Mmmm... estoy cansada.
Esas malditas palabras que interrumpen mi aproximación cuando te abrazo por detrás y te beso el cuello buscando llegar a más. Por otra parte, había sido un fin de semana de buen sexo, variado, desde el más romántico al más guarro así que no tenía excusa para ponerme insistente. Sin embargo, ya me conoces bien, sabes que tú eres mi vicio y cuánto mejor es el polvo más quiero seguir, así que no me culpes si hago mi intento.
─¿Muy cansada?
Te pregunto rascando tu cabello, dejando salir mi aliento detrás de tu oreja y acariciando tu cadera tirando un poco hacia mi pelvis para probar tu humor y forzar mi suerte. Como de costumbre, ya sé que las cartas están arrojadas de antemano así que esperaba que esto termine cómo todas las demás veces, nos acurrucamos juntos, te abrazo fuerte contra mi pecho y finalmente nos dejamos llevar por el sueño.
─Hmmm... ─un murmullo sale de ti.
Me parece que sonó diferente a tu respuesta de costumbre o sólo son ideas mías para aferrarme a la más ínfima posibilidad de volver a hacer el amor. Suspiras nuevamente, no obstante, cuando estoy a punto de rendirme y dejar ir mis últimas esperanzas te giras hacia mi lado para recostarte boca arriba.
─Bueno, sácate las ganas, pero no me hagas trabajar. ─me dices aún con los ojos cerrados abriendo los brazos para darme acceso.
Es un trato más que perfecto para mi así que no pregunto dos veces, me inclino sobre ti para susurrarte al oído.
─Voy a quitarte la ropa.
En ese momento sueltas las palabras más inesperadas y haces estallar mi libido.
─Hazme lo que quieras.
Entonces yaces allí a mi completa disposición cómo una muñeca lista para que juegue contigo.
Me acomodo a tu lado, deslizo mis manos bajo tu blusa por sobre tu vientre con suavidad, como si estuvieras dormida del todo y no quisiera despertarte. De a poco descubro tu piel, acompaño el movimiento con sutiles besos ascendentes por tu abdomen hasta que revelo tus dulces pechos, más tersos que la seda que los cubría y que abandono ahora arrugada dejándote expuesta a medias. Busco con mis labios en la oscuridad hasta hallar tus pezones, los saboreo rodeándolos con la lengua y los coloco entre mis dientes para realizar leves mordiscos.
Tú sigues inmóvil, sólo siento tu respiración y el calor de tu cuerpo, ambos en lento, pero progresivo aumento, tus brazos abiertos con los codos flexionados, tus manos próximas a tu cabeza y tu precioso rostro hacia un lado con los ojos cerrados, tus labios que de a poco se separan y dejan escapar una prolongada exhalación que te relaja camino a ese espacio entre la consciencia y el sueño, donde los sentidos son distintos y percibes mis caricias de forma única.
Desciendo por tu torso, visitando cada centímetro, experimentando el aroma de cada parte de tu piel hasta que llego a tus bragas, a las cuales deslizo con el mismo movimiento, muy de a poco hasta quitártela por completo. Entonces vuelvo a subir por tus piernas, por tus tobillos, por tus rodillas, separándolas con suavidad para hacerme espacio. Beso la cara interior de tu muslo, ese lugar que tanto me gusta y a ti te despierta el libido con la anticipación de lo que está por venir. Siento pronto el calor de tu sexo, la humedad, el delicioso perfume que activa mi sentido animal y me aventuro allí.
Pero... ¿Acaso te has dormido? Yaces inmóvil, sin emitir sonido alguno. Puedo sentir tu pulso acelerado en mi lengua ¿Es este uno de tus juegos? Sólo me queda seguir probando tu deliciosa miel y esperar que me des una señal...
Esas malditas palabras que interrumpen mi aproximación cuando te abrazo por detrás y te beso el cuello buscando llegar a más. Por otra parte, había sido un fin de semana de buen sexo, variado, desde el más romántico al más guarro así que no tenía excusa para ponerme insistente. Sin embargo, ya me conoces bien, sabes que tú eres mi vicio y cuánto mejor es el polvo más quiero seguir, así que no me culpes si hago mi intento.
─¿Muy cansada?
Te pregunto rascando tu cabello, dejando salir mi aliento detrás de tu oreja y acariciando tu cadera tirando un poco hacia mi pelvis para probar tu humor y forzar mi suerte. Como de costumbre, ya sé que las cartas están arrojadas de antemano así que esperaba que esto termine cómo todas las demás veces, nos acurrucamos juntos, te abrazo fuerte contra mi pecho y finalmente nos dejamos llevar por el sueño.
─Hmmm... ─un murmullo sale de ti.
Me parece que sonó diferente a tu respuesta de costumbre o sólo son ideas mías para aferrarme a la más ínfima posibilidad de volver a hacer el amor. Suspiras nuevamente, no obstante, cuando estoy a punto de rendirme y dejar ir mis últimas esperanzas te giras hacia mi lado para recostarte boca arriba.
─Bueno, sácate las ganas, pero no me hagas trabajar. ─me dices aún con los ojos cerrados abriendo los brazos para darme acceso.
Es un trato más que perfecto para mi así que no pregunto dos veces, me inclino sobre ti para susurrarte al oído.
─Voy a quitarte la ropa.
En ese momento sueltas las palabras más inesperadas y haces estallar mi libido.
─Hazme lo que quieras.
Entonces yaces allí a mi completa disposición cómo una muñeca lista para que juegue contigo.
Me acomodo a tu lado, deslizo mis manos bajo tu blusa por sobre tu vientre con suavidad, como si estuvieras dormida del todo y no quisiera despertarte. De a poco descubro tu piel, acompaño el movimiento con sutiles besos ascendentes por tu abdomen hasta que revelo tus dulces pechos, más tersos que la seda que los cubría y que abandono ahora arrugada dejándote expuesta a medias. Busco con mis labios en la oscuridad hasta hallar tus pezones, los saboreo rodeándolos con la lengua y los coloco entre mis dientes para realizar leves mordiscos.
Tú sigues inmóvil, sólo siento tu respiración y el calor de tu cuerpo, ambos en lento, pero progresivo aumento, tus brazos abiertos con los codos flexionados, tus manos próximas a tu cabeza y tu precioso rostro hacia un lado con los ojos cerrados, tus labios que de a poco se separan y dejan escapar una prolongada exhalación que te relaja camino a ese espacio entre la consciencia y el sueño, donde los sentidos son distintos y percibes mis caricias de forma única.
Desciendo por tu torso, visitando cada centímetro, experimentando el aroma de cada parte de tu piel hasta que llego a tus bragas, a las cuales deslizo con el mismo movimiento, muy de a poco hasta quitártela por completo. Entonces vuelvo a subir por tus piernas, por tus tobillos, por tus rodillas, separándolas con suavidad para hacerme espacio. Beso la cara interior de tu muslo, ese lugar que tanto me gusta y a ti te despierta el libido con la anticipación de lo que está por venir. Siento pronto el calor de tu sexo, la humedad, el delicioso perfume que activa mi sentido animal y me aventuro allí.
Pero... ¿Acaso te has dormido? Yaces inmóvil, sin emitir sonido alguno. Puedo sentir tu pulso acelerado en mi lengua ¿Es este uno de tus juegos? Sólo me queda seguir probando tu deliciosa miel y esperar que me des una señal...
0 comentarios - Mi muñeca por una noche