Esta es la historia de Ornella, una chica de 18 años que se siente atraída por el novio de su mejor amiga con quien tiene un pasado sin resolver y quien la busca constantemente, rozando lo prohibido y jugando con fuego. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 6: Más dedos
Las cosas empeoraron después de esa noche de locura en la que claramente actué mal. Germán se dio cuenta de que estaba con él solo para coger y me terminó confesando que yo le gustaba, que me quería y que quería algo más conmigo. No pude sostener esa conversación y tras intentar poner paños fríos a las cosas a ver si hacía que lo nuestro avanzara más lento, le terminé confesando que yo no me sentía igual. “¿Hay otro, verdad?” me preguntó él y mi silencio de tan solo dos segundos hizo que se diera cuenta de que la respuesta era afirmativa. A pesar de eso, insistí en que no, en que no estaba viéndome con nadie más, simplemente que no estaba segura si quería algo seria. Apagué un poco el fuego diciéndole que él me gustaba mucho, que me gustaba pasar el tiempo con él y que también lo quería.
- Pero no sé si quiero estar en una relación con alguien ahora mismo.- Le terminé diciendo y su cara habló por él.
- Te entiendo.- Me dijo él bajando la cabeza.- Lamento que no sientas lo mismo que yo.
Esas palabras me hicieron darme cuenta que lo estaba lastimando, por lo que le sugerí que lo mejor iba a ser que no estuviéramos juntos de nuevo. Él aceptó desganado pero me aseguró que no lo iba a poder sobrellevar tan rápido. “No sé qué hiciste Orne… Pero me enganchaste” me dijo sonriendo y después de eso me dio un beso en la boca y nos despedimos. Me iba a quedar el sabor de sus labios por un buen tiempo y de hecho no iba a dejar de pensar en él durante todo el día. Era como si ahora que sabía que lo nuestro se había terminado, no podía olvidarme de él y no podía sacármelo de la cabeza. Claramente me di cuenta que a pesar de que en ese momento pensaba en alguien más, Germán me gustaba y sentía cosas por él.
Lo cierto fue que esas cosas se borraron cuando me crucé a Esteban el fin de semana. Nos encontramos en la casa de Lautaro, junto a Tomás, Belén y Lorena. Alejandro avisó a último momento que no podía, tan solo unos minutos después de que yo confirmara mi asistencia. La ausencia de Mariana también llamó la atención de las chicas, pero su novio explicó rápidamente que ella se había reunido con otras personas. En realidad era mentira, nuestra amiga estaba muy molesta con Esteban por algo que él había hecho hacía unos días y su relación estaba en juego, pero él no dijo nada y disimuló muy bien todo. Sin embargo, yo me terminé enterando de todo.
Mariana conoció a Soledad por amigos en común y las dos se hicieron muy íntimas durante unos meses después de nuestro viaje de egresados. La noche de nuestra graduación Soledad no paraba de tocar y manosear a Esteban lo eso hizo que Mariana se enojara con ella y le pegara una cachetada frente a todo el mundo. Soledad automáticamente se borró de su vida pero siempre siguió figurando en la de Esteban, intentando llamar su atención y tratando de seducirlo. A pesar de que ella era una chica hermosa y que se rumoreaba que tenía una actitud muy caliente a la hora del sexo, el novio de mi mejor amiga se resistió a sus encantos y nunca le dio bola. Hasta esa noche de mediados de Mayo en la que al parecer las cosas cambiaron.
Lo primero que llamó mi atención fue una historia de Instagram de un amigo de Esteban en la que aparecía ella también, aunque no estaba etiquetada, pues el amigo de Esteban no la conocía. Después de eso, nos dimos cuenta con Valentina que Mariana ya no escribía en el grupo estaba completamente desaparecida, pues tampoco contestaba en el grupo de chicas y a los mensajes privados. Ya para confirmar que algo había pasado, Soledad subió una historia a Instagram con un texto que decía “Las amistades van y vienen. Los buenos garches nunca se olvidan” el cual era un claro palazo para Mariana. No hacía falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta lo que había sucedido.
Un día en la facultad, hablando con Valentina, esta me confesó que había conversado con Mariana y que en efecto: Esteban y Soledad habían cogido. Ese dato me cayó como un balde de agua helada y no supe cómo reaccionar. Al principio sentía bronca por lo que él le había hecho a mi amiga, después celos de que esa chica pudiera estar con él y por último me surgió la duda si lo había hecho por despecho a ese beso que quedó inconcluso. Mi cabeza se llenó de pensamientos que iban y venían y necesitaba saber que era de verdad lo que había pasado. Esteban me ignoraba durante la facultad o se hacía el distraído cada vez que le hablaba, evitando conversaciones o charlas conmigo. A pesar de eso, me di cuenta que no dejaba de mirarme y que mi presencia lo incomodaba, como si quisiera decirme algo y no podía. ¿O capaz que quería hacer algo y no podía?
Nos volvimos a juntar en la casa de Flavio y todos estuvimos allí. Natalia y Nicolás fueron por un rato y luego de cenar y de tomar varias cervezas se fueron. Entonces Carla empezó a bromear sobre el hecho de que entre Flavio y Valentina había algo y ellos parecían sonrojarse ante esos comentarios. Todos nos sorprendimos cuando él fue a la cocina a buscar algo y ella decidió “acompañarlo” y no supimos de ellos hasta varios minutos más tarde, cuando volvieron y se notaba que mi amiga tenía el labial corrido. Carla hizo notar su larga ausencia y Vale terminó diciéndole que en realidad se habían quedado hablando.
La cerveza y los tragos siguieron circulando por la noche y después de eso pusimos música para ponernos a bailar. Se notaba que Flavio y Valentina estaban deseosos por quedarse solos, por lo que yo le propuse a los demás que nos fuéramos de allí. A pesar de eso, Carla insistió en que nos quedáramos un rato más. Esteban por su parte, no le quitaba los ojos de encima al celular y escribía y escribía mensajes que seguramente iban para Mariana. Se lo notaba algo molesto, incómodo, pero cuando le pregunté si no quería que nos fuéramos así dejábamos a los chicos solos, me dijo que no y guardó el celular en el bolsillo.
La nueva parejita terminó desapareciendo. Flavio le preguntó a Vale si quería ver un nuevo cuadro que había comprado y ella aceptó y los dos se encerraron en la habitación. Fue entonces cuando decidimos bajar el volumen de la música y sentarnos a conversar un rato. Esteban y Carla se sentaron en el sillón y yo protesté porque no quedó lugar para mí y terminé ocupando una silla al lado de la mesa. Lo cierto es que me hubiese gustado poder estar a solas con él y preguntarle qué era lo que había pasado con él y Soledad y por qué lo había hecho, pero Carla estaba presente y supe que no iba a decirme nada con ella ahí. La chica sostuvo la conversación por un rato y al darse cuenta que Esteban y yo nos lanzábamos miradas decidió pararse y decir que se iba.
- Dale, vámonos los tres.- Le dije yo pensando que Esteban y yo podíamos encontrar un lugar más tranquilo para hablar.
“¡No, no! Ustedes quédense” respondió Carla alegando que yo bajara a abrirle así ella si iba y así no interrumpíamos a Flavio y a Vale. Dejando a Esteban solo en el living bajé a abrirle la puerta a mi amiga y antes de irse ella me aconsejó que aprovechara esa oportunidad. “No seas tarada” le dije yo tratando de hacerle entender que entre Esteban y yo nunca iba a pasar nada. Sin embargo, cuando subía en el ascensor, pensaba que podía llegar a ocurrir conmigo y Esteban ahora que íbamos a quedarnos solos unos segundos. Por mi mente pasaron varias conversaciones que claramente no íbamos a tener y mi cabeza me sugería formas de hablarle sobre Mariana sin pronunciar su nombre. Lo cierto es que ni por asomo me imaginé lo que de verdad estaba a punto de pasar.
Entré al departamento y descubrí que Esteban se había sentado en el centro del sillón, haciendo imposible que yo me sentara de cualquiera de los dos lados. Me paré frente a él y le dije que se corriera, pero él dijo que no con una sonrisa. Acto seguido me agarró de las manos e intentó tirarme encima suyo, pero yo hice fuerza y me solté enseguida para alejarme un paso hacia atrás. Miré hacia la puerta de la habitación de Flavio y luego lo miré a él, sonriendo e imaginándome lo que nuestros amigos podían llegar a estar haciendo. Él me volvió a pedir que me sentara en el sillón pero no se movió ni un centímetro, por lo que yo empecé a caminar suavemente por el comedor tratando de evitar su mirada.
- ¿Con quién te estuviste mensajeando toda la noche?- Le pregunté haciéndome la tonta.
- Con mi novia.- Me respondió él y agradecí que no pronunciara su nombre.- Está insoportable últimamente.
- Y… Con lo que vos le hiciste…- Empecé a decirle yo y me callé.
- ¿Qué cosa?- Me preguntó él haciéndose el desentendido. Sus ojos me seguían con cada paso que daba.
- ¡Dale Esteban! ¡No te hagas el tonto conmigo!- Le dije y me paré para mirarlo fijo. Ante su silencio decidí revelarle lo que sabía.- ¡Soledad! ¿O me vas a decir que no pasó nada?
- ¿Y vos cómo sabés?- Me preguntó él algo sorprendido.
- No hace falta ser detective para darse cuenta.- Le respondí yo retomando la caminata.- No esperaba eso de vos.
- Te falta igual una buena parte de la historia.- Me respondió él y me agradó que no intentara ocultarlo.
- A ver… Contame.- Le pedí yo y decidí frenar para mirarlo mientras me hablaba.
- Tu amiguita hace meses que está infumable.- Empezó diciéndome en referencia a Mariana.- Está celosa por todo y no es capaz de hablar como una persona normal. Me dice que yo ya no le hablo, que no paro de estar de joda y hasta me dice que me cambié de carrera por una mina.- Cuando hizo ese comentario desvié la mirada por un segundo, pero Esteban le hablaba al piso y no lo notó.- Y el otro día salí a bailar y tomé un montón. Estaba molesto porque me había hecho una escena de celos y apareció Soledad y se me tiró encima. Estaba muy en pedo y agarré viaje.
- O sea… ¿En pedo vos hubieses estado con cualquier mina?- Le pregunté cruzándome de brazos.
Se hizo un silencio que duró unos segundos y en el que los dos nos miramos. Esteban acababa de confesarme algo que no se había percatado y era el hecho de que él había decidido cambiar de carrera universitaria solo para estar conmigo. Ese beso que no llegamos a darnos el otro día fue tan frustrante para él como para mí. Yo terminé recurriendo a Germán y él tuvo la desgracia de que fue Soledad quien cayó en su camino. Sin embargo tenía que confirmar si era eso lo que de verdad había pasado. Tenía que asegurarme de que él estuvo con ella solo para desquitarse o si lo había hecho solo porque le daba lo mismo cualquier mina. En su rostro se esbozó una sutil sonrisa y yo supe que algo inteligente se le había ocurrido.
- Vos no sos “cualquier mina”, Orne.- Me respondió y su mirada me intimidó.
No pude evitar una sonrisa estúpida y ponerme colorada. Aunque le saqué la vista de encima, supe que Esteban me estaba mirando fijo a los ojos y que se acababa de dar cuenta que él me gustaba. No supe cómo reaccionar, quería besarlo y hacerle miles de cosas pero tampoco quería arriesgarme. Valentina estaba en la habitación de al lado y a pesar de que cogía con Flavio en cualquier momento podían aparecer. Me acerqué a él, me paré frente a su cuerpo y volví a decirle que se corriera para dejarme el sillón a mí. En esa oportunidad le dije que se levantara, pues quería acostarme yo y él tirándose hacia atrás y apoyándose contra el respaldar me dijo que me acostara. “No puedo, vos estas encima” le hice notar y Esteban abrió los brazos y miró de un lado al otro cómo diciéndome que no tenía problema de que me acostara encima suyo.
Eso hice. Me acosté de forma horizontal sobre su cuerpo, colocando mi espalda baja y mi cintura encima de sus piernas y empecé a moverme de un lado al otro para molestarlo. Sus ojos color marrón oscuro me miraban fijo a los míos y su carita hermosa me atrapó. Él rápidamente apoyó una de sus manos sobre mi panza y con la otra agarró mis piernas, diciéndome que ahora era su prisionera y trató de hacerme cosquillas. “¡Ay no tarado! ¡Basta!” le dije yo riéndome y moviéndome de un lado al otro fui girando hasta quedar boca abajo “Terrible culo tenés, Orne” me dijo en tono de broma y yo me di cuenta que la pollera que tenía puesta se me había levantado un poco asique traté de bajármela con las manos.
- Estoy comodísima.- Le dije apoyando mi cabeza sobre un almohadón.
Esteban permanecía sentado en el centro del sillón y yo estaba acostada a lo largo de este sobre su cuerpo. Mis piernas se apoyaban en una punta, mi panza y mi cintura estaban encima de sus piernas y mi pecho y mi cabeza descansaban sobre una pila de almohadones que había agarrado y acomodado para relajarme. Él no tardó en apoyar una de sus manos sobre mi espalda y la otra sobre mis piernas y comenzó a hacerme unas suaves caricias en estas. “El otro día casi nos besamos” me dijo de golpe y yo no supe que responderle, sin embargo no hizo falta pues él continuó diciendo que le hubiese encantado volver a sentir mis labios. Su mano seguía sobre mis piernas y podía notar como iba subiendo lentamente.
“¡Sos hermosa Orne! ¡Me calentás mucho!” me dijo y yo giré la cabeza para mirarlo a los ojo y ver cómo me sonreía. Intenté levantarme para besarlo pero no pude, era como si mi cuerpo aún me dijera que se trataba del novio de mi mejor amiga. Eso no pareció molestare a él, que siguió haciéndome caricias hasta llegar a mi cola. Su mano entró por debajo de mi pollera y fue acariciándome suavemente la parte baja de esta, rozando sus dedos con mi piel. La otra mano seguía sobre mi espalda y marcaba su presencia. Sentía sus dedos ir y venir de un lado al otro y pude notar como toda mi piel se erizaba frente al contacto de estos. Esteban me estaba tocando y me tenía rendida a sus pies.
La mano que estaba sobre mi espalda bajó suavemente hasta mi cintura y luego poco a poco fue levantando mi pollera. Yo no decía nada, no quería decir nada. Era raro todo lo que se estaba dando, pero los dos estábamos intimando y no quería que eso se cortara. Entonces sus dos manos se posaron sobre mi cola y tras decirme que tenía un “culito perfecto” las movió rápidamente de un lado al otro haciéndome temblar y provocándome una risita. Giré la cabeza nuevamente y le pregunté qué estaba haciendo, intentando ponerme en postura de mala. El problema fue que Esteban alegó que si no me gustaba, podía dejar de hacerlo y yo no tuve más opción que decirle que no, que siguiera tocándome.
De golpe tenía las dos manos del novio de mi mejor amiga sobre los cachetes de mi cola, acariciándomelos con ganas y manoseándome de una forma hermosa. Seguía sin poder creer lo que se estaba dando. No nos habíamos dado ni un beso y Esteban me tocaba la cola con muchísimas ganas, me apretaba los cachetes y me los abría haciendo que la tanga se hundiera entre ellos. Me encantaba la situación, me calentaba muchísimo saber que era él quien me estaba manoseando de esa forma. Mis ojos se dirigían a la pared que estaba del otro lado del sillón, mientras disfrutaba de ese momento bien caliente que se estaba dando. Miraba de reojo a la puerta de la habitación de Flavio, esperando que ni él ni Valentina salieran de allí.
-¡Tenés un culo increíble, Orne!- Insistió y cuando giré la cabeza para verlo me calentó mucho observar la forma en la que se mordía el labio inferior mientras me observaba.
No pude siquiera prepararme para la nalgada que me dio y me tomó completamente por sorpresa. “¡Ay!” me quejé yo pero al ver que una sonrisa se dibujaba en mi rostro, insistió con un segundo chirlo sobre mi otra nalga. “¡Esteban! Nos van a escuchar” le dije en voz baja y claramente le dejé en claro que no me importaba lo que estaba haciendo, sino que me importaba que nos descubran. “Tranquila. Relajate” me dijo él y continuó tocándome los cachetes de la cola con sus dos manos. Yo me aferré con fuerza a uno de los almohadones y volví a mirar en dirección a la puerta, preparada para el tercer chirlo que no tardó en llegar. Este, fue mucho más fuerte que los anteriores y sentí como me quedaba la cola ardiendo con la forma de su mano.
A pesar de mi queja, el hecho de que me quedara acostada en el mismo lugar le hizo saber que tenía luz verde para seguir con su juego. Esteban me abrió nuevamente la cola con las dos manos y con uno de sus dedos fue corriendo despacio la tanguita hacia un costado. Yo no podía creer lo que estábamos haciendo y me sorprendía muchísimo el hecho de que me estuviera tocando con esa naturalidad. Mi cuerpo temblaba, en parte por los nervios de ser descubiertos y en parte por el morbo de poder estar viviendo eso con él. Bajó suavemente uno de sus dedos por entre mis nalgas y noté como rozaba mi conchita y la tocaba por fuera. Intenté cerrar mis piernas por el impulso pero él las abrió con su otra mano y luego volvió a posicionarla encima de mi cola.
- Esteban…- Le advertí y él entendió que quería decirle. Si seguíamos adelante íbamos a cruzar una línea de la que no había vuelta atrás.
- Tranquila.- Me respondió él repitiendo esa palabra.- Relajate y disfrutá.
Eso hice. Cerré los ojos y perdí el control total de la puerta que conducía a la habitación de Flavio, sin pensar más en él y en mi amiga. Esteban levantó la mano con la que sostenía mi tanga y empezó a pegarme suaves chicos en la cola, golpeando mis dos nalgas una vez tras otra. Los chirlos no paraban y poco a poco se iban haciendo más fuertes, uno detrás del otro. Sentía como mi cuerpo se prendía fuego, como mis nalgas se volvían rojas con cada golpe que daba y tuve que morder uno de los almohadones para no gritar como loca. Él no se detenía, pegándome en un cachete y después en el otro una y otra y otra vez. Su mano ya me azotaba con fuerza y emitía un sonido que rebotaba en todo el comedor, el cual tapaba mis gemidos que se ahogaban sobre el almohadón.
Frenó de golpe y me dio unos segundos para volver a realidad y sentir como la cola me ardía de la cantidad de chirlos que acababa de darme. “¡Ay dios!” dije yo soltando el almohadón. Él me preguntó con su voz sensual si me gustaba lo que me estaba haciendo y yo no pude hacer otra cosa que responderle de forma afirmativa. Entonces volvió a pegarme un chirlo en una de las nalgas y dejé escapar un gritito bien agudo que estaba seguro que habían podido escucharlo en la habitación de Flavio. Volvió a correr la tanguita hacia un costado y pasó nuevamente su dedo por encima de mi concha y noté como este me hacía temblar de la punta de los pies hasta la cabeza. “¡Ay Esteban!” dije sonriendo y cerrando los ojos de nuevo para disfrutar de lo que se venía.
Su dedo comenzó a entrar en mi cuerpo y noté nuevamente el calor invadiendo toda mi espalda. Cuando lo tuvo todo adentro, lo movió suavemente hacia arriba y hacia abajo y empezó a jugar con este, haciéndolo entrar y salir despacio. Notaba como su dedo entraba por completo en mi conchita empapada y salía suavemente casi por completo para después volver a entrar. Con la otra mano me sostenía la cola y me la abría como podía. Yo lo ayudé levantando un poquito mi cadera y él me agradeció con un “¡Así! ¡Muy bien!” que dijo en voz baja que me excitó aún más. No podía creer lo que estábamos haciendo, lo que estaba sucediendo. Elevó su otra mano por los aires y sin dejar de cogerme con un dedo, me pegó una nueva nalgada que me sacó otro grito agudo.
Empezó a cogerme bien rápido, metiendo y sacando no uno, sino dos dedos de adentro de mi cuerpo. Yo sentía como estos entraban y salían a toda velocidad y el placer que me producían me llevó nuevamente a morder uno de los almohadones para no gemir como una loca. Esteban no se detenía. Yo intentaba cerrar las piernas por el impulso, me movía de un lado al otro, pero él seguía dándome placer con una mano y controlando mi cuerpo con la otra. Era evidente que le encantaba ese juego y quedaba más que claro que a mí también me gustaba. Frenó de golpe metiendo sus dos dedos bien a fondo mi cuerpo, los sacó con rapidez y me pegó un nuevo chirlo con su mano mojada, haciéndome ver lo empapados que le habían quedado los dedos. Yo sentía mi cuerpo temblar y un calor que me recorría de arriba abajo y me hacía vibrar los pies.
- ¡Me ponés muy al palo, Orne!- Me confesó y tomé valor para levantarme.
Sin salir del sillón, abrí mis piernas y las coloqué a cada lado suyo, quedando yo sentada encima de él mirándolo de frente. Apoyé mis manos sobre sus hombros y él rápidamente me agarró por encima de la cintura. Esteban acababa de darme un hermoso orgasmo solo con sus dedos y eso me había puesto como loca. Sentía como la cola me ardía y él se encargó de remarcarlo llevando sus dos manos hasta mis nalgas y azotándolas una vez más con fuerza. Nos miramos a los ojos y le sonreí frente a ese comportamiento, haciéndole saber que él también me ponía muy caliente. No me importaba que se tratara del novio de mi mejor amiga, él antes había sido mío e iba a recuperarlo. Iba a cogérmelo ahí mismo y a hacerle saber lo mucho que deseaba tenerlo.
Pero entonces su celular empezó a sonar y nos distrajo. Él me hizo una seña de que me levantara y yo me corrí del sillón mientras que él se paraba y nervioso, sacaba el celular del bolsillo. Del impulso de que por el ruido Flavio y Valentina salieran de la habitación, me acomodé la ropa, me bajé la pollera y me subí la tanga para que no se me viera semidesnuda. Esteban agarró el celular, hizo una mueca de sufrimiento y atendió alejándose en dirección a la cocina, pero yo llegué a escuchar que se trataba de Mariana. Entonces recordé que el chico que acababa de tocarme toda y con el que casi estuve a punto de coger, se trataba de su novio y que ella supuestamente era mi amiga.
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