Hola poringueros y poringueras. En una de las noches de intimidad, mi esposa empezaba a susurrarme alguna de sus calientes historias. Sin embargo, la frené en secó su relato. Le planteé ser testigo pasivo de alguna de aquellas noches de sexo con extraños. Ella me escuchó y a su vez me planteó su deseo de participar de una noche swinger, de orgía libre. Me interesó la propuesta pero desconocía como participar, dado mi ignorancia en el mundo swinger en Argentina, esto a fines de los noventa. No confiaba en la info que podía obtener a través de revistas para adultos o porno. Ella me confesó que participó de una orgía unos meses antes invitada por un matrimonio amigo del que desconocía esas preferencias. Y, sin querer queriendo, comenzó su relato:
"La reunión se dio en una quinta cerrada, de acceso exclusivo, en Escobar; una noche que te dije ir a una reunión de amigas. Salí de casa discreta, apenas un jeans, una blusa y unas sandalias comunes, nada raro; pero la ropa la llevaba en un bolso en el baúl del auto. Recuerdo la cara de asombro que tuvieron cuando entré al baño de una estación de servicio vestida "normal" y salir con vestido muy corto, escotado, muy maquillada, sobre unos stilettos con tacón de aguja que bien sabía dominar. En esa estación de servicio era el punto de encuentro con Daniel y Valeria, nuestros amigos.
Llegaron puntuales; él con un traje y una camisa a tono, y ella con un vestido muy corto y ajustado. Jamás pensarías que son nuestros amigos, los papás de Franco y Mateo, los amigos de nuestros hijos.
Ingresamos a la quinta, previa identificación, y con ellos nos quedamos bebiendo unos tragos y socializando con otras parejas. La temática era solo parejas o mujeres invitadas.
Cerca de las doce, nos piden que nos acerquemos a lo que llamaban vestidores, aunque era una sala común y corriente, divididos en dos grupos; primeros los hombres y luego las mujeres. En los vestidores, a cambio de un antifaz, debías entregar toda tu ropa, para luego si comenzar a deambular por la quinta.
Me sentía libre, apenas con ese antifaz negro y mucho perfume importado. Los hombres me miraban caminar como una leona en celo esperando aparear con su macho. Primero se acercó un muchacho alto, fornido; pero no quería sucumbir ante la primer oferta, quizás consiente que no me faltarían oportunidades. Caminé hacia una galería cuando, por detrás y con la pija bien dura, me toma un hombre con un perfume muy varonil, bien penetrante. Nos dimos un pronunciado beso de lengua, mientras sus manos acariciaban mi cuerpo desnudo. Cuando quiero agacharme para chuparle su erecto miembro, él me lleva mi mano derecha para que le agarre su pija y me guía a una sala donde había varias parejas cogiendo en un todo contra todo. Un muchacho ya estaba abordando por detrás a Valeria, mientras a Daniel le chupaban el culo al mismo tiempo que chupaba la pija de un morocho con rasgos cuasi aborigen. Dos chicas se tocaban mutuamente, mientras una tercera le metía a una de ellas un consolador.
Aquel espectáculo dantesco me excitaba mucho, pero más lo hacía aquel hombre al que pajeaba con mi mano mientras acariciaba suavemente mis pechos. Susurraba y por momentos la respiración se me entrecortaba. Sus manos apenas rozaban mi cuerpo, recorriendo todo su contorno. Acariciaba mis nalgas y al sentir apenas el roce mi piel se erizaba. No me atreví a interrumpirlo, solo a pajearlo lentamente, a tono con su trato. No hacía más que ello, apenas acercó una mano acariciando la pelvis, siempre con una sensual suavidad que estremecía. Hasta ese momento no me penetró, tan solo caricias, pero logró que empezara a gemir casi a los gritos y que llegara al orgasmo de esa manera. Valeria, una vez que terminó con aquel muchacho que la penetraba, se acercó y me comió la boca con un beso de lengua fogoso. Casi de inmediato, aquel hombre que me hizo sucumbir sin penetrarme se apartó de mi y se perdió en la fiesta.
La fiesta continuó, tuve sexo en la pileta; en un baño donde dos hombres me penetraron; sexo lésbico en otra sala grande que me encantó; y hasta dentro de un BMW con un hombre bastante mayor que, sin embargo, todavía rendía y mucho. Pero las sensaciones que viví con aquel hombre me hizo vivir con apenas caricias, no lo viví más. Antes de volverme, sentada en un sillón, me empecé a tocar mi jugosa conchita recordando aquel momento. Dos hombres aprovecharon que estaba en trance y descargaron apenas unas gotitas de semen que cayeron sobre mi cuerpo. Con mi mano recogí las ofrendas de esos pajeros y me los devoré golosa y viciosa."
Mi esposa sonrió al verme con mi pija en la mano pajeándome lentamente.
- Dejá que mami termine... - me dijo, segundos antes de devorárselo de un saque.
Aquella vez sellamos con sexo una promesa de compartir una noche de sexo con extraños.
"La reunión se dio en una quinta cerrada, de acceso exclusivo, en Escobar; una noche que te dije ir a una reunión de amigas. Salí de casa discreta, apenas un jeans, una blusa y unas sandalias comunes, nada raro; pero la ropa la llevaba en un bolso en el baúl del auto. Recuerdo la cara de asombro que tuvieron cuando entré al baño de una estación de servicio vestida "normal" y salir con vestido muy corto, escotado, muy maquillada, sobre unos stilettos con tacón de aguja que bien sabía dominar. En esa estación de servicio era el punto de encuentro con Daniel y Valeria, nuestros amigos.
Llegaron puntuales; él con un traje y una camisa a tono, y ella con un vestido muy corto y ajustado. Jamás pensarías que son nuestros amigos, los papás de Franco y Mateo, los amigos de nuestros hijos.
Ingresamos a la quinta, previa identificación, y con ellos nos quedamos bebiendo unos tragos y socializando con otras parejas. La temática era solo parejas o mujeres invitadas.
Cerca de las doce, nos piden que nos acerquemos a lo que llamaban vestidores, aunque era una sala común y corriente, divididos en dos grupos; primeros los hombres y luego las mujeres. En los vestidores, a cambio de un antifaz, debías entregar toda tu ropa, para luego si comenzar a deambular por la quinta.
Me sentía libre, apenas con ese antifaz negro y mucho perfume importado. Los hombres me miraban caminar como una leona en celo esperando aparear con su macho. Primero se acercó un muchacho alto, fornido; pero no quería sucumbir ante la primer oferta, quizás consiente que no me faltarían oportunidades. Caminé hacia una galería cuando, por detrás y con la pija bien dura, me toma un hombre con un perfume muy varonil, bien penetrante. Nos dimos un pronunciado beso de lengua, mientras sus manos acariciaban mi cuerpo desnudo. Cuando quiero agacharme para chuparle su erecto miembro, él me lleva mi mano derecha para que le agarre su pija y me guía a una sala donde había varias parejas cogiendo en un todo contra todo. Un muchacho ya estaba abordando por detrás a Valeria, mientras a Daniel le chupaban el culo al mismo tiempo que chupaba la pija de un morocho con rasgos cuasi aborigen. Dos chicas se tocaban mutuamente, mientras una tercera le metía a una de ellas un consolador.
Aquel espectáculo dantesco me excitaba mucho, pero más lo hacía aquel hombre al que pajeaba con mi mano mientras acariciaba suavemente mis pechos. Susurraba y por momentos la respiración se me entrecortaba. Sus manos apenas rozaban mi cuerpo, recorriendo todo su contorno. Acariciaba mis nalgas y al sentir apenas el roce mi piel se erizaba. No me atreví a interrumpirlo, solo a pajearlo lentamente, a tono con su trato. No hacía más que ello, apenas acercó una mano acariciando la pelvis, siempre con una sensual suavidad que estremecía. Hasta ese momento no me penetró, tan solo caricias, pero logró que empezara a gemir casi a los gritos y que llegara al orgasmo de esa manera. Valeria, una vez que terminó con aquel muchacho que la penetraba, se acercó y me comió la boca con un beso de lengua fogoso. Casi de inmediato, aquel hombre que me hizo sucumbir sin penetrarme se apartó de mi y se perdió en la fiesta.
La fiesta continuó, tuve sexo en la pileta; en un baño donde dos hombres me penetraron; sexo lésbico en otra sala grande que me encantó; y hasta dentro de un BMW con un hombre bastante mayor que, sin embargo, todavía rendía y mucho. Pero las sensaciones que viví con aquel hombre me hizo vivir con apenas caricias, no lo viví más. Antes de volverme, sentada en un sillón, me empecé a tocar mi jugosa conchita recordando aquel momento. Dos hombres aprovecharon que estaba en trance y descargaron apenas unas gotitas de semen que cayeron sobre mi cuerpo. Con mi mano recogí las ofrendas de esos pajeros y me los devoré golosa y viciosa."
Mi esposa sonrió al verme con mi pija en la mano pajeándome lentamente.
- Dejá que mami termine... - me dijo, segundos antes de devorárselo de un saque.
Aquella vez sellamos con sexo una promesa de compartir una noche de sexo con extraños.
2 comentarios - Mi hotwife 3era parte