Mi nombre es Iris y os voy a relatar el hecho que me sucedió hace unos meses :
Empezaba por aquel entonces a trabajar como profesora en un instituto del barrio barcelonés de Gracia. Me dirigía como los últimos 4 días a la parada del autobús, allí coincidí con una señora de unos 50 años y un chico de más o menos mi edad, unos 25.
Al llegar el bus vi que estaba lleno a rebosar, solo se bajaron dos personas y éramos 3 que subíamos, con lo cual la cosa iba de mal en peor. Como pude validé el billete y me agarré a un poste de sujeción. Conforme avanzábamos en nuestro trayecto y se bajaba gente, los de la entrada nos desplazábamos hasta la mitad del vehículo para dar cabida a los demás. Estábamos embutidos y quedé encajonada en la zona reservada para los minusválidos y los carritos de bebés. Podía ver de frente a una señora sentada, de unos cuarenta años, que me izo un gesto con la cara en referencia a lo apretada que me veía…cuando de repente una oleada de unos 5 viajeros pugnaba por entrar desplazando a todos los demás. Tenía a la señora delante, el chico de la parada detrás apretado contra mí, a la derecha el cristal de la ventana y a la izquierda un mastodonte de unos dos metros que no me dejaba ver a nadie más del autobús.
Desde hacía alrededor de un minuto notaba presión por parte del viajero que tenía detrás, me imaginaba que como todo el mundo. Pero algo fuera de lo normal me sacó de mi estado de resignación y es que algo empezó a moverse y era la mano del chico que tenía a mi espalda que se había posado en mi cintura. Di un respingo y me coloqué erguida dándole a entender que me había dado cuenta, cosa que llamó la atención de la señora que tenía sentada frente a mí.
Con los ojos como platos yo miraba a la señora y ella me miraba a mí, sus ojos azules que contrastaban con su melena negra me juzgaban. Nadie veía nada, salvo ella, yo y por supuesto él. Mientras con su mirada inquisidora me acuchillaba, el pervertido había empezado a masajear mi vientre! Los dos o tres segundos que nos miramos la señora y yo debieron servirle al chico como aprobación puesto que lejos de cesar cada vez me sobaba más hasta el punto de colar una mano, consiguiendo sacar la blusa negra de la prisión que ejercía la falda.
Coló una mano por debajo de la blusa y ahora era el contacto con mi piel lo que su experimentada mano recorría a la vez que sentía crecer el bulto de su entrepierna en mi trasero. Me deshice en un suspiro cuando su mano alcanzó la copa del sostén que cubría mi pecho.
Nuestra observadora no perdía detalle, atónita. Él pugnaba por colar su mano bajo la tela del sujetador y haciendo que las tiras de este se estirasen hasta doler un poco lo hizo. Alcanzó mi pecho y su caricia de decidida y segura pasó a ser de lo más suave. Como si se tratase de un códice sagrado acariciaba mi piel, mi seno que empezaba a endurecerse. Me estaba excitando, no lo puede parar en su momento y estaba a su merced entonces. Incliné el cuello hacia delante para recrearme en las sensaciones, estaba en trance.
Me sacó de mi estado su nuevo gesto, otra mano. Pensé que no podía ser verdad, pensé en qué iba a hacer ahora cogiendo la tela de mi falda que me llegaba a unos 5 centímetros de la rodilla y tirando de ella hacia arriba. Con habilidosos movimientos convirtió mi falda en una minifalda subiéndola casi hasta mis caderas. Entonces se apoderó de mí un halo de excitación y miedo al sentir lo que sentí. Rozó en mi muslo izquierdo lo que yo pensé que no podía ser. Había sacado su pene con anterioridad y ahora me lo mostraba, lo sentía.
Con la mano que mancilló mi falda se encaminó a mi entrepierna, primero acariciando mis ingles, luego mi pubis por encima de la tela de las medias. La mirona ahora no miraba mi rostro, su mirada se perdía en el pene del chico y en las caricias que éste me daba. Mi vagina se endurecía también, pensé que seguro estaba empezando a mojarme.
De mis pensamientos me sacó el pellizco que sentí de ese hombre. Mientras seguía con una mano en mi pecho, yo sujetándome a la barra y con la otra sujetando mi cartera…él con un gesto seco pellizcó mis medias a la altura de mi entrepierna haciendo que éstas rompieran dejando a su placer mi siguiente prenda. Con las medias rotas y mi tanga a la vista busqué la mirada de nuestra observadora que no perdía detalle de lo nuestro mientras se mordía el labio inferior absorta en la visión.
-Ahh! Recuerdo haber dejado escapar un suspiro al sentir sus dedos bajo la tela del tanga acariciarme el bello púbico, peinando con sus habilidosas falanges hasta llegar a mis labios mayores. La señora, tapada por una carpeta había dirigido su mano al interior de su blusa y ahora acariciaba su pecho pensando que era el hombre que tenía a mis espaldas quien se lo hacía. Mi violador me tenía fuera de mí, mire a mi alrededor y nadie percibía nada, ni si quiera el mastodonte que nos daba la espalda y nos tapaba. Él dejaba caer su aliento en mi nuca mientras yo iba su encuentro con mi cabeza y empezaba a mover mis caderas acompañando sus movimientos.
Con un leve pero seguro movimiento apartó la tela que cubría mi sexo dejando mi secreto expuesto a nuestra mirona.
De repente un bache alteró mi situación haciendo que soltara la barra de sujeción y me apoyara más abajo. Ahí sentí su pene rozar mis labios muy húmedos ya por el bamboleo de sus caricias. Mordía mi cuello, pellizcaba mis pezones y ahora paseaba por mi sexo con su falo, resbalando con mi flujo y sujetando la cabeza de su pene con la mano que antes acariciaba mi sexo. Sentía su bello púbico y su vientre en mis nalgas en el momento en que se retiro levemente. Apretó con suavidad mi pecho a la vez que encaminaba la punta del glande en la entrada de mi vagina.
Reparé en que la mano con la que antes me sujetaba a la barra ahora estaba sobre la pierna izquierda de nuestra mirona que lejos de escandalizarse me miró y abrió sus piernas en señal de aprobación. Borracha de lujuria empecé a ascender por la cara interior de sus muslos y… AHHHH
…apresuradamente por la embestida de mi amante que en ese momento me penetraba llegué a tocar su entrepierna por encima de las bragas que llevaba. Su carne me llenaba, sentía como se abría paso dentro de mí con la lentitud de una espada ardiendo en un cubo de mantequilla. Se retiró sin extraer todo su falo para luego volver, recordándome lo que sentía con la primera embestida.
Mi dedo pulgar acariciaba el sexo de la señora que se había inclinado un poco para facilitarme las caricias. El mientras me penetraba acariciaba mi clítoris cuando…
Ahhhgg Ahhh Ahhhh …las penetraciones que sentían eran cortas y secas, habíamos entrado en una carretera asfaltada con adoquines que hacían que el bus percibiera mil 3 o 4 baches por segundo que mi amante trasmitía a mi vagina en forma de embestidas que me volvían loca.
Sí! Sigue, sigue…susurré apunto de llegar al clímax. Él se habituó a los baches e hizo más largas las penetraciones.
Diossss siiiiiii ahhhh …llenándome de su miembro mientras yo arqueaba mi espalda y él me sujetaba los pechos.
Ahhhh escuché de la señora en medio de mi orgasmo que hizo que éste se intensificara por la lujuria del momento. El gemido apagado de la señora dio paso al mío contra el cristal de la ventana haciendo que este se empañara al explotar mi entrepierna empalada en su miembro y por su mano acariciada.
Suavemente acompañaba sus últimas embestidas con mis caderas. Disminuía el ritmo en señal de que lo que hacíamos era dar los últimos respingos de nuestros respectivos orgasmos.
Fue saliendo lentamente de dentro de mí. Acompañado de un espeso semen que por dentro me inundaba. Cayó al suelo dejando testimonio de nuestro encuentro. Acomodé mi tanga mientras que todavía sentía caer su leche por las paredes de mi vagina. Esperaba que el salvaslip lo frenara. Una sonrisa se dibujaba en la cara de nuestra mirona que acomodaba su falda y su blusa. Saqué mi mano de su entrepierna notando sus mieles en mis dedos. Mi violador acomodó mi falda y sacó la mano de mi pecho.
Con las medias rotas y mi interior lleno de semen me dispuse a darme la vuelta.
Él se había ido, el mastodonte de dos metros que nos tapaba volvía a su posición, acababa de dejar pasar a mi violador. No hizo nada para detenerlo.
Me había saltado mi parada, me dispuse a bajar en la siguiente, pidiendo paso al personal no sin antes girarme para observar la mancha de semen que se hallaba en el suelo, mirando después a la voyeur… me dedicó una sonrisa en su cara que dibujaba culpa pero también satisfacción.
Empezaba por aquel entonces a trabajar como profesora en un instituto del barrio barcelonés de Gracia. Me dirigía como los últimos 4 días a la parada del autobús, allí coincidí con una señora de unos 50 años y un chico de más o menos mi edad, unos 25.
Al llegar el bus vi que estaba lleno a rebosar, solo se bajaron dos personas y éramos 3 que subíamos, con lo cual la cosa iba de mal en peor. Como pude validé el billete y me agarré a un poste de sujeción. Conforme avanzábamos en nuestro trayecto y se bajaba gente, los de la entrada nos desplazábamos hasta la mitad del vehículo para dar cabida a los demás. Estábamos embutidos y quedé encajonada en la zona reservada para los minusválidos y los carritos de bebés. Podía ver de frente a una señora sentada, de unos cuarenta años, que me izo un gesto con la cara en referencia a lo apretada que me veía…cuando de repente una oleada de unos 5 viajeros pugnaba por entrar desplazando a todos los demás. Tenía a la señora delante, el chico de la parada detrás apretado contra mí, a la derecha el cristal de la ventana y a la izquierda un mastodonte de unos dos metros que no me dejaba ver a nadie más del autobús.
Desde hacía alrededor de un minuto notaba presión por parte del viajero que tenía detrás, me imaginaba que como todo el mundo. Pero algo fuera de lo normal me sacó de mi estado de resignación y es que algo empezó a moverse y era la mano del chico que tenía a mi espalda que se había posado en mi cintura. Di un respingo y me coloqué erguida dándole a entender que me había dado cuenta, cosa que llamó la atención de la señora que tenía sentada frente a mí.
Con los ojos como platos yo miraba a la señora y ella me miraba a mí, sus ojos azules que contrastaban con su melena negra me juzgaban. Nadie veía nada, salvo ella, yo y por supuesto él. Mientras con su mirada inquisidora me acuchillaba, el pervertido había empezado a masajear mi vientre! Los dos o tres segundos que nos miramos la señora y yo debieron servirle al chico como aprobación puesto que lejos de cesar cada vez me sobaba más hasta el punto de colar una mano, consiguiendo sacar la blusa negra de la prisión que ejercía la falda.
Coló una mano por debajo de la blusa y ahora era el contacto con mi piel lo que su experimentada mano recorría a la vez que sentía crecer el bulto de su entrepierna en mi trasero. Me deshice en un suspiro cuando su mano alcanzó la copa del sostén que cubría mi pecho.
Nuestra observadora no perdía detalle, atónita. Él pugnaba por colar su mano bajo la tela del sujetador y haciendo que las tiras de este se estirasen hasta doler un poco lo hizo. Alcanzó mi pecho y su caricia de decidida y segura pasó a ser de lo más suave. Como si se tratase de un códice sagrado acariciaba mi piel, mi seno que empezaba a endurecerse. Me estaba excitando, no lo puede parar en su momento y estaba a su merced entonces. Incliné el cuello hacia delante para recrearme en las sensaciones, estaba en trance.
Me sacó de mi estado su nuevo gesto, otra mano. Pensé que no podía ser verdad, pensé en qué iba a hacer ahora cogiendo la tela de mi falda que me llegaba a unos 5 centímetros de la rodilla y tirando de ella hacia arriba. Con habilidosos movimientos convirtió mi falda en una minifalda subiéndola casi hasta mis caderas. Entonces se apoderó de mí un halo de excitación y miedo al sentir lo que sentí. Rozó en mi muslo izquierdo lo que yo pensé que no podía ser. Había sacado su pene con anterioridad y ahora me lo mostraba, lo sentía.
Con la mano que mancilló mi falda se encaminó a mi entrepierna, primero acariciando mis ingles, luego mi pubis por encima de la tela de las medias. La mirona ahora no miraba mi rostro, su mirada se perdía en el pene del chico y en las caricias que éste me daba. Mi vagina se endurecía también, pensé que seguro estaba empezando a mojarme.
De mis pensamientos me sacó el pellizco que sentí de ese hombre. Mientras seguía con una mano en mi pecho, yo sujetándome a la barra y con la otra sujetando mi cartera…él con un gesto seco pellizcó mis medias a la altura de mi entrepierna haciendo que éstas rompieran dejando a su placer mi siguiente prenda. Con las medias rotas y mi tanga a la vista busqué la mirada de nuestra observadora que no perdía detalle de lo nuestro mientras se mordía el labio inferior absorta en la visión.
-Ahh! Recuerdo haber dejado escapar un suspiro al sentir sus dedos bajo la tela del tanga acariciarme el bello púbico, peinando con sus habilidosas falanges hasta llegar a mis labios mayores. La señora, tapada por una carpeta había dirigido su mano al interior de su blusa y ahora acariciaba su pecho pensando que era el hombre que tenía a mis espaldas quien se lo hacía. Mi violador me tenía fuera de mí, mire a mi alrededor y nadie percibía nada, ni si quiera el mastodonte que nos daba la espalda y nos tapaba. Él dejaba caer su aliento en mi nuca mientras yo iba su encuentro con mi cabeza y empezaba a mover mis caderas acompañando sus movimientos.
Con un leve pero seguro movimiento apartó la tela que cubría mi sexo dejando mi secreto expuesto a nuestra mirona.
De repente un bache alteró mi situación haciendo que soltara la barra de sujeción y me apoyara más abajo. Ahí sentí su pene rozar mis labios muy húmedos ya por el bamboleo de sus caricias. Mordía mi cuello, pellizcaba mis pezones y ahora paseaba por mi sexo con su falo, resbalando con mi flujo y sujetando la cabeza de su pene con la mano que antes acariciaba mi sexo. Sentía su bello púbico y su vientre en mis nalgas en el momento en que se retiro levemente. Apretó con suavidad mi pecho a la vez que encaminaba la punta del glande en la entrada de mi vagina.
Reparé en que la mano con la que antes me sujetaba a la barra ahora estaba sobre la pierna izquierda de nuestra mirona que lejos de escandalizarse me miró y abrió sus piernas en señal de aprobación. Borracha de lujuria empecé a ascender por la cara interior de sus muslos y… AHHHH
…apresuradamente por la embestida de mi amante que en ese momento me penetraba llegué a tocar su entrepierna por encima de las bragas que llevaba. Su carne me llenaba, sentía como se abría paso dentro de mí con la lentitud de una espada ardiendo en un cubo de mantequilla. Se retiró sin extraer todo su falo para luego volver, recordándome lo que sentía con la primera embestida.
Mi dedo pulgar acariciaba el sexo de la señora que se había inclinado un poco para facilitarme las caricias. El mientras me penetraba acariciaba mi clítoris cuando…
Ahhhgg Ahhh Ahhhh …las penetraciones que sentían eran cortas y secas, habíamos entrado en una carretera asfaltada con adoquines que hacían que el bus percibiera mil 3 o 4 baches por segundo que mi amante trasmitía a mi vagina en forma de embestidas que me volvían loca.
Sí! Sigue, sigue…susurré apunto de llegar al clímax. Él se habituó a los baches e hizo más largas las penetraciones.
Diossss siiiiiii ahhhh …llenándome de su miembro mientras yo arqueaba mi espalda y él me sujetaba los pechos.
Ahhhh escuché de la señora en medio de mi orgasmo que hizo que éste se intensificara por la lujuria del momento. El gemido apagado de la señora dio paso al mío contra el cristal de la ventana haciendo que este se empañara al explotar mi entrepierna empalada en su miembro y por su mano acariciada.
Suavemente acompañaba sus últimas embestidas con mis caderas. Disminuía el ritmo en señal de que lo que hacíamos era dar los últimos respingos de nuestros respectivos orgasmos.
Fue saliendo lentamente de dentro de mí. Acompañado de un espeso semen que por dentro me inundaba. Cayó al suelo dejando testimonio de nuestro encuentro. Acomodé mi tanga mientras que todavía sentía caer su leche por las paredes de mi vagina. Esperaba que el salvaslip lo frenara. Una sonrisa se dibujaba en la cara de nuestra mirona que acomodaba su falda y su blusa. Saqué mi mano de su entrepierna notando sus mieles en mis dedos. Mi violador acomodó mi falda y sacó la mano de mi pecho.
Con las medias rotas y mi interior lleno de semen me dispuse a darme la vuelta.
Él se había ido, el mastodonte de dos metros que nos tapaba volvía a su posición, acababa de dejar pasar a mi violador. No hizo nada para detenerlo.
Me había saltado mi parada, me dispuse a bajar en la siguiente, pidiendo paso al personal no sin antes girarme para observar la mancha de semen que se hallaba en el suelo, mirando después a la voyeur… me dedicó una sonrisa en su cara que dibujaba culpa pero también satisfacción.
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