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Improviso un relato

Hola, voy a hacer un ejercicio de improvisar un poema, en este mismo momento no sé ni qué voy a escribir, pero necesito hacer algo diferente y mostrar un poco porque me gusta el deseo ajeno. Ando medio echado y decaído, quizás esto me ayude. Si les gustó la foto mándenme un mp, puede que envíe más o por conversaciones de lo que sea.

Marcela

Mi vecina viene a comprarme religiosamente vino patero. Vecina es una forma de decir, vive como a veinte cuadras. No compra nada más, ya que tiene kioscos más cercanos que le proveen mercadería. Pero el manjar de uva no lo consigue en ningún lado, es uno de mis grandes tesoros. Entre compra y venta intercambiamos chistes y conversaciones banales.
Un día le pregunté si era para ella o para su papá, a lo que me contestó que ese viejo era su esposo. Yo lo sabía, conozco a uno de sus vecinos, el que le recomendó el vino. Pero necesitaba que me lo diga para romper el hielo.
-Ah, perdón, no sabía...
-No pasa nada, todos me dicen lo mismo. Es lógico, es de la edad de mí papá- dijo.
-Hace mucho que estás con él?
-Yo era chica. Tres años después tuvimos al Santino. Llevamos quince años de novio.
-Ah, mirá. Y vos cuántos tenés?
-Adiviná.
-Ay, caí en la trampa. Treinta.
-Y nueve.
-Callate...
El viejo truco de restar cinco años a los estipulados, con la sorpresa de que sí parecía más joven de lo que imaginaba.
Marcela, la morocha de nariz respingada y pelo voluminoso. Por su cuerpo tenía la impresión de que trabajaba mucho la parte de abajo. Usaba pantalones bien apretados, como diciendo miren, esto es lo que gané con mí esfuerzo.
-Debes cuidarte bastante.
-Para algo me mato en el gimnasio- Me dijo
-Bueno, te hace... Te hace efecto.
-Gracias por el halago. ¿Aceptas Mercado Pago?

Ya tenía su número... Y al menos no me rechazaba. Un día vi un estado referido al alcohol, fue cuando me cayó la ficha de que ella también me había agendado.

-Vecina, ya llegó el vino, no sé preocupe.
-Dale, no vayas a vender todos, mirá que soy tu cliente favorita.
-Ah, no sabía eso. Mirá que tengo varias clientas *Borró mensaje* Mirá que tengo varios clientes. Vas a tener que esforzarte.
-Y qué tienen de especial esas clientas?- Respondió, y a mí se me erizó la piel. ¿Qué le iba a responder? Aún no estaba seguro de lo que sucedía.
-No vienen solo por el vino. Tengo más cosas que ofrecer. Venite y te muestro todo lo que tengo.
-Jaja bueno dale, la próxima vez que vaya a tu casa me mostras.
-Dale, acá te voy a esperar.

Una vez cayó más temprano de lo normal. Solía ir cuando ya estaba cerrando, a eso de la medianoche, porque salía de trabajar y se ahorraba el viaje. Aunque en ese momento no me di cuenta del por qué. Mi kiosco está atendido por una ventanita, pero a veces abro la puerta para que pasen.
-Hola vecina, vas a querer un vino patero?
-Si. ¿A los clientas favoritas los dejás entrar por la puerta?
-¿Clientes favoritas?
-Si, me habías dicho que tenias clientas favoritas.
-Ah, sí! Si querés pasa, ya te abro.
-Hoy tuve franco. Por eso vengo más temprano.
Le dije que si quería se sentara a conversar. Ella aceptó, y noté que movió la silla disimuladamente para arrinconarse un poco. ¿Habrá sido para que no la vean? Pensé. Seguro no la conoce nadie acá, pero entiendo ese sentimiento, quizás esa pareja sea un poco tóxica.
-¿Estabas al pedo?
-Si.
-A veces uno necesita despejarse. Che, al final nunca me contestaste, el vino es para vos o para tu novio?
-Un vaso para mi, el resto para mí marido. Es muy rápido para tomar el hijo de puta.
-¿Querés un vaso?
-No gracias.
Quizás no le convenía llegar a casa con olor a alcohol, pensé.
-Es verdad, necesitaba distenderme. Mí casa es un loquero a veces. No me juzgues, sólo que a veces hay mucho ruido.
-Te entiendo. Bueno, las familias son así.
-Mi marido hace lo mismo, igual. A veces se va y no sé qué hace. Se va muy tarde y mete chamuyo, en frente de los niños.
-¿Y vos qué pensas?
-Yo ya sé que me engaña, y esto no es de ahora. Pero bueno, ya llevamos un tiempo así. Pero bueno, en un momento dije ya fue.
¿Será verdad? Pensé. Tal vez se estaba justificando. Da igual, no la conozco y quiero cogermela, no hablar de su vida sentimental. A todo esto, no sabía bien cómo llevarmela a la cama.
-Mira. Ya voy a cerrar. No te estoy corriendo, para nada. De hecho, me gustaría que te quedes.
-¿Me vas a atender a mí solita?
Ahí fue cuando me brillaron los ojos. Su sonrisa radiante culminó el trabajo de seducción. Era hora de actuar. Cierro la puerta... Doy vuelta el cartel colgante... Cierro la ventanilla...
-Mmm... ¿Apago la luz?


Continuará...

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