Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Capítulo 10.
Hermana Desesperada.
El torneo de culos terminó y después de la cena cada una de las mujeres de la casa se fue a su dormitorio. Entré a la pieza de Macarena justo cuando ella se estaba quitando la tanga. Me quedé mirándola, atontado. Sus labios vaginales mostraban signos de humedad.
―¡Ey! ¿Se puede saber qué hacés? ―Me dijo, dándose la vuelta para mirarme.
―Perdón… creí que no te molestaba que te viera desnuda.
―No me refiero a eso, tarado. Te pregunto qué hacés en mi pieza. Hoy te toca dormir con Pilar. ¿Ya te olvidaste?
Se acostó en su cama, con las piernas separadas. Al parecer no le importó que yo le estuviera mirando toda la concha.
―Ah… no me acordaba de eso. Pero ya hablé con ella, no es necesario que…
―Sí, es necesario. Yo quiero tener un rato a solas… ya te imaginarás para qué. ―Macarena pasó dos dedos a lo largo de su concha y se frotó suavemente el clítoris―. Después del concurso me quedé bastante caliente.
―¿Caliente de enojada o caliente de excitada?
―De ambas. Me dejaste en tercer lugar… después de lo bien que la pasamos en nuestras charlas. ¡Qué mal hermano! Todavía sigo enojada con vos. Pero bueno, ver tantos culos me subió la temperatura… y estoy con ganas de tocarme un poquito.
―Pero… eran culos de mujeres.
―¿Y qué te hace pensar que no me puedo excitar al mirarle el culo a una mujer?
―Em… no sé… yo creí que vos… este…
―Mejor hablamos de eso en otro momento. No tengo ganas de ponerme a discutir sobre prejuicios. Ahora andá a la pieza de Pilar, que yo necesito estar sola ―en el momento en que me echó, se abrió la concha con los dedos. Entendí el mensaje, era como si me estuviera diciendo: “Sé que te gustaría mirar, pero estoy enojada con vos… y no vas a ver nada”―. Es cierto que lograste que Pilar saliera de la pieza y socializara un poco; pero ni siquiera estás arañando la superficie para conocerla.
―No creo que a ella le guste que yo me quedé a dormir en su pieza.
―No importa si le gusta o no, lo tiene que hacer. Todas tenemos que colaborar. Un día de estos vas a dormir con mamá, y seguramente alguna vez te tocará compartir la cama con Gisela. Esta noche dormís con Pilar, así que… ¡fuera de mi pieza!
Me tiró con una almohada, la cual pude esquivar; de todas formas abandoné su cuarto porque vi que ya estaba buscando alguna otra cosa para tirarme. Cuando cerré la puerta detrás de mí pude escuchar la maquiavélica risa de Macarena. Y pensar que alguna vez creí que ella era una buena persona.
Temeroso me acerqué a la pieza de Pilar y golpeé la puerta.
―¿Quién es? ―Preguntó desde adentro.
―Soy yo, Nahuel. Macarena dice que esta noche tengo que dormir acá…
―Ah…
―Pero no quiero molestarte. Puedo dormir en el sofá del living.
Como poder, podía… solo que sería muy incómodo. No era un sofá diseñado para usarse como cama.
Estaba dando media vuelta cuando la puerta se abrió.
―Pasá. Después voy a hablar seriamente con Macarena, pero esta noche te podés quedar.
―Em… no es necesario, puedo…
―No vas a dormir en el sillón. Si Maca te ve durmiendo ahí, me va a tirar la puerta a patadas, así que entrá de una vez.
―Ok, está bien.
Entré y lo primero que noté fue que Pilar seguía con la tanga puesta. Se había quitado las medias y el portaligas; pero aún se veía como una mujer que estaba preparada para el sexo.
―No me cambié porque pensé que iba a dormir sola ―dijo Pilar, como si pudiera leer mis pensamientos.
―Está bien, no pasa nada. Estuve mirando culos toda la tarde ―sonreí―. ¿Qué problema hay si estás en tanga?
―Supongo… aunque a mí no me gusta estar vestida así delante de otras personas. Pero después de lo que pasó hoy, como que ya no me molesta tanto. Además vos sos mi hermano.
Ella se acostó en la cama y yo me quedé parado junto a la puerta.
―Dale, cerrá y vení a acostarte ―me dijo―. Yo ya tengo sueño.
―Bueno.
Cerré la puerta y me acosté junto a ella. Nos quedamos mirando el techo fijamente, y en silencio… un incómodo silencio.
―¿De verdad pensás que tengo lindo culo? ―preguntó ella.
―Sí, de verdad ―respondí sin dudar.
Pilar se sentó de lado en la cama y quedó mirándome a los ojos desde arriba.
―Yo sé que era imposible ganar ese concurso, es más, sé que debo haber quedado última, porque hasta la tía Cristela tiene mejor culo que yo. Pero…
―Pero es una cuestión muy subjetiva ―le dije―. Depende de si te gustan las chicas con culo firme, bien redondo y paradito… o si te gustan las nalgonas. Intenté ser lo más justo posible, Tefi es de las que tienen esos culos que parecen tallados en piedra; pero sinceramente prefiero las nalgonas… las que tienen culos bien grandes y caderas anchas.
―Como Gisela.
―Y como vos. Además esa tanga te queda demasiado bien.
Ella sonrió. Hacía mucho que no veía a Pilar tan contenta.
―Te creo. Sé que estás siendo sincero. Y con respecto a la tanga… solo me animé porque Gisela también lo hizo.
―Para mí no fue nada fácil ver a mis hermanas en tanga… y a mi tía. Con Ayelén no fue tan difícil, ya me acostumbre a verla en tanga dando vueltas por la casa.
―Debés andar con la pija dura todo el tiempo ―esas palabras sonaron muy extrañas viniendo de la boca de Pilar―. Me sorprendí mucho cuando ví que se te paró. Ahí me di cuenta de que soy una boluda al sentir tanta vergüenza por mi cuerpo, si al fin y al cabo estábamos haciendo un juego familiar. Y tengo que admitir que fue divertido. Durante estas últimas semanas me sentí muy mal.
―¿Por la discusión que tuviste con mamá?
―En parte, sí… pero en realidad lo que me hizo enojar mucho fue no poder salir. Pensarás que soy una hipócrita, nunca salgo a ningún lado y justo ahora me da por salir…
―Hipócrita, no. Me imagino que habrás querido salir por un buen motivo.
―Sí. Aunque todo me salió mal, por el mismo problema de siempre: soy una vueltera. Me cuesta mucho encarar las cosas de una puta vez. Siempre le doy mil vueltas a todo y cuando me doy cuenta ya es muy tarde. Hace unos meses conocí un pibe, por chat. Empezamos a hablar de libros eróticos, al estar conversando a través de una computadora me animé a contarle como… em… cómo los disfruto. Esto es algo que no se lo cuento a nadie, lo saben Macarena y vos; y prefiero que sea así. No quiero que todos en la casa sepan que me pajeo leyendo novelas eróticas. Suficiente tengo con ser “la virgen” de la casa, no quiero quedar como la pajera.
―No creo que quedes como “la pajera”. Ese puesto lo tiene muy bien ganado Macarena.
Pilar soltó una estridente risotada.
―¡Eso es muy cierto! ―Dijo―. Por lo visto a vos también te contó de lo mucho que le gusta… tocarse.
―Sí, le gusta demasiado. Así que vos no te hagás drama si de vez en cuando te hacés una paja leyendo una novela erótica. Estoy seguro de que yo haría lo mismo al leerlas.
―Cuanto quieras te presto una… pero no sé dónde la vas a leer.
―Sí, eso es un problema.
Me estaba dando mucho morbo esta conversación y estoy seguro de que si Pilar y yo nos animamos a confesar semejantes cosas es gracias a las charlas previas que tuvimos con Macarena. Tengo que reconocer que si ella hizo una labor de psicóloga encubierta con nosotros, le salió muy bien.
―En fin, como te decía. Empecé a llevarme muy bien con este pibe, incluso le confesé que me masturbaba al leer las novelas. Él me dijo que también lo hacía. De ahí en adelante las charlas se pusieron cada vez más hot. Un día me invitó a su casa, quería conocerme personalmente. Y yo, como una boluda, le dije que no. Tenía mucho miedo de que, al verme en persona, se desilusionara y que dijera que soy una gorda fea.
―No sos ni gorda ni fea.
―Es algo que todavía me cuesta sacarme de la cabeza. Él insistió, pero bien. Fue muy amable conmigo. Le mandé algunas fotos mías…
―¿Fotos porno?
―¡No, tarado! ―se rió―. Ni loca le mando algo así. Fotos normales, como para que vea cómo soy realmente. Pensé que no le iba a gustar; pero me dijo que le encantó verme y que yo le parecía hermosa. Sabía que él estaba exagerando, por pura calentura. Se notaba que tenía muchas ganas de ponerla. Algo que no me molestaba, porque yo tenía muchas ganas de que me la pongan. De verdad, Nahuel… ya no aguantaba más. Necesitaba estar con un hombre. Poder mirar una verga de cerca… tocarla, sentirla… algo, aunque no pasara más nada. Ya estaba desesperada. Terminé diciéndole que sí, incluso le aclaré que iba con toda la intención de acostarme con él. No quería dar más vueltas, quería ir de frente: Cogeme y después vemos qué pasa. Le dije.
―Te admiro, Pilar. No te das una idea de las veces que quise decirle eso a una chica… y nunca me animé. Hubo veces en las que, según mis amigos, tenía muchas chances de que esa chica me aceptara. Pero no me animé.
―Somos dos pelotudos.
―Sí, mal.
―Así que ya te imaginarás por qué me enojé tanto con mamá cuando no me dejó salir. Me sentí super mal al tener que decirle al pibe que no iba a ir a su casa. Le dije sobre el escándalo que armó mi mamá, pero él no me creyó. Decía que yo me había arrepentido a último momento. Discutimos, porque me agarró muy enojada… y cuando estoy enojada puedo decir cosas hirientes. Así que, al final, me tuve que resignar a seguir siendo virgen. Para colmo en las noticias dicen que esta cuarentena va para largo. Con lo tarada que es mamá, con respecto a las enfermedades, no nos va a dejar salir ni a la vereda durante al menos dos años.
―O más…
―Le conté esto a Macarena… ¿y sabés lo que me dijo?
―Seguramente fue alguna locura. Maca está un poquito loca.
―Está totalmente loca. Como mamá; pero la de Maca es una locura linda. Aunque a veces se pasa un poquito de la raya. Cuando le conté de mis ganas de tocar una pija ella me dijo: “Nahuel se muere de ganas de tocar una concha. Él tiene pija, vos tenés concha… podrían llegar a un acuerdo”. ―Me quedé en silencio, con la mirada perdida en los ojos azules de Pilar. Lo que había dicho Macarena era cierto, yo de verdad tenía muchas ganas de tocar una concha, al menos para saber qué se siente―. Sí, así de absurdo como suena. Le dije que era una locura, porque somos hermanos. Y ella insistió en que no era un acto sexual en sí, solamente sería sacarse una duda… y aprender un poco de anatomía.
―Macarena tiene una forma muy particular de entender el sexo.
―Sí, demasiado particular. Pero quedate tranquilo, no te voy a pedir que me muestres la verga, ni te la voy a tocar. Estoy desesperada, pero no tanto. Y vos no tocaste una concha, pero tuviste la oportunidad de mirar muchos culos de cerca.
―Bueno, no tan cerca como me hubiera gustado.
Pilar abrió grandes los ojos y la boca.
―¿Querías mirarnos los culos más en detalle?
―Me refiero a que, si ustedes no hubieran sido mis hermanas, prima o tía… sí, me hubiera gustado mirarlos más de cerca. Y quizás acariciar un poco… pero, como dije… eso en caso de que no hubieran sido ustedes. Al tratarse de mujeres de mi familia creo que vi más de lo que debía haber visto.
―A mí no me hubiera molestado si me pedías que pusiera el culo cerca de la cara.
―¿No? Justamente, de todas las presentes, creí que a las que más le molestaría eso sería a vos y a Gisela.
―A Gisela, tal vez; pero a mí no. Lo hubiera tomado como parte del concurso. Si veía que las demás se animaban a hacerlo, yo también me hubiera animado.
Un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Nos quedamos mirando el techo sin decir ni una palabra. Por un momento creí que ese sería el final de nuestra conversación y que ya solo restaba aguantar la incomodidad hasta que decidiéramos dormir; pero mi cerebro me traicionó (tal vez debido a la presión que estaba ejerciendo el momento). De pronto se me dio por cometer un sincericidio.
―Macarena me tocó la verga ―dije… y después de eso, una vez más, el silencio.
Pilar se sentó en la cama, quedando apoyada sobre sus talones, y me miró fijamente, con los ojos muy abiertos.
―¿Que hizo qué?
Me sentí un imbécil; pero ya había hablado y no podía deshacer mis palabras.
―No lo malinterpretes ―me apresuré a decir―. Lo hizo solo para… em… ―no podía ser totalmente honesto. Si le llegaba a contar a Pilar que Macarena me masturbó y que acabé en la cara de mi mamá, se lo podría tomar muy mal… y con razón―. Le pedí que me explicara algunas cuestiones de anatomía masculina. Además, este… em… cuando se me para, se me marcan mucho las venas. Creí que eso podía ser algo malo; pero Macarena ya me explicó que es normal.
En realidad ese es un miedo que tuve hace poco, aunque no necesité de Macarena para entender que era normal, me bastó con mirar atentamente algunos videos porno para saber que a muchos hombres le pasaba lo mismo.
―Se me hace muy raro…
―¿Lo de las venas?
―No, que Macarena te la haya tocado.
―Sí, fue raro… aunque no fue nada sexual. Una simple clase de anatomía. Si querés podés preguntarle, vas a ver que no miento.
―Ni loca le pregunto eso. Pero te creo. Sé que Macarena tiene métodos muy poco ortodoxos. ¿Y vos cómo te sentiste?
―Un poco incómodo, al principio. Se me pasó cuando caí en la cuenta de que, al fin y al cabo, ella es mi hermana… es una persona de confianza. ¿Viste que Macarena no tiene problemas en andar en tetas delante mío?
―Sí, eso me sorprendió mucho. Se ve que ella también te tiene mucha confianza.
―Estos últimos días empezamos a llevarnos mejor. Me gustaría hacer lo mismo con vos ―me di cuenta de que ahora no estaba mirando a Pilar como si fuera una desconocida, mi mente empezó a identificarla como a una hermana, y eso me gustó mucho.
―¿Me estás diciendo todo esto para que yo te la toque?
―No, tarada. ¿Cómo te lo voy a decir por eso? Simplemente me pareció que te lo podía contar… porque estábamos hablando de temas parecidos.
―Quizás por esto Macarena me propuso esa idea… porque vio que te lo tomaste con naturalidad.
―Sí, como te dije: un poco nervioso al principio, pero después de un rato ya me pareció una boludez. Incluso me animé a hacerle muchas preguntas sobre sexo, y ella me las respondió lo mejor que pudo. Deberías hablar más con Macarena, es una buena profesora de educación sexual… aunque esté loca.
―Em… sí, a mí también me dio alguna pequeña clase de educación sexual. Hasta me dio consejos para chupar una verga… y hacerlo bien.
―A mí eso no me lo explicó.
―No te imagino chupando vergas, Nahuel.
―¿Qué? ¡No, ni loco! A mi esas cosas no me gustan. Me refiero a que no me las explicó, para saber cuándo una chica lo está haciendo bien.
―Ah… ya veo. ―se quedó en silencio durante un par de segundos, luego dijo―. Si querés te explico.
―¿Vos? No te lo tomes a mal, Pilar; pero me cuesta imaginarte hablando de estos temas.
―A mí el sexo me da miedo y Macarena dijo que la única forma en la que voy a perderle el miedo es si empiezo a hablar del tema con otras personas. Especialmente si lo hablo con hombres.
―Curioso, a mí me dijo lo mismo… aunque me sugirió que lo hablara con mujeres. ¿No te da la impresión de que toda esta charla parece planificada por Macarena?
―Sí, totalmente. Justo estaba pensando lo mismo. La muy hija de puta nos re manipuló a los dos. ―Esto último lo dijo con una amplia sonrisa―. Tengo que reconocer que la flaca es astuta.
―Demasiado astuta, para mi gusto. Somos sus conejillos de india.
―Es muy posible. Tal vez quiera hacer su tesis con nosotros. Se titularía: “Cómo manipular dos pajeros para que le pierdan el miedo el sexo”.
―Estoy seguro de que le iría muy bien con esa tesis.
―No tanto, porque no hicimos nada.
Los silencios incómodos parecían estar predestinados a ocurrir una y otra vez dentro de esta habitación. Evitamos hacer contacto visual durante un rato hasta que no pude soportar la tensión y volví a hablar.
―¿Vos pensás que serviría de algo? Porque a mí me interesa aprender más de sexo; pero…
―Pero no te animás a hablar del tema. Como me pasa a mí.
―Así es.
―Puede que sirva de algo… aunque también podría empeorar las cosas. Una situación vergonzosa sería difícil de olvidar. Además me sigue pareciendo muy patético esto de tener un acercamiento al sexo con un hermano. Aunque… también me resulta patético que yo siga sin haber visto una verga en carne y hueso.
―Las vergas no tienen hueso ―dije, con una sonrisa sarcástica. Esto fue bueno, Pilar también sonrió.
―Hubo una época en la que creí que sí lo tenían… por supuesto ya no pienso así; pero aún me cuesta entender por qué las vergas se ponen tan duras… y si es que realmente se endurecen tanto como parece en las imágenes que ví.
―De eso puedo dar fe, de verdad se ponen duras. Es lo malo de ser hombre, si te excitás, se puede notar mucho. En cambio a las mujeres ni se les nota.
―No te creas… cuando estábamos haciendo el concurso de culos yo me sentí un poco mal, no por estar casi desnuda ante mi familia, porque casi todas estábamos más o menos igual. Tenía miedo de que se notara mi excitación.
―¿Te excitaste?
Pilar se puso roja, sus mejillas sonrosadas combinaban muy bien con el color trigueño de su pelo y hacía resaltar sus ojos azules.
―Un poco… y no sé por qué. Tal vez fue por lo atrevida de la situación.
―¿Y cómo se te hubiera notado la excitación?
―¿No es obvio? ―Como no respondí, ella siguió hablando―. Porque a las mujeres se nos humedece la concha cuando nos excitamos. Tenía miedo de que apareciera una mancha de humedad en mi tanga. Es más, sé que debe haber alguna, pero creo que nadie lo notó.
―Yo te miré el culo… em… por lo del concurso… y no vi ninguna mancha de humedad.
―Sí, pero vos mismo lo dijiste: no miraste de cerca.
En ese momento Pilar hizo algo que no me hubiera imaginado ni en cien años. Se colocó sobre mí, como si pretendiera poner todo su culo contra mi cara. No se acercó tanto como para que hubiera contacto, pero sus grandes nalgas quedaron a pocos centímetros de mis ojos. Pude ver cómo la tela de la tanga se estaba metiendo entre sus labios vaginales. Tal vez ella no lo supiera, pero ya podía ver parte de sus labios asomando por los lados.
―Fijate bien, estoy segura de que se nota una mancha de humedad. ―me dijo.
―Bueno, sí… eso es cierto. Pero es chiquita. ―En el centro de la tanga había un pequeño círculo que demostraba que ella se había mojado un poco―. No creo que nadie lo haya notado. Incluso viendo de cerca apenas se nota.
Esta muy nervioso, el corazón me latía cada vez más rápido. No sabía cuánto tiempo pretendía ella quedarse en esa posición; cada segundo que pasaba se me hacía más difícil… y mi verga ya se estaba despertando. Para colmo Pilar había quedado mirando directamente hacia mi pene, si bajaba un poco la cabeza, mi miembro le quedaría prácticamente contra la cara.
―Tenés un culo muy lindo ―le dije―. Creo que tendría que haberte dado el segundo puesto, como mínimo.
―Gracias, pero eso hubiera sido injusto. Me conformo con haber participado y no haber pasado tanta vergüenza. ¡Epa! Parece que a tu amiguito también le gusta mi culo.
Estaba pasando y no podía hacer nada para evitarlo, mi verga se estaba poniendo dura y pronto luciría una erección completa.
―Perdón. No pienses mal. Te juro que no lo puedo evitar.
―No hace falta que pidas perdón, como dijo Macarena: es para ponerse orgullosa. Nunca había provocado esta clase de reacción en un hombre. Serás mi hermano… pero seguís siendo un hombre.
―Es que como no te veo la cara… lo único que veo es tu culo, entonces…
―Me imagino que estarás viendo más que mi culo.
―Em…
―Sé que la tanga me queda chica, Nahuel. No hace falta que disimules. Se me debe ver casi toda la concha.
―¿Eso te molesta?
―Ahora mismo, no… porque vi que a vos se te está poniendo dura… y pensé: ¿Será tan loca la idea de Macarena?
―¿Vos querés que…?
―Em… solo si vos querés.
―¿No te molestaría si yo te pidiera lo mismo?
―No, si hacemos esto, tiene que ser equitativo. Si vos mostrás, yo muestro.
―Entonces, sí… acepto.
―Bueno…
Pilar salió y se paró a lado de la cama. Por un momento creí que se había arrepentido, pero nada más lejos de la realidad. Con total decisión se bajó la tanga, cuando se enderezó pude ver todo su lampiño pubis y una línea que lo dividía en dos en la parte más baja. No tuve mucho tiempo para admirar este espectáculo, ya que ella volvió a su posición anterior… y ahí el panorama mejoró muchísimo.
La concha de pilar quedó a pocos centímetros de mi cara, sus labios vaginales estaban separados, estaba tan cerca que podía ver perfectamente cómo se abría el agujero de su concha.
―Listo… te toca a vos.
Obedecí sin dudarlo. Si ella se había animado a desnudarse y a mostrarme su sexo desde tan cerca, yo podía hacer lo mismo. Le di un par de tirones a mis short, liberando mi pija, la cual agradeció tener más espacio para continuar con su erección.
―Wow, hermanito… no sabía que venías tan cargado. Es la primera vez que veo una verga en vivo y en directo; pero sí vi varias en fotos y videos… sé muy bien que no todas son tan grandes. Hasta me siento orgullosa de ser tu hermana.
―Si es por eso, yo también me puedo sentir orgulloso de ser tu hermano. Si alguno de mis amigos te viera la concha como la estoy viendo yo… te cogen ahí nomás… no te dan ni chances.
Ella se rió.
―¿Te molestaría si me coge alguno de tus amigos?
―Em… eso depende de cuál amigo.
―No te preocupes, Nahuel. Con lo tímida que soy, lo último que haría sería cogerme a uno de tus amigos. Igual gracias por los halagos. Pero lo que más halagada me hace sentir es que se te está poniendo cada vez más dura…
―Es que el paisaje es demasiado bueno.
Ella volvió a reírse, eso me puso muy feliz. La situación era extraña, pero me estaba permitiendo acercarme a mi hermana, en varios sentidos.
―Si querés, podés mirarla mejor.
Pilar pasó la mano entre sus piernas y abrió la concha con dos dedos. Toda su rosada almeja quedó abierta ante mis ojos. Eso fue todo lo que necesitó mi verga para ponerse completamente dura.
―Wow, tenés una verga hermosa ―dijo Pilar, y a continuación me la agarró, aferrándola con timidez. Me sorprendió mucho que se animara a hacer esto… y yo aún no me recuperaba del impacto de ver su concha abierta.
―Gra… gracias.
Sus dedos eran suaves, quizás demasiado… eso no podía ser bueno, porque con cada roce me estimulaba aún más, y podía ocurrir un accidente. Ella empezó a explorar todo mi tronco, acariciándolo, luego subió hasta mi glande y después volvió a aferrarse a la verga, pero esta vez lo hizo con más fuerza. Su mano se movió lentamente, casi como si me estuviera masturbando.
Cerré los ojos, ya no quería ver su concha, porque de seguir admirándola, terminaría acabando. No quería hacer eso frente a mi hermana. Intenté pensar en otra cosa… pero las caricias de Pilar seguían. Me daba la impresión de que ella estaba aprovechando para conocer cada rincón del miembro masculino. Debía estar tan fascinada como lo estuve yo al ver su concha.
En ese momento sentí una caricia, apenas un leve roce… pero pude darme cuenta de que se trataba de los labios de Pilar. Fue como si me hubiera dado un suave beso en la punta de la pija… y esto provocó la catástrofe.
Intenté contenerlo, lo juro; pero fue imposible.
Mi verga explotó, el semen saltó con tanta fuerza que casi pude sentir cómo chocaba contra la cara de Pilar. Ella estaba tan cerca que no pudo esquivarlo; para colmo, al intentar moverse, sin querer terminó sentándose en mi cara. Toda su concha quedó contra mi boca y pude sentir el sabor de sus jugos vaginales. Esto duró apenas un segundo, porque ella se levantó enseguida. Se puso de pie junto a la cama y me miró con los ojos desorbitados. Su cara era un solo manchón de líquido blanco… y por su mano también chorreaba bastante semen.
―¡Nahuel! ¿Qué carajo? ¿Qué mierda te pasa? ¡Mirá cómo me dejaste! ¡Qué asco!
―¡Perdón, perdón, perdón! Te juro que fue sin querer.
―Pero… ¡por lo menos avisame, pelotudo! ¡Me llenaste la cara de leche!
―Disculpame… es que….
―Es que nada. Andate, Nahuel. Ni loca te dejo dormir en mi pieza. ―No me moví porque estaba asustado. El repentino cambio de humor de Pilar me dejó descolocado; pero no puedo culparla, al fin y al cabo es cierto que le dejé la cara llena de leche―. ¡Andate!
Me puse de pie de un salto y mientras me ponía el short me las ingenié para abrir la puerta. Salí como si la casa se estuviera incendiando. Estaba tan avergonzado que ni siquiera me di la vuelta para mirar una vez más a Pilar. No quería ver lo que le había hecho.
Esa noche tuve que dormir en el sofá del living. Por suerte nadie me vio, porque sino tendría que haber dado muchas explicaciones.
No sabía si Pilar sería capaz de perdonarme algún día. La estábamos pasando tan bien… y todo se fue al carajo en apenas un segundo. Todo por culpa de que yo no soy incapaz de aguantar más de tres minutos con la pija dura sin acabar. Estaba empezando a sospechar que lo que dijo Macarena sobre la eyaculación precoz no era algo tan exagerado.
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Al día siguiente me la pasé esquivando a Pilar, lo cual no fue muy difícil porque ella salió de su pieza en contadas ocasiones. Lo que se me hizo raro fue encontrármela en el living, charlando con Macarena. Tal vez tenía ganas de conversar con su hermana y prefería hacerlo en un entorno neutral, para que Maca no tuviera oportunidad de tocar temas sexuales. No quería quedarme ahí, sintiéndome incómodo; pero vi esto como una oportunidad. Si Macarena se quedaba en el living, entonces su cuarto estaría vacío.
Me encerré en la pieza de Macarena dispuesto a revisar los mensajes que había recibido recientemente. La mayoría eran de Celeste, la rubia tetona amiga de Gisela. Me llenó de felicidad ver que sus grandes melones habían sido fotografiados una vez más… y yo tenía acceso a esas fotos. Me mandó varios mensajes diciéndome cosas como: “Espero que con estas fotos se te ponga bien dura la pija” o “Espero que te hagas una buena paja mirando mis tetas”.
Estaba dispuesto a darle el gusto, saqué mi verga del pantalón y empecé a pajearme mirando las fotos de Celeste… y no solo pude ver sus tetas. Había varias fotos de ella en ropa interior muy sugerente… o completamente desnuda, con la concha abierta. “Así se me moja al ver las fotos de tu pija”, me decía. Por supuesto que aproveché el momento para fotografiar mi verga y enviarle varias imágenes… aunque la mayoría eran muy parecidas una a la otra. No me atreví a decirle cosas sarpadas. Simplemente mandé las fotos y le agradecí por las que ella me había enviado, haciendo énfasis en que me gustaría ver más.
Mientras pasaba las imágenes de mi galería, sin darme cuenta llegué hasta las de Tefi. Rara vez las miro, porque todavía me hace sentir culpable tener fotos porno de mi hermana en el celular. Pero mi verga traicionera se emocionó particularmente cuando en la pantalla apareció una foto del culo de Tefi… y ella no tenía nada puesto. Sus labios vaginales estaban abiertos, ya que ella estaba sentada sobre sus piernas, pero las mantenía bien separadas. Una imagen de lo más pornográfica. No pude evitar darme duro mientras la miraba.
Pasé a la galería de videos y allí me encontré con uno de los que había grabado Estefanía. Se la podía ver sentada frente al espejo, con las piernas bien abiertas… haciéndose una tremenda paja. Sentí un extraño morbo al ver la cara de mi hermana mientras se masturbaba. Tefi es una chica sumamente sensual y verla excitada, tocándose de esa manera, le gustaría a cualquier hombre heterosexual. Es más, sé que muchas mujeres heterosexuales también se calentarían al verla desnuda. Eso me hizo sentir un poco menos culpable y me concentré en la paja que me estaba haciendo.
De pronto ocurrió algo a lo que ya me estaba acostumbrando: la puerta se abrió. En esta casa, con tanta gente, es imposible tener privacidad por más de cinco minutos. No me sobresalté porque supuse que sería Macarena; pero la que entró fue Ayelén… lo cual también me importó muy poco. Ella ya me había visto pajeándome, por lo que ya no sentía remordimientos de ser sorprendido por ella en pleno acto.
―Te estaba buscando ―dijo, mientras cerraba la puerta detrás de ella. Me fijé que tenía puesta una blusa blanca, sin mangas, que le marcaba mucho los pezones. Debajo tenía una tanga negra y nada más.
―¿Qué querés? ―Le dije. No estaba avergonzado, pero sí me molestó que me hubiera interrumpido.
―Veo que no podés dejar las manías de pajero. Me imaginé que te iba a encontrar con la pija dura, pajeándote como un mono.
―Como si vos nunca te hicieras la paja. ―Esto pareció ser un golpe bajo. Primero abrió muchos los ojos y la boca, luego apretó los labios y sus mejillas se hincharon, al mismo tiempo que se ponían rojas.
―No soy ninguna pajera. Yo no ando haciendo esas cosas. Si tengo ganas de coger, entonces busco a alguien para coger. No me estoy toqueteando todo el día, como vos.
―Si solamente viniste a molestar, mejor andate.
―Vos y yo tenemos deudas pendientes ―dijo. Se acercó a la cama moviendo mucho las caderas, como si fuera una modelo caminando por una pasarela―. Habíamos hecho un trato y vos lo rompiste.
―¿Y qué vas a hacer? ¿Contarle a todas que me chupaste la verga para ganar un concurso? Nadie te creería.
―Es cierto. Nadie me creería ―se subió a la cama, estiró una mano y me agarró la pija. Esto sí me tomó por sorpresa, a pesar de que ya lo había hecho antes. Sus dedos se cerraron alrededor de mi verga y empezó a masturbarme lentamente―. Por eso tuve que pensar en algo mejor. Tengo suerte de que seas tan pajero, ésto facilita mucho las cosas.
―¿De qué mierda hablás?
Ayelén me mostró su mejor sonrisa maquiavélica, se subió a la cama y se colocó en cuclillas sobre mí, quedando mi verga justo debajo de su concha. Antes de que yo pudiera reaccionar, ella bajó su cuerpo y pude sentir la tibieza se su sexo haciendo contacto con el mío… y aunque la tela de la tanga estuviera de por medio, podía sentir cómo mi glande buscaba meterse dentro del agujero de su concha. Ayelén comenzó a menear la cintura, como si estuviera bailando. Mi verga, que ya estaba dura, comenzó a palpitar.
―¿Te quedaste con ganas de probar pija? ―Dije, en un arrebato de valentía.
―¡Ja! Pobre de vos. No, pendejo… solamente estoy esperando a que acabes. Sé que no vas a aguantar mucho. Cuando me dejes la tanga llena de leche, voy a salir de la pieza. Seguramente tu mamá preguntará por qué tengo tanto semen en la ropa interior… ¿y quién es el único de toda la casa que puede producir semen?
Me quedé boquiabierto. Ni me quería imaginar cómo reaccionaría mi mamá si llegaba a sospechar que entre Ayelén y yo pasaba algo de índole sexual… o quizás pensara que yo la había forzado de alguna manera. Sea cual fuera la postura de mi mamá, no sería buena.
―Sos una tarada, Ayelén. Ya perdiste el concurso de culos, ahora bancatela.
―No, porque sé que tendría que haber ganado. Tenía que ganar yo, mi culo es mejor que el de todas las demás.
―Si estuvieras tan segura de eso, no me hubieras chupado la verga ―intenté contener mis ganas de eyacular, pero Ayelén comenzó a frotar su concha cada vez más rápido, incluso dio pequeños saltos, casi como si estuviéramos cogiendo.
―Te la chupé porque sé que no me ibas a elegir como ganadora, aunque lo mereciera. Y vos te cagaste en el trato que teníamos. Eso me molesta mucho.
―No te molestó tanto mientras me comías la pija. Hasta parecía que lo estabas disfrutando.
Ella se puso aún más roja y me miró con odio. Pensé que me golpearía, pero en lugar de eso comenzó a moverse con más intensidad, sacudiendo toda la cama. A mí me estaba costando cada vez más contenerme, una vez que el semen saliera de mi verga, ya no podría hacer nada para impedir que ella mostrara su tanga manchada a todos los miembros de la casa. Necesitaba hacer algo, urgente. Pensé lo más rápido que pude. La primera persona que se me vino a la mente fue Macarena, al fin y al cabo estábamos en la pieza de ella. Como aún tenía el celular en la mano, la siguiente idea surgió solita. Abrí el WhatsApp y le mandé una nota de voz:
―Macarena, ¿podés venir a tu pieza? Rápido. Es importante.
Cuando Ayelén me quitó el teléfono, ya era demasiado tarde. Intentó borrar el mensaje, pero yo se lo impedí. Estuvimos forcejeando unos segundos, hasta que se escuchó el ruido de la puerta. Ayelén, que también era capaz de pensar rápido, se apartó, quedando sentada a mi lado en la cama. Por eso la escena que vio Macarena no fue tan pornográfica; pero aún así yo estaba con la pija dura al lado de mi prima, y ella estaba en ropa interior.
―¿Qué está pasando? ―Preguntó Macarena.
―Esta pelotuda ―le dije―. Que solo viene a molestar.
―¿Qué me decís a mí, pendejo? Si el que se está pajeando en la cama de Macarena sos vos.
―Yo le di permiso para que lo hiciera ―le contestó Macarena. Esto molestó mucho a Ayelén, que ya estaba en clara desventaja―. No sé qué mierda hacés en mi pieza, pero quiero que salgas. Nahuel tiene permiso de estar acá, vos no.
La rubia me miró con ojos inyectados de ira, se puso de pie y caminó hacia la puerta. Justo antes de salir volvió a fijarse en mí y dijo:
―Ya vas a ver, pendejo. Te voy a hacer la vida imposible.
Ayelén salió de la pieza dando un portazo.
Macarena se quedó en silencio durante unos segundos, mirando mi verga.
―Veo que te interrumpió con las manos en la masa.
―Algo así.
―¿Qué quería? ¿Por qué está tan enojada con vos?
―Por nada…
―No, Nahuel. Algo pasa. Quiero que me cuentes ―Macarena se acercó a la cama y se sentó en el mismo lugar que segundos antes había ocupado Ayelén. Estiró el brazo y me agarró la verga. El contacto con sus dedos me hizo estremecer―. Si me contás qué pasó, te doy una manito con esto.
Esas fueron las palabras mágicas. No pude resistir más, Macarena derribó todas mis defensas.
―Ayelén me chupó la verga.
―¿Qué?
Maca estranguló mi pija, no sabía que una chica tan delgada podía apretar tan fuerte. Se sintió de maravilla… especialmente cuando, usando esa misma presión, comenzó a masturbarme.
―Lo hizo para ganar el concurso de culos. Quería el primer puesto y bueno… hicimos un trato.
―Pero ella no ganó.
―No, porque al final me arrepentí y dije que la ganadora era Gisela.
―Ah… ya veo. Mirá vos, qué puta resultó ser. Con esa carita de mosquita muerta más de uno piensa que es una santa. No me extraña que te la haya chupado. Ya me llegaron varios rumores de que Ayelén es bastante petera.
―¿Rumores de quién?
―Ah, no… se dice el pecado, no el pecador.
―¿No te molesta que me la haya chupado?
―Nah… al fin y al cabo vos la habrás pasado bien.
―Pero es mi prima.
―Justamente… es una prima, no una hermana. Las relaciones sexuales entre primos no son tan raras como lo imaginás.
La mano de Maca empezó a acelerar tanto que mi verga ya no pudo resistirlo, un espeso chorro de leche saltó… y luego otro… y otro. Mi hermana no se detuvo, mantuvo el ritmo de la paja y observó cómo yo soltaba hasta la última gota de leche. Fue una de las acabadas más placenteras que tuve.
―Eso fue genial ―dijo ella, con una gran sonrisa―. Me sorprende la cantidad de leche que te sale. Sé que hay muchas chicas que se mueren de morbo con el semen. Vas a hacer muy feliz a esas chicas.
―Sí, pero también hay otras a las que les da asco ―pensé en Pilar y me angustié.
―Puede ser; pero el asco se les pasa cuando están muy calientes. Ahí no les importa que les llenen la cara de leche.
Macarena empezó a limpiar todo el enchastre con pañuelos descartables.
―Qué bueno que te conté lo de Ayelén. Necesitaba decírselo a alguien; pero no sabía a quién.
―A mí me podés contar lo que sea, hermanito. Tengo la mente muy abierta. Voy a ser psicóloga, me encanta saber cómo funciona la sexualidad para cada persona. Por cierto, vamos a tener que empezar a trabajar en esto. ―Señaló los restos de semen que aún quedaban en mi verga―. Estoy segura de que cuando Ayelén te chupó la verga, acabaste enseguida.
―Sí… y ella se dio cuenta. Ahora se burla de mí por eso.
―Bueno, vamos a tener que ponernos manos a la obra. Digamos que si a Ayelén le da por chuparte la verga otra vez, va a tener que trabajar más para hacerte acabar.
―¿Y qué pensás hacer para que yo no acabe tan rápido?
―Eso te lo cuento la próxima vez que te quedes a dormir en mi pieza, porque nos va a llevar tiempo.
―¿Puedo quedarme a dormir acá esta noche?
―No. Van a pasar varios días hasta que te permita dormir en mi pieza.
―¿Es por lo del tercer puesto?
―Tal vez ―dijo, y salió de la pieza, meneando su hermosas nalgas. Definitivamente su culo merecía algo mejor que un tercer puesto.
Capítulo 10.
Hermana Desesperada.
El torneo de culos terminó y después de la cena cada una de las mujeres de la casa se fue a su dormitorio. Entré a la pieza de Macarena justo cuando ella se estaba quitando la tanga. Me quedé mirándola, atontado. Sus labios vaginales mostraban signos de humedad.
―¡Ey! ¿Se puede saber qué hacés? ―Me dijo, dándose la vuelta para mirarme.
―Perdón… creí que no te molestaba que te viera desnuda.
―No me refiero a eso, tarado. Te pregunto qué hacés en mi pieza. Hoy te toca dormir con Pilar. ¿Ya te olvidaste?
Se acostó en su cama, con las piernas separadas. Al parecer no le importó que yo le estuviera mirando toda la concha.
―Ah… no me acordaba de eso. Pero ya hablé con ella, no es necesario que…
―Sí, es necesario. Yo quiero tener un rato a solas… ya te imaginarás para qué. ―Macarena pasó dos dedos a lo largo de su concha y se frotó suavemente el clítoris―. Después del concurso me quedé bastante caliente.
―¿Caliente de enojada o caliente de excitada?
―De ambas. Me dejaste en tercer lugar… después de lo bien que la pasamos en nuestras charlas. ¡Qué mal hermano! Todavía sigo enojada con vos. Pero bueno, ver tantos culos me subió la temperatura… y estoy con ganas de tocarme un poquito.
―Pero… eran culos de mujeres.
―¿Y qué te hace pensar que no me puedo excitar al mirarle el culo a una mujer?
―Em… no sé… yo creí que vos… este…
―Mejor hablamos de eso en otro momento. No tengo ganas de ponerme a discutir sobre prejuicios. Ahora andá a la pieza de Pilar, que yo necesito estar sola ―en el momento en que me echó, se abrió la concha con los dedos. Entendí el mensaje, era como si me estuviera diciendo: “Sé que te gustaría mirar, pero estoy enojada con vos… y no vas a ver nada”―. Es cierto que lograste que Pilar saliera de la pieza y socializara un poco; pero ni siquiera estás arañando la superficie para conocerla.
―No creo que a ella le guste que yo me quedé a dormir en su pieza.
―No importa si le gusta o no, lo tiene que hacer. Todas tenemos que colaborar. Un día de estos vas a dormir con mamá, y seguramente alguna vez te tocará compartir la cama con Gisela. Esta noche dormís con Pilar, así que… ¡fuera de mi pieza!
Me tiró con una almohada, la cual pude esquivar; de todas formas abandoné su cuarto porque vi que ya estaba buscando alguna otra cosa para tirarme. Cuando cerré la puerta detrás de mí pude escuchar la maquiavélica risa de Macarena. Y pensar que alguna vez creí que ella era una buena persona.
Temeroso me acerqué a la pieza de Pilar y golpeé la puerta.
―¿Quién es? ―Preguntó desde adentro.
―Soy yo, Nahuel. Macarena dice que esta noche tengo que dormir acá…
―Ah…
―Pero no quiero molestarte. Puedo dormir en el sofá del living.
Como poder, podía… solo que sería muy incómodo. No era un sofá diseñado para usarse como cama.
Estaba dando media vuelta cuando la puerta se abrió.
―Pasá. Después voy a hablar seriamente con Macarena, pero esta noche te podés quedar.
―Em… no es necesario, puedo…
―No vas a dormir en el sillón. Si Maca te ve durmiendo ahí, me va a tirar la puerta a patadas, así que entrá de una vez.
―Ok, está bien.
Entré y lo primero que noté fue que Pilar seguía con la tanga puesta. Se había quitado las medias y el portaligas; pero aún se veía como una mujer que estaba preparada para el sexo.
―No me cambié porque pensé que iba a dormir sola ―dijo Pilar, como si pudiera leer mis pensamientos.
―Está bien, no pasa nada. Estuve mirando culos toda la tarde ―sonreí―. ¿Qué problema hay si estás en tanga?
―Supongo… aunque a mí no me gusta estar vestida así delante de otras personas. Pero después de lo que pasó hoy, como que ya no me molesta tanto. Además vos sos mi hermano.
Ella se acostó en la cama y yo me quedé parado junto a la puerta.
―Dale, cerrá y vení a acostarte ―me dijo―. Yo ya tengo sueño.
―Bueno.
Cerré la puerta y me acosté junto a ella. Nos quedamos mirando el techo fijamente, y en silencio… un incómodo silencio.
―¿De verdad pensás que tengo lindo culo? ―preguntó ella.
―Sí, de verdad ―respondí sin dudar.
Pilar se sentó de lado en la cama y quedó mirándome a los ojos desde arriba.
―Yo sé que era imposible ganar ese concurso, es más, sé que debo haber quedado última, porque hasta la tía Cristela tiene mejor culo que yo. Pero…
―Pero es una cuestión muy subjetiva ―le dije―. Depende de si te gustan las chicas con culo firme, bien redondo y paradito… o si te gustan las nalgonas. Intenté ser lo más justo posible, Tefi es de las que tienen esos culos que parecen tallados en piedra; pero sinceramente prefiero las nalgonas… las que tienen culos bien grandes y caderas anchas.
―Como Gisela.
―Y como vos. Además esa tanga te queda demasiado bien.
Ella sonrió. Hacía mucho que no veía a Pilar tan contenta.
―Te creo. Sé que estás siendo sincero. Y con respecto a la tanga… solo me animé porque Gisela también lo hizo.
―Para mí no fue nada fácil ver a mis hermanas en tanga… y a mi tía. Con Ayelén no fue tan difícil, ya me acostumbre a verla en tanga dando vueltas por la casa.
―Debés andar con la pija dura todo el tiempo ―esas palabras sonaron muy extrañas viniendo de la boca de Pilar―. Me sorprendí mucho cuando ví que se te paró. Ahí me di cuenta de que soy una boluda al sentir tanta vergüenza por mi cuerpo, si al fin y al cabo estábamos haciendo un juego familiar. Y tengo que admitir que fue divertido. Durante estas últimas semanas me sentí muy mal.
―¿Por la discusión que tuviste con mamá?
―En parte, sí… pero en realidad lo que me hizo enojar mucho fue no poder salir. Pensarás que soy una hipócrita, nunca salgo a ningún lado y justo ahora me da por salir…
―Hipócrita, no. Me imagino que habrás querido salir por un buen motivo.
―Sí. Aunque todo me salió mal, por el mismo problema de siempre: soy una vueltera. Me cuesta mucho encarar las cosas de una puta vez. Siempre le doy mil vueltas a todo y cuando me doy cuenta ya es muy tarde. Hace unos meses conocí un pibe, por chat. Empezamos a hablar de libros eróticos, al estar conversando a través de una computadora me animé a contarle como… em… cómo los disfruto. Esto es algo que no se lo cuento a nadie, lo saben Macarena y vos; y prefiero que sea así. No quiero que todos en la casa sepan que me pajeo leyendo novelas eróticas. Suficiente tengo con ser “la virgen” de la casa, no quiero quedar como la pajera.
―No creo que quedes como “la pajera”. Ese puesto lo tiene muy bien ganado Macarena.
Pilar soltó una estridente risotada.
―¡Eso es muy cierto! ―Dijo―. Por lo visto a vos también te contó de lo mucho que le gusta… tocarse.
―Sí, le gusta demasiado. Así que vos no te hagás drama si de vez en cuando te hacés una paja leyendo una novela erótica. Estoy seguro de que yo haría lo mismo al leerlas.
―Cuanto quieras te presto una… pero no sé dónde la vas a leer.
―Sí, eso es un problema.
Me estaba dando mucho morbo esta conversación y estoy seguro de que si Pilar y yo nos animamos a confesar semejantes cosas es gracias a las charlas previas que tuvimos con Macarena. Tengo que reconocer que si ella hizo una labor de psicóloga encubierta con nosotros, le salió muy bien.
―En fin, como te decía. Empecé a llevarme muy bien con este pibe, incluso le confesé que me masturbaba al leer las novelas. Él me dijo que también lo hacía. De ahí en adelante las charlas se pusieron cada vez más hot. Un día me invitó a su casa, quería conocerme personalmente. Y yo, como una boluda, le dije que no. Tenía mucho miedo de que, al verme en persona, se desilusionara y que dijera que soy una gorda fea.
―No sos ni gorda ni fea.
―Es algo que todavía me cuesta sacarme de la cabeza. Él insistió, pero bien. Fue muy amable conmigo. Le mandé algunas fotos mías…
―¿Fotos porno?
―¡No, tarado! ―se rió―. Ni loca le mando algo así. Fotos normales, como para que vea cómo soy realmente. Pensé que no le iba a gustar; pero me dijo que le encantó verme y que yo le parecía hermosa. Sabía que él estaba exagerando, por pura calentura. Se notaba que tenía muchas ganas de ponerla. Algo que no me molestaba, porque yo tenía muchas ganas de que me la pongan. De verdad, Nahuel… ya no aguantaba más. Necesitaba estar con un hombre. Poder mirar una verga de cerca… tocarla, sentirla… algo, aunque no pasara más nada. Ya estaba desesperada. Terminé diciéndole que sí, incluso le aclaré que iba con toda la intención de acostarme con él. No quería dar más vueltas, quería ir de frente: Cogeme y después vemos qué pasa. Le dije.
―Te admiro, Pilar. No te das una idea de las veces que quise decirle eso a una chica… y nunca me animé. Hubo veces en las que, según mis amigos, tenía muchas chances de que esa chica me aceptara. Pero no me animé.
―Somos dos pelotudos.
―Sí, mal.
―Así que ya te imaginarás por qué me enojé tanto con mamá cuando no me dejó salir. Me sentí super mal al tener que decirle al pibe que no iba a ir a su casa. Le dije sobre el escándalo que armó mi mamá, pero él no me creyó. Decía que yo me había arrepentido a último momento. Discutimos, porque me agarró muy enojada… y cuando estoy enojada puedo decir cosas hirientes. Así que, al final, me tuve que resignar a seguir siendo virgen. Para colmo en las noticias dicen que esta cuarentena va para largo. Con lo tarada que es mamá, con respecto a las enfermedades, no nos va a dejar salir ni a la vereda durante al menos dos años.
―O más…
―Le conté esto a Macarena… ¿y sabés lo que me dijo?
―Seguramente fue alguna locura. Maca está un poquito loca.
―Está totalmente loca. Como mamá; pero la de Maca es una locura linda. Aunque a veces se pasa un poquito de la raya. Cuando le conté de mis ganas de tocar una pija ella me dijo: “Nahuel se muere de ganas de tocar una concha. Él tiene pija, vos tenés concha… podrían llegar a un acuerdo”. ―Me quedé en silencio, con la mirada perdida en los ojos azules de Pilar. Lo que había dicho Macarena era cierto, yo de verdad tenía muchas ganas de tocar una concha, al menos para saber qué se siente―. Sí, así de absurdo como suena. Le dije que era una locura, porque somos hermanos. Y ella insistió en que no era un acto sexual en sí, solamente sería sacarse una duda… y aprender un poco de anatomía.
―Macarena tiene una forma muy particular de entender el sexo.
―Sí, demasiado particular. Pero quedate tranquilo, no te voy a pedir que me muestres la verga, ni te la voy a tocar. Estoy desesperada, pero no tanto. Y vos no tocaste una concha, pero tuviste la oportunidad de mirar muchos culos de cerca.
―Bueno, no tan cerca como me hubiera gustado.
Pilar abrió grandes los ojos y la boca.
―¿Querías mirarnos los culos más en detalle?
―Me refiero a que, si ustedes no hubieran sido mis hermanas, prima o tía… sí, me hubiera gustado mirarlos más de cerca. Y quizás acariciar un poco… pero, como dije… eso en caso de que no hubieran sido ustedes. Al tratarse de mujeres de mi familia creo que vi más de lo que debía haber visto.
―A mí no me hubiera molestado si me pedías que pusiera el culo cerca de la cara.
―¿No? Justamente, de todas las presentes, creí que a las que más le molestaría eso sería a vos y a Gisela.
―A Gisela, tal vez; pero a mí no. Lo hubiera tomado como parte del concurso. Si veía que las demás se animaban a hacerlo, yo también me hubiera animado.
Un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Nos quedamos mirando el techo sin decir ni una palabra. Por un momento creí que ese sería el final de nuestra conversación y que ya solo restaba aguantar la incomodidad hasta que decidiéramos dormir; pero mi cerebro me traicionó (tal vez debido a la presión que estaba ejerciendo el momento). De pronto se me dio por cometer un sincericidio.
―Macarena me tocó la verga ―dije… y después de eso, una vez más, el silencio.
Pilar se sentó en la cama, quedando apoyada sobre sus talones, y me miró fijamente, con los ojos muy abiertos.
―¿Que hizo qué?
Me sentí un imbécil; pero ya había hablado y no podía deshacer mis palabras.
―No lo malinterpretes ―me apresuré a decir―. Lo hizo solo para… em… ―no podía ser totalmente honesto. Si le llegaba a contar a Pilar que Macarena me masturbó y que acabé en la cara de mi mamá, se lo podría tomar muy mal… y con razón―. Le pedí que me explicara algunas cuestiones de anatomía masculina. Además, este… em… cuando se me para, se me marcan mucho las venas. Creí que eso podía ser algo malo; pero Macarena ya me explicó que es normal.
En realidad ese es un miedo que tuve hace poco, aunque no necesité de Macarena para entender que era normal, me bastó con mirar atentamente algunos videos porno para saber que a muchos hombres le pasaba lo mismo.
―Se me hace muy raro…
―¿Lo de las venas?
―No, que Macarena te la haya tocado.
―Sí, fue raro… aunque no fue nada sexual. Una simple clase de anatomía. Si querés podés preguntarle, vas a ver que no miento.
―Ni loca le pregunto eso. Pero te creo. Sé que Macarena tiene métodos muy poco ortodoxos. ¿Y vos cómo te sentiste?
―Un poco incómodo, al principio. Se me pasó cuando caí en la cuenta de que, al fin y al cabo, ella es mi hermana… es una persona de confianza. ¿Viste que Macarena no tiene problemas en andar en tetas delante mío?
―Sí, eso me sorprendió mucho. Se ve que ella también te tiene mucha confianza.
―Estos últimos días empezamos a llevarnos mejor. Me gustaría hacer lo mismo con vos ―me di cuenta de que ahora no estaba mirando a Pilar como si fuera una desconocida, mi mente empezó a identificarla como a una hermana, y eso me gustó mucho.
―¿Me estás diciendo todo esto para que yo te la toque?
―No, tarada. ¿Cómo te lo voy a decir por eso? Simplemente me pareció que te lo podía contar… porque estábamos hablando de temas parecidos.
―Quizás por esto Macarena me propuso esa idea… porque vio que te lo tomaste con naturalidad.
―Sí, como te dije: un poco nervioso al principio, pero después de un rato ya me pareció una boludez. Incluso me animé a hacerle muchas preguntas sobre sexo, y ella me las respondió lo mejor que pudo. Deberías hablar más con Macarena, es una buena profesora de educación sexual… aunque esté loca.
―Em… sí, a mí también me dio alguna pequeña clase de educación sexual. Hasta me dio consejos para chupar una verga… y hacerlo bien.
―A mí eso no me lo explicó.
―No te imagino chupando vergas, Nahuel.
―¿Qué? ¡No, ni loco! A mi esas cosas no me gustan. Me refiero a que no me las explicó, para saber cuándo una chica lo está haciendo bien.
―Ah… ya veo. ―se quedó en silencio durante un par de segundos, luego dijo―. Si querés te explico.
―¿Vos? No te lo tomes a mal, Pilar; pero me cuesta imaginarte hablando de estos temas.
―A mí el sexo me da miedo y Macarena dijo que la única forma en la que voy a perderle el miedo es si empiezo a hablar del tema con otras personas. Especialmente si lo hablo con hombres.
―Curioso, a mí me dijo lo mismo… aunque me sugirió que lo hablara con mujeres. ¿No te da la impresión de que toda esta charla parece planificada por Macarena?
―Sí, totalmente. Justo estaba pensando lo mismo. La muy hija de puta nos re manipuló a los dos. ―Esto último lo dijo con una amplia sonrisa―. Tengo que reconocer que la flaca es astuta.
―Demasiado astuta, para mi gusto. Somos sus conejillos de india.
―Es muy posible. Tal vez quiera hacer su tesis con nosotros. Se titularía: “Cómo manipular dos pajeros para que le pierdan el miedo el sexo”.
―Estoy seguro de que le iría muy bien con esa tesis.
―No tanto, porque no hicimos nada.
Los silencios incómodos parecían estar predestinados a ocurrir una y otra vez dentro de esta habitación. Evitamos hacer contacto visual durante un rato hasta que no pude soportar la tensión y volví a hablar.
―¿Vos pensás que serviría de algo? Porque a mí me interesa aprender más de sexo; pero…
―Pero no te animás a hablar del tema. Como me pasa a mí.
―Así es.
―Puede que sirva de algo… aunque también podría empeorar las cosas. Una situación vergonzosa sería difícil de olvidar. Además me sigue pareciendo muy patético esto de tener un acercamiento al sexo con un hermano. Aunque… también me resulta patético que yo siga sin haber visto una verga en carne y hueso.
―Las vergas no tienen hueso ―dije, con una sonrisa sarcástica. Esto fue bueno, Pilar también sonrió.
―Hubo una época en la que creí que sí lo tenían… por supuesto ya no pienso así; pero aún me cuesta entender por qué las vergas se ponen tan duras… y si es que realmente se endurecen tanto como parece en las imágenes que ví.
―De eso puedo dar fe, de verdad se ponen duras. Es lo malo de ser hombre, si te excitás, se puede notar mucho. En cambio a las mujeres ni se les nota.
―No te creas… cuando estábamos haciendo el concurso de culos yo me sentí un poco mal, no por estar casi desnuda ante mi familia, porque casi todas estábamos más o menos igual. Tenía miedo de que se notara mi excitación.
―¿Te excitaste?
Pilar se puso roja, sus mejillas sonrosadas combinaban muy bien con el color trigueño de su pelo y hacía resaltar sus ojos azules.
―Un poco… y no sé por qué. Tal vez fue por lo atrevida de la situación.
―¿Y cómo se te hubiera notado la excitación?
―¿No es obvio? ―Como no respondí, ella siguió hablando―. Porque a las mujeres se nos humedece la concha cuando nos excitamos. Tenía miedo de que apareciera una mancha de humedad en mi tanga. Es más, sé que debe haber alguna, pero creo que nadie lo notó.
―Yo te miré el culo… em… por lo del concurso… y no vi ninguna mancha de humedad.
―Sí, pero vos mismo lo dijiste: no miraste de cerca.
En ese momento Pilar hizo algo que no me hubiera imaginado ni en cien años. Se colocó sobre mí, como si pretendiera poner todo su culo contra mi cara. No se acercó tanto como para que hubiera contacto, pero sus grandes nalgas quedaron a pocos centímetros de mis ojos. Pude ver cómo la tela de la tanga se estaba metiendo entre sus labios vaginales. Tal vez ella no lo supiera, pero ya podía ver parte de sus labios asomando por los lados.
―Fijate bien, estoy segura de que se nota una mancha de humedad. ―me dijo.
―Bueno, sí… eso es cierto. Pero es chiquita. ―En el centro de la tanga había un pequeño círculo que demostraba que ella se había mojado un poco―. No creo que nadie lo haya notado. Incluso viendo de cerca apenas se nota.
Esta muy nervioso, el corazón me latía cada vez más rápido. No sabía cuánto tiempo pretendía ella quedarse en esa posición; cada segundo que pasaba se me hacía más difícil… y mi verga ya se estaba despertando. Para colmo Pilar había quedado mirando directamente hacia mi pene, si bajaba un poco la cabeza, mi miembro le quedaría prácticamente contra la cara.
―Tenés un culo muy lindo ―le dije―. Creo que tendría que haberte dado el segundo puesto, como mínimo.
―Gracias, pero eso hubiera sido injusto. Me conformo con haber participado y no haber pasado tanta vergüenza. ¡Epa! Parece que a tu amiguito también le gusta mi culo.
Estaba pasando y no podía hacer nada para evitarlo, mi verga se estaba poniendo dura y pronto luciría una erección completa.
―Perdón. No pienses mal. Te juro que no lo puedo evitar.
―No hace falta que pidas perdón, como dijo Macarena: es para ponerse orgullosa. Nunca había provocado esta clase de reacción en un hombre. Serás mi hermano… pero seguís siendo un hombre.
―Es que como no te veo la cara… lo único que veo es tu culo, entonces…
―Me imagino que estarás viendo más que mi culo.
―Em…
―Sé que la tanga me queda chica, Nahuel. No hace falta que disimules. Se me debe ver casi toda la concha.
―¿Eso te molesta?
―Ahora mismo, no… porque vi que a vos se te está poniendo dura… y pensé: ¿Será tan loca la idea de Macarena?
―¿Vos querés que…?
―Em… solo si vos querés.
―¿No te molestaría si yo te pidiera lo mismo?
―No, si hacemos esto, tiene que ser equitativo. Si vos mostrás, yo muestro.
―Entonces, sí… acepto.
―Bueno…
Pilar salió y se paró a lado de la cama. Por un momento creí que se había arrepentido, pero nada más lejos de la realidad. Con total decisión se bajó la tanga, cuando se enderezó pude ver todo su lampiño pubis y una línea que lo dividía en dos en la parte más baja. No tuve mucho tiempo para admirar este espectáculo, ya que ella volvió a su posición anterior… y ahí el panorama mejoró muchísimo.
La concha de pilar quedó a pocos centímetros de mi cara, sus labios vaginales estaban separados, estaba tan cerca que podía ver perfectamente cómo se abría el agujero de su concha.
―Listo… te toca a vos.
Obedecí sin dudarlo. Si ella se había animado a desnudarse y a mostrarme su sexo desde tan cerca, yo podía hacer lo mismo. Le di un par de tirones a mis short, liberando mi pija, la cual agradeció tener más espacio para continuar con su erección.
―Wow, hermanito… no sabía que venías tan cargado. Es la primera vez que veo una verga en vivo y en directo; pero sí vi varias en fotos y videos… sé muy bien que no todas son tan grandes. Hasta me siento orgullosa de ser tu hermana.
―Si es por eso, yo también me puedo sentir orgulloso de ser tu hermano. Si alguno de mis amigos te viera la concha como la estoy viendo yo… te cogen ahí nomás… no te dan ni chances.
Ella se rió.
―¿Te molestaría si me coge alguno de tus amigos?
―Em… eso depende de cuál amigo.
―No te preocupes, Nahuel. Con lo tímida que soy, lo último que haría sería cogerme a uno de tus amigos. Igual gracias por los halagos. Pero lo que más halagada me hace sentir es que se te está poniendo cada vez más dura…
―Es que el paisaje es demasiado bueno.
Ella volvió a reírse, eso me puso muy feliz. La situación era extraña, pero me estaba permitiendo acercarme a mi hermana, en varios sentidos.
―Si querés, podés mirarla mejor.
Pilar pasó la mano entre sus piernas y abrió la concha con dos dedos. Toda su rosada almeja quedó abierta ante mis ojos. Eso fue todo lo que necesitó mi verga para ponerse completamente dura.
―Wow, tenés una verga hermosa ―dijo Pilar, y a continuación me la agarró, aferrándola con timidez. Me sorprendió mucho que se animara a hacer esto… y yo aún no me recuperaba del impacto de ver su concha abierta.
―Gra… gracias.
Sus dedos eran suaves, quizás demasiado… eso no podía ser bueno, porque con cada roce me estimulaba aún más, y podía ocurrir un accidente. Ella empezó a explorar todo mi tronco, acariciándolo, luego subió hasta mi glande y después volvió a aferrarse a la verga, pero esta vez lo hizo con más fuerza. Su mano se movió lentamente, casi como si me estuviera masturbando.
Cerré los ojos, ya no quería ver su concha, porque de seguir admirándola, terminaría acabando. No quería hacer eso frente a mi hermana. Intenté pensar en otra cosa… pero las caricias de Pilar seguían. Me daba la impresión de que ella estaba aprovechando para conocer cada rincón del miembro masculino. Debía estar tan fascinada como lo estuve yo al ver su concha.
En ese momento sentí una caricia, apenas un leve roce… pero pude darme cuenta de que se trataba de los labios de Pilar. Fue como si me hubiera dado un suave beso en la punta de la pija… y esto provocó la catástrofe.
Intenté contenerlo, lo juro; pero fue imposible.
Mi verga explotó, el semen saltó con tanta fuerza que casi pude sentir cómo chocaba contra la cara de Pilar. Ella estaba tan cerca que no pudo esquivarlo; para colmo, al intentar moverse, sin querer terminó sentándose en mi cara. Toda su concha quedó contra mi boca y pude sentir el sabor de sus jugos vaginales. Esto duró apenas un segundo, porque ella se levantó enseguida. Se puso de pie junto a la cama y me miró con los ojos desorbitados. Su cara era un solo manchón de líquido blanco… y por su mano también chorreaba bastante semen.
―¡Nahuel! ¿Qué carajo? ¿Qué mierda te pasa? ¡Mirá cómo me dejaste! ¡Qué asco!
―¡Perdón, perdón, perdón! Te juro que fue sin querer.
―Pero… ¡por lo menos avisame, pelotudo! ¡Me llenaste la cara de leche!
―Disculpame… es que….
―Es que nada. Andate, Nahuel. Ni loca te dejo dormir en mi pieza. ―No me moví porque estaba asustado. El repentino cambio de humor de Pilar me dejó descolocado; pero no puedo culparla, al fin y al cabo es cierto que le dejé la cara llena de leche―. ¡Andate!
Me puse de pie de un salto y mientras me ponía el short me las ingenié para abrir la puerta. Salí como si la casa se estuviera incendiando. Estaba tan avergonzado que ni siquiera me di la vuelta para mirar una vez más a Pilar. No quería ver lo que le había hecho.
Esa noche tuve que dormir en el sofá del living. Por suerte nadie me vio, porque sino tendría que haber dado muchas explicaciones.
No sabía si Pilar sería capaz de perdonarme algún día. La estábamos pasando tan bien… y todo se fue al carajo en apenas un segundo. Todo por culpa de que yo no soy incapaz de aguantar más de tres minutos con la pija dura sin acabar. Estaba empezando a sospechar que lo que dijo Macarena sobre la eyaculación precoz no era algo tan exagerado.
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Al día siguiente me la pasé esquivando a Pilar, lo cual no fue muy difícil porque ella salió de su pieza en contadas ocasiones. Lo que se me hizo raro fue encontrármela en el living, charlando con Macarena. Tal vez tenía ganas de conversar con su hermana y prefería hacerlo en un entorno neutral, para que Maca no tuviera oportunidad de tocar temas sexuales. No quería quedarme ahí, sintiéndome incómodo; pero vi esto como una oportunidad. Si Macarena se quedaba en el living, entonces su cuarto estaría vacío.
Me encerré en la pieza de Macarena dispuesto a revisar los mensajes que había recibido recientemente. La mayoría eran de Celeste, la rubia tetona amiga de Gisela. Me llenó de felicidad ver que sus grandes melones habían sido fotografiados una vez más… y yo tenía acceso a esas fotos. Me mandó varios mensajes diciéndome cosas como: “Espero que con estas fotos se te ponga bien dura la pija” o “Espero que te hagas una buena paja mirando mis tetas”.
Estaba dispuesto a darle el gusto, saqué mi verga del pantalón y empecé a pajearme mirando las fotos de Celeste… y no solo pude ver sus tetas. Había varias fotos de ella en ropa interior muy sugerente… o completamente desnuda, con la concha abierta. “Así se me moja al ver las fotos de tu pija”, me decía. Por supuesto que aproveché el momento para fotografiar mi verga y enviarle varias imágenes… aunque la mayoría eran muy parecidas una a la otra. No me atreví a decirle cosas sarpadas. Simplemente mandé las fotos y le agradecí por las que ella me había enviado, haciendo énfasis en que me gustaría ver más.
Mientras pasaba las imágenes de mi galería, sin darme cuenta llegué hasta las de Tefi. Rara vez las miro, porque todavía me hace sentir culpable tener fotos porno de mi hermana en el celular. Pero mi verga traicionera se emocionó particularmente cuando en la pantalla apareció una foto del culo de Tefi… y ella no tenía nada puesto. Sus labios vaginales estaban abiertos, ya que ella estaba sentada sobre sus piernas, pero las mantenía bien separadas. Una imagen de lo más pornográfica. No pude evitar darme duro mientras la miraba.
Pasé a la galería de videos y allí me encontré con uno de los que había grabado Estefanía. Se la podía ver sentada frente al espejo, con las piernas bien abiertas… haciéndose una tremenda paja. Sentí un extraño morbo al ver la cara de mi hermana mientras se masturbaba. Tefi es una chica sumamente sensual y verla excitada, tocándose de esa manera, le gustaría a cualquier hombre heterosexual. Es más, sé que muchas mujeres heterosexuales también se calentarían al verla desnuda. Eso me hizo sentir un poco menos culpable y me concentré en la paja que me estaba haciendo.
De pronto ocurrió algo a lo que ya me estaba acostumbrando: la puerta se abrió. En esta casa, con tanta gente, es imposible tener privacidad por más de cinco minutos. No me sobresalté porque supuse que sería Macarena; pero la que entró fue Ayelén… lo cual también me importó muy poco. Ella ya me había visto pajeándome, por lo que ya no sentía remordimientos de ser sorprendido por ella en pleno acto.
―Te estaba buscando ―dijo, mientras cerraba la puerta detrás de ella. Me fijé que tenía puesta una blusa blanca, sin mangas, que le marcaba mucho los pezones. Debajo tenía una tanga negra y nada más.
―¿Qué querés? ―Le dije. No estaba avergonzado, pero sí me molestó que me hubiera interrumpido.
―Veo que no podés dejar las manías de pajero. Me imaginé que te iba a encontrar con la pija dura, pajeándote como un mono.
―Como si vos nunca te hicieras la paja. ―Esto pareció ser un golpe bajo. Primero abrió muchos los ojos y la boca, luego apretó los labios y sus mejillas se hincharon, al mismo tiempo que se ponían rojas.
―No soy ninguna pajera. Yo no ando haciendo esas cosas. Si tengo ganas de coger, entonces busco a alguien para coger. No me estoy toqueteando todo el día, como vos.
―Si solamente viniste a molestar, mejor andate.
―Vos y yo tenemos deudas pendientes ―dijo. Se acercó a la cama moviendo mucho las caderas, como si fuera una modelo caminando por una pasarela―. Habíamos hecho un trato y vos lo rompiste.
―¿Y qué vas a hacer? ¿Contarle a todas que me chupaste la verga para ganar un concurso? Nadie te creería.
―Es cierto. Nadie me creería ―se subió a la cama, estiró una mano y me agarró la pija. Esto sí me tomó por sorpresa, a pesar de que ya lo había hecho antes. Sus dedos se cerraron alrededor de mi verga y empezó a masturbarme lentamente―. Por eso tuve que pensar en algo mejor. Tengo suerte de que seas tan pajero, ésto facilita mucho las cosas.
―¿De qué mierda hablás?
Ayelén me mostró su mejor sonrisa maquiavélica, se subió a la cama y se colocó en cuclillas sobre mí, quedando mi verga justo debajo de su concha. Antes de que yo pudiera reaccionar, ella bajó su cuerpo y pude sentir la tibieza se su sexo haciendo contacto con el mío… y aunque la tela de la tanga estuviera de por medio, podía sentir cómo mi glande buscaba meterse dentro del agujero de su concha. Ayelén comenzó a menear la cintura, como si estuviera bailando. Mi verga, que ya estaba dura, comenzó a palpitar.
―¿Te quedaste con ganas de probar pija? ―Dije, en un arrebato de valentía.
―¡Ja! Pobre de vos. No, pendejo… solamente estoy esperando a que acabes. Sé que no vas a aguantar mucho. Cuando me dejes la tanga llena de leche, voy a salir de la pieza. Seguramente tu mamá preguntará por qué tengo tanto semen en la ropa interior… ¿y quién es el único de toda la casa que puede producir semen?
Me quedé boquiabierto. Ni me quería imaginar cómo reaccionaría mi mamá si llegaba a sospechar que entre Ayelén y yo pasaba algo de índole sexual… o quizás pensara que yo la había forzado de alguna manera. Sea cual fuera la postura de mi mamá, no sería buena.
―Sos una tarada, Ayelén. Ya perdiste el concurso de culos, ahora bancatela.
―No, porque sé que tendría que haber ganado. Tenía que ganar yo, mi culo es mejor que el de todas las demás.
―Si estuvieras tan segura de eso, no me hubieras chupado la verga ―intenté contener mis ganas de eyacular, pero Ayelén comenzó a frotar su concha cada vez más rápido, incluso dio pequeños saltos, casi como si estuviéramos cogiendo.
―Te la chupé porque sé que no me ibas a elegir como ganadora, aunque lo mereciera. Y vos te cagaste en el trato que teníamos. Eso me molesta mucho.
―No te molestó tanto mientras me comías la pija. Hasta parecía que lo estabas disfrutando.
Ella se puso aún más roja y me miró con odio. Pensé que me golpearía, pero en lugar de eso comenzó a moverse con más intensidad, sacudiendo toda la cama. A mí me estaba costando cada vez más contenerme, una vez que el semen saliera de mi verga, ya no podría hacer nada para impedir que ella mostrara su tanga manchada a todos los miembros de la casa. Necesitaba hacer algo, urgente. Pensé lo más rápido que pude. La primera persona que se me vino a la mente fue Macarena, al fin y al cabo estábamos en la pieza de ella. Como aún tenía el celular en la mano, la siguiente idea surgió solita. Abrí el WhatsApp y le mandé una nota de voz:
―Macarena, ¿podés venir a tu pieza? Rápido. Es importante.
Cuando Ayelén me quitó el teléfono, ya era demasiado tarde. Intentó borrar el mensaje, pero yo se lo impedí. Estuvimos forcejeando unos segundos, hasta que se escuchó el ruido de la puerta. Ayelén, que también era capaz de pensar rápido, se apartó, quedando sentada a mi lado en la cama. Por eso la escena que vio Macarena no fue tan pornográfica; pero aún así yo estaba con la pija dura al lado de mi prima, y ella estaba en ropa interior.
―¿Qué está pasando? ―Preguntó Macarena.
―Esta pelotuda ―le dije―. Que solo viene a molestar.
―¿Qué me decís a mí, pendejo? Si el que se está pajeando en la cama de Macarena sos vos.
―Yo le di permiso para que lo hiciera ―le contestó Macarena. Esto molestó mucho a Ayelén, que ya estaba en clara desventaja―. No sé qué mierda hacés en mi pieza, pero quiero que salgas. Nahuel tiene permiso de estar acá, vos no.
La rubia me miró con ojos inyectados de ira, se puso de pie y caminó hacia la puerta. Justo antes de salir volvió a fijarse en mí y dijo:
―Ya vas a ver, pendejo. Te voy a hacer la vida imposible.
Ayelén salió de la pieza dando un portazo.
Macarena se quedó en silencio durante unos segundos, mirando mi verga.
―Veo que te interrumpió con las manos en la masa.
―Algo así.
―¿Qué quería? ¿Por qué está tan enojada con vos?
―Por nada…
―No, Nahuel. Algo pasa. Quiero que me cuentes ―Macarena se acercó a la cama y se sentó en el mismo lugar que segundos antes había ocupado Ayelén. Estiró el brazo y me agarró la verga. El contacto con sus dedos me hizo estremecer―. Si me contás qué pasó, te doy una manito con esto.
Esas fueron las palabras mágicas. No pude resistir más, Macarena derribó todas mis defensas.
―Ayelén me chupó la verga.
―¿Qué?
Maca estranguló mi pija, no sabía que una chica tan delgada podía apretar tan fuerte. Se sintió de maravilla… especialmente cuando, usando esa misma presión, comenzó a masturbarme.
―Lo hizo para ganar el concurso de culos. Quería el primer puesto y bueno… hicimos un trato.
―Pero ella no ganó.
―No, porque al final me arrepentí y dije que la ganadora era Gisela.
―Ah… ya veo. Mirá vos, qué puta resultó ser. Con esa carita de mosquita muerta más de uno piensa que es una santa. No me extraña que te la haya chupado. Ya me llegaron varios rumores de que Ayelén es bastante petera.
―¿Rumores de quién?
―Ah, no… se dice el pecado, no el pecador.
―¿No te molesta que me la haya chupado?
―Nah… al fin y al cabo vos la habrás pasado bien.
―Pero es mi prima.
―Justamente… es una prima, no una hermana. Las relaciones sexuales entre primos no son tan raras como lo imaginás.
La mano de Maca empezó a acelerar tanto que mi verga ya no pudo resistirlo, un espeso chorro de leche saltó… y luego otro… y otro. Mi hermana no se detuvo, mantuvo el ritmo de la paja y observó cómo yo soltaba hasta la última gota de leche. Fue una de las acabadas más placenteras que tuve.
―Eso fue genial ―dijo ella, con una gran sonrisa―. Me sorprende la cantidad de leche que te sale. Sé que hay muchas chicas que se mueren de morbo con el semen. Vas a hacer muy feliz a esas chicas.
―Sí, pero también hay otras a las que les da asco ―pensé en Pilar y me angustié.
―Puede ser; pero el asco se les pasa cuando están muy calientes. Ahí no les importa que les llenen la cara de leche.
Macarena empezó a limpiar todo el enchastre con pañuelos descartables.
―Qué bueno que te conté lo de Ayelén. Necesitaba decírselo a alguien; pero no sabía a quién.
―A mí me podés contar lo que sea, hermanito. Tengo la mente muy abierta. Voy a ser psicóloga, me encanta saber cómo funciona la sexualidad para cada persona. Por cierto, vamos a tener que empezar a trabajar en esto. ―Señaló los restos de semen que aún quedaban en mi verga―. Estoy segura de que cuando Ayelén te chupó la verga, acabaste enseguida.
―Sí… y ella se dio cuenta. Ahora se burla de mí por eso.
―Bueno, vamos a tener que ponernos manos a la obra. Digamos que si a Ayelén le da por chuparte la verga otra vez, va a tener que trabajar más para hacerte acabar.
―¿Y qué pensás hacer para que yo no acabe tan rápido?
―Eso te lo cuento la próxima vez que te quedes a dormir en mi pieza, porque nos va a llevar tiempo.
―¿Puedo quedarme a dormir acá esta noche?
―No. Van a pasar varios días hasta que te permita dormir en mi pieza.
―¿Es por lo del tercer puesto?
―Tal vez ―dijo, y salió de la pieza, meneando su hermosas nalgas. Definitivamente su culo merecía algo mejor que un tercer puesto.
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