Me solté.

La experiencia en sí no fue buena. Hacía años soñaba con tener una en mis manos, con olerla, con saborearla, con bautizarme con leche, con rugir como una perra en celo siendo taladrada por horas y horas por un pene real y no por mis tristes juguetes caseros...
Hace una hora sucedió.
O mejor dicho, no sucedió, y sin embargo, quizá, sí.
Les escribo con la cola penetrada y la boca ya conocedora de carne y venas...
De viaje de trabajo, me fui de mi ciudad, contacté una chica trans que cobraba caro y prometía mucho.
Con acento caribeño y un mástil soñado.
Prometía placeres infernales y maravillas del cielo. ..
No me las dió, me arrancó rápido los dólares, apenas me miró en el trámite, no la excité demasiado, mis alegría sincera quizá la abrumó, mi emoción por aprender tal vez fue mucha...
Y aunque su cañón negro estuvo cumpliendo por compromiso, con fastidio, y yo hice lo que me dijo, sonreí a la nada, y aunque por dentro lloriqueaba mi putita interior por la decepción, les juro que jamás voy a olvidar el olor de su pija. Una que me entregó sin ganas, pero una verga al fin!!! Una en mis manos, una que escupir, una en mi boca, una que chupé cómo pude y como me dejaron.
No quedé feliz con el servicio, todo lo contrario, pero quedé muy amiga de esta versión mía, en cuatro patas, sintiendo por primera vez carne en la cola, con las manos con olor a pija ajena, en un cuartucho de una ciudad equis, sintiendo que ese era mi rol y mi lugar, con el culo abierto, babeando de placer por sentirme el más putita del mundo.