En esos días Pauli estaba rara. yo, por mí parte empezaba a asimilar la sensación de tener una doble vida. No me sentía cómodo pero la dejaba trascender en mi mente.
La semana transcurrió repleta de trabajo. Ni siquiera hubo tiempo para respirar. Era llegar a casa y dormir. El viernes al mediodía, ya todo estaba liberado. Suspiré en mi escritorio y me detuve a mirar perplejo la pantalla. No veía qué tenía enfrente pero a su vez, imaginé a Pauli en el balcón, exhibiéndose, ¿Me estaba volviendo un pervertido o en realidad estaba tratando de limpiar mis culpas? ¿Me sentía culpable? ¡No sé! No podía definirlo. Sin embargo, para mí suerte, estaba bien pegado al escritorio y mí erección no podía verse. Creo que lo tenía decidido.
YO: amor ...
PAULI: Vida, ¿Cómo estás?
YO: Por suerte ya se terminó el trabajo pesado. Jaja
PAULI: ¡Que bueno, amor!
YO: Tengo ganas de que cenemos algo rico y tomemos un vino, ¿Te parece?
PAULI: Me encanta la idea, ¿Sushi?
YO: ¡Dale!
PAULI: ¡Te amo!
YO: llego cerca del horario de la cena.
Dejé el celular, lo tenía decidido. Era el momento de saber, de conocerme, de... ¿Le dije que la amaba? No... Tardé cinco minutos en darme cuenta. Agarré el celular. Me detuve en la charla. Volví a dejarlo. Resoplé y asumí mí momento de calentura.
Durante la tarde hablé con Macarena como todos los días para ver cómo estaba. Me contó algunas cosas de ella y cuando empezó a preguntarme por Pauli, decidí volver al trabajo y adelantar cosas de la siguiente semana. Me ponía en un estado en el cual no quería, pero no podía culparla. Era su amiga y en algún punto el remordimiento la carcomía. Bueno... Yo era el esposo y en definitiva...
Se hicieron las siete. Salí para mi casa, sabiendo que al ser viernes tardaría más de lo normal. Llegué y Pauli estaba cambiándose. Me pidió que me vistiera como si fuéramos a cenar. Honestamente, casi daba de baja el plan que tenía porque mí cansancio semanal era mayor pero al pasar por el cuarto, la ví radiante. Tenía un vestido muy corto, pegado al cuerpo. Nunca se lo había visto. Se puso unos tacos que le paraban la cola y no les miento, estaba excitadísimo. Me bañé, ella preparó la mesa del comedor, la que no usamos nunca. Si, la que está frente al balcón.
Cenamos como una pareja normal. Nos reímos de cosas, hablamos de otras. Evitamos el tema casamiento, un poco nos abrumaba. Las horas pasaron, cómo así las botellas de vino.
-Estas muy sexy...- Le dije, con la voz media quebrada por el alcohol .
-Vos también. ja, ja...- me guiñó un ojo, con la copa en la mano, riéndose. Obvio, borracha.
Acerqué la silla y comencé a tocar su pierna. Suave, rozando mis dedos por su rodilla. Ella continuaba sonríendo, fingiendo que bebía algún sorbo, mirando hacía algún lado.
-¿Qué pasa?- Le busqué los ojos.
-Estoy borrachita. Je. - Sonrió y me dió un beso.
Intentó levantarse, pero la detuve. Se desplomó al instante, otra vez entre carcajadas.
-Quedate que estamos bien, acá.- Miré hacía el balcón y sonreí.
- ja, ja. Estoy borrachita pero hoy no. -
Me agarró la cara y me beso con pasión. Mi corazón comenzaba a latir, casi al mismo ritmo que cuando estaba con Macarena pero esta vez, no pensaba en ella.
-Yo no dije nada...- contesté, llevando mi mano a su muslo derecho y haciendo un poquito de fuerza para que sienta, para que sepa que estaba decidido.
-Ah, ¿No?- Se alejó, con una sonrisa. -Entonces vamos a la cama.- Trató de pararse nuevamente.
La senté, está vez con más fuerza.
-hoy mando yo. - Respondí, firme. Metiendo mí mando todavía más cerca de su concha.
Nos empezamos a besar desesperados. Volvíamos a ser dos adolescentes pero en una versión que no habíamos sido nunca.
Me paré y apagué la luz. Eran las tres y media de la mañana.
- Vení. - La agarré de la mano y la saqué al balcón.
- ¿Qué hacés?- Me susurró, mientras yo me quedaba detrás de ella besándole el cuello.
-¿Te pensas que me olvidé lo del otro día?-
- ¿De qué hablas?- Me miró, alejándome de su cuello.
- De lo que hicimos en la casa del viejo...-
Sorprendentemente, Pauli se movió hacia adelante, molesta.
-¿Qué pasa?- le contesté, acercándome a besarla.
- Nada... - Me esquivaba los besos.
- Pauli... ¿Qué pasa?- La tomé del rostro para que me vea.
- No quiero que sigamos con ese juego, Juan. -
- ¿Pasó algo?-
Me sacó y se fue adentro, tomándome de la mano.
- Dale, sigamos en la cama.-
-Decime, que paso.-
-Nada, amor. Dale...-
Me esquivaba la mirada y no sé si era miedo, excitación, celos, vergüenza o un sinfín de sentimientos pero algo me retorcía el estómago. Le insistí y luego de un instante y de que el aire este viciado de incertidumbre, suspiró profundo.
- Nada. Después de lo que hicimos el otro día, que fue hermoso pero una locura, como que no dejé de pensar y me toqué imaginando. - Me miró.
-¿Cómo?- Pregunté, sorprendido porque jamás me confesó que se había tocado.
- ¡No, pará!- Casi interumpiéndome. - No me toqué pensando en Lucio, sino en la situación.-
-¿ Lucio?-
- Si, el señor. Lucio.-
- No sabía que lo conocías.- Me sorprendí aún más.
- Si, lo que pasa es que... No te enojes, ¿Si? Pero necesito ser honesta.-
Esas palabras" ser honesta" como si fueran una impunidad, una aprobación. Sin embargo, necesitaba saber más.
-Decime.-
-Bueno, la cuestión es que a Lucio lo conozco hace bastante porque tuvo un accidente y en alguna oportunidad le ayude con sus compras. Viste como soy de buenuda. Lo vi y empecé a darle una mano.-
-¿Y?-
- Nada, que vos empezaste con este juego y estos días lo fui a ayudar...-
- Qué más hay, ¿Porqué no me contaste?-
Se empezó a poner nerviosa, movía sus piernas.
- Nada... Que por ahí vos ibas a pensar que era una boluda, por ayudar a alguien des conocido.
La miré fijo.
- Decime la verdad porque esa no es una buena excusa.-
- ¡Ay!- Repiqueteó en el lugar. -¡Me estás emputeciendo, Juan!- Se alejó.
-¿Qué? ¿Yo que tengo que ver?-
Me acerqué antes de que hable, estaba sucediendo algo que no sabía qué era.
-Me empecé a calentar con la situación y me encontré llevándole bolsas el otro día. Subiendo las escaleras, él atrás mío, me percaté de mí vestido. Después de mucho tiempo entendí que fui una ¡Pelotuda! Se queda atrás para verme abajo del vestido, ¡O no sé! Por ahí estaba caliente...-
Yo no sabía si putearla por querer hacerme sentir culpable, si por saber que realmente no se dió cuenta o... No sé, pero opté por acercarme aún más, arrimar dos sillas cerca del balcón y que se siente. Mí mano volvió a su pierna.
-¿Y entonces?-
- No te enojes pero ahí me dió calentura y fui a dejar las bolsas a la cocina y pensé justo el momento donde debía dejarlas. Pensé y sabía que debía colocarlas arriba para que le sea más fácil pero las dejé en el piso, con él, otra vez atrás.-
Mi mano se acercó a su entrepierna, sentí una suave tela, de en caje. Comencé a tocarle el clítoris por sobre la tanga, su respiración se aceleraba de a poco.
-¿Y?-
- Y... ¡Ay, Juan! Perdón...-
- ¿Qué hiciste?-
- Nada... Te juro, te juro que nada pero...- Hizo esa pausa entera que mezclaba el morbo, con la excitación y la incertidumbre de saber la verdad. - Me agaché y me quedé un segundo, como si acomodara las bolsas, con él atrás, sabiendo que me miraba. Sabiendo que él tenía la imagen de mi culo.-
-¿Entonces?-
- Perdón... Amor... Perdón.-
- Prefiero saber toda la verdad.-
- agh... Buee... Bueno...- se arqueaba con mi mano en su concha, tocándola suavemente. Sintiendo lo mojada que estaba. - Y Lucio en ese momento se rió. Yo miré al frente, cómo haciendo como si nada. Se rió, sin moverse y me dijo que si podía subirlas y a comodarlas arriba de la mesada, porque se le dificultaba. Yo... Yo no me giré, dije que era una tonta por olvidarme y él dijo que no pasaba nada. Seguía ahí y perdón pero abrí un poco las piernas, así...-
Las abrió un poco más y mí pija explotaba. Creo que estaba por acabar. Seguía tocándola y ella estaba con la cabeza hacia atrás, gimiendo de placer.
-¿Qué hiciste, Pauli?-
- Nada... Nada... Te juro que nada. Sólo me quedé ahí, mostrando mí tanga y...-
-¿Cuál tenías puesta?- pregunté,impulsivo.
-¿Qué?- se sorprendió, creo que al igual que yo, que no pensé.
-Que tanga tenías puesta...-
- una blanca, finita...-
- La que se te mete en la concha y se ve cuando te mojas...-
Le corrí la tanga y comencé a chupársela.
- Si... Perdón pero te juro que no me di cuenta hasta que llegué a casa.-
-Entonces...- Me alejaba cada tanto, - Entonces te vió la tanga bien metida en la concha y mojada.-
-no sé... Ah, seguí... Seguí...- Me tomó la cabeza y me apretaba contra su concha.
-Que más pasó...- Susurré, entre fluidos.
- Nada... Acomodé todo y sentí que pasó al lado mío y me rozó la pierna, tal vez de casualidad pero yo estaba ahí, entregada, ¿Y si me tocaba? ¿Si me hacía algo?- Me contaba, entrecortado, entregemidos.
-¿Te hizo algo?-
- agh... No...-
- ¿Te hubiese gustado?- Pregunté y me interrumpió al instante.
-agh... Acabo, dale... Un poquito más...- Comenzó a arquearse, desesperada. Temblaba y me apretaba la cabeza.
Me pare delante de ella. Le pedí que se pusiera frente a mí.
-¿Qué hacés?-
-Agachate-
No emitió sonido. No decía nada. Yo tampoco.
- Abrí un poco las piernas.-
- Amor... No...- La interumpí.
- ¿Qué pasa? ¿Al viejo si se lo haces y a mí no?-
No dijo nada, me obedeció. Me desabroché el pantalón. Levanté un poco su vestido. Estaba su culo a mí merced.
- ¿Te hubiese gustado que Lucio haga esto?- Le rocé el culo con mí dedo índice, recorrí entre sus glúteos. -¿Esto querías, putita?- comenzaba a desencajarme, ante su silencio.
Me acerqué con la silla, bien cerca de su culo. Le abría los cachetes.
-¿ Esto pretendías que te haga?- Hundí mí cara en su culo y comencé a comérselo desaforado.
Ella gemía pero no decía nada, soportando que yo le metiese lengua, empujándola.
Me coloqué detrás de ella. Le corrí la tanga y le abrí los cachetes del culo. Estaba toda mojada.
- ¿Te hubiese gustado que Lucio te apoye así la pija?- Se la coloqué en el culo y empecé a hacer presión. - ¿Eh? ¿No decís nada, putita?-
- perdón, amor...- susurraba, casi lloriqueando.
- Yo no te dije nada. Te pregunté algo, putita, ¿ Qué pretendías que te toque el culo? ¿Te lo coma el culo? -
- no amor... Por favor, no... -
Yo continuaba haciendo presión en su culo.
- Despacio...- Me susurraba entre sollozo y excitación, podía sentirlo.
- ¿Entonces que querías? ¿Querías que te chupe la concha?¡Decime que querías!- Se la empecé a meter. Escupía y empujaba.
- ¡Despacio! Por favor, amor...-
- Decime que querías...- Estaba sacado, fuera de mí.
-Nada, no sé, estaba excitada, perdón amor... Se me fue de las manos pero hacémelo despacio.-
Volví a escupir y aminoré la presión y empecé a hacer un mete y saque despacio.
-¿Sabés que quiero?- Le dije, llevándola hasta la puerta del balcón y guiando su mano en su concha para que se toque mientras continuaba cogiéndole el culo.
-¿Qué querés mí amor?-
- Quiero que vuelvas y lo hagas de nuevo, putita.- Le susurré al oído.
-¿Qué? No amor, no voy más.-
- Si vos querés eso, putita. Vos querés que te meta la boca entre las piernas.- Le empezaba a dar con más velocidad.
- No amor... Agh... Agh... Amor, agh... Dale, acaba...-
- Vas a volver a ir con la tanguita bien metida en la concha como te gusta y vas a abrir más las piernas...-
- ¿ Eso querés? ¿ Querés que me vea mejor la concha y el culo? - Gemía en cada embestida y se tocaba más rápido.
- ¿Vos querés que él te vea con el hilo bien metido en la concha y te vea esos labios todos mojados, puta?-
-¡Agh¡ ¿Vos querés eso? ¿Querés que le muestre mí culito abierto, papi? ¡ Acabo! ¡Seguí¡-
En menos de un minuto, sentí que acababa y yo entré un poco más para vaciarme dentro de su culo. Me derrumbé en su espalda. Me latía la pija dentro de su culo. El éxtasis nos sobrepasaba. Lentamente salí. Ella fue al baño. Me quedé sentado, tomando lo que quedaba del vino, ¿Se nos estaba yendo de las manos o era el comienzo? O no sé bien qué era esto. Lo que sí, no parecía ser el momento de hablarlo.
Ella salió, desnuda. Me dió la espalda y se arqueó un poco.
- Mirá cómo me lo dejaste. - Se rió, abriéndose el culo.
- Hermosísimo te lo deje...-
- ¿Y era verdad? - Se paró y comenzó a caminar para la habitación, todavía con sus tacos.
PD: Sé que abandoné la historia. Fueron tiempos económicos muy duros. Todavía siguen siéndolo. Estoy tratando de volver y ojalá en algún momento pueda monetizarlo, ¡Obviamente a donorem! Veremos qué opinan ustedes. Gracias por todo y perdón por tan poco.
La semana transcurrió repleta de trabajo. Ni siquiera hubo tiempo para respirar. Era llegar a casa y dormir. El viernes al mediodía, ya todo estaba liberado. Suspiré en mi escritorio y me detuve a mirar perplejo la pantalla. No veía qué tenía enfrente pero a su vez, imaginé a Pauli en el balcón, exhibiéndose, ¿Me estaba volviendo un pervertido o en realidad estaba tratando de limpiar mis culpas? ¿Me sentía culpable? ¡No sé! No podía definirlo. Sin embargo, para mí suerte, estaba bien pegado al escritorio y mí erección no podía verse. Creo que lo tenía decidido.
YO: amor ...
PAULI: Vida, ¿Cómo estás?
YO: Por suerte ya se terminó el trabajo pesado. Jaja
PAULI: ¡Que bueno, amor!
YO: Tengo ganas de que cenemos algo rico y tomemos un vino, ¿Te parece?
PAULI: Me encanta la idea, ¿Sushi?
YO: ¡Dale!
PAULI: ¡Te amo!
YO: llego cerca del horario de la cena.
Dejé el celular, lo tenía decidido. Era el momento de saber, de conocerme, de... ¿Le dije que la amaba? No... Tardé cinco minutos en darme cuenta. Agarré el celular. Me detuve en la charla. Volví a dejarlo. Resoplé y asumí mí momento de calentura.
Durante la tarde hablé con Macarena como todos los días para ver cómo estaba. Me contó algunas cosas de ella y cuando empezó a preguntarme por Pauli, decidí volver al trabajo y adelantar cosas de la siguiente semana. Me ponía en un estado en el cual no quería, pero no podía culparla. Era su amiga y en algún punto el remordimiento la carcomía. Bueno... Yo era el esposo y en definitiva...
Se hicieron las siete. Salí para mi casa, sabiendo que al ser viernes tardaría más de lo normal. Llegué y Pauli estaba cambiándose. Me pidió que me vistiera como si fuéramos a cenar. Honestamente, casi daba de baja el plan que tenía porque mí cansancio semanal era mayor pero al pasar por el cuarto, la ví radiante. Tenía un vestido muy corto, pegado al cuerpo. Nunca se lo había visto. Se puso unos tacos que le paraban la cola y no les miento, estaba excitadísimo. Me bañé, ella preparó la mesa del comedor, la que no usamos nunca. Si, la que está frente al balcón.
Cenamos como una pareja normal. Nos reímos de cosas, hablamos de otras. Evitamos el tema casamiento, un poco nos abrumaba. Las horas pasaron, cómo así las botellas de vino.
-Estas muy sexy...- Le dije, con la voz media quebrada por el alcohol .
-Vos también. ja, ja...- me guiñó un ojo, con la copa en la mano, riéndose. Obvio, borracha.
Acerqué la silla y comencé a tocar su pierna. Suave, rozando mis dedos por su rodilla. Ella continuaba sonríendo, fingiendo que bebía algún sorbo, mirando hacía algún lado.
-¿Qué pasa?- Le busqué los ojos.
-Estoy borrachita. Je. - Sonrió y me dió un beso.
Intentó levantarse, pero la detuve. Se desplomó al instante, otra vez entre carcajadas.
-Quedate que estamos bien, acá.- Miré hacía el balcón y sonreí.
- ja, ja. Estoy borrachita pero hoy no. -
Me agarró la cara y me beso con pasión. Mi corazón comenzaba a latir, casi al mismo ritmo que cuando estaba con Macarena pero esta vez, no pensaba en ella.
-Yo no dije nada...- contesté, llevando mi mano a su muslo derecho y haciendo un poquito de fuerza para que sienta, para que sepa que estaba decidido.
-Ah, ¿No?- Se alejó, con una sonrisa. -Entonces vamos a la cama.- Trató de pararse nuevamente.
La senté, está vez con más fuerza.
-hoy mando yo. - Respondí, firme. Metiendo mí mando todavía más cerca de su concha.
Nos empezamos a besar desesperados. Volvíamos a ser dos adolescentes pero en una versión que no habíamos sido nunca.
Me paré y apagué la luz. Eran las tres y media de la mañana.
- Vení. - La agarré de la mano y la saqué al balcón.
- ¿Qué hacés?- Me susurró, mientras yo me quedaba detrás de ella besándole el cuello.
-¿Te pensas que me olvidé lo del otro día?-
- ¿De qué hablas?- Me miró, alejándome de su cuello.
- De lo que hicimos en la casa del viejo...-
Sorprendentemente, Pauli se movió hacia adelante, molesta.
-¿Qué pasa?- le contesté, acercándome a besarla.
- Nada... - Me esquivaba los besos.
- Pauli... ¿Qué pasa?- La tomé del rostro para que me vea.
- No quiero que sigamos con ese juego, Juan. -
- ¿Pasó algo?-
Me sacó y se fue adentro, tomándome de la mano.
- Dale, sigamos en la cama.-
-Decime, que paso.-
-Nada, amor. Dale...-
Me esquivaba la mirada y no sé si era miedo, excitación, celos, vergüenza o un sinfín de sentimientos pero algo me retorcía el estómago. Le insistí y luego de un instante y de que el aire este viciado de incertidumbre, suspiró profundo.
- Nada. Después de lo que hicimos el otro día, que fue hermoso pero una locura, como que no dejé de pensar y me toqué imaginando. - Me miró.
-¿Cómo?- Pregunté, sorprendido porque jamás me confesó que se había tocado.
- ¡No, pará!- Casi interumpiéndome. - No me toqué pensando en Lucio, sino en la situación.-
-¿ Lucio?-
- Si, el señor. Lucio.-
- No sabía que lo conocías.- Me sorprendí aún más.
- Si, lo que pasa es que... No te enojes, ¿Si? Pero necesito ser honesta.-
Esas palabras" ser honesta" como si fueran una impunidad, una aprobación. Sin embargo, necesitaba saber más.
-Decime.-
-Bueno, la cuestión es que a Lucio lo conozco hace bastante porque tuvo un accidente y en alguna oportunidad le ayude con sus compras. Viste como soy de buenuda. Lo vi y empecé a darle una mano.-
-¿Y?-
- Nada, que vos empezaste con este juego y estos días lo fui a ayudar...-
- Qué más hay, ¿Porqué no me contaste?-
Se empezó a poner nerviosa, movía sus piernas.
- Nada... Que por ahí vos ibas a pensar que era una boluda, por ayudar a alguien des conocido.
La miré fijo.
- Decime la verdad porque esa no es una buena excusa.-
- ¡Ay!- Repiqueteó en el lugar. -¡Me estás emputeciendo, Juan!- Se alejó.
-¿Qué? ¿Yo que tengo que ver?-
Me acerqué antes de que hable, estaba sucediendo algo que no sabía qué era.
-Me empecé a calentar con la situación y me encontré llevándole bolsas el otro día. Subiendo las escaleras, él atrás mío, me percaté de mí vestido. Después de mucho tiempo entendí que fui una ¡Pelotuda! Se queda atrás para verme abajo del vestido, ¡O no sé! Por ahí estaba caliente...-
Yo no sabía si putearla por querer hacerme sentir culpable, si por saber que realmente no se dió cuenta o... No sé, pero opté por acercarme aún más, arrimar dos sillas cerca del balcón y que se siente. Mí mano volvió a su pierna.
-¿Y entonces?-
- No te enojes pero ahí me dió calentura y fui a dejar las bolsas a la cocina y pensé justo el momento donde debía dejarlas. Pensé y sabía que debía colocarlas arriba para que le sea más fácil pero las dejé en el piso, con él, otra vez atrás.-
Mi mano se acercó a su entrepierna, sentí una suave tela, de en caje. Comencé a tocarle el clítoris por sobre la tanga, su respiración se aceleraba de a poco.
-¿Y?-
- Y... ¡Ay, Juan! Perdón...-
- ¿Qué hiciste?-
- Nada... Te juro, te juro que nada pero...- Hizo esa pausa entera que mezclaba el morbo, con la excitación y la incertidumbre de saber la verdad. - Me agaché y me quedé un segundo, como si acomodara las bolsas, con él atrás, sabiendo que me miraba. Sabiendo que él tenía la imagen de mi culo.-
-¿Entonces?-
- Perdón... Amor... Perdón.-
- Prefiero saber toda la verdad.-
- agh... Buee... Bueno...- se arqueaba con mi mano en su concha, tocándola suavemente. Sintiendo lo mojada que estaba. - Y Lucio en ese momento se rió. Yo miré al frente, cómo haciendo como si nada. Se rió, sin moverse y me dijo que si podía subirlas y a comodarlas arriba de la mesada, porque se le dificultaba. Yo... Yo no me giré, dije que era una tonta por olvidarme y él dijo que no pasaba nada. Seguía ahí y perdón pero abrí un poco las piernas, así...-
Las abrió un poco más y mí pija explotaba. Creo que estaba por acabar. Seguía tocándola y ella estaba con la cabeza hacia atrás, gimiendo de placer.
-¿Qué hiciste, Pauli?-
- Nada... Nada... Te juro que nada. Sólo me quedé ahí, mostrando mí tanga y...-
-¿Cuál tenías puesta?- pregunté,impulsivo.
-¿Qué?- se sorprendió, creo que al igual que yo, que no pensé.
-Que tanga tenías puesta...-
- una blanca, finita...-
- La que se te mete en la concha y se ve cuando te mojas...-
Le corrí la tanga y comencé a chupársela.
- Si... Perdón pero te juro que no me di cuenta hasta que llegué a casa.-
-Entonces...- Me alejaba cada tanto, - Entonces te vió la tanga bien metida en la concha y mojada.-
-no sé... Ah, seguí... Seguí...- Me tomó la cabeza y me apretaba contra su concha.
-Que más pasó...- Susurré, entre fluidos.
- Nada... Acomodé todo y sentí que pasó al lado mío y me rozó la pierna, tal vez de casualidad pero yo estaba ahí, entregada, ¿Y si me tocaba? ¿Si me hacía algo?- Me contaba, entrecortado, entregemidos.
-¿Te hizo algo?-
- agh... No...-
- ¿Te hubiese gustado?- Pregunté y me interrumpió al instante.
-agh... Acabo, dale... Un poquito más...- Comenzó a arquearse, desesperada. Temblaba y me apretaba la cabeza.
Me pare delante de ella. Le pedí que se pusiera frente a mí.
-¿Qué hacés?-
-Agachate-
No emitió sonido. No decía nada. Yo tampoco.
- Abrí un poco las piernas.-
- Amor... No...- La interumpí.
- ¿Qué pasa? ¿Al viejo si se lo haces y a mí no?-
No dijo nada, me obedeció. Me desabroché el pantalón. Levanté un poco su vestido. Estaba su culo a mí merced.
- ¿Te hubiese gustado que Lucio haga esto?- Le rocé el culo con mí dedo índice, recorrí entre sus glúteos. -¿Esto querías, putita?- comenzaba a desencajarme, ante su silencio.
Me acerqué con la silla, bien cerca de su culo. Le abría los cachetes.
-¿ Esto pretendías que te haga?- Hundí mí cara en su culo y comencé a comérselo desaforado.
Ella gemía pero no decía nada, soportando que yo le metiese lengua, empujándola.
Me coloqué detrás de ella. Le corrí la tanga y le abrí los cachetes del culo. Estaba toda mojada.
- ¿Te hubiese gustado que Lucio te apoye así la pija?- Se la coloqué en el culo y empecé a hacer presión. - ¿Eh? ¿No decís nada, putita?-
- perdón, amor...- susurraba, casi lloriqueando.
- Yo no te dije nada. Te pregunté algo, putita, ¿ Qué pretendías que te toque el culo? ¿Te lo coma el culo? -
- no amor... Por favor, no... -
Yo continuaba haciendo presión en su culo.
- Despacio...- Me susurraba entre sollozo y excitación, podía sentirlo.
- ¿Entonces que querías? ¿Querías que te chupe la concha?¡Decime que querías!- Se la empecé a meter. Escupía y empujaba.
- ¡Despacio! Por favor, amor...-
- Decime que querías...- Estaba sacado, fuera de mí.
-Nada, no sé, estaba excitada, perdón amor... Se me fue de las manos pero hacémelo despacio.-
Volví a escupir y aminoré la presión y empecé a hacer un mete y saque despacio.
-¿Sabés que quiero?- Le dije, llevándola hasta la puerta del balcón y guiando su mano en su concha para que se toque mientras continuaba cogiéndole el culo.
-¿Qué querés mí amor?-
- Quiero que vuelvas y lo hagas de nuevo, putita.- Le susurré al oído.
-¿Qué? No amor, no voy más.-
- Si vos querés eso, putita. Vos querés que te meta la boca entre las piernas.- Le empezaba a dar con más velocidad.
- No amor... Agh... Agh... Amor, agh... Dale, acaba...-
- Vas a volver a ir con la tanguita bien metida en la concha como te gusta y vas a abrir más las piernas...-
- ¿ Eso querés? ¿ Querés que me vea mejor la concha y el culo? - Gemía en cada embestida y se tocaba más rápido.
- ¿Vos querés que él te vea con el hilo bien metido en la concha y te vea esos labios todos mojados, puta?-
-¡Agh¡ ¿Vos querés eso? ¿Querés que le muestre mí culito abierto, papi? ¡ Acabo! ¡Seguí¡-
En menos de un minuto, sentí que acababa y yo entré un poco más para vaciarme dentro de su culo. Me derrumbé en su espalda. Me latía la pija dentro de su culo. El éxtasis nos sobrepasaba. Lentamente salí. Ella fue al baño. Me quedé sentado, tomando lo que quedaba del vino, ¿Se nos estaba yendo de las manos o era el comienzo? O no sé bien qué era esto. Lo que sí, no parecía ser el momento de hablarlo.
Ella salió, desnuda. Me dió la espalda y se arqueó un poco.
- Mirá cómo me lo dejaste. - Se rió, abriéndose el culo.
- Hermosísimo te lo deje...-
- ¿Y era verdad? - Se paró y comenzó a caminar para la habitación, todavía con sus tacos.
PD: Sé que abandoné la historia. Fueron tiempos económicos muy duros. Todavía siguen siéndolo. Estoy tratando de volver y ojalá en algún momento pueda monetizarlo, ¡Obviamente a donorem! Veremos qué opinan ustedes. Gracias por todo y perdón por tan poco.
4 comentarios - Su mejor amiga. No sé porqué, pero si el cómo. IX.