Estaba harto, demasiado harto. Del trabajo, de las presiones, de la gente, del transporte público, de todo. Me desperté aquel día sin ganas de salir al mundo y enfrentar otra vez la realidad, más allá de que todos creyeran que me iba bien y quizás tenían razón de cierta forma, yo no quería enfrentarme a mi condición de perdedor.
Ya sé que el mundo no se divide en dos bandos de perdedores y ganadores, eso no es así. Pero desde chico que tuve esa sensación oculta tras toda mi confianza y hablándome bajito entre el ruido de mis otras voces. Siempre dudé un poco al decidir, nunca me tuve fe para las tareas más difíciles con mejores recompensas, en muchas cosas opté por la gris y cómoda mediocridad. Lo sé, suena patético y exagerado pero en aquel momento, con mis 30 años recién cumplidos, lo sentía así.
Quizás en lo que más se manifestaba esa indecisión, ese titubeo conformista e inútil era en el terreno de las relaciones con personas del sexo opuesto. A pesar de mi aparente facilidad para socializar y mi facilidad de palabra, me costó mucho poder relacionarme con mujeres de una forma que no resulte conflictiva para mí, tarde o temprano. Indiferencia, rechazos, risas, humillaciones y hasta repulsión recibía las veces que me animaba a hacer algo. Pero no siempre era así, porque la mayoría de veces no me animaba a nada en mi primera adolescencia. Y siempre lo sentí como una falla en mí, como si no fuera capaz. En el sexo no era tan así pero al no tener éxito en las citas no tenía muchas chances de demostrarlo.
Sí, yo era ese, todos conocen a uno como yo. Y si no logran reconocerlo entre sus amistades es porque ustedes son como yo. El que nunca va por la chica más linda porque no cree poder conquistarla, al que siempre le preguntan por sus amigos, el mejor amigo de todas, con el que hablan y se ríen, el buen tipo...
Aquella mañana invernal de mis 30 años estaba harto de sentir esa presión por conseguir sexo, por ser deseado, no tenía más ganas de sentirme mal por no hacerlo, no quería sentir la frustración de desear y no poseer a nadie más por un buen tiempo. Pero no podía escapar, mi casa y mis cosas me hacían recordar a mi ex, las redes sociales explotaban de chicas jóvenes y sexys, internet me ofrecía todo su porno al alcance de mi mano y hasta cuando quise ver el clima en el noticiero vi que la sección estaba a cargo de una rubia voluptuosa y seductora que nunca me dirigiría la palabra.
Tomé la determinación de mudarme a un lugar más chico, donde no me conozca nadie, donde nada me recuerde los rechazos recibidos, si es posible donde no haya ni señal de internet y quizás así podría olvidarme de todo y recíen ahí conocer a alguien. Eso pensaba mi mente cansada de ser esclava de mis fantasías y de las tentaciones.
Volviendo del trabajo vi en el colectivo una chica joven muy tapada pero que de alguna manera se le notaban muy lindas curvas. Se notaba además de su pelo lacio y castaño claro, una piel bien blanca en su cara y arriba de una bufanda que le cubría la boca unos ojos hermosos de mirada intensa. Parecía seria y concentrada y yo no podía dejar de mirarla. Ya no era por su belleza ni por algo sexual, me sentía hipnotizado, su mirada era fuego en medio de una oscuridad silenciosa, hasta el tiempo pareció detenerse cuando coincidimos mirándonos. La dejé pasar para que bajara y sin querer tocó mi mano al querer agarrarse del pasamanos de la escalera de la puerta de atrás. Se bajó la bufanda y me regaló una sonrisa tímida para decirme "perdoná". Y la perdí de vista.
Esa noche cuando al fin pude dormir me la pasé soñando sólo con sus ojos, no pude pensar en otra cosa que no fuera esa sonrisita. Me desperté en medio de la noche excitado como pocas veces en mi vida y me fue inevitable tocarme hasta acabar como nunca y quedarme dormido al instante. Sin poder sacarme esa mirada de la mente, volvía soñar con ella y con el fuego, con su voz susurrándome "Gracias" y extrañamente la imagen de una serpiente. Al tomar conciencia nuevamente me encontré con la sábana manchada y con el cuerpo temblando. Miré al costado de la cama y había un papel con mi letra que decía "SAK YANT" y unos como símbolos que garabateados se veían así:
Continua en http://www.poringa.net/posts/relatos/4467931/Sak-Yant---Episodio-2-Craneo-de-carnero.html
Ya sé que el mundo no se divide en dos bandos de perdedores y ganadores, eso no es así. Pero desde chico que tuve esa sensación oculta tras toda mi confianza y hablándome bajito entre el ruido de mis otras voces. Siempre dudé un poco al decidir, nunca me tuve fe para las tareas más difíciles con mejores recompensas, en muchas cosas opté por la gris y cómoda mediocridad. Lo sé, suena patético y exagerado pero en aquel momento, con mis 30 años recién cumplidos, lo sentía así.
Quizás en lo que más se manifestaba esa indecisión, ese titubeo conformista e inútil era en el terreno de las relaciones con personas del sexo opuesto. A pesar de mi aparente facilidad para socializar y mi facilidad de palabra, me costó mucho poder relacionarme con mujeres de una forma que no resulte conflictiva para mí, tarde o temprano. Indiferencia, rechazos, risas, humillaciones y hasta repulsión recibía las veces que me animaba a hacer algo. Pero no siempre era así, porque la mayoría de veces no me animaba a nada en mi primera adolescencia. Y siempre lo sentí como una falla en mí, como si no fuera capaz. En el sexo no era tan así pero al no tener éxito en las citas no tenía muchas chances de demostrarlo.
Sí, yo era ese, todos conocen a uno como yo. Y si no logran reconocerlo entre sus amistades es porque ustedes son como yo. El que nunca va por la chica más linda porque no cree poder conquistarla, al que siempre le preguntan por sus amigos, el mejor amigo de todas, con el que hablan y se ríen, el buen tipo...
Aquella mañana invernal de mis 30 años estaba harto de sentir esa presión por conseguir sexo, por ser deseado, no tenía más ganas de sentirme mal por no hacerlo, no quería sentir la frustración de desear y no poseer a nadie más por un buen tiempo. Pero no podía escapar, mi casa y mis cosas me hacían recordar a mi ex, las redes sociales explotaban de chicas jóvenes y sexys, internet me ofrecía todo su porno al alcance de mi mano y hasta cuando quise ver el clima en el noticiero vi que la sección estaba a cargo de una rubia voluptuosa y seductora que nunca me dirigiría la palabra.
Tomé la determinación de mudarme a un lugar más chico, donde no me conozca nadie, donde nada me recuerde los rechazos recibidos, si es posible donde no haya ni señal de internet y quizás así podría olvidarme de todo y recíen ahí conocer a alguien. Eso pensaba mi mente cansada de ser esclava de mis fantasías y de las tentaciones.
Volviendo del trabajo vi en el colectivo una chica joven muy tapada pero que de alguna manera se le notaban muy lindas curvas. Se notaba además de su pelo lacio y castaño claro, una piel bien blanca en su cara y arriba de una bufanda que le cubría la boca unos ojos hermosos de mirada intensa. Parecía seria y concentrada y yo no podía dejar de mirarla. Ya no era por su belleza ni por algo sexual, me sentía hipnotizado, su mirada era fuego en medio de una oscuridad silenciosa, hasta el tiempo pareció detenerse cuando coincidimos mirándonos. La dejé pasar para que bajara y sin querer tocó mi mano al querer agarrarse del pasamanos de la escalera de la puerta de atrás. Se bajó la bufanda y me regaló una sonrisa tímida para decirme "perdoná". Y la perdí de vista.
Esa noche cuando al fin pude dormir me la pasé soñando sólo con sus ojos, no pude pensar en otra cosa que no fuera esa sonrisita. Me desperté en medio de la noche excitado como pocas veces en mi vida y me fue inevitable tocarme hasta acabar como nunca y quedarme dormido al instante. Sin poder sacarme esa mirada de la mente, volvía soñar con ella y con el fuego, con su voz susurrándome "Gracias" y extrañamente la imagen de una serpiente. Al tomar conciencia nuevamente me encontré con la sábana manchada y con el cuerpo temblando. Miré al costado de la cama y había un papel con mi letra que decía "SAK YANT" y unos como símbolos que garabateados se veían así:
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0 comentarios - Sak Yant - Episodio 1 | Perdedor