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Cuarentena en castidad #5

El día siguiente, llegaron varios plugs anales que Nuria había pedido por internet. Me dijo que los usaría para mejorar la dilatación de mi ano y acostumbrarme a la sensación de ser follado. Eran tres. Uno más grueso, uno más largo y otro más pequeño que los otros dos, pero con cola de pelo rosa. Empezó metiéndome ese, que fue bastante fácil de introducir. Al verme con él puesto, empezó a sonreír y reírse. Le gustaba mucho verme así. Con la jaula y el plug, estaba hecho todo un sumiso. Me dijo que me pusiera a cuatro patas y gateara por la habitación. Ella se sentó en la cama y me puso sus pies en la cara. Lo cierto es que yo nunca había sido un fetichista de los pies. Nunca había sentido deseo de besarlos ni chuparlos, aunque tampoco me desagradaban, al menos que estuvieran sucios. Me puso sus plantas en toda mi cara, y pude sentir la frialdad de su piel. Después me acercó sus dedos a la boca, y empecé a chuparlos, metiéndomelos en la boca suavemente. Pero ella se dejó de suavidad, y me metió el pie entero en la boca hasta el fondo. Yo reaccioné dando una arcada y retrocediendo.
-No retrocedas. Aguanta como la perra que eres.
Esa frase me descolocó, pero me puso también muy cachondo. Me daba mucho morbo que me tratara así. Hizo lo que me pidió, y me volvió a meter el pie. Esta vez fue más buena y no intentó empujarlo hasta el fondo. Sentía sus dedos por toda mi boca, mientras nos mirábamos fijamente. Yo en el suelo, a cuatro patas, y ella sentada en el borde de la cama.
Dejo el pie varios segundos en mi boca, y empecé a salivar mucho. Entonces lo sacó, lleno de saliva, y me lo restregó por la cara, mojándome con mi propia saliva. Aunque no sintiera especial apego por el fetiche de pies, lo cierto es que la situación me estaba poniendo mucho. Al fin y al cabo, chupar unos pies representa una de los mayores actos de dominación, y más si el esclavo no es fetichista de los pies. Ella eso lo sabía, y por eso disfrutaba haciéndolo.
Finalmente, me pidió que le hiciera un masaje en la espalda, y después de ello nos quedamos dormidos. El día siguiente Nuria seguía con la regla, y yo en mi jaula. Ya llevaba una semana con ella, aunque me había corrido una vez, hace dos días. Extrañamente, me estaba costando más los días después de correrme, que los días antes. Lo más duro había sido los tres primeros días, pero el cuarto y el quinto se me habían hecho más fáciles. Se podría decir que me fui acostumbrando a tener sexo sin penetrar ni acabar. El solo hecho de realizar actos sexuales me hacía disfrutar muchísimo, y como mi lívido no tenía fin, podía tirarme horas en ello. Era Nuria la que no aguantaba mi ritmo (cosa que antes de la castidad nunca pasaba) y no me dejaba tocarla ni comerle el coño siempre que yo quería. A ella, naturalmente, le bajaba el lívido después de unos cuantos orgasmos, y se daba por satisfecha durante unas horas. Pero no era mi caso. Como yo no tenía orgasmo, no había bajada de lívido. Me resultaba difícil concentrarme más de unas horas en cualquier tarea, ya que involuntariamente empezaba a pensar en sexo. No estaba acostumbrado a ello, y se me hacía duro. Pero a la vez era muy satisfactorio, ya que muchas veces podía saciar al menos en parte mi apetito, aunque no conllevara orgasmo.
En cambio, el día después de correrme no logré disfrutar como antes. El extremo placer orgasmo y post-orgasmo hacía que cualquier intento de placer sustitutorio fuese insignificante. Y además no podía comerle el coño a Nuria, ya que seguía con la regla. Pese a ello, el juego con sus pies y la puesta de mi primer plug ayudaron.
Le comenté a Nuria la situación, y me respondió que eso significaba que tenía correrme menos veces, pero que con el tiempo, no me haría falta correrme, ya que encontraría el mismo placer siendo follado analmente o dando sexo oral. Le dije entonces que echaba de menos comerle el coño por su regla, a lo que me respondió con una sonrisa de oreja a oreja y un tierno beso en los labios. Me dijo entonces que pese a que no podía comerle el coño, quedaba otro agujero muy cercano a la vagina que podía adorar. Su ano.
La verdad es que me daba mucho reparo chupárselo, pero de lo cachondo que estaba, accedí. Nuria fue al baño, y se lo limpio lo mejor que pudo. Acto seguido volvió desnuda al cuarto, y llamándome esclavo me ordenó que me pusiera de rodillas. Puso entonces su culo en mi cara, manteniéndose de pie, y con su mano izquierda me cogió de la cabeza para que no la despegara de su culo. Busqué inmediatamente su ano, y empecé a chupar lo mejor que pude. Era un espacio bastante pequeño, por lo que no había tanto juego como con su coño, pero aun así me gustaba la sensación. Me pegó tanto su culo a mi cara que me costaba respirar, y además su culo empezó a sudar. Cada diez segundos me soltaba un poco la cara para dejarme respirar, y mientras ella se tocaba el clítoris.
Por sus gemidos, entendía que le estaba gustando mucho, por lo que saqué bien la lengua y la moví lo más rápido y fuerte que pude, incluso penetrándola ligeramente. Al poco tiempo se corrió, pero esta vez no se la limpié, ya que también había sangre de por medio. Se fue a limpiar al baño, y después nos tumbamos juntos en la cama., mirándonos fijamente a los ojos y con la mano de Coral en mi jaula de castidad.
Nos pusimos a hablar. Intercambiamos nuestras diferentes perspectivas sobre esta experiencia que estábamos teniendo. Nuria me dijo que le estaba encantando, que nunca había estado tan enamorada de mí, y que sin duda quería continuar esto indefinidamente. Me dijo por lo tanto que no quería que esto terminara una vez la cuarentena acabara, sino que tenía que ser la base para el futuro de nuestra relación.
Yo le respondí que pensaba lo mismo, siempre y cuando los límites quedaran claros, todo fuera consensuado, y se estableciera una clara barrera entre lo que corresponde al juego de roles, y la vida real de pareja. Por ejemplo, le dije, tenía que haber momentos de pausa, en los que pudiera haber sexo normal. Por último, le trasladé mi opinión de qué había que tener cuidado de que el aspecto femdom de la relación no invadiera otros aspectos de nuestra vida en pareja, ni la redujera a la vida sexual. El femdom molaba, pero no podía quitar el hecho de hacer una vida en pareja relativamente normal, como hacer planes juntos, salir a cenar, o viajar. Nuria me dijo que estaba completamente de acuerdo, y que había que tener mucho cuidado con ello. Sin embargo, no la vi muy convencida, pero no le dije nada.
Yo seguía con el plug con cola en mi culo, y le comenté a Coral si quería que lo siguiera usando. Me dijo que sí, y me dio un beso. Tenía que acostumbrarme a llevarlo, para dilatar más mi ano y poder follarme más profundamente en los próximos días.
Así fue. Durante los siguientes días, llevé los plugs durante bastantes horas al día. Al quinto día, ya llevaba el más grande. No me resultó fácil acostumbrarme. La sensación era la de querer ir al baño, con ganas de cagar. Así al menos lo interpretaba el cuerpo. Cuando efectivamente tenía que cagar, me quitaba el plug para ello, lo cual me dejaba una sensación de vacío muy muy agradable. Con el paso de los días, esa sensación de vacío se hacía cada vez más intensa y extraña. Para mi cuerpo ya era casi tan normal tener el ano penetrado como no tenerlo. Al sexto día, probé también por la noche, y unido a la jaula de castidad, me resultó insoportable. No pegué ojo en toda la noche y así se lo manifesté a Nuria. Ella insistió y probamos una segunda noche pero seguí igual de mal, por lo que decidió que al menos por ahora, durante las noches no tendría que llevar los plugs.
Durante esos días, además del progreso con los plugs anales, también siguió mi tortura con la jaula de castidad, aunque la rutina varío también. Nuria había leído que es necesario liberar la polla de la jaula al menos una vez al día durante unos minutos, para evitar problemas de higiene y también para evitar futuros problemas de disfunción eréctil. Por lo tanto, por la noche, mi miembro era liberado, y yo me lo limpiaba y frotaba con una crema hidratante. También, por petición mía, Nuria me dejaba restregar la polla un rato contra su culo, pero sin nunca poder penetrarla, aunque yo esperaba que antes o después sí me dejara hacerlo, al menos durante un rato. Debido a la jaula, ahora tardaba más tiempo en tener una erección, pero una vez la tenía, era difícil de bajar.
Sorprendentemente, lo que siempre funcionaba para bajar la erección era que me follara por el culo. No sé explicar porqué, pero mi polla simplemente perdía la erección después de apenas un minuto de ser penetrado con el dildo, metiéndolo y sacándolo lentamente. Al parecer, Nuria había leído al respecto en internet, y le pasaba a muchos hombres, por lo que era una manera eficaz de volver a poner la jaula de castidad en su sitio.
Por lo demás, la rutina no variaba demasiado. Como Nuria no tenía tanto lívido como yo, le había cansado el tener que rechazar mis peticiones, por lo que se estableció la regla de que sería ella quien en todo caso me mandaría adorarla sexualmente o no. Yo podía hacer leves insinuaciones, como acercar mi mano a su coño, o besarla, pero nada más. Si a ella no le apetecía, ahí se acaba la cuestión, y lo único que me estaba permitido hacer en esos casos era usar los dildos, cosa que empecé a hacer a menudo a falta de otra cosa mejor, ya que no podía ni masturbarme. Nuria empezó además a restringirme cada vez más a menudo el poder comerle el coño, y después de unos días me admitió que no lo hacía porque no le apeteciera, que también, sino principalmente porque sabía que eso me haría estar aún más desesperado por chupárselo. Verme en esa situación tan vulnerable era lo que más le ponía y gustaba. Era una sensación mucho más poderosa y fuerte que cualquier orgasmo, y por lo tanto estaba dispuesta a renunciar a alguno, si con eso su sensación de dominación sobre mí aumentaba.
Así las cosas, empecé a comerle el coño una vez como máximo al día, aunque había días que ni eso. Durante el resto del tiempo, hacíamos vida normal. Se estaba acercando el periodo de exámenes, que sería online, y no teníamos mucho tiempo libre, por lo que eso también contribuyó a reducir nuestra vida sexual. Por la noche, eso sí, seguía el ritual de liberarme de la jaula y follarme un rato. Cada vez estaba más acostumbrado, y el tamaño de los dildos iba aumentando. Iba progresando mucho respecto al grosor: cada vez se dilataba más mi ano. Lo que no lograba aumentar era la longitud, porque por dentro hacía tope muy rápido con el fondo, por mucho que intentamos encontrar posturas donde penetrara más profundamente.
Respecto al deep throat, ahí sí que había hecho grandes progresos de longitud. Nuria había comprado un dildo especial para eso, que era de un material suave que imitaba la piel de forma muy realista y no me hacía nada de daño al pasar por la garganta, al contrario que otros dildos hechos para anal.
A Nuria le ponía muchísimo ver cómo tragaba hasta el fondo su strap-on. Antes de ser follado, tenía que chuparlo hasta ponerlo bien perdido de saliva. Empezaba a mi ritmo, tragándolo hasta el fondo y quedándome unos segundos, y después Nuria cogía mi cabeza y me follaba la boca como ella decidía. Al inicio esto era desagradable, pero me fui acostumbrando a dejar de resistir y a controlar mejor mi respiración, que era clave para aguantar más tiempo sin ahogarme. Hilos de saliva caían de mi boca y barbilla, lo cual le encantaba a Nuria por su filia con esa sustancia, y mucha veces me ponía boca abajo en el borde de la cama para follarme la boca, de tal forma que la saliva se caía por mi cara y ojos, hasta llegar incluso a mi pelo. Incluso en una ocasión, después me escupió en ella, para después follarme analmente con toda la saliva aún en mi cara.
CONTINUARÁ

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