Ella es la mujer más bella que en tu vida has visto, llegas con ella, caminas a su lado, elogias sus formas, te muestras simpático, ostentas con tu calzado y con tu ropa tu estatus de privilegio y tu dinero. Ella te estudia, te aquilata, te aprueba. Le gusta el bulto que se forma entre tus piernas se siente elogiada. Sabe que si dice "sí" será una hembra bien amada. Y dice "sí".
Siente tus labios por todo su cuerpo, besando y chupando, tus manos ansiosas tocando y masajeando muslos, senos, glúteos y pantorrillas.
Le frotas tu miembro endurecido en toda la superficie de su bien formado cuerpo, haces que pruebe el sabor semisalados de tu semen cuando metes la punta de tu miembro en su boca,
Tallas su vuelva con tus güevos, pero no te la coges.
Te reservas para lo que más desea.
La cuestas boca abajo, te dejas caer sobre ella, tu miembro se sumerge en su ano y grita empavorevifa como animal herido, has reventado su tunel de amor, sangra, se sangolotea tratando de zafarse, la bombeas enfurecidamente, una mezcla ardiente de caca y sangre lubrica tu verga mientras la culeas.
Eyaculas cómo puerco.
Tu placer te estupidizado.
Ella se desmaya. Te separas.
Ves salir de su recto un atole formado por tu semen, caca y sangre. Te limpias tu instrumento, instrumento peligroso pero feliz, totalmente satisfecho. Te marchas.
Por la mañana, la dependienta halla a una joven mujer muerta con una hermosas piernas embarradas con un atole fecal sanguinolento.
Como dice el dicho: Caras vemos, corazones no sabemos.
Siente tus labios por todo su cuerpo, besando y chupando, tus manos ansiosas tocando y masajeando muslos, senos, glúteos y pantorrillas.
Le frotas tu miembro endurecido en toda la superficie de su bien formado cuerpo, haces que pruebe el sabor semisalados de tu semen cuando metes la punta de tu miembro en su boca,
Tallas su vuelva con tus güevos, pero no te la coges.
Te reservas para lo que más desea.
La cuestas boca abajo, te dejas caer sobre ella, tu miembro se sumerge en su ano y grita empavorevifa como animal herido, has reventado su tunel de amor, sangra, se sangolotea tratando de zafarse, la bombeas enfurecidamente, una mezcla ardiente de caca y sangre lubrica tu verga mientras la culeas.
Eyaculas cómo puerco.
Tu placer te estupidizado.
Ella se desmaya. Te separas.
Ves salir de su recto un atole formado por tu semen, caca y sangre. Te limpias tu instrumento, instrumento peligroso pero feliz, totalmente satisfecho. Te marchas.
Por la mañana, la dependienta halla a una joven mujer muerta con una hermosas piernas embarradas con un atole fecal sanguinolento.
Como dice el dicho: Caras vemos, corazones no sabemos.
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