CAPÍTULO 2 – NOCHE DE SOLTERA
Esa tarde de verano prosiguió con total normalidad. Ambos fumamos, tomamos mate, reímos mucho, nos amamos otro tanto. Ella se veía pletórica. Con frecuencia se enroscaba con el celular, dejando de darme pelota por un rato. Mientras hacía de las suyas con el celular no paraba de sonreír.
No me participaba de lo que fluía en sus conversaciones en el cel. Eso me generaba una ambigüedad brutal, pues estaba totalmente extasiado con la felicidad que aparentaba mi reina, y por otro lado sentía una ansiedad enorme de conocer los detalles de las conversaciones que, en mi cabeza, seguro estaba teniendo con Esteban. Sean honestos colegas cornudos, ¿A ustedes no les pasaría lo mismo?
La conversación con los chongos de mi novia siempre fue un tema aparte en nuestras aventuras cuckold. Ella tenía una forma de encararlas que siempre me desconcertó.
Generalmente no le daba mucha bola, y un día, de repente, pasaba de 0 a 100 en calentura e intensidad de la charla. De ser completos desconocidos a estarle diciendo que le iba a exprimir la pija. De no registrar siquiera al potencial conreador, ni a sus indisimulables ganas de cogerla toda, a estar deseando estar sentada arriba de su pija.
A veces me participaba de las conversaciones, como para tenerme un poquito al tanto de lo que ocurría, y levantar mi temperatura de acuerdo a su voluntad. Con una simple acción, tenía la posibilidad, y habilidad, de hacerme subir y bajar la calentura tal como a ella le provocara la gana.
Es curiosa esa sensación que nos provocan nuestras hotwife cuando están al borde de hacernos crecer los cuernos. Díficil de explicar. Pero como acá tengo tiempo, y ustedes también, voy a hacer el intento.
Aunque hoy existe toda una cultura de la posesión de la pareja, el cuckold plantea un disfrute donde la mayoría padece. Ver a la pareja como un objeto que se posee, y al que nadie más debe tener la posibilidad de acceder, es la norma de hoy en día. Nosotros los cornudos lo entendemos alrevés. Deseamos que nuestra hotwife encuentre el potencial para vivir su sexualidad al máximo. Nosotros estamos para ayudar a cumplir con eso, con extremo ahínco.
¿Recuerdan la primera vez que veían venir la posibilidad cada vez más concreta de que su hotwife los hiciera cornudos? Es como una sabrosa ambigüedad. Como si una avalancha inevitable se viniera encima de nosotros, y que no queremos evitar nos impacte. Es como si buscáramos ese dolor, ese golpe, esa herida. Como si quisiéramos que la avalancha nos lleve puestos y nos arrastre con ella, con la salvedad, de que en ese arrastre, seguro iríamos con la pija recontra parada, vos sabés.
Nos identificamos tanto con nuestro rol cornudo, sumiso, incapaz de satisfacer a una mujer de verdad, que sabemos que nuestro camino es el dolor. Abrazarnos a ese dolor, a esa angustia que genera el no ser suficientes, y transformarlo en el más hermoso de los placeres.
Esa sensación de presión en el pecho al saber que nuestra mujer se decidió a gozar de otra pija. Que está dispuesta a humillarnos, a sentir ese placer extra que implica la extrañeza de aquello que antes estaba prohibido, y que ahora no solo está permitido, sino alentado. PREGUNTAR A MI REINA CÓMO ES EL SENTIR AL METERME LOS CUERNOS
Observábamos un atardecer de lo más romántico en la playa, abrazados, amándonos. Mientras el sol se ocultaba se llevaba con él las resistencias de mi Reina. Lentamente iba a empezar a imaginarse las situaciones que podrían darse esa noche con Esteban, y todo lo divertido que podría hacer. Yo, por mi parte, esperaba justamente eso, que disfrutara toda la noche de una buena verga. Y Esteban sí que la tenía, pero ya habrá lugar para contarles de eso.
Volvimos a la casa y yo ya estaba con la cabeza a doscientos mil por hora. Ella, sin embargo, y como siempre, mantenía una extraña calma. Como si buscara llevarme al límite y que le rogara que fuera a comerse otra pija.
Hasta que decidió comenzar con los aprontes. Se dio una larga ducha, con una fina depilación incluida.
Personalmente, no me hace la diferencia si ella se depila o no para estar conmigo. Para mí, siempre está hermosa y deseable. Sin embargo, el saber que para Esteban sí quiere estar lisita y suave hace que mi diafragma suba a lo máximo, generándome esa sensación de ahogo que, quizás, solo los cornudos conocemos. Como una mezcla de temor de perder lo nuestro, pero excitación de sabernos no dignos.
Y no siendo digno, la única forma de que ella siga eligiéndome es ser lo más servil posible. Hacerla sentir una comodidad que no pueda encontrar en ningún otro lugar, de modo que no quiera renunciar a eso, aunque las pijas de los demás la llenen y hagan sentir plena. Sabe bien que no necesita perderme para que eso siga sucediendo.
Y es que quizás ser una hotwife es la forma máxima de plenitud de una mujer. Tiene para sí toda la comodidad del contexto que le arma el cornudo, sin renunciar al alimento de su narcisismo que provoca el deseo que genera en otros hombres, sin tener que limitar ni un ápice ninguno de los elementos que engrosan la imagen que tiene de sí misma.
Para mí, no existe mujer alguna en la historia que pueda servir de metáfora de lo que una Hotwife potencialmente tiene para sí y su vida. Porque lo que el cornudo puede llegar a desear entregarle del mundo es inabarcable.
Del lado opuesto de la hotwife puede que esté el cornudo, pensándolo bien. Es entregar por completo la emancipación del ser a la voluntad de su Reina. Es renunciar a desear y ser deseado. Es no recibir nada. Es la mínima expresión de lo humano. Increiblemente, genera un efecto narcótico peor que cualquier droga. Nos volvemos adictos a sentirnos lo más pequeño del mundo, rendido a los deseos de nuestras hotwives.
Bue, me fui un poco por las ramas describiendo lo que pienso y siento del Cuckold. Les pido disculpas por eso.
Lo cierto es que cuando salió de la ducha, con ese aroma a noche de verano impregnando el aire a su paso, fue directo para la habitación. Yo, de forma automática, como un robot, salí atrás de ella apurando el paso para no perderme detalles de los aprontes.
En la mayoría de las fantasías de cornudos que conozco, sus esposas se ponen ropas diminutas para ver a sus machos. En el caso de mi Reina, ella sabe muy bien que lo importante siempre será que sus curvas se marquen bien, y la lencería debe cumplir con ese mandato. Para ver a Esteban eligió un conjunto de lencería blanca, suave, con puntillas. Si se acercaba a alguien de frente, el observador iba a ver una bombacha relativamente grande, envolviendo sus caderas y piernas hacia el triángulo hermoso de su concha. Pero si el observador estuviese atrás, iba a ver como esa envoltura de tela de sus caderas se precipitaba rápidamente entre las nalgas redondas de mi reina, señalando el camino.
Parrafo aparte para el soutien. Haciendo juego con la bombacha en todos los sentidos posibles, aprisionaba sus tetas marcándolas con una perfección que seguro generara envidia en la mayoría de las mujeres. Como si estuvieran pidiendo a gritos ser liberadas.
El outfit para el público en la noche elegido fue un short de jean, lo suficientemente corto para no mostrar nada, pero entregando una cantidad ítremenda de evidencia de lo que estaba esperando debajo. El escenario perfecto para observar la perfomance del soutien de mi Reina era esa remera verde ajustada que eligió ponerse.
- R: Bueno mi amor, ya voy saliendo. Me encuentro allá con Seba. Cualquiera cosa te escribo, pero no me esperes despierto si no querés, jaja.
- Yo: Jajajaja, qué guacha que sos. Divertite mucho mi amor. Cualquier cosa me avisás.
Y dándonos un beso sellamos la potencial despedida de nuestro noviazgo. Sí, siempre está presente en la habitación ese riesgo. Es parte de la ambivalencia que nos hace vivir así.
Resolví que iba a empezar una serie esa noche. Por dentro sabía muy bien que no iba a poder concentrarme en nada que no tuviese que ver con la idea de Esteban cogiéndose a mi novia.
Cené algo rápido y me preparé un fernet. A esta altura la serie que estaba en la tele era un mero acompañamiento, mientras yo no dejaba de mirar porno, viendo a mi Reina representada en cada uno de los videos que miraba, uno detrás del otro, pajeándome sin cesar, solo deteniéndome para sufrir aguantándome los orgasmos. Entendía bien que ese sufrimiento era el que me merecía.
Recibí una notificación de Instagram. Era mi novia compartiendo en sus historias, una historia que Esteban había subido a su cuenta. Una selfie sacada desde arriba, donde se veía a mi novia sacando tetas detrás de él en la mesa, con el texto “Tomando una con una linda”.
Los muy hijos de puta le mostraban a todo el mundo en Instagram que estaban tomando una cerveza tranqui. Imaginaba que todo el mundo estaría sacando cuentas de que iban a coger. Ergo, todo el mundo podía sacar la cuenta de que yo era, o al menos iba a ser, tremendo cornudo.
Esa idea me puso furiosamente caliente. Mi pija se puso dura como pocas veces, al tiempo que me pajeaba fuerte, imaginaba que todo el mundo sabía que era cornudo, y que valía muy poco. Y como no merecía nada, tampoco me merecía acabar. Me detuve justo antes de irme en leche. Dolía.
Al rato de eso. Serían más o menos las doce y media de la noche ya.Acompañado de mi porno, y ansioso por saber cómo iba la velada, le escribí un mensaje a ella preguntándole cómo iba la noche.
Demoró muchísimo en responderme. Como si quisiera dejarme flotando en ese suspenso que sabía aumentaba mi calentura.
Cuando al fin llegó la respuesta, algo así como media hora después, el corazón se me detuvo. Era como si alguien hubiese sacado todo el oxígeno del mundo.
“ASÍ”, decía el mensaje que me llegó, con un video adjunto.
Odié los segundos que mi señal de internet me separó de ver lo que mi Reina me estaba regalando.
El video empezaba con un montón de oscuridad y de incertidumbre. Se podía notar que el fondo era una mezcla entre la noche y arena, por lo que deduje que estaba en la playa, desatando miles de fantasías.
La cámara se movió hacia abajo, y enfocó una pija dura y bien recta, no muy larga, pero sí muy ancha. Mi base de datos de pijas que se ha cogido mi novia trajo enseguida la pija de Esteban, y los videos que había visto antes. Todita mojada, señal de que mi Reina ya se la había babeado toda.
De pronto la cámara vuelve a apuntar al frente, y como a unos metros se ve a mi Reina, en cuatro en la arena, aún con el conjunto de ropa interior puesto, aunque se notaba ya bastante desarreglado. Esteban debe haber estado manoseándola un buen rato.
Mientras se iba acercando se veía que tenía la bombacha ya corrida, y que su concha parecía ya abierta y preparadísima.
Se notó que Esteban se arrodilló, apuntó a su concha con la cámara y su pija, y se la enterró bien despacito, como si no quisiera que la cámara se perdiera ningún detalle de cómo empezaba a llenar a mi novia con su pija.
- R: Ooooooouuuhhhhhhhhh.
- E: Shhh Shhh Shh no grites mucho que te van a ir por ahí.
Empezó a cogerla despacio, como sintiéndola toda el tiempo. La concha de mi novia se empezó a mojar cada vez más, y mientras él seguía moviéndose despacio, las caderas de mi Reina empezaron a perder el control. Quería que esa pija la taladrara fuerte y él, con mucha malicia, se lo estaba negando, haciéndola enloquecer. Y haciéndola retorcerse en su pija con tremendo orgasmo.
- E: Mmhhh. Cómo te gusta bebé.
- R: Sí, me encanta tu pija hijo de puta. Jaja
- E: Se te recontra nota putita.
Hubo un movimiento muy brusco en la cámara.
- E: Tomá filmá vos de frente que te voy a dar fuerte como sé que no te dan.
- R: Uyyyyy siiiiiií. Qué ricooo.
Ella extendió su brazo lo más que pudo hacia adelante. Como forma de captar la mayor parte de la escena posible. Puse su otro brazo por debajo de sus tetas, y llevó la cabeza al piso, dejando toda la cola en pompa y a merced de Esteban.
Las manos de Esteban se agarraron fuerte de las caderas y el culo de mi Reina. Como si estuviese a punto de sucederse un temblor, y tuviera que sujetarse para no caer a un abismo.
Segundos después, la primera envestida se sintió en el silenció de la noche. “Plaf”. El sonido de piel con piel. El sonido de un macho alfa dándole a mi Reina lo que yo nunca voy a poder darle.
“PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF” al infinito. Eso empecé a escuchar en mi cabeza. Mi mano seguía el ritmo de las embestidas de Esteban en la concha de mi novia.
Las caras de ella cambiaban todo el tiempo. Hacía muecas cómo si lo que lograban hacerla sentir cada una de las embestidas la sorprendiese. Por algunos segundos, me prestó atención y me dedicó una mirada fija a la cámara. Empezó como mirándome seductoramente, pero los pijazos en la concha no la dejaron concentrar, entonces se acordó que yo era un cornudo, y empezó a reírse. Se rio mucho. Se rió de mí hasta acabarse en la pija de Esteban.
(Continuará)
Esa tarde de verano prosiguió con total normalidad. Ambos fumamos, tomamos mate, reímos mucho, nos amamos otro tanto. Ella se veía pletórica. Con frecuencia se enroscaba con el celular, dejando de darme pelota por un rato. Mientras hacía de las suyas con el celular no paraba de sonreír.
No me participaba de lo que fluía en sus conversaciones en el cel. Eso me generaba una ambigüedad brutal, pues estaba totalmente extasiado con la felicidad que aparentaba mi reina, y por otro lado sentía una ansiedad enorme de conocer los detalles de las conversaciones que, en mi cabeza, seguro estaba teniendo con Esteban. Sean honestos colegas cornudos, ¿A ustedes no les pasaría lo mismo?
La conversación con los chongos de mi novia siempre fue un tema aparte en nuestras aventuras cuckold. Ella tenía una forma de encararlas que siempre me desconcertó.
Generalmente no le daba mucha bola, y un día, de repente, pasaba de 0 a 100 en calentura e intensidad de la charla. De ser completos desconocidos a estarle diciendo que le iba a exprimir la pija. De no registrar siquiera al potencial conreador, ni a sus indisimulables ganas de cogerla toda, a estar deseando estar sentada arriba de su pija.
A veces me participaba de las conversaciones, como para tenerme un poquito al tanto de lo que ocurría, y levantar mi temperatura de acuerdo a su voluntad. Con una simple acción, tenía la posibilidad, y habilidad, de hacerme subir y bajar la calentura tal como a ella le provocara la gana.
Es curiosa esa sensación que nos provocan nuestras hotwife cuando están al borde de hacernos crecer los cuernos. Díficil de explicar. Pero como acá tengo tiempo, y ustedes también, voy a hacer el intento.
Aunque hoy existe toda una cultura de la posesión de la pareja, el cuckold plantea un disfrute donde la mayoría padece. Ver a la pareja como un objeto que se posee, y al que nadie más debe tener la posibilidad de acceder, es la norma de hoy en día. Nosotros los cornudos lo entendemos alrevés. Deseamos que nuestra hotwife encuentre el potencial para vivir su sexualidad al máximo. Nosotros estamos para ayudar a cumplir con eso, con extremo ahínco.
¿Recuerdan la primera vez que veían venir la posibilidad cada vez más concreta de que su hotwife los hiciera cornudos? Es como una sabrosa ambigüedad. Como si una avalancha inevitable se viniera encima de nosotros, y que no queremos evitar nos impacte. Es como si buscáramos ese dolor, ese golpe, esa herida. Como si quisiéramos que la avalancha nos lleve puestos y nos arrastre con ella, con la salvedad, de que en ese arrastre, seguro iríamos con la pija recontra parada, vos sabés.
Nos identificamos tanto con nuestro rol cornudo, sumiso, incapaz de satisfacer a una mujer de verdad, que sabemos que nuestro camino es el dolor. Abrazarnos a ese dolor, a esa angustia que genera el no ser suficientes, y transformarlo en el más hermoso de los placeres.
Esa sensación de presión en el pecho al saber que nuestra mujer se decidió a gozar de otra pija. Que está dispuesta a humillarnos, a sentir ese placer extra que implica la extrañeza de aquello que antes estaba prohibido, y que ahora no solo está permitido, sino alentado. PREGUNTAR A MI REINA CÓMO ES EL SENTIR AL METERME LOS CUERNOS
Observábamos un atardecer de lo más romántico en la playa, abrazados, amándonos. Mientras el sol se ocultaba se llevaba con él las resistencias de mi Reina. Lentamente iba a empezar a imaginarse las situaciones que podrían darse esa noche con Esteban, y todo lo divertido que podría hacer. Yo, por mi parte, esperaba justamente eso, que disfrutara toda la noche de una buena verga. Y Esteban sí que la tenía, pero ya habrá lugar para contarles de eso.
Volvimos a la casa y yo ya estaba con la cabeza a doscientos mil por hora. Ella, sin embargo, y como siempre, mantenía una extraña calma. Como si buscara llevarme al límite y que le rogara que fuera a comerse otra pija.
Hasta que decidió comenzar con los aprontes. Se dio una larga ducha, con una fina depilación incluida.
Personalmente, no me hace la diferencia si ella se depila o no para estar conmigo. Para mí, siempre está hermosa y deseable. Sin embargo, el saber que para Esteban sí quiere estar lisita y suave hace que mi diafragma suba a lo máximo, generándome esa sensación de ahogo que, quizás, solo los cornudos conocemos. Como una mezcla de temor de perder lo nuestro, pero excitación de sabernos no dignos.
Y no siendo digno, la única forma de que ella siga eligiéndome es ser lo más servil posible. Hacerla sentir una comodidad que no pueda encontrar en ningún otro lugar, de modo que no quiera renunciar a eso, aunque las pijas de los demás la llenen y hagan sentir plena. Sabe bien que no necesita perderme para que eso siga sucediendo.
Y es que quizás ser una hotwife es la forma máxima de plenitud de una mujer. Tiene para sí toda la comodidad del contexto que le arma el cornudo, sin renunciar al alimento de su narcisismo que provoca el deseo que genera en otros hombres, sin tener que limitar ni un ápice ninguno de los elementos que engrosan la imagen que tiene de sí misma.
Para mí, no existe mujer alguna en la historia que pueda servir de metáfora de lo que una Hotwife potencialmente tiene para sí y su vida. Porque lo que el cornudo puede llegar a desear entregarle del mundo es inabarcable.
Del lado opuesto de la hotwife puede que esté el cornudo, pensándolo bien. Es entregar por completo la emancipación del ser a la voluntad de su Reina. Es renunciar a desear y ser deseado. Es no recibir nada. Es la mínima expresión de lo humano. Increiblemente, genera un efecto narcótico peor que cualquier droga. Nos volvemos adictos a sentirnos lo más pequeño del mundo, rendido a los deseos de nuestras hotwives.
Bue, me fui un poco por las ramas describiendo lo que pienso y siento del Cuckold. Les pido disculpas por eso.
Lo cierto es que cuando salió de la ducha, con ese aroma a noche de verano impregnando el aire a su paso, fue directo para la habitación. Yo, de forma automática, como un robot, salí atrás de ella apurando el paso para no perderme detalles de los aprontes.
En la mayoría de las fantasías de cornudos que conozco, sus esposas se ponen ropas diminutas para ver a sus machos. En el caso de mi Reina, ella sabe muy bien que lo importante siempre será que sus curvas se marquen bien, y la lencería debe cumplir con ese mandato. Para ver a Esteban eligió un conjunto de lencería blanca, suave, con puntillas. Si se acercaba a alguien de frente, el observador iba a ver una bombacha relativamente grande, envolviendo sus caderas y piernas hacia el triángulo hermoso de su concha. Pero si el observador estuviese atrás, iba a ver como esa envoltura de tela de sus caderas se precipitaba rápidamente entre las nalgas redondas de mi reina, señalando el camino.
Parrafo aparte para el soutien. Haciendo juego con la bombacha en todos los sentidos posibles, aprisionaba sus tetas marcándolas con una perfección que seguro generara envidia en la mayoría de las mujeres. Como si estuvieran pidiendo a gritos ser liberadas.
El outfit para el público en la noche elegido fue un short de jean, lo suficientemente corto para no mostrar nada, pero entregando una cantidad ítremenda de evidencia de lo que estaba esperando debajo. El escenario perfecto para observar la perfomance del soutien de mi Reina era esa remera verde ajustada que eligió ponerse.
- R: Bueno mi amor, ya voy saliendo. Me encuentro allá con Seba. Cualquiera cosa te escribo, pero no me esperes despierto si no querés, jaja.
- Yo: Jajajaja, qué guacha que sos. Divertite mucho mi amor. Cualquier cosa me avisás.
Y dándonos un beso sellamos la potencial despedida de nuestro noviazgo. Sí, siempre está presente en la habitación ese riesgo. Es parte de la ambivalencia que nos hace vivir así.
Resolví que iba a empezar una serie esa noche. Por dentro sabía muy bien que no iba a poder concentrarme en nada que no tuviese que ver con la idea de Esteban cogiéndose a mi novia.
Cené algo rápido y me preparé un fernet. A esta altura la serie que estaba en la tele era un mero acompañamiento, mientras yo no dejaba de mirar porno, viendo a mi Reina representada en cada uno de los videos que miraba, uno detrás del otro, pajeándome sin cesar, solo deteniéndome para sufrir aguantándome los orgasmos. Entendía bien que ese sufrimiento era el que me merecía.
Recibí una notificación de Instagram. Era mi novia compartiendo en sus historias, una historia que Esteban había subido a su cuenta. Una selfie sacada desde arriba, donde se veía a mi novia sacando tetas detrás de él en la mesa, con el texto “Tomando una con una linda”.
Los muy hijos de puta le mostraban a todo el mundo en Instagram que estaban tomando una cerveza tranqui. Imaginaba que todo el mundo estaría sacando cuentas de que iban a coger. Ergo, todo el mundo podía sacar la cuenta de que yo era, o al menos iba a ser, tremendo cornudo.
Esa idea me puso furiosamente caliente. Mi pija se puso dura como pocas veces, al tiempo que me pajeaba fuerte, imaginaba que todo el mundo sabía que era cornudo, y que valía muy poco. Y como no merecía nada, tampoco me merecía acabar. Me detuve justo antes de irme en leche. Dolía.
Al rato de eso. Serían más o menos las doce y media de la noche ya.Acompañado de mi porno, y ansioso por saber cómo iba la velada, le escribí un mensaje a ella preguntándole cómo iba la noche.
Demoró muchísimo en responderme. Como si quisiera dejarme flotando en ese suspenso que sabía aumentaba mi calentura.
Cuando al fin llegó la respuesta, algo así como media hora después, el corazón se me detuvo. Era como si alguien hubiese sacado todo el oxígeno del mundo.
“ASÍ”, decía el mensaje que me llegó, con un video adjunto.
Odié los segundos que mi señal de internet me separó de ver lo que mi Reina me estaba regalando.
El video empezaba con un montón de oscuridad y de incertidumbre. Se podía notar que el fondo era una mezcla entre la noche y arena, por lo que deduje que estaba en la playa, desatando miles de fantasías.
La cámara se movió hacia abajo, y enfocó una pija dura y bien recta, no muy larga, pero sí muy ancha. Mi base de datos de pijas que se ha cogido mi novia trajo enseguida la pija de Esteban, y los videos que había visto antes. Todita mojada, señal de que mi Reina ya se la había babeado toda.
De pronto la cámara vuelve a apuntar al frente, y como a unos metros se ve a mi Reina, en cuatro en la arena, aún con el conjunto de ropa interior puesto, aunque se notaba ya bastante desarreglado. Esteban debe haber estado manoseándola un buen rato.
Mientras se iba acercando se veía que tenía la bombacha ya corrida, y que su concha parecía ya abierta y preparadísima.
Se notó que Esteban se arrodilló, apuntó a su concha con la cámara y su pija, y se la enterró bien despacito, como si no quisiera que la cámara se perdiera ningún detalle de cómo empezaba a llenar a mi novia con su pija.
- R: Ooooooouuuhhhhhhhhh.
- E: Shhh Shhh Shh no grites mucho que te van a ir por ahí.
Empezó a cogerla despacio, como sintiéndola toda el tiempo. La concha de mi novia se empezó a mojar cada vez más, y mientras él seguía moviéndose despacio, las caderas de mi Reina empezaron a perder el control. Quería que esa pija la taladrara fuerte y él, con mucha malicia, se lo estaba negando, haciéndola enloquecer. Y haciéndola retorcerse en su pija con tremendo orgasmo.
- E: Mmhhh. Cómo te gusta bebé.
- R: Sí, me encanta tu pija hijo de puta. Jaja
- E: Se te recontra nota putita.
Hubo un movimiento muy brusco en la cámara.
- E: Tomá filmá vos de frente que te voy a dar fuerte como sé que no te dan.
- R: Uyyyyy siiiiiií. Qué ricooo.
Ella extendió su brazo lo más que pudo hacia adelante. Como forma de captar la mayor parte de la escena posible. Puse su otro brazo por debajo de sus tetas, y llevó la cabeza al piso, dejando toda la cola en pompa y a merced de Esteban.
Las manos de Esteban se agarraron fuerte de las caderas y el culo de mi Reina. Como si estuviese a punto de sucederse un temblor, y tuviera que sujetarse para no caer a un abismo.
Segundos después, la primera envestida se sintió en el silenció de la noche. “Plaf”. El sonido de piel con piel. El sonido de un macho alfa dándole a mi Reina lo que yo nunca voy a poder darle.
“PLAF, PLAF, PLAF, PLAF, PLAF” al infinito. Eso empecé a escuchar en mi cabeza. Mi mano seguía el ritmo de las embestidas de Esteban en la concha de mi novia.
Las caras de ella cambiaban todo el tiempo. Hacía muecas cómo si lo que lograban hacerla sentir cada una de las embestidas la sorprendiese. Por algunos segundos, me prestó atención y me dedicó una mirada fija a la cámara. Empezó como mirándome seductoramente, pero los pijazos en la concha no la dejaron concentrar, entonces se acordó que yo era un cornudo, y empezó a reírse. Se rio mucho. Se rió de mí hasta acabarse en la pija de Esteban.
(Continuará)
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