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La mujer de mi padre

Siempre quise ser la mujer de mi padre.


Cuando cumplí quince mi sueño se hizo realidad.


Al terminar la fiesta por mi cumpleaños, cuando ya mi madre estaba profundamente dormida de borracha,
mi padre entró a mi recámara,
yo lo esperaba y lo deseaba,
me pidió que me diera la vuelta,
metió su rostro entre mis nalgas
y su lengua en mi chiquito
y luego empujó su carne de hombr
hasta el fondo de mi recto,
comenzó a bombearme deliciosamente.


Entonces me di cuenta de que nunca antes había experimentado la dicha de ser una mujer completa.
Sentí su chorrazo de leche caliente mezclándose con mis excrementos
y cómo el cuerpo de mi padre
se cimbraba con violencia del intenso placer que estaba sintiendo.
Las oleadas de placer arrasaban
mi cuerpo una y otra vez
mientras de mi vagina manaba
un líquido caliente
al mismo tiempo que se escurría
por mis piernas la cagada
que se estaba saliendo de  mi ano.


Se detuvo, abrazándome fuertemente me dijo al oído muy quedito, dulcemente,
para que fuera un secreto entre él y yo,


"m´ijita chula, niña de mi corazón,
desde ahora usted y nadie más es mi mujer". Usted es para mis culeadas".


Emocionada, feliz, con el corazón
latiéndome a mil,
contesté:


"sí, papacito, sííííí, seré tu mujer".

La mujer de mi padre

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