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Los gemelos 2 (relato gay)

Continuación de "Los gemelos 1"


2.- Aprendiendo en penumbras


Damián dormía en la cama de arriba, su hermana Jessy en la de abajo. Casi pegada estaba la cama de Andrea, su mamá. Además de las camas, poco más había, poco más cabía, apenas una cocina, una heladera vieja y algún trasto. Chiquito, amontonado, pero mejor ahí que en la villa. Después que nació el hermanito, el macho de su mamá los había sacado de la villa y les pagaba esa piecita en Villa D, un suburbio de clase media baja, un barrio de viejos, donde los gemelos estaban solos casi todo el día. Hasta ahí venía el macho, cuando podía escaparse de su mujer oficial, a darle matraca a la madre y a ver a su bebote. A los gemelos, ya de 16, ni bola les daba. Por suerte la pieza daba a la calle, así que Dami y Jessy se pasaban más tiempo sentados en la vereda que dentro de la piecita. Cuando venía el tipo temprano los rajaban de la pieza y ellos preferían sentarse y jugar y charlar en la vereda de la casa contigua, siempre cerrada. De día no querían sentir los gemidos de la madre ni las cochinadas que el tipo le decía. Andrea, en sus 40, tenía tremendas tetas y un culo espectacular, y las pocas veces que caminaba por el barrio del brazo de su macho, mucho más joven que ella, en sus calzas viejas, apretadísimas no por querer parecer trola sino porque no tenía otras, el meneo de su culo se potenciaba, como diciendo "miren el macho que me como y miren lo que se come mi macho" Los gemelos la tenían muy clara, los dos adolescentes sabían que por más bronca que les diera que su mamá anduviera con ese tipo, sin los mangos del macho tenían que volver a la villa y abandonar esa secundaria tardía y atrasada pero secundaria al fin. Además, cuando se iba el macho, la mamá les compraba pizza y cantaba hasta la noche. Coger debía ser muy lindo si su mamá quedaba tan contenta.
A veces el tipo se quedaba a dormir, y por más que ganas de rajarlos no le faltaban, los gemelos no podían pasarse la noche en la vereda. Así que el bebote iba a dormir con Jessy y la cama quedaba para su "padrastro" y para Andrea. Esa noche Andrea cocinaba alguna cosa más a menos buena, nada de salchichas ni hamburguesas para su macho, y el tipo traía un tetra o una birra. 
Apenas apagaban la luz comenzaban las risitas y los cuchicheos "jiji, nooo, esperá que se duerman, ay, no seas bruto, nooo, sacá la mano de ahí, noo, jiji". Los gemelos se quedaban quietísimos en sus camas. Había que ver qué es lo que ponía tan contenta a la madre.
El espectáculo no tardaba en llegar, la luz de las farolas de la calle que entraba por la ventana entreabierta para no morirse de calor era más que suficiente para ver todo lo que pasaba en la cama, así que, duros para que el colchón no hiciera ruido, los gemelos miraban en silencio.
Los pechos voluptuosos de Andrea alojaban la verga, que a ellos les parecía enorme, del macho de su vieja, y Andrea los juntaba para aumentar la presión sobre la verga. De los pechos a la boca, siempre, y ese ruido a chapoteo, y las toses de Andrea, mientras el macho la agarraba de los pelos y la cogía furiosamente por la boca. A veces le acababa y se serenaban un poco por un rato. 
- ¿Te gustó puta? -
- ¿Qué te da de comer la bruja que tu leche tiene gusto tan feo? -
-Feo, por eso la escupís, ¿no? Bien que te la tragás toda y me limpiás el palito.
-Porque es la leche de mi macho!, mascullaba la madre incorporándose y apretándole las peludas nalgas a su joven amante.
-Guarda, no me rasguñes, que si la bruja se da cuenta, flor de quilombo me arma-
Si no había acabada en la boca, seguro seguía la concha, Andrea de gambas separadas, duras y fuertes por el laburo, a pesar de sus cuarenta largos, el macho, con la virilidad de sus 23 años, y las horas de gym, bombeándola a lo bestia mientras le mordisqueaba los pezones con sabor a los jugos de su pija y Andrea gemía y él bufaba y los gemelos, ojos inmensos, para convertir en sol la penumbra, Dami con su mano derecha sobándose la pija y Jessy con dos dedos mimándose el clítoris. Cada uno a su manera, cogía y gozaba, Andrea con el macho, el macho con Andrea, Jessy con una pija sin rostro que la penetraba despacito, y Dami, Dami se sentía raro, a veces pensaba en la concha que tenía más cerca, pero no, nunca, jamás, no se podía, y a veces cerraba los ojos y veía una pija oscura y soñaba abrir sus labios y saborearla como su mamá, pero no, nunca, jamás, no se podía.
Si había acabada en la boca, seguro al rato escuchaban "date vuelta", la cama rechinaba, las sábanas volaban, las inmensamente blancas nalgas de Andrea iluminaban la pieza, la cabeza del macho desaparecía entre las dos cachas y al rato comenzaban a sentir el chapoteo.
La primera impresión de los gemelos era sentir asco, pero por cómo gemían los dos, debía estar bueno eso de chupar el culo.
Luego el tipo se incorporaba y Andrea colocaba la almohada debajo de su cadera. Dami y Jessy podían ver entonces ese palo grueso y parado en todo su esplendor, a los dos extrañamente, les cosquilleaba un poco la cola, ¡qué raro! Apoyaba sus manos en el colchón y comenzaba a bajar, primero un gemido, luego el primer "ay, amor, cada vez lo tenés más grueso, ¡cómo duele!", y el "aguantá puta, que a vos por el culo te gusta más que por la argolla", - Y por eso estás conmigo, ¿no?, por cómo me la como por el culo-, -siiii, Andre, vos sabés que no puedo vivir sin romperte el ojete-, -rompémelo pendejo, ay, ay, así, ahhh, ya siento tus bolas, ahhhh-
Damy y Jessy seguían despacito con sus caderas los movimientos del tipo, la mano de Jessy se había ido hacia atrás, la de Dami seguía en el palito y despacio, sin hacer ruido, se llevaba a la boca cada gotita de preseminal que le salía de la pija.
La cama crujía como carro descontrolado, hombre y mujer gemían, intercambiaban groserías, se olvidaban por completo que los gemelos "dormían" en la cama de al lado. Y los dos adolescentes se masturbaban, ¡total!, con todo el ruido de la cama, solo Jessy se enteraba de lo de Dami y Dami de los de Jessy.
Seguro en el desayuno habría facturas y seguro después los mandaban a hacer algún mandado largo. Cuando volvían, la mamá ya estaba sola y medio tristonga, con ese olor a sexo que le quedaba en la boca después de la mamada de despedida, desesperada, furiosa, tragando con orgullo ese trallazo final de leche, esa leche que le quitaba a la pendeja esa que no conocía, pero que sabía que con su culo estaba venciendo, tragaba deseando secarle los huevos a su macho para que no se cogiera a esa pendeja que era su esposa oficial, ella, la cuarentona, cagando a la pendeja, ella, la villera, cagando a la concheta.
Algunas veces, alguna tarde solos en la pieza mientras Andrea trabajaba y ellos cuidaban al hermanito, en la cama de la madre, Damy chupó el culo de Jessy, otras veces Jessy chupó el culo de Damy, ninguno de los dos sintió nada, sólo un raro sentimiento de culpa que les duró varios días. (Continuará)

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