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De Pesca Con Mi Esposo, Y Su Amigo

Razón por la que cuando me volvió a invitar como de costumbre, en lugar de decirle que no, le respondí que sí. Y entonces me di cuenta que su respuesta fue de lo más sincera, que estaba realmente contento de que yo lo acompañase. Fue cuando comencé arrepentirme de haberle hecho caso a mi amiga. 

Aunque nosotros no tenemos bote, Daniel mi esposo, desde hace varios años, que sale de pesca ocasionalmente, con un pescador, viejo amigo de él, un negro llamado Gerónimo. Gero que es como le dicen, al verme se quedó con la boca abierta, nos hizo entender a mi esposo, y a mí, que le sorprendió enterarse, que yo les acompañaría.

Pero al ayudarme a subir a su bote, de 25 pies de largo, la manera en que me agarró por mis caderas, y parte de mis nalgas, me hizo pensar en otra cosa. Además ese tarde me puse unos pequeños, y ajustados pantalones cortos, por aquello de andar más cómoda, y fresca. Además únicamente me había puesto una también ajustada camiseta blanca, sin más nada abajo, también por andar más cómoda. Por lo que no me debió extrañar para nada la manera en que en ocasiones pillaba al viejo Gero observándome, sin que mi marido se diera cuenta.

Daniel me explicó que prefieren salir de pesca en la tarde y parte de la noche, por aquello de evitar que los rayos del sol los quemen demasiado. Después de zarpar, mis mayores temores se fueron haciendo realidad, me estaba aburriendo como una verdadera ostra. Pero a medida que nos fuimos acercando al sitio donde ellos acostumbran a pescar, Daniel se hizo cargo del timón, mientras que Gero, se paró en la proa del bote, colocando su pies izquierdo en toda la punta, mientras que su otra pierna descansaba, en el piso del bote, fue cuando observé inadvertidamente, el largo, y grueso bulto que se le marcaba a Gero en el muslo de su pierna izquierda. Ya que después de llegar al sitio de pesca, y que Gero, y mi esposo tiraron al mar sus artes de pesca, nada más nos quedó esperar a que los peces picaran, o se metieran dentro de lo que llaman las nasas, o sea trampas hechas de alambres tejidos. Mientras que yo ocasionalmente no podía quitar la mirada del grueso bulto entre las piernas de Gero.    

Ya había oscurecido, cuando nos sorprendió una repentina lluvia, que de la misma manera que comenzó se detuvo, dejándonos a los tres empapados, en mi caso mi camiseta al mojarse se transparentó toda, por lo que aunque yo no quisiera prácticamente le mostraba mis tetas a mi esposo, y su amigo. Aunque como me puse de espalda a ellos, no me quedaba la menor duda de que Gero por un buen rato, no despegó su vista de mis tetas otra vez, pensé que gracias a Dios mi esposo no sé daba cuenta, al poco rato comenzamos a sentir algo de frio. Fue cuando Gero, sacó una botella de aguardiente, y con la excusa de quitarnos el frio, comenzamos a beber.

Yo la verdad, tan solo le di un pequeño sorbo, al igual que Gero, pero Daniel se le pasó la mano, bajándose casi por completo la botella él solo. Consecuencia de eso, y como se había tomado unas Benadril para evitar el mareo, se quedó profundamente dormido, justo antes de comenzar a sacar la nasa. Por lo que el viejo Gero, en cierto momento me pidió que le ayudase a subir esas cosas a bordo de su bote.  

Me pareció que realmente no me estaba pidiendo mucho, aunque al principio, su manera de seguirme viendo, como si me desnudase con la vista, me hacía sentir incomoda. Pero después de un buen rato, como que el viejo pescador me viera de esa manera, mientras mi marido dormía acurrucado en la popa, me hizo sentir mucho más joven, y lo que más me impresionó, era que también me sentía deseada. Además no les voy a negar que en el fondo tuviera cierta curiosidad, por ver el bulto de Gero.

A medida que lo fui ayudando a sacar una de las nasas, él se colocó tras de mí, y yo haciéndome la desentendida, dejé que su cuerpo y el mío, a medida que fuimos sacando las nasas, se fueran rosando. De momento sentí esa cosa dura y caliente, bien pegada a mis nalgas, fue cuando le di un vistazo a Daniel, y tras verlo plácidamente roncando, como que me atreví a restregar mis nalgas contra esa cosa dura, y caliente, que tenía pegada a ellas.

Dirigí la mirada a Gero, y él simplemente tras los dos darle un vistazo a Daniel durmiendo, me tomó entre sus brazos, y recostándonos sobre el piso del bote, comenzamos a besarnos. En cosa de pocos minutos, él viejo Gero, me sacó la camiseta, y se dedicó a mamar mis tetas. Mientras continuaba besándome y acariciando todo mi cuerpo, también me sacó los pantalones cortos, que yo cargaba puestos, además de mis pequeñas y ajustadas pantis. Por lo que quedé completamente desnuda, bajó su cuerpo.

En cosa de pocos segundos, yo misma abrí el broche de su pantalón, y apenas bajé la cremallera, me di cuenta que el negro no usaba nada de ropa interior, ni bóxer, por lo que casi de inmediato su voluminoso miembro, completamente erecto, cuando quedó al aire libre. Cuando lo vi pensé hasta en decirle que no, me dio miedo que me fuera a reventar por dentro, sin exagerar era casi como la cosa de un burro o de un caballo. Gero se me quedó viendo el miedo en mis ojos, y en lugar de forzarme a que yo dejase que me penetrase con semejante cosa, separó mis piernas, y clavó su rostro sobre mi coño.  

Yo la verdad es que nunca me hubiera imaginado que el viejo negro, me hiciera hacer eso. Pero casi de inmediato sentí sus gruesos labios, y su larga lengua, acariciando, y chupando tanto mi clítoris como toda mi vulva entera. No lo podía creer, a cada lengüetazo que él le daba a mi coño, yo gemía de placer y felicidad. Hasta el punto que hizo que yo disfrutase de un profundo orgasmo, como hacía mucho tiempo que no disfrutaba.

Aun después de que yo alcancé el clímax, gracias a su boca y lengua, Gero continuó mamando mi coño, hasta que yo no pudiendo aguantar más, casi le imploré que me enterrase toda su verga. Fue cuando comencé a sentir, que aquella monstruosa cosa me penetraba. Al tiempo que yo comencé a mover mis caderas, restregándome contra el cuerpo de Gero. El sentir como aquel tremendo artefacto, entraba y salía de mi coño, como si nada, me dejó pasmada. Pero lo que más me gusto fue que además de tenerme penetrada por el coño desde atrás, fue que con una de sus gruesas manazas, agarró la parte superior de mi coño, especialmente mi clítoris, y a medida que continuó enterrándome aquella enorme verga, su mano apretaba divinamente mi coño, haciéndome disfrutar de múltiples orgasmos en esos instantes.

Gracias a Dios que Daniel dormía profundamente, ya que eso me permitió disfrutar al máximo la sabrosa y gruesa verga de Gero. Esa noche yo quedé extenuada, pero tremendamente satisfecha. Ya nos habíamos revolcado por todo el piso del bote, es más todo mi cuerpo quedó lleno de sangre y escamas de pescado. Pero en cierto momento, mientras aun Daniel dormía plácidamente, se me antojó devolverle el favor a Gero, poniéndome a mamar su tremenda verga.

Apenas regresamos al puerto, Daniel se despertó, y el muy cabrón no pudo darse cuenta de que yo y su gran amigo le habíamos puesto los cuernos. Ocasionalmente he vuelto a salir de pesca con mi esposo y Gero, pero antes me aseguro, de que Daniel se tomé sus pastillas contra el mareo.

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