Esta es la historia de Ornella, una chica de 18 años que se siente atraída por el novio de su mejor amiga con quien tiene un pasado sin resolver y quien la busca constantemente, rozando lo prohibido y jugando con fuego. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
ANTERIOR
Capítulo 3: Ojos marrón claro
El chisme de la noche que pasamos Alejandro y yo corrió demasiado rápido para mi gusto y al día siguiente ya todos sabían lo que había pasado. No me gustó esa actitud de él de andar divulgando todo a los pocos minutos y se lo hice saber en un mensaje el cual él me respondió pidiéndome disculpas. Tampoco me gustaba la idea de que Mariana automáticamente se aprovechara de esa situación y le dijera a todo el grupo que a mi me gustaba Alejandro y que los dos hacíamos una linda pareja, ya que ninguna de las dos cosas era verdad. También hablé con ella, para decirle que por favor no dijera más eso y que lo mío con Ale fue algo de una sola noche, pero su respuesta no fue muy buena.
- ¡Ay amiga! ¡No tengas vergüenza! Ale es re buen pibe y por lo que me contaste, la pasaste bien con él.
Lo cierto es que yo había contado muy poco de esa noche y casi todo lo que los chicos del grupo se habían enterado era por parte de él. Como punto positivo que pude rescatar de ese encuentro, fue el hecho de que Alejandro se había ido fascinado con mi performance y le había hablado (principalmente a los chicos) maravillas de mí como amante. Eso me hizo quedar muy bien y de golpe todos habían cambiado su imagen de mí y ahora me veían como la chica más sexualmente activa del grupo. Eso ofendió un poco a Mariana, pues Esteban ya no hablaba tanto de ellos dos y había dejado de ser el centro de atención.
Sin embargo, la noticia que más cambió el rumbo de las cosas en esos días no tuvo nada que ver conmigo y con Alejandro. Esteban, quien hasta ese entonces iba a estudiar abogacía, decidió cambiar a último momento y se inscribió en la carrera de administración de empresas, la misma que íbamos a estudiar Valentina y yo. Eso hizo enojar muchísimo a Mariana, quien no tuvo problema en generar una pelea con su novio en el grupo de whatsapp. “Al menos lo hubieses hablado conmigo” le escribió luego de que él nos contara a todos a la vez, dándonos a entender que su novio se estaba enterando al mismo tiempo que los demás. Nadie le respondió y minutos más tarde Mariana volvió a escribir diciendo que su novio era tan cagón, que se defendía por privado y no en el grupo.
Ese cambio de decisión de Esteban alteró un poco las cosas y volvió a unirnos durante los días siguientes. De forma tranquila, me escribió a los pocos días para consultarme algunas cosas de la carrera, la cual todavía no habíamos empezado. “Sé lo mismo que vos jajaja” le respondí y el propuso que nos juntáramos los dos a leer algunas cosas de la página de internet y a ver materias y bibliografía. Era un plan bastante aburrido para un viernes a la tarde de sol, pero terminé aceptando ya que me gustaba la idea de pasar un poco de tiempo con él a solas. Desde que Esteban se había puesto de novio con Mariana, se había convertido en el novio de mi mejor amiga y poca relación habíamos tenido desde entonces.
Esa tarde, aprovechamos para ponernos al día. Me contó porque decidió cambiar de carrera a último momento, la motivación de su madre para tomar esa decisión y la pelea que había tenido con Mariana, a quien al parecer, le había adelantado algo. “Deberías haberle dicho, es tu novia” le dije yo ya que en ese punto no estaba de acuerdo con él. Esteban asintió con la cabeza. Tras hablar un buen rato de él, me preguntó sobre mí y fue directo al tema Alejandro. Rápidamente le dije que Ale no me gustaba, que me parecía lindo y simpático, pero que no sentía nada por él y que no tenía intenciones de establecer algo como una relación. “Fue algo de una noche y punto” le respondí luego de que él me consultara si volvería a estar con uno de sus mejores amigos.
- Que raro… Es como si lo hubieses hecho para darle celos a alguien.- Dijo mirando a otro lado y yo no pude responderle.
No iba a darle la razón. Es que en realidad, no sabía muy bien por qué me había acostado con Alejandro. En parte lo había hecho porque estaba borracha, pero en parte también lo había hecho porque quería. Seguramente mi intención inicial era demostrarle Mariana que yo sabía coger y que podía hacerlo tan bien como ella, pero creo que la razón principal era otra. Y es que en realidad, el hecho de que Esteban se enterara de aquello y que encima tuviera lujo de detalles por parte de su amigo, le hizo sentir un poco de celos de lo que él se había perdido por haberse puesto de novio con otra chica. Noté una suave sonrisa en su rostro y comprendí que algo en él pasaba.
Alejandro se puso insoportable. Empezó a mandarme mensajes a diario, a preguntarme como estaba y a proponerme salidas que yo evitaba de cualquier forma. “¿Qué te pasa?” me preguntó un día que nos encontramos en la casa de Tomás para comer algo. Le dije que nada, pero mi cara de pocos amigos fue más que eso y a él pareció no convencerlo. A pesar de eso, Ale se alejó por un buen rato y pude pasar la noche más tranquila y relajada, sin saber que después iba a volver a atacar. Los chicos fueron a comprar más alcohol y terminamos poniendo música y bailando al ritmo de las canciones que sonaban, lo que nos motivó a salir a bailar a pesar de que no era el plan inicial.
Ya en el boliche, Alejandro pensó que podía llegar a suceder lo mismo que había pasado el fin de semana anterior y me quiso llevar a un lugar más alejado del grupo. Yo no sabía cómo sacármelo de encima y a pesar de que le dije que esa noche no quería estar con él, el pibe insistió. Terminé escapándome luego de que él consiguiera apartarme de los demás y cuando volvía con mis amigas, me llevé puesta a un chico y terminé volcando su trago. “Perdón Esteban” le dije al ver el rostro del novio de mi mejor amiga y me alejé observando el trago.
- ¡Me llamo Germán!- Me respondió él y cuando lo miré de nuevo me di cuenta que se trataba de otro chico.
Era muy parecido a nuestro compañero, aunque tenía el pelo un poco más corto y los ojos color marrón claro. Le pedí disculpas y le propuse comprarle un trago nuevo, algo que él aceptó teniendo en cuenta que el vaso estaba lleno cuando se lo tiré. Con tal de alejarme de Alejandro, fuimos a la barra y empezamos a hablar. Al principio estaba un poco molesto, pero al ver cómo me hacía cargo de su trago y ver lo avergonzada que estaba, se fue relajando. Germán tenía 20 años y coincidía que cursaba la misma carrera que yo estaba por empezar. Eso hizo que nos quedáramos hablando un poco y con el correr de la conversación, me terminó invitando a seguir la charla en su casa.
Le dije que no y le agradecí por la invitación, pero no sentía tanta confianza como para irme con él esa noche. A pesar de eso, Germán no se quedó callado y me pidió mi número de teléfono, a lo que accedí a dárselo pues el chico me había parecido muy simpático además de lindo. Volví con mis amigas y les conté a Julia y a Belén lo que había pasado y ellas automáticamente giraron para ver al chico que estaba bastante cerca de nosotras. “¡Está re bueno boluda!” dijo Belén. “¡Andá y cógetelo!” Agregó Julia pero yo le dije que esa noche no tenía ganas y segundos más tarde, apareció Alejandro intentando darme un beso.
Germán me escribió a los dos días, saludándome, preguntándome como estaba y comentándome que la mancha de alcohol de la camisa había salido. Le devolví el saludo y me confesó que se había quedado con ganas de charlar conmigo y aprovechó para invitarme nuevamente a su casa ese lunes por la tarde. Le dije que ya tenía planes a pesar de que era una mentira y le seguí la conversación. Por alguna razón, no me sentía segura de aceptar sus invitaciones a su casa, algo que insistió para el jueves siguiente. “Alguna me tenés que aceptar” respondió luego que volviera a mentirle sobre tener planes y aplazó la juntada para el viernes, pero proponiéndome ir al parque a tomar algo. “Dale! Eso sí te acepto” le respondí yo y sin querer me delaté. Germán, lo tomó como una victoria y el día pactado me escribió para decirme que me pasaba a buscar por mi casa, la cual estaba relativamente cerca del parque al que íbamos a ir.
Nos pusimos a hablar rápidamente, ya que ninguno de los dos tenía problema en conversar. Él me contó un poco de su vida y me hizo saber que venía de un pueblo bastante cercano y que vivía solo desde hacía ya dos años. Me contó algunas cosas de la carrera y me aconsejó algunas cátedras que según él eran mejores que las otras, algo que me pareció muy divertido de su parte. Cuando ya llevábamos más de una hora y media charlando en el parque, se acercó y me miró fijo a los ojos. “El otro día me quedé con ganas de darte un beso” me dijo muy serio y se acercó tanto que el beso fue inevitable. Se lo devolví y este duró unos cuantos segundos, para luego terminar de una forma cálida y dulce. A ese beso, le siguió unos segundos de silencio en el que nos miramos fijo a los ojos y por unos segundos pude ver el rostro de Esteban en el de Germán.
Entramos a su habitación y fuimos automáticamente a la cama. La charla se había extendido después de ese beso y nuestros labios volvieron a encontrarse varias veces más. Cuando el sol empezó a descender me propuso ir a su casa para comer algo y yo acepté sin dudarlo. El chico era hermoso, tenía un cuerpo divino y me había encantado pasar la tarde con él, por lo que no iba a desaprovechar esa oportunidad. Nos tomamos un colectivo y fuimos hasta su departamento. No pudimos esperar a entrar y ya en el ascensor nos matamos a besos, haciéndole saber al otro que la comida iba a tener que esperar un rato.
Él se acostó encima de mí y comenzó a tocarme con sus dedos, recorriendo todo mi cuerpo de un lado al otro. Yo le comía la boca y metía mi lengua adentro de sus labios, al mismo tiempo que él me devolvía los besos de forma apasionada. No era simplemente calentura lo que sentía en ese momento, sino que de verdad me gustaba ese chico y de verdad tenía ganas de estar allí con él. Germán empezó a bajar su boca por mi cuerpo, haciendo rozar sus labios con mi piel a la altura del cuello, los hombros, los brazos y el pecho. Me desprendió la remera y el corpiño y le dedicó un buen tiempo a besarme los pechos, lamerme los pezones y tocarme de una forma delicada y apasionada. Me gustaba lo que estaba haciendo.
- ¡Qué hermosa que sos!- Me dijo con voz sensual y yo le respondí con un suspiro.
Continuó bajando y llegó a mis piernas, me sacó el short y dejó al descubierto una bombacha bastante sexy que al parecer le gustó, pues me dejó puesta mientras me seguía besando la zona. Su boca pasó por mi cintura de un lado al otro, bajó hasta mis muslos por un lado y después por el otro y subió para llegar a mi ombligo. Allí apareció su lengua y repitió el recorrido pero ahora con esta, dejando un hilo húmedo por cada lugar que pasaba. Con los dedos de su mano corrió la bombacha hacia un costado, me miró fijo a los ojos, me sonrió y metió su cabeza entre mis piernas.
Ya el primer contacto me hizo lanzar un gemido que mezclaba sorpresa y placer. Él levantó la cabeza y me volvió a mirar sonriendo para luego bajar de forma más suave y continuar con lo que estaba haciendo. Su lengua era la protagonista y la pasaba de arriba hacia abajo haciendo presión sobre mi conchita y marcando presencia. El ritmo iba variando, al igual que la distancia que esta recorría, pero siempre se ocupaba de hacérmela sentir y de dejarme en claro que él estaba allí entre mis piernas. Yo no pude contener un nuevo gemido y dejé que este saliera cuando su otra mano apareció y penetró mi cuerpo. Un suave dedo entró en mi humedad y se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo que Germán me volvía loca sobre mi clítoris.
Cuando ya me tuvo toda mojada, se levantó y buscó un preservativo en la mesita de luz, dándome tiempo a aprovechar para sacarme lo que me quedaba de ropa. Germán volvió a la cama ya desnudo y se acostó sobre mí para darme nuevamente varios besos, haciéndome notar lo húmeda que me había dejado. Yo lo abracé con mis manos y acaricié su espalda mientras sentía la dureza de su cuerpo rozando el mío y notaba como esta se volvía loca por entrar. Él la agarró con su mano, la colocó en la puerta de mi cuerpo y fue penetrándome hasta que la tuve toda adentro. Yo ahogué un gemido de placer y le apreté fuerte los brazos, sintiendo el placer recorrer toda mi espalda.
No era tan grande como la de Esteban, pero Germán venía muy bien y era muy gruesa, algo que se sentía con cada movimiento que daba. Su cintura subía y bajaba suavemente mientras nuestros labios se seguían encontrando en besos bien apasionados. Poco a poco fue tomando ritmo, aunque siempre haciéndolo de forma suave y sin dejar de mirarme como si estuviese fascinado por mi rostro. “¿Vamos bien?” me preguntó y sentí mucha ternura por su comentario. Yo asentí con la cabeza mientras me mordía los labios y él continuó moviendo su cuerpo, aprovechando su posición para hacerlo tanto hacia arriba y hacia abajo, como hacia adelante y hacia atrás.
Poco a poco fue tomando ritmo y empezó a darme con más ganas. Para ese entonces yo ya no podía aguantarme los gemidos y él elevó su cuerpo para darme algo de soltura y permitirme a mí apreciar su hermoso cuerpo. Casi que ni me había percatado de lo fuerte que estaba, de cómo sus venas se marcaban en sus brazos y de cómo sus pectorales resaltaban sobre su pecho. Sin lugar a dudas, estaba mucho mejor que Esteban y yo no iba a perder la oportunidad de tocarme todo el pecho mientras él me cogía con ganas. “¡Así! ¡Tocame! ¡Dale, hermosa!” me dijo él y sus palabras me generaron un morbo bastante grande y subí la otra mano para abarcar mejor su cuerpo.
Él siguió subiendo y terminó arrodillado entre mis piernas, las cuales levantó con sus manos y las colocó sobre sus hombros. De golpe, la penetración se volvió mucho más profunda y pasé de necesitar mis manos para tocar su cuerpo a necesitarlas para agarrarme de las sábanas. Con movimientos cortos pero bien rápidos, Germán se movía hacia adelante y hacia atrás dándome bien duro y haciéndome sentir su pija bien adentro de mi conchita totalmente mojada. Yo ya no gemía, sino que gritaba de placer y se lo hacía saber mirándolo fijo a los ojos. “¡Así! ¡Disfrutá! ¡Dale!” me decía él que parecía gozar mucho más que yo lo que estábamos haciendo.
Yo también tuve tiempo de lucirme y tras varios minutos de coger en esa posición, Germán se acostó en la cama y dejó que yo me colocara encima de él. “¡Estás… que rajás la tierra pendeja!” me dijo pasando sus manos por mi cuerpo, elevando una desde mis piernas hasta mis pechos y otra de ellas hasta mi cola. Yo imité sus movimientos y empecé a moverme despacio, yendo hacia adelante y hacia atrás de forma suave sin dejar de mirarlo a los ojos. Me mordía los labios para no gemir, pues su pija bien gruesa me estaba haciendo gozar de una forma increíble. No pude aguantarme las ganas de seguir manoseándolo y ahora que lo tenía a mi merced, recorrí todas sus abdominales, luego sus pechos y por último sus brazos que no dejaban de tocarme.
Cuando no pude contenerme más, empecé a moverme de forma más acelerada, gozando de su cuerpo y subiendo y bajando por este. “¡Así! ¡Dale! ¡Me encanta!” me decía él que había colocado sus manos en mi cintura y motivándome a que siguiera. La situación se calentaba cada vez más y me daba cuenta que lo estaba disfrutando mucho, demasiado. Mi cuerpo empezó a descontrolarse, mis piernas daban pequeños saltitos y yo subía y bajaba por su pija, cayendo con golpes secos y fuertes que provocaban que me la clavara bien a fondo. Mis labios ya no servían para contener el placer y volvía a estar gritando y gimiendo, demostrándole que me encantaba estar ahí cogiendo con él. Mis manos se volvieron locas y hacían presión sobre su cuerpo. Mi cintura ya no daba más, subía y bajaba a toda velocidad.
Acabé dando un grito bien agudo, cerrando los ojos y tirando la cabeza hacia atrás. Me quedé quieta por unos segundos, disfrutando de ese hermoso orgasmo que acababa de tener y luego bajé la cabeza para mirarlo a los ojos con una sonrisa. Entonces él me pidió que me acostara de lado en la cama, y yo obedecí para que él pudiera acostarse detrás de mí. Nunca había hecho esa posición, pero algunas amigas me habían hablado de ella y a todas les había encantado. Sin embargo, Germán me dijo que me diera vuelta y que lo mirara de frente, algo que me llamo la atención. Lo hice y él rápidamente entrelazó nuestras piernas y me aobligó a mí a separarlas, quedando mi cuerpo abierto y su pija muy cerca de mí. Pegó su pecho contra el mío, me besó de forma apasionada y me pentró suavemente hasta que nuestras caderas se chocaron.
- Abrazame.- Me pidió hablándome al oído y yo lo hice rápidamente.
Entonces nos empezó a mover, sí, a los dos. Sus brazos me envolvieron y cuando su cadera comenzó a bailar sentí como todo mi cuerpo se movía al ritmo del suyo. Nuestros labios permanecían unidos en un beso hermoso que no tenía fin y su pija iba y venía adentro mío, haciéndome sentir un calor por todo el cuerpo. Poco a poco fue acelerando el ritmo, pero este nunca llegó a ser tan veloz como lo había hecho anteriormente, a pesar de eso yo lo disfrutaba al máximo y notaba como de mi boca querían salir gemidos a lo loco.
Corté el beso y empecé a suspirar frente a su rostro. Nuestras frentes se unieron y nuestras miradas conectaron de una forma muy intenta. Su rostro tan parecido al de Esteban me mataba, pero sus ojos color marrón claro me hacían saber que estaba con Germán y que era él quien me hacía gozar de esa manera. Su cintura iba y venía, nuestros cuerpos iban y venían. De su boca también salían suaves gemidos y yo era testigo de ello en primera fila. “¡Ay sí!” suspiró y cerró los ojos por un segundo para volver a abrirlos. Hizo una mueca de placer y frenó de golpe, haciéndome saber que había acabado en un orgasmo que pude presenciar muy de cerca.
Nos quedamos abrazados por unos minutos, respirando agitadamente y besándonos con ganas. Luego nos alejamos y él fue al baño a deshacerse del preservativo. Cuando volvió nos cambiamos y me propuso comer algo y yo acepté ya que quería ser un rato más con él. Después de eso la conversación no tardó en volver a salir y estuvimos hablando un tiempo de cuestiones generales y de gustos, llegando a descubrir que Germán y yo no éramos tan distintos. Pero ahora que se había vuelto a vestir y que estaba dándome la espalda mientras cocinaba en la mesada, no pude evitar volver a ver al novio de mi amiga frente a mis ojos. Fue por eso que decidí pararme al lado de él, agarrarlo de la cara y mirarlo fijo a los ojos antes de besarlo.
ANTERIOR
OTRAS HISTORIAS:
UNA VERDADERA MILF (HISTORIA CORTA)
NIÑA BONITA (FANTASÍA)
LA TANGA VERDE (FANTASÍA)
Pueden empezar a seguirme en las redes oficiales de Historias de... Pronto más info, actualizaciones y adelantos a través de las redes!
2 comentarios - El novio de mi mejor amiga. Capítulo 3
complicado cuando se te hace costumbre y cuando estas con quien queres que pase las cosas y no pasan se te arremolina la cabeza
Muchas gracias por comentar!