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La señora M

Les traigo un nuevo relato donde les voy a narrar como fue el tercer encuentro con la poringuera de los relatos previos.

Esta vez el encuentro ocurrió un día de la primera mitad del 2011, ya había pasado algo de tiempo desde la última vez que nos vimos, aunque nos manteníamos en contacto y charlábamos asiduamente.
Uno de estos días, pactamos la fecha para encontrarnos, dado que ambos ya necesitábamos encontrarnos para disfrutar de nuestra pasión y lujuria. La cita fue en el hotel donde nos graduamos de amantes y donde liberamos todos nuestros deseos sexuales en las previas ocasiones.
El hotel ya parecía nuestro segundo hogar, ya en la habitación nos dispusimos a dar rienda suelta a nuestra lujuria, empezamos besándonos apasionadamente, el tiempo que había transcurrido entre nuestro último encuentro hizo que lo fogoso entre ambos se potenciará.
Recuerdo como nuestras manos recorrían nuestros cuerpos sin dejar que nuestros labios se separaran, como lentamente la ropa comenzó a desaparecer y nuestros cuerpos desnudos se recostaron sobre esa cama que iba a ser testigo de nuestra calentura.
En aquella ocasión se posicionó boca arriba y como sabía que su concha era mi perdición, me abrió las piernas en clara señal para que mi boca se posara en sus rosados labios vaginales.
Comencé a besarla y a sentir como sus piernas empezaban a apretarme la cabeza, sus manos se posaron sobre mi pelo y mi lengua empezó a sentir como esa concha se humedecía más y más, sus jugos se posaron sobre mis papilas gustativas y mis lamidas se fueron incrementando al tiempo que mi lengua ingresaba en esa cavidad cada vez más mojada.
Al cabo de unos minutos, lo empapada que estaba era demasiado evidente, mi boca llena de sus ricos y sabrosos jugos, y mis manos acariciando esas piernas hicieron que me dieran ganas de besar y pasar mi lengua por otro orificio que se encontraba cerca.
Mi boca se acercó lentamente, mi lengua se poso sobre su ano y empezó a moverse en forma circular, no tuve ninguna resistencia de parte de ella, lo cual me alentó a dar el paso siguiente, meter uno de mis dedos, el cual había lubricado con sus jugos previo a comenzar a meterlo dentro de ese culito.
Recuerdo que ese manjar estaba bien apretadito, y que mi intención en un futuro no muy lejano era saborearlo de mil formas distintas, pero para eso ya habría tiempo otras veces pensé.
Al oír sus constantes gemidos y ver que mi chota estaba bien dura y venosa, me dispuse a arrodillarme frente a ella y apoyar mi verga sobre su concha, empecé frotándole la punta por esos labios y sintiendo como cada frotada hacía que mi pija se lubricara más y más, cuando me miro a los ojos e iba a decirme algo, no la deje emitir sonido alguno y le enterré toda mi verga en esa concha, la cual entró sin resistencia debido a lo mojados que estábamos ambos con sus fluidos.
Mi memoria grabó el momento en que cuando entro mi verga me dijo: “justo lo que quería, me leíste la mente”, eso me incentivó e hizo que mis ganas de darle más duro crecieran, puse sus piernas sobre mi pecho y agarrándolas fuerte, comencé a embestirla cada vez más duro, sus gemidos cada vez más fuertes hacían que mi verga palpitara dentro de esa concha, mis manos se movieron a esas tetas que se bamboleaban con cada metida y se las apreté bien fuerte.
Esas tetas siempre fueron mi debilidad, desde que las veía en los post de poringa, y jugar con ellas, masajearlas mientras me la cogía era el máximo logro de mi vida.
Seguimos así un par de minutos y ella me pidió ir arriba porque no aguantaba más, yo complaciente, se lo permití, me cabalgo un buen rato y cuando ya estaba por explotar la agarre de la cintura y la recosté sobre la cama, la di vuelta para que ese culito estuviera mirando hacía arriba, mi boca se acercó a su oreja y le dije si me dejaba llenarle el culo de leche, ella asintió con la cabeza aceptando mi deseo.
Y así fue como tras darle unas embestidas en esa concha que no paraba de emanar sus deliciosos fluidos, mi dedo comenzó a dilatarle el ojete de a poquito, una vez que mi dedo entró sin resistencia y que sentía como mi verga comenzaba a hervir por la leche que se avecinaba, enterré la cabeza de mi chota en su ojete y sentí como cada chorro de semen iba rellenando ese hueco divino.
Ella al sentir toda la leche dentro suyo comenzó a correrse mientras sus manos apretaban las sabanas de la cama, y yo caí rendido en su espalda, con mi verga saliendo de ese culo con algunas gotas sobre la punta y mis labios besando su cuello en agradecimiento por dejarme cumplir otro de mis deseos.
Tras unos minutos de estar acostados, nos recompusimos, nos bañamos juntos e hicimos un rapidito antes de terminar nuestra sesión amatoria de la jornada.
Luego de este encuentro, a pesar de que seguimos en contacto, la relación se fue alejando y un día, café mediante, decidimos dejar de vernos, yo porque buscaba algo más estable (léase garchar más seguido) y ella porque con su agitada vida era una bomba de tiempo que podía complicarla.
Esta poringuera, como muchas otras, ya no ingresa más al sitio (o quizás lo haga esporádicamente y sin darnos cuenta), pero mis recuerdos de ella siempre serán gratos y harán que mi sangre se desvié a sitios donde no hay huesos. Hasta he de confesar que a veces cuando lo hago con mi pareja he pensado en ella, o visto sus fotos antes de hacerlo para incentivarme.
Quizás siendo honesto, de lo único que me arrepiento es de no haber aprovechado la oportunidad de disfrutar ese culito en toda su gloria, pero bueno, a veces en la vida no se puede tener todo, y hay que estar agradecidos de las fantasías que sí pude cumplir gracias a ella.
Mi más profundo respeto y calentura para la Poringuera M, quien aún hoy me sigue quitando la leche con sus fotos en mi memoria.


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