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Bendita Promiscuidad

Corría el año 74 y con 1trece3 añitos era un putito pajero y experto, bien entendido en la diferencia de tamaño y forma física entre los mayores de mi familia, todos estaban bien parejos y a causa de su trabajo, tenían ése tipo de físico groso hecho en los cuarteles.
Pero de todos ellos, en secreto, reemplazando el deseo incestuoso por la pija de mi viejo, era mi tío El Payo Alejandro al que deseaba con una intensidad feróz, mi padrino al que le afanaba los slips y cuando podía los forros llenos de leche que escondía debajo de la cama para vaciar la leche en mi boca mientras soñaba con ser penetrado profundamente por la pija de ése varón al que conocía desnudo en todas sus formas, cogiendo rico, tocándose, duchandose o simplemente dormido con la verga escapando de sus calzoncillos.
Era un putito infantil, pero tenía la fantasía morbosa de someterme a ése pijote duro que a veces asustaba a las mujeres que lo alcanzaban a ver en toda su plenitud. Un gancho de carne tensa y envergada que se balanceaba en el aire majestuosa y formidable, un miembro sexual enorme y robusto que palpitaba de fiebre pegando saltitos de tensión.
No existía en el mundo otro juguete u objeto que me conmoviera más que ése robusto pedazo de carne que me provocaba un febril deseo de tener para mí.

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