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Cuarentena en castidad #3

Pasaron dos días, en los que mi lívido aumento muchísimo, más que al inicio del otro periodo. Esta situación me daba cada vez más morbo y eso hacía que mi polla entrara en un bucle de excitación. Pensaba en sexo, me ponía cachondo, y al pensar en que no podía descargarlo, me ponía aún más cachondo, por pensar en que Nuria me controlaba, en que ella tenía un control total sobre mi polla. La única forma que tenía de satisfacer mis necesidades era lo que Nuria me dejara, que era chuparle coño, además de besarla y tocarla cuanto quisiera. Al menos durante unas horas saciaba mi apetito sexual. Aunque rápidamente volvía y no me dejaba concentrarme. Nuria por su parte estaba encantada. Recibía placer varias veces al día sin tener ni siquiera que pedirlo.
Al tercer día no podía más. Aprovechando que Nuria se fue a hacer la compra, me hice una paja, lo cual me hizo sentir muy bien y muy mal a la vez, por haber traicionado la confianza de Nuria.
Para no hacerla sospechar, al poco de que llegara con la compra me puse de rodillas y empecé a comerle el coño de nuevo.
El día siguiente me despertó Nuria.
-Serás falso. –me dijo.
-¿Qué dices?
-He notado que no te has movido nada en toda la noche, y últimamente siempre te mueves mucho porque te dan erecciones nocturnas. Entonces he ido al basurero y he encontrado papel higiénico con tu semen. Te has corrido Iñigo, sin mi consentimiento.
-Vale, lo admito. Tienes razón.
-Me da igual que me des la razón. No puedes hacerlo, y créeme, va a ser la última vez. He estado reflexionando al respecto y sabía que era cuestión de tiempo de que te corrieras sin mi permiso, por lo que te he comprado un dispositivo de castidad.
-¡¿Qué?!
-Lo que oyes. Este es.- y me lo mostró. Era de silicona, de color blanco y de apariencia bastante suave.
-Joder Nuria, no sé… vale que no me puedo tocar, ¿pero esto? Me parece demasiado
-Me parece que tu polla no opina lo mismo… Te has hecho una paja ayer y mira cómo está de dura. Te pone esto, ¿verdad cariño? Lo que pasa es que estás asustado y avergonzado, y no lo quieres admitir por tu masculinidad, pero no te preocupes.
-Admito que esto me da morbo, pero lo voy a pasar mal. Lo sé. No lo veo claro Nuria, no.
-Mira Iñigo, te has hecho una paja sin mi consentimiento. Si no lo hubieses hecho, no estaría pasando esto. Pero has roto mi confianza, y ahora esto es necesario. Es lo mínimo que puedes hacer.
Me estaba chantajeando de nuevo. Y lo peor es que mi orgullo no era lo suficientemente grande como para resistirme. Lo cierto es que la situación me estaba poniendo terriblemente cachondo y no quería parar.
-Está bien, está bien.-dije. Mi erección era aún mayor que antes.
-Pues a ver cómo te quitamos ahora esta erección para ponerte el aparato jajaja.
-¿Follando?
-Si claro, buen intento. No después de haberte hecho una paja ayer. No te lo mereces. Te voy a hacer una paja, y ya es bastante de mi parte, pero antes, cómeme el coño un rato anda.
Como me gustaba que me ordenara servirle. Fue sin pensarlo, fui directo a su entrepierna, que olía bastante fuerte esa mañana. Le quité las bragas y me puse a ello. Ella a los pocos minutos se puso encima de mí pero al revés, en la posición de un 69, y empezó a hacerme una paja. Cuando estaba llegando al clímax Nuria empezó a chuparme la polla, lo cual me agradó bastante. Al menos le seguía gustando chupármela y no podía resistirse a ello. Al cabo de unos segundos de pensar esto me corrí, mientras Nuria tenía mi prepucio entre sus labios. Después se incorporó, y pensé que iría al baño a escupir el semen, como siempre hacía. Sin embargo no se levantó. Se acercó a mi cara y me ordenó que abriera la mía. Entonces entendí porqué me había hecho la mamada. Empezó a besarme, mientras me tiraba la mezcla de mi corrida con su saliva. Yo lo soporté como pude, y tragué.
Esperamos unos minutos a que se bajara completamente mi erección y me puso el dispositivo, no sin esfuerzo. Cuando me vi con él, me puse nuevamente cachondo. Mi polla empezó a latir con fuerza, pero esta vez la barrera del dispositivo de castidad me impidió tener la erección. Era una sensación muy rara, ya que estaba muy caliente pero no sentía dura mi polla. Sentía mariposas en el estómago.
Nuria me miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Le gustaba mucho verme así. Cogió mi polla, o más bien la funda de silicona, y empezó a acariciarla.
-¿Sientes algo?
-Nada.
-Bua, esto va a ser muy divertido.- Cogió la llave de mi jaula, que venía en un collar, y se la puso al cuello.
Pasaron dos días en los que me fui acostumbrando a mi nueva realidad. Lo que más me costaba era dormir por las noches. Me despertaba con dolor en la polla constantemente y mis sueños eran casi todos eróticos. Nuria notaba que me costaba mucho dormir, e intentaba hacérmelo más fácil, dentro de lo posible. Me hablaba de otras cosas para que me distrajera, y a veces lo lograba. Sin embargo, seguía siendo muy difícil. El estar cachondo todo el día hacía que viese a Nuria de otra forma. Me ponía muchísimo más que antes, y la tocaba y besaba mucho más. Pese a que eso aumentaba mi lívido, era mejor eso que no hacer nada, ya que al menos temporalmente mi deseo era satisfecho, aunque no pudiese correrme. Nuria, claro, estaba encantada. Durante los primeros dos días le comí el coño más de diez ocasiones, a veces durante más de media hora. La iniciativa casi siempre la tenía yo, y Nuria siempre accedía a ello.
Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar el quinto día. Nuria estaba ya cansada de la misma rutina, y necesitaba sentir una polla dentro. Por lo que me vino a hablar y me dijo:
-Cariño, ya va siendo hora de que me folles.
Por fin había llegado el momento, iba a ser liberado de mi jaula y podría follar. Me llevó a nuestro cuarto y me dijo que me acostara boca arriba en la cama y cerrara los ojos. A continuación me puso una benda en ellos, y me ató de las cuatro extremidades a ella.
-Hala, ¿cuándo has comprado esto?
-Me han llegado hoy. Y no es lo único que he comprado. Sacó unas cajas de debajo de la cama.
-He comprado unos dildos, Iñigo. Entonces me quitó la venda y me los mostró. Eran tres. El primero era de color negro, no muy largo y muy suave al tacto. El segundo era blanco, de unos 16 cm, que era un centímetro más que mi polla, y el tercero era nuevamente negro de unos 22 cm.
-Me vas a follar con ellos. Quiero probar pollas más grandes que la tuya. Pero lo más importante es que así podré ser follada todos los días sin que tu pierdas tu lívido, y así estarás a mi servicio las 24 horas. Además, a partir de ahora me vas a llamar ama cada vez que estemos en algo relacionado con el sexo.
Yo me quedé mudo. No me podía creer lo que estaba pasando. Me había manipulado diciéndome que íbamos a follar. Estaba enfadado, y había llegado al límite. Pero también estaba más cachondo que nunca. La sensación de sumisión que tenía al estar completamente inmovilizado me estaba encantando, y decidí dejarme llevar. No tenía sentido imponer resistencia: me tenía completamente atado de brazos y piernas. Por lo que no dije nada y me limité a asentir.
-De acuerdo, ama. –dije nerviosamente.
-Así me gusta esclavo. –Sentir esa palabra me puso todavía más a tope.- Ahora, abre bien la boca.
Recibí un escupitajo bien fuerte, que me calló entre la boca y la nariz. Nuria se rió, y me deslizó la saliva a la boca. Después volvió a escupirme, pero en la mejilla. Después, con su mano me esparció el líquido por la cara, dejándome una sensación de humedad muy fuerte. A continuación cogió un arnés que me puso en la cara, y después puso el segundo dildo, el de tamaño intermedio, que quedó perpendicular a mi boca. Nuria entonces se subió encima de mi cara, y pude contemplar la hermosa vista de su culo y coño acercándose a mí. Pero tuvo un cambio de opinión y se dio la vuelta. Empezó a chupar el dildo para lubricarlo, mirándome fijamente a los ojos. Lo chupó hasta el final, haciendo un buen deep throat e incluso llegando a tocar con sus labios mis mejillas. Una vez que lo tuvo bien lleno de su saliva, empezó a introducírselo por el coño.
Era una sensación verdaderamente extraña. El culo de Nuria bajaba y subía directamente encima de mi cara, llegándose a apoyar en ella muchas veces. Además, veía perfectamente su coño dilatado y penetrado por el dildo. Era una vista verdaderamente cruda y detallada, que me dejó hipnotizado. Por lo demás, era un poco incómodo, ya que mi cabeza rebotaba frecuentemente contra la cama.
A los pocos minutos se dio la vuelta y pude verle la cara. Además, empezó a correrse. A la tercera corrida empezó a deslizarse por el dildo y fue a caer cerca de mi boca, por las mejillas y barbilla, lo cual se unió a la saliva que ya tenía sobre la cara. Después de cinco orgasmos, Nuria paró, se puso de rodillas en la cama con cada pierna alrededor de mi cuerpo, y me quitó el arnés. Después, quitó el dildo de él y me lo puso cerca de la boca.
-No vamos a desperdiciar estos ricos jugos de mi corrido, ¿no esclavo?
Yo no respondí.
-Responde esclavo!
-No… ama
Entonces, me dijo que abriera la boca. Me fue metiendo el dildo en la boca, y en seguida noté el desagradable sabor de su corrida, que era muy amargo.
-Venga, sé que puedes meterlo más adentro. –me decía mientras presionaba el dildo contra el fondo de mi boca.
-Chupa bien, saborea mi corrida.
Yo seguía sus instrucciones como podía. Nunca había chupado una polla, ni de plástico, por lo que era una sensación extraña. Me agobiaba que metiera el dildo demasiado profundamente en mi boca, pero a la vez me daba mucho morbo, sobretodo porque estaba recubierto de su corrida, lo cual lo hacía aún más sumiso. Lo chupé, succioné y lamí con mi boca y lengua, hasta dejarlo completamente limpio. Nuria entonces lo sacó de mi boca, miró que estaba limpio, y lo guardó.
-Muy bien esclavo, lo estás haciendo muy bien. Me está encantando esto, y creo que a ti también. Me miró el prepucio y observó la cantidad de líquido preseminal que había salido de él.
-Estoy cachondísimo, ama.
-Y yo, esclavo. Ahora límpiame el coño, que es lo único que falta.
Se abrió de piernas en la cama. Yo bajé al suelo y me puse de rodillas delante de sus piernas. Nuria me cogió suave pero firmemente de la cabeza y me condujo hacia donde quería. Tenía el coño rojo, inflamado, y lleno de corrida de un color blanco-transparente. Empecé a lamerle por todos lados con la lengua, sin hacer mucho contacto con los labios. No me gustaba mucho el sabor y textura de la corrida, y hacía lo que podía por evitar respirar y tocarla con toda mi boca. Pero Nuria lo notó enseguida.
-No esclavo, así no. Quiero que lo hagas convencido de que te gusta. Y acerca más esos labios, joder.- Me dijo mientras pegó mi cabeza a su entrepierna con sus manos. Me hacía tanta presión que no podía respirar bien, por lo que chupé sus labios, absorbiendo la corrida lo más rápido que podía. A los diez segundos y me dejó de presionar, y rápidamente saqué la cabeza para respirar. Abrí bien la boca buscando aire, y Nuria aprovechó el momento para escupirme. Fue tan violento que la saliva se esparció en mil pedazos, cayendo por toda mi cara, que tenía ya un aspecto lamentable entre la corrida y la saliva pegada a ella.
No dije nada, y después de tomar aire seguí el trabajo. Después de minuto más se dio por satisfecha y se levantó. Me miró intensamente y me dijo:
-Mírate, de rodillas, con tu polla en una jaula, lleno de saliva y corrida en toda la cara y pelo. Que sumiso estás hecho, y todo en cuestión de pocos días. ¿A qué te está encantando esto, putita? Me dijo sonriendo
Putita, me había llamado putita. Y me había encantado.
-Ssí, ama. –dije tímidamente.
-No te veo muy convencido esclavo. Abre tu boca.- Entonces volvió a escupirme, pero esta vez directamente en mi boca, con un hilo grueso.
-Trata y repite, esta vez convencido.
-Sí, ama! Y perdona ama, es que aún me cuesta asimilar ciertas cosas, pero no quiere decir que no me guste, al contrario. Estoy pasando unos días increíbles.
-Ya sabía yo que estabas gozándolo como una perra. Ahora vete a duchar, que tienes un aspecto lamentable.
Me fui a duchar. Efectivamente necesitaba limpiar bien mi cara y pelo. Salí muy despejado de la ducha, y me puse a ver una serie con Nuria, Casa de Papel.
CONTINUARÁ

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