exactamente las 7:45 AM, cuando sonó el timbre del portero 5to B. Verónica apuró el último sorbo de su vaso de agua y puso su celular en modo avión. Pulsó la tecla del portero para que se abriera la puerta principal, del otro lado se escucharon los pasos de Diego entrando al edificio, sin hablar ni intercambiar sonidos entre ellos, Vero, colgó el portero en su soporte nuevamente. Se asomó por la mirilla pero no vio a nadie. Abrió la puerta y la dejó entornada. Encendió la luz del pasillo y se volvió a su departamento. Semidesnuda y descalza, volvió sobre sus pasos. Sentía una leve opresión en el pecho y los latidos acelerados de su corazón. No llegó hasta la cocina, unos pasos antes giró hacia la izquierda y entró en el dormitorio. Se desprendió de su diminuta tanguita quedando totalmente desnuda y se tendió en la cama, boca arriba. Con la cabeza sobre la almohada. Cerró los ojos. Pero inmediatamente los abrió. Recogió el antifaz de terciopelo negro que, minutos antes, había dejado a su alcance en la mesita de luz. Se lo puso sobre los ojos y volvió a recuperar su posición ahora totalmente en la oscuridad. Y así permaneció tendida, escuchando los sonidos que provenían de la escalera, cada vez más cercanos. Intentaba mantener relajados todos los músculos de su cuerpo, sus manos se aferraron a los hierros de la cabecera de la cama. Esa posición sumisa, de entrega pero a la vez empoderada, la excitaba por demás. Por un momento se imaginó a sí misma, allí tendida en la cama, aparentemente relajada, intentando controlar la respiración, esperando. Sabía que su desnudez dejaría entrever entre sus piernas, la sombra oscura de su pubis y las pequeñas protuberancias de sus pezones. Cuando la puerta del ascensor se abrió, Diego cruzó rápidamente el pasillo y entró en el piso. Tras cerrar cuidadosamente y sin ruido la puerta, sin disimular su prisa, se desvistió completamente en el recibidor. El espejo de la pared le devolvió su imagen desnuda en la que resaltaba visiblemente su erección. Entró en silencio en la habitación; solo se oía la respiración de ella. Su figura le pareció lo más deseable que había contemplado nunca. Acercó su boca a la de Verónica y lamió sus labios, que se entreabrieron respondiendo a este beso. Mientras sus manos le acariciaban la cara, besó sus orejas mordisqueando los lóbulos. Verónica permanecía inmóvil concentrada en las sensaciones, disfrutando de las caricias de su amante. Lentamente Diego paso su lengua desde el cuello abriéndose camino por sus pechos, su abdomen, su vientre... Unos momentos antes de la hora de esta cita, Verónica había marcado con su labial rojo carmín, algunos puntos de su piel, tenía marcas en los pezones, en el vientre, en los muslos, en sus pies. Las piernas entreabiertas dejaban ver parte de su sexo; también había toques de color rojizo... pero no era labial. Se había humedecido alrededor del clítoris con un lubricante de color y sabor a fresa. Dirigiendo su boca abajo poco a poco, Diego fue acariciando y besando cada uno de los puntos que ella había señalado. Cuando llegó a la fresa lamió y chupó toda el área marcada por Verónica, mientras ella se estremecía y de su boca salían unos apagados pero intensos gemidos de placer. Con el pene en la mano se entretuvo en frotar suavemente y con movimientos acompasados la vagina, sin entrar, los labios, el clítoris, sabiendo que le estaba provocando un intenso placer. Hasta que no pudo resistirse y lo puso sobre los labios de Verónica. Ella abrió la boca y lamió el pene de su compañero, primero suavemente y después de manera desesperada, logrando introducir gran parte del mismo dentro de su boca y garganta. Seguía con las manos agarradas a la cabecera de la cama, pero su pelvis se agitaba y sus piernas se abrían invitándole a entrar. Diego se agachó y lamió su sexo intensamente. Introdujo un dedo en su vagina y lo movía hacia arriba y hacia abajo, mientras parte de su mano estimulaba el clítoris mojado y erecto. Luego se giró, y dejando al alcance de la boca de la mujer su pene se dirigió a lamer el sexo de Verónica de nuevo. Así estuvieron los dos unos minutos, produciéndose placer mutuamente y sintiendo cada vez más excitación. Diego retiró el pene de la boca de Verónica y se puso un poco del ungüento de sabor a fresa, pero esta vez no lo dirigió a la boca de su amante. Poniéndose encima de ella comenzó a rozar con el glande la vulva de la mujer, introduciendo poco a poco su miembro en la vagina de ella. Ella se mantenía en silencio, pero sus gestos, su respiración y el movimiento de su cuerpo, indicaban el intenso placer que estaba sintiendo. De rodillas ahora, con las piernas de ella abrazándole la cintura, agarró sus nalgas y apretó fuertemente hasta que todo su miembro estuvo en el interior de Vero. Sus lenguas parecían luchar en un cuerpo a cuerpo que aquí era "boca a boca". Entre jadeos, suspiros y quejidos, con las manos apretándole los muslos y las nalgas, la atraía y la separaba de él penetrándola completamente con cada embestida. De repente, él se quedó quieto pero ella no paraba de forcejear y moverse, frotando enérgicamente su vulva contra el pubis de su amante. Ella no aguantaba más, con intenso placer le pedía que no parara. "Más, más... no dejes de moverte, ahora... ahora….", le insistía. Entonces él comenzó a embestir de nuevo con fuerza. Verónica se estremeció y sintió como una oleada de placer la invadía hasta que explotó en sucesivos espasmos. Diego cerró los ojos y se dejó llevar. Eyaculó dentro de su vagina hasta dejando entrever como su semen caía por la comisura de la vulva de Veronica. Se quedaron abrazados inmóviles durante unos minutos. Luego, lentamente, Diego retiró el antifaz de los ojos de Verónica que sonreía. El reloj de la mesa de luz señalaba las 8:25. El día recién comenzaba para ambos
Milf discreta
exactamente las 7:45 AM, cuando sonó el timbre del portero 5to B. Verónica apuró el último sorbo de su vaso de agua y puso su celular en modo avión. Pulsó la tecla del portero para que se abriera la puerta principal, del otro lado se escucharon los pasos de Diego entrando al edificio, sin hablar ni intercambiar sonidos entre ellos, Vero, colgó el portero en su soporte nuevamente. Se asomó por la mirilla pero no vio a nadie. Abrió la puerta y la dejó entornada. Encendió la luz del pasillo y se volvió a su departamento. Semidesnuda y descalza, volvió sobre sus pasos. Sentía una leve opresión en el pecho y los latidos acelerados de su corazón. No llegó hasta la cocina, unos pasos antes giró hacia la izquierda y entró en el dormitorio. Se desprendió de su diminuta tanguita quedando totalmente desnuda y se tendió en la cama, boca arriba. Con la cabeza sobre la almohada. Cerró los ojos. Pero inmediatamente los abrió. Recogió el antifaz de terciopelo negro que, minutos antes, había dejado a su alcance en la mesita de luz. Se lo puso sobre los ojos y volvió a recuperar su posición ahora totalmente en la oscuridad. Y así permaneció tendida, escuchando los sonidos que provenían de la escalera, cada vez más cercanos. Intentaba mantener relajados todos los músculos de su cuerpo, sus manos se aferraron a los hierros de la cabecera de la cama. Esa posición sumisa, de entrega pero a la vez empoderada, la excitaba por demás. Por un momento se imaginó a sí misma, allí tendida en la cama, aparentemente relajada, intentando controlar la respiración, esperando. Sabía que su desnudez dejaría entrever entre sus piernas, la sombra oscura de su pubis y las pequeñas protuberancias de sus pezones. Cuando la puerta del ascensor se abrió, Diego cruzó rápidamente el pasillo y entró en el piso. Tras cerrar cuidadosamente y sin ruido la puerta, sin disimular su prisa, se desvistió completamente en el recibidor. El espejo de la pared le devolvió su imagen desnuda en la que resaltaba visiblemente su erección. Entró en silencio en la habitación; solo se oía la respiración de ella. Su figura le pareció lo más deseable que había contemplado nunca. Acercó su boca a la de Verónica y lamió sus labios, que se entreabrieron respondiendo a este beso. Mientras sus manos le acariciaban la cara, besó sus orejas mordisqueando los lóbulos. Verónica permanecía inmóvil concentrada en las sensaciones, disfrutando de las caricias de su amante. Lentamente Diego paso su lengua desde el cuello abriéndose camino por sus pechos, su abdomen, su vientre... Unos momentos antes de la hora de esta cita, Verónica había marcado con su labial rojo carmín, algunos puntos de su piel, tenía marcas en los pezones, en el vientre, en los muslos, en sus pies. Las piernas entreabiertas dejaban ver parte de su sexo; también había toques de color rojizo... pero no era labial. Se había humedecido alrededor del clítoris con un lubricante de color y sabor a fresa. Dirigiendo su boca abajo poco a poco, Diego fue acariciando y besando cada uno de los puntos que ella había señalado. Cuando llegó a la fresa lamió y chupó toda el área marcada por Verónica, mientras ella se estremecía y de su boca salían unos apagados pero intensos gemidos de placer. Con el pene en la mano se entretuvo en frotar suavemente y con movimientos acompasados la vagina, sin entrar, los labios, el clítoris, sabiendo que le estaba provocando un intenso placer. Hasta que no pudo resistirse y lo puso sobre los labios de Verónica. Ella abrió la boca y lamió el pene de su compañero, primero suavemente y después de manera desesperada, logrando introducir gran parte del mismo dentro de su boca y garganta. Seguía con las manos agarradas a la cabecera de la cama, pero su pelvis se agitaba y sus piernas se abrían invitándole a entrar. Diego se agachó y lamió su sexo intensamente. Introdujo un dedo en su vagina y lo movía hacia arriba y hacia abajo, mientras parte de su mano estimulaba el clítoris mojado y erecto. Luego se giró, y dejando al alcance de la boca de la mujer su pene se dirigió a lamer el sexo de Verónica de nuevo. Así estuvieron los dos unos minutos, produciéndose placer mutuamente y sintiendo cada vez más excitación. Diego retiró el pene de la boca de Verónica y se puso un poco del ungüento de sabor a fresa, pero esta vez no lo dirigió a la boca de su amante. Poniéndose encima de ella comenzó a rozar con el glande la vulva de la mujer, introduciendo poco a poco su miembro en la vagina de ella. Ella se mantenía en silencio, pero sus gestos, su respiración y el movimiento de su cuerpo, indicaban el intenso placer que estaba sintiendo. De rodillas ahora, con las piernas de ella abrazándole la cintura, agarró sus nalgas y apretó fuertemente hasta que todo su miembro estuvo en el interior de Vero. Sus lenguas parecían luchar en un cuerpo a cuerpo que aquí era "boca a boca". Entre jadeos, suspiros y quejidos, con las manos apretándole los muslos y las nalgas, la atraía y la separaba de él penetrándola completamente con cada embestida. De repente, él se quedó quieto pero ella no paraba de forcejear y moverse, frotando enérgicamente su vulva contra el pubis de su amante. Ella no aguantaba más, con intenso placer le pedía que no parara. "Más, más... no dejes de moverte, ahora... ahora….", le insistía. Entonces él comenzó a embestir de nuevo con fuerza. Verónica se estremeció y sintió como una oleada de placer la invadía hasta que explotó en sucesivos espasmos. Diego cerró los ojos y se dejó llevar. Eyaculó dentro de su vagina hasta dejando entrever como su semen caía por la comisura de la vulva de Veronica. Se quedaron abrazados inmóviles durante unos minutos. Luego, lentamente, Diego retiró el antifaz de los ojos de Verónica que sonreía. El reloj de la mesa de luz señalaba las 8:25. El día recién comenzaba para ambos
1 comentarios - Milf discreta