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Departamento de soltero. Segundo año. Capítulo 4

Departamento de soltero. Segundo año. Capítulo 4

No leíste la primera parte de "Departamento de soltero"? En total son 10 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1

Tras un primer año de vivir solo en su nuevo departamento de soltero, Lautaro continúa disfrutando al máximo su vida sexual en una casa que se empieza a llenar de recuerdos placenteros y emocionantes entre sus amigas, vecinas y ex amantes. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 4: Una historia y otra más
   Vanina entró a mi departamento de forma algo tímida, se paró en el centro de comedor y me miró a ver que hacía. “¿Querés algo de tomar?” le pregunté de simple formalidad y ella enseguida me dijo que no. Avancé hasta pararme en frente suyo y la besé apoyando mis manos en su cintura y ella me devolvió el beso. “¿Puedo pasar al baño?” me preguntó y yo le dije que sí y comenzó a caminar por el corto pasillo que conducía a la pieza. Antes de entrar al baño, se dio vuelta y me dijo que si quería podía esperarla en la habitación. Algo sorprendido por este detalle, le sonreí y caminé hasta mi cuarto mientras ella entraba en el baño y cerraba la puerta.
   Habían pasado dos meses desde que nos conocíamos y a pesar de que lo habíamos hecho la primera noche que nos vimos, no se había vuelto a repetir dicho acto. En medio pasaron varias citas, algunas más simples, otras más formales, pero todas terminaban con ella volviéndose a su casa y yo regresando con muchas ganas a mi departamento. Vanina me gustaba, su forma de ser y su personalidad eran excelentes y me habían cautivado, pero la timidez a la hora del sexo se hacía cada vez más grande y eso me daba incertidumbre. Yo era una persona muy sexual, muy apasionada y que siempre buscaba la diversión y la ferocidad a la hora de hacerlo, por lo que necesitaba alguien que siguiera mi línea. Es por eso que hasta esa misma noche venía acostándome con Sofía y cogiendo con ella para sacarme las ganas mientras las citas con Vanina avanzaban. Pero esa noche todo cambió, me propuso volver al departamento los dos y se animó a confesarme que me tenía una pequeña sorpresita mientras subíamos en el ascensor. Escuché como se abría la puerta del baño, como ella salía caminando lentamente y de golpe me quedé mudo.
   Vanina tenía puesto un baby doll divino de color blanco transparente que le remarcaba las tetitas que tenía y que me puso como loco. “¡Ufff! ¡Increíble!” le dije pues me había quedado sin habla. Ella sonrió de manera tímida y subió a la cama para besarme apasionadamente y colocarse encima de mí. Enseguida posé mis manos sobre su cuerpo y empecé a tocarla de forma alevosa, haciéndole notar las ganas que tenía de sentir su piel. Ella siguió besándome de manera más romántica y con sus manos empezó a desabrocharme la camisa que tenía puesta. Cuando sus manos tocaron mi piel, pude sentir un calor inmenso invadir todo mi cuerpo y aceleradamente la saqué de encima de mí y me empecé a desvestir hasta quedar totalmente desnudo.
   Venía aguantándome las ganas de estar con ella hacía mucho tiempo y la sorpresa del baby doll me había puesto muy al palo. Cuando me saqué el bóxer, Vanina sujetó mi pija y empezó a pajearme mientras seguíamos con los besos y el toqueteo. A pesar de que tenía ganas de arrancarle la prenda a lo bestia, no quería sacársela pues sabía que la había elegido especialmente para esa noche. Por lo que solo le saqué la conchita y la acosté en la cama para acomodarme entre sus piernas y regalarle una hermosa lamida. Escuché un suave gemido de su parte y continué comiéndole la conchita con ganas hasta que la tuvo toda mojada. Le metí un dedo y empecé a cogerla con este para subir hasta su clítoris y rozarlo con mis labios una y otra vez. Ella movía la cintura en forma de círculos y veía como se aferraba a la cama con fuerza con cada chupada.
   No aguantaba más, no podía contenerme las ganas de metérsela. Volví a acostarme encima de ella y después de darle un beso apresurado y de ponerme un preservativo, me acerqué a su oído para hablarle. “¡Las ganas que tengo de cogerte, pendeja!” le dije dejándome llevar por la calentura y el momento. Vanina se mordió el labio y yo la penetré para sacarle un grito ahogado que me llevó a meterle dos dedos en la boca. Estaba desquiciado, quería cogérmela bien duro, darle con fuerza y hacerla gritar como no había podido la primera noche que estuvimos juntos. Empecé a moverme rápidamente hacia adelante y hacia atrás, metiendo y sacando mi pija de su conchita empapada. Los movimientos pasaron de cero a cien en cuestión de segundos y notaba como mi corazón se aceleraba cada vez que mi pija entraba más a fondo. Ella me miraba con una carita de placer absoluto, pero no podía escucharla gemir y eso me volvía loco.
   - ¡Dale hija de puta! ¡Quiero escucharte gritar como una trola!- Le dije ya sin aguantarme.

   Las cosas cambiaron radicalmente en cuestión de una semana. El lunes después de que volvimos a estar con Vanina, mi vecina me escribió para vernos y junté valor para decirle la verdad. Le conté que me estaba viendo hacía un tiempo con una chica y que quería hacer las cosas bien. Ella entendió de entrada y me contestó que no tenía problema en cortar lo nuestro y me deseó lo mejor con Vanina. Sabía que estaba dejando de lado una posibilidad de sexo fijo demasiado buena, pero estaba seguro que con la amiga de Anastasia las cosas iban a funcionar. De hecho, habían organizado una salida de a cuatro con Lucas en la cual me sentí cómodo y hasta me vi con ella como pareja. Estaba enganchado de la chica y por primera vez en mucho tiempo, de verdad sentía algo por otra persona.
   - Creo que lo nuestro no va a funcionar.- Me dijo dejándome helado ese jueves cuando nos encontramos un ratito a la tarde.
   No supe que decirle, estaba convencido de que había visto algo entre nosotros dos. Me contó que ella no se sentía segura de esa relación y que a pesar de que le encantaba estar conmigo, creía que no había futuro entre nosotros. “No me interesa invertir tiempo en una relación a la cual no le veo futuro” me dijo volviéndome a dejar sin habla y no pude contestarle nada. Le confesé que yo pensaba totalmente distinto, pero ella ya había tomado la decisión por los dos y no había nada que hacer al respecto. “Estoy segura que vas a encontrar a alguien para vos y con los mismos gustos que vos” me dijo y entonces entendí que se refería a lo sexual. Era lo único que no compartíamos con Vanina, pues en todo lo demás éramos exactamente igual y opinábamos lo mismo.
   Le conté a Lucas, Franco, Facundo y Javier ni bien nos vimos ese viernes y les confesé que aún seguía sorprendido por esa decisión. “El martes hablamos y estaba todo lo más bien. De hecho estábamos organizando para vernos el finde” les dije repasando un poco los hechos y pensando si había algo más que no había visto. Ellos alegaban que era tímida o que no debía de haberse sentido atraída, hasta Lucas confesó que siempre le había parecido la amiga más rara de Anastasia. Pero yo estaba convencido de que se trataba del sexo, pues todo había cambiado cuatro días después de que volviéramos a hacerlo y eso no podía ser casualidad. Estaba dolido y me sentía un poco triste por ese final repentino y abrupto. Pero siempre que se cierra una puerta, se abre otra.
   Volvieron las clases en la facultad y volví a aceptar la propuesta de ser ayudante de cátedra, lo que implicaba volver al lugar en el que solía frecuentar a Daniela. Ella ya no era más alumna en la materia que yo estaba, pero solía verla merodeando por los pasillos o por la cafetería de la facultad constantemente. Al principio hubo un cruce de miradas, inclusive unas palabras sueltas que quedaban en la nada. Antes de que se diera con Vanina pensé en proponerle algo, pero Sofía era mi amante número uno y recurría a ella cada vez que el calor me atrapaba. Pero ahora que ninguna de las dos era parte de mi vida (una por decisión propia y otra por decisión de ella) pensé en que podía escribirle. Así fue y ese viernes inmediato al día en el que Vanina me dejó de golpe, le pregunté si tenía ganas de que nos viéramos y ella aceptó sin reproches.
   - Pensé que ya no tenías ganas de verme. Me dijo cuando entró a mi departamento ese sábado por la noche luego de la hora de la cena.
   Rápidamente le aclaré que estuve viéndome con una chica y que no quería hacer cualquiera pero que todo quedó en la nada. “Me parece perfecto” me dijo ella refiriéndose al hecho de que no decidiera cagar a Vanina y a su vez lamentó el hecho de que todo terminara de golpe. No se pudo aguantar las ganas y me preguntó si esta chica de la cual evité decirle el nombre me la chupaba con ella. Daniela, la colorada, tenía una actitud muy petera y solía darlo todo a la hora de complacerme de forma oral. Es por ello que no pude evitar mirarla con una sonrisa y por más que decidí no responderle, ella sabía cuál era la verdad. Sofía era increíble, Macarena me había hecho petes mágicos, Lorena disfrutaba mucho de mamar una verga, pero Daniela, una pendeja de apenas 19 años, demostraba que era adicta a la pija. Sin emitir un solo comentario, se arrodilló adelante mío y comenzó a desabrocharme el pantalón.
   - Capaz que si te la chupo un ratito te acordás de cómo era…- Me dijo mirándome a los ojos y sentí como se me ponía dura de golpe.
   Tan solo unos segundos más tarde, Daniela sostenía mi pija con una de sus manos y mientras me pajeaba con ganas, lamía la cabecita que ya estaba toda roja. Utilizaba su lengua como ninguna, moviéndola en todas direcciones y haciéndome sentir unas cosquillas que recorrían todo mi cuerpo. Su mirada subía y bajaba todo el tiempo y cada vez que nuestros ojos se encontraban se dibujaba una sonrisa en sus labios que me hacía morir. Con su otra mano recorría todo mi cuerpo, haciéndome sentir el calor de sus dedos por toda mi piel. Me encantaba como sus labios jugaban con la puntita de mi pija y como esta se me iba poniendo cada vez más dura.
   Comenzó a chuparla entera y lo hizo metiéndosela de lleno en la boca y comiéndomela hasta donde podía. Rápidamente su cabeza empezó a ir hacia adelante y hacia atrás y veía como mi verga entraba y salía en sus labios a gran velocidad. La saliva que generaba servía como lubricante y esta me iba mojando todo el tronco. Su mano no dejaba de moverse a lo largo de mi pija y chocaba con sus labios que estaban como locos. Subía los ojos, me miraba con esa carita de atorranta y yo me ponía cada vez más descontrolado. Con una de mis manos le recogí el pelo detrás de la cabeza y ayudé a que sus movimientos sean más y más rápidos. Su lengua estaba descontrolada, se movía en todas direcciones y cuando llegaba a mi cabecita la recorría por todas partes provocando que se pusiera más y más roja.
   - ¡Vení pendeja! ¡Te voy a coger toda!- Le dije agarrándola del pelo y obligándola a levantarse.
   Daniela se paró adelante mío y le comí la boca toda llena de baba que tenía. Automáticamente me siguió pajeando hasta que cortamos con ese beso y la llevé al sillón y la hice ponerse en cuatro con las manos en el respaldar. Sin decirle nada, la coloradita paró la cola y apoyé mi pija en su conchita para metérsela bien hasta el fondo. Estaba toda babosa, por lo que entró de lleno y ella me regaló uno de esos hermosos gemidos que a mí me encantaba escuchar. “¡Qué linda putita que sos!” le dije volviéndola a agarrar del pelo con una mano y apoyando otra en su cintura. Me empecé a mover hacia adelante y hacia atrás como loco, cogiéndomela a lo bestia y poniéndola a gritar en cuestión de segundos.
   Mi cuerpo chocaba contra el suyo una y otra vez y mi verga entraba y salía de su conchita con cada movimiento que daba. Daniela gritaba, gemía y me hacía saber lo mucho que le gustaba que me la estuviera cogiendo de esa forma. Los dedos de una de mis manos se clavaban como garras en su cintura y los de la otra se aferraban con firmeza a su pelo rojizo y tiraban de él hacia atrás. Ella levantaba la cabeza y miraba hacia el techo mientras seguía gimiendo de esa forma que a mí me encantaba. “¡Así pendeja puta! ¡Gritá! ¡Que todos se enteren como te estoy cogiendo!” le dije yo dejándome llevar por el momento y seguí dándole bien duro, golpeando mi cintura contra su cola una y otra vez.
   - ¡Sí! ¡Me encanta! ¡Cogeme! ¡Cogeme toda!- Me decía ella y sus palabras resonaban por todo el comedor.
   De golpe le solté el pelo, elevé mi mano y la dejé caer con todas mis fuerzas sobre su cola, haciendo que el chirlo se escuchara por encima de sus gemidos. Ella protestó, pues el golpe había sido demasiado fuerte y le había dejado la marca de los dedos en su nalga. A pesar de ello, volví a pegarle y el segundo chirlo fue aún más fuerte que el anterior. “¿Te gusta, pendeja puta? ¿Te gusta como te sopapeo el orto?” le pregunté acercándome a su oído y sin dejar de cogérmela a lo bestia. Ella apenas pudo contestar, pues ni bien me dijo que sí un tercer sopapo cayó sobre sus nalgas y volví a dejarle mis dedos marcados. Daniela gritaba de placer. No recordaba lo mucho que me gustaba escucharla gemir de esa forma y eso me motivaba a seguir dándole más y más duro.
   Cuando le dije que se sentara encima de mí, enseguida colocó sus piernas a cada lado de las mías y se clavó mi verga en su conchita totalmente abierta y mojada. Mis manos fueron directo a su cola, la cual sujeté con firmeza mientras ella empezaba a saltar a lo loca encima de mi pija. Subía lo más que podía y caía dando un golpe seco y clavándosela bien a fondo. “¡Ahh sí! ¡Ay! ¡Me encanta!” gritaba como loca mirándome a los ojos, mordiéndose los labios e intercalando sus gritos con gemidos que me volvían loco. Yo la miraba fascinado, le sujetaba con fuerza la cola y le lamía las tetas diminutas pero preciosas que tenía. Me encantaba lo puta que se ponía y como me cabalgaba desesperada por sentir mi pija ben adentro de su conchita.
   Cuando ya no aguantaba más, volví a ponerla en cuatro, pero esta vez en el piso. Me arrodillé detrás de ella y le metí la pija hasta el fondo, haciéndola gritar de nuevo. Empecé a cogérmela bien duro y Daniela me pedía por favor que no me detuviera, que siguiera dándole de esa forma. Llevé una de mis manos hasta su cabeza, la enredé en su pelo rojo y empecé a empujar hacia abajo. Ella fue inclinando su cabeza hacia adelante pensando que quería que mirara el suelo, pero yo seguí haciendo fuerza y terminó agachándose hasta que su cara quedó estampada contra el suelo de mosaicos del comedor. Su culito estaba bien paradito y sus nalgas redondas volvían a pedir chirlos. “¡Te quedás así puta de mierda!” le dije con voz firme y ella apoyó las manos a sus costados para mantener la postura.
   La tenía completamente entregada y eso me volvía loco. Me la empecé a coger de forma acelerada y sentía como mi verga entraba y salía por completo de su conchita que empezó a escupir en todas direcciones. Verla acabar de esa manera, mojándose toda y gimiendo como una trola me volvió más loco. Alcé una de mis manos y le pegué nuevamente un chirlo, a lo que ella gritó desesperada. Daniela no paraba de acabar y eso me encantaba. Nuevamente un chirlo y uno más y otro, hasta que de golpe su cola tenía casi el mismo color que su pelo. No podía creer lo entregada que estaba y como gozaba y disfrutaba de ser cogida de esa manera.
   No pude más, el placer fue demasiado grande y terminé sacándole la pija de la concha para acabar encima de ella. La leche salió a chorros de mi verga y terminó cayendo sobre sus nalgas, su espalda y sus piernas, manchándola por completo. Ella seguía gimiendo, gozando de la cogida que acababa de darle y notaba como su conchita latía. “¡Tomá pendeja puta! ¡Tomala toda!” le decía viendo como el semen salía de mi cuerpo y caía sobre el de ella, dejándole la piel blanca. Era una escena hermosa y se hacía aún mejor con los grititos que ella seguía pegando a pesar de que ya no me la estaba cogiendo.
   Cuando terminamos, nos bañamos juntos y volvimos a los besos. La arrinconé contra la pared del baño y agarrándola del cuello y del pelo, la empecé a besar con ganas hasta que sentí que mi pija revivía. “¡Chupámela, putita!” le dije y automáticamente se arrodilló en frente mío para regalarme otro de esos petes divinos que ella hacía. Apagué el agua, salimos de la ducha y fuimos directo a la cama para tener una segunda vuelta aún más fogosa y caliente que la anterior. Cuando terminamos eran casi las tres de la mañana y Daniela parecía estar lista para una última ronda que llegó después de un ratito de descanso. Se terminó yendo a las seis de la mañana, con el pelo descontrolado, la cola totalmente roja y una sonrisa de oreja a oreja que indicaba lo bien que la había pasado. Evidentemente no necesitaba a Vanina para nada.


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2 comentarios - Departamento de soltero. Segundo año. Capítulo 4

JukUik +1
Wooooooooow! Hay que ver que no se pierde el tiempoal leer tus relatos! Muy bueno este capítulo al igual que el anterior, ojalá pronto se sepa algo de la relación entre victoria y lautaro, y no quede solo en una atracción de los 2 en la que ninguno se atrevió a dar el siguiente paso, cuando es obvio la quimica y la atracción que se tienen.
HistoriasDe +1
Ya veremos, ya veremos! Atentos! Gracias por comentar
Pervberto +1
Hay propuestas que no se pueden rechazar, como dice Corleone...
HistoriasDe +1
Jajaja gran referencia! Gracias por pasar