"Me encantó olvidarme del arco de placer masculino y entregarme al placer en oleadas que es estar con una mujer".
"Siempre estuve enamorada de una amiga de la familia, la conozco desde que tenía ocho o nueve años. Y mi primera vez fue con ella. En mi cumpleaños 24 se quedó a dormir en casa. Toda la noche no paramos de acariciarnos y no soltarnos. Mi corazón no dejó de latir y mi cuerpo estaba extasiado por la suavidad de su cuerpo. Esa sensación de su olor y cuerpo me duró una semana, hasta que regresó, se quedó a dormir en casa una vez más y esa noche fue la más increíble de mi vida. No paramos, el tiempo se fue volando, besarla, sentirla fue fantástico. Al día siguiente camino a la escuela, pensé que me daría un ataque al corazón. Me palpitaba como nunca. Después de esa noche, ya no lo dudé más, amaba a las mujeres".
"Estaba en una discoteca con unos tragos de más. Una chica se acercó a la mesa, comenzó a bailar conmigo y me dijo que le gustaba. Terminé fugándome con ella al baño y nos encerramos. No recuerdo mucho, pero creo que no fue tan calmado porque nos acabaron tocando la puerta para que saliéramos de ahí y, básicamente, nos vestimos en dos segundos, salimos de ahí, cada quien por su lado y en la vida nos volvimos a ver".
"Ella, mayor que yo, me invitó unas Cervezas. Me llevó por el río, me tomó de la mano y me dijo: 'Lo que tú necesitas es aprender a hacer feliz a una mujer'".
"Tenía 18 años. Había llegado a una ciudad donde no conocía a nadie para estudiar la universidad. En la casa de asistencia conocí a una chica diez años mayor que yo. Casi siempre me buscaba cuando todos estaban ya dormidos. Solía escribirme unas cartas muy bonitas donde me decía te amo, pero yo pensaba que era un amor filial, de amigas. Una vez que estábamos en su cuarto, ni siquiera recuerdo qué estábamos haciendo o cómo es que pasó, ella empezó a tocar mi mano, pero de una manera que yo sabía era distinta. Y luego me preguntó, ¿nunca te han chupado un dedo? Y procedió a chuparme un dedo de la mano".
"Tuve mi primera experiencia sexual con una mujer justo hace un año. Había estado en tríos antes, pero nunca a solas con una chava. Me encantó olvidarme del arco de placer masculino (excitación, orgasmo, ronquidos) y entregarme al placer en oleadas que es estar con una mujer. Después me acosté con más chavas y terminé enamorándome de una mujer encantadora. Estuvimos juntas poco tiempo (ella vive en otro país), pero seguimos en contacto. Amarla fue una de las mejores decisiones de mi vida. El sexo lésbico me responsabiliza, me vuelve más creativa, me empodera. Acostarme con una mujer es como verme en el espejo: se me confunden el reverso y el anverso, es posible intercambiar los roles o deshacerse de ellos por completo. Esa primera noche con una mujer me cimbró, me obligó a cuestionar mi sexualidad. Me hizo darme cuenta de que en la ciudad ultra católica y ultra provinciana donde me críe no había espacio para pensar en otras formas de afectividad que no estuvieran heteronormadas. Sigo en eso, revisando mis archivos, desechando prejuicios y preconcepciones, preparándome para presentarme públicamente como una mujer queer".
Recuerdo perfecto el primer día que la vi. Me encantó. Creo que enloquecí por completo. Fue súper intenso todo el tiempo con ella. Yo tenía 17, ella tendría 23. Yo estaba en el último año de la prepa y a ella le faltaba poco para terminar la universidad. Los tres primeros meses sólo salimos de noviecitas. Fue el 14 de febrero en casa de mis papás. Ella se quedó a dormir y fue la primera vez que dormimos juntas. Creo que yo estaba medio espantada porque no sabía qué hacer. Por fortuna estuvo bien y me quedé con ella dos años".
"Siempre estuve enamorada de una amiga de la familia, la conozco desde que tenía ocho o nueve años. Y mi primera vez fue con ella. En mi cumpleaños 24 se quedó a dormir en casa. Toda la noche no paramos de acariciarnos y no soltarnos. Mi corazón no dejó de latir y mi cuerpo estaba extasiado por la suavidad de su cuerpo. Esa sensación de su olor y cuerpo me duró una semana, hasta que regresó, se quedó a dormir en casa una vez más y esa noche fue la más increíble de mi vida. No paramos, el tiempo se fue volando, besarla, sentirla fue fantástico. Al día siguiente camino a la escuela, pensé que me daría un ataque al corazón. Me palpitaba como nunca. Después de esa noche, ya no lo dudé más, amaba a las mujeres".
"Estaba en una discoteca con unos tragos de más. Una chica se acercó a la mesa, comenzó a bailar conmigo y me dijo que le gustaba. Terminé fugándome con ella al baño y nos encerramos. No recuerdo mucho, pero creo que no fue tan calmado porque nos acabaron tocando la puerta para que saliéramos de ahí y, básicamente, nos vestimos en dos segundos, salimos de ahí, cada quien por su lado y en la vida nos volvimos a ver".
"Ella, mayor que yo, me invitó unas Cervezas. Me llevó por el río, me tomó de la mano y me dijo: 'Lo que tú necesitas es aprender a hacer feliz a una mujer'".
"Tenía 18 años. Había llegado a una ciudad donde no conocía a nadie para estudiar la universidad. En la casa de asistencia conocí a una chica diez años mayor que yo. Casi siempre me buscaba cuando todos estaban ya dormidos. Solía escribirme unas cartas muy bonitas donde me decía te amo, pero yo pensaba que era un amor filial, de amigas. Una vez que estábamos en su cuarto, ni siquiera recuerdo qué estábamos haciendo o cómo es que pasó, ella empezó a tocar mi mano, pero de una manera que yo sabía era distinta. Y luego me preguntó, ¿nunca te han chupado un dedo? Y procedió a chuparme un dedo de la mano".
"Tuve mi primera experiencia sexual con una mujer justo hace un año. Había estado en tríos antes, pero nunca a solas con una chava. Me encantó olvidarme del arco de placer masculino (excitación, orgasmo, ronquidos) y entregarme al placer en oleadas que es estar con una mujer. Después me acosté con más chavas y terminé enamorándome de una mujer encantadora. Estuvimos juntas poco tiempo (ella vive en otro país), pero seguimos en contacto. Amarla fue una de las mejores decisiones de mi vida. El sexo lésbico me responsabiliza, me vuelve más creativa, me empodera. Acostarme con una mujer es como verme en el espejo: se me confunden el reverso y el anverso, es posible intercambiar los roles o deshacerse de ellos por completo. Esa primera noche con una mujer me cimbró, me obligó a cuestionar mi sexualidad. Me hizo darme cuenta de que en la ciudad ultra católica y ultra provinciana donde me críe no había espacio para pensar en otras formas de afectividad que no estuvieran heteronormadas. Sigo en eso, revisando mis archivos, desechando prejuicios y preconcepciones, preparándome para presentarme públicamente como una mujer queer".
Recuerdo perfecto el primer día que la vi. Me encantó. Creo que enloquecí por completo. Fue súper intenso todo el tiempo con ella. Yo tenía 17, ella tendría 23. Yo estaba en el último año de la prepa y a ella le faltaba poco para terminar la universidad. Los tres primeros meses sólo salimos de noviecitas. Fue el 14 de febrero en casa de mis papás. Ella se quedó a dormir y fue la primera vez que dormimos juntas. Creo que yo estaba medio espantada porque no sabía qué hacer. Por fortuna estuvo bien y me quedé con ella dos años".
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