Cuerneando a mi marido
Me llamo Roxana, vivimos con mi marido en una pensión, donde hay muchas habitaciones, baños compartidos, un hogar de gente con no demasiados recursos, mi marido fue el único hombre con el que lo hice, últimamente él está muy cansado, cada vez trabaja más y la plata nos alcanza menos, tenemos un vecino de pieza, que está casi todo el día en la casa, es un muchacho un poco más grande que nosotros, unos treintipico, su esposa es la que trabaja y él se pasa el día en la casa, yo tampoco trabajo, muchas veces nos cruzamos y me mira de una manera que me desnuda con la mirada, a mí me parece bastante atractivo, pero estoy casada, no me parece bien engañarlo a mi marido, pero siempre está cansado, sin ganas, come con vino y se queda dormido enseguida, mientras escucho al vecino de pieza, hacerlo con la esposa casi todas las noches, la oigo gemir y los gruñidos de él cuando acaba y me suelo masturbar bastante mientras lo hacen.
Esa mañana me vestí con una tanga tipo hilo dental, con un vestido ajustado, es el único vestido más o menos lindo que tengo, esta viejito pero creo que me queda bien, me levanté temprano tratando de sorprenderlo a mi marido y tratar que un poco más descansado lo pudiéramos hacer, cuando me vio se acercó y me empezó a besar y a acariciar, me levantó el vestido desde atrás y me acariciaba la cola, estaba cada vez más caliente, agarré su bulto sobre el pantalón, sonó su celular y era el compañero que lo pasa a buscar todos los días, ya estaba en la puerta, me dio un beso disculpándose, pero se tenía que ir, me tire un rato más en la cama a descansar, la escuché salir a la vecina de pieza. Me acosté y dormí hasta el mediodía, me levanté todavía más caliente que antes, El vecino estaba en la puerta de su cuarto tomando una cerveza, me puse el vestido de nuevo y salí a colgar la ropa hacía poses sensuales, como si él no estuviera, me sentía caliente y sentía como me desnudaba con la mirada, me agachaba a juntar la ropa, la falda era muy corta y ajustada y se notaba el hilo claramente. Se acercó hacia mí, nos quedamos mirando un rato, puso sus manos sobre mis hombros e hizo presión haciéndome arrodillar delante de él, me sentí caliente al instante, se me levantó un poco más la pollera, casi se veía mi tanga, pero no desde arriba donde él estaba, empecé a desabrocharle la bragueta, ninguno de los dos dijo una palabra. Le bajé un poco el pantalón, tenía unos boxers marrones, se notaba su miembro bien duro, le bajé el bóxer y su miembro saltó como un resorte, lo puse hacia arriba y a un costado y le di suaves besitos en sus bolas. Después lo empecé a chupar suavemente, primero por el costado y luego metiéndomelo en la boca, no soy muy experta chupando, mi marido acaba enseguida si lo intento. De a ratos miraba que nadie saliera, estábamos en el patio, pero era obvio que a los dos nos calentaba más el riesgo de ser descubiertos. Empecé a tragarla casi hasta la base y de nuevo hasta afuera, estuve así un rato largo y me di cuenta que le encantaba. Lo pajee suavemente y volví a chuparle de nuevo las bolas un rato. Me puse de pie, me di vuelta levantándome solo un poco más la falda, corrí la tira del tanga a un lado y agarré su miembro jugando por mi conchita, no tenía forro, ninguno de los dos hizo nada al respecto. El empezó a bombearme, con la mano izquierda me agarraba de la cintura, con la derecha levantó un poco el vestido y le encantó la visión de mi tanga de hilo dental. Su bombeo empezó a acelerarse, estábamos en el patio de la pensión, no teníamos demasiado tiempo, pero ninguno tampoco intento ir hacia alguna de las habitaciones. Me agaché agarrándome de la pileta de lavar y sentí como mejoraba la penetración, me encantaba que ni siquiera hubiéramos dicho una palabra. Por el reflejo de los azulejos de la pileta, me pareció que alguien nos miraba desde el otro patio, pero no hice nada por parar, me parecía que era un hombre, no se veía claro pero me pareció que se apretaba el bulto sobre la ropa, me olvidé del tema y me concentré en la cogida que el vecino me estaba dando. Escuchamos un ruido de una puerta, enseguida se salió y se metió en su cuarto, yo me bajé el vestido rápido y seguí colgando la ropa, pasó doña Marta una vecina mayor estuvo charlando un rato de los precios, del clima, me hablo de mi marido, de lo trabajador y buen muchacho que era y se fue a comprar. Agarré un cartón que había ahí para apoyarme y no lastimarme ni ensuciarme las rodillas y me puse en cuatro en el patio, sentía que él miraba de la habitación y enseguida salió, todavía tenía la tanga corrida a un costado. Otra vez me levantó el vestido para ver bien mi culo y acercó su miembro, con mi manito lo fui llevando a mi conchita. Me sentía tan puta en cuatro en el piso, con el culo al aire y siendo penetrada por mi vecino, él estaba bombeándome de nuevo, los dos empezamos a gemir bastante, tratando de que fuera lo menos audible posible, el aceleraba su cogida, no teníamos mucho tiempo, alguien más podía salir, en el patio se escuchaba un programa de radio que salía de una de las habitaciones, y el golpeteo de su pelvis contra mis glúteos cada vez que me penetraba. Me baje un poco el vestido, me sentía muy expuesta, pero él volvió a subirlo, sentía como su miembro me llenaba re bien, era super grueso, debía ser el doble de grueso que el de mi marido, sentía como salía y entraba llenándose de mis jugos, estaba caliente, mojada, con calentura acumulada. Empezó a acabar y la sacó enseguida, su corrida cayó toda en la raya de mi culo, sentía lo abundante de su corrida, la tibieza, pensaba que lo había escuchado hacerlo con la esposa la noche anterior, pero igual sentía que se corría abundantemente. Cuando termino de acabar me la volvió a meter, me dio un par de viajes más y después se salió y se metió en su cuarto, se quedó mirándome, me puse de pie y me fui caminando con el vestido levantado, su corrida goteando, caminaba sensualmente hacia mi cuarto moviendo mi culo cadenciosamente. Me limpié un poco y me fui a hacer las compras del día.
Cuando volví entré al cuarto y él entró detrás de mi, apoyé la bolsa de la compra en la mesa, giré, me atrajo hacia él y por primera vez nos besamos, me apretaba fuerte contra él, me apretaba el culo con gusto, me arrodillé de nuevo y volví a chupársela, estaba al palo de nuevo, se acostó en la cama, por primera vez me habló
-No te saques el vestido, déjatelo puesto, solo levántatelo un poco…
Me levanté el vestido y lo monté, otra vez sin forro, me bajo el vestido por los hombros y descubriendo mis pechitos que son chicos empezó a chuparlos y mordisquearlos, yo empecé a cabalgarlo cada vez más caliente, me agarró fuerte de las caderas manejando él el ritmo de la cogida, lo fui a besar y nos dimos lengua un montón de tiempo, me puso después de misionero, y seguimos besándonos mientras me taladraba bien duro, me chupaba el cuello, atrás de las orejas, los pezones, yo trataba de no gemir no quería que ningún vecino escuchara, justo entró doña Marta a la pensión, golpeó mi puerta, el vecino se quedó clavado sobre mí. No contestamos, cuando Marta se fue seguimos en lo nuestro, me sentía re caliente, cruce mis piernas por detrás de él cuando sentí que estaba cerca y no lo dejé salir, sentí su corrida bien profundo en mí, su pija tardó un rato en salir, seguía bastante dura, estuvimos besándonos y volvió a irse sin decir una palabra, después me fui a bañar. Nunca había gozado así, con mi marido eran dos viajecitos y estaba acabando, me daba cuenta que había un mundo para explorar y descubrir.
Me llamo Roxana, vivimos con mi marido en una pensión, donde hay muchas habitaciones, baños compartidos, un hogar de gente con no demasiados recursos, mi marido fue el único hombre con el que lo hice, últimamente él está muy cansado, cada vez trabaja más y la plata nos alcanza menos, tenemos un vecino de pieza, que está casi todo el día en la casa, es un muchacho un poco más grande que nosotros, unos treintipico, su esposa es la que trabaja y él se pasa el día en la casa, yo tampoco trabajo, muchas veces nos cruzamos y me mira de una manera que me desnuda con la mirada, a mí me parece bastante atractivo, pero estoy casada, no me parece bien engañarlo a mi marido, pero siempre está cansado, sin ganas, come con vino y se queda dormido enseguida, mientras escucho al vecino de pieza, hacerlo con la esposa casi todas las noches, la oigo gemir y los gruñidos de él cuando acaba y me suelo masturbar bastante mientras lo hacen.
Esa mañana me vestí con una tanga tipo hilo dental, con un vestido ajustado, es el único vestido más o menos lindo que tengo, esta viejito pero creo que me queda bien, me levanté temprano tratando de sorprenderlo a mi marido y tratar que un poco más descansado lo pudiéramos hacer, cuando me vio se acercó y me empezó a besar y a acariciar, me levantó el vestido desde atrás y me acariciaba la cola, estaba cada vez más caliente, agarré su bulto sobre el pantalón, sonó su celular y era el compañero que lo pasa a buscar todos los días, ya estaba en la puerta, me dio un beso disculpándose, pero se tenía que ir, me tire un rato más en la cama a descansar, la escuché salir a la vecina de pieza. Me acosté y dormí hasta el mediodía, me levanté todavía más caliente que antes, El vecino estaba en la puerta de su cuarto tomando una cerveza, me puse el vestido de nuevo y salí a colgar la ropa hacía poses sensuales, como si él no estuviera, me sentía caliente y sentía como me desnudaba con la mirada, me agachaba a juntar la ropa, la falda era muy corta y ajustada y se notaba el hilo claramente. Se acercó hacia mí, nos quedamos mirando un rato, puso sus manos sobre mis hombros e hizo presión haciéndome arrodillar delante de él, me sentí caliente al instante, se me levantó un poco más la pollera, casi se veía mi tanga, pero no desde arriba donde él estaba, empecé a desabrocharle la bragueta, ninguno de los dos dijo una palabra. Le bajé un poco el pantalón, tenía unos boxers marrones, se notaba su miembro bien duro, le bajé el bóxer y su miembro saltó como un resorte, lo puse hacia arriba y a un costado y le di suaves besitos en sus bolas. Después lo empecé a chupar suavemente, primero por el costado y luego metiéndomelo en la boca, no soy muy experta chupando, mi marido acaba enseguida si lo intento. De a ratos miraba que nadie saliera, estábamos en el patio, pero era obvio que a los dos nos calentaba más el riesgo de ser descubiertos. Empecé a tragarla casi hasta la base y de nuevo hasta afuera, estuve así un rato largo y me di cuenta que le encantaba. Lo pajee suavemente y volví a chuparle de nuevo las bolas un rato. Me puse de pie, me di vuelta levantándome solo un poco más la falda, corrí la tira del tanga a un lado y agarré su miembro jugando por mi conchita, no tenía forro, ninguno de los dos hizo nada al respecto. El empezó a bombearme, con la mano izquierda me agarraba de la cintura, con la derecha levantó un poco el vestido y le encantó la visión de mi tanga de hilo dental. Su bombeo empezó a acelerarse, estábamos en el patio de la pensión, no teníamos demasiado tiempo, pero ninguno tampoco intento ir hacia alguna de las habitaciones. Me agaché agarrándome de la pileta de lavar y sentí como mejoraba la penetración, me encantaba que ni siquiera hubiéramos dicho una palabra. Por el reflejo de los azulejos de la pileta, me pareció que alguien nos miraba desde el otro patio, pero no hice nada por parar, me parecía que era un hombre, no se veía claro pero me pareció que se apretaba el bulto sobre la ropa, me olvidé del tema y me concentré en la cogida que el vecino me estaba dando. Escuchamos un ruido de una puerta, enseguida se salió y se metió en su cuarto, yo me bajé el vestido rápido y seguí colgando la ropa, pasó doña Marta una vecina mayor estuvo charlando un rato de los precios, del clima, me hablo de mi marido, de lo trabajador y buen muchacho que era y se fue a comprar. Agarré un cartón que había ahí para apoyarme y no lastimarme ni ensuciarme las rodillas y me puse en cuatro en el patio, sentía que él miraba de la habitación y enseguida salió, todavía tenía la tanga corrida a un costado. Otra vez me levantó el vestido para ver bien mi culo y acercó su miembro, con mi manito lo fui llevando a mi conchita. Me sentía tan puta en cuatro en el piso, con el culo al aire y siendo penetrada por mi vecino, él estaba bombeándome de nuevo, los dos empezamos a gemir bastante, tratando de que fuera lo menos audible posible, el aceleraba su cogida, no teníamos mucho tiempo, alguien más podía salir, en el patio se escuchaba un programa de radio que salía de una de las habitaciones, y el golpeteo de su pelvis contra mis glúteos cada vez que me penetraba. Me baje un poco el vestido, me sentía muy expuesta, pero él volvió a subirlo, sentía como su miembro me llenaba re bien, era super grueso, debía ser el doble de grueso que el de mi marido, sentía como salía y entraba llenándose de mis jugos, estaba caliente, mojada, con calentura acumulada. Empezó a acabar y la sacó enseguida, su corrida cayó toda en la raya de mi culo, sentía lo abundante de su corrida, la tibieza, pensaba que lo había escuchado hacerlo con la esposa la noche anterior, pero igual sentía que se corría abundantemente. Cuando termino de acabar me la volvió a meter, me dio un par de viajes más y después se salió y se metió en su cuarto, se quedó mirándome, me puse de pie y me fui caminando con el vestido levantado, su corrida goteando, caminaba sensualmente hacia mi cuarto moviendo mi culo cadenciosamente. Me limpié un poco y me fui a hacer las compras del día.
Cuando volví entré al cuarto y él entró detrás de mi, apoyé la bolsa de la compra en la mesa, giré, me atrajo hacia él y por primera vez nos besamos, me apretaba fuerte contra él, me apretaba el culo con gusto, me arrodillé de nuevo y volví a chupársela, estaba al palo de nuevo, se acostó en la cama, por primera vez me habló
-No te saques el vestido, déjatelo puesto, solo levántatelo un poco…
Me levanté el vestido y lo monté, otra vez sin forro, me bajo el vestido por los hombros y descubriendo mis pechitos que son chicos empezó a chuparlos y mordisquearlos, yo empecé a cabalgarlo cada vez más caliente, me agarró fuerte de las caderas manejando él el ritmo de la cogida, lo fui a besar y nos dimos lengua un montón de tiempo, me puso después de misionero, y seguimos besándonos mientras me taladraba bien duro, me chupaba el cuello, atrás de las orejas, los pezones, yo trataba de no gemir no quería que ningún vecino escuchara, justo entró doña Marta a la pensión, golpeó mi puerta, el vecino se quedó clavado sobre mí. No contestamos, cuando Marta se fue seguimos en lo nuestro, me sentía re caliente, cruce mis piernas por detrás de él cuando sentí que estaba cerca y no lo dejé salir, sentí su corrida bien profundo en mí, su pija tardó un rato en salir, seguía bastante dura, estuvimos besándonos y volvió a irse sin decir una palabra, después me fui a bañar. Nunca había gozado así, con mi marido eran dos viajecitos y estaba acabando, me daba cuenta que había un mundo para explorar y descubrir.
5 comentarios - Cuerneando a mi marido