Introducción: Mi esposa Sofía y yo nos conocimos en la misma empresa, ella con 26 años y yo casi llegando a los 30, como todo cuento de amor, nos enamoramos perdidamente y decidimos casarnos sin revelar nuestro secreto en nuestro trabajo, pues como en muchos lugares no estaban permitidas las relaciones dentro de la empresa. Sofía era muy hermosa y todos aquellos que la conocían deseaban llevársela a la cama, incluso nuestro jefe Genaro con quien ella había pasado un tiempo a solas un día antes...
Continuación…
Me quedé inmóvil sentado al borde nuestro lecho matrimonial, mirando como comenzó a desnudarse, la luz seguía apagada pero la visibilidad seguía siendo posible gracias a la luz del pasillo y de las ventanas. Mire como lentamente terminaba de desabrochar su blusa, sus enormes pechos parecían agradecidos de salir de ese encierro, su sostén de encaje negro solo parecía destacar aún más su impresionante delantera.
Delicadamente deslizó sus manos por su cintura buscando el broche de la falda para desabotonar, esta se sostenía por lo ceñida que estaba. Su cuerpo se giró quedando de espaldas a mí, colocó sus manos en el inicio de su falda en la cintura, y comenzó a bajarla delicadamente agachándose, mostrando poco a poco, ese enorme culo que tenía, mis ojos se clavaron en él.
Perdido en ese momento tan erótico, ella conservaba sus altas zapatillas, sus medias y su liguero, era perfecta por donde quiera que se le viera.
Sin darme cuenta la prenda había tocado el piso, y yo seguía embobado en la figura de ella, de pronto caí en la cuenta… sus bragas… no eran negras, eran azul oscuro, me quedé estupefacto, ¿Qué había pasado?, en qué momento había cambiado de color, el conjunto de ropa interior que usaba en la mañana era de color negro.
Sofía levantó su falda que había caído al suelo, desabrocho su sostén y de caer sobre sus hombros un bonito negligé negro, uno de tantos que ella compraba cada cierto tiempo; se sentó en un pequeño banco delante de su tocador, y comenzó a quitarse sus zapatillas terminando por deslizar también sus medias. Fue en aquel punto cuando ella se giró y cruzó la mirada conmigo, que aún seguía sentado al borde de nuestra cama.
Se paró y caminó hacia mí cruzando de largo para tomar su lugar para dormir. Por algunos minutos permanecí en el mismo lugar, sin saber cómo actuar, ¿por qué me parecía tan excitante todo esto?, acaso dentro de mi deseaba que mi esposa fuera compartida.
Sabía que ella era muy hermosa para alguien como yo, acaso ¿era yo demasiado egoísta para querer que fuera para mí solo?, ¿debía compartir a esa hermosa mujer con alguien más?, para que uno o varios caballeros disfrutaran de esas maravillosas curvas al menos una vez en la vida.
Me sobresalte y agite la cabeza en desaprobación a esos pensamientos e intente desechar esas ideas de mi cabeza, pensé que lo mejor sería intentar dormir por esa noche, me acosté a su lado e intente dormir.
Mi sueño no hizo más que aumentar el calor de los momentos vivido esa tarde, las imágenes que había visto en el ordenador de mi jefe iban y venían, Genaro tendría esos videos a su disposición para reproducirlos infinidad de veces, ¿Cuántas veces se habrá tocado pensando en mi esposa?, imaginaba sus manos tomando el cuerpo de Sofía mientras ella intentaba escapar sin lograrlo.
Por la mañana al despertar, me encontré con un panorama normal típico de un sábado en nuestra casa, Sofía se encontraba haciendo el desayuno cuando baje a la cocina, me saludó y continuó con sus actividades.
Después de algunos minutos al ver que todo parecía normal, me atreví a preguntar qué actividades había realizado el día de ayer en la oficina de nuestro jefe, su mirada bajo mostrando pena en su rostro.
—Nada, o al menos nada importante, solo algo de papeleo.
Yo sabía que mentía, había visto las grabaciones y conocía todo lo que había ocurrido en esa oficina. Intenté controlarme y me preguntaba si debía comentarle la verdad, pero preferí no decir nada al menos ese día.
Era sábado y ambos salíamos más temprano que entre semana, además de que se nos permitía ir sin uniforme, así que pensé en algún plan para olvidar el mal sabor de boca del día anterior.
Mientras ella tomaba su ducha, vi que era un buen momento para compartirle la idea que tenía en mente y por fin sacar la calentura que tenía por todo lo sucedido.
—Oye estaba pensando en divertirnos hoy por la tarde, ¿te gustaría hacer algo por la tarde? … quizás ¿cenar algo y visitar algún hotel… agradable? —pensé que no respondería, o que por lo vivido un día anterior estaría de malas.
—Claro cariño, me encantaría ¿por qué no vamos al restaurant en aquel hotel que solíamos visitar hace tiempo?
—Me parece perfecto, ¿te gustaría que reserve ahora mismo? —respondí.
Titubeando respondió —Sí, por mí está bien, el Hotel W es de mis favoritos. ¿Qué debería ponerme?
—No lo sé, tal vez algo muy sexy, algo que pueda disfrutar esta
noche —le sonreí —me encantaría que usaras lo mejor que tengas.
Me cambié y me quedé esperando en la sala a que terminará de cambiarse, sabía que ella bajaría y luciría el mejor atuendo para mí, y que pese a lo vivido el día anterior, esta noche ella será mía una y otra vez.
Dentro de mí sabía que esto traería también cosas negativas, el ir vestida tan espectacularmente haría que fuera el centro de atención de todos en el trabajo, poco me importo esto, pues al final yo disfrutaría esa noche del cuerpo de mi mujer.
Además, un par de miradas morbosas sobre mi mujer, no harían la diferencia, al contrario, me mantendría excitado para esa noche.
Aproveche para llamar al hotel y hacer la reserva, mientras mantenía el celular en mi oído, escuche el ruido de tacones bajar por la escalera, mi mirada se dirigió hacia ellas para ver lo que me estaría esperando esa noche, Sofía bajaba lentamente, su cabello suelto y totalmente alaciado le llegaba casi a la cintura, su hermoso rostro de niña delicado con un maquillaje que delineaba mejor sus facciones, un vestido ajustado color negro cubría sus delineadas curvas, su cinturita de infarto ajustado bajo esa tela, un generoso escote mostraba el contorno de sus enormes pechos, cubría sus hombros pero no sus piernas, las cuales lucían preciosas cubiertas por unas delicadas medias color negro y una zapatillas de tacón de aguja, permitían que su figura se estilizarán aún más junto a su generoso trasero mostrándose aún más levantado.
Le hice saber lo hermosa que se veía y le pedí que nos diéramos prisa al trabajo. Al salir a tomar el coche nuestro vecino un viejo viudo, se encontraba en su puerta, parecía que todos los días esperaba la hora en la que Sofía salía rumbo al trabajo.
Llegamos al trabajo con la misma rutina de siempre, dejando nuestro coche a unas cuadras del trabajo, y permitiendo caminar a solas a mi mujer por las afueras del mercado donde varios comerciantes se la comían con la mirada.
Evité pensar en ello y preferí dejar que llegara sola y sin presiones al trabajo. Cuando llegué, pude mirarla en su cubículo y noté que nuestro jefe Genaro no estaba, de no ser así casi seguro, ya la hubiese llamado a su oficina.
De una forma u otra, pese a las miradas de nuestros compañeros sobre ella, todo parecía normal. Así los ánimos mejoraron para ambos permitiendo olvidar un poco lo que había sucedido el día anterior.
Hubiera preferido irme en ese momento al hotel con ella, pero la espera valdría la pena, no encontraba la forma de matar el tiempo, para poder salir del trabajo.
Sabía que esa noche tendríamos una sesión de sexo inolvidable incluso quizá podría llevar a cabo alguna de mis fantasías.
A una hora de salir, observé que en la oficina de nuestro jefe se encontraba alguien, creí por un instante que Genaro estaba de vuelta, así que me apresuré a asomarme sigilosamente.
Cuando estuve cerca de la puerta noté que aquella persona no era Genaro, sino Emmanuel el jefe del siguiente piso.
Sostenía algo negro en sus manos, el cuál acerco a su rostro para olfatearlo y realizar una expresión de satisfacción, de pronto su celular sonó, me oculte rápidamente en el cuartito de archivos muertos que se encontraba a un costado de la oficina, que, si bien no permitía observar, si dejaba escuchar un poco lo que allí sucedía.
—¿Sí?, ¿Genaro? ¿Cómo va todo? —hizo una pequeña pausa seguramente el jefe le respondía del otro lado del teléfono.
—Si por acá también, ya casi es hora, será una gran noche…. Si no te preocupes por eso, solo preocúpate por tener todo listo.
Se escuchaba feliz.
— Solo pásame la dirección y nosotros llegamos… yo nunca te he quedado mal, solo confía.
Tras una pausa continuó con aquella llamada.
— No para nada, trato es trato, yo me encargo de sus amigos, si te digo, solo ira ella y yo, pero oye no se te olvide, quiero mi parte del pastel y vaya que es un pastelote.
Se me cortó la respiración, algo dentro de mí me decía que entre esos planes estaba alguien a quién yo conocía bien.
— Si, no necesitas recordármelo, gracias por el regalito, huele delicioso se ve que es muy atenta con su cuidado, aún no puedo creer que se lo hayas quitado en aquel restaurante con toda esa gente, tiene buenos gustos y caros se nota, esta lencería no es cualquier lencería. Debe ser una puta en la cama, después de lo que me contaste no cabe duda.
Trague saliva no lo podía creer, mis sospechas habían sido ciertas, esa mujer de la que hablaban era mi mujer.
Y no solo eso, de verdad esas bragas que sostenía Genaro en el restaurante eran de ella, como pude dudar de lo que había visto.
— Está bien, nos vemos más tarde, te juro que se lo chuparía hasta que me quedara sin lengua, está buenísima, deberías de ver como viene vestida hoy, me muero por comerme ese culote. Nos vemos.
Y colgó. Me quedé helado, sabía que era Sofía de quién hablaban, la conversación me había puesto al mil y mis planes con ella se estaban derrumbando.
Mire el reloj para salir corriendo con ella, y no perder ni un minuto más allí. Justo cinco minutos antes de salir, escuche que llamaban por su nombre.
— Sofía te llama el jefe.
Era Emmanuel quién sostenía un teléfono en la mano haciendo señas para que ella se acercara a la oficina.
Sofía se paró y me hizo señas para que no me preocupara. Después de unos minutos que parecieron eternos, ella volvió, incluso algunos de nuestros compañeros ya se habían marchado. Apenada y con una mirada triste comenzó hablar.
— Cariño lo siento, pero me tendré que quedar, Genaro quiere que espere unos papeles y los lleve lo más pronto para la firma de un contrato que lleva todo el día esperando.
Antes de poder responderle, Emmanuel apareció detrás de ella.
— Sofía es hora, ya están listos los papeles, tenemos que irnos.
La miré confundido, ella se acercó y me dijo en voz baja.
— ¿Por qué no te adelantas al hotel y me esperas? Seguro terminamos pronto, prometo recompensarte.
Y se marchó con Emmanuel por el pasillo al ascensor.
Esperé unos minutos y comencé a bajar al estacionamiento, pensando en que entretenerme mientras tanto, cuando justo delante de mí mi mujer y Emmanuel pasaban en su coche, sabía que si deseaba hacer algo ese era el momento, así que me apresuré a mi vehículo para intentar seguirlos.
Le mandé un par de mensajes, pero no respondió, encendí el vehículo y salí sin rumbo. A unas cuadras del trabajo encontré su camioneta detenida en uno de los semáforos de la avenida, me dispuse a seguirla, hasta que la camioneta entró al estacionamiento de un bonito hotel en el centro de la ciudad.
De la misma forma entre y espere estacionado lejos de su cajón de estacionamiento, vi a ambos bajarse y entrar al restaurante de dicho hotel, y sin tardar un segundo más bajé también del auto intentando acercarme sin que notaran mi presencia.
El lugar no permitía tener una buena visibilidad y cansado de esperar sin ningún resultado deambule por las calles cercanas hasta sentarme a esperar en una banquita cerca del estacionamiento de aquel restaurante.
Cuando miré el reloj vi que habían pasado cerca de 1 hora y revisé el celular para ver si había alguna noticia.
“Amor lo siento, no he podido comunicarme, pasamos a un restaurante donde nos esperaba un empresario llamado Felipe, pero nos moveremos de aquí al parecer quiere conocer la ciudad, adelántate al hotel te veré allí”.
Decía el mensaje que había recibido apenas unos minutos antes de revisar mi celular.
Comenzaba a creer que nuestros planes se venían abajo, y los de Genaro iban viento en popa. Estaba claro que Genaro y Emmanuel tenían algo entre manos y seguramente Felipe también formaba parte de ello.
Le escribí un mensaje pensando que nuestros planes podrían tomar su rumbo una vez terminara con ellos, y me dirigí al hotel donde había realizado la reserva.
Llegué al Hotel y subí a nuestra habitación. No sabía cuánto tiempo estaba pasando, recorrí todo el lugar, del baño a la ventana, de la ventana a la cama y de la cama al balcón.
Encendí la TV y me recosté sin darme cuenta que mi cansancio y estrés harían que a los pocos minutos me quedara dormido.
Me desperté alterado y miré mi teléfono a las 2 a.m., ¿Cuánto tiempo había pasado? Salí de la habitación y bajé al lobby del hotel, buscando a mi alrededor sin alguna señal de ella.
Me dirigí al baño del lobby, pero todos los mingitorios estaban ocupados así que entré a uno WC y cerré la puerta, cuando estaba a punto de salir, escuché la voz de tres hombres que entraban al baño.
—Te dije que era una mujer de ciudad —decía uno —Sí estaba riquísima no lo niego, tu si sabes hacer negocios Genarito —respondía el otro con voz de un señor de edad avanzada.
—Viste como me la chupaba, cielo…. Y ese culote estaba… uff… —escuchaba sin saber quién exactamente hablaba.
—Cálmate Emmanuel no eres el único que lo probó, te juro que no será la última vez.
—Claro que no será la última vez jóvenes, a mi edad no estoy para perder el tiempo, así que el tiempo que me queda les prometo que haré negocios con ustedes jajaja, y con ese culito.
—Te ayudaremos con eso Felipe.
Me quedé recargado con la cabeza pegada a la puerta intentando reconocer las voces. ¿Acaso eran ellos? ¿Era de mi Sofía de quién hablaban? Si… estaba casi seguro. Pero mi miedo no me permitió abrir la puerta hasta que escuche que salían del baño.
Mi mente estaba al mil, y mi entrepierna había cobrado vida. Mis pensamientos muy en el fondo deseaban que fuera mi mujer de la que hablaban, una sensación que no había experimentado hasta el día anterior en el restaurante.
Pero en ese preciso momento algo me sacó de mi transe. Mi teléfono comenzó a sonar en mis bolsillos. Como pude intente silenciarlo, pero era inútil. Los hombres que hablaban bajaron la voz y salieron del lugar.
Mire la notificación era ella… “Estoy en la habitación”.
Salí del baño y me apresuré a buscar a los hombres misteriosos del baño, pero no vi rastros de ellos.
Subí al elevador impaciente mientras miraba los números del ascensor avanzar. Cuando este llego al piso de nuestra habitación me apresure por el pasillo. Corrí la tarjeta para abrir el cerrojo y abrí la puerta. La luz estaba apagada y la habitación estaba en completo silencio.
Al entrar ciegamente mis ojos tardaron en acostumbrarse al entorno, mi mente decidía si encender la luz o mantenerla apagada. Poco a poco una silueta curvilínea se miraba sentada en la orilla de la cama, mirando hacia la puerta corrediza que daba al pequeño balcón. No había duda era ella.
Me acerque despacio y mientras lo hacía su hermosa cabellera negra reflejaba los pequeños rayos de la ciudad que entraban por la ventana, su cabello lucía un poco desalineado, largo casi hasta la cintura, aquella cintura delineada y bien definido por aquel delicado y corto vestido negro, su mirada parecía perdida hacia el horizonte.
Me puse frente a ella.
Su rostro mostraba rastros de lágrimas y sus ojos culpa.
Me acerqué aún más y le hablé casi en un susurro —Hola amor.
Sus ojos se posaron en mí y antes de permitirme decir algo más dijo —Lo siento mucho amor… pero tenemos que hablar.
La miré de arriba abajo, en silencio, su figura era hermosa, sus caderas anchas se marcaban en aquel vestido, vestido que al estar sentada en la orilla de la cama se había subido dejando sus ligueros al descubierto, tal como había pensado que pasaría si ella no tenía cuidado al sentarse durante su día.
Sus muslos firmes y bien definidos cubiertos con aquellas delicadas medias negras solo dejaban a la imaginación el tacto de su piel.
Con cuidado y cuidando mis movimientos tome lugar a su lado en la cama posando una de mis manos en su muslo, provocando en ella un pequeño brinquito y en mi mano un suave tacto inigualable.
— Cuéntame—dije.
Suspiró.
—Emanuel…. El… Yo…mmm.
—Está bien… dime —Conteste yo.
—Lamento no haber llegado a tiempo. Después de que te deje en la oficina, el jefe Emmanuel y yo nos dirigimos al centro de la ciudad a donde nos encontraríamos con Genaro y un accionista de una empresa para cerrar un trato. Mientras conducía no quitaba su vista de mis muslos y de halagarme por lo hermosa que me veía esa noche. Dijo que parecía que el destino estaba haciendo que todo fuera perfecto, y que ese trato era muy importante y que mi presencia iba a ser de gran ayuda para cerrarlo.
—Aja.
—Yo haría cualquier cosa por nuestro trabajo lo sabes cariño…me encanta nuestro trabajo y quería seguir con el estilo de vida que llevamos, así que solo me limitaba a asentir, sin comprender mucho todo lo que decía.
Intentaba imaginar todo lo que ella me iba contando para entender todo lo ocurrido.
—Cuando llegamos al lugar, resultó ser un pequeño pero bonito restaurante en el centro de la Cd. De México. En una mesa retirada del centro, estaba Genaro, acompañado de una persona de avanzada edad que me presentaron como el Dr. Felipe.
Me quede observando cada expresión de su rostro sonrojado, al ver su nerviosísimo en su voz al mencionar ese nombre. ¿Felipe? ¿No era ese uno de los nombres que escuche en los baños?
—Llegué a la mesa, Genaro y compañía se pararon ante mi presencia en señal de caballerosidad, observando mi cuerpo detenidamente de pies a cabeza —dijo ella.
Y no era para menos pensé, Sofía se veía muy apetecible con aquel ceñido vestido, que marcaba sus piernas y su delgada cintura.
—Genaro me pidió que me sentara y me presentó al hombre que lo acompañaba, el Dr. Felipe, un viejo amigo de él, con algunos negocios e inversiones y que necesitaría publicidad nuestra, además es dueño de una clínica en la ciudad. Se veía que se conocían de muchos años, todo parecía normal, la cena, la firma de papeles que por cierto se llevó sin problemas, hasta que…
—¿Hasta que…? —dije.
—Felipe pidió que lo lleváramos a conocer la ciudad. Ellos estaban muy felices, y Genaro dijo que conocía un bar algo especial y que podíamos dirigirnos allí. Pagaron la cuenta y Felipe dirigió a todos al estacionamiento donde tenía su camioneta y su chofer… Esta vez Genero subió primero en el asiento trasero de la Suburban, después me pidieron subir a mí y por último Felipe, Emmanuel subió enfrente con el chofer.
Mientras ella contaba su relato, yo intentaba visualizar en mi mente lo que ella estuvo viviendo unas horas antes, sabía que su vestido esa noche era muy corto, y en ese vehículo en medio de dos hombres mayores a ella, sería algo que no desaprovecharon, que todo parecía estar en contra de ella, hasta el mismo vehículo.
—Mi vestido comenzó a subirse en el vaivén de la camioneta, primero un poco y después un poco más hasta que el encaje de mis medias quedará al descubierto —dijo ella con una voz cada vez más débil —Genaro se limitaba a sonreír y acercarse un poco a mí, mientras Emmanuel no quitaba su vista sobre mí a través del retrovisor. Llegamos a este hotel y bajamos del vehículo en el estacionamiento. Felipe se apresuró a ayudarme a bajar y aprovechó para tocarme el trasero excusándose de que había sido un error. Mientras caminábamos al bar del hotel, sentí la mirada de todos ellos en mis posaderas.
Nos dirigimos a una mesa hasta el fondo del lugar, donde la luz apenas llegaba, era una mesa redonda con un mueble de la misma forma, quería sentarme primero, pero Emmanuel me sostuvo el brazo, para que Felipe pasará primero, después yo y seguida de Genaro. Llamaron a un mesero y comenzaron a solicitar unas botellas de Whisky.
Apenas trajeron las botellas, Genaro comenzó a servir, me negué, pero debido a su insistencia acepté una, me hicieron la observación que tenía que festejar por este contrato, pues era parte fundamental de este, diciéndome que me relajara y disfrutara con ellos la noche. Felipe preguntó.
“Dime Genaro como es que conociste a esta hermosa jovencita se ve que es muy trabajadora y está entregada a la empresa, no te ofendas señorita, pero es usted muy guapa”
“Ella lleva ya un tiempo en la empresa, y su participación siempre ha sido importante para todos nosotros, por ello está aquí. Y si me atrevería a decir que es la más hermosa de todas las empleadas”
Le respondió Genaro.
—Me limité a sonreír —dijo Sofía —Genaro… él continúo.
“Esperamos que siga subiendo de nivel en la empresa, ya se lo he propuesto y estuve a punto de darle la introducción, aunque al principio no quería por el nivel de compromiso, poco a poco ha ido cediendo”
—Las bebidas fueron pasando, no sé en qué momento comencé a beber y solo miraba la velocidad en que me llenaban mi vaso. En un momento Felipe interrumpió las risas de la plática y se dirigió a mí —dijo Sofía.
”Me han contado mucho de ti Sofía, Genaro fue mi pupilo en la universidad y trabajó conmigo hace algún tiempo, me comentó que estaba feliz de que yo te conociera.”
—Ah… me alegra saberlo —respondí sin saber realmente qué contestar por las bebidas que había ingerido —dijo Sofía.
Yo sabía que mi esposa se encontraba en una situación bastante incómoda con aquellos hombres y me imagino que no tenía mucho que hacer ante tal situación. Ella continuó con su relato.
—Comenzamos a platicar de algunas cosas de la empresa cuando en algún momento de risa Felipe que contaba una pequeña historia graciosa de él y de Genaro colocó una mano en mi muslo más cercano a él. Di un pequeño brinquito y el solo me miró como buscando mi aprobación y a la vez como quien intentaba dar una orden de que todo estaba bien.
Pensé que la quitaría, pero poco a poco iba moviéndola apretando mis muslos cubiertos por las medias, primero un poco y después comenzó a subirla hasta el comienzo del vestido sintiendo mi piel desnuda, le tomé la mano e intente apartarla, pero el solo se giró y me dijo al oído “tranquila muñeca no pasara nada”. Sin mi aprobación el comenzó a tocarme y a subirme el vestido un poco más de lo que ya estaba, sin darme cuenta otra mano se colocaba en mi otra pierna era Genaro.
Soltó una lágrima y giró su mirada hacia mí, por fin pude ver aquella mirada tan honesta, confundida, hermosa, pero a la vez tan sensual que ella ofrecía inconscientemente con sus hermosos ojos. Mi miembro sin darme cuenta estaba erguido como nunca antes. Sentía las ganas de liberarlo por aquel relato donde Sofía era manoseada por aquellos hombres.
—Lo siento yo no supe qué hacer, me limité a decir que pararan que por favor no me tocaran, pero ellos continuaron haciéndolo, Felipe se topó con mi entrepierna y comenzó a tocarme sobre mi prenda, “estas húmeda, sé que te está gustando” aprovechando que mis manos estaban sosteniendo mi rostro él hizo a un lado la tela de mi delicada prenda tocando mi entrepierna desnuda con sus dedos, y continuó hasta introducir dos de ellos, gemí no pude aguantar esa sensación e intenta apartar su mano.
Genaro tocaba mi busto sobre el vestido y mis piernas, ambos se turnaban sobre mi cuerpo. De pronto Felipe sin darme cuenta se había desabrochado el pantalón y había extraído su miembro viril, pese a su edad se mostraba venoso y más grueso que el de Gena…
Genaro… iba a decir Genaro pensé, ¿Cómo es que sabía que tan grande lo tenía él? Ella me miró, como buscando salir de ese lugar donde se había metido, como si hubiera dicho algo que yo no sabía. Pero ese milisegundo de silencio se rompió con su misma voz.
—con algunos vellos blancos en él, Genaro siguió sus pasos y puso una de mis manos en él. Felipe subió mi vestido hasta la cintura y al mirarme dijo “Miren a esta muñequita, creo que venía preparada para disfrutar de nosotros” yo solo me sonrojé, sentía calor en las mejillas, y no pude más que someterme a ellos.
Sin que ella lo notará comencé a frotar mi miembro sobre el pantalón ella miraba hacia otro lado mientras continuaba su relato.
—Genaro aprovecho todo lo confuso de mi mente, y me tomo para besarme, aunque no quería, las manos de Felipe en mi entrepierna hacían que mi boca se abriera y entre ligeros gemidos recibiera el beso de Genaro, este también aprovechó para pasar un brazo sobre mi espalda y empezar a tocarme mis nalgas.
Después de algunos minutos, Felipe… Felipe dijo “es hora de saber que pueden hacer esos hermosos labios, me han dicho que haces maravillas” y me tomó de la nuca guiándome a su enorme falo que apuntaba hacia arriba. Recargándose en el mueble y dando espacio a que yo pudiera recostarme sobre él.
Me opuse rotundamente, pero la fuerza de él y el toqueteo constante de Genaro mermaron mi esfuerzo, y en un instante el olor de ese miembro golpeaba fuertemente mi nariz, lo vi palpitar a unos centímetros de mí, con un movimiento su miembro chocó mis labios, y con ayuda de los dedos en mi vagina que Genaro acaba de introducir, aquel miembro se posó dentro de mi boca, era asqueroso, sentí su sabor en mi boca, no podía introducirlo por completo. Sin más remedio comencé a besarlo, a saborearlo, a chupar su glande y a jugar con él. —
No podía creer lo que Sofía estaba contándome, no pensé que ella fuera tan fácil de caer ante ellos. Sin embargo, sentí placer, un placer que había sido solo mío, ahora ella le regalaba a otro.
—Mi trasero estaba casi descubierto por la posición en que estaba, Genaro no desaprovecho la oportunidad y comenzó a tocarme a su antojo, mis nalgas, y en ocasiones tocaba mi zona prohibida. Antes de que algo más sucediera Felipe me detuvo… “es hora de ir a otro lugar”. Llamó al mesero y acomodándose la ropa pidió la cuenta. El mesero entrego el cambio y se dirigió a él “Su habitación esta lista”
Fin del Capítulo II
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4 comentarios - Mi esposa Sofía: Demasiado Hermosa Para Un Solo Hombre 2