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Más cuernos de mi mujer

Mi mujer pertenece a una de las fuerzas, ámbitos de cultivo para las infidelidades, y más cuando la mujer es joven y tiene una cola para mordérsela cada cinco minutos como ella, imaginense.
Entre las aventuras que me confesó que tuvo, no podía faltar una con algún compañero de trabajo (fueron más de uno en realidad, pero vamos por parte), y no cualquier colega, sino uno de sus superiores.
El jefe en cuestión era un hombre casado, cerca de los 40, y a quien ella empezó a tirarle onda. Por supuesto, él cayó y de a poco fueron hablando y entrando en confianza, hasta que un día en el turno noche (donde solo está la gente indispensable, por ende son pocos) él la llevó a una oficina libre y se comieron la boca y mandaron mano a morir. A ella le encantó cómo besaba, le calentó y se juró a si misma que se lo cojería.
El sexo no tardó en llegar, pero lo morboso de la situación fue que empezaron a garchar en las oficinas, en las taquillas, donde se pudiera, siempre por la madrugada y muy apasionadamente. Uno de los primeros encuentros fue ahí mismo, en la oficina, donde empiezan a besarse y tocarse, ella le amasa la pija que ya estaba dura, y él le mete la mano bajo la bombachita que ya empezaba a mojarse. A es altura, ella deseaba desesperadamente ser penetrada por ese hombre que tanto la excitaba, para ello se da vuelta y se apoya contra la pared, de pie pero levantado apenas la cola, invitando a que él le baje la tanguita y la haga suya. Él no se hace esperar, se baja el pantalón haciendo saltar su pija a punto de explotar, y así, sin forro, se la puso de una hasta el fondo de la conchita que, mojadísima, no ofreció ninguna resistencia.
Por lo caliente que estaban, no duraron mucho, pero ni falta hacía. Las embestidas de él eran intensas, la tenía apretada contra la pared y ella solo podia aguantar esa pija que le taladraba la conchita, ya empapada, sin cesar, haciéndole llegar al éxtasis, así contra la pared y en horario de trabajo.
Finalmente, recibió la descarga de leche sobre su colita. Se limpió y se acomodó el uniforme. Él por su parte hizo lo mismo, y la besó nuevamente, susurrándole al oído: qué rico cojés pendeja". Ella sabía que esto recién empezaba.
Otra noche transcurrió en las taquillas, un lugar más alejado, ya que las oficinas se presentaban como riesgosas ante los oídos y miradas de los colegas que se encontraban trabajando mientras que el jefe se garchaba a la compañera que todos querían cojer. Como decía, las taquillas se ubican en un lugar más oscuro, menos cómodo, pero eso no importa a la hora de liberar la pasión, las ganas de cojer, de ser cojida por otro que no sea su marido, piensa ella. Primero llega él, ya excitado, pensando en hacerle más cosas que la última vez. Ella aparece, y sin mediar palabra comienzan a besarse. La boca de él es grande, de labios carnosos, y envuelve los de ella de un modo que la lleva al cielo y al deseo de una manera incontrolable. Los uniformes son un escollo, se los quitan. Él la recuesta sobre el piso, besa sus tetas, sus sensibles pezones, y continúa bajando. Ella solita abre sus piernas, y siente esos labios carnosos envolver por completo su conchita, se siente en el cielo. Le acaricia el cabello y suspira, mientras él empapa con su saliva toda la entrepierna, le succiona el clítoris, le lame el contorno de la vagina y chupa, chupa toda esa concha de manera tal que ella acaba de manera sublime.
Ella se siente en deuda, y quiere devolverle el placer. Le agarra la pija con las dos manos, se pone de rodillas, y mirándole a los ojos empieza a lamerle la cabeza de la verga, suavemente, hasta que empieza a succionar y hacerle una paja simultáneamente. Él gime aceleradamente, y ella no para de chuparle la pija ya toda llena de su saliva espesa, y sabiendo que está cerca de acabar, acelera la paja y le acaricia los huevos mientras chupa la cabeza; semejante sexo oral es irresistible y él le acaba toda la leche tibia en la boca, y ella, como pocas veces, se la traga toda, mientras lo mira con una pícara sonrisa de mujer satisfecha.
Luego de varias noches de no encontrar ni lugar ni tiempo para verse, se da el hecho de que por diversas circunstancias, compartirían oficina por una hora. Ambos saben lo que eso significa.
Ni bien se saben a solas, él la toma de la cabeza y le muerde los labios, abre su boca y juega con su lengua. Ella, por su parte, ya no lleva ropa interior, a sabiendas de que eso le calienta a él, y para agilizar la cuestión. Ya excitados a full, la conduce hasta el escritorio, tira las carpetas que se encontraban allí, la recuesta y le baja el pantalòn y descubre que la muy zorrita no lleva bombachita: te gusta la sorpresa?" Le dice, y él, ya ciego de calentura, solo atina a sonreírle y se tira de cabeza a comerle esa conchita que ya es suya, allí, sobre la mesa, a metros de sus colegas, el jefe lame el clítoris de su subordinada mientras le mete dos dedos en la conchita. Ella se resigna a suspirar y disfrutar del sexo oral que tan bien su jefe lo hace, y al cabo de unos minutos, acaba en su boca; esa chupada jamás falla.
Como anticipé, ya el sexo en el lugar de trabajo presentaba demasiados riesgos; además, ambos querían disponer de más tiempo y comodidad para gozar uno del otro, por lo que decidieron ir a un motel, por la mañana.
Allí pudieron liberarse y disfrutar más, gemir libremente, decir palabras sucias, cojer como dios manda. Sabiendo él que chupándole la concha ella se entregaba y la colocaba en el punto máximo de calentura, se acuesta boca abajo en la cama y ella se sienta en su cara, en su boca, en sus labios, para que haga lo que quiera con su concha. No tarda mucho en acabar así. Para recuperarse, se dispone a comerle la pija, despacio, haciéndole disfrutar pero sin llegar al punto de que acabe, no, ella quiere sentirlo adentro. Cuando siente que le pasó el temblor del orgasmo, se acomoda de cuatro en la cama (sabe que con el culo que tiene, esa vista es magnífica) y solo espera sentir la verga entrando en ella. Él se coloca el forro, y la penetra suavemente, adora como se siente cojerla y la observa así, con la espalda arqueada para él, la cola paradita y mordiendo la almohada, más le calienta y empieza a darle duro, las hermosas nalgas de ella rebotan contra sus piernas. Como no quiere acabar aún, le da vuelta hasta tenerla boca arriba, le abre las piernas y la penetra mirándole a los ojos, besándole, sin jamás parar de bombearle; en tanto que ella le acaricia la espalda, le araña, se entrega y se abre para él, siente que llega hasta el fondo, que mojó toda la cama, que disfruta como una puta, y así acaba de nuevo, otro hermoso orgasmo de mi mujer.

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8 comentarios - Más cuernos de mi mujer

mariomcobretti +2
muy bueno colega a mi mujer ac unos cuantos años tambien c la cogia un poli
alexio256
exelente !!me hace acordar a mi novia se la cogieron varios en el trabajo!
matu28
excelente, quiero cojertela.
Metecuernos
muy bueno!!! mira si queres mis posteos y relatos, son reales!!!!! hacemos algo cuando quieran!!!
ToledoCA
Hermosa mujer ! Yo te la cogeria toda!
Damyyy88
Que ricooo yo también te quiero hacer cornudo