Patricia, puso ante mis ojos la pantalla de su celular y:
-Mirá Inés, que hermosa chota-
-La verdad que luce soberbia. Decime Pato, ¿la probaste o sólo le sacaste foto?-
-Un deleite su sabor en la boca, una delicia tenerla adentro-
-Che ¿de quién es esa poronga de pasmo?-
-De un compañero del club…. el sábado pasado “jugamos un single” en un telo.-
Completó asegurándome que había tenido su mejor sexo con ese hombre con el miembro de medidas más que generosas y que había disfrutado sensaciones que jamás había sentido.
La verdad que de vergas de talla tenía vistos y disfrutadas algunas, por ejemplo la del senegalés Lamine o la del vikingo Witta (subí sendos relatos, en su momento), pero la del amigo de mi amiga era superlativa,
Germinó, en mi mente, un deseo excesivo de probar el placer sexual que asocié a esa pija portentosa.
Una noche, después de un placentero polvo, le mencioné a Carlos, mi marido, el diálogo con mi amiga.
Llevamos varios años de casados, reiteradas infidelidades recíprocas, blanqueadas. Es mi mundo y él se desvive por complacerme.
-Inés, “esa nube trae agua”…. sé que la naturaleza no me dotó de un genital imponente,…. estás fantaseando cuanto más disfrutarías con una pistola arriba de los 20 centímetros. ¿No es cierto?-
Cuando hace un comentario de ese tipo, sobre su verga promedio, me encargo de repetirle que él tiene el tamaño ideal para mí.
En esa ocasión, le respondí que “había dado en la tecla”.
Ni de lejos, imaginé lo que iba a pergeñar para satisfacer mi fantasía.
Esa misma noche, mientras manoseaba mi conchita, me susurraba al oído lo lindo que hubiese sido si, en lugar de él, estuviese allí el amigo de Patricia con su miembro enorme.
Me tocaba y me contaba cómo sería. Los detalles entraban por mi oído y se adueñaron de mi mente. La verdad estaba más que excitada. Llegué al orgasmo solo con el roce de sus dedos en mi clítoris.
-¿Te gustaría dársela a un hombre super dotado?-
El solo imaginar una gran verga adentro me había puesto a mil. Era evidente mi deseo así que cuando Carlos me preguntó si de verdad lo haría, no pude negarlo. Mi primer impulso fue negarlo pero luego pensé, para que mentirle y mentirme.
Agregué que lo que no haría sería engañarlo, él tendría que estar de acuerdo.
-Ok quien te dice y te sorprendo- susurró.
Carlos tiene un amigo, soltero, del tiempo de la escuela secundaria: Nico(lás) apodado “el burrito”
Había venido un sinnúmero de veces a casa, siempre con mi marido presente.
Me extrañó, escuchar el timbre y encontrármelo al abrir la puerta de casa.
Esa tarde-noche estaba sola-sola escuchando música melódica: Carlos había viajado por un par de días al interior y los nenes con mis padres en la costa.
-Hola Nico. Carlos no está-
-Lo sé, y los chicos tampoco, por eso vengo-
-¡No entiendo!-
Entró sin que lo invitase, cerró la puerta y me acarició la mejilla
-Sos muy linda, lo sabés y….. hace rato que me desvive estar a solas con vos-
Me abrazó e intentó besarme. Di vuelta la cara para negarle los labios.
-¿Qué hacés?-protesté
Me abrazó, Mientras, seguía, obcecado en su intento de besarme, sus manos bajaban, subían mi pollera y manoteaban mis nalgas.
No se cuánto tiempo rechacé, con mis manos repeliendo las suyas, mi cabeza girada para que no me bese y protestas cada vez menos convincentes.
¿Un par de minutos? No creo.
Cuando su mano derecha encaró mi cachucha, bombacha de por medio, me rendí al avasallante deseo sexual.
Sobrevino un descontrol de calenturas, besos, y caricias indecentes.
La música relajante era la combinación perfecta con el sobarnos, manosearnos lascivamente
Nos dirigimos al dormitorio.
Muy lentamente comenzó a quitarme la ropa, cuando terminó, beso mi cuerpo, despacio, primero mi cuello, mis tetas, mi abdomen lamió y beso mi monte de Venus siguió por las piernas, masajeó y lamió mis pies y nuevamente subió.
Nico jugaba con mi excitación, me hacía sufrir deseando ese momento de lujuria que da un buen sexo oral, por fin lo hizo. Separó mis piernas y me dio lo que esperaba
Su lengua se abrió paso entre los labios vaginales para llegar a mi clítoris.
Una y otra vez volvía a bajar, se movía deslizándose por mi vulva para regresar al clítoris
Mi excitación era evidente, la humedad brotaba de mi sexo. Nico se encargaba de ella.
Estuve a punto de correrme pero no… él se detuvo, se paró me tomó de la mano y ayudó a sentarme, se sacó la camisa y pantalón y se colocó frente a mí y bajó su slip y colocó su glande en los labios de mi boca.
Al tomar aquel miembro con mis manos de inmediato supe que, Carlos mi marido, había orquestado lo que estaba sucediendo.
Vino a mi mente aquello de “Ok quien te dice y te sorprendo” que dijo la noche que me sinceré con él, sobre lo de vergas fuera de serie.
Al tomar aquel miembro con mis manos y al simple tacto podía apreciar que no era de los que yo estaba acostumbrada a tocar.
Era enorme, mi mano casi no podía rodearlo y a pesar de agarrarlo con ambas manos, su glande seguía sobresaliendo.
Ahí caí en el porqué del apodo “burrito” de Nico.
Pensé que si a Carlos no le molestaba porque no disfrutar el momento.
Lentamente lleve, la super verga, a mi boca y debí abrir por completo mis labios para poder introducirlo.
El glande tocaba mi campanilla y me provocaba arcadas, tenía que tratar de no chuparlo como lo hacía con Carlos, debía controlar mis ganas de tragarlo por completo.
A medida que lo chupaba desenfrenadamente y lo masturbaba se tornaba más duro y caliente, casi podía sentir como la sangre llevaba aquella verga a su máximo potencial.
Si antes estaba húmeda ahora estaba empapada.
La ansiedad y el placer se oponían. Por un lado deseaba ya tener ese miembro dentro de mí y por otro lado disfrutaba el placer de mamarlo. Por un lado quería soltarlo para seguir al próximo paso y por otro lado no podía dejar de mamarlo.
Por la cara del hombre sabía que lo estaba haciendo muy bien.
Nico dio un paso atrás, sacó el miembro de mi boca, me tomó de la mano y me hizo parar.
Se acostó, su verga dura estaba lista para la faena. Yo la deseaba, era hora de averiguarlo.
Subí a la cama, abrí mis piernas, me posicioné encima de él, salivé la palma de mi mano pero solo por instinto, la terrible excitación que tenía hacía que mi concha fuese una laguna.
Posicioné la verga y muy lentamente comencé a bajar, mi mirada se clavó en los ojos de Nico ambos nos mirábamos fijamente de manera cómplice. A través de la mirada se transmiten los sentimientos más profundos como la lujuria.
Intento introducirme el miembro en la concha encharcada por la excitación pero es inútil siento un ardor molesto, aunque toda la zona está muy lubricada producto de mis fluidos no puedo hacer que su miembro entre. Cuando parece que estoy por lograrlo se dobla y tengo que volver a colocarlo en posición, luego de muchos intentos logro que algo ingrese pero el ardor hace que desista.
Me siento frustrada. Él lo percibe en mi mirada y decide cambiar de posición.
Me acuesta boca arriba y murmura:
-Ya estuve con mujeres a las que les costó. Vos Inés, tranquila, lo vamos a lograr-
Me separó las piernas y con la lengua muy suavemente comenzó a lamerme los labios vaginales y a juguetear con el clítoris, cuando notaba que estaba por llegar al clímax solo me besaba el monte de Venus.
Me encantó que lamiera mi conchita y más aún que juegue con mis ganas de correrme, pero sentía un fuego en mi entrepierna. Necesitaba ser penetrada ya.
Luego de un rato se ubicó encima de mí, frotó con el glande mi concha unos segundos/minuto y luego lo puso en el lugar correcto y, muy despacio empujó su miembro y mi vulva, empapada, lo fue recibiendo.
Sientía perfectamente cada centímetro que entraba, era una sensación rara entre escozor y placer. Mi sexo se estiraba, me molestaba pero no quería que la quite, le pedía que sea suave.
Él muy despacio iba ingresando en mí. Se tomó su tiempo para no ocasionarme molestias.
Al fin mi sexo cedió y Nico logró entrar en mi. El escozor del comienzo lentamente se transformó en placer, y que placer!!!
Me sentía completamente llena, la verga de Nico inundaba mi sexo y, con cada movimiento, me arrancaba un gemido. El placer inundaba mi mente.
De tanto en tanto, llevado por su excitación Nico olvidaba ser precavido y que me causaba dolor.
Pero gozaba en éxtasis la cogida,
Movía mi pelvis, los testículos de Nico se estrellaban contra mi culo, soltaba algo así como
-¡aaahhh!, ¡siiiiii cogeme!!! ¡Así!!!! ¡Cogeme!!!-
¡Que hermosa pija por Dios!!! Me encantaba
Su éxtasis entró en un frenesí que desembocó en algo que no imaginé.
Él acabó con desparramo de su semen adentro de mí, su verga, saliendo, desató una reacción que nunca antes había experimentado y de mi sexo salieron disparados chorros de líquidos acompañados de un orgasmo como nunca antes tuve.
Mis piernas temblaban. Mojé toda la cama, mi calentura era extrema, agarré nuevamente su verga y apoyé el glande a la entrada de la concha.
Me la metió de nuevo pero quedamos estáticos, recobrando el aliento y susurrándonos alabanzas mutuas y besándonos.
Había tenido un squirt o eyaculación femenina. Rara vez lo disfruté en mi vida sexual, antes y después de Nico.
Descansamos, compartiendo almohada cabeza a cabeza, conversando.
No demoró en reencenderse la calentura y revigorizarse la gran verga.
Le pedí que se quede boca arriba y volví a la, fallida, posición inicial, ahora sí logré ensartarme la porongota, en el primer intento.
Está posición me permitía manejar a mi gusto el polvo.
Ahora era solo placer. Deslizó una mano bajo mi abdomen, para “dedear” mi clítoris. La gran pija adentro y los dedos masturbándome, me cautivaron los sentidos y disfrutaba la cogida como jamás había gozado.
No demoré mucho en acabar. Él también culminó el polvo sin disimular su goce.
Ambos quedamos tendidos en la cama exhaustos.
Exhaustos, si pero no lo suficiente para que la noche no quedara coronada con un tercer polvo, en pose misionero,
Antes de irse me reconoció que mi marido, para su sorpresa, sabiendo que portaba una gran verga, , le había pedido que me cogiera, y así hacer realidad mi fantasía.
No le costó aceptar, aseguró que me tenía mucha gana.
Le agradecí a Carlos la experiencia.
No me lo esperaba, me aclaró que::
-De nada mi amor, no quería que te quedaras con las ganas. Eso sí. Esa noche no fue un comienzo…… confío que no habrá continuación.-
No hubo otro episodio.
Cuando me reencuentro con Nico me cuesta pero sigo (seguimos) respetando el deseo de mi marido.
-Mirá Inés, que hermosa chota-
-La verdad que luce soberbia. Decime Pato, ¿la probaste o sólo le sacaste foto?-
-Un deleite su sabor en la boca, una delicia tenerla adentro-
-Che ¿de quién es esa poronga de pasmo?-
-De un compañero del club…. el sábado pasado “jugamos un single” en un telo.-
Completó asegurándome que había tenido su mejor sexo con ese hombre con el miembro de medidas más que generosas y que había disfrutado sensaciones que jamás había sentido.
La verdad que de vergas de talla tenía vistos y disfrutadas algunas, por ejemplo la del senegalés Lamine o la del vikingo Witta (subí sendos relatos, en su momento), pero la del amigo de mi amiga era superlativa,
Germinó, en mi mente, un deseo excesivo de probar el placer sexual que asocié a esa pija portentosa.
Una noche, después de un placentero polvo, le mencioné a Carlos, mi marido, el diálogo con mi amiga.
Llevamos varios años de casados, reiteradas infidelidades recíprocas, blanqueadas. Es mi mundo y él se desvive por complacerme.
-Inés, “esa nube trae agua”…. sé que la naturaleza no me dotó de un genital imponente,…. estás fantaseando cuanto más disfrutarías con una pistola arriba de los 20 centímetros. ¿No es cierto?-
Cuando hace un comentario de ese tipo, sobre su verga promedio, me encargo de repetirle que él tiene el tamaño ideal para mí.
En esa ocasión, le respondí que “había dado en la tecla”.
Ni de lejos, imaginé lo que iba a pergeñar para satisfacer mi fantasía.
Esa misma noche, mientras manoseaba mi conchita, me susurraba al oído lo lindo que hubiese sido si, en lugar de él, estuviese allí el amigo de Patricia con su miembro enorme.
Me tocaba y me contaba cómo sería. Los detalles entraban por mi oído y se adueñaron de mi mente. La verdad estaba más que excitada. Llegué al orgasmo solo con el roce de sus dedos en mi clítoris.
-¿Te gustaría dársela a un hombre super dotado?-
El solo imaginar una gran verga adentro me había puesto a mil. Era evidente mi deseo así que cuando Carlos me preguntó si de verdad lo haría, no pude negarlo. Mi primer impulso fue negarlo pero luego pensé, para que mentirle y mentirme.
Agregué que lo que no haría sería engañarlo, él tendría que estar de acuerdo.
-Ok quien te dice y te sorprendo- susurró.
Carlos tiene un amigo, soltero, del tiempo de la escuela secundaria: Nico(lás) apodado “el burrito”
Había venido un sinnúmero de veces a casa, siempre con mi marido presente.
Me extrañó, escuchar el timbre y encontrármelo al abrir la puerta de casa.
Esa tarde-noche estaba sola-sola escuchando música melódica: Carlos había viajado por un par de días al interior y los nenes con mis padres en la costa.
-Hola Nico. Carlos no está-
-Lo sé, y los chicos tampoco, por eso vengo-
-¡No entiendo!-
Entró sin que lo invitase, cerró la puerta y me acarició la mejilla
-Sos muy linda, lo sabés y….. hace rato que me desvive estar a solas con vos-
Me abrazó e intentó besarme. Di vuelta la cara para negarle los labios.
-¿Qué hacés?-protesté
Me abrazó, Mientras, seguía, obcecado en su intento de besarme, sus manos bajaban, subían mi pollera y manoteaban mis nalgas.
No se cuánto tiempo rechacé, con mis manos repeliendo las suyas, mi cabeza girada para que no me bese y protestas cada vez menos convincentes.
¿Un par de minutos? No creo.
Cuando su mano derecha encaró mi cachucha, bombacha de por medio, me rendí al avasallante deseo sexual.
Sobrevino un descontrol de calenturas, besos, y caricias indecentes.
La música relajante era la combinación perfecta con el sobarnos, manosearnos lascivamente
Nos dirigimos al dormitorio.
Muy lentamente comenzó a quitarme la ropa, cuando terminó, beso mi cuerpo, despacio, primero mi cuello, mis tetas, mi abdomen lamió y beso mi monte de Venus siguió por las piernas, masajeó y lamió mis pies y nuevamente subió.
Nico jugaba con mi excitación, me hacía sufrir deseando ese momento de lujuria que da un buen sexo oral, por fin lo hizo. Separó mis piernas y me dio lo que esperaba
Su lengua se abrió paso entre los labios vaginales para llegar a mi clítoris.
Una y otra vez volvía a bajar, se movía deslizándose por mi vulva para regresar al clítoris
Mi excitación era evidente, la humedad brotaba de mi sexo. Nico se encargaba de ella.
Estuve a punto de correrme pero no… él se detuvo, se paró me tomó de la mano y ayudó a sentarme, se sacó la camisa y pantalón y se colocó frente a mí y bajó su slip y colocó su glande en los labios de mi boca.
Al tomar aquel miembro con mis manos de inmediato supe que, Carlos mi marido, había orquestado lo que estaba sucediendo.
Vino a mi mente aquello de “Ok quien te dice y te sorprendo” que dijo la noche que me sinceré con él, sobre lo de vergas fuera de serie.
Al tomar aquel miembro con mis manos y al simple tacto podía apreciar que no era de los que yo estaba acostumbrada a tocar.
Era enorme, mi mano casi no podía rodearlo y a pesar de agarrarlo con ambas manos, su glande seguía sobresaliendo.
Ahí caí en el porqué del apodo “burrito” de Nico.
Pensé que si a Carlos no le molestaba porque no disfrutar el momento.
Lentamente lleve, la super verga, a mi boca y debí abrir por completo mis labios para poder introducirlo.
El glande tocaba mi campanilla y me provocaba arcadas, tenía que tratar de no chuparlo como lo hacía con Carlos, debía controlar mis ganas de tragarlo por completo.
A medida que lo chupaba desenfrenadamente y lo masturbaba se tornaba más duro y caliente, casi podía sentir como la sangre llevaba aquella verga a su máximo potencial.
Si antes estaba húmeda ahora estaba empapada.
La ansiedad y el placer se oponían. Por un lado deseaba ya tener ese miembro dentro de mí y por otro lado disfrutaba el placer de mamarlo. Por un lado quería soltarlo para seguir al próximo paso y por otro lado no podía dejar de mamarlo.
Por la cara del hombre sabía que lo estaba haciendo muy bien.
Nico dio un paso atrás, sacó el miembro de mi boca, me tomó de la mano y me hizo parar.
Se acostó, su verga dura estaba lista para la faena. Yo la deseaba, era hora de averiguarlo.
Subí a la cama, abrí mis piernas, me posicioné encima de él, salivé la palma de mi mano pero solo por instinto, la terrible excitación que tenía hacía que mi concha fuese una laguna.
Posicioné la verga y muy lentamente comencé a bajar, mi mirada se clavó en los ojos de Nico ambos nos mirábamos fijamente de manera cómplice. A través de la mirada se transmiten los sentimientos más profundos como la lujuria.
Intento introducirme el miembro en la concha encharcada por la excitación pero es inútil siento un ardor molesto, aunque toda la zona está muy lubricada producto de mis fluidos no puedo hacer que su miembro entre. Cuando parece que estoy por lograrlo se dobla y tengo que volver a colocarlo en posición, luego de muchos intentos logro que algo ingrese pero el ardor hace que desista.
Me siento frustrada. Él lo percibe en mi mirada y decide cambiar de posición.
Me acuesta boca arriba y murmura:
-Ya estuve con mujeres a las que les costó. Vos Inés, tranquila, lo vamos a lograr-
Me separó las piernas y con la lengua muy suavemente comenzó a lamerme los labios vaginales y a juguetear con el clítoris, cuando notaba que estaba por llegar al clímax solo me besaba el monte de Venus.
Me encantó que lamiera mi conchita y más aún que juegue con mis ganas de correrme, pero sentía un fuego en mi entrepierna. Necesitaba ser penetrada ya.
Luego de un rato se ubicó encima de mí, frotó con el glande mi concha unos segundos/minuto y luego lo puso en el lugar correcto y, muy despacio empujó su miembro y mi vulva, empapada, lo fue recibiendo.
Sientía perfectamente cada centímetro que entraba, era una sensación rara entre escozor y placer. Mi sexo se estiraba, me molestaba pero no quería que la quite, le pedía que sea suave.
Él muy despacio iba ingresando en mí. Se tomó su tiempo para no ocasionarme molestias.
Al fin mi sexo cedió y Nico logró entrar en mi. El escozor del comienzo lentamente se transformó en placer, y que placer!!!
Me sentía completamente llena, la verga de Nico inundaba mi sexo y, con cada movimiento, me arrancaba un gemido. El placer inundaba mi mente.
De tanto en tanto, llevado por su excitación Nico olvidaba ser precavido y que me causaba dolor.
Pero gozaba en éxtasis la cogida,
Movía mi pelvis, los testículos de Nico se estrellaban contra mi culo, soltaba algo así como
-¡aaahhh!, ¡siiiiii cogeme!!! ¡Así!!!! ¡Cogeme!!!-
¡Que hermosa pija por Dios!!! Me encantaba
Su éxtasis entró en un frenesí que desembocó en algo que no imaginé.
Él acabó con desparramo de su semen adentro de mí, su verga, saliendo, desató una reacción que nunca antes había experimentado y de mi sexo salieron disparados chorros de líquidos acompañados de un orgasmo como nunca antes tuve.
Mis piernas temblaban. Mojé toda la cama, mi calentura era extrema, agarré nuevamente su verga y apoyé el glande a la entrada de la concha.
Me la metió de nuevo pero quedamos estáticos, recobrando el aliento y susurrándonos alabanzas mutuas y besándonos.
Había tenido un squirt o eyaculación femenina. Rara vez lo disfruté en mi vida sexual, antes y después de Nico.
Descansamos, compartiendo almohada cabeza a cabeza, conversando.
No demoró en reencenderse la calentura y revigorizarse la gran verga.
Le pedí que se quede boca arriba y volví a la, fallida, posición inicial, ahora sí logré ensartarme la porongota, en el primer intento.
Está posición me permitía manejar a mi gusto el polvo.
Ahora era solo placer. Deslizó una mano bajo mi abdomen, para “dedear” mi clítoris. La gran pija adentro y los dedos masturbándome, me cautivaron los sentidos y disfrutaba la cogida como jamás había gozado.
No demoré mucho en acabar. Él también culminó el polvo sin disimular su goce.
Ambos quedamos tendidos en la cama exhaustos.
Exhaustos, si pero no lo suficiente para que la noche no quedara coronada con un tercer polvo, en pose misionero,
Antes de irse me reconoció que mi marido, para su sorpresa, sabiendo que portaba una gran verga, , le había pedido que me cogiera, y así hacer realidad mi fantasía.
No le costó aceptar, aseguró que me tenía mucha gana.
Le agradecí a Carlos la experiencia.
No me lo esperaba, me aclaró que::
-De nada mi amor, no quería que te quedaras con las ganas. Eso sí. Esa noche no fue un comienzo…… confío que no habrá continuación.-
No hubo otro episodio.
Cuando me reencuentro con Nico me cuesta pero sigo (seguimos) respetando el deseo de mi marido.
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