Esa mañana de Sábado, amanecí con la sonrisa de Pauli, y la bandeja del desayuno en sus manos. Estaba espléndida y parecía por demás ansiosa. Tomamos el desayuno y sentía como ella bailaba en la cama.
-¿ Todo bien, terremoto? - Le pregunté, mientras señalaba la cama.
- Si, perdón. Estoy contenta.- Me respondió untando una tostada.
- ¿Por?-
- Porque hoy es sábado, pasamos una linda noche y ahora vamos a hacer las compras.- Tomó un mate, muy rápidamente, sin mirarme.
<<¿Se habrá tomado en serio lo que le dije? >> Me pregunté a mí mismo, mientras tomaba un mate.
- Tenemos mucho que comprar. - Agregó, de la nada. Quizás, esperando una respuesta, un gesto mío. Jamás llegó.
Estaba ocurriendo algo tácito dónde yo no estaba seguro si prefería continuar o no. Nos despertamos, creo que ella me besó. Nos cambiamos y al salir la ví con el mismo vestido de la noche anterior pero con zapatillas, sin tacos, mucho más cómoda. Intuía que el juego estaba dejando de ser una alegoría o por lo menos, profundizaba en la realidad.
Caminamos durante una hora y media. El rostro de Pauli, ya no era el mismo.
- Parece que no hay tantas ofertas.- Le dije irónico.
- ¿Qué? - Se sorprendió, mientras miraba no sé qué.
- Digo, como llevo dos bolsas nomás. - Levanté mis manos, con una sonrisa.
- Ah, si. Igual, ahora vamos a comprar acá a la vuelta y después las bebidas para la noche.- Balbuceó y empezó el recorrido.
- ¿Qué hay a la noche?- Le pregunté, sorprendido, mientras caminaba detrás de ella, observando sus piernas que me estaban volviendo loco desde ayer.
Pauli me miró, Resopló y aceleró el paso. La seguí, apresurado repasando fechas que podían ser importantes y ninguna coincidía. Se frenó, enojada, frente a dónde debíamos entrar.
- No puede ser, Juan. Hoy es el cumpleaños de la mamá de Maca. -
- Ah, ¿Y?-
- Vamos todos los años.- Sentenció, casi sin mirarme.
- No... No me acordaba. - Balbuceé.
- Si, claro.- Miró la vidriera y entró. - Dale, entremos.- Me dijo.
- Mejor te espero acá. - Sonreí y Pauli ingresó ofuscada.
<<¿ Ella sospechaba algo? ¿Macarena fue débil y le dijo? ¿Nos vieron?¿Y como haríamos hoy para mantener todo normal? ¿Y esa risa? ¿ De qué se ríe Pauli? >> Miré hacia el interior y el corazón se aceleró, la respiración se descontrolaba lentamente. Otra vez, las puntadas en el estómago que no controlaba, que no entendía. Era Lucio. No dudé y me adentré.
- ¿Todo bien?- Le pregunté, interponiéndome en la charla como si no estuviese ocurriendo, como si fuese un engreído, un egoísta que no registra nada más que nosotros dos.
- Si, amor.- Me sonrió y me hizo un gesto con los ojos para que me dé vuelta.
- hola. Soy Lucio.- Me extendió la mano con una sonrisa.
Le devolví el saludo de la misma forma. Sin decir mi nombre, total todo parecía asumir que nos conocíamos sin conocernos.
- ¿Ya está, amor?- Me dirigí a Pauli, agarrando dos bolsas más.
- Si, si, vida. Pago y estamos.-
Pauli se acercó a la caja y me quedé al lado del viejo. No lo miraba, no podía, no sabía ni porqué.
- Así que usted es el famoso afortunado.- Me dijo él, sin mirarme.
Sólo Atiné a sonreír y asentir con la cabeza. Pauli se acercó.
-¿Vamos?- Me tocó el brazo, con una sonrisa diferente, mucho más que a la mañana.
Nos despedimos muy cordiales y comenzamos a salir del comercio.
- Para...- Dijo ella, volviéndose a sus pasos.
- Lucio, tiene muchas bolsas, ¿No quiere que lo ayudemos?- Le preguntó, al instante que mí corazón se aceleraba.
- No, nena. Tranquila, vayan ustedes. Su futuro esposo estará cansado de la semana y yo lento y parejo, llego.- Contestó, victimizándose cuál viejo necesitando cariño.
- hoy somos dos, no hay problema. - Me sonrió ella, ante mi silencio.
¿Y qué iba a decir? ¿O ponerme? ¡No pude! ¿O no quise? ¡No sé! Pero instantes después ya tenía nuestras bolsas, las del viejo y algunas más de una señora que todavía no había pagado.
Comenzamos a caminar hacía el departamento del viejo. Lo seguíamos más atrás, lentos por su caminar.
- ¿Qué estamos haciendo?- Le susurré a Pauli, con un poco de cordura.
- Ayudando, amor. Nada más que eso.- Me sonrió.
Recorrimos un tramo más y ya nos encontrábamos, efectivamente, en el mismo edificio donde el otro día habíamos jugado. Lucio abrió la puerta de entrada. Caballerosamente, dejó pasar a Pauli.
- Te espero.- Le dije a ella.
- Adelante hombre. Usted tiene todas las bolas.- Me respondió Lucio, haciendo un ademán con su mano para que entre.
Pauli sonrió y emprendió el camino que ya conocía.
- A mí me ayuda mucho.- Me susurró el viejo, quizás, buscando justificar que no estaba tan mal.
No dije nada. Él se adelantó un poco.
- ¿Porqué no vamos por los ascensores?- Miré al lado de las escaleras.
- están rotos. usted sabe cómo son los consorcios.-
- Si, son tremendos Lucio. A nosotros no pasa igual.- Contestó ella, casi subiendo.
<<Nuestro consorcio es perfecto. Con lo que pagamos de expensas.>> Pensé un instante, sabiendo que mentían o quizás no.
Pauli empezó a subir. Lucio, varios escalones por detrás.
- Guarda amor que es empinada.- Me dijo.
- Vaya con cuidado.- Replicó él. Manteniendo distancia.
Levanté la vista y entendía todo. Me tapaba el cuerpo y la cabeza de Lucio, pero podía observar el vaivén del vestido de mi futura esposa, ¿Realmente la estaba emputeciendo o se justificaba? No me importaba, sólo quería que eso pasase porque o explotaba mi pija en el pantalón o mi corazón acelerado.
- Ya llegamos. - exclamó Pauli, dejándonos atrás en el descanso de la escalera. Entre el primer y segundo piso.
- A mi me cuesta bastante. Los setenta y largos, no vienen solos, ¡Ja!- Me dijo, sacando la llave de su bolsillo.
Estaba mudo. Mientras él abría, la veía a Pauli distinta, ya no era sólo felicidad, era algo más. Algo que no compartía conmigo o si y yo no me daba cuenta.
-¿Qué hacés?- Le susurré un poco asustado a ella.
-Nada, amor. Estamos ayudando. Sólo eso.- Me sonrió y me dió paso, mientras Lucio nos abría la puerta, indicándome dónde estaba la cocina.
Me adelanté y me dirigí hasta allí. Estaba dejando las bolsas sobre la mesada y por un instante recordé la noche anterior, la emoción del vino, su voz y pude sentir una mirada por detrás. En ese instante, las dejé en el suelo. Me alejé. Lucio se había sentado en una silla, a un metro. No mucho más que eso. Vi la cara de Pauli. Estaba colorada y no de la vergüenza.
-¿El baño? - pregunté, un poco nervioso.
- En la puerta de allá.- Me marcó la puerta justo enfrente a la cocina.
- ¡Uh, amor! Dejaste las bolsas en el piso.- Me dijo ella y cerré los ojos.
Estaba ocurriendo lo que me contaba, estaba siendo real y ¿Desde cuándo era tan real? Ingresé lento al baño. Dejé la puerta como estaba. Mi corazón se aceleraba, al igual que mi cabeza que latía. Estaba por estallar. Salí despacio. Apenas asomándome. La ví. Me temblaban las manos. Pauli estaba agachada, con las piernas apenas abiertas. Se le podía ver desde donde estaba, que llevaba un hilo dental blanco, bien adentro del culo, mojada, muy mojada. Lucio le indicaba qué tenía que ir poniendo arriba, ¿Se dará cuenta? ¿Creerá que ella es una puta? ¿Una buscona? ¿Que yo soy flor de cornudo? ¿Será un juego entre ellos y yo soy el secundario acá? No podía parar de pensar. En ese momento, con la respiración acelerada, volví y tiré la cadena.
-Bueno, esperen acá...- Dijo Lucio, justo cuando yo estaba por ingresar. Me había escuchado. Si, claramente el lo disfrutaba.
Pauli me miraba, incorporándose y abriéndome un poco más las piernas. Estaba sacada, excitadísima, como nunca la vi en ese estado.
-¡¿Qué hacés?!- La increpe, acercándome a ella, modulando las palabras. -¿Qué es todo esto?- Los celos por primera vez me empezaban a carcomer.
- Estamos jugando, amor...- Me dijo al oído, seguido de un beso en el cuello.
- ¿Te lo cogiste?- Le pregunté bastante enojado.
- ¿Es de celos o de morbo?- Sonrió, cuando escuchamos a Lucio volver.
Me quedé descolocado. Me había quedado descolocado. Estaba pasado de calentura, pero no entendía absolutamente nada. el viejo nos dió unos chocolates y nos contó de que su familia estaba todo en el norte. A decir verdad, no escuché absolutamente nada. Unos pocos minutos después, calculo que por mi cantidad interminables de monosílabos, Lucio nos acompañó hacia la puerta.
- Abra, nomás mijo.- Me ordenó, a lo que obedecí.
Detrás mío, salió Pauli. Me giré y todo sucedió tan rápido pero en mi mente, pude observarlo con claridad. Ella saludo y al girar hacía mí, el intentó saludarme. Lo vi, justo. Justo en ese momento donde su mano comenzó a levantarse, pasó por el culo de mi futura esposa, ¿Lo acarició? ¿Ocurrió antes? Siguió su recorrido, como si nada y me sonrió, cómo quien despide un pariente desde lejos. También la vi a ella, que abrió los ojos y sonrió.
Lucio cerró la puerta y ella se me lanzó a besarme.
-Me tocó la cola, amor. Me tocó...- Suspiraba, excitada.
- ¿Cuántas veces pasó esto?-
- Es la primera vez que me toca.- Me besó con pasión y me agarró de la mano. - Vení.- Me arrastró hacia el descanso cercano a la casa del viejo.
Comenzó a besarme desaforada, entre el silencio de esos edificios viejos de la capital.
- No aguanto más, mira...- Tomó mi mano, la llevó por debajo del vestido y me hizo tocarle la concha. Estaba que ardía.
- ¿Así te pone el viejo este?-
- La situación...- Susurró, mientras empezaba a tocarla.
- ¿Tan puta estás que te gusta que el viejo vea como el hilo se te mete bien adentro de la concha? -
- ¿Me habrá visto mojadita?-
Me dijo eso y la miré. No sabía si con bronca o con lujuria pero mí pija estaba explotando.
- Estás muy puta vos...- La tomé de los brazos y la di vuelta. Me bajé el cierre del pantalón y le levanté el vestido.
- ay... Nos puede ver...- Dijo. Dijo nos puede ver, no que cualquiera nos podía ver.
- Te morís de ganas de que el viejo salga y te vea, ¿No, puta?-
No respondió. Empecé a cogerla rápido, ella me miraba.
- No, putita. - La agarré con fuerza del pelo, ella gimió. -Ahora, mirá hacía adelante a ver si él sale. -
Sus gemidos eran suaves pero agitados, yo no podía más.
- ¿Te lo cogiste puta? Respóndeme - Le dije con bronca al oído.
- ¡Agh! ¡dame más fuerte!- Balbuceaba.
- Contéstame...-
Ella se giró, sonriendo y entre gemidos.
- Ya sabes la respuesta...- Me dijo y exploté adentro.
Hacía tiempo que no acaba de esa forma con ella. No sabía porqué o mejor dicho, si sabía pero no quería asumirlo.
Ella se bajó el vestido y empezó a bajar. La tomé del brazo, giró y le ordené que me la chupe. Necesitaba verla más sometida.
- ¿Sabes que él sabe que lo haces apropósito ? - Ella afirmó con su cabeza, mientras me limpiaba con su lengua la pija.
- ¿ Cómo sigue todo esto?- Le pregunté.
Ella se paró y me besó.
- Es un juego. Como hasta ahora, divirtiéndonos. - Me agarró la mano y bajamos.
Volvimos al departamento, todo transcurrió como si no hubiese sucedido nada. Yo sabía que sí pero no había tiempo para discutir. A la noche llegaría el momento de enfrentarme a Maca con Pauli. Y realmente, tal vez sólo quería disfrutar el momento.
-¿ Todo bien, terremoto? - Le pregunté, mientras señalaba la cama.
- Si, perdón. Estoy contenta.- Me respondió untando una tostada.
- ¿Por?-
- Porque hoy es sábado, pasamos una linda noche y ahora vamos a hacer las compras.- Tomó un mate, muy rápidamente, sin mirarme.
<<¿Se habrá tomado en serio lo que le dije? >> Me pregunté a mí mismo, mientras tomaba un mate.
- Tenemos mucho que comprar. - Agregó, de la nada. Quizás, esperando una respuesta, un gesto mío. Jamás llegó.
Estaba ocurriendo algo tácito dónde yo no estaba seguro si prefería continuar o no. Nos despertamos, creo que ella me besó. Nos cambiamos y al salir la ví con el mismo vestido de la noche anterior pero con zapatillas, sin tacos, mucho más cómoda. Intuía que el juego estaba dejando de ser una alegoría o por lo menos, profundizaba en la realidad.
Caminamos durante una hora y media. El rostro de Pauli, ya no era el mismo.
- Parece que no hay tantas ofertas.- Le dije irónico.
- ¿Qué? - Se sorprendió, mientras miraba no sé qué.
- Digo, como llevo dos bolsas nomás. - Levanté mis manos, con una sonrisa.
- Ah, si. Igual, ahora vamos a comprar acá a la vuelta y después las bebidas para la noche.- Balbuceó y empezó el recorrido.
- ¿Qué hay a la noche?- Le pregunté, sorprendido, mientras caminaba detrás de ella, observando sus piernas que me estaban volviendo loco desde ayer.
Pauli me miró, Resopló y aceleró el paso. La seguí, apresurado repasando fechas que podían ser importantes y ninguna coincidía. Se frenó, enojada, frente a dónde debíamos entrar.
- No puede ser, Juan. Hoy es el cumpleaños de la mamá de Maca. -
- Ah, ¿Y?-
- Vamos todos los años.- Sentenció, casi sin mirarme.
- No... No me acordaba. - Balbuceé.
- Si, claro.- Miró la vidriera y entró. - Dale, entremos.- Me dijo.
- Mejor te espero acá. - Sonreí y Pauli ingresó ofuscada.
<<¿ Ella sospechaba algo? ¿Macarena fue débil y le dijo? ¿Nos vieron?¿Y como haríamos hoy para mantener todo normal? ¿Y esa risa? ¿ De qué se ríe Pauli? >> Miré hacia el interior y el corazón se aceleró, la respiración se descontrolaba lentamente. Otra vez, las puntadas en el estómago que no controlaba, que no entendía. Era Lucio. No dudé y me adentré.
- ¿Todo bien?- Le pregunté, interponiéndome en la charla como si no estuviese ocurriendo, como si fuese un engreído, un egoísta que no registra nada más que nosotros dos.
- Si, amor.- Me sonrió y me hizo un gesto con los ojos para que me dé vuelta.
- hola. Soy Lucio.- Me extendió la mano con una sonrisa.
Le devolví el saludo de la misma forma. Sin decir mi nombre, total todo parecía asumir que nos conocíamos sin conocernos.
- ¿Ya está, amor?- Me dirigí a Pauli, agarrando dos bolsas más.
- Si, si, vida. Pago y estamos.-
Pauli se acercó a la caja y me quedé al lado del viejo. No lo miraba, no podía, no sabía ni porqué.
- Así que usted es el famoso afortunado.- Me dijo él, sin mirarme.
Sólo Atiné a sonreír y asentir con la cabeza. Pauli se acercó.
-¿Vamos?- Me tocó el brazo, con una sonrisa diferente, mucho más que a la mañana.
Nos despedimos muy cordiales y comenzamos a salir del comercio.
- Para...- Dijo ella, volviéndose a sus pasos.
- Lucio, tiene muchas bolsas, ¿No quiere que lo ayudemos?- Le preguntó, al instante que mí corazón se aceleraba.
- No, nena. Tranquila, vayan ustedes. Su futuro esposo estará cansado de la semana y yo lento y parejo, llego.- Contestó, victimizándose cuál viejo necesitando cariño.
- hoy somos dos, no hay problema. - Me sonrió ella, ante mi silencio.
¿Y qué iba a decir? ¿O ponerme? ¡No pude! ¿O no quise? ¡No sé! Pero instantes después ya tenía nuestras bolsas, las del viejo y algunas más de una señora que todavía no había pagado.
Comenzamos a caminar hacía el departamento del viejo. Lo seguíamos más atrás, lentos por su caminar.
- ¿Qué estamos haciendo?- Le susurré a Pauli, con un poco de cordura.
- Ayudando, amor. Nada más que eso.- Me sonrió.
Recorrimos un tramo más y ya nos encontrábamos, efectivamente, en el mismo edificio donde el otro día habíamos jugado. Lucio abrió la puerta de entrada. Caballerosamente, dejó pasar a Pauli.
- Te espero.- Le dije a ella.
- Adelante hombre. Usted tiene todas las bolas.- Me respondió Lucio, haciendo un ademán con su mano para que entre.
Pauli sonrió y emprendió el camino que ya conocía.
- A mí me ayuda mucho.- Me susurró el viejo, quizás, buscando justificar que no estaba tan mal.
No dije nada. Él se adelantó un poco.
- ¿Porqué no vamos por los ascensores?- Miré al lado de las escaleras.
- están rotos. usted sabe cómo son los consorcios.-
- Si, son tremendos Lucio. A nosotros no pasa igual.- Contestó ella, casi subiendo.
<<Nuestro consorcio es perfecto. Con lo que pagamos de expensas.>> Pensé un instante, sabiendo que mentían o quizás no.
Pauli empezó a subir. Lucio, varios escalones por detrás.
- Guarda amor que es empinada.- Me dijo.
- Vaya con cuidado.- Replicó él. Manteniendo distancia.
Levanté la vista y entendía todo. Me tapaba el cuerpo y la cabeza de Lucio, pero podía observar el vaivén del vestido de mi futura esposa, ¿Realmente la estaba emputeciendo o se justificaba? No me importaba, sólo quería que eso pasase porque o explotaba mi pija en el pantalón o mi corazón acelerado.
- Ya llegamos. - exclamó Pauli, dejándonos atrás en el descanso de la escalera. Entre el primer y segundo piso.
- A mi me cuesta bastante. Los setenta y largos, no vienen solos, ¡Ja!- Me dijo, sacando la llave de su bolsillo.
Estaba mudo. Mientras él abría, la veía a Pauli distinta, ya no era sólo felicidad, era algo más. Algo que no compartía conmigo o si y yo no me daba cuenta.
-¿Qué hacés?- Le susurré un poco asustado a ella.
-Nada, amor. Estamos ayudando. Sólo eso.- Me sonrió y me dió paso, mientras Lucio nos abría la puerta, indicándome dónde estaba la cocina.
Me adelanté y me dirigí hasta allí. Estaba dejando las bolsas sobre la mesada y por un instante recordé la noche anterior, la emoción del vino, su voz y pude sentir una mirada por detrás. En ese instante, las dejé en el suelo. Me alejé. Lucio se había sentado en una silla, a un metro. No mucho más que eso. Vi la cara de Pauli. Estaba colorada y no de la vergüenza.
-¿El baño? - pregunté, un poco nervioso.
- En la puerta de allá.- Me marcó la puerta justo enfrente a la cocina.
- ¡Uh, amor! Dejaste las bolsas en el piso.- Me dijo ella y cerré los ojos.
Estaba ocurriendo lo que me contaba, estaba siendo real y ¿Desde cuándo era tan real? Ingresé lento al baño. Dejé la puerta como estaba. Mi corazón se aceleraba, al igual que mi cabeza que latía. Estaba por estallar. Salí despacio. Apenas asomándome. La ví. Me temblaban las manos. Pauli estaba agachada, con las piernas apenas abiertas. Se le podía ver desde donde estaba, que llevaba un hilo dental blanco, bien adentro del culo, mojada, muy mojada. Lucio le indicaba qué tenía que ir poniendo arriba, ¿Se dará cuenta? ¿Creerá que ella es una puta? ¿Una buscona? ¿Que yo soy flor de cornudo? ¿Será un juego entre ellos y yo soy el secundario acá? No podía parar de pensar. En ese momento, con la respiración acelerada, volví y tiré la cadena.
-Bueno, esperen acá...- Dijo Lucio, justo cuando yo estaba por ingresar. Me había escuchado. Si, claramente el lo disfrutaba.
Pauli me miraba, incorporándose y abriéndome un poco más las piernas. Estaba sacada, excitadísima, como nunca la vi en ese estado.
-¡¿Qué hacés?!- La increpe, acercándome a ella, modulando las palabras. -¿Qué es todo esto?- Los celos por primera vez me empezaban a carcomer.
- Estamos jugando, amor...- Me dijo al oído, seguido de un beso en el cuello.
- ¿Te lo cogiste?- Le pregunté bastante enojado.
- ¿Es de celos o de morbo?- Sonrió, cuando escuchamos a Lucio volver.
Me quedé descolocado. Me había quedado descolocado. Estaba pasado de calentura, pero no entendía absolutamente nada. el viejo nos dió unos chocolates y nos contó de que su familia estaba todo en el norte. A decir verdad, no escuché absolutamente nada. Unos pocos minutos después, calculo que por mi cantidad interminables de monosílabos, Lucio nos acompañó hacia la puerta.
- Abra, nomás mijo.- Me ordenó, a lo que obedecí.
Detrás mío, salió Pauli. Me giré y todo sucedió tan rápido pero en mi mente, pude observarlo con claridad. Ella saludo y al girar hacía mí, el intentó saludarme. Lo vi, justo. Justo en ese momento donde su mano comenzó a levantarse, pasó por el culo de mi futura esposa, ¿Lo acarició? ¿Ocurrió antes? Siguió su recorrido, como si nada y me sonrió, cómo quien despide un pariente desde lejos. También la vi a ella, que abrió los ojos y sonrió.
Lucio cerró la puerta y ella se me lanzó a besarme.
-Me tocó la cola, amor. Me tocó...- Suspiraba, excitada.
- ¿Cuántas veces pasó esto?-
- Es la primera vez que me toca.- Me besó con pasión y me agarró de la mano. - Vení.- Me arrastró hacia el descanso cercano a la casa del viejo.
Comenzó a besarme desaforada, entre el silencio de esos edificios viejos de la capital.
- No aguanto más, mira...- Tomó mi mano, la llevó por debajo del vestido y me hizo tocarle la concha. Estaba que ardía.
- ¿Así te pone el viejo este?-
- La situación...- Susurró, mientras empezaba a tocarla.
- ¿Tan puta estás que te gusta que el viejo vea como el hilo se te mete bien adentro de la concha? -
- ¿Me habrá visto mojadita?-
Me dijo eso y la miré. No sabía si con bronca o con lujuria pero mí pija estaba explotando.
- Estás muy puta vos...- La tomé de los brazos y la di vuelta. Me bajé el cierre del pantalón y le levanté el vestido.
- ay... Nos puede ver...- Dijo. Dijo nos puede ver, no que cualquiera nos podía ver.
- Te morís de ganas de que el viejo salga y te vea, ¿No, puta?-
No respondió. Empecé a cogerla rápido, ella me miraba.
- No, putita. - La agarré con fuerza del pelo, ella gimió. -Ahora, mirá hacía adelante a ver si él sale. -
Sus gemidos eran suaves pero agitados, yo no podía más.
- ¿Te lo cogiste puta? Respóndeme - Le dije con bronca al oído.
- ¡Agh! ¡dame más fuerte!- Balbuceaba.
- Contéstame...-
Ella se giró, sonriendo y entre gemidos.
- Ya sabes la respuesta...- Me dijo y exploté adentro.
Hacía tiempo que no acaba de esa forma con ella. No sabía porqué o mejor dicho, si sabía pero no quería asumirlo.
Ella se bajó el vestido y empezó a bajar. La tomé del brazo, giró y le ordené que me la chupe. Necesitaba verla más sometida.
- ¿Sabes que él sabe que lo haces apropósito ? - Ella afirmó con su cabeza, mientras me limpiaba con su lengua la pija.
- ¿ Cómo sigue todo esto?- Le pregunté.
Ella se paró y me besó.
- Es un juego. Como hasta ahora, divirtiéndonos. - Me agarró la mano y bajamos.
Volvimos al departamento, todo transcurrió como si no hubiese sucedido nada. Yo sabía que sí pero no había tiempo para discutir. A la noche llegaría el momento de enfrentarme a Maca con Pauli. Y realmente, tal vez sólo quería disfrutar el momento.
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