Bibiana tenía 18 años y era la hija de un amigo mío, se moría por perder la virginidad. Al ser vecinos entraba y salía de mi casa cuando le daba la gana, y sabía cuándo y cuando no estaba mi esposa en ella.
Eran las nueve de la mañana. Volvía de tomar una copa y de comprar el pan, cosa que hacía todos los días desde que estaba de vacaciones, cuando oí su voz. Venía de la habitación de matrimonio.
-Hola, forastero.
Fui a la habitación y la encontré sentada sobre la cama apoyada con la espalda a la cabecera, las piernas estiradas y cruzadas y en bragas y sujetador, de color negro. Exclamé:
-¡Jodeeer!
-A eso vengo, a que me jodas y me desvirgues.
Bibiana medía un metro sesenta y no llegaba a los cincuenta y cinco kilos de peso. Su cabello era negro largo y rizado, sus ojos eran café, su nariz respingona, su boquita de piñón, sus tetas eran pequeñas, sus piernas delgadas, su cintura fina y sus caderas medianas. Era terriblemente sexy y lo sabía.
Tenía una tarrina de mousse de chocolate en una mano y una cucharilla en la otra, metió una cucharadita de mousse en la boca, me miró, entornó los ojos, gimió cómo si fuese a tener un orgasmo, y después me dijo:
-¿Estarás así de bueno?
-Así de buena estás tú, Bibiana.
Cerré la puerta detrás de mí. La polla se me puso dura y apareció un bulto en el pantalón. Al verlo me dijo:
-Enséñame la picha.
Saqué la polla empalmada, y exclamó:
-¡Me gusta!
Bajó un poco las bragas y echó una cucharadita de mousse de chocolate en el clítoris. Negro, me puso negro. Aquel coño, que tenía una mata de vello oscuro, debía estar delicioso y acompañado de la mousse de chocolate mucho más. Se quitó el sujetador y echó mousse sobre sus areolas marron y sus pequeños pezones, después puso la tarrina y la cucharilla sobre la mesita de noche, y me preguntó:
-¿Te gusta tu desayuno?
Pasé la lengua por los labios y después le respondí:
-¡Morado me voy a poner!
Fui hasta la cama con la polla tiesa, cogí la tarrina encima de la mesita de noche, metí la polla dentro, la embadurné con la mousse, se la puse en los labios, la lamió y después la chupó hasta que se la quité de la boca. Le lamí la mousse de las areolas y los pezones, luego metí las tetas enteras en mi boca y las chupé. De las tetas pasé a lamerle el coño encharcado de jugos. Cuando creyó que le iba a lamer la mousse del clítoris, le di la vuelta, metí dos dedos en la tarrina, se los pasé por el ojete y se lo lamí y se lo folle con la punta de mi lengua. Gemía cómo una descosida. Le volví a dar la vuelta, le agarré el culo, le lamí el coño, le chupé el clítoris, lamí de un lado al otro, de abajo a arriba, y lamiendo alrededor, me dijo:
-Me corro me corro me corro. ¡Me corro!
Se corrió gimiendo cómo una posesa y sacudiéndose cómo un árbol azotado por un temporal.
No le di tregua. Le clavé la cabeza polla en el coño, y de los gemidos de placer pasó a los de dolor.
-¡Ayyyy!
La saqué y se la volví a comer. Le metí la lengua y note el sabor a sangre. Cuando se la metí dudaba que fuera virgen pero ahora estaba seguro de que lo era y de que la acababa de desvirgar. Seguí comiendo su coño, lamiendo donde había que lamer, chupando donde había que chupar y metiendo y sacando la lengua cuando correspondía y donde correspondía, hasta que me dijo:
-Uy, uy, uyuyuy que me corro otra vez. ¡¡Me corro!!
Se corrió retorciéndose y jadeando cómo una perrita.
Al acabar de gozar me cogió la cabeza con las dos manos, llevó mi boca a su boca y nos dimos un beso con lengua, largo, muy largo, luego me dijo:
-Acaba de desvirgarme.
Le metí la cabeza de la polla y volvió a quejarse.
-Duele.
Le pregunté:
-¿Probamos en el culo a ver qué tal?
Me miró con cara de sorprendida y me preguntó:
-¿Quieres desvirgarme también el culo?
-Si te animas...
Bibiana no se amilanó.
-Prueba.
Se la froté en el ojete, le metí la puntita y puso el grito en el cielo.
-¡¡Sácala!!
Se la saqué del culo y se la froté en las areolas de sus pequeñas tetas y le pasé el meato por los pezones, pezones que estaban duros y erectos, luego le dije:
-Sube tú y has lo que quieras.
Me di la vuelta, subió, cogió la polla y la frotó en el coño, después empujó con el culo y volvió a meter la cabeza. Me besó, metió su pequeña lengua en mi boca y la fue metiendo y sacando muy lentamente. Cada vez que entraba un poquito más me mordía el labio inferior. No paró de meter y sacar hasta que la polla llegó al fondo. Tiempo después ya la disfrutaba, ya que la polla entraba y salía de su coñito apretada, pero muy engrasada. Cuando sus gemidos anunciaban un inminente orgasmo le acaricié el ojete con la yema de mi dedo medio. Sentí cómo se abría y cerraba. Lamí el dedo y la metí la mitad dentro del culo. Su esfínter lo apretó, su vagina apretó mi polla y la encharcó con una inmensa corrida. Su placer fue tan grande que se desmayó.
Al acabar de correrse le di la vuelta, la puse boca arriba sobre la cama y esperé a que recuperara el conocimiento. No tardó mucho en abrir los ojos y decirme:
-¡Fue increíble!
Mi polla se había puesto morcillona. Bibiana al verla me la volvió a chupar y en nada la puso dura. Volvió a subir encima de mí. Durante unos diez minutos se movió muy despacito, me dio picos. Luego la fue metiendo y sacando centímetro a centímetro. Al final la sacaba hasta la puntita y la volvía a meter cada vez más aprisa. Nos mirábamos en silencio, yo veía a una belleza, ella sabría lo que veía. Viera lo que viera dejó de verlo cuando los ojos se le cerraron y dijo:
-Sabía que contigo sería mágico. ¡Me derritooo!
Se corrió de nuevo, esta vez con su lengua en mi boca y sacudiéndose con fuerza.
Al acabar de correrse, le di la vuelta. Bibiana ya estaba desatada, me preguntó:
-¿Probamos en el culo?
-Te va a doler.
-También me dolía al desvirgarme el coño y después fue genial.
No le iba a decir que no. Además aún no me corriera y su culo era un sitio sin peligro para hacerlo, así que le dije:
-Ponte a cuatro patas.
Se puso a cuatro patas. Sus duras nalgas poco más grandes eran que mis manos. Le pasé la lengua por el ojete al tiempo que la nalgueaba con las palmas de mis manos, sin fuerza, pero cuando dejé de lamer y pasé a follárselo con la punta de la lengua ya estaba más que colorado... La puse tan cachonda que acabo por decirme:
-Tengo unas ganas locas de que me la metas en el culo.
La puse boca arriba y le comí las tetas. Me cabían en la boca. Con ellas dentro le lamía los pezones y luego se las chupaba succionándolas por las areolas. Bibiana no paraba de gemir. Después del tremendo repaso que le di a sus tetas, la cogí por la cintura, la levanté y metí todo su coño en la boca, le clavé la lengua en la vagina y después con ella plana lamí de abajo a arriba hasta que se corrió en mi boca.
Gemía cómo una loca cuando se la acerqué al ojete y se la clavé en el culo. Se mezclaron gritos de dolor y gemidos de placer mientras me corría dentro de ella. Encadenó tres orgasmos seguidos, o era el mismo que se prolongaba, nunca lo supe, ya que volvió a perder el conocimiento y cuando volvió a abrir los ojos y me sonrió con su linda carita de diablesa, no era el momento de preguntárselo.
Eran las nueve de la mañana. Volvía de tomar una copa y de comprar el pan, cosa que hacía todos los días desde que estaba de vacaciones, cuando oí su voz. Venía de la habitación de matrimonio.
-Hola, forastero.
Fui a la habitación y la encontré sentada sobre la cama apoyada con la espalda a la cabecera, las piernas estiradas y cruzadas y en bragas y sujetador, de color negro. Exclamé:
-¡Jodeeer!
-A eso vengo, a que me jodas y me desvirgues.
Bibiana medía un metro sesenta y no llegaba a los cincuenta y cinco kilos de peso. Su cabello era negro largo y rizado, sus ojos eran café, su nariz respingona, su boquita de piñón, sus tetas eran pequeñas, sus piernas delgadas, su cintura fina y sus caderas medianas. Era terriblemente sexy y lo sabía.
Tenía una tarrina de mousse de chocolate en una mano y una cucharilla en la otra, metió una cucharadita de mousse en la boca, me miró, entornó los ojos, gimió cómo si fuese a tener un orgasmo, y después me dijo:
-¿Estarás así de bueno?
-Así de buena estás tú, Bibiana.
Cerré la puerta detrás de mí. La polla se me puso dura y apareció un bulto en el pantalón. Al verlo me dijo:
-Enséñame la picha.
Saqué la polla empalmada, y exclamó:
-¡Me gusta!
Bajó un poco las bragas y echó una cucharadita de mousse de chocolate en el clítoris. Negro, me puso negro. Aquel coño, que tenía una mata de vello oscuro, debía estar delicioso y acompañado de la mousse de chocolate mucho más. Se quitó el sujetador y echó mousse sobre sus areolas marron y sus pequeños pezones, después puso la tarrina y la cucharilla sobre la mesita de noche, y me preguntó:
-¿Te gusta tu desayuno?
Pasé la lengua por los labios y después le respondí:
-¡Morado me voy a poner!
Fui hasta la cama con la polla tiesa, cogí la tarrina encima de la mesita de noche, metí la polla dentro, la embadurné con la mousse, se la puse en los labios, la lamió y después la chupó hasta que se la quité de la boca. Le lamí la mousse de las areolas y los pezones, luego metí las tetas enteras en mi boca y las chupé. De las tetas pasé a lamerle el coño encharcado de jugos. Cuando creyó que le iba a lamer la mousse del clítoris, le di la vuelta, metí dos dedos en la tarrina, se los pasé por el ojete y se lo lamí y se lo folle con la punta de mi lengua. Gemía cómo una descosida. Le volví a dar la vuelta, le agarré el culo, le lamí el coño, le chupé el clítoris, lamí de un lado al otro, de abajo a arriba, y lamiendo alrededor, me dijo:
-Me corro me corro me corro. ¡Me corro!
Se corrió gimiendo cómo una posesa y sacudiéndose cómo un árbol azotado por un temporal.
No le di tregua. Le clavé la cabeza polla en el coño, y de los gemidos de placer pasó a los de dolor.
-¡Ayyyy!
La saqué y se la volví a comer. Le metí la lengua y note el sabor a sangre. Cuando se la metí dudaba que fuera virgen pero ahora estaba seguro de que lo era y de que la acababa de desvirgar. Seguí comiendo su coño, lamiendo donde había que lamer, chupando donde había que chupar y metiendo y sacando la lengua cuando correspondía y donde correspondía, hasta que me dijo:
-Uy, uy, uyuyuy que me corro otra vez. ¡¡Me corro!!
Se corrió retorciéndose y jadeando cómo una perrita.
Al acabar de gozar me cogió la cabeza con las dos manos, llevó mi boca a su boca y nos dimos un beso con lengua, largo, muy largo, luego me dijo:
-Acaba de desvirgarme.
Le metí la cabeza de la polla y volvió a quejarse.
-Duele.
Le pregunté:
-¿Probamos en el culo a ver qué tal?
Me miró con cara de sorprendida y me preguntó:
-¿Quieres desvirgarme también el culo?
-Si te animas...
Bibiana no se amilanó.
-Prueba.
Se la froté en el ojete, le metí la puntita y puso el grito en el cielo.
-¡¡Sácala!!
Se la saqué del culo y se la froté en las areolas de sus pequeñas tetas y le pasé el meato por los pezones, pezones que estaban duros y erectos, luego le dije:
-Sube tú y has lo que quieras.
Me di la vuelta, subió, cogió la polla y la frotó en el coño, después empujó con el culo y volvió a meter la cabeza. Me besó, metió su pequeña lengua en mi boca y la fue metiendo y sacando muy lentamente. Cada vez que entraba un poquito más me mordía el labio inferior. No paró de meter y sacar hasta que la polla llegó al fondo. Tiempo después ya la disfrutaba, ya que la polla entraba y salía de su coñito apretada, pero muy engrasada. Cuando sus gemidos anunciaban un inminente orgasmo le acaricié el ojete con la yema de mi dedo medio. Sentí cómo se abría y cerraba. Lamí el dedo y la metí la mitad dentro del culo. Su esfínter lo apretó, su vagina apretó mi polla y la encharcó con una inmensa corrida. Su placer fue tan grande que se desmayó.
Al acabar de correrse le di la vuelta, la puse boca arriba sobre la cama y esperé a que recuperara el conocimiento. No tardó mucho en abrir los ojos y decirme:
-¡Fue increíble!
Mi polla se había puesto morcillona. Bibiana al verla me la volvió a chupar y en nada la puso dura. Volvió a subir encima de mí. Durante unos diez minutos se movió muy despacito, me dio picos. Luego la fue metiendo y sacando centímetro a centímetro. Al final la sacaba hasta la puntita y la volvía a meter cada vez más aprisa. Nos mirábamos en silencio, yo veía a una belleza, ella sabría lo que veía. Viera lo que viera dejó de verlo cuando los ojos se le cerraron y dijo:
-Sabía que contigo sería mágico. ¡Me derritooo!
Se corrió de nuevo, esta vez con su lengua en mi boca y sacudiéndose con fuerza.
Al acabar de correrse, le di la vuelta. Bibiana ya estaba desatada, me preguntó:
-¿Probamos en el culo?
-Te va a doler.
-También me dolía al desvirgarme el coño y después fue genial.
No le iba a decir que no. Además aún no me corriera y su culo era un sitio sin peligro para hacerlo, así que le dije:
-Ponte a cuatro patas.
Se puso a cuatro patas. Sus duras nalgas poco más grandes eran que mis manos. Le pasé la lengua por el ojete al tiempo que la nalgueaba con las palmas de mis manos, sin fuerza, pero cuando dejé de lamer y pasé a follárselo con la punta de la lengua ya estaba más que colorado... La puse tan cachonda que acabo por decirme:
-Tengo unas ganas locas de que me la metas en el culo.
La puse boca arriba y le comí las tetas. Me cabían en la boca. Con ellas dentro le lamía los pezones y luego se las chupaba succionándolas por las areolas. Bibiana no paraba de gemir. Después del tremendo repaso que le di a sus tetas, la cogí por la cintura, la levanté y metí todo su coño en la boca, le clavé la lengua en la vagina y después con ella plana lamí de abajo a arriba hasta que se corrió en mi boca.
Gemía cómo una loca cuando se la acerqué al ojete y se la clavé en el culo. Se mezclaron gritos de dolor y gemidos de placer mientras me corría dentro de ella. Encadenó tres orgasmos seguidos, o era el mismo que se prolongaba, nunca lo supe, ya que volvió a perder el conocimiento y cuando volvió a abrir los ojos y me sonrió con su linda carita de diablesa, no era el momento de preguntárselo.
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