendo su cola apretada bajo el jean contra mi cuerpo y sentí como mi verga se iba endureciendo a medida que lo hacía. Yo no podía moverme, no podía salir de ese lugar y continuaba parado firme detrás de ella con las manos apoyadas sobre la cintura de mi compañera y sintiendo su hermosa cola rozar una y otra vez mi cuerpo. La movía hacia arriba y hacia abajo, dibujaba pequeños círculos y luego iba de un lado hacia el otro, al punto tal que mi pija se puso completamente al palo.
   - ¡Mmm doctor! ¿Qué pasó ahí abajo?- Dijo ella parándose derecha y actuando como si estuviera sorprendida.
   María Laura se dio media vuelta para quedar en frente mío y pasó sus manos sobre mis hombros para pegarse a mi cuerpo. Yo seguí con las manos sobre su cintura y con la pija totalmente al palo me incliné hacia adelante para comerle la boca de un beso. Comenzamos a transar de forma muy alevosa en medio del consultorio y pegados a la camilla, sin que nada nos importara. De afuera se escuchaba ruido de gente y de vez en cuando sonaba la voz de alguna de las secretarias por el altavoz, pero era imposible entender lo que decía. Yo solo pensaba en una cosa, en los labios carnosos de la chica que estaba parada en frente mío y en su lengua entrando y saliendo de mi boca de una manera provocadora.
   La senté en la camilla sujetándola del culo y comencé a desvestirme sin perder tiempo, envuelto en una ola de calor abrazador que se apoderó de mí. A ella le encantó mi impulsividad y entre besos y manoseo nos fuimos quitando la ropa. Yo bajé directo a sus tetas, las cuales chupé y manoseé con ganas mientras ella suspiraba con fuerza por encima de mi cabeza. Cuando me quité la camisa, la enfermera no pudo evitar pasar sus garras por mi piel y hacerme sentir el calor de sus dedos y sus uñas, las cuales dejaron una suave marca roja en mi piel. Entonces me agaché delante de ella mientras le besaba la cintura y le acariciaba las piernas y precedí a quitarle el pantalón, dejándola solamente con una tanga negra que apenas le tapaba el cuerpo. “¡Ay doctor!” dijo ella en un susurro nuevamente actuando de sorprendida, cuando en realidad era ella la que había buscado todo eso.
   Corriéndole la tanguita hacia un costado, empecé a chuparle la concha de una forma alevosa. Pasaba mi lengua en todas direcciones sobre sus labios, de la misma forma que ella había pasado su cola por encima de mi cintura. Sentía el sabor salado de su cuerpo en mi boca, la cual chupaba y chupaba su cuerpo sin detenerse. Mi lengua se movía hacia arriba y hacia abajo, entrando en su conchita ya empapada y llegando hasta su clítoris el cual sobresalía de lo hinchado que estaba. María Laura gemía por lo bajo, intentando que nadie nos oyera desde el otro lado de la puerta y con sus manos recorriendo mi cabeza, la cual no se detenía ni un segundo. Notaba su concha completamente mojada por mi saliva y sentía como esta se abría a mi lengua cada vez que yo bajaba y la recorría hasta el final. En mi pantalón, mi pija explotaba de lo dura que estaba y sentía que en cualquier momento podía romper la ropa interior que tenía puesta.
   Me levanté de golpe y me limpié la boca con el brazo mientras ella se reincorporaba y se acostaba en la camisa. Al mismo tiempo que María Laura se sacaba la tanga, yo me desvestía para quedar completamente desnudo y así poder subirme con ella. Me acomodé entre sus piernas mientras los besos y el toqueteo seguía y sin importarme nada, le clavé la pija en la concha, callando su gemido con un beso bien caliente. La enfermera enseguida colocó sus manos sobre mi espalda y yo comencé con los movimientos suaves hacia atrás y hacia adelante, cogiéndomela despacio para evitar hacer cualquier tipo de ruido. “¡Ay sí! ¡Ay doctor!” me gemía ella en un susurro al oído y me ponía cada vez más loco, haciendo que mi cuerpo se acelerara más de lo que yo podía controlarlo. Notaba mi pija bien dura entrar y salir de su conchita totalmente mojada y sentía un placer muy caliente apoderarse de todo mi cuerpo.
   Comencé a acelerar los movimientos. Mi cintura se descontroló sobre el cuerpo de mi amante y los gemidos de María Laura resonando en mi oído me ponían cada vez más loco. “¡Ay sí doctor! ¡Ay sí!” murmuraba en mi oreja y yo sentía como cada palabra suya me descontrolaba más y más. Notaba la humedad de nuestros cuerpos y la dureza de mi pija entrar a golpes en su conchita que se abría y me daba un calor abrazante. La camilla empezaba a rechinar y cada vez que se la metía bien a fondo se sentía como esta se desplazaba unos pocos centímetros hacia atrás, golpeando contra la pared de fondo del consultorio. Una vez más y el golpe siguió y siguió, pero mi cuerpo no se detenía y el rechinar se hacía cada vez más frecuente. No me importaba nada, yo estaba tan caliente que solo quería seguir cogiéndomela ahí mismo hasta acabar todo.
   - ¡Vení hija de puta! ¡Chupame la pija!- Le dije levantándome de la camilla y parándome al lado de esta pues el ruido que hacía se estaba volviendo cada vez más fuerte.
   De forma obediente, María Laura se levantó y se arrodilló delante de mí para agarrarme la verga con una mano y empezar a pajearme a toda velocidad. La baba que colgaba de la cabeza de mi pija quedó pegada en su mentón cuando acercó su boca y se metió todo en los labios y por alguna razón eso me calentó demasiado. Estaba totalmente desacatada y comenzó a cabecear la verga de una manera increíble, haciéndome sentir su lengua cada vez que iba y venía hacia adelante y hacia atrás. Parado allí mismo, totalmente quieto e inmóvil, disfrutaba de su boquita deliciosa gozando de mi cuerpo y observaba como me la chupaba con los ojos cerrados mientras me hacía una paja increíble. No podía creer lo trola que había resultado ser la pendeja y sobre todo lo mucho que le gustaba chupármela de esa manera.
   Le indique que se levantara de nuevo y que se pusiera inclinada sobre la camilla de la misma forma que lo había hecho mientras la estaba revisando. Ahora estaba completamente desnuda y no pude evitar llevar mis dos manos a su tremendo culo para manosearlo con ganas y pegarle algunos suaves chirlos. Abriéndole las piernas, metí de nuevo mi pija adentro de su conchita y volví a cogérmela, esta vez a toda velocidad. Movía mi cintura hacia adelante y hacia atrás con ganas, metiendo y sacando mi pija de su cuerpo empapado y golpeando mi cintura contra su cola. Mis manos se aferraban de su cuerpo con fuerza, al punto tal que le clavaba los dedos sin importarme nada. La camilla se movía sutilmente hacia adelante y hacia atrás, pero al no rechinar yo seguía y seguía cogiéndomela con firmeza. María Laura gemía y gemía, de una forma tal que tuvo que meterse la almohada de la camilla en la boca para morderla y evitar que sus alaridos se escucharan desde afuera.
   Entonces la calentura me pudo y sin aguantarme las ganas le metí un chirlo que claramente resonó en todo el consultorio. “¡Ay doctor!” dijo ella en voz alta y de golpe ya nada nos importaba. Volví a pegarle un chirlo y comprobé como mi mano le quedaba marcado en el orto a la enfermera. La muy trola comenzó a gemir de forma acelerada y yo seguía cogiéndomela, con todas mis ganas. Notaba como su conchita se humedecía más a cada golpe de mi cuerpo contra el suyo y como sus piernas empezaban a temblar. “¡Ay doctor! ¡Ay doctor!” decía la muy hija de puta y toda la calentura que tenía acumulada explotó en un instante. Llegué a dar un paso hacia atrás y a pedirle que se arrodillara delante de mí, pero ni bien lo hizo exploté frente a su rostro, masturbándome a toda velocidad.
   La leche empezó a salir a chorros de la cabeza de mi pija y María Laura la recibió toda en su cara, manchándose por completo. La pendeja abrió la boca y se acercó a mi cabeza para que las últimas gotas fueran a parar a su lengua, pero la mayoría ya había caído en su cara. Entonces empezó a usar sus dedos para juntarla y la fue llevando hacia sus labios, los cuales limpiaron su mano y así se deshizo de casi todo el semen que tenía. La muy hija de puta se lo tragó todo, dejando apenas rastros de lo que habíamos hecho y después de eso me chupó la pija, para exprimirme hasta la última gota que tenía adentro. “¡Sos tremenda puta!” le dije sin poder controlarme y ella sonrió con una verga entre sus labios.
   Se levantó y fue directo al escritorio a buscar algo de papel para limpiarse y mientras lo hacía, yo me recuperaba, parado totalmente desnudo en medio del consultorio. Entonces reapareció y nos cambiamos a las apuradas, pues de golpe nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho y que debíamos acelerar todo para disimular. “¡Ay doctor! ¡Qué lindo como me cogió!” me susurró ella y me agarró la pija por encima del bóxer antes que pudiera ponerme el pantalón. Una vez vestidos, María Laura salió por la puerta trasera que lleva al pasillo del personal y desapareció no sin antes indicarme que se moría de ganas de repetir eso. Como si nada, me senté en la silla para descubrir que tenía 2 pacientes de urgencia esperando en la sala de esperas y con las piernas temblando me paré y abrí la puerta para seguir atendiendo como si nada hubiese pasado.


Lugar n° 30: Consultorio médico

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2 comentarios - 100 lugares donde tener sexo. Capítulo 30

Hernann27 +1
van puntos y agradecimiento, a oesar de que ya no me respondes los mensajes jeje
HistoriasDe
Jajaja que malo escrachándome en público! Gracias igualmente