Sabía que quería coger, pero como a él le daba lo mismo coger conmigo que con cualquier otra decidí que no fuera conmigo. Se resignó. Estaba a solo cuatro de casa, le dije que de paso aprovechaba a pasar por el mercado a comprar algunas cosas que necesitaba. Subió al auto arrancó, tocó bocina y gritó, gracias! Puede que lo haya dicho en forma irónica por lo que no le di esa tarde o puede que lo hubiera dicho sinceramente porque le había prestado algo de mi atención. Nunca le pregunté el porqué de aquel gracias, sinceramente no me importa. En el mercado compré queso, una gaseosa, un jugo de naranja, un par de cosas más y pilas. Llegué a casa, que esta vez estaba mucho más ordenada que mis pensamientos. Eran ya cerca de las seis de la tarde. Cumplí con las rutinas y rituales hogareños, el cruce de mensajes con amigas y familia, la ropa para lavar, organizar el día siguiente, pensar que cocinar. Preparando la cena me tome tranquila mi campari con jugo de naranja. Cené, me bañé, me acosté. Mientras miraba una serie le cambié las pilas a mi balita y a mi dildo preferido. Metí dos dedos en mi boca y los llevé a la vagina, la mojé con mi saliva, apreté mi clítoris con la balita y me di duro. Sentí como me iba humedeciendo de a poco, disfrute cada segundo de esa sensación. Franeleaba mis pechos, apretaba la balita y sentía como mis terminaciones nerviosas se activaban una a una. Me sentía cada vez más húmeda. Tome el dildo, me lo fui poniendo dentro de la vagina de a poco, no me hizo falta lubricante. Lo puse lento, sintiendo como entraba, me lo comí con la vagina caliente y ansiosa. Comencé a entrarlo y a sacarlo. Con ritmo, una y otra vez, lo apretaba cuando lo metía, lo mantenía ahí, lo movía describiendo pequeños círculos dentro mío. Lo empecé a sacar y meter con más fuerza y rapidez. Sentí llegar el orgasmo. Me di fuerte y más y más. Y allí llegó, una lluvia de placer mojo todo lo que estaba cerca. Grite de placer, de bronca, de recuerdos, de ganas. Aquella paja fue de esas que al recordarla me vuelvo a erizar. Evoqué con ella los momentos más calientes que había tenido junto a casado. Con los fluidos de ése squirt maravilloso al que llegué a fuerza de dedo y dildo dejé ir todos esos recuerdos y todo aquello que tontamente había sentido por ese tipo que ese día había vuelto con ganas de coger pero que ya no era el que se había sin besarme aquella tarde de Diciembre. A pesar de que después de ese almuerzo nos volvimos a ver el nunca supo de esa esa última paja que dediqué a nuestros días de aventuras sexuales. Supongo que tampoco nunca lo sabrá, hace rato que dejó de leerme y comentarme aquí, dijo que escribo aburrido
Venganza
Sabía que quería coger, pero como a él le daba lo mismo coger conmigo que con cualquier otra decidí que no fuera conmigo. Se resignó. Estaba a solo cuatro de casa, le dije que de paso aprovechaba a pasar por el mercado a comprar algunas cosas que necesitaba. Subió al auto arrancó, tocó bocina y gritó, gracias! Puede que lo haya dicho en forma irónica por lo que no le di esa tarde o puede que lo hubiera dicho sinceramente porque le había prestado algo de mi atención. Nunca le pregunté el porqué de aquel gracias, sinceramente no me importa. En el mercado compré queso, una gaseosa, un jugo de naranja, un par de cosas más y pilas. Llegué a casa, que esta vez estaba mucho más ordenada que mis pensamientos. Eran ya cerca de las seis de la tarde. Cumplí con las rutinas y rituales hogareños, el cruce de mensajes con amigas y familia, la ropa para lavar, organizar el día siguiente, pensar que cocinar. Preparando la cena me tome tranquila mi campari con jugo de naranja. Cené, me bañé, me acosté. Mientras miraba una serie le cambié las pilas a mi balita y a mi dildo preferido. Metí dos dedos en mi boca y los llevé a la vagina, la mojé con mi saliva, apreté mi clítoris con la balita y me di duro. Sentí como me iba humedeciendo de a poco, disfrute cada segundo de esa sensación. Franeleaba mis pechos, apretaba la balita y sentía como mis terminaciones nerviosas se activaban una a una. Me sentía cada vez más húmeda. Tome el dildo, me lo fui poniendo dentro de la vagina de a poco, no me hizo falta lubricante. Lo puse lento, sintiendo como entraba, me lo comí con la vagina caliente y ansiosa. Comencé a entrarlo y a sacarlo. Con ritmo, una y otra vez, lo apretaba cuando lo metía, lo mantenía ahí, lo movía describiendo pequeños círculos dentro mío. Lo empecé a sacar y meter con más fuerza y rapidez. Sentí llegar el orgasmo. Me di fuerte y más y más. Y allí llegó, una lluvia de placer mojo todo lo que estaba cerca. Grite de placer, de bronca, de recuerdos, de ganas. Aquella paja fue de esas que al recordarla me vuelvo a erizar. Evoqué con ella los momentos más calientes que había tenido junto a casado. Con los fluidos de ése squirt maravilloso al que llegué a fuerza de dedo y dildo dejé ir todos esos recuerdos y todo aquello que tontamente había sentido por ese tipo que ese día había vuelto con ganas de coger pero que ya no era el que se había sin besarme aquella tarde de Diciembre. A pesar de que después de ese almuerzo nos volvimos a ver el nunca supo de esa esa última paja que dediqué a nuestros días de aventuras sexuales. Supongo que tampoco nunca lo sabrá, hace rato que dejó de leerme y comentarme aquí, dijo que escribo aburrido
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