LA MAS PUTA DE LAS NALGAS
Desde niña me avergoncé de estar tan buena de las nalgas. Todaslas mujeres hablaban mal de mí pues no había hombre que no quisiera eyacular dándome por nalgas. Sabía que ninguno querríanunca nada más que eso y que si las entregaba a un cabrón cualquiera mástardaría en eyacular que en abandonarme. Me entristecía pensar que jamástendría un hombre que quisiera permanecer a mi lado de por vida. Y todo por elobsceno volumen que a su ver tenían mis nalgotas.
Pero, la verdad, con los prejuicios de nuestra sociedad, ¿quién podría evitarpensar que mi culo era artificial y yo unaputa que había mejorado su negocio ¿No habría nadie que me pudiera querer parasiempre así como yo era? Lo dudaba, y me decidí a vivir renunciando a mi esperanza.
Sin embargo, un día Jess pasójunto a mí y, sin conocerme, me dijo: “mamacita, por gozar culeándote toda la vida ese rabote exquisito yo haría lo que fuera”. Elcorazón me dio un salto al escuchar sus francas palabras, me sonrojé y casi loabofeteo.
Me detuve el ver que era un hombre alto, bien parecido, fornido ygallardo. Su voz, a pesar de lo que había dicho, me pareció varonil y amable.Con la convicción de que alguien así estaba fuera de mi alcance y que en cuantoa lo que quería de mí sería como todos, decidí ignorarlo y seguí mi camino.
Elno se amilanó y se puso a caminar a mi lado al tiempo que me preguntaba: “¿quéme dices?”. No entendí de qué estaba hablando. De repente, asombrada e íntimamente emocionada, comprendí. Lo ví y nopude dudar de la verdad de sus palabras, no quería. No pude sino balbucear:“¿Estás hablando en serio? ¿De verdad te gusto?”. “Muchísimo”, respondió alpunto, “eres justo la mujer que siempre desee encontrar. Debe ser lo más rico del mundo restregarte el pito en lacarne exquisita y caliente de tus sabrosas nalgas. Encularte cada noche seríauna vida casi divina. ¿Qué tengo que hacer para conquistarte?”.
Él no losabía, pero con esas palabras ya me había conquistado. Me estaba ofreciendo loque siempre había deseado. Sin necesidad de pensarlo le dije: “¿Te casaríasconmigo?”. Al instante dijo: “Claro que sí, pero con la condición de que me desel chico siempre que te lo pida. Perdona que te lo diga así, pero yo sé lo quequiero y la verdad es que estás buenísima de nalgas”.
Interiormente me dije quesin duda alguna este macho divino era lo que yo esperaba.
Dos días despuésestábamos casados.
La noche de bodas después de masajear sensualmente toda laricura de mi carne, me puso boca abajo y suavementeme ensartó su camote en el agujero anal. Puje ansiosa debido al grosor de la enculada y comencé a menear el culo como loca para saborear los tallones quesu verga me daba en todo el recto. Después de media hora de experimentareste obsceno gozo sentí que una dicha infinita me envolvía y disolvía en sí. Nome había equivocado al creer que esto era lo que iba a sentir al tener metida por el ano hasta los dulces huevos la vergade mi macho.
Después de terminar, con todo mi amor de hembra le susurréal oido: “Papacito, cada noche te exprimiré yordeñaré toda la exquisita gordura de tu maravillosa reata con el tubo que diosme dió para cagar y hacerte el más dichosos de los varones de este mundo”.Él, exhausto de amor y feliz de sentir su vergaembarrada con mi caca, me dijo lleno de pasión y de ternura: “Sí, miamor, voy a convertirte en una deliciosa hembraenviciada y pervertida, quiero que todas los días emputezcas debido al deseo de experimentar laforma como te culeo la exquisita enormidad de tutrasero en todo momento en que tepida me lo pongas”.
Desde entonces, cada noche en cuanto llega me visto de estaforma, pues así encuentra mi cuerpo fascinante, me reclino y él empieza atentarme por atrás, a meterme los dedos en el chico,a besarme y chuparme el chiquito para luego,cuando ya estamos bien calientes, ansiosos y obsesionados con el deseo de que me empuje la cagada para adentro, me empiece a darlas más ricas encajadas anales.
¡No tienefin nuestra delicia!
Desde niña me avergoncé de estar tan buena de las nalgas. Todaslas mujeres hablaban mal de mí pues no había hombre que no quisiera eyacular dándome por nalgas. Sabía que ninguno querríanunca nada más que eso y que si las entregaba a un cabrón cualquiera mástardaría en eyacular que en abandonarme. Me entristecía pensar que jamástendría un hombre que quisiera permanecer a mi lado de por vida. Y todo por elobsceno volumen que a su ver tenían mis nalgotas.
Pero, la verdad, con los prejuicios de nuestra sociedad, ¿quién podría evitarpensar que mi culo era artificial y yo unaputa que había mejorado su negocio ¿No habría nadie que me pudiera querer parasiempre así como yo era? Lo dudaba, y me decidí a vivir renunciando a mi esperanza.
Sin embargo, un día Jess pasójunto a mí y, sin conocerme, me dijo: “mamacita, por gozar culeándote toda la vida ese rabote exquisito yo haría lo que fuera”. Elcorazón me dio un salto al escuchar sus francas palabras, me sonrojé y casi loabofeteo.
Me detuve el ver que era un hombre alto, bien parecido, fornido ygallardo. Su voz, a pesar de lo que había dicho, me pareció varonil y amable.Con la convicción de que alguien así estaba fuera de mi alcance y que en cuantoa lo que quería de mí sería como todos, decidí ignorarlo y seguí mi camino.
Elno se amilanó y se puso a caminar a mi lado al tiempo que me preguntaba: “¿quéme dices?”. No entendí de qué estaba hablando. De repente, asombrada e íntimamente emocionada, comprendí. Lo ví y nopude dudar de la verdad de sus palabras, no quería. No pude sino balbucear:“¿Estás hablando en serio? ¿De verdad te gusto?”. “Muchísimo”, respondió alpunto, “eres justo la mujer que siempre desee encontrar. Debe ser lo más rico del mundo restregarte el pito en lacarne exquisita y caliente de tus sabrosas nalgas. Encularte cada noche seríauna vida casi divina. ¿Qué tengo que hacer para conquistarte?”.
Él no losabía, pero con esas palabras ya me había conquistado. Me estaba ofreciendo loque siempre había deseado. Sin necesidad de pensarlo le dije: “¿Te casaríasconmigo?”. Al instante dijo: “Claro que sí, pero con la condición de que me desel chico siempre que te lo pida. Perdona que te lo diga así, pero yo sé lo quequiero y la verdad es que estás buenísima de nalgas”.
Interiormente me dije quesin duda alguna este macho divino era lo que yo esperaba.
Dos días despuésestábamos casados.
La noche de bodas después de masajear sensualmente toda laricura de mi carne, me puso boca abajo y suavementeme ensartó su camote en el agujero anal. Puje ansiosa debido al grosor de la enculada y comencé a menear el culo como loca para saborear los tallones quesu verga me daba en todo el recto. Después de media hora de experimentareste obsceno gozo sentí que una dicha infinita me envolvía y disolvía en sí. Nome había equivocado al creer que esto era lo que iba a sentir al tener metida por el ano hasta los dulces huevos la vergade mi macho.
Después de terminar, con todo mi amor de hembra le susurréal oido: “Papacito, cada noche te exprimiré yordeñaré toda la exquisita gordura de tu maravillosa reata con el tubo que diosme dió para cagar y hacerte el más dichosos de los varones de este mundo”.Él, exhausto de amor y feliz de sentir su vergaembarrada con mi caca, me dijo lleno de pasión y de ternura: “Sí, miamor, voy a convertirte en una deliciosa hembraenviciada y pervertida, quiero que todas los días emputezcas debido al deseo de experimentar laforma como te culeo la exquisita enormidad de tutrasero en todo momento en que tepida me lo pongas”.
Desde entonces, cada noche en cuanto llega me visto de estaforma, pues así encuentra mi cuerpo fascinante, me reclino y él empieza atentarme por atrás, a meterme los dedos en el chico,a besarme y chuparme el chiquito para luego,cuando ya estamos bien calientes, ansiosos y obsesionados con el deseo de que me empuje la cagada para adentro, me empiece a darlas más ricas encajadas anales.
¡No tienefin nuestra delicia!
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