Pero Andrea seguía tendida plácidamente con los ojos cerrados y una carita inocente como de no haber roto un plato en su vida.
Yo no me conformaba con acariciarla y disfrutar de la vista de su culo y de su ano.
Necesitaba más, pero temía ser demasiado brusco y provocar el rechazo de Andrea, así que mis neuronas empezaron a trabajar a contra-reloj y se me ocurrió la estratagema siguiente.
Dejé caer un buen chorro de crema justo entre sus nalgas que poco a poco se fue escurriendo hacia abajo entre sus glúteos y lancé una exclamación de disgusto.
- ¡Oh, se me ha ido la mano!, exclamé.
- ¿Que pasa?, preguntó Andrea.
- Que ha salido crema de más y se ha escurrido entre los muslos.
Empina el culo un poco que la recojo.
Para mi sorpresa Andrea hizo lo que le pedí y empinó el culito graciosamente preguntándome si valía así.
Le contesté que sí y procurando no hacer brusquedades que pudieran alarmarla, abrí sus glúteos y con el dedo índice de mi mano izquierda empecé a rebañar la crema desde los muslos hasta la espalda.
Ahora tenía frente a mí una vista perfecta de su ano y del comienzo de la rajita de su coño y mi polla, de tanto babear, había empapado mi bañador.
Con mi dedo cubierto de crema me atreví a pasarlo por su ano muy suavemente y no sé si fue producto de mi excitación pero creí oír un leve gemido de Andrea cuando la yema de mi dedo acariciaba su agujerito.
Yo ya no podía parar y me olvidé de la crema para dedicarme a acariciar su ano con mi dedo, sintiendo como Andrea respondía a mis caricias empinando más el culito y dejando su agujerito más expuesto.
Seguí masajeando su sensual orificio haciendo presión en él con la punta de mi dedo y sintiendo como este se relajaba, lo que me animó a presionar más y meter la puntita dentro.
Ya no eran figuraciones mías, Andrea estaba gimiendo y disfrutaba de mis toqueteos. Por eso me bajé el bañador, tomé su mano y la puse sobre mi polla. Andrea no retiró la mano, aunque tampoco hizo nada más, se limitó a rodearla con sus dedos y quedarse así.
Estábamos en un punto en que los dos deseábamos lo que hacíamos, así que embadurné bien mi dedo de crema y puse más en su ano y mientras con mi mano derecha abría sus nalgas, introduje muy despacio el dedo en su agujero que estaba muy distendido y no ofrecía resistencia.
Cuando había metido casi la mitad sentí como su esfínter se cerraba y me aprisionaba el dedo y dejé de empujar. Así, con mi dedo dentro de Andrea, con mi mano derecha rodeé la suya que seguía agarrada a mi polla y empecé a moverla suavemente de delante a atrás para indicarle como tenía que hacer para masturbarme, pero en cuanto solté su mano ella dejó de moverla, lo que interpreté como que no había entendido mis mudas indicaciones.
Entretanto ya se había relajado de nuevo su ojete y volví a empujar despacio hasta conseguir meterle las tres cuartas partes del dedo. Me sorprendió la facilidad con que mi dedo entró en su ano, pero el masaje, la crema y la excitación que Andrea tenía, junto a que tengo los dedos muy delgados, contribuyeron a que la penetración fuera sumamente fácil y sin molestias para ella.
Así penetrada empecé a moverlo adentro y afuera pero sin llegar a desplazarlo para no irritar su ano que yo presentía virgen y delicado. Le pregunté:
- ¿Te gusta?
- ¡Siiiii!, hazlo despacio, me contestó.
- ¿Has visto como la tengo? Mi verga se muere por follarte.
Ella no me respondió, sólo abrió los ojos, miró mi miembro sujeto por su mano como constatando mi afirmación y me dedicó una leve sonrisa para seguidamente volver a cerrarlos y concentrarse en su propio placer.
Andrea ya no disimulaba su excitación, gemía de placer y movía su pelvis ligeramente intentando acrecentar el placer que mi dedo le estaba proporcionando.
Pero una vez disipados todos los temores de rechazo por su parte, yo quería algo más, así que fui sacando mi dedo de su ano lentamente, sintiendo la suavidad de su agujero cerrarse a medida que mi dedo salía.
Cuando lo hube sacado del todo le di unos suaves masajes justo en el agujerito para acto seguido abrir sus nalgas todo lo que pude, hasta que su ano se abrió ligeramente y hundí mi cara entre sus glúteos metiendo mi lengua en su agujero.
Andrea se estremeció y volvió a gemir de manera ostensible cuando mi lengua empezó a follarla por el culo.
Con mis dos manos sobre sus nalgas las mantenía abiertas todo lo que se podía y empujaba con mi lengua al máximo para que le llegara lo más dentro posible y notaba que Andrea estaba gozando como una verdadera perrita, pues sacaba el culito al encuentro de mi lengua, señal de que deseaba que la penetrara hasta el fondo.
No pude resistirme, tenía que ver su trasero con las nalgas abiertas, así que saqué la lengua de su ojete y me retiré un poco manteniendo sus glúteos separados para ver su ano y lo que vi me maravilló. Su ano no se había cerrado del todo, quedaba abierto un agujerito por el que se hubiera podido meter holgadamente un bolígrafo.
Me quedé contemplando esa excitante vista hasta que sus pliegues volvieron a cerrarse y entonces fijé la mirada en el perineo y la parte final de la rajita de su coño, entreabierta por el efecto de mis manos separando sus nalgas.
De nuevo volví a meter mi lengua dentro y reanudé la penetración procurando que mi lengua entrara y saliera en todo su recorrido sabiendo que el roce de la misma con el interior de su ano le proporcionaba un gran placer, que ella exteriorizaba con gemidos y movimientos de su pelvis que contribuían a que mi lengua profundizara más dentro de ella. Pero yo también tenía ya ganas de aliviar la tensión de mi polla y quería correrme y pensé que lo mejor era acelerar su orgasmo.
Sin dejar de comerle el culo deslicé mi mano izquierda por su entrepierna, de manera que mi dedo medio iba abriendo sus labios a medida que avanzaba hacia su clítoris. Estaba empapada. Sus juguitos se desbordaban a través de su rajita y mojaban mi mano que no tenía dificultad para avanzar hasta su botoncito, ya que Andrea elevó el culito lo suficiente para que mi mano pudiera entrar entre su coñito y el sofá.
Sentí en la yema de mi dedo la protuberancia de su clítoris cubierto por el pliegue del capuchón que lo guardaba como un pequeño tesoro, y empecé a masturbarla despacio y con mucha suavidad a la vez que con la lengua le comía el ano.
Ella debía estar en la gloria pues no dejaba de gemir y de exhalar pequeños suspiros a la par que movía su pelvis acompasando sus movimientos a los de mis dedos.
Aún sabiendo cual sería la respuesta le pregunté:
- ¿Te gusta lo que te hago?
- Me gusta mucho, me respondió con la voz entrecortada.
Su respuesta me excitó aún más y seguí masturbándola y metiéndole la lengua en el ano aumentando el ritmo y ella, que había empezado a jadear y a emitir grititos de placer, aceleró sus movimientos, que ya sin disimulo alguno, frotaban su clítoris con mis dedos en la búsqueda del orgasmo que tanto deseaba. Se podría decir que yo la follaba por el culo y ella se follaba mi mano.
Seguimos así unos instantes más y Andrea tensó todo su cuerpo, apretó su coñito contra mi mano como si le fuera la vida en ello y empezó a jadear y a gemir mientras un estremecimiento la recorría de la cabeza a los pies.
Sentí su orgasmo en mi mano y en mi lengua. Su vagina palpitaba y su ano se abría y cerraba aprisionando mi lengua al ritmo de los espasmos que la estremecían.
Poco a poco las contracciones de su chochito y de su ano se fueron espaciando hasta que desaparecieron y Andrea se relajó y en su cara se dibujó una preciosa sonrisa de felicidad.
Yo ya había sacado la lengua de su culo pero seguía con mi mano bajo su coño y al intentar retirarla ella se estremeció y me dijo con una vocecilla apenas audible:
- ¡Despacio, despacio!
Entendí que tenía la vagina hipersensible, ahuecó el bajo vientre y saqué mi mano con suma delicadeza para no importunarla en el nirvana que parecía encontrarse.
Me quedé contemplándola tumbada en el sofá, completamente desnuda y con los ojos cerrados.
Estaba preciosa.
Yo tenía mi polla agarrada con la mano y me la estaba sobando para aplacar mi calentura, pero lo que yo quería era follarme a Andrea.
Pensé que si ya no era virgen no habría problemas. Aunque no tenía condones, ya que mi pareja toma la píldora, al día siguiente podría comprar la píldora del día después.
Pero si Andrea era virgen no me la follaría, no quería que su primera relación con un hombre y habiéndome ofrecido su virginidad a mí, la recordara como algo traumático o doloroso.
Estaba en esas disquisiciones cuando Andrea abrió los ojos y me sonrió a la par que miraba el meneo que le estaba dando a mi polla.
Yo le devolví la sonrisa y le dije que se diera la vuelta. Ella obediente lo hizo y quedó tendida boca arriba con sus preciosos pechos y su monte de Venus mostrándolos sin pudor alguno.
En ese momento supe que ella pensaba que iba a follarla.
Sin embargo lo que hice fue subirme al sofá y ponerme de rodillas a horcajadas sobre ella apuntando mi verga a su cara.
Puse un cojín bajo su cabeza para que tuviera una buena vista, tomé sus manos y las llevé hasta rodear mi miembro. Ella se dejaba hacer y con las dos manos alrededor de mi pene empezó a moverlas guiadas por las mías en un movimiento de atrás a adelante enseñándola como tenía que hacer para masturbarme.
A pesar de no hacerlo bien por su inexperiencia, a mí me sabía a gloria que Andrea me estuviera haciendo una paja y le dije que no parara de meneármela hasta que yo se lo dijera y ella obediente, me frotaba la polla mirando embelesada el juguete que tenía entre sus manos.
Yo estaba tan excitado, que a pesar de la torpeza de Andrea, que llevaba un ritmo irregular, bastaron unos cuantos movimientos más de sus manos sobre mi verga para correrme, escupiendo el semen que llevaba un buen rato pugnando por salir y salpicando sus pechos y cara.
Ella se detuvo un instante sin saber bien que era lo que estaba pasando y como la apremié a que siguiera lo hizo con más ahínco aún, sacándome hasta la última gota de leche de los huevos.
Mi semen había salpicado a Andrea en su pecho y también un pequeño chorrito le había caído en la cara. Con mi dedo retiré el semen de su cara y le pregunté:
- ¿Sabes lo que es?
- Es el semen, ¿verdad?, me contestó.
Le dije que sí mientras con mi pene extendía el que tenía sobre el pecho hasta cubrir con él sus pezoncitos y se los masajeaba con el glande.
- También se le llama leche por el color, añadí.
- Ya lo sé, los chicos lo llaman así.
Ella miraba sin saber que era lo que estaba haciendo ni para qué, pero a mí me daba un morbo tremendo embadurnar sus tetas con mi leche.
- ¿Te lo hacen mejor tus amiguillos del instituto o yo?, le pregunté.
- ¿Qué dices?, me contestó, - Yo no tengo “amiguillos” y no hago estas cosas con nadie.
- Pensé que ya habías tenido relaciones, entonces ¿eres virgen?
- Por supuesto, es la primera vez que hago esto con alguien, contestó medio ofendida.
Me sentí afortunado por haber sido el primero en gozar de Andrea y también me alegré de no haberla penetrado. Le dije que no se moviera y fui al baño a por papel higiénico para limpiarla.
Lo hice delicadamente mientras ella observaba con atención y cuando hube acabado acerqué mis labios a su pezones y los besé y mordisqueé mientras ella se dejaba hacer.
Me senté en el borde del sofá y empecé a juguetear con mis dedos en su vello púbico. Le pregunté:
- Tú me pediste que te untara crema para esto, ¿verdad?
- No pensaba que haríamos tanto, yo sólo quería excitarme y masturbarme después.
- Pero te alegras que lo hayamos hecho, ¿no?
- Claro que sí, ha sido muy agradable.
Algunas compañeras que han hecho sexo con chicos cuentan que no se lo pasaron bien, que les dolió y que ellos van a lo suyo.
- Bueno, yo no te he penetrado pero también podemos pasarlo muy bien estas vacaciones. Te aseguro que vas a aprender cosas que ni sabes que existen. Ya lo verás.
- No creas que soy tonta, sé lo que se hace, además, algunas veces os he visto a mi madre y a ti haciendo el amor.
- ¿De verdad?
- Si. Muchas veces dejáis la puerta de la habitación abierta y se os ve desde el pasillo y a mi madre se la oye gritar cuando se corre.
- Ya le digo que procure contenerse pero dice que lo hace sin darse cuenta. ¿Y qué hacías tú?
- Os miraba un ratito y me iba a mi habitación a masturbarme. Un día tú estabas tumbado boca arriba y mi madre estaba encima de tí, dando la espalda al pasillo. Al principio no se veía muy bien pero cuando mi madre se inclinó sobre tí se veía perfectamente como entraba y salía tu pene de su sexo.
- Si te pregunto algo, ¿me vas a contestar la verdad?
- ¿Qué quieres saber?
- ¿Tienes algún “juguete” para cuando te masturbas?
Andrea se ruborizó y yo, viendo su azoramiento, le dije:
- Si no quieres no me lo digas, pero después de lo que acabamos de hacer no vamos a tener vergüenza el uno del otro. Tu madre y yo también tenemos juguetes sexuales.
Entonces, con una vocecilla apenas audible Andrea respondió:
- Ya los he visto, yo tengo un “rotu”.
- ¿Un “rotu”? Quieres decir un rotulador, ¿no?
Ella asintió con la cabeza y yo le dije:
- Anda, vámonos a la cama que estaremos más cómodos y me lo enseñas.
Yo no me conformaba con acariciarla y disfrutar de la vista de su culo y de su ano.
Necesitaba más, pero temía ser demasiado brusco y provocar el rechazo de Andrea, así que mis neuronas empezaron a trabajar a contra-reloj y se me ocurrió la estratagema siguiente.
Dejé caer un buen chorro de crema justo entre sus nalgas que poco a poco se fue escurriendo hacia abajo entre sus glúteos y lancé una exclamación de disgusto.
- ¡Oh, se me ha ido la mano!, exclamé.
- ¿Que pasa?, preguntó Andrea.
- Que ha salido crema de más y se ha escurrido entre los muslos.
Empina el culo un poco que la recojo.
Para mi sorpresa Andrea hizo lo que le pedí y empinó el culito graciosamente preguntándome si valía así.
Le contesté que sí y procurando no hacer brusquedades que pudieran alarmarla, abrí sus glúteos y con el dedo índice de mi mano izquierda empecé a rebañar la crema desde los muslos hasta la espalda.
Ahora tenía frente a mí una vista perfecta de su ano y del comienzo de la rajita de su coño y mi polla, de tanto babear, había empapado mi bañador.
Con mi dedo cubierto de crema me atreví a pasarlo por su ano muy suavemente y no sé si fue producto de mi excitación pero creí oír un leve gemido de Andrea cuando la yema de mi dedo acariciaba su agujerito.
Yo ya no podía parar y me olvidé de la crema para dedicarme a acariciar su ano con mi dedo, sintiendo como Andrea respondía a mis caricias empinando más el culito y dejando su agujerito más expuesto.
Seguí masajeando su sensual orificio haciendo presión en él con la punta de mi dedo y sintiendo como este se relajaba, lo que me animó a presionar más y meter la puntita dentro.
Ya no eran figuraciones mías, Andrea estaba gimiendo y disfrutaba de mis toqueteos. Por eso me bajé el bañador, tomé su mano y la puse sobre mi polla. Andrea no retiró la mano, aunque tampoco hizo nada más, se limitó a rodearla con sus dedos y quedarse así.
Estábamos en un punto en que los dos deseábamos lo que hacíamos, así que embadurné bien mi dedo de crema y puse más en su ano y mientras con mi mano derecha abría sus nalgas, introduje muy despacio el dedo en su agujero que estaba muy distendido y no ofrecía resistencia.
Cuando había metido casi la mitad sentí como su esfínter se cerraba y me aprisionaba el dedo y dejé de empujar. Así, con mi dedo dentro de Andrea, con mi mano derecha rodeé la suya que seguía agarrada a mi polla y empecé a moverla suavemente de delante a atrás para indicarle como tenía que hacer para masturbarme, pero en cuanto solté su mano ella dejó de moverla, lo que interpreté como que no había entendido mis mudas indicaciones.
Entretanto ya se había relajado de nuevo su ojete y volví a empujar despacio hasta conseguir meterle las tres cuartas partes del dedo. Me sorprendió la facilidad con que mi dedo entró en su ano, pero el masaje, la crema y la excitación que Andrea tenía, junto a que tengo los dedos muy delgados, contribuyeron a que la penetración fuera sumamente fácil y sin molestias para ella.
Así penetrada empecé a moverlo adentro y afuera pero sin llegar a desplazarlo para no irritar su ano que yo presentía virgen y delicado. Le pregunté:
- ¿Te gusta?
- ¡Siiiii!, hazlo despacio, me contestó.
- ¿Has visto como la tengo? Mi verga se muere por follarte.
Ella no me respondió, sólo abrió los ojos, miró mi miembro sujeto por su mano como constatando mi afirmación y me dedicó una leve sonrisa para seguidamente volver a cerrarlos y concentrarse en su propio placer.
Andrea ya no disimulaba su excitación, gemía de placer y movía su pelvis ligeramente intentando acrecentar el placer que mi dedo le estaba proporcionando.
Pero una vez disipados todos los temores de rechazo por su parte, yo quería algo más, así que fui sacando mi dedo de su ano lentamente, sintiendo la suavidad de su agujero cerrarse a medida que mi dedo salía.
Cuando lo hube sacado del todo le di unos suaves masajes justo en el agujerito para acto seguido abrir sus nalgas todo lo que pude, hasta que su ano se abrió ligeramente y hundí mi cara entre sus glúteos metiendo mi lengua en su agujero.
Andrea se estremeció y volvió a gemir de manera ostensible cuando mi lengua empezó a follarla por el culo.
Con mis dos manos sobre sus nalgas las mantenía abiertas todo lo que se podía y empujaba con mi lengua al máximo para que le llegara lo más dentro posible y notaba que Andrea estaba gozando como una verdadera perrita, pues sacaba el culito al encuentro de mi lengua, señal de que deseaba que la penetrara hasta el fondo.
No pude resistirme, tenía que ver su trasero con las nalgas abiertas, así que saqué la lengua de su ojete y me retiré un poco manteniendo sus glúteos separados para ver su ano y lo que vi me maravilló. Su ano no se había cerrado del todo, quedaba abierto un agujerito por el que se hubiera podido meter holgadamente un bolígrafo.
Me quedé contemplando esa excitante vista hasta que sus pliegues volvieron a cerrarse y entonces fijé la mirada en el perineo y la parte final de la rajita de su coño, entreabierta por el efecto de mis manos separando sus nalgas.
De nuevo volví a meter mi lengua dentro y reanudé la penetración procurando que mi lengua entrara y saliera en todo su recorrido sabiendo que el roce de la misma con el interior de su ano le proporcionaba un gran placer, que ella exteriorizaba con gemidos y movimientos de su pelvis que contribuían a que mi lengua profundizara más dentro de ella. Pero yo también tenía ya ganas de aliviar la tensión de mi polla y quería correrme y pensé que lo mejor era acelerar su orgasmo.
Sin dejar de comerle el culo deslicé mi mano izquierda por su entrepierna, de manera que mi dedo medio iba abriendo sus labios a medida que avanzaba hacia su clítoris. Estaba empapada. Sus juguitos se desbordaban a través de su rajita y mojaban mi mano que no tenía dificultad para avanzar hasta su botoncito, ya que Andrea elevó el culito lo suficiente para que mi mano pudiera entrar entre su coñito y el sofá.
Sentí en la yema de mi dedo la protuberancia de su clítoris cubierto por el pliegue del capuchón que lo guardaba como un pequeño tesoro, y empecé a masturbarla despacio y con mucha suavidad a la vez que con la lengua le comía el ano.
Ella debía estar en la gloria pues no dejaba de gemir y de exhalar pequeños suspiros a la par que movía su pelvis acompasando sus movimientos a los de mis dedos.
Aún sabiendo cual sería la respuesta le pregunté:
- ¿Te gusta lo que te hago?
- Me gusta mucho, me respondió con la voz entrecortada.
Su respuesta me excitó aún más y seguí masturbándola y metiéndole la lengua en el ano aumentando el ritmo y ella, que había empezado a jadear y a emitir grititos de placer, aceleró sus movimientos, que ya sin disimulo alguno, frotaban su clítoris con mis dedos en la búsqueda del orgasmo que tanto deseaba. Se podría decir que yo la follaba por el culo y ella se follaba mi mano.
Seguimos así unos instantes más y Andrea tensó todo su cuerpo, apretó su coñito contra mi mano como si le fuera la vida en ello y empezó a jadear y a gemir mientras un estremecimiento la recorría de la cabeza a los pies.
Sentí su orgasmo en mi mano y en mi lengua. Su vagina palpitaba y su ano se abría y cerraba aprisionando mi lengua al ritmo de los espasmos que la estremecían.
Poco a poco las contracciones de su chochito y de su ano se fueron espaciando hasta que desaparecieron y Andrea se relajó y en su cara se dibujó una preciosa sonrisa de felicidad.
Yo ya había sacado la lengua de su culo pero seguía con mi mano bajo su coño y al intentar retirarla ella se estremeció y me dijo con una vocecilla apenas audible:
- ¡Despacio, despacio!
Entendí que tenía la vagina hipersensible, ahuecó el bajo vientre y saqué mi mano con suma delicadeza para no importunarla en el nirvana que parecía encontrarse.
Me quedé contemplándola tumbada en el sofá, completamente desnuda y con los ojos cerrados.
Estaba preciosa.
Yo tenía mi polla agarrada con la mano y me la estaba sobando para aplacar mi calentura, pero lo que yo quería era follarme a Andrea.
Pensé que si ya no era virgen no habría problemas. Aunque no tenía condones, ya que mi pareja toma la píldora, al día siguiente podría comprar la píldora del día después.
Pero si Andrea era virgen no me la follaría, no quería que su primera relación con un hombre y habiéndome ofrecido su virginidad a mí, la recordara como algo traumático o doloroso.
Estaba en esas disquisiciones cuando Andrea abrió los ojos y me sonrió a la par que miraba el meneo que le estaba dando a mi polla.
Yo le devolví la sonrisa y le dije que se diera la vuelta. Ella obediente lo hizo y quedó tendida boca arriba con sus preciosos pechos y su monte de Venus mostrándolos sin pudor alguno.
En ese momento supe que ella pensaba que iba a follarla.
Sin embargo lo que hice fue subirme al sofá y ponerme de rodillas a horcajadas sobre ella apuntando mi verga a su cara.
Puse un cojín bajo su cabeza para que tuviera una buena vista, tomé sus manos y las llevé hasta rodear mi miembro. Ella se dejaba hacer y con las dos manos alrededor de mi pene empezó a moverlas guiadas por las mías en un movimiento de atrás a adelante enseñándola como tenía que hacer para masturbarme.
A pesar de no hacerlo bien por su inexperiencia, a mí me sabía a gloria que Andrea me estuviera haciendo una paja y le dije que no parara de meneármela hasta que yo se lo dijera y ella obediente, me frotaba la polla mirando embelesada el juguete que tenía entre sus manos.
Yo estaba tan excitado, que a pesar de la torpeza de Andrea, que llevaba un ritmo irregular, bastaron unos cuantos movimientos más de sus manos sobre mi verga para correrme, escupiendo el semen que llevaba un buen rato pugnando por salir y salpicando sus pechos y cara.
Ella se detuvo un instante sin saber bien que era lo que estaba pasando y como la apremié a que siguiera lo hizo con más ahínco aún, sacándome hasta la última gota de leche de los huevos.
Mi semen había salpicado a Andrea en su pecho y también un pequeño chorrito le había caído en la cara. Con mi dedo retiré el semen de su cara y le pregunté:
- ¿Sabes lo que es?
- Es el semen, ¿verdad?, me contestó.
Le dije que sí mientras con mi pene extendía el que tenía sobre el pecho hasta cubrir con él sus pezoncitos y se los masajeaba con el glande.
- También se le llama leche por el color, añadí.
- Ya lo sé, los chicos lo llaman así.
Ella miraba sin saber que era lo que estaba haciendo ni para qué, pero a mí me daba un morbo tremendo embadurnar sus tetas con mi leche.
- ¿Te lo hacen mejor tus amiguillos del instituto o yo?, le pregunté.
- ¿Qué dices?, me contestó, - Yo no tengo “amiguillos” y no hago estas cosas con nadie.
- Pensé que ya habías tenido relaciones, entonces ¿eres virgen?
- Por supuesto, es la primera vez que hago esto con alguien, contestó medio ofendida.
Me sentí afortunado por haber sido el primero en gozar de Andrea y también me alegré de no haberla penetrado. Le dije que no se moviera y fui al baño a por papel higiénico para limpiarla.
Lo hice delicadamente mientras ella observaba con atención y cuando hube acabado acerqué mis labios a su pezones y los besé y mordisqueé mientras ella se dejaba hacer.
Me senté en el borde del sofá y empecé a juguetear con mis dedos en su vello púbico. Le pregunté:
- Tú me pediste que te untara crema para esto, ¿verdad?
- No pensaba que haríamos tanto, yo sólo quería excitarme y masturbarme después.
- Pero te alegras que lo hayamos hecho, ¿no?
- Claro que sí, ha sido muy agradable.
Algunas compañeras que han hecho sexo con chicos cuentan que no se lo pasaron bien, que les dolió y que ellos van a lo suyo.
- Bueno, yo no te he penetrado pero también podemos pasarlo muy bien estas vacaciones. Te aseguro que vas a aprender cosas que ni sabes que existen. Ya lo verás.
- No creas que soy tonta, sé lo que se hace, además, algunas veces os he visto a mi madre y a ti haciendo el amor.
- ¿De verdad?
- Si. Muchas veces dejáis la puerta de la habitación abierta y se os ve desde el pasillo y a mi madre se la oye gritar cuando se corre.
- Ya le digo que procure contenerse pero dice que lo hace sin darse cuenta. ¿Y qué hacías tú?
- Os miraba un ratito y me iba a mi habitación a masturbarme. Un día tú estabas tumbado boca arriba y mi madre estaba encima de tí, dando la espalda al pasillo. Al principio no se veía muy bien pero cuando mi madre se inclinó sobre tí se veía perfectamente como entraba y salía tu pene de su sexo.
- Si te pregunto algo, ¿me vas a contestar la verdad?
- ¿Qué quieres saber?
- ¿Tienes algún “juguete” para cuando te masturbas?
Andrea se ruborizó y yo, viendo su azoramiento, le dije:
- Si no quieres no me lo digas, pero después de lo que acabamos de hacer no vamos a tener vergüenza el uno del otro. Tu madre y yo también tenemos juguetes sexuales.
Entonces, con una vocecilla apenas audible Andrea respondió:
- Ya los he visto, yo tengo un “rotu”.
- ¿Un “rotu”? Quieres decir un rotulador, ¿no?
Ella asintió con la cabeza y yo le dije:
- Anda, vámonos a la cama que estaremos más cómodos y me lo enseñas.
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