Fuimos directos a la cama nos tumbamos mientras seguíamos sobándonos. Sonia me quitó la camiseta y yo se la quité a ella. Tenía unas tetas pequeñitas (que ya había visto un rato antes) y por eso no llevaba ni sujetador. Empecé a lamerle los pezones mientras ella seguía gimiendo. Se dejó hacer con los ojos cerrados y disfrutando el momento. Mientras yo daba cuenta de esos duros y prominentes pezones le fui soltando el pantalón. Ella me ayudó levantando las caderas y bajándose todo directamente, en pocos segundos estaba desnuda ante mi. Su cuerpecito delgado y pálido estaba ante mi, ni un gramito de grasa de más y un triángulo de vello negro le daba la bienvenida ahí abajo. Recorrí con mi lengua el camino hacia abajo por su vientre hasta su ombligo, subía bajaba, ella respiraba con fuerza. Cuando me puse a bajar un poco más ella detuvo mi cabeza con una mano.
-¿Dónde vas?
-¿Dónde crees?
-Es que a mi nunca…
-¿Nunca te han comido el coño?
-No-. Se sonrojó.
-Bueno pues eso va a cambiar ahora, tu limítate a relajarte y disfrutar.
Ella obedeció, apoyó la cabeza en la almohada y separó las piernas. Yo besé su vello púbico, el cual ya sabía a coño por la corrida de antes. Saqué la lengua y pasé por encima de sus pelillos. Ella gemía con timidez, me propuse hacerla gritar. Besé sus labios vaginales rositas y carnosos como si fueran los de su boca, al tercer beso metí la punta de la lengua. En ese momento noté su escalofrío, con dos dedos separé sus labios y lamí de abajo a arriba su raja hasta llegar a su clítoris, ella se estremeció. Sin miramientos ataque ese botoncito de placer de su coño, ella no dejaba de moverse y gemir, cada vez con más fuerza. Mi lengua se escurrió hacia su interior y seguí ahí, penetrándole con ella, mientras le seguía castigando el clítoris con un frote salvaje del pulgar. No tardó en correrse de nuevo, aunque yo no paré. Sus gemidos pasaron a ser gritos cuando volvió a correrse, esta vez de una forma bestial y que me llenó la boca de líquidos.
La dejé recuperar aire, estaba roja como un tomate, me puse a su altura y la besé con fuerza ella me rodeó con sus brazos. Ella degustó el sabor de su coño de mi boca, parecía que le ponía más caliente. Nuestras babas se mezclaban, creando hilillos cada vez que nos separábamos. Sonia me agarró de la cintura y empezó a bajarme el pantalón, estaba yo tan cachondo que ni me había dado cuenta de que aún lo llevaba.
-¿Estás segura?
-Completamente.
-Como me contaste que…
-Te quiero dentro de mi.
-No tengo gomas.
-Tomo píldora para regularme la regla, no te preocupes por nada.
No había más argumentos que utilizar, y si los hubiera yo tampoco quería buscarlos. La ayudé a quitarme toda la parte de abajo y directamente me coloqué sobre ella. Con la mano le puse la puntita en la entrada de su cueva. Ella alzó un poco las caderas para facilitarme el trabajo. Pegué mis labios a los suyos y la fui besando con suavidad mientras mi glande iba haciendo hueco ahí. No quería entrar a saco, ella solo había tenido una experiencia en toda su vida, y por lo que había dicho fue bastante mala.
Mientras nos besábamos mi falo iba abriéndose camino, apenas empujaba, su coño era el que me estaba absorbiendo, notaba en mi tronco sus paredes calientes. Su respiración se aceleraba a medida que entraba.
Cuando hubo entrado del todo separé mi cara de la suya, sonreía con cara de felicidad y me miraba fijamente. Fui con un mete saca suave, poco a poco. Ella cerró los ojos y se dejó llevar.
Cogió mis manos con las suyas, una a cada lado de su cuerpo, y noté que sus uñas se clavaban con algo de fuerza en mis manos con más intensidad a cada penetración que le hacía.
No la taladraba, quería ir con calma, yo lo estaba gozando, pero también quería que ella disfrutase de la experiencia. Volví a besarla y seguí ahí dándole con calma durante unos minutos.
Después ella rodeó mi cadera con sus piernas e hizo fuerza para girar nuestros cuerpos con una leve rodad sobre la cama. Ahora ella estaba encima. Se incorporó dejando caer su cuerpo sobre mi rabo, su juego de cadera era increíble, pero tampoco quiso acelerar, ella fue también poco a poco, notaba las palpitaciones de su coño en mi polla cuando comenzó a gemir con fuerza. Se corría, y yo también. Sentí la explosión de un torrente de leche que salía de mi polla y se introducía en ella. Nos habíamos corrido a la vez, ella abrió los ojos, me miró, sonrió y se acercó a besarme con suavidad, yo le correspondí encantado.
Mi polla se deslizó hacia fuera, momento que ella aprovechó para acurrucarse en mi pecho y seguir besándome. No sé cuanto tiempo estuvimos así, hasta que nos quedamos dormidos abrazados.
-¿Dónde vas?
-¿Dónde crees?
-Es que a mi nunca…
-¿Nunca te han comido el coño?
-No-. Se sonrojó.
-Bueno pues eso va a cambiar ahora, tu limítate a relajarte y disfrutar.
Ella obedeció, apoyó la cabeza en la almohada y separó las piernas. Yo besé su vello púbico, el cual ya sabía a coño por la corrida de antes. Saqué la lengua y pasé por encima de sus pelillos. Ella gemía con timidez, me propuse hacerla gritar. Besé sus labios vaginales rositas y carnosos como si fueran los de su boca, al tercer beso metí la punta de la lengua. En ese momento noté su escalofrío, con dos dedos separé sus labios y lamí de abajo a arriba su raja hasta llegar a su clítoris, ella se estremeció. Sin miramientos ataque ese botoncito de placer de su coño, ella no dejaba de moverse y gemir, cada vez con más fuerza. Mi lengua se escurrió hacia su interior y seguí ahí, penetrándole con ella, mientras le seguía castigando el clítoris con un frote salvaje del pulgar. No tardó en correrse de nuevo, aunque yo no paré. Sus gemidos pasaron a ser gritos cuando volvió a correrse, esta vez de una forma bestial y que me llenó la boca de líquidos.
La dejé recuperar aire, estaba roja como un tomate, me puse a su altura y la besé con fuerza ella me rodeó con sus brazos. Ella degustó el sabor de su coño de mi boca, parecía que le ponía más caliente. Nuestras babas se mezclaban, creando hilillos cada vez que nos separábamos. Sonia me agarró de la cintura y empezó a bajarme el pantalón, estaba yo tan cachondo que ni me había dado cuenta de que aún lo llevaba.
-¿Estás segura?
-Completamente.
-Como me contaste que…
-Te quiero dentro de mi.
-No tengo gomas.
-Tomo píldora para regularme la regla, no te preocupes por nada.
No había más argumentos que utilizar, y si los hubiera yo tampoco quería buscarlos. La ayudé a quitarme toda la parte de abajo y directamente me coloqué sobre ella. Con la mano le puse la puntita en la entrada de su cueva. Ella alzó un poco las caderas para facilitarme el trabajo. Pegué mis labios a los suyos y la fui besando con suavidad mientras mi glande iba haciendo hueco ahí. No quería entrar a saco, ella solo había tenido una experiencia en toda su vida, y por lo que había dicho fue bastante mala.
Mientras nos besábamos mi falo iba abriéndose camino, apenas empujaba, su coño era el que me estaba absorbiendo, notaba en mi tronco sus paredes calientes. Su respiración se aceleraba a medida que entraba.
Cuando hubo entrado del todo separé mi cara de la suya, sonreía con cara de felicidad y me miraba fijamente. Fui con un mete saca suave, poco a poco. Ella cerró los ojos y se dejó llevar.
Cogió mis manos con las suyas, una a cada lado de su cuerpo, y noté que sus uñas se clavaban con algo de fuerza en mis manos con más intensidad a cada penetración que le hacía.
No la taladraba, quería ir con calma, yo lo estaba gozando, pero también quería que ella disfrutase de la experiencia. Volví a besarla y seguí ahí dándole con calma durante unos minutos.
Después ella rodeó mi cadera con sus piernas e hizo fuerza para girar nuestros cuerpos con una leve rodad sobre la cama. Ahora ella estaba encima. Se incorporó dejando caer su cuerpo sobre mi rabo, su juego de cadera era increíble, pero tampoco quiso acelerar, ella fue también poco a poco, notaba las palpitaciones de su coño en mi polla cuando comenzó a gemir con fuerza. Se corría, y yo también. Sentí la explosión de un torrente de leche que salía de mi polla y se introducía en ella. Nos habíamos corrido a la vez, ella abrió los ojos, me miró, sonrió y se acercó a besarme con suavidad, yo le correspondí encantado.
Mi polla se deslizó hacia fuera, momento que ella aprovechó para acurrucarse en mi pecho y seguir besándome. No sé cuanto tiempo estuvimos así, hasta que nos quedamos dormidos abrazados.
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