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Resort Sexual - Capítulo 1

Este es un relato de ficción. Recientemente he jugado a algunas visual novel eróticas y he intentado hacer una adaptación. Aviso: la historia incluirá interacciones con chicas y chicos desde el punto de vista de un hombre. Si no tienes la mente abierta para ver bisexualidad, quizá este relato no sea para ti 😞 En caso contrario, que lo disfrutes ;)

CAPÍTULO 1.

Día 1. Mañana

Estaba esperando en la recepción de aquel resort especial mientras me sujetaba el algodón en el brazo, donde me habían pinchado. Era una estancia grande, y limpia, y sobre todo, minimalista. Suelo de mármol negro, un gran mostrador tras el cual había tres recepcionistas revisando sus ordenadores. Tres sofás en "U" alrededor de una mesita, el cuarto espacio lo ocupaba un televisor con publicidad del propio resort. Y yo, esperando en otro sofá, un poco más apartado, al lado de una puerta Privado.

Cuando me preguntaba si tendría que esperar mucho más, una chica morena, vestida con el uniforme del hotel (un polo de color rojo, un pantalón vaquero de esos que son súper cortos y que no llegan más abajo de la entrepierna, una gorra como las de las azafatas de los aviones, y zapatos de tacón) salió por la puerta con unos papeles en la mano. Se giró y me dedicó una preciosa sonrisa.

¿Señor JP?", preguntó.

"Soy yo", le dije.

"Me llamo Elena. Ven conmigo", me dijo. "¿Su equipaje?", preguntó. Mi samsonite estaba en el suelo a mi lado.

"Sí".

Elena se sacó un walkie-talkie del cinto.

"¿Podéis subir una maleta con ruedas de la recepción? Para la habitación 713. Gracias", y se lo guardó. "Sígueme, por favor. Intentaré ser breve".

Seguí a Elena mientras me iba explicando un poco aquel lugar.

"En la planta baja tienes todos los edificios administrativos. Estos son los ascensores, luego te acompañaré a tu habitación. Gestiones internas... bueno, nadie suele venir por aquí. Importante, la enfermería", señaló una puerta doble de cristal. "También se puede acceder desde el lado exterior, por supuesto. Entremos aquí".

Entramos en un pequeño despacho. Dos sillas frente a frente con una mesa de por medio.

"En primer lugar, bienvenido al Resort S", me dijo. En ese momento me pude fijar en sus ojos, oscuros como su color de pelo, el cual le caía sobre sus pechos. "Y en segundo lugar, disculpa por recibirte con un análisis de sangre, pero... Ya sabes qué hacemos aquí. Debemos prevenir las ETS".

"No te preocupes, Elena. Lo leí en las condiciones antes de reservar", le dije.

"Genial. Hay muchos clientes que no lo hacen", me dijo. "Bueno, tus análisis son correctos, estás limpio, así que el Resort te abre sus puertas. Esta copia es para ti", me dijo, tendiéndome una hoja. "Esta es la hoja de lo que ofrecemos, así como las normas de comportamiento, que me tienes que firmar. En el Resort tenemos, además de las habitaciones, la piscina, el gimnasio, la playa artificial, un parque, zona de restauración y un edificio donde por las mañanas abre el spa, y por las noches, un club de baile".

Me tendió un mapa esquemático.

"Eres libre de moverte donde quieras. Restauración abre de siete de la mañana a medianoche. El spa abre de ocho de la mañana a ocho de la noche. Y desde las nueve de la noche a las cinco de la mañana, baile. En las piscinas y la playa los socorristas están desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche"

"Está todo muy bien pensado"

"Y ahora, las normas. Ya debes saber que en este Resort se puede follar libremente. Puedes hacerlo en tu habitación, o la de tus parejas sexuales, pero no en un dormitorio que no es el tuyo. En público no se puede hacer nada. Y en el club de baile también tenéis un reservado, no somos tan tontos de haceros atravesar el parque de noche", me explicó. "Por supuesto, violar a alguien está totalmente prohibido, y llamamos a la policía si detectamos algo así. Y tampoco se puede hacer nada con el personal del Resort cuando estamos de servicio. Ah, y nada de desnudos en las zonas comunes, pero puedes ir en bañador si quieres".

Eché un vistazo a los papeles que me daba Elena. Más extenso pero me decía lo mismo que ella me contaba. Yo eché una firma.

"Gracias. ¿Tienes alguna duda, o quieres que te acompañe a tu habitación ya?", me preguntó.

"Eso de follar libremente, ¿cómo funciona?", pregunté.

"Pues como fuera... tú conoces a la gente, y si te apetece, les puedes pedir follar. O ellos a ti. Y si aceptáis, pues polvete"

"Es que... rellené un formulario sobre mis preferencias sexuales", le dije.

"Ah, sí". Consultó mi ficha. "Heterosexual... pero en los comentarios pusiste abierto de mente"

"Er... Sí, eso es", dije, un tanto incómodo.

"No te preocupes, cielo, aquí no juzgamos nada", dijo, mientras se sacaba dos pulseras del bolsillo. "Esta azul te declara como heterosexual. Pero te ofrezco la posibilidad de ponerte esta otra", añadió. La otra pulsera era de color azul también, pero con franjas de color blanco. "Esta es para gente abierta de mente. Eso permitiría saber a los chicos que... bueno, que tienen alguna posibilidad", me explicó. "¿Cuál quieres que te ponga?"

Me lo pensé. Jamás me había acostado con hombres. Pero en aquellas vacaciones... ¿quién sabe lo que podía ocurrir? Quizá me podía llevar un trío con alguna pareja liberal, o...

"Ponme la que me abre más puertas", le dije mientras extendía mi brazo a ella.

Elena sonrió mientras me ataba la pulsera.

"Genial. Si ves a alguien con una pulsera roja, significa que solo quieren follar con gente de su mismo sexo. Pero también pueden tener una pulsera roja con blancas, ya sabes, abiertos de mente. Y los que tienen pulsera morada son abiertamente bisexuales", me explicó. "Y ahora, si te parece bien, te acompañaré a tu habitación".

"Gracias", le dije. Estaba un poco cansado y quería tumbarme antes de conocer aquel mundo.

Elena me condujo a los ascensores y lo llamó. La puerta se abrió de inmediato. Entramos y pulsó el botón de la planta 7. "No sé qué mas comentarte. Bueno, tenemos también una política muy severa contra los insistentes. Si alguien te dice que no muchas veces pero insistes, o al revés... les invitamos a irse.", me explicó.

"Debe haber muy buena seguridad en este sitio", le dije.

"La mejor", aseguró, y llegamos por fin a la planta. "Sígueme".

Fui con ella, y cuando llegamos a la altura de mi habitación, se abrió la puerta del dormitorio contiguo, el 712.

"Oh, hola, Elena".

Oh, dios, qué chica tan bonita. Su pelo castaño y sedoso le rozaba los hombros, y tenía unos ojos de color verde. Llevaba puesta una minifalda, y una camiseta de tirantes de hilos. No tenía mucho pecho, eso sí. Debía tener una talla B... Y estaba seguro de que no llevaba sujetador.

"¡Luna! Buenos días. ¿Todo bien?", preguntó Elena.

"Todo bien. Iba a llamarte, el grifo de mi baño gotea..."

"Entendido. Dame un momento", me pidió Elena, y volvió a sacar el walkie. "Mantenimiento, habitación 712. Un grifo averiado. Subid cuanto antes, gracias", y cortó la comunicación. "Bueno, no tardarán en subir. Voy a acompañar a JP a que se instale".

"Encantada", me dijo Luna.

"Igualmente". Le tendí la mano, y observé un brillito en sus ojos cuando me la estrechó. Yo me fijé en su muñeca. Pulsera morada: bisexual. Bien.

"Nos vemos por ahí", dijo con una sonrisa tímida. "Hasta luego", y volvió a su dormitorio.

"Creo que le has gustado", me dijo Elena mientras sacaba una tarjeta y abría mi habitación, la 713. Entramos. Debo admitir que el servicio del resort funcionaba de maravilla, mi maleta ya me esperaba allí. "Esta es tu habitación. La cama, armario empotrado para la ropa, una mesa, la tele... ahí abajo tienes un mini-bar, y esta puerta da al baño: retrete, lavabo y bañera. Cambiamos las sábanas a diario, o cada dos días si lo prefieres. Igual con las toallas.".

"Está muy bien equipado", comenté.

"Ah, importante", dijo, y me señaló la mesa. "Botella de lubricante. Un litro. El servicio de habitaciones la recarga cada día. Si un día necesitas más... Qué envidia", comentó. Yo me puse colorado. "Nos llamas y te suministramos más". Ah, el teléfono. Marca el 7 y hablarás directamente conmigo, soy la encargada de toda la planta".

"¿No tienes descansos?", pregunté.

"Los lunes", me explicó. "Igual llama al siete, y el compañero o compañera que esté de turno te atenderá encantado".

"Maravilloso. Pues muchas gracias, Elena"

"De nada", dijo ella con una sonrisa. "Y si no necesitas nada más..."

Se juntó a mi, y me plantó un beso en la boca.

"¿Te gustaría que te diera una bienvenida... más personal?", me preguntó.

"¿En serio? Pero si... no podemos follar con vosotras cuando estáis de servicio"

"Hay normas que están para romperse", me dijo. Dejó su gorra sobre la cama y se quitó el polo, dejándome ver sus tetas. Sí, debía tener una talla D. Luego se quitó el sujetador. Bonitos pezones. "Siéntate y sácatela", me dijo.

Yo me bajé el pantalón y el calzoncillo. No sabía si dejarlos en alguna parte, delante de Elena, pero ella misma se ocupó de hacerlos volar. Me senté en el borde de la cama y ella se arrodilló delante de mi.

"Oh, guau. Tienes un buen rabo", me dijo. "Aunque ya imaginaba que esconderías algo bueno..."

"¿De verdad?", pregunté, muerto de vergüenza.

"Claro. Por eso estás en mi planta", añadió traviesa. "Me gustaste y me ofrecí a darte la bienvenida". Elena sujetó mi polla desde la base. Sus suaves manos eran agradables. "La tienes bonita, y muy dura para mi", sonrió. "¿Sabes? Me encanta jugar con una polla grande y jugosa como la tuya..." Se lamió los labios mientras me miraba el pene con deseo. Empezó a hacerme una paja, y eché la cabeza hacia atrás, disfrutando. "Buen chico... deja que cuide de ti", susurró. Su mano era suave y delicada pero me la sujetaba con fuerza mientras me hacía la paja. Solo con eso yo ya me sentía a punto de correrme.

"E-Elena..."

"¿Vas a correrte para mi?"

En ese momento empezó a masturbarme con las dos manos.

"Yo vine aquí de vacaciones una vez", me contó mientras me seguía tocando. "Aprendí cómo dar placer a los hombres, y pedí un empleo para poder hacer esto siempre que quiera..."

Mientras me lo contaba yo sentía que me corría de un momento a otro. Ya no aguantaba más. Mi polal temblaba y ella debió sentirlo.

"¡Eso es! ¡Córrete para mi! ¡Dame tu leche!"

"¡Oh, Dios!"

Me corrí en su cara. Mis chorros mancharon su mejilla, su nariz, su frente, e incluso le cayó un poco en el pelo.

"¡Ja, ja, ja! ¡Guau! No ha estado nada mal", me dijo.

"Eres demasiado buena"

"Gracias, guapo. Yo tengo que lavarme y seguir trabajando, pero tú descansa, ¿vale?", me dijo.

Fue a mi baño. La oí usar el grifo mientras yo estaba tumbado en la cama, recuperándome de tan buena paja. Cuando me fijé en ella, tenía otra vez la cara y el pelo limpios, y su ropa de trabajo puesta.

"Nos vemos", me dijo, y allí me quedé, medio desnudo y sonriendo como un imbécil.

Día 1. Mediodía

Cuando me terminé de recuperar de la paja que me había hecho Elena, me fijé que de mi polla aún goteaba un poco de lefa, de modo que fui a limpiarme al baño. Luego volví a taparme, y una vez vestido, decidí ir a conocer la zona de restauración, a ver qué tal se comía. Ya tenía hambre.

Llamé al ascensor, que no tardó mucho en llegar. Pero antes de poder pulsar el botón de la planta baja, escuché una voz.

"¡Espera, que bajo!"

Era Luna. Puse el pie en la puerta para evitar que se cerrase y ella llegó corriendo.

"Gracias. Te llamabas JP, ¿verdad?"

"Sí. Tú eres Luna".

"Lo soy", sonrió tímida. "Es que se acaba de ir el de mantenimiento de arreglar el grifo, y tengo hambre".

"Yo también voy a comer. ¿Me recomiendas algún sitio en concreto?"

"Si te gustan las hamburguesas, aquí las hacen muy bien. Puedo acompañarte... o decirte cómo ir".

"Puedes acompañarme", le dije con una sonrisa. Ella también sonrió, pero miró hacia el suelo. "¿Qué tal se está por aquí? Yo estoy un poco nervioso por la experiencia..."

"Bien. Ya sabes, esto es algo parecido al paraíso", dijo con una sonrisa. y en ese momento llegamos a la recepción. "¿Vamos?"

Me ofreció la mano por un momento, pero le dio vergüenza y se la guardó en el bolsillo. Empezamos a caminar por el exterior, y me llevó a la zona de restaurantes.

"¿Y tú a qué te dedicas? Fuera de aquí, me refiero", le pregunté.

"¿Yo? Bueno. Estoy terminando la carrera de docente en la facultad", me contó. "El último año es el más duro, y según terminaba el curso pasado me enteré de que este lugar existía, así que... vine a descansar y pasarlo bien antes del desafío final."

"Espero que lo estés consiguiendo. ¿Tu familia y amigos saben que estás aquí?"

"No me atreví a decírselo. ¡No me digas que los tuyos lo saben!", exclamó sorprendida.

"Ni de coña", dije riendo. "Les dije que encontré un buen chollo para irme de vacaciones y me vine para acá. Ellos se piensan que estoy en un hotel de lujo"

"No se equivocan mucho, ¿verdad?", bromeó ella. "Espero que lo disfrutes mucho"

"Eso espero", le dije, y le dediqué una sonrisa. Ella pareció fijarse, y se esforzó por volver a mirar al frente. Aún recordaba la norma de no insistir, pero lo cierto era que a Luna aún no le había propuesto nada, aunque estaba deseando invitarla a mi dormitorio.

"Hemos llegado"

Era una mezcla de terraza con mesas, y un interior con los locales de comida y también mesas en su interior. Había bastante gente por allí, pero no tanta como para resultar agobiante. Como Luna era de mi misma opinión (el calor para quien lo quiera) nos metimos en el interior donde corría un delicioso aire acondicionado. La hamburguesería estaba cerca y había hueco de sobra.

"¿Comemos juntos?", le pregunté.

"¿De verdad? No quisiera molestarte..."

"¿Molestarme? Me agrada tu compañía"

Se puso colorada.

"Voy a pedir. Dime, ¿qué te apetece?"

"Una hamburguesa con queso. Y patatas. Y una Coca-Cola", me pidió mientras ocupaba una mesa para dos.

Yo me acerqué a la fila, había apenas cuatro personas delante de mi. Miré al principio a los alrededores. La gente se veía feliz allá donde me fijaba. Grupos de dos y de tres personas, por lo general, aunque llamó mi atención un grupo de siete. Luego volví a mirar al frente cuando avanzamos un paso. Delante de mi estaba un chico que debía tener más o menos mi edad. Se volvió en ese momento. Le vi delgado, quizá. Llevaba un pantalón corto y me fijé en que se depilaba las piernas. Su pelo era castaño, y lo llevaba largo por arriba y rapado por los lados. Me fijé en su muñeca. Pulsera de color rojo.

"Me halagas, pero no me interesa", me dijo de pronto. Sus ojos, de color azul gris, se habían posado en mi pulsera.

"¿Perdona?", le dije. ¿En qué momento le había hecho alguna indirecta? Bueno, tal vez en este sitio, mirar los intereses sexuales de los demás es una especie de indirecta, ahora que lo pensaba.

"No hago tríos con chicas", me dijo. A pesar de todo, hablaba con amabilidad. "Y menos aún cuando es con una pareja"

"¿Pareja?"

"Claro, tu chica", señaló a Luna. "No se a cuál de los dos le he gustado, pero aunque me halaga, realmente no..."

"Yo he venido a por un par de hamburguesas", le interrumpí, intentando no sonar muy desagradable. "No estaba buscando un trío. Y Luna no es mi novia, es solo mi amiga"

Por un momento, el chico parecía no saber dónde meterse. Se puso colorado, y le indiqué con un gesto que la fila había avanzado otro puesto.

"Perdóname", dijo, y me tendió la mano. "Me llamo Matthew. Pero puedes decirme Matt"

"Hola, MatthewperopuedesdecirmeMatt", bromeé, y le estreché la mano. "Yo soy JP"

"Encantado. Pero de verdad, perdóname. Tu pulsera me ha despistado", me dijo.

"¿Mi pulsera?"

"Sí. Es que aquí los únicos tíos que llevan esa pulsera son los que aceptan hacer un trío con su novia que implique a otro chico", me explicó.

"Oh... Pero se supone que..."

"Lo sé...", se volvió. "Una hamburguesa doble con huevo, y una naranjada", pidió al del mostrador. "¿Tú que quieres?"

"Oh, eh... dos hamburguesas con queso, dos de patatas y dos Coca-Colas", pedí.

"¡Marchando! Pedido 312", dijo el del mostrador y nos tendió un ticket. Matt y yo nos apartamos a esperar la comida, detrás de mi ya había otras cinco personas.

"Pues eso. Si realmente eres curioso no creo que consigas gran cosa con esa pulsera. No creo que ningún chico te haga caso. Te sería más fácil pedir una morada. Es decir, si de verdad te gustaría probar"

"Bueno. Tú me has hecho caso", dije, y noté que se ponía colorado. Sonreí. Y no supe por qué. A mi siempre me habían gustado las chicas. Pero en aquel momento notaba que Matt tenía algo llamativo. No sabría decir el qué.

"¿Acabas de llegar?", me preguntó. Ya nos estaban sirviendo la comida.

"Sí"

"Se te nota", me dijo. "Disfruta de tu comida. Nos vemos por ahí"

Me dedicó una sonrisa misteriosa y se fue con su comida. Yo le miré, y luego pillé mi bandeja y volví a la mesa con Luna.

"¿Todo bien?", me preguntó. "¿Qué tal con ese chico?"

"Oh, bien. Parece simpático", le dije.

"¿Eso es que te gusta?"

Dio un bocado a su hamburguesa, en un claro intento de esquivar mis ojos. Yo sentí un pálpito intenso en mi pecho. Bebí un poco antes de responderle.

"No. Significa que me parece simpático. Gustarme, me gustas tú"

Se concentró en seguir masticando su hamburguesa.

"No puedes decir eso tan alegremente", dijo, en voz baja. Se había puesto colorada. "No llevas ni tres horas en este sitio. Aquí vas a conocer un montón de chicas guapas..."

"Como tú"

"No. Más guapas", me dijo ella. "Hay unos bellezones por el Resort que te sorprenderían. Chicas especatulares. Con buenas tetas y buen culo. No como yo"

"¿Qué tienen de malo tus tetas?", le pregunté.

"No me vaciles", dijo. Empezaba a enfadarse. "Son pequeñas. Estoy casi plana..."

"Bueno, no las he visto, pero estoy seguro de que son muy bonitas. Y no me parecen pequeñas"

Luna no volvió a decir nada más hasta que se acabó la comida. Yo me dediqué a mirar alrededor mientras me acababa la hamburguesa, esperando a que me hablase en algún momento. Probablemente había sido demasiado directo con ella, pero no le había dicho nada muy fuera de lugar. No, desde luego, cuando pasó por nuestro lado una pareja formada por un chico y una chica y se escuchaba con toda claridad que él le decía a ella "A mi es que me gusta más correrme en tus tetas".

"JP... Mira, acabas de llegar, y no lo digo como algo malo. Explora y conoce más chicas. Yo... A mi me gustan los chicos y las chicas, pero con vosotros siempre me doy la hostia. Y prefiero esperar un poco, porque... tú también me gustas a mi", dijo, muy colorada. "Espero que no te importe"

"Claro que no. Perdóname si te he parecido atrevido", le dije.

"Aquí al final te acostumbras, no te preocupes por eso. ¿Tú vas a volver a la habitación?"

"Sí, creo que sí"

"Voy yo también. Si no te parece incómodo"

Negué con la cabeza y caminamos juntos en dirección al hotel. Delante de nosotros iba una pareja de chicas (ambas con pulsera roja: descarte), una castaña y otra rubia, con sus manos en el culo de la otra. Pude escuchar perfectamente como la rubia decía a la otra:

"Qué ganas tengo de llegar a la habitación para comerte el coño"

"Ya ves que aquí la gente no es muy sutil", comentó Luna, en voz baja. No quería que las otras supieran que las estábamos oyendo. "Normalmente a partir del tercer día... algo cambia. Aquí la vergüenza va desapareciendo"

"Comprendo"

Llegamos a la recepción mientras escuchábamos las perversiones que la rubia y la castaña intercambiaban, incluyendo su deseo de follar con el strap-on, pero cesaron la conversación en cuanto atravesamos la puerta. La voz ahí retumbaba bastante, y al parecer en un espacio como aquel aún había un poco de pudor. Subimos los cuatro en el ascensor, aunque ellas se bajaron en la cuarta planta.

En el momento en que se cerraron las puertas, quedando Luna y yo a solas, la besé.

Sentí su lengua bailando con la mía.

La abracé. Ella se aferró a mi. Le agarré el culo. Ella gimió. Separó sus labios solamente para darme besos por toda la cara antes de volver a comerme la boca. Oímos abrirse la puerta. Le di la mano y corrimos a las habitaciones. Saqué la tarjeta. Pero en ese momento, ella me separó la mano.

"JP, no... No puedo. De verdad que todavía no..."

"Luna... No quiero presionarte, de verdad, pero... ¿por qué no me das una oportunidad? No tenemos que follar si no quieres, pero me gusta como besas... Podemos pasarnos ahí toda la tarde..."

"Perdóname. Es que me dan miedo los flechazos", dijo. Parecía realmente apenada.

"No te preocupes...", dije. Estaba un poco fastidiado. Vi que se sacaba la tarjeta de su bolsillo, y abrió su puerta. Resignado, fui a entrar en mi cuarto.

"JP...", oí que me llamaba cuando estaba a punto de cerrar.

Me asomé. Se había quitado la camiseta y no tenía sujetador.

"¿Qué te parecen?", me preguntó.

"Sabía yo que eran bonitas"

Son una sonrisa, y una lágrima cayéndole por el ojo, se encerró en su habitación.

Día 1. Tardenoche

Me había quedado con el calentón con Luna. No le voy a echar la culpa, claro. Pero reconozco que me molestó un poco. Ella misma había seguido mi beso, reconocía que le gustaba. Pero aún así me decía que no...

Me eché en la cama y puse la tele. Me imaginé que en un lugar como aquel, sería fácil encontrar algún canal erótico o pornográfico. Y no me equivoqué. No sé si era el canal por defecto de las televisiones, o lo habían ajustado a mi gusto, pero nada más encenderla había un canal de películas pornográficas heterosexuales. No recuerdo el nombre de la película, pero en ese momento había dos jovencitas de veinte años compitiendo por chupársela a un señor de cuarenta años.

Eché un vistazo. Los canales "tradicionales" de la TDT y los digitales también estaban, pero muy abajo. Los cuarenta primeros canales eran todos para mayores de edad. Diez de sexo heterosexual, diez de lésbico, diez de gay, y otros diez que se llamaban "osados", que no era más que una etiqueta absurda para denominar a las películas en las que predominaban las trans. Y por supuesto, una versión de Netflix o HBO con películas porno on demand, con sus correspondientes categorías.

Yo opté por disfrutar de la tarde. Me desnudé entero y me tumbé en la cama para continuar viendo a las jovencitas mientras me hacía una paja. Pero como suele ocurrir, no me terminan de convencer esas acciones. Especialmente, el actor no se había depilado. Así que me puse a buscar otra película que me excitara más.

Pasé los canales sin darme cuenta hasta que llegué a una película que parecía más interesante. Dos chicos jóvenes con una chica con trenzas en una habitación. La película tenía subtítulos. Me quedé mirando, pero ella de pronto salía de la escena. En ese momento, uno de ellos sacaba de debajo de su cama una revista erótica de chicas japonesas. Los dos se quitaron el pantalón y empezaron a hacerse cada uno una paja mientras comentaban las fotos. Pero de pronto, se echaban un vistazo mutuamente y empezaron a masturbarse el uno al otro. Uno de ellos fue un paso más allá, apartó la revista y empezó a chupársela a su amigo. La cámara enfocó la cabeza del chico que la estaba mamando, con los ojos cerrados y aquel pene completamente depilado en su boca. El plano continuó bajando hasta enfocar su culo. Ni un solo pelo entre sus piernas... ni en sus huevos, ni en su culo abierto que permitía ver su ano...

Tan hipnotizado me hallaba con aquella película que ni me había dado cuenta de lo dura que estaba mi polla y la paja que me estaba haciendo mientras les veía. En aquel momento me acordé de Matt. Sus piernas depiladas... tal vez la chupase tan bien como aquel joven que estaba a punto de dejarse caer sobre la polla de su amigo... De verdad que este sitio puede cambiarte, pensé, un poco alarmado. Cambié de canal al lésbico, pero en ese momento sólo se veía una chica masturbándose en la ducha. Sus dedos se acariciaban el coño, y de vez en cuando enfocaba la alcachofa de la ducha al mismo sitio... Luego se dio la vuelta, se chupó un dedo y empezó a dilatarse el ojete... concluí mi paja mirando a aquella nena que gemía cada vez más alto, y me vino a la mente la imagen de Luna tocándose como hacía ella. Me corrí en abundancia, y me quedé dormido.

Cuando me desperté, ya era un poco tarde. Pensé en saltarme la cena, pues la hamburguesa me había saciado bastante, e ir al club de baile a ver qué tal estaba aquello. Cuando salí de la habitación, y pasé por delante del dormitorio de Luna, llamé a su puerta. Solo por si acaso. Pero o no estaba, o se imaginaba que era yo. No podía verlo porque las puertas no tenían mirilla. Resignado, me fui para allá.

Me sorprendió ver que mucha gente aún iba de paseo por el parque con la caída del sol, o incluso pretendían bañarse en la piscina o en la playa. Al parecer, a la gente no le importaba si no había socorristas, y lo cierto es que las nueve me parecía una hora aún temprana para dejar de bañarse. Pero yo ya iría al día siguiente. Continué mi camino hacia el club de baile. La música, para mi sorpresa, no era muy fuerte. Pero no fue tan sorprendente como lo que vi dentro.

Aquello no era únicamente un club de baile. O al menos, no parecido a lo que yo hubiera visto antes. A pesar de la gente que había (fácilmente seríamos cien) me fijé en que había dos largas barras que se abrían a ambos lados desde la puerta. Un corro de mesas estaba entre la barra y una amplia zona de baile que ocupaba la gran parte del espacio. Pero, en los rincones, había dos barras de pole-dance, una en cada rincón. En la izquierda, plantada sobre baldosas azules brillantes, una chica deleitaba a su audiencia con un baile erótico, o incluso un strip-tease. Y en la derecha, sobre un suelo de baldosas color rosa, un chico hacía exactamente lo mismo. Y en ambos espectáculos podía ver tanto a chicos como a chicas aplaudiendo y disfrutando del espectáculo.

"¿Tú eres JP?", oí que alguien me preguntaba.

Me di la vuelta. Era probablemente la persona de mayor edad que allí veía. Debía tener como cincuenta años, pero muy bien conservada. Tenía alguna pequeña arruga, pero era hermosa. Su pelo castaño lo llevaba muy corto, y tenía los ojos de color verde. Un vestido azul de una sola pieza, que cubrían sus generosas tetas (debía tener una talla F) y unas botas eran toda su ropa.

"Sí, soy yo", le dije confuso.

"Encantada. Soy Francesca", se presentó, y me dio dos besos en la mejilla. "Elena me dijo que había llegado un chico nuevo al resort, y me dijo que te tratara mejor que bien. ¿Qué bebes?"

"U-Un cubata", le pedí.

Hizo un gesto al chico que había tras la barra, y en cuestión de segundos tenía mi bebida servida.

"No soy una turista", me dijo. Mis ojos me habían delatado. Me había fijado en sus muñecas. "Soy la jefa de este lugar"

"Ya veo", dije, y le di un trago a mi bebida. "Y... ¿este lugar es...?"

"Un club de baile. ¿No lo ves? Gente bailando en la pista, gente bailando en la barra americana...", bromeó la mujer. "Para lo segundo hay que pedir turno. Si te quieres animar algún día, habla con ese chico", dijo, y me señaló a un camarero que estaba en la otra barra.

"No... No, gracias, de momento me conformo con mirar", le dije. "¡Oiga!"

"Háblame de tú", dijo Francesca. Me había sujetado el brazo y miraba mi muñeca. "Perdona, quería ver lo que te gusta. ¿Te gustaría que te presentara a alguna de mis chicas?"

"¿Tus chicas? Eso suena a..."

"Tranquilo, guapo. No son prostitutas. Yo sí lo fui, hace años", me comentó, despreocupada. "Cuando conocí este sitio, me ofrecieron quedarme trabajando, y la verdad es que es genial. Ahora solo me lo paso bien, follo con quien quiero... y solo me tengo que ocupar de que no pase nada malo en este sitio. Y para mi, "mis chicas" o "mis chicos" son los que vienen al menos una vez al día a bailar en la barra"

"¿Son muchos?"

"Seis. Cuatro chicos y tres chicas", me explicó. "Disfrutan más exhibiéndose que quedando con la gente para follar, y aquí tienen un sitio para hacerlo libremente"

"Este sitio está cada vez mejor", comenté.

"Mira, ahí está una de ellas. ¡Irina!"

Joder. Luna me había parecido bonita, pero Irina era una diosa. Una cabellera larga de color rubio platino, y esos dos zafiros que tenía por ojos me dejaron embobados. Se movía, creo que intencionadamente, moviendo bastante las caderas. El tamaño de sus tetas era grande, debían ser una E por lo menos. Me fijé en su muñeca. Heterosexual.

"Hola, Francesca", saludó. "¿No me presentas a tu amigo?"

"Él es JP", dijo Francesca.

"Encantado", le dije. Fui a darle un beso en la mejilla, pero ella volvió la cabeza y se lo di en los labios.

"Igualmente", dijo ella, y sonrió. "¿Querías algo?".

"Solo daros a conocer", comentó la jefa, y le dio un trago a una copa que sacó de no se donde. "Pensé que os llevaríais bien".

"Oh. Pues yo encantada, pero he quedado con unas amigas hoy", dijo, un tanto azorada. "¿Te importa si nos vemos mañana?", me preguntó.

"No, claro. Digo, que no pasa nada."

"¿Cuál es tu habitación?"

"713"

"Perfecto. Si por la mañana sigo durmiendo me paso a verte por la tarde", dijo. "¡No te preocupes, Francesca, que también vendré a dar un bailecito a mi público!"

"Nunca me preocupo. Pásalo bien"

Irina se alejó de nosotros.

"Discúlpame. Si lo hubiera sabido, habría llamado a Ainara, pero ahora mismo está bailando", dijo, y me mostró la barra americana femenina.

"No te preocupes. Mañana ya me veré con ella"

"Cómo os envidio a los jóvenes"

"Tampoco eres tan mayor"

"Lo soy, créeme. Antes los hombres me mirábais como tú a Irina", rió Francesca. "Ahora no me piden follar tanto"

"Se supone que no podemos hacer nada con los que trabajáis cuando estáis de servicio", le recordé.

"Esa norma no entra por mi puerta", aseguró la mujer. "Aquí no voy a prohibir nada... Ni me quiero prohibir nada."

"¿Y si alguien, yo por ejemplo, te pidiera follar?", pregunté. El cubata me había envalentonado, pero no estaba borracho.

"Si alguien, por ejemplo tú, me pidiera follar, te llevaba lo más rápido posible a mi habitación reservada".

"¿Y dónde está?"

Cumpliendo su palabra, Francesca me tomó de la muñeca y tiró de mi con ganas. Atravesamos la pista de baile, pasamos cerca de la tal Ainara, y llegamos a donde estaban los baños. Allí, abrió una puerta oculta en una pared, que cerró según entramos. Minimalista: una cama redonda, un sofá, un mueble bar y una alfombra en el centro.

Cuando me volví a girar hacia ella, Francesca había dejado caer su vestido. Y sus bragas. Y su sujetador.

"Espero que te guste lo que ves", dijo, y dio una vuelta que me permitió verla entera. "¿Qué es lo que más te gusta?"

"Pues... me encantan tus tetas", le dije.

"En ese caso, las vas a tener", me respondió. "Deja que me ponga cómoda"

Francesca se tumbó en la alfombra de la habitación, y empezó a masajearse las tetas, que chocaban la una con la otra.

"Deja que Francesca cuide de ti. ¡Vamos, ven a poner esa polla entre mis tetas!"

"¡Por supuesto!"

Me quité los pantalones y pasé una pierna por encima de Francesca, y metí mi rabo entre sus tetas. Las tenía increíblemente suaves. Eran muy cómodas.

"¿Sabes que la tienes grande?", me preguntó Francesca. "Me encanta tu polla. Es más, hasta puedo chupártela mientras te follas mis tetas". Y en ese momento cerró los labios sobre la cabeza de mi falo. Yo gruñí. Se notaban sus años de experiencia. Me la estaba chupando con ganas, una mamada muy húmeda mientras yo deslizaba mi pene una y otra vez entre sus tetas. Sentí de pronto que me sujetaba el culo, solo para aumentar el ritmo de mis movimientos.

Yo me sentía de maravilla, y su capacidad de multitarea solo aumentaba mis ganas de correrme. Antes de lo que yo pensaba.

"¡Francesca! ¡Me corro!"

Y ella me la chupó aún con más ganas, como si quisiera sacarme la lefa con su boca. Eché la cabeza hacia atrás cuando me corrí en su boca. Mucho. Me corrí mucho. Mi leche se salió un poco de su boca, derramándose entre sus labios. Un poco en sus tetas. Ella liberó mi polla, y me enseñó mi líquido blanco en su lengua un momento antes de tragarlo.

"¡Joder! ¡Eso es una buena carga! Eres un semental, JP"

"Yo... gracias", dije, avergonzado.

Me aparté en ese momento y me puse de pie. Luego, ayudé a Francesca a levantarse.

"Lo he disfrutado mucho, guapo. Si alguna vez tienes ganas de un poco de sexo sin más, ven a verme. Estaré encantada de recibirte", me dijo.

"Gracias..."

"Ah, y que no se te olvide... Te quiero entre mis piernas", y me guiñó el ojo.

"Estoy cansado, pero... puedo venir mañana", le ofrecí.

"Debes venir mañana", me dijo. "Yo tengo que ir a limpiarme, pero el club sigue abierto toda la noche. Y que no se te olvide hablar mañana con Irina", me dijo.

"Gracias, Francesca, de verdad"

"De nada. Ve a pasártelo bien"

Con mi pantalón colocado, salí de allí. Nadie parecía prestarme atención, o más bien, a todo el mundo le daba igual lo que hicieran los demás. Todos lo pasaban bien. Pasé cerca de la stripper, que me hizo girar hacia ella y me plantó un beso en los labios antes de seguir con su baile, y yo me fui de regreso a mi habitación. El primer día había sido productivo.

CONTINUARÁ


Si te ha gustado, déjame saberlo con unos puntos o un comentario. O las dos cosas, y me animaré a escribir las continuaciones 🙂

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