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Mi tia favorita

Llevaba varios meses en paro. Mi madre estaba que se subía por las paredes. Yo ya no podía más en casa, era una agobio y el trabajo no aparecía por ningún lado.
Una tarde mi madre me comentó que en Tenerife estaban buscando trabajadores para un hotel. Mi tía Luz, la hermana de mi madre, podría alojarme. No me apetecía nada. Lejos de mis amigos y además con mi tía. Seguro que no iba a ser un plan fantástico. La verdad no veía ninguna salida así que acepté sin mucho ilusión.
Llegué a principios de mayo, mi tía fue a recogerme al aeropuerto. Cuando la vi no podía creerlo, mi tía andaba ya por los treinta ocho. Apareció con unas mallas ajustadas, un top deportivo, zapatillas a juego y una figura que me dejó boquiabierto. Unas tetas tiesas entro del top y un culo marcado por las mallas, duro, respingón.
—Hola tía, casi no te reconozco—dije asombrado.
—Hola Diego, cariño. Es que hace varios años que no nos vemos. — dijo mi tía cariñosa—Tu también has cambiado, ya estas hecho un hombrecito, jajaja. Has cumplido veinticuatro, ¿no?
Nos fuimos a casa, ella me tenía preparada una habitación. Me instalé. Empecé a trabajar en el hotel, mi turno de mañana me dejaba las tardes libres. Mi tía iba todas las tardes al gym. Yo solo, sin amigos en la isla, decidí estudiar unas oposiciones, así que me quedaba estudiando en casa.
—Me voy al gym—dijo alegre mi tía.
—Vale, yo voy a estudiar un rato— contesté. La vi ajustarse las mallas y coger la bolsa de deporte, se acercó a mí a darme un beso de despedida. Según se acercaba vi como las mallas marcaban su coño, su olor fresco, su pelo rubio todo junto me produjo una fuerte erección. Me besó en la mejilla como siempre. Según salía por la puerta vi su culo duro, perfecto con las mallas marcando sus dos cachetes. Nada más cerrar la puerta saqué mi polla y empecé a pajearme. Me la imaginaba abierta de piernas, con el coño mojado. Mi polla reventaba en mi mano. Sin pensarlo muy bien me fui a su habitación y busqué entre los cajones, conseguí una de sus bragas, las olí, era un olor fresco de lencería limpia, necesitaba unas usadas. Me fui al cesto de la ropa sucia y allí encontré unas. Tenía un olor profundo a coño, a hembra, a flujo concentrado. Me pajeé con ellas, mi leche las empapó.
La imagen del coño de mi tía empezó a obsesionarme, cada vez que podía me pajeaba con una de sus bragas. Una tarde volví a la habitación de mi tía y en un cajón descubrí un tesoro erótico, allí había un succionador de clítoris, un pollo negro XXL, lubricante, un tapón anal. ¡Uf! aquello me puso más cachado todavía. Casi no estudiaba, solo me hacía pajas. Todas las tardes cogía una de sus tangas y me masturbaba
Los domingos por la mañana desayunábamos juntos, ella con sus pantalones cortos y una camiseta, removía su café.
—Diego, estas todas las tardes metido en casa. ¿No tienes amigos? ¿novia? —pregunto mi tía, mientras mojaba una galleta.
—Soy muy tímido, tía. Voy del trabajo a casa—confesé.
—¿Y las chicas?  Eres alto, joven y guapo, no deberías tener ningún problema—preguntó cariñosa.
—No sé, no he tenido nunca novia. No he salido casi con chicas.
—¿Qué? Perdona la pregunta, pero… ¿Eres virgen?
—Si, tía—confesé avergonzado.
Ella compuso una mueca que no supe desentrañar. La conversación cambio a otros temas. Me dijo que mi madre, Asún, vendría visitarnos en verano.
—Tendremos que ver cómo nos  organizamos porque solo hay dos habitaciones— comento de pasada.
Una de aquellas tardes, como siempre, mi tía se preparó para irse al gym y yo como siempre estaba preparándome para hacerme una paja. Nada más que salió por la puerta, saqué mi polla y empecé a menearme el rabo, había cogió un poco de lubricante y repartiéndolo por mi polla me pajeaba. Un tanga usado de mi tía cubría mi nariz, mis ojos cerrados, imaginaba el coño de mi tía, abierto, húmedo y mi polla entrando en él. La puerta se abrió y mi tía se quedó quieta, los ojos en mi polla. Yo me levante asustado, mi erección se vino debajo de golpe. Mi tía salió del apartamento sin decir nada. Yo me quedé avergonzado, asustado, sin saber que decir.
—¿Puedo entrar? —pregunto mi tía llamando a la puerta de mi habitación.
—No sé si quiero—contesté abochornado
MI tía abrió la puerta y entró. Acababa de llegar el gym, venia fresca, recién duchada. Yo estaba en de la cama acurrucado, sonrojado, ridiculizado. Ella se tumbó a mi lado, me abrazó.
—Tranquilo, lo que te pasa es normal. No  tienes que avergonzarte. — dijo cariñosamente.
—No se tía, si es posible— dije con un temblor en mis palabra pues notaba sus tetas pegadas a mi espalda, lo cual me ponía aún más nervioso.
—Oye vamos a hablarlo con tranquilidad, seriamente como adultos, sin vergüenzas. Que te masturbes es normal, yo también lo hago.
—Lo sé— dije en un murmullo.
—¿Cómo que lo sabes?
—He visto tus consoladores.
Ella estalló en una carcajada.
—¡No me jodas! ¿En serio? — riéndose me abrazó pegando sus tetas más fuerte contra mi espalda.
—Oye eso que tenías en la nariz. ¿Qué era?
—Unas de tus bragas.
—¿De verdad? ¿Te masturbas con mis bragas? ¿Te pone cachondo pensar en mí?
—Si y si— contesté. Pensé que era mejor decirlo todo— Me hago pajas con tus bragas y pensando en follarte, lo siento.
Su mano bajo de mi pecho a mi polla y metiéndola por dentro del pantalón me la agarró.
—¿Y toda esta polla es la que quieres meterme? —dijo y empezó a pajearme—porque es muy grande y además sin estrenar— al tiempo que me pajeaba empezó a mover su caderas. Mi polla empezó a ponerse dura. Desabrochó mi pantalón y sacó mi polla fuera. La empezó a mover lentamente arriba y abajo.
—Tienes una polla considerable, muy bonita y apetecible, sobrino— diciendo esto me giró y colocándose empezó a comérmela. Yo no podía creérmelo, mi tía me estaba haciendo una mamada. Extendí mi mano y le subí el top; sus tetas aparecieron hermosas, firmes, se balanceaban al tiempo que me la chupaba. Acariciaba sus pezones, duros. Su lengua recorría mi capullo y de repente desaparecía dentro de su boca, notaba su saliva, la humedad de sus labios. Su lengua jugueteaba con mi capullo. Estaba a punto de correrme, mi tía al darse cuenta empezó a acariciarme los huevos, suavemente los apretaba, los estrujaba y uno de sus dedos me masajeaba el culo, mis caderas de movían solas, follándole la boca. Ella se metió toda mi polla y entonces me corrí, estallé en una corrida tremenda. Ella abrió la boca para que mi semen le saliera por la comisura de los labios, no podía tragárselo todo. Caí derrotado, mis  músculos perdieron toda  su fuerza. Quedé boca arriba, sin fuerzas  los brazos y piernas estirados, pero mi polla seguía erecta, dura, brillante.
Mi tía se desnudó y subiendo encima de mi se metió mi polla en el coño, estaba empapado, entro suave, notaba como se iba dilatando según entraba mi rabo, ella se lo metió poco a poco, con los ojos cerrados, notando cada centímetro. Cuando la tuvo toda dentro empezó a moverse despacio. Yo acaricie su culo, sus tetas y entonces me besó, un beso largo, cálido. Su lengua recorría mis labios, mis dientes y jugueteaba con mi lenga, gemía y se movía. El beso me excitaba, su lengua mi polla latía dentro de su coño. Estuvimos así un rato largo hasta que estalló en un orgasmo lujurioso, húmedo, largo. Abrió sus piernas al máximo para que mi polla llegase a lo más profundo de su ser. Sacándose la polla se tumbó a mi lado, tenía una sonrisa amplia, brillante. Sus ojos indicaban felicidad, su coño empapado emanaba un olor a hembra con unos jugos espesos. Me puse encima de ella y le metí mi polla despacio, quería disfrutar ese momento único, me estaba follando a mi tía. Empecé a follarla, ella levanto sus piernas para que entrase hasta el fondo, follamos. Su coño hinchado, depilado.   Gemía, pedía que la siguiera follando. Yo me incorporaba de vez en cuándo y miraba mi polla entrando en aquel coño, húmedo y dilatado hasta el máximo por mi polla. Abrazándola la besé y con ese beso empecé a correrme, a golpes, ella levantó sus caderas y se corrió al mismo tiempo.
—¡Si córrete dentro, quiero sentir tu leche, cuanto tiempo sin notar mi coño lleno de leche! —gritaba entre jadeos.
Saqué mi polla, su coño mojado, dilatado, palpitante; de él salía un chorrito de semen, mojando las sábanas. Acaricié su coño, la masturbé con mi semen como lubricante, metí mis dedos en su coño, masajeé su clítoris, volvió a correrse, lentamente, con pereza, con dulzura. Nos abrazamos, rotos, cansados.
Nos dormimos, juntos.  Nos despertó el zumbido del móvil, nos levantamos de un salto. Había que ir a trabajar. Nos aseamos, nos vestimos a la carrera. Ella llegaba tarde al trabajo, a mi aún me quedaba un rato. Se acercó a mí y me besó en los labios.
—Hasta la tarde, cariño—me dijo con una sonrisa.

1 comentarios - Mi tia favorita

pumisima
Estuvo genial no podré dormir