Ya por la noche, en la cama, Nuria me dijo que tenía la regla y que por tanto no iba a usar su coño hasta dentro de una semana. Sin embargo, me dijo, tengo otras ideas para estos días, y si accedes a ellas te dejaré correrte una vez.
En seguida le pregunté de qué se trataba, y me dijo que hoy adoptaría mi rol más bisexual y probaríamos el anal. Es decir, follarme a mí. No era algo completamente nuevo para mí. De vez en cuando Nuria me metía un dedo en el culo cuando me estaba haciendo una mamada. Sabía que yo estaba bastante deconstruído al respecto y que me daba gusto. Ahora que estábamos en una relación de dominación-sumisión, sabía que era cuestión de tiempo que sacara el tema de mi ano, por lo que no me sorprendió. Así se lo dije.
-Bueno, pues mejor. ¿Quieres empezar ya?
-Sí, ¿pero has comprado un bote de lubricante?
-Sí. Voy a traerlo.
Al volver con él en la mano, me dijo al oído: desnúdate y ponte a cuatro patas sobre la cama, putita.
Al escucharla, me dio un escalofrío. Estaba muy nervioso, tenía el corazón a mil, y empezaba a sudar. Rápidamente, me desvestí y me puse sobre la cama, apuntando mi culo hacia ella, y flexionando la espalda de la forma más sexy que pude. Dejé caer mi cabeza en la cama, forma por lo tanto un triángulo con mi cuerpo y la superficie de la cama.
Empezó metiéndome un dedo, que sentí intensamente. Pero al poco tiempo cambió de idea, y me dijo que esperara allí. Cuando volvió, me puso un antifaz, por lo que dejé de ver, y me dijo que me pusiera de rodillas. Después me pidió que abriera la boca, y con su mano en mi nuca, me acercó la cabeza a su entrepierna. En seguida noté el tacto de un dildo. Se lo había puesto en el monte de Venus, con el arnés.
-Me gustó mucho verte chupar una polla esta tarde, por lo que vas a seguir ahora. Vas a aprender a chuparla bien, y quien sabe, quizá en un tiempo pruebes una de verdad jajaja.
Tragué saliva, y empecé a chupar el dildo. Primero solo el prepucio, y después de medio minuto, empecé a intentar tragarla cada vez más profundo. Sin embargo, como a la mitad del dildo, hacía tope con el fondo de mi boca y no podía continuar. Entonces Nuria me dijo que relajara la garganta e intetara metérmelo más. Eso hice, y llegó un punto que dejé de poder respirar y me la metí más. Noté que se abría paso por la garganta, lo cual me molestaba bastante, y me dio una arcada. Entonces lo saqué rápidamente de mi boca.
-Eso que acabas de hacer es una garganta profunda cariño. Al inicio se siente muy invasivo, pero con la práctica verás que ya no tendrás arcadas. Mira:
Entonces me quitó el antifaz de mis ojos, quitó el dildo del arnés y empezó a chuparlo ella. Se lo metió hasta el fondo de la garganta, haciendo desaparecer la totalidad del dildo dentro de ella. Esperó unos cinco segundos, y lo sacó. Estaba lleno de saliva, muy brillante.
-Ahora tú, cariño. - Y se lo volvió a poner en el arnés.
Ahora veía el dildo, que estaba recubierto de la saliva de Nuria. Eso me dio aún más morbo y ganas de intentarlo de nuevo. Esta vez se hizo más fácil deslizarlo ya que estaba bien lubricado. El dildo llegó hasta el inicio de la garganta e hice lo que Nuria me había dicho. Conseguí meterla más, pero de nuevo me dio una arcada. Lo hice otras dos veces y las arcadas eran cada vez más fuertes, por lo que Nuria me hizo parar. Además, también había segregado mucha saliva. Nuria me dijo que la escupiera sobre su mano y así lo hizo. A continuación escupió ella también sobre su mano y me la restregó por mi cara. La sentí muy húmeda y sucia.
-Nuestras salivas unidas en tu cara. ¿A que es romántico? Jajaja. Ahora, ponte en cuatro, que empieza lo bueno.
De nuevo me fue metiendo dedos dentro. Primero uno, luego dos y finalmente cuatro. Después los quitó y me dijo que empezaría a meter el dildo. Sentí una presión muy grande en mi ano, y de la nada noté cómo se abría mucho. Me dolió muchísimo y así lo manifesté, gritando. Ella respondió sacándolo y volviéndolo a meter aún más lentamente. Una vez dentro, puso sus manos en mis caderas, y empezó a moverse rítmicamente. Al cabo de unos minutos de dolor intenso, me fui acostumbrando y mi ano empezó a dilatarse. Entonces empezó a moverse cada vez más rápido, aunque el dildo no lograba entrar más de la mitad de su extensión total. No me daba mucho placer el tenerlo dentro. Era muy extraño, y me sentía incómodo. Lo único que me gustaba era el morbo de saber que mi novia me estaba follando. Lo que eso involucraba. El cambio de roles que generaba. Por primera vez en mi vida, yo estaba a cuatro patas, sintiendo las embestidas de una polla penetrándome, aunque fuera de silicona. Me sentía completamente a merced de Nuria, y me gustaba.
Sin previo aviso, me cogió del pelo, y tiró de él hacia ella, lo cual me obligó a arquear la espalda y acercarme a ella. Yo se lo había hecho a ella en muchas ocasiones, y la verdad es que me sorprendió que fuera tan incómodo y doliera tanto. Aguanté como pude. Siguió con sus embestidas, cada vez más rápidas, hasta que paró en seco y me ordenó que le comiera el coño. Estaba a punto de correrse, y así lo hizo una vez tuvo mi boca en su agujero. Empezó a masturbarse y cogiéndome fuertemente de la nuca, me pegó la cara contra su entrepierna. Todos sus músculos se tensaron y finalmente me dejó libre.
Estaba muy, muy cachondo. Sentía como gotas y gotas de líquido preseminal caían de mi glande, manchando la jaula de castidad. Era verdaderamente duro no poder disfrutar de mi polla. Ya no era tanto poder follarla y sentir sus paredes vaginales. Era el simple hecho de poder tener una erección y tocarme la polla, sentirla viva. Y más aún, era la sensación que se tiene justo después de un orgasmo lo que más echaba de menos. Durante toda la vida, cada interacción sexual había terminado en un orgasmo. Todas y cada una de ellas, de las cientas que había tenido. Y ahora, de forma repentina y continua, esto no era así. Y el no tener esa sensación post-orgasmo, te impedía separar el acto sexual del resto del día. Te impedía pasar del momento sexual a un momento posterior no sexual. Por lo que nunca estaba satisfecho. Por más que le comiera el coño media hora seguida, no sentía la necesidad de parar, y era infernal. Ser su esclavo sexual era entrar en un bucle de lívido que no hacía más que subir y subir, sin terminar nunca. Podía bajar hasta un cierto nivel, cuando Nuria interrumpía los actos sexuales y seguíamos nuestras rutinas cotidianas. Pero volvía a subir con una facilidad espantosa, y tardaba mucho en bajar nuevamente.
A todo esto, Nuria dejó de follarme, y me dijo que me tumbara boca arriba sobre la cama. Acto seguido, me cogió de la jaula de castidad, y me sonrió.
-¿Qué tal? ¿Te está gustando que te folle?
-Me dolió mucho al inicio, pero ahora estoy mejor. Se siente raro sentir el dildo dentro, pero me gusta pensar que me estás follando y desfrutando de ello.
-Hace falta mucho trabajo, apenas te entra la mitad del dildo, que no es mucho más grande que tu polla. Pero bueno, hay tiempo.
La perspectiva de que esto era solo el inicio me daba mucho vértigo, porque no sabía cuánto podría durar en este estado de excitación perpetua, ni con qué otras cosas me sorprendería Nuria. Pero a la vez, estaba disfrutando de la situación, y sentía mariposas en el estómago al pensar en qué sería lo próximo que me depararía su pervertida mente.
-Como te has portado bien, te voy a quitar la jaula durante un rato.
Por fin me iba a quitar la jaula, después de cuatro días eternos. La jaula en sí no era muy molesta, ya que pesaba poco al ser de silicona. Tenía más problemas al mear, ya que el chorro se iba por cualquier lado y me obligaba a mear sentado, lo cual le divertía a Nuria. Pero sin duda lo peor eran los dolores por la noche, al no poder tener erecciones nocturnas.
Cogió las llaves de su collar del cuello y con bastante facilidad, abrió la jaula y la retiró. Antes, me dijo que pusiera mis brazos hacia los lados y que tenía prohibido moverlos. Aún no había comprado cuerdas para inmovilizarme.
Mi pene estaba inundado en líquido preseminal. Nuria lo recogió lo mejor que pudo con sus dedos, y me los metió en la boca. Yo succioné lo mejor que pude y tragué. Sabía mucho menos fuerte que el semen y tenía una textura también más agradable, más elástica y suave.
A continuación empezó a masturbarme, y pese a que el primer minuto mi polla seguía completamente flácida, poco a poco empezó a crecer, lo cual me produjo una sensación indescriptible. Nunca pensé que me gustaría tanto sentir mi polla dura. Sentía sus dedos sobre mi tronco como nunca los había sentido. Notaba mi piel muy sensible a su tacto.
Una vez la tuvo completamente dura, movió mis piernas de tal forma que las tenía perpendiculares a mi cadera. Entonces volvió a ponerse el dildo en su arnés, y de rodillas, empezó a follarme de nuevo. Mientras me follaba, también me iba masturbando, y encontré esta doble sensación muy agradable.
Pasados unos cinco minutos, por fin, me corrí. Pero la cabrona de Nuria, una vez entendió que estaba a punto de correrme, quitó su mano de mi polla. Igualmente me corrí, sin ningún estímulo más en mi polla, ya que había llegado al punto de no retorno. Lo que sí siguió fue su follada anal, que cobró una intensidad aún mayor durante el orgasmo.
Una vez me corrí, Nuria siguió follándome un buen rato, lo cual no me gustó nada. Me apetecía relajarme, tumbarme a su lado y estar tranquilo un rato, pero nada de eso ocurrió. Sus embestidas me resultaban mucho menos agradables, ya que ya no estaba cachondo, e incluso me dolían más. Pero aguanté, sin decirle nada, hasta que se cansó.
El objetivo, como me dijo más tarde, es que no asociara nunca más el correrme con el fin del sexo. Se había acabado eso, y era ella la que decidiría siempre cuándo terminar.
Continuará.
En seguida le pregunté de qué se trataba, y me dijo que hoy adoptaría mi rol más bisexual y probaríamos el anal. Es decir, follarme a mí. No era algo completamente nuevo para mí. De vez en cuando Nuria me metía un dedo en el culo cuando me estaba haciendo una mamada. Sabía que yo estaba bastante deconstruído al respecto y que me daba gusto. Ahora que estábamos en una relación de dominación-sumisión, sabía que era cuestión de tiempo que sacara el tema de mi ano, por lo que no me sorprendió. Así se lo dije.
-Bueno, pues mejor. ¿Quieres empezar ya?
-Sí, ¿pero has comprado un bote de lubricante?
-Sí. Voy a traerlo.
Al volver con él en la mano, me dijo al oído: desnúdate y ponte a cuatro patas sobre la cama, putita.
Al escucharla, me dio un escalofrío. Estaba muy nervioso, tenía el corazón a mil, y empezaba a sudar. Rápidamente, me desvestí y me puse sobre la cama, apuntando mi culo hacia ella, y flexionando la espalda de la forma más sexy que pude. Dejé caer mi cabeza en la cama, forma por lo tanto un triángulo con mi cuerpo y la superficie de la cama.
Empezó metiéndome un dedo, que sentí intensamente. Pero al poco tiempo cambió de idea, y me dijo que esperara allí. Cuando volvió, me puso un antifaz, por lo que dejé de ver, y me dijo que me pusiera de rodillas. Después me pidió que abriera la boca, y con su mano en mi nuca, me acercó la cabeza a su entrepierna. En seguida noté el tacto de un dildo. Se lo había puesto en el monte de Venus, con el arnés.
-Me gustó mucho verte chupar una polla esta tarde, por lo que vas a seguir ahora. Vas a aprender a chuparla bien, y quien sabe, quizá en un tiempo pruebes una de verdad jajaja.
Tragué saliva, y empecé a chupar el dildo. Primero solo el prepucio, y después de medio minuto, empecé a intentar tragarla cada vez más profundo. Sin embargo, como a la mitad del dildo, hacía tope con el fondo de mi boca y no podía continuar. Entonces Nuria me dijo que relajara la garganta e intetara metérmelo más. Eso hice, y llegó un punto que dejé de poder respirar y me la metí más. Noté que se abría paso por la garganta, lo cual me molestaba bastante, y me dio una arcada. Entonces lo saqué rápidamente de mi boca.
-Eso que acabas de hacer es una garganta profunda cariño. Al inicio se siente muy invasivo, pero con la práctica verás que ya no tendrás arcadas. Mira:
Entonces me quitó el antifaz de mis ojos, quitó el dildo del arnés y empezó a chuparlo ella. Se lo metió hasta el fondo de la garganta, haciendo desaparecer la totalidad del dildo dentro de ella. Esperó unos cinco segundos, y lo sacó. Estaba lleno de saliva, muy brillante.
-Ahora tú, cariño. - Y se lo volvió a poner en el arnés.
Ahora veía el dildo, que estaba recubierto de la saliva de Nuria. Eso me dio aún más morbo y ganas de intentarlo de nuevo. Esta vez se hizo más fácil deslizarlo ya que estaba bien lubricado. El dildo llegó hasta el inicio de la garganta e hice lo que Nuria me había dicho. Conseguí meterla más, pero de nuevo me dio una arcada. Lo hice otras dos veces y las arcadas eran cada vez más fuertes, por lo que Nuria me hizo parar. Además, también había segregado mucha saliva. Nuria me dijo que la escupiera sobre su mano y así lo hizo. A continuación escupió ella también sobre su mano y me la restregó por mi cara. La sentí muy húmeda y sucia.
-Nuestras salivas unidas en tu cara. ¿A que es romántico? Jajaja. Ahora, ponte en cuatro, que empieza lo bueno.
De nuevo me fue metiendo dedos dentro. Primero uno, luego dos y finalmente cuatro. Después los quitó y me dijo que empezaría a meter el dildo. Sentí una presión muy grande en mi ano, y de la nada noté cómo se abría mucho. Me dolió muchísimo y así lo manifesté, gritando. Ella respondió sacándolo y volviéndolo a meter aún más lentamente. Una vez dentro, puso sus manos en mis caderas, y empezó a moverse rítmicamente. Al cabo de unos minutos de dolor intenso, me fui acostumbrando y mi ano empezó a dilatarse. Entonces empezó a moverse cada vez más rápido, aunque el dildo no lograba entrar más de la mitad de su extensión total. No me daba mucho placer el tenerlo dentro. Era muy extraño, y me sentía incómodo. Lo único que me gustaba era el morbo de saber que mi novia me estaba follando. Lo que eso involucraba. El cambio de roles que generaba. Por primera vez en mi vida, yo estaba a cuatro patas, sintiendo las embestidas de una polla penetrándome, aunque fuera de silicona. Me sentía completamente a merced de Nuria, y me gustaba.
Sin previo aviso, me cogió del pelo, y tiró de él hacia ella, lo cual me obligó a arquear la espalda y acercarme a ella. Yo se lo había hecho a ella en muchas ocasiones, y la verdad es que me sorprendió que fuera tan incómodo y doliera tanto. Aguanté como pude. Siguió con sus embestidas, cada vez más rápidas, hasta que paró en seco y me ordenó que le comiera el coño. Estaba a punto de correrse, y así lo hizo una vez tuvo mi boca en su agujero. Empezó a masturbarse y cogiéndome fuertemente de la nuca, me pegó la cara contra su entrepierna. Todos sus músculos se tensaron y finalmente me dejó libre.
Estaba muy, muy cachondo. Sentía como gotas y gotas de líquido preseminal caían de mi glande, manchando la jaula de castidad. Era verdaderamente duro no poder disfrutar de mi polla. Ya no era tanto poder follarla y sentir sus paredes vaginales. Era el simple hecho de poder tener una erección y tocarme la polla, sentirla viva. Y más aún, era la sensación que se tiene justo después de un orgasmo lo que más echaba de menos. Durante toda la vida, cada interacción sexual había terminado en un orgasmo. Todas y cada una de ellas, de las cientas que había tenido. Y ahora, de forma repentina y continua, esto no era así. Y el no tener esa sensación post-orgasmo, te impedía separar el acto sexual del resto del día. Te impedía pasar del momento sexual a un momento posterior no sexual. Por lo que nunca estaba satisfecho. Por más que le comiera el coño media hora seguida, no sentía la necesidad de parar, y era infernal. Ser su esclavo sexual era entrar en un bucle de lívido que no hacía más que subir y subir, sin terminar nunca. Podía bajar hasta un cierto nivel, cuando Nuria interrumpía los actos sexuales y seguíamos nuestras rutinas cotidianas. Pero volvía a subir con una facilidad espantosa, y tardaba mucho en bajar nuevamente.
A todo esto, Nuria dejó de follarme, y me dijo que me tumbara boca arriba sobre la cama. Acto seguido, me cogió de la jaula de castidad, y me sonrió.
-¿Qué tal? ¿Te está gustando que te folle?
-Me dolió mucho al inicio, pero ahora estoy mejor. Se siente raro sentir el dildo dentro, pero me gusta pensar que me estás follando y desfrutando de ello.
-Hace falta mucho trabajo, apenas te entra la mitad del dildo, que no es mucho más grande que tu polla. Pero bueno, hay tiempo.
La perspectiva de que esto era solo el inicio me daba mucho vértigo, porque no sabía cuánto podría durar en este estado de excitación perpetua, ni con qué otras cosas me sorprendería Nuria. Pero a la vez, estaba disfrutando de la situación, y sentía mariposas en el estómago al pensar en qué sería lo próximo que me depararía su pervertida mente.
-Como te has portado bien, te voy a quitar la jaula durante un rato.
Por fin me iba a quitar la jaula, después de cuatro días eternos. La jaula en sí no era muy molesta, ya que pesaba poco al ser de silicona. Tenía más problemas al mear, ya que el chorro se iba por cualquier lado y me obligaba a mear sentado, lo cual le divertía a Nuria. Pero sin duda lo peor eran los dolores por la noche, al no poder tener erecciones nocturnas.
Cogió las llaves de su collar del cuello y con bastante facilidad, abrió la jaula y la retiró. Antes, me dijo que pusiera mis brazos hacia los lados y que tenía prohibido moverlos. Aún no había comprado cuerdas para inmovilizarme.
Mi pene estaba inundado en líquido preseminal. Nuria lo recogió lo mejor que pudo con sus dedos, y me los metió en la boca. Yo succioné lo mejor que pude y tragué. Sabía mucho menos fuerte que el semen y tenía una textura también más agradable, más elástica y suave.
A continuación empezó a masturbarme, y pese a que el primer minuto mi polla seguía completamente flácida, poco a poco empezó a crecer, lo cual me produjo una sensación indescriptible. Nunca pensé que me gustaría tanto sentir mi polla dura. Sentía sus dedos sobre mi tronco como nunca los había sentido. Notaba mi piel muy sensible a su tacto.
Una vez la tuvo completamente dura, movió mis piernas de tal forma que las tenía perpendiculares a mi cadera. Entonces volvió a ponerse el dildo en su arnés, y de rodillas, empezó a follarme de nuevo. Mientras me follaba, también me iba masturbando, y encontré esta doble sensación muy agradable.
Pasados unos cinco minutos, por fin, me corrí. Pero la cabrona de Nuria, una vez entendió que estaba a punto de correrme, quitó su mano de mi polla. Igualmente me corrí, sin ningún estímulo más en mi polla, ya que había llegado al punto de no retorno. Lo que sí siguió fue su follada anal, que cobró una intensidad aún mayor durante el orgasmo.
Una vez me corrí, Nuria siguió follándome un buen rato, lo cual no me gustó nada. Me apetecía relajarme, tumbarme a su lado y estar tranquilo un rato, pero nada de eso ocurrió. Sus embestidas me resultaban mucho menos agradables, ya que ya no estaba cachondo, e incluso me dolían más. Pero aguanté, sin decirle nada, hasta que se cansó.
El objetivo, como me dijo más tarde, es que no asociara nunca más el correrme con el fin del sexo. Se había acabado eso, y era ella la que decidiría siempre cuándo terminar.
Continuará.
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