Me prometiste que me esperaba algo especial, pero no me imaginé eso ni a palos. Creí que se te había ocurrido vestir la cama con pétalos de rosas, iluminar la habitación con velas, qué se yo, esas cosas que según dicen le gustan a la mayoría de las mujeres… Hacía tiempo que te venía pidiendo algo nuevo, algo distinto, pero la rutina y el cansancio te venían jugando una mala pasada. Yo ya estaba necesitando alguna novedad, y tu calma me desesperaba.
Cuando me vendaste los ojos recuerdo haber pensado algo tipo: “Qué tierno, se hace el romántico cuando lo que yo quiero es que me rompa toda garchando…”, y muy a mi pesar me sonreí, esperando mostrarme satisfecha con tu esfuerzo.
Me dejé llevar por vos, y no opuse resistencia cuando me sentaste. Encendiste una música suave, tipo bossa nova, de esa que me molesta tanto, y para peor, el volumen estaba fuerte. Intentando mantener la sonrisa para no desanimarte, con mi mente divagando sobre tu próximo movimiento, un sonido metálico apenas audible se escuchó sobre la música. Me llamó la atención de inmediato, pero al darte cuenta volviste a subir el volumen. Me dejaste sentada un buen rato, ya me estaba aburriendo.
Y lo próximo que sentí fue tu pija en la cara. Medio que me reí y abrí la boca, pero cuando me la quise meter me la sacaste. Me dejaste con la boca abierta y totalmente confundida, y no me vi venir el pijaso. Sí, porque no existe otra palabra para lo que hiciste. Me diste un pijaso en la cara. Como un cachetazo, pero con la pija. Y el segundo fue más brusco. Y me molestó. Sentí una falta de respeto terrible, y cuando abrí la boca para protestar, me la mandaste hasta la garganta. Me dejaste la.pija enterrada en la boca por un segundo completo, ahogándome con tu carne, y después la sacaste como si nada. Quise volver a hablar, quería saber qué estaba pasando, qué pretendías, qué querías hacer, pero no pude decir nada. Me volviste a meter la pija entera en la boca, y esta vez, entró y salió, varias veces. A medida que fuiste agarrando ritmo y tu erección se completó, me agarraste del pelo de la nuca y me empezaste a coger la boca. Fuerte. Duro. Profundo. Tu verga entraba y salía de mi boca, caliente, dura, hermosa. Venosa, gigante, llena de mi saliva espesa. Llegaba hasta la garganta y volvía a salir. Me provocaba arcadas, pero era implacable. Me estabas cogiendo la boca como nunca te habias animado a hacer.
No sé que le pasó a mi cerebro en ese momento, porque no pensaba en nada. Recién cuando todo terminó noté mi bombacha empapada, mis medias de nailon húmedas por lo que mi ropa interior no llegó a absorver. No llegué a sentir la calentura en el cuerpo, porque todas las sensaciones estaban en la piel, no en la mente.
Con tu pija en la boca me hiciste levantarme, y agarrandome del pelo me separaste de vos. Mi cara estaba llena de saliva, me chorreaba por el mentón, y mi lengua seguía buscando desesperadamente seguir chupándotela. Pero así agarrada me incorporaste, me giraste y me sacaste la blusa. Me bajaste el corpiño para liberar mis pezones, y te agachaste lo suficiente para soplarles tu aliento. Creí que ibas a chuparlos como haces siempre, pero en vez de eso, una sensación terrible me hizo fruncir las piernas. ¡Hielo! ¡Me empezaste a pasar un cubo de hielo en las tetas! Cómo me dolió, por favor! Me dolió con ese dolor rico, exquisito, ese dolor que dice ‘seguí por favor!!’. Metiste un cubo en cada tasa, justo en cada pezón, y me acomodaste nuevamente el corpiño. Sí, los dejaste para que se derritan ahí. ¡Dios, qué sensación más terrible! ¡Cuánto placer, por favor!
No me dí cuenta que te ubicaste detrás mío, y fue tarde cuando note lo que estabas haciendo: mis manos estaban atadas a mi espalda. Creo que ahí comprendí lo que estaba pasando, lo que venías planeando. Me ibas a cumplir mi fantasía.
Me agarraste de la nuca y me obligaste a inclinarme, con la otra mano desabrochaste mi pollera y la sacaste. Me bajaste las medias hasta la mitad del muslo, y ahi las dejaste (ahora que lo pienso, ese fue el motivo por el cual me pediste que las usara), complicandome los movimientos. Me corriste la tanga empapada y sin aviso me colaste los dedos en la concha hasta el fondo. No uno, ni dos, TRES, de una, sin misericordia. La humedad no bastó, y me dolió bastante, pero mi raja es más puta que yo, así que se dilató en seguida. Y apenas lo hizo, tu pulgar empezó con mi culo. Ese culo que te había prometido tantas veces, que tanto te pedí que me rompieras, ahí estaba, rodeando tu pulgar seco, doliendo como la primera vez, calentandome más todavia...
Cuando me vendaste los ojos recuerdo haber pensado algo tipo: “Qué tierno, se hace el romántico cuando lo que yo quiero es que me rompa toda garchando…”, y muy a mi pesar me sonreí, esperando mostrarme satisfecha con tu esfuerzo.
Me dejé llevar por vos, y no opuse resistencia cuando me sentaste. Encendiste una música suave, tipo bossa nova, de esa que me molesta tanto, y para peor, el volumen estaba fuerte. Intentando mantener la sonrisa para no desanimarte, con mi mente divagando sobre tu próximo movimiento, un sonido metálico apenas audible se escuchó sobre la música. Me llamó la atención de inmediato, pero al darte cuenta volviste a subir el volumen. Me dejaste sentada un buen rato, ya me estaba aburriendo.
Y lo próximo que sentí fue tu pija en la cara. Medio que me reí y abrí la boca, pero cuando me la quise meter me la sacaste. Me dejaste con la boca abierta y totalmente confundida, y no me vi venir el pijaso. Sí, porque no existe otra palabra para lo que hiciste. Me diste un pijaso en la cara. Como un cachetazo, pero con la pija. Y el segundo fue más brusco. Y me molestó. Sentí una falta de respeto terrible, y cuando abrí la boca para protestar, me la mandaste hasta la garganta. Me dejaste la.pija enterrada en la boca por un segundo completo, ahogándome con tu carne, y después la sacaste como si nada. Quise volver a hablar, quería saber qué estaba pasando, qué pretendías, qué querías hacer, pero no pude decir nada. Me volviste a meter la pija entera en la boca, y esta vez, entró y salió, varias veces. A medida que fuiste agarrando ritmo y tu erección se completó, me agarraste del pelo de la nuca y me empezaste a coger la boca. Fuerte. Duro. Profundo. Tu verga entraba y salía de mi boca, caliente, dura, hermosa. Venosa, gigante, llena de mi saliva espesa. Llegaba hasta la garganta y volvía a salir. Me provocaba arcadas, pero era implacable. Me estabas cogiendo la boca como nunca te habias animado a hacer.
No sé que le pasó a mi cerebro en ese momento, porque no pensaba en nada. Recién cuando todo terminó noté mi bombacha empapada, mis medias de nailon húmedas por lo que mi ropa interior no llegó a absorver. No llegué a sentir la calentura en el cuerpo, porque todas las sensaciones estaban en la piel, no en la mente.
Con tu pija en la boca me hiciste levantarme, y agarrandome del pelo me separaste de vos. Mi cara estaba llena de saliva, me chorreaba por el mentón, y mi lengua seguía buscando desesperadamente seguir chupándotela. Pero así agarrada me incorporaste, me giraste y me sacaste la blusa. Me bajaste el corpiño para liberar mis pezones, y te agachaste lo suficiente para soplarles tu aliento. Creí que ibas a chuparlos como haces siempre, pero en vez de eso, una sensación terrible me hizo fruncir las piernas. ¡Hielo! ¡Me empezaste a pasar un cubo de hielo en las tetas! Cómo me dolió, por favor! Me dolió con ese dolor rico, exquisito, ese dolor que dice ‘seguí por favor!!’. Metiste un cubo en cada tasa, justo en cada pezón, y me acomodaste nuevamente el corpiño. Sí, los dejaste para que se derritan ahí. ¡Dios, qué sensación más terrible! ¡Cuánto placer, por favor!
No me dí cuenta que te ubicaste detrás mío, y fue tarde cuando note lo que estabas haciendo: mis manos estaban atadas a mi espalda. Creo que ahí comprendí lo que estaba pasando, lo que venías planeando. Me ibas a cumplir mi fantasía.
Me agarraste de la nuca y me obligaste a inclinarme, con la otra mano desabrochaste mi pollera y la sacaste. Me bajaste las medias hasta la mitad del muslo, y ahi las dejaste (ahora que lo pienso, ese fue el motivo por el cual me pediste que las usara), complicandome los movimientos. Me corriste la tanga empapada y sin aviso me colaste los dedos en la concha hasta el fondo. No uno, ni dos, TRES, de una, sin misericordia. La humedad no bastó, y me dolió bastante, pero mi raja es más puta que yo, así que se dilató en seguida. Y apenas lo hizo, tu pulgar empezó con mi culo. Ese culo que te había prometido tantas veces, que tanto te pedí que me rompieras, ahí estaba, rodeando tu pulgar seco, doliendo como la primera vez, calentandome más todavia...
5 comentarios - Dominación
En la cama como en las letras.
+10
Que siga...