You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Fiesta de cumpleaños

Capítulos anteriores:

Se me declaró la amiga de mi hija || La elección de la amiga de mi hija || Trío prohibido || Reconciliación tabú || La novia de mi hija ||Reconciliación

(los nombres, oficios, y demás datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados)

Hace ya tres años que en mi casa tuvimos varios cambios. Después de ciertos… encuentros indebidos con el sexo, la situación se volvió algo más común para mi y las tres mujeres que formaban parte de mi día a día.

Sonia y Diana se mudaron gradualmente a mi casa con Clara y conmigo. Yo estaba encantado, por supuesto. Sonia me hacía muy feliz, y por lo que veía, era más que probable que antes o después Clara y Diana se prometieran en matrimonio. Por supuesto, aún era pronto, pero todo es cuestión de tiempo. Mientras Clara y Sonia continuaban sus estudios, y están a punto de iniciar su último año en la universidad, yo sigo trabajando y Diana colabora económicamente para mantener la casa también.

Y confianza en mi casa, pues es plena. No somos conejos ni nos vamos restregando mutuamente, pero si hace calor, las chicas se pasean por la casa en ropa interior, en bikini, o en tetas sin que pase nada. Yo también tomo el sol desnudo delante de ellas. Si estoy en la ducha, pueden entrar al baño sin problema y viceversa. Incluso hemos hecho sesiones de películas en el sofás con muy poca ropa… hasta que Clara se aburría y se subía en las piernas de Diana para besarse. Por supuesto, a Sonia le entraba el gusanillo de la competición y se subía a horcajadas sobre mi, y era solo cuestión de minutos que cada cual se fuera a su habitación para follar con su pareja varias horas seguidas.

Solo habíamos hablado de dos límites. Cada cual tiene su pareja (lo cual prevenía algún improvisado cuarteto que rompía las normas de la moral; ya habíamos hablado del tema y aquello no podía repetirse) y nada de hacerlo delante de los demás (pero si estabas follando en el sofá cuando no había nadie en el salón, nadie podía protestar si pasaba por allí y te pillaba en plena faena). Por lo demás, en mi casa reinaba la libertad.

Incluso en verano hacíamos prácticamente la vida juntos. Sonia y yo nos íbamos dos semanas a nuestra bola por la montaña, y la tercera semana la pasábamos en algún hotel playero con Clara y Diana; y ellas dos se iban a continuación dos semanas solas. Así también evitábamos dejar sola la casa mucho tiempo.

Diana, además de lo económico, me hacía semanalmente un masaje, que era con lo que se ganaba la vida cuando salía por las mañanas de casa. Era su forma de darme las gracias por aceptarla en mi casa. Después de los veinte primeros masajes en los que le insistí que no era necesario, me limité a disfrutar de sus manos. Siempre me hacía la misma rutina: hombros, espalda, piernas y media vuelta para trabajarme el pecho. Era el momento en que peor lo pasaba yo, pues siempre tenía mi polla erecta en ese momento. Con el secreto deseo de que me hiciera una paja para finalizar el masaje. Creo que ella lo sabía, pero jamás hizo ningún comentario y tampoco satisfizo mi deseo. No había problemas. Mi vida sexual con Sonia era plena, lo cual no significa que no se pueda fantasear.

Y así fueron pasando los días, las semanas, los meses… hasta el mes pasado.

Me desperté el sábado sin recordar qué día era. Bueno, en realidad, me despertó Sonia dándome un beso en la boca, como todos los días. Era el mejor despertador. Sentí su mano en mi mejilla y abrí los ojos lentamente.

“Buenos días, mi amor”, dijo con su suave voz.

“Buenos días”, respondí.

“Feliz cumpleaños”

Ni me acordaba. Sonreí y le di las gracias, y volvió a besarme. Pero fue breve, porque en ese momento se giró hacia la puerta.

“Pasad, chicas”

Me volví a la puerta, y en ese momento entraron Clara y Diana. Mi hija sostenía una bandeja con una tarta con una vela puesta. Y tanto ella como Diana llevaban puesta únicamente la ropa interior. Igual que Sonia. Las tres me cantaron el Cumpleaños feliz y luego soplé la velita.

“Muchas gracias”, dije. Mi hija me dio un par de besos, y luego también Diana.

“De nada”.

“Nuestro hombre se hace mayor”, bromeó Diana. Mientras Sonia y Clara se acomodaban, ella salió un momento del dormitorio y volvió con dos jarras de café y leche, y vasos de plástico para desayunar. “¿Te sirvo?”

“Gracias”, le dije.

Pronto los cuatro estábamos en la cama, disfrutando del café y de la tarta tranquilamente. No recuerdo de qué conversábamos, solo que al terminar, las tres recogieron todo. Intenté levantarme, pero Sonia me detuvo.

“Espera. Faltan tus regalos de cumpleaños”, me dijo.

De modo que esperé un par de minutos hasta que aparecieron de nuevo las tres, con un paquete rectangular envuelto cada una. Primero me lo dio Clara, luego Sonia y por último, Diana. Me habían comprado una trilogía de libros que leí hace mucho pero que nunca llegué a tener. Una edición muy bonita.

“Gracias, chicas, me encanta”, dije. Intenté hojear los libros, pero los ojos se me iban a los pechos de las tres chicas. Algo debieron notar, pues las escuché reírse. Bueno, tampoco era algo nuevo.

“Y ahora viene… la parte delicada de tu regalo”, dijo Sonia.

“¿Hay más?”, pregunté, confuso.

“Sí. Esto lo hemos hablado entre las tres antes de decirte nada. Amor, hoy… queremos follar contigo. Las tres”.

Me quedé paralizado. Sonia lo había dicho. La miré. Le costó mantenerme los ojos. Miré a Diana, que sonrió. Y luego a Clara, que me apartó la mirada, muerta de vergüenza. Volví a mirar a Sonia, que seguía mirándome a mi, muy seria.

“Ya hablamos de esto hace un par de años. Aquello… estuvo muy bien, pero no se podía volver a repetir”.

“Lo sé. Pero han pasado dos años”, empezó Sonia. “La idea además ha sido mía. Ellas tampoco se lo esperaban, pero han accedido. Las tres queremos hacerlo”.

“¿Por qué? ¿Por qué hoy?”

“Porque mañana comemos con la familia, y estaría feo que nos vieran hacer eso contigo”, dijo Clara, y se rió.

“Lo digo en serio”.

“Porque las tres somos felices aquí contigo. Y te lo queremos demostrar de un modo único”, intervino Diana. “Si no te apetece, puedes decir que no. Nos vestimos y nos vamos por ahí a comer para celebrar tu cumpleaños. Pero esto es lo más íntimo que se nos ocurría”.

“Clara… Tú eres mi hija”, le recordé.

“Lo sé. Pero hoy es un día especial”, dijo ella. “Hoy soy una mujer que quiere pasar el mejor rato de su vida contigo”.

“Las reglas son simples: disfrutar mucho, y preocuparse poco. Podrás tocarnos y hacernos tanto como quieras”, aseguró Sonia.

“Y no puedes hacer que ella se sienta desplazada”, añadió Diana, mirando a Sonia.

“Ya veo… ¿Y qué habíais pensado exactamente?”

“Pues me dijiste que querías depilarte…", empezó Sonia. "Así que pensamos que Clara puede ayudarte con eso… yo te doy una ducha… y Diana te hace un masaje especial".

“Y a partir de ahí, estaremos sometidas a ti”, añadió Diana.

“¿Hasta las doce de la noche, como la Cenicienta?”, bromeé.

“No. Hasta que nos quedemos dormidas por la noche”, dijo Clara.

“Entonces, mi amor… ¿Te parece bien que hagamos esto?”, me preguntó Sonia. La miré. Aún podía ver a la joven de 18 años que me había cautivado.

“No se debe rechazar un regalo, y menos cuando lo habéis preparado con tanto cariño”, le dije.

Me dio un beso en la boca en ese momento. Se abrazó a mi mientras Diana también me besaba. Por último, se acercó Clara. Parecía dudar, pero finalmente nos besamos también.

“Creo que soy la primera entonces”, sonrió mientras lo decía. “¿Vamos a tu baño?”

Seguí a mi hija. Y Sonia y Diana nos siguieron a los dos. Clara se quitó el sujetador y las bragas y luego se ocupó de mi calzoncillo. Aquello me provocó una erección casi instantánea. Pero nos sonreímos. Entró en la bañera y me tendió la mano. Me metí con ella. A cortina descorrida, permitiendo que Diana y Sonia lo vieran todo. Se sentaron, una sobre la tapa del retrete y la otra sobre el bidé. Yo me senté en el borde de la bañera, y mi hija se arrodilló dentro, frente a mi.

Clara echó bien de agua sobre mi pene. Luego lo sujetó con cuidado y me aplicó la espuma de afeitar. Con movimientos muy cuidadosos, empezó a rasurarme el vello, manteniendo en todo momento su mano envolviendo mi polla. En realidad, estaba aprovechando para hacerme una ligera paja. Continuó depilándome los huevos, y sentí que se acercaba a la zona de peligro cuando un poco de espuma me alcanzó el ojete.

Pero levanté un poco más las piernas, y consiguió terminar de depilarme por completo. Me aplicó espuma una segunda vez para terminar con los pelitos rebeldes, y luego me pasó de nuevo un buen chorro de agua para acabar con los restos de la espuma.

“Pues ya estás”, dijo Clara. Y en ese momento se llevó mi erección a la boca. Empezó a chupármela muy despacio. Sentí su lengua en mi glande mientras me acariciaba los testículos.

“Clara, aún no es el momento”, le recordó Diana, cuando habían pasado dos minutos de mamada.

“Lo se”, dijo ella, y me dio una última chupada antes de apartarse. “Sonia, te toca”

Mi novia se quitó la ropa interior, y fue a entrar a la bañera, y se me puso aún más dura cuando vi que sus cuerpos se rozaban. Sonia entró sonriendo en la ducha conmigo. No estaba enfadada. Me invitó a ponerme en pie y colocó la alcachofa de la ducha en lo alto. Luego me situó bajo el chorro y empezó a manosear todo mi cuerpo.

Masajeó mi cabeza con el champú, y luego me enjabonó por completo. Primero el pecho y la espalda. Luego bajó por mis piernas, y por último, me limpió la polla con una buena paja.

“¿Te gusta tu regalo, cariño?”, me preguntó mientras pasaba una pierna por encima de mi pene, acariciándolo con su coñito sin llegar a metérselo. Lo que hubiera dado en ese momento por follármela, me dolía la erección de no satisfacerla.

“Me encanta”, le dije, y nos besamos.

“Sonia, vamos, que me va tocando”, protestó Diana.

Sonia suspiró. Su coñito estaba mojado y no solo por el agua que nos caía encima. Pero cerró el paso del agua, y Diana y Clara nos alcanzaron unas toallas.

Luego seguí a Diana a su dormitorio, de ella y de Clara. Había montado su camilla de masajes, y me invitó a subirme. Me destapé delante de las tres y me eché en la camilla. Diana empezó su masaje mientras las otras dos encendían un par de velas aromáticas y ponían música de relajación. Aunque difícilmente iba a poder relajarme en aquella situación. Yo disfruté de las manos de Diana trabajando mi espalda, como hacía siempre.

Pero hubo algo nuevo. Se subió encima de mi, apoyada en mi culete, y me trabajó las caderas. Luego, sentí que sus tetas se frotaban por toda mi espalda. Arriba, y abajo. Arriba y abajo. Nunca había hecho algo semejante. Pero bueno, estaba claro que aquel día iban a aprovechar para hacer todo tipo de juegos eróticos. Y yo también.

“Date la vuelta”, dijo con voz suave. Me giré, y la pude contemplar completamente desnuda. Empezó a trabajar mi torso. Pero se lo pareció pensar mejor, y se subió sobre mi de nuevo. Su coño estaba rozando mi erección, pero ella continuó el masaje sobre mi pecho. Yo cerré los ojos, haciendo por contenerme. Por dios, necesitaba correrme ya.

Y en ese momento, dos pares de manos sujetaron las mías. Abrí los ojos. Clara estaba a mi derecha, y Sonia a mi izquierda, frotando sus tetas con mi mano. Parecía una señal acordada pues Diana en ese momento retrocedió un poco y empezó a hacerme una paja muy rápida.

“Vamos… libera toda la tensión”, me dijo. Yo continué disfrutando del tacto de las tetas de mi novia y mi hija y creo que tardé menos de treinta segundos en correrme. Manché toda la mano de Diana con mi lefa, y también mi propio pubis. Pude ver a Diana limpiándose de mi leche con la lengua. Me miraba directamente, provocándome mientras hacía ese erótico y sucio juego. Sonia y Clara mantuvieron mis manos en sus tetas mientras me limpiaban el pubis también con la lengua.

“No tenéis que hacer eso”, suspiré.

“Lo sabemos”, dijo Sonia. “Cuando te recuperes, estaremos en el jardín”.

Y allí me dejaron, recuperándome de aquella experiencia.

Tardé como cinco minutos en estar en condiciones de volver a incorporarme. Despacio, caminé hacia el jardín. Y efectivamente, allí estaban tomando tranquilamente el sol, tumbadas bocabajo en las toallas. Pero debieron oírme, porque en ese momento las tres se quedaron en cuatro, en un descarado intento de seducirme. No es que les hiciera falta, me tenían ganado. Se suponía que yo estaba al mando, pero más bien parecía que eran ellas las que hacían conmigo lo que quisieran.

“¿Qué tal estás?”, preguntó Sonia cuando me senté delante de ellas. Me habían preparado mi toalla. Y seguían a cuatro patas. Podía ver sus pechos, firmes, en caída hacia abajo.

“De maravilla”, dije. “¿Y ahora?”

“Ahora todo depende de ti, papá. ¿Qué quieres hacer? ¿O que te hagamos?”, preguntó Clara, con una voz muy erótica.

“Voy a vengarme”, le dije, y extendí las piernas. “Ven aquí, Diana”

La novia de mi hija obedeció, claramente sorprendida. Gateó hacia mi. Le hice darse la vuelta y sentarse apoyándose en mi espalda, y yo acomodé mi polla entre sus nalgas. En ese momento aproveché para acariciar todo su cuerpo, muy despacio. Me centré un rato en disfrutar de sus tetas firmes. Y luego, bajé mi mano a su coñito y lo empecé a acariciar.

Sentí mi polla un poco más dura. Estaba masturbando a la novia de mi hija, delante de mi hija y de mi novia, que se habían quedado inmóviles mientras nos miraban. Escuchaba a Diana suspirar y gemir, completamente expuesta ante las otras dos. Pero no la dejé correrse. Me chupé los dedos para dejarlos limpios, y luego la hice volverse hacia mi. La besé con ganas, y estoy seguro de que en ese momento deseaba empezar a cabalgar sobre mi.

“Descansa… Ahora le toca a Sonia”, dije.

Mi novia se acercó a mi del mismo modo, gateando. La hice sentarse encima de mis piernas, de modo que mi polla podía rozarse con su coñito. Y por dios que se la hubiera metido, pero aguanté las ganas y me limité a estimularla mientras le sobaba las tetas. Ella aguantó mi tortura, gimiendo y jadeando, hasta que decidí que había sido suficiente. Volvió a gatas a su toalla, y Clara me miró.

“Ven, Clara. Tu también te has portado mal”

Mi hija gateó hacia mi, y le hice pasar sus piernas por encima de las mías. En lugar de hacerla dar la vuelta, empecé a chupar sus tetas, centrándome en sus pezones, mientras con una mano le estimulaba su rajita. Estuvo a punto de caerse dos veces mientras la masturbaba. Sonreí con malicia, y finalmente la liberé.

“Espero que el Amo pueda perdonarnos”, dijo en ese momento Diana. Se había puesto de rodillas sobre la toalla.

“El Amo es bueno y comprensivo”, añadió Sonia, asumiendo la misma posición.

“Aún no estoy del todo satisfecho”, le dije. Las tres me miraron expectantes. “Quiero una mamada de las tres”

Pensé que quizá me había venido muy arriba, que había traspasado los límites. Lo que no me esperaba es que en ese momento las tres se abalanzaran sobre mi. Clara estaba directamente frente a mi, con Sonia a su izquierda y Diana a su derecha. Vi a aquellas tres mujeres sacando la lengua a la vez y lamieron mi polla desde la base hasta la punta. En ese momento, mi hija tomó la delantera y empezó a chupármela. Su mejilla chocaba con la de las otras dos, que empezaron a lamer y succionar en la base de mi polla.

Clara me miró a los ojos, y se introdujo todo mi falo en la boca, con cuidado, antes de liberarlo. Fue Diana quien le tomó el relevo y me la chupó con ganas. Clara y Sonia se dedicaron a mis huevos, que rozaban con mucho cuidado empleando los dientes y me los masajeaban con la lengua. Sonia fue más original, y cuando tomó su torno envolvió mi pene con sus tetas y me hizo la paja con ellos mientras acariciaba mi glande con la lengua. Mientras mi polla seguía entre las tetas de Sonia, Clara aprovechó también para besarme la punta, y desde ahí volvió a chupármela.

Cedió mi falo a Diana, que succionaba con fuerza. Luego volvió a mamármela mi hija. Pude ver un brillo especial en la forma en que Diana la miraba. Pero Sonia no tardó en reclamar su turno y me la chupó también. La mano de Diana sujetó mi polla y empezó a masturbarme mientras las tres lenguas se encontraban en la punta, dándome mucho placer. Me corrí. Tardé un poco en darme cuenta de que había eyaculado en la cara de las tres. Aunque era Clara quien más se había manchado. Me mostró la lengua, solo un momento, para que pudiera ver cómo tomaba el semen que le había caído ahí. Las otras dos hicieron lo mismo.

“Besaros”, les dije.

Era algo habitual ver a Diana besar a Clara. Lo que no era tan normal era verlo mientras se masajeaban mutuamente los cuerpos. Y menos habitual era aún ver a Clara besarse con Sonia, con sus tetas bien juntitas. Clara luego se echó para atrás, y juntó las cabezas de Sonia y Diana para que se besaran. Bien, bien, de maravilla.

“Empieza el calor, chicas. Vamos dentro”, les ordené.

Entramos al salón, cerré la cristalera y eché las cortinas para prevenir la entrada de calor. Activé el aire acondicionado, y en ese momento atraje a Sonia hacia mi.

“Hola, mi amor”

“Hola… aaaaah…” gimió. Le acariciaba su coñito.

“Seguro que estás deseando que te folle”

“Sí… lo deseo hace horas”, gimoteó ella.

La empujé contra el sofá. Ella cayó de espaldas, y se aseguró de dejar las piernas separadas para mi. Con Diana y Clara mirando fijamente todo lo que hacíamos, se la metí de un movimiento. Normalmente echabamos dos polvos por día, el primero más tranquilo para acostumbrar nuestros cuerpos y el segundo más salvaje y desenfrenado. Aquella mañana no había tiempo para el tranquilo, y a ella parecía gustarle empezar de aquella manera. Jadeaba con mis acometidas mientras mi hija y su novia miraban.

“Acariciadla”, les dije, y ellas obedecieron. Empezaron a acariciar todo el cuerpo de mi novia mientras seguía follándola. No tardé mucho en correrme, dentro de ella, dejándola con una sonrisa de placer sobre el sofá. Y en ese momento me di cuenta.

“Oye… ¿Cómo voy a follar con vosotras? ¿Me pongo condón?”

“Me lo tomaría como un insulto”, dijo Diana. “Ni Clara ni yo tenemos polla, pero tomamos la píldora las dos.

“Genial, porque me quiero correr dentro”, les dije. “Vamos, Diana. Ven aquí”. Ella se acercó, pero yo me senté en el sofá, con mi polla lista y dura apuntando al techo. “Sube”

Diana se montó sobre mi cuerpo y se dejó caer sobre mi erección. Echó mi cabeza hacia atrás para poder besarme, y empezó a moverse a buen ritmo. Su coñito estaba muy apretado. Yo extendí las manos, y Clara y Sonia se envolvieron con ellos. Volví a sobetearles las tetas mientras Diana rebotaba en mi erección y seguía comiéndome la boca. Sentí que me corría dentro de ella, pero continuó un par de minutos más hasta que ella misma llegó al orgasmo. Me sonrió, aún moviendo ligeramente sus caderas sobre mi.

“El día apenas empieza… No consumas todas tus energías ya”, me dijo.

“No sufras por ello”, le dije. “Clara. Ponte en cuatro”, le pedí.

Mi hija hizo caso, por supuesto. Ahí estaba, completamente ofrecida para mi. Su culo rosado me tentaba, pero primero lo primero. Deslicé mi polla en su coño suavemente. Me sujeté a sus caderas, y empecé con un ritmo que la hizo gemir con ganas. Se la metía muy deprisa y se la sacaba muy despacio. Así una vez y otra vez y otra vez. Y en ese momento me dio un impulso y le di un azote.

“¡Ay!”, gimió ella.

“¿Te… te ha dolido?”, pregunté, detenido, con mi polla por completo dentro de ella.

“Me ha… gustado…” dijo… “Pégame, papá… soy una niña mala…”

Me lamí los labios con la lengua y volví a penetrarla, a un ritmo más seguido. Y volví a azotarla de pronto. Ella gimió de dolor y placer de nuevo. Movía sus caderas acorde a mis movimientos. Lo estábamos gozando mucho. Casi ni me di cuenta de que Sonia y Diana estaban a mi espalda, observando con atención cómo se la metía a Clara y le daba sus nalgadas. Fue con el último azote cuando ella se corrió, y solo unos momentos después yo mismo acabé dentro de ella.

Aún con mi falo dentro de ella, tiré suavemente de mi hija hacia atrás, dejándola bien expuesta.

“No es justo, mi amor”, protestó Sonia en ese momento.

“¿Qué? ¿Qué pasa?”

“Sonia y yo también hemos sido malas, y no nos has castigado”, dijo Diana.

“Celosas”, bromeó Clara.

“Mucho”, aseguró Sonia, y en ese momento ella y Diana se levantaron del sofá y se agacharon delante de mi. “Péganos”

“¿Estáis seguras?”, les dije.

“Azótanos. Somos niñas muy malas”, dijo Diana.

De modo que me puse de pie entre las dos, y les di un azote. Las dos gimieron. Azoté a Sonia, y un segundo después le di su nalgada a Diana. Luego le di dos seguidas a Diana, mientras acariciaba el culo de Sonia. Volví a azotar a mi novia. Y otra vez a Diana, y otra vez a Sonia.

“Ponte de pie”, le dije a mi hija, y ella lo hizo. La hice agacharse. “Bien. Las tres tenéis el culo igual de colorado. ¿Estáis satisfechas?”, pregunté.

“Mucho”, dijeron, sonriendo.

Luego empezamos con las orgías. Empecé a follarme a Diana sobre el sofá, mientras ella le comía el coño a Clara, y a mi lado Sonia gozaba con mis dedos en su rajita. Diana apenas conseguía gemir con la boca ocupada, pero estaba claro que sabía comer coños por los agudos gemidos que hacía Clara, y por supuesto yo sabía hacer disfrutar a Sonia con mis manos.

Intercambiamos posiciones, de modo que yo me quedé tumbado en el sofá mientras Clara se metía mi polla y lo disfrutaba haciendo twerking mientras yo le comía el coño a Sonia y ella a su vez se besaba con Diana. Desde mi posición podía verlas perfectamente en ese lascivo intercambio de saliva. Estiré las manos hacia arriba para tocar las tetas de mi novia nuevamente.

Finalmente llegó el momento de volver a follarme a Sonia, y mientras lo hacía, masturbaba al mismo tiempo a Diana y a Clara. Mis manos y mi polla se movían casi a la vez y conseguimos corrernos los tres juntos.

Optamos por hacer una pausa. Se acercaba la hora de comer. De modo que hicimos un pedido a domicilio y aguardamos, completamente desnudos y descansando en el sofá. Cuando el repartidor estuvo a punto de llegar, Diana se ofreció a ponerse el bikini para recibirle.

“Se le han salido los ojos cuando me ha visto”, dijo Diana, llevando la comida a la cocina.

“No me extraña. Tienes los pezones marcadísimos”, le respondí.

“Por tu culpa. Las tres estamos así”, me respondió Clara. Y era verdad, ella y Sonia también tenían los pezones muy duros.

“Bueno. Ahora vamos a comer. No debemos hacer guarradas con la comida”, dije.

Pero estaba claro que no me iban a dar mucha tregua. Habíamos pedido sushi. ¿Alguna vez un grupo de tres mujeres jóvenes y hermosas os han ofrecido el sushi en tetas? Disfruté mucho de las tres haciendo por llamar mi atención. Con todo, la comida me supo a gloria bendita. Después de aquello volvimos al comedor. Se estaba agradable. El aire estaba siempre en el punto justo de evitar el calor pero sin que nos tuviéramos que tapar.

“¿Vamos a seguir follando, u os apetece descansar?”, pregunté.

“Como tú ordenes. Ya te hemos dicho que tú mandas”, dijo Sonia. “Aunque… reconozco que me gustaría descansar un poco”.

“A mi también. Pero si papi quiere a sus nenas…”, comentó Clara, con falsa resignación.

“Podemos tomarnos un descanso, aún nos queda día para gozarlo”

“¿Me dejarías darte una mamada?”, me preguntó en ese momento Diana.

“¿Cómo?”

“Deja que te la chupe”, me pidió. “No es necesario que ellas participen. Me… me gustaría hacerlo a mi sola”.

“Yo… yo encantado, pero ¿por qué? ¿Así de pronto?”

“Amo a Clara. Lo sabe. Y lo sabes”, me dijo. Miré a mi hija, pero ella y Sonia ya habían ocupado su puesto en el sofá. “Pero a ella no se la puedo chupar y… desde que estoy con ella no me he comido una buena polla. A veces lo echo de menos.”

“Ya veo… Clara…”

“Eres libre, papá”, me recordó ella. “Hoy todo me parece bien”.

“A mi también”, dijo Sonia, acomodando la cabeza en las piernas de Clara. Pero no para dormir, sino porque desde ahí lo podía ver perfectamente.

“De acuerdo, Diana. En ese caso…”

No me dejó acabar. Me plantó un beso en la boca y me acarició todo el cuerpo. Luego empezó a bajar con su boca por mi cuello, pecho, tripa, y finalmente llegó a mi polla. Arrodillada, empezó a darme besitos por la base y empezó a subir y a subir. Alcanzó mi glande, y lo besó también antes de empezar a chuparlo. Muy suavemente, como si fuera un caramelo. Sentí sus manos acariciando toda la longitud de mi pene mientras se lo introducía poco a poco en la boca.

No se cuánto tiempo llevaría sin comerse una polla, pero no parecía haber perdido práctica. Se sentía de maravilla. Yo le acaricié la mejilla. Ella me miró con sus preciosos ojos mientras me seguía dando placer. Apartó sus manos, ocupándose de darme placer solo con su boquita. De reojo pude ver a Sonia tocándose su rajita y a Clara acariciándose una teta. Continué disfrutando de la experiencia con Diana.

“Diana… voy a correrme…”, le avisé.

“Bien”, dijo ella y continuó chupándomela.

Me corrí como un bendito en su boca. Desde su posición de rodillas, ella me sonrió. Se volvió a levantar, la ayudé tirando de su mano suavemente.

“¿Te ha gustado?”, me preguntó con una voz muy tierna que yo no solía escucharle

“Mucho”, le aseguré. Y le planté un beso en la boca. Sí, noté el sabor de mi semen, pero ya estaba acostumbrado. Sonia solía besarme después de cada mamada, y no se me ocurría jamás negarme a ello. Ella también probaba el sabor de sus jugos después de que yo la comiera el coño.

“Vamos, que nuestro público también lo ha disfrutado”, dijo, y volvimos al sofá.

“¿Te lo has pasado bien chupando la polla de papi?”, preguntó Clara a Diana cuando llegamos al sofá. No me podía creer la conversación que estábamos teniendo.

“Sí. Ha estado muy bien. ¿Tú no te animas?”, preguntó a Clara.

“Pues ahora que lo dices… ¿Sonia?”, preguntó.

“Voy después de ti”, dijo mi novia.

Yo estaba echado en el sofá y en ese momento mi hija apareció entre mis piernas. La vi relamerse el labio antes de atacar mi erección. Sentí sus pulgares masajeando la base de mi polla mientras me chupaba la punta. Mantenía los ojos cerrados, haciendo unos ruidos muy eróticos. Sentí sus dientes rozando mi piel, sin hacerme daño. Me acarició un poco más abajo, por los testículos. Me eché las manos a la nuca y lo disfruté. No se esperaba lo que iba a ocurrirle luego.

Cuando eyaculé, Sonia cumplió su palabra y vino a darme placer con la boca. Aunque primero nos dimos un beso y me hizo una paja para recuperar mi erección. Luego me la empezó a chupar. Yo le sonreí cuando ella me miró. Me estaba gustando mucho. Se aseguró de hacerme correr en su boquita. Luego trepó a mi cuerpo.

“Te amo”, me dijo. “Espero que lo estés pasando bien”

“Estoy encantado”, le dije. “Y ahora… vuestro castigo”

“¿Castigo?”, preguntó confusa.

“A ti, y a Clara. Por chupármela sin pedirme permiso”, dije con una sonrisa maliciosa. “Y a Diana, por instaros a hacerlo”.

“Uy… Pues tiene razón”, dijo Clara.

“Perdón”, dijo Diana.

“No serás muy severo, ¿verdad?”, preguntó Sonia.

“Ya veremos”, dije mientras me levantaba. “¡A cuatro patas! ¡Apoyadas en el respaldo!” les ordené.

Las tres obedecieron de inmediato. Se pusieron de rodillas en el sofá, expuestas para mi. Les hice separar las piernas, bien abiertas. Tenía una vista perfecta de sus coñitos y sus culos ofrecidos para mi. Pero primero el castigo. ¿Sería capaz? Las azoté a las tres de un solo movimiento. De derecha a izquierda. Azotando en este orden a Sonia, Clara y Diana. Otro azote a las tres. De izquierda a derecha. Tres gemidos de dolor y placer. Música celestial.

“¿Me vais a pedir permiso la próxima vez?”, pregunté.

“Sí”, respondieron las tres. ¡Plas, plas, plas! Azote.

“¿Os gusta cómo os estoy follando?”, pregunté.

“Sí”, respondieron, y otra vez les di sus azotes.

“Vais a seguir gozando conmigo, ¿verdad?”

“¡Si!”, respondieron. “¡Ay!”, protestaron. Las había azotado un poco más fuerte. Sus cachetes ya estaban rojos.

“Y ahora… ¿quién quiere que le folle el culo?”

“¡Yo!”, respondieron las tres.

Esta vez no las azoté. Puse las manos en el culo de Sonia, me chupé un dedo y empecé a abrir su agujerito para mi. Ella me hizo saber lo mucho que le gustaba, gimiendo en voz alta mientras dilataba su ano. No tardé mucho en poder metérsela. Despacio, eso sí. Nos lo estábamos pasando bien y no quería joderlo con un desgarro anal. Atraje sus caderas hacia mi para poder follarla con más ganas. Miré a Clara y Diana, que nos observaban embelesadas.

“Podéis moveros”, les dije. “Esto es lo que os espera”

Ambas nos rodearon, prestando especial atención al punto en que mi falo se escurría dentro del culo de Sonia. Necesité solo unas pocas acometidas más antes de correrme, dejando su ano manchado con mi semen. Lo acaricié un poco más con mi polla antes de dirigirme a por Clara.

“¿Cómo me pongo, papá?”, preguntó ella. Sonreí.

“Encima de mi”, le dije.

Antes de que se sentara, de espaldas a mi, le separé las nalgas para dilatar su culo y luego se sentó sobre mi erección. Empezó a subir y bajar lentamente. Podía sentir su coñito chorreando de placer. Le acaricié las tetas mientas seguía disfrutando de mi polla resbalando dentro y fuera de ella. Qué maravilla. Logré correrme dentro de ella, aunque se quedó sentaba en mi polla unos segundos más.

“Diana…” llamé.

“Estoy lista”, me dijo ella.

Vi como se tumbaba en el sofá, con las piernas alzadas. Y efectivamente, su ano estaba preparado. Se la metí de un movimiento suave. Me rodeó el cuello con los brazos mientras me la follaba. Nos besamos siguiendo mis movimientos de cadera. Ella se dejaba llevar y disfrutaba de mis embestidas. Cuando me corrí, sentí que llegaba a mi límite por primera vez en aquella tarde.

“Muy bien, chicas… Yo voy a necesitar recuperarme”, les dije. “Podemos echarnos un rato la siesta. La tarde acaba de empezar, de todas formas”

“De acuerdo. ¿Nos echamos contigo?”, preguntó Diana.

“Claro. Vamos a la habitación”

Fuimos los cuatro hasta allí. Yo me tumbé el primero, y las tres se acomodaron conmigo. Sonia y Clara se pusieron cada una a un lado, y Diana sobre mi. Mi hija activó además el aire acondicionado, de modo que el calor humano se contrarrestaba bastante bien con el fresquito del aparato.

“¿Podemos despertarte?”, preguntó Sonia. “No me gustaría que se nos fuera todo el día durmiendo pudiendo… hacer otras cosas”

“Claro que sí. Solo necesito un rato para descansar”, le dije.

Las tres me dieron un beso antes de echarnos a dormir. Solo un rato…

Dormí como una hora o así. Me despertaron tres mujeres deseando sexo. Me estaban dando besos y lametones por todo mi cuerpo, en el intento de despertarme. Yo me estiré despacio, dando a entender que me estaba desperezando. Me dejaron un momento, antes de tomar su posición de “ataque”: a gatas, en dirección hacia mi.

“¿Has dormido bien?”, preguntó mi hija.

“A las mil maravillas. Y estoy preparado para continuar”, dije. No era mentira. Aquella forma de despertar había conseguido empalmarme.

“¿Y en qué habías pensado?”, dijo Sonia.

Un par de minutos después, ella estaba gimiendo de placer por mi lengua en su coñito. Tenía las piernas separadas frente a mi, bajo las cuales estaba mi hija Clara, a quien me estaba follando a buen ritmo, y ella al mismo tiempo le comía el coño a Diana. Sentí la mano de mi novia en mi cabeza mientras gozaba con mi técnica de cunnilingus. Yo daba rienda suelta a mis caderas disfrutando del interior de Clara, hasta que me corrí dentro de ella.

Lo siguiente me sorprendió más. Sonia me ofreció su culo, y se la metí con cuidado. Pero de pronto ella se quedó encima de mi, con las piernas separadas. Mi hija Clara, en ese momento, aprovechó para empezar a lamerle el coño. Creo que era la primera vez que mi novia recibía oral de otra mujer. Y por supuesto, Diana empezó a devorar el chocho de Clara. Estrujé las tetas de Sonia mientras gozaba de mi polla en su culo y de la lengua de mi hija en su coño.

“Joder, Clara… Eso no me lo esperaba”, suspiró Sonia cuando nos corrimos.

“Perdona… Llevamos años siendo amigas y con el calentón, yo…”

“No, no te disculpes… Ha estado bien”, dijo, muerta de vergüenza.

“Diana… ¿por qué no traes eso que os compré el otro día?”, dije.

La chica salió corriendo al dormitorio. Sonia no sabía lo que era. Pero Clara sí. Diana apareció por fin, con algo en sus manos. Era un arnés con dildo en los dos extremos. Me lo tendió.

“¿Qué vas a hacer con eso, papá? ¿Vas a follarnos de dos en dos?”, preguntó Clara.

“No”, dije. Y se lo tendí a Sonia. “Quiero que folles con Clara con esto”

“Hostias… ¿Estás seguro, amor?”, preguntó mi novia.

“Si. Quiero veros”, les dije. “Y Diana… tendrás que conformarte conmigo”.

“Yo encantada”, dijo ella. “¿Os animáis?”

No tuve dudas de que estaba deseando tanto como yo verlo. Atraje a Sonia hacia mi primero. Nos besamos, y le ayudé a ponerse el arnés. Con cuidado, deslicé el dildo dentro de su coñito. Luego, le até la cinta a la cintura. Y apuntó a Clara con el otro extremo del dildo. Mi hija se tumbó en la cama, y Diana se echó a su lado. Se dieron de la mano, y juntaron sus labios. Yo me puse al lado de mi novia.

“Haz como yo”, le dije.

Junté la cabeza de mi polla con el coñito de Diana, y ella imitió mi movimiento con el coño de Clara. Levanté suavemente las caderas de Diana, y en un solo movimiento se la metí. Observé que Sonia se la metió a Clara más despacio, pero también de un movimiento. Normal, mi hija estaba muy húmeda en ese momento. Sonia y yo nos las follamos durante un buen rato. Al principio, mi novia no estaba muy convencida, hasta que al cabo de un rato ella y Clara gemían al mismo tiempo, disfrutando de la acción de los dildos en sus coñitos, mientras yo me corría dentro de Diana.

“Pues ha sido un día intenso”, les dije mientras estábamos cenando. Nada muy elaborado, solo unos sándwiches fríos. Habíamos follado otras dos veces más y ya era hora de recuperar energías.

“Mientras te haya gustado, me doy por satisfecha”, dijo Sonia.

“Bueno, y a vosotras también. ¿Lo habéis disfrutado?”, pregunté. Todas asintieron. “¿De verdad? Sed sinceras”

“Claro que lo hemos disfrutado”, dijo Clara.

“Y eso nos lleva a otra conversación delicada”, añadió Diana.

“No me acojonéis…”

“No, cielo, tranquilo”, dijo Sonia. “Cuando planeamos esto pensamos en qué podríamos hacer en caso de que… nos gustase demasiado. Ya sabes, hace dos años tuvimos que dejarlo porque era una locura, pero… Creo que después de lo de hoy las cosas han cambiado”.

“¿Cambiado? Pero si hemos follado como conejos”

“Deja que termine. Yo ahora me siento con más confianza. Vivir contigo es un sueño. Clara es parte de mi vida desde hace años, es mi mejor amiga. Y Diana… eres un sol, ya lo sabes, y me alegro de que hagas feliz a Clara”, dijo Sonia. “Hoy me lo he pasado muy bien. Y me he sentido cómoda con lo que hemos hecho”.

“Bueno. El año que viene podemos repetir por mi cumpleaños”, bromeé.

“Falta demasiado para eso”, dijo Diana.

“Sonia, ¿se lo puedo decir?”, preguntó mi hija. Mi novia asintió. “Queríamos poder repetir… con más frecuencia. Siempre que a todos los que estamos aquí y ahora nos parezca bien”.

Observé que las tres me miraban, esperando respuesta a la oferta. Suspiré, y tuve que pensar muy bien mi respuesta.

“Vale. Somos personas adultas que lo hemos disfrutado. Tú”, dije mirando a Clara, “ante todo eres mi hija. Nos lo podemos pasar bien en este juego siempre que sea eso. Un juego. Y Sonia…”, me volví hacia ella, “quiero saber que de verdad estás de acuerdo con esto. Te hice daño una vez, y no quiero que se vuelva a repetir”.

“Si en algún momento ocurre, te lo haré saber”, prometió.

“De acuerdo. Entonces solo tengo dos condiciones. La primera, aunque me lo he pasado de maravilla con el juego este del Amo, si volvemos a follar no habrá una jerarquía”, les dije. Las tres asintieron. “Y la segunda… Sonia, yo te amo. Así que dejo en tus manos nuestra decisión de hacerlo de nuevo. Si quieres que sea una vez por semana, o al mes, o al año, o cada diez años… Yo lo acepto.”

“Me parece bien”, sonrió ella. “Chicas. ¿Aceptáis?”

“Claro que aceptamos”

Sonreí.

Lo cierto es que ya estaba fuera bastante oscuro, de modo que pensamos que lo mejor era dar por concluida la fiesta. Y más cuando al día siguiente teníamos comida familiar. De modo que nos despedimos hasta el día siguiente.

“¿Te importa si no hacemos el amor esta noche?”, me preguntó Sonia. “Es decir, lo haría encantada, pero hoy estoy baldada…”

“Tranquila, amor. Yo también estoy cansado. Mierda, el agua.”

“Creo que te dejaste la botella en la cocina”, me dijo. “Te espero”

Yo fui a la cocina. Quizá debería haberme vuelto a poner el calzoncillo, pero bueno. Qué importaba. Llené mi botella, y cuando me di la vuelta, me llevé una sorpresa. Mi hija Clara estaba allí, desnuda.

“¿Aún no duermes?”

“En seguida”

Se acercó a mi. Y aunque me imaginé lo que iba a hacer, no la detuve. Nos besamos lentamente. Sabía que estaba mal acariciar su cuerpo descubierto, y que ella empezase a tocar mi erección, pero no importaba mucho en aquel momento.

“Se supone que ha terminado la fiesta”, le recordé.

“Dijimos que éramos tuyas hasta que estuviéramos dormidas. Y yo estoy despierta”, respondió con una sonrisa.

“Clara… ya tuvimos un problema cuando te obsesionaste conmigo…”

“No lo entiendes, papá. Yo estoy enamorada de Diana. Pero tú… eres el hombre de mi vida. Ella lo sabe, y lo acepta. Y también se lo expliqué a Sonia antes de organizar tu fiesta”

“Clara…”

“Soy feliz mientras sigas en mi vida. Que aceptes la idea de poder abrirnos a tener sexo, me hace más feliz. Me gustas mucho”

Empezó a besar mi cuello, y bajó por mi cuerpo. Se metió mi erección directamente a la boca, y me la chupó despacio, recreándose en los movimientos de su lengua y sus labios contra mi polla. Yo le dejé hacer por varios minutos.

“Hija, espera…”

“No… No, quiero que te corras”, me dijo ella.

“Por eso. No me quiero correr. No en tu boca”

Se puso en pie y se dio la vuelta para mi. Se la metí suavemente en su chochito. Sabía que Sonia me esperaba en la cama, pero aún así me lo tomé con calma. Me corrí por última vez aquella noche dentro de Clara.

“Te quiero, papá. Buenas noches”, me dijo, y me dio un beso antes de irse.

Yo regresé al dormitorio, donde Sonia estaba ya con los ojos cerrados.

“¿Todo bien con Clara?”, me preguntó, como si supiera exactamente lo que había ocurrido.

“Todo bien”

“Me alegro”, dijo, y pasó un brazo por encima de mi. “Buenas noches, mi amor”.

FINAL


MIS OTROS RELATOS

Mi hermana Leire (continuando)
Tarde prohibida con la hermanita  || (Otra) tarde prohibida con la hermanita || Mi madre salió el fin de semana... || Playita con la hermana || Después de un susto nocturno || Cómo desestresarnos en la pandemia

Vacaciones con mis primos (terminado)
Capitulo 1 || Capitulo 2 || Capitulo 3 ||  Capitulo 4 || Capitulo 5 || Capitulo 6 || Capítulo 7 || Capítulo 8 || Capítulo 9 || Capítulo 10 || Capítulo 11 || Capítulo 12 || Capítulo 13 || Capítulo 14 || Capítulo 15 || Capítulo 16 || Capítulo 17 || Capítulo 18 || Decimonoveno cumpleaños con mis primas

Sara, novia trans ](finalizado)
Autoexperimentando || Fantasía: cambio de rol con mi novia || Recibí ayuda de mi amiga especial || Trío con pareja amiga || Masaje con final más que feliz || A las órdenes de mi amiga trans || Polvo con mi ex… y mi novia || Vestido para mi novia (trans) || Adicto a la polla trans || Cuarteto bixsexual (o parecido) || Fin de semana con amigos (I) || Fin de semana con amigos (II) || Ayudando a una amiga || No me lo esperaba, pero lo gocé

Confesiones de mis amigos(terminado)
Confesiones de ella || Confesiones de él || Noche desmadrada || Todo confesado

Dos nuevas vecinas (terminado)
Parte 1 || Parte 2 || Parte 3 || Parte 4 || Parte 5 || Parte 6

Colección de relatos cortos
La chica del tren || Por un error || Me pidieron un favor || Fantasía de ella, fantasía de los dos || Dos generaciones || Vacaciones en el hotel || Tres no son multitud, cuatro es placer || La chica de prácticas || La camarera de debajo de mi casa || La invitada || Amiga casada

1 comentarios - Fiesta de cumpleaños

eltoy77 +1
👍👍🏽👍🏽👍🏽👍🏽👍🏽👍🏽👍🏽👍🏽👍🏽
PepeluRui
🙃🙃🙃