Conozco a Maite por amigos en común. De cruzarnos en fiestas.
Nunca me fije precisamente en ella. Nada más interesado que ficharle el culo unas cuantas veces, eso solo. No me calenté nunca pensando en ella hasta que leí algo que dijo en una entrevista. Eso de que en cuarentena se volvió adicta al porno. Y —entre líneas— que anda necesitada de pija.
Entonces la pensé como mujer, como puta. Se me vinieron a la cabeza todas esas veces que le miré el culo.
Le dije de vernos. Nos vimos.
En su casa nos sentamos en la sala, en un sillón. No tardamos en empezar a besarnos. Maite se apuro en manotearme el pedazo. No me había dado cuenta de lo dura que llevaba la pija todo ese tiempo hasta que la descubrió, bajándome no del todo el pantalón y boxer.
Rápidamente se puso a chuparla. No lo hacía muy bien, podía sentirle los dientes alrededor. Hacía ruiditos con la boca. Succionaba mejor de lo que lamia.
Me tiró la goma un buen rato. No me privé de ponerle las bolas en la boca. Le veía los ojos grandes, claros, mirándome mientras me chupaba un huevo, y los pelos le salían por debajo de los labios. Y lo disfrutaba, la muy putita se sentía actriz porno pero yo sabía que era una pendeja boluda.
Cuando sentí las pelotas a punto de reventar de tanta leche, la acosté, le saqué el pantalón la bombacha y le chupé la concha. Chiquita y rosada. Empapada y brillante de flujo. La tenía pastosa de tanto jugo, pero no era de un sabor fuerte, mas bien suave y con un poco de olor a pis. La pendejita todavía no había aprendido a lavársela bien.
Le metí dos dedos y se mojó mas. La escarbé sin ninguna consideración, mientras me refregaba la lengua entera por el clítoris, duro y chiquito como un granito de cemento, jugué a dibujar con él en mi lengua.
Maite se agitaba, gemía bajo como con timidez. Los músculos de la concha empezaron a contraerse, me apretaban los dedos como en el interior de una serpiente.
Necesitaba sentir eso en la pija.
Me monté sobre ella y le deslice la verga adentro. La concha le ardía, era como meterla en un cráter volcánico, y en parte lo era, de flujo hirviendo.
La concha le seguía latiendo, sentía su carne caliente y húmeda apretándome la pija, prisionera, se la quería quedar y yo se la dejaba con gusto.
La bombeé a mi gusto tanto que perdí la noción del tiempo. Podía estar así toda la vida. Cada tanto me repetía lo boludo que fui de perderme eso tanto tiempo, pero después sonreía recordando que me queda el resto de la vida para desquitarme.
Antes de acabar la hice cabalgarme un buen rato. No lo hizo mal pero tampoco bien. La tuve que ayudar bastante moviéndola sobre mí, apretándole el culo bien fuerte con las dos manos para guiarla. Le metí medio índice en el culito apretado, cuando lo saqué lo olí y chupé. Delicioso.
Necesitaba acabar pero ese culo me tentó mucho. Quise probar que tan puta era de verdad.
La puse en cuatro y le chupé el agujero del culo, blanquito, arrugado. Rico, algo dulce. Empujé con la lengua un poco pero no se abría. Estaba bien cerradito.
Se lo llené de baba y después me escupí la pija.
Apreté la cabeza de la chota contra ese ano apretadito que no se abría.
Maite empezó a quejarse mas fuerte. Apretaba los ojos.
Con mas fuerza empujé ayudando con un pulgar y al fin entró la cabeza.
Maite abrió grande la boca pero reprimió el grito, me causó gracia y me calentó en partes iguales.
Cuando le enterraba el resto de la pija me frenó.
—No, no —dijo—. Me duele.
—Dale —le dije—, no es que sos adicta al porno, pedazo de trolita.
—Si, pero me duele. Mejor por la concha.
—No. Te voy a romper el orto.
Se la hundí dentro con fuerza, a medida que avanzaba sentía como si anillos de cuero se abrieran al paso.
La puta gritó. Le tapé la boca y le hice el orto a mi capricho. No dejó de estar apretadito en ningún momento, por más que cada tanto se la sacaba y veía como de grande le quedaba el hoyo. Con cada una de esas sacadas el olor a culo que salía del ano abierto era mas fuerte.
La dejé elegir donde acabarla. Eligió boca, se lo quería tragar. La acabé en la cara, cerrándole el ojo derecho de un guascazo espeso y lechoso.
No era la estrella porno que quería ser, era una putita mas jugando a calentar pijas. Se creía el porno y estaba convencida de que así se coge. Y cogía así.
Todas las futuras veces que cogimos fue así. Yo dominando y la puta obedeciendo.
Me acostumbré y en cierto punto hasta cansé de verla desnuda, de cogérmela, de hacerla chupar pija horas enteras, de recorrerle la concha, romperle el orto y llenárselo de leche, acabarla en la cara, en la boca, las tetas y bien adentro de la concha, obligándola a no derramar una sola gota.
Nada mejor que aprovecharse de una bobita que se quiere hacer la puta y cree real al porno. En algún momento se dan cuenta que fueron usadas, y se arrepienten y cogen de forma aburrida como se coge generalmente. Escuché que algo así pasó con Billie Eilish, salud por el que se aseguró esos polvos.
Por ahora Maite no se aviva de nada, para cuando lo haga ya va a tener el orto completamente roto y se habrá tomado mas de un litro de leche.
2 comentarios - Encuentro con Maite