Esta es la historia de Ornella, una chica de 18 años que se siente atraída por el novio de su mejor amiga con quien tiene un pasado sin resolver y quien la busca constantemente, rozando lo prohibido y jugando con fuego. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
Capítulo 2: Verano caliente
Cuando volvimos de nuestro viaje a la costa, supuse que la relación con Mariana iba a ser totalmente diferente luego de lo que habíamos vivido. No me equivocaba en absoluto. Mi amiga empezó a tratarme de forma cortante, a ignorarme en el grupo de WhatsApp y hasta llegó a tratarme de tonta cuando pregunté algo que no había entendido. “Muy de rubia hueca la pregunta que acabás de hacer” me escribió haciendo alusión a mi pelo. Sin embargo, una sonrisa hermosa se dibujó en mi rostro cuando leía la respuesta de su novio, quien le decía que no me trate así ya que la conversación se había prestado a confusión. “A mi tampoco me quedó claro” le dijo después de que ella insistiera que la charla había sido bien definida y nuevamente sonreí mirando a mi celular.
Esteban no tenía idea de que yo los había observado esa última noche en la costa y yo no pensaba decirle nada. Él me seguía tratando como siempre y solía relacionarse conmigo de la misma forma que antes. El problema era que yo no podía hacerlo, no podía mirarlo a los ojos, pues cada vez que lo hacía, me imaginaba su enorme y gruesa pija. Había visto demasiado, había escuchado demasiado y había sido testigo de toda su dureza y fuerza a la hora de coger, algo que siempre me había imaginado cuando pensaba en él. Mariana nos había advertido de algunas cosas y nos había contado ciertos detalles, pero no era lo mismo verlo en vivo y apreciar toda su destreza sin que él supiera lo que estaba pasando.
- ¿Qué te pasa Orne? ¿Estas re mala honda últimamente?- Me preguntó un día que fuimos a la casa de fin de semana de Julia y los dos fuimos a la mesa para buscar algo de tomar.
- ¡Basta! ¡No me pasa nada!- Le respondí algo cortante y mirando como su novio no dejaba de observarnos con cara de pocos amigos.
- ¿Qué mirás?- Me preguntó él y rápidamente giró la mirada hacia donde estaba la mía.
Al lado de Mariana y jugando con el hermanito de Julia, estaba Alejandro, en una escena bastante tierna teniendo en cuenta que el hermano de nuestra amiga tiene apenas seis años. “Estaba viendo a Ale” le respondí sin pensarlo y empecé a caminar hacia la pileta para volver con el grupo. Pero a él esa respuesta no le alcanzaba y rápidamente me preguntó si me gustaba Alejandro, si me pasaba algo con él. “¡No!” le respondí yo de forma cortante aunque claramente no logré convencerlo. Alejandro me tenía ganas desde hacía ya bastante tiempo y el hecho de que yo dijera que lo estaba viendo a él, le hizo pensar a Esteban que Alejandro también me gustaba.
Esa misma tarde, en algún momento de la jornada, los dos hablaron y el novio de mi amiga le contó al otro chico del grupo que yo lo había estado mirando todo el tiempo, algo que claramente no era verdad. De hecho, poco me había fijado en Alejandro ya que mis ojos apenas podían despegarse del cuerpo de esteban, quien se pasó toda la tarde en cuero y metiéndose a la pileta. El sol le pegaba hermoso en su cuerpo bronceado y musculoso y su malla mojada hacia que se le pegara al cuerpo y demostrara que algo grande había debajo de esta. Mariana se dio cuenta de ello y se acercó para hablar conmigo por primera vez desde aquella noche bizarra.
- Perdón por lo de la otra vez, amiga.- Me dijo haciéndose la tonta.- Esteban entró y de la nada me empezó a besar y cuando me di cuenta ya estábamos cogiendo.- Agregó quitándole importancia al hecho y desligándose de toda responsabilidad.- Le quise decir que estabas en el baño, pero no me dio lugar…
- No pasa nada.- Le respondí yo tratando de seguirle el ruedo, al fin y al cabo era mi mejor amiga.- Sobre lo que te dije antes esa misma noche…
- ¡Tranquila!- Me interrumpió de golpe.- No pasa nada. Esteban es re lindo y entiendo que te gustara antes… Pero bueno, ahora es mío.- Dijo y lanzó una risita estúpida que me dieron ganas de pegarle.
Como si nada, se fue a donde estaban Lorena y Belén, dejándome sola. Giré la cabeza para ver que hacían los demás y justo observé como Esteban le hablaba a Alejandro y este me señalaba con la mirada. Me dio tanta vergüenza, que me di media vuelta, dejándome en evidencia que esa situación me había puesto nerviosa. Claramente le di a pensar a los chicos que mi vergüenza era porque de verdad me gusta Ale, cuando en realidad era porque Esteban y yo habíamos cruzado miradas por un segundo. Por suerte, el chico no hizo ningún avance ese mismo día, ya que no tuvo la oportunidad de encontrarme sola, aunque si me escribió a la noche “simplemente para conversar”.
La situación no mejoró cuando soñé con la noche en la que vi coger a Mariana y a Esteban. El sueño empezaba bastante similar a lo sucedido, conmigo apreciándolos besarse y toquetearse desde el baño. Sin embargo, el sueño cambiaba completamente cuando yo salía del baño y entraba a mi habitación, para descubrir que Mariana se había marchado y Esteban me esperaba a mí, completamente desnudo y con su enorme pija cayendo sobre sus abdominales. “Vení” me decía con esa voz hermosa que tenía y yo me rendía a sus besos y a su toqueteo. Me levanté de golpe cuando empecé a soñar que bajaba a chuparle la pija y me di cuenta que la humedad que sentía no tenía nada que ver con el calor del verano.
Teniendo en cuenta que habíamos terminado la secundaria y que estábamos a punto de empezar la facultad, decidimos aprovechar ese verano para vernos casi todos los días y divertirnos al máximo. Durante la semana nos juntábamos en alguna casa, preferentemente en las que tenían pileta y los fines de semana salíamos a bailar o hacíamos jodas en algún lado. El fin de semana inmediato al que fuimos a la casa de Julia, nos juntamos en lo de Lautaro, con la idea de hacer una gran previa y después salir a bailar. En esa oportunidad, Alejandro si aprovechó para encararme, siguiéndome de cerca cuando me fui por el pasillo para ir al baño. Antes de que pudiera entrar, me arrinconó contra una pared y me dijo que estaba muy linda esa noche y que no podía dejar de mirarme.
- Ale… Me estoy menado.- Le dije cortando el rostro y él rio y me dejó entrar al baño.
Pero ni bien salí, me encontré con su cara de pícaro y sin dejarme salir, entró al baño conmigo y cerró la puerta. A esas alturas yo ya había tomado un poco demás y la situación me había provocado una carcajada que me dejó tentada y sin poder hacer mucho. “Sos hermosa Orne. ¿Me das un beso?” me preguntó acorralándome contra la mesada y apoyando sus manos en mi cintura. Yo le esquivé la boca dos beses y sin dejar de reírme le dije que me dejara salir del baño. Obviamente, pensó que simplemente me estaba haciendo la difícil y que no era más que un simple juego, algo que tenía sentido teniendo en cuenta que yo no paraba de reírme y de tirarme sobre su pecho para contener las carcajadas. Ale, me observaba sonriendo e insistía con que le diera un beso, lanzándome la boca una vez tras otra.
- Si te doy un beso… ¿Me dejás salir?- Le pregunté mirándolo a los ojos y algo tentada.
Él asintió con la cabeza y yo me acerqué a sus labios para besarlo. Grave error, pues Alejandro aprovechó la situación y colocando su mano en mi nuca, me contuvo provocando que el beso se alargara por unos varios segundos. Cuando logré alejarme, me volví a tentar y lo reté pegándole una palmada en el brazo, algo que él tampoco se tomó en serio. Acto seguido se lanzó sobre mis labios y yo no hice nada para esquivarlos. En esa segunda oportunidad, yo le devolví el beso y comenzamos a transar con ganas mientras sus manos seguían sujetándome de la cintura. Se hizo largo, mucho más largo de lo que yo imaginaba, hasta que volví a correr la cabeza y con voz firme le dije que ya le había dado más de un beso y que ahora quería salir.
Alejandro me soltó y yo me fui del baño, pero cuando volví todos me miraron con una sonrisa estúpida en los labios. La peor de todos fue Mariana, que sin saber lo que había sucedido, dio por sentado que Alejandro y yo nos habíamos besado y que ahora los dos estábamos enamoradísimos y éramos algo. “Felicitaciones amiga. Ahora podemos salir los cuatro juntos” dijo a los gritos para que todos escucharan. Yo le dije que nada había pasado, pero la sonrisa de ganador de Alejandro tras aparecer segundos más tarde, me condenó.
La cosa no quedó ahí. Cuando fuimos al boliche, la oscuridad se hizo presente y la música fuerte se apoderó de la noche, el chico aprovechó para volver a buscar algo conmigo. A esas alturas yo había tomado demasiado y no me negué a besarlo una vez más, pidiéndole previamente que nos alejemos del grupo. En medio de esos besos y bailes, pude ver como Mariana y Esteban se besaban y manoseaban muy cerca nuestro, evidentemente habiéndose dispersado ellos también. Los celos se apoderaron de mí, las ganas de estar con él se hicieron muy fuertes y me desquité comiéndole la boca a Alejandro con unas ganas tremendas.
La cosa se desvirtuó rápidamente y yo dejé que sus manos empezaran a tocar mi piel por debajo de la remera y que sus labios fueran hasta mi cuello. Aproveché ese momento para ver como Esteban le manoseaba el culo a Mariana que no paraba de besarlo como una trola. Quería desquitarme, quería sacarme esa bronca que tenía adentro de ver al chico ese en manos de mi mejor amiga. Sentía unos celos muy fuertes que, combinados con el alcohol, me llevaron a pensar que una muy buena manera de “darle celos a Esteban” era cogiéndome a Alejandro, su amigo. Entonces le levanté la cabeza, lo miré a los ojos y le dije que quería que fuéramos a un lugar más privado.
Completamente emocionado y sin poder creer lo que estaba diciéndole, me agarró de la mano y me preguntó si quería que fuéramos a mi casa. Cuando salimos del boliche le dije que en mi casa no podíamos, ya que mis padres estaban allí, lo mismo que ocurría en su casa. Sin embargo, me dijo que tenía un plan. Nos subimos a un taxi y fuimos hasta su casa, a la cual apenas entró y salió, con un nuevo juego de llaves en la mano. “Es del consultorio de mi viejo” me dijo y rápidamente le dijo al taxista la nueva dirección. Su padre era dentista y trabajaba en un edificio cerca del centro, en un departamento que utilizaba como consultorio. Nos bajamos, entramos al palier y mientras esperábamos el ascensor volvimos a besarnos.
Entramos al consultorio y antes de que pudiera hacer algo, Alejandro me llevó hasta el sillón de la recepción y se sentó cómodamente en él. Yo hice lo mismo, colocándome al lado suyo y volviendo a los besos. Se notaba que Alejandro estaba algo nervioso, pues no se animó a dar el siguiente paso hasta que yo empecé a desabrocharle la remera. Era obvio que no quería sobrepasarse y que yo me enojara o me molestara, por lo que dejó que fuera yo la que lo guiara al principio. Le desabroché la camisa por completo y empecé a manosearlo con ganas, pasando mis dedos por su pecho y subiéndolos hasta su cuello y luego sus brazos. Los besos no dejaron de estar presentes en ningún momento y la lengua era casi una protagonista.
Pensé entonces en mi amiga y si ella estaría haciendo lo mismo con su novio en ese mismo momento. “Seguro le está chupando la pija” pensé y recordé esa enorme poronga que tenía Esteban. Sin dudarlo, me arrodillé delante de Alejandro y mis manos fueron directo a su pantalón, buscando desabrochárselo para poder ver sus partes íntimas. Claramente no era ni parecida a la del novio de mi mejor amiga, puesto que era mucho más flaquita y chiquita. Sin embargo, la sujeté con firmeza y lo empecé a pajear mientras nos seguíamos besando. Cuando él ya no pudo aguantarse más las ganas y tenía la verga completamente dura, me incliné hacia adelante y empecé a chupársela.
Lo hacía con ganas, moviendo mi cabeza hacia arriba y hacia abajo a toda velocidad. Trataba de imitar el comportamiento que mi amiga había tenido con su novio la noche en la que yo los observé, como si ahora me tocase a mí demostrarle de lo que era capaz. Me metía la pija por completo en la boca y se la chupaba entera, pasándole la lengua por todos lados y sintiéndola latir entre mis labios. Alejandro apenas se movía, permanecía callado y con sus manos a los costados, disfrutando de ese momento a pleno. Yo se la chupaba cada vez más rápido. Cuando llegaba a la punta le pasaba la lengua por alrededor de la cabecita y volvía a bajar para metérmela toda en la boca. Se la dejé completamente mojada y empapada.
- ¿Tenés forro?- Le pregunté levantando la cabeza y mirándolo fijo.
Él asintió y se levantó para sacarse la ropa y buscar en su pantalón. Yo aproveché ese momento para desvestirme y cuando los dos quedamos completamente desnudos, le pedí que se sentara de nuevo en el sillón. Ya con el preservativo colocado, me acomodé encima suyo y me fui sentando sobre sus piernas, sintiendo como su verga entraba en mi conchita. Lancé un suave gemido mientras iba bajando y cuando la tuve toda adentro, lo besé con ganas, metiendo mi lengua nuevamente en su boca. Alejandro me abrazó a la altura de la cintura, como si tuviera vergüenza de agarrarme el culo después de lo que yo acababa de hacerle.
Empecé a saltar sobre su cuerpo, a moverme de forma acelerada hacia arriba y hacia abajo. Me lo cogía con ganas, mientras que él admiraba mis tetas balancease frente a sus ojos como si estuviera hipnotizado. Apoyé mis manos en sus hombros y dejé que mi cuerpo se moviera solo, subiendo y bajando por sobre el cuerpo de mi amante. Sentía como su verga bien dura entraba y salía de mi conchita casi por completo con cada movimiento que yo daba, el cual era cada vez más acelerado. “¡Así se coge a un hombre!” pensé como si estuviese teniendo una discusión mental con mi amiga y me imaginé su respuesta: “¡Pero no lo disfrutás tanto como yo!”
- ¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Me encanta!- Empecé a gemir como loca actuando cada uno de mis gritos.
Alejandro no daba crédito a sus ojos y a sus oídos. Yo estaba como loca, moviéndome de forma acelerada sobre su cuerpo, subiendo y bajando encima de su pija y gritando de placer. Recién ahí, mi amante se animó a bajar sus manos hasta mi cola y fue acompañando cada uno de mis movimientos, los cuales eran cada vez más rápidos. Mis gritos no paraban y yo los exageraba a cada segundo, como si quería que mi amiga me escuchase desde el boliche que estaba a kilómetros de ese consultorio médico. Pero no me importaba, yo estaba disfrutando ese momento y la actitud de sorprendido y la cara de baboso de Alejandro, lo eran todo para mí.
Me levanté de golpe y le pedí a él que hiciera lo mismo. Cuando estuvo de pie al lado mío, me acosté a lo largo del sillón con las piernas abiertas y le pedí que se colocara encima de mí. “Ahora cogeme vos a mi” le dije sin poder creer que esas palabras salían de mi boca. Él, de forma algo torpe, se colocó encima de mí y me la metió bruscamente hasta el fondo, sacándome un gritito más agudo que los anteriores. Mis labios se acercaron a los suyos y tras darnos un beso bien mojado, Alejandro empezó a cogerme con ganas, moviendo su cintura hacia adelante y hacia atrás a toda velocidad.
Yo no podía creer como las cosas se habían dado hasta esa situación, pero lo que más me sorprendía, era lo bien que la estaba pasando en ese momento. Mi amante se movía como loco en todas direcciones y me cogía de forma acelerada, provocando que su pija entrara y saliera de mi cuerpo una y otra vez. “¡Ay sí! ¡Dale! ¡Me encanta!” le gritaba yo aferrándome a sus brazos con fuerza y gimiendo como loca. Era evidente que el alcohol me había desinhibido un poco y a su vez, en mi cabeza seguía la idea de que hacía eso como si Mariana me estuviese mirando. Le clavé las uñas a Alejandro y él hizo una mueca de dolor, pero no dejó de cogerme en ningún momento.
Entonces me puse en cuatro y él se arrodilló sobre el sillón detrás de mí. Sentí como su pija entraba en mi cuerpo y antes de que pudiera hacer algo, empecé a mover mi cadera hacia adelante y hacia atrás, cogiéndomelo yo a él en esa posición. Giré suavemente la cabeza y pude ver como Ale observaba mi culo fascinado, con la boca entreabierta y una sonrisa en los labios que indicaba lo bien que la estaba pasando. Sin lugar a dudas, estaba dando lo mejor de mí y estaba haciendo efecto, pues mi compañero no podía creer lo afortunado que era. Luego de unos minutos, me quedé quiera y él, sujetándome de la cintura, me empezó a coger con ganas.
No pudo aguantarse mucho más. Mi actitud salvaje y dominante se mezclaba con la calentura que tenía y con el placer de por fin poder hacerlo conmigo. Agarrándose con fuerza de mi cuerpo, me cogió hasta que acabó con un golpe seco, llenando el preservativo de leche. “¡Mmm sí! ¡Que delicia!” le dije yo forzando un poco las palabras para darle un broche de oro al show que acababa de hacer. A Alejandro pareció encantarle aquello, pues empezó a acariciarme la cola y a decirme que le había encantado lo que habíamos hecho.
Él fue al baño a limpiarse y yo me cambié lo más rápido que pude. Nos quedamos unos segundos sentados en el sillón en el que acabábamos de coger, hablando un poco y dándonos algunos besos y caricias. Al final nos fuimos cada uno a su casa y yo me dediqué a responder algunos mensajes, especialmente de las chicas que me preguntaban dónde estaba. Sin embargo, el mensaje que más me sorprendió recibir fue de Esteban, preguntándome si estaba todo bien. Era obvio que él sabía con quién me había ido, pero el hecho de que se preocupara por mí me generó mucha ternura y un poco de arrepentimiento por lo que acababa de hacer.
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