Después pensarlo por un largo tiempo, decidí contar lo que me sucedió hace unos meses atrás, es totalmente real, nada de imaginación.
El nombre del personaje clave es imaginario, su edad no.
Nunca pasó por mi mente, que un muchachito, en los umbrales de los 21 años, hiciera flaquear y claudicar, mi convicción de no desviarme de los senderos bien marcados de mujer casada, arriba de los 30 años, y disfrutar de la explosión de encuentros furtivos... con un partner sub-veintiuno.
Mi esposo, Carlos, es un hombre atractivo, varonil y un maravilloso amante, sabe cómo hacer que una hembra disfrute del sublime placer sexual, es muy liberal. Nos amamos y nos deseamos, no tenemos secretos entre nosotros, cualquier inquietud o experiencia la “blanqueamos” sin reservas o tapujos. Pero a pesar de esto me costó reunir el valor de contarle, este ardor, a pesar de tener su aprobación y libertad de poder disfrutar de, cualquier, otro macho.
Todo se inició, cuando mi coche tuvo una falla, lo llevé al taller mecánico habitual y me atendió un nuevo joven ayudante, Ignacio.
Bajé del coche y me apoyé en la carrocería, a la espera del titular del taller.
De pronto me di cuenta que, el joven, me desnudaba con la vista, me miraba de arriba abajo muy de cerca y con descaro: miraba mi cara, lentamente bajaba la vista, a mis senos, hacía una pausa, notoria, a la altura de mi sexo. Y ahí se quedaba mirando fijamente.
Me puso muy nerviosa y trate de desviar la atención pero él repetía su chequeo, descarado. Esto se cortó cuando llego el dueño del taller.
Al día siguiente, cuando fui por mi auto reparado, el pibe, Ignacio, me saludó cordialmente, se colocó frente a mí, a espaldas del mecánico que hablaba conmigo y exclamó:
¡Qué calor!!!-
y sin dejar de mirarme, fijamente, se sacó la camiseta de mangas largas y dejó al descubierto pecho y brazos. Sus pantalones estaban caídos, por la mitad de la cadera, se entreveía su calzoncillo negro. Dio media vuelta sobre sí mismo y volvió a la posición original, como si quisiese venderme su cuerpo, sonriendo con picardía. La verdad es que tenía buen cuerpo, arriba de los 1,85 m. de altura, músculos, pectorales y brazos vigorosos, piel lisa y bronceada. Emanaba hambre de sexo como que quisiese cogerme ahí mismo.
Mi sexo vibró y me humedeció la bombacha y los pezones se me endurecieron.
Pagué la reparación y de pronto el mecánico dijo:
-Ignacio, llevá a la señora a dar una vuelta para que verifique que todo está en orden, en el auto-
Y allá fuimos, él manejando y haciendo breves paradas, para mirarme con lujuria y susurrar :
-¡Qué bien está su coche, linda! Y…. ¡Qué hermosa es usted!.. -
Yo en el asiento del acompañante, impactada y excitada por su forma, encubierta, de decirme “vamos a la cama”. Llegué de regreso al taller “volada”. Di mi conformidad a la reparación y me fui.
Al llegar a mi casa, decidí darme una ducha, me saqué la ropa frente al espejo del dormitorio, que reflejó mi cuerpo desnudo con las lolas duras con los pezones, aún, erectos. Inconscientemente con una mano acaricie mis senos, la otra, bajó y, con un dedo, acariciaba el clítoris.
Fantaseaba como seria gozar del viril y firme cuerpo, del pibe, como sentiría su verga, entrando y abriendo mi concha. Instantes después sentí una salvaje excitación, me acosté boca arriba en la cama, abriendo y doblando mis piernas seguí masturbándome. Me metí los dedos medio e índice y comencé un lento movimiento de mete y saca mientras imaginaba que era la verga de Ignacio. El mete y saca se aceleró, mis dedos estaban empapados, estaba hambrienta de carne dura, jadeaba, cerré los ojos imaginé y sentí que era la verga del joven. Segundo después acabé “como una marrana”.
La pajeada fue tan salvaje y deliciosa que me dejó cansada como hubiera cogido de verdad. Nunca me había ocurrido esto en las muchas veces que me masturbé pensando en otros machos. Me quede recostada unos minutos y fui al baño, mientras me duchaba decidí que debía decirle todo lo ocurrido a mi esposo, Carlos.
Un par de días después, recostados los dos en nuestra cama, tuve el valor de contarle la calentura que me provoco el pibe; no le conté que me había pajeado, me dio vergüenza.
Mientras le contaba, Carlos, acariciaba mis tetas, duras como pelotas, con sus pezones erguidos, al rato deslizó sus dedos por los labios de mi concha. Mi relato le provocó una erección magistral.
Me montó y empaló de una con su verga tiesa como roca.
Asumiendo el papel del joven, mientras me cogía susurraba en mi oído:
-… ¿Te gusta tragarte un pedazo de carne joven?.... ¿Qué tal la saborea tu chocha?... -
Le respondía con voz jadeante:
-.. ¡Siii…. Me gusta!!!!.... ¡Es deliciosa…. la… carne tierna!!!... ¡Asiiiii….. metémela toda!!! … ¡siiiiii… cogeme, asiii… de ricoooo!!!....
Fue una cogida sensacional, acabé 3 veces. Su orgasmo fue un despropósito de sonidos y eyaculación.
Después de descansar del maravilloso polvo, Carlos me susurró, dándome toda la libertad, de hacer lo que quisiese:
-¡Amor, “estás prendida fuego”!!!.... Si te querés gozar al pendejo, cero problemas de mi parte! Decidí vos -.
Tenía otorgada la licencia, faltaba como, dignamente, contactar a Ignacio para concretar mi desvelo.
Él estaba “alzado” conmigo así que no iba a ser cuesta arriba, pero necesitaba una excusa creíble, para no regalarme al volver al taller.
Por suerte, horas después, “se me apagó la lamparita”… del faro izquierdo del auto.
Tengo, en la guantera, repuestos de todas las lamparitas y fusibles del coche y sabía que el dueño del taller solía “estirar” la hora del almuerzo y que el que reabría a las 14:30 hs, era el ayudante.
En lugar de pedirle a mi marido el cambio de la lamparita quemada, a las 14:25 hs, paré el coche a la entrada del local.
Ignacio, llegó puntual. Con una gran sonrisa me saludó, se agachó y por primera vez, me besó en el cachete, al mismo tiempo me preguntaba:
-¿Qué pasó lindaa?-
Se lo dije. Agregué que tenía el repuesto pero no sabía cómo montarlo. Me hizo entrar el auto y abrir el capot. Aún sentada en el asiento, le mostré todas las lamparitas nuevas que tenía. Demoró para elegir la correcta, previamente, sus ojos me manosearon las piernas que dejaba ver, mi pollera levantada a medias, a través de la puerta entreabierta.
Después de unos pocos minutos, me dijo que probara a encender las luces. Cerró el capot y:
-¡Listo, preciosa!-
Me bajé del auto y le pregunté cuanto le debía.
-¡Nada... nada!!! Pero……….. si quiere…. y le gusta la idea…. tomemos un trago, después de las seis que cierra el taller!!-
-¡Dale!!!- acepté el convite, le agradecí, lo abracé y le di un beso en la mejilla. Había dado en el blanco.
Por sugerencia de él, acordamos encontramos, en un bar, a la vuelta de un hotel alojamiento.
Yo le avisé a Carlos que, probablemente, iba a demorar en volver a casa.
-Todo bien querida pero, acordate que a las 9 llega el avión de tus padres y tenemos que ir al aeropuerto- me recordó
-Si, si, voy a volver a tiempo-
En realidad con el atractivo del encuentro con el pibe, me había olvidado.
Tendría el tiempo acotado.
En el bar, la conversación fue amena, llena de halagos de él hacia mi persona. Al segundo trago,
Se animó a tomarme de las manos, mi corazón ya latía más rápido y mi tanga ya estaba mojada.
Le sonreí aceptando el contacto.
-¿Te diste cuenta, que me gustaste desde la primera vez que te vi? Te soñé… abrazándote…. besándote…. y….y… con vos -
Acercó su boca a mi oído y propuso:
-¿Querés que vayamos al hotelito de la vuelta? ¡Porrr favor no me digas que no, preciosa!-
Le dije que si moviendo la cabeza, si abría la boca hubiese soltado un sonoro ¡SIIIIII..!
Él acercó sus labios a los míos y nos besarnos apasionadamente, luego los separó y los deslizó suavemente por mi cuello hasta llegar en mi oído. Lo lamió y me susurró.
-¿Querés comprobar cómo me pongo toda vez que te miro o pienso en vos?-
Agarró mi mano y la llevó al bulto de su miembro:
-Tocala, es la que te va hacer gozar, en un ratito-
Había alcanzado una erección suprema; sobre la tela de su pantalón, se sentía caliente, dura, tiesa como piedra y de buen tamaño, me imaginaba sentirla entrando en mi chocha, que babeaba (por tragársela), mi calentura estaba al tope:
-¡Oooohhh nene!!.... ¡Está super!!! Aguantame un minuto, voy al baño y vuelvo-
Tenía miedo que la “baba” mojara mi pantalón. Fui a secarme con papel higiénico.
Apenas entramos en la habitación nuevamente nos besamos y acariciamos, con nuestros cuerpos pegados, él, con sus manos en mis nalgas me tiraba contra su bulto, restregándolo contra mi pubis y yo lo abrazaba por el cuello, mientras nos comíamos los labios. Era tan fuerte la calentura mutua, que estábamos empapados de sudor. Me fue llevando contra una pared, y, con mi ayuda me quitó toda la ropa y, desnuda, quedé entregada a su/mi deseo. Mis ojos “gritaban cógeme”. De repente, se separó de mí, se deshizo de toda su ropa y:
-Voy a ducharme ¿Venís?-
Allá fuimos. Apenas alcancé a ponerme la gorra de baño y ya lo tuve encima.
Bajo la ducha, parecía “un pulpo”, en lugar de dos manos parecía tener ocho, para sobarme, jabonarme, enjuagarme, tetas, culo, concha. Yo me dediqué a su verga templada.
Nos secamos de modo somero y, en menos que hubiese tardado en decirme “¡verga vá! Me encontré acostada con las piernas abiertas, a más no poder, y empalada.
Me cogió como un poseído, nunca me habían embestido con tanto brío, me entraba, a fondo, con movimientos acelerados y violentos
No sé cuántas veces acabé, mi orgasmo final fue apoteótico
El del pibe, no se quedó atrás: lo voceó mientras eyaculaba como un bárbaro desaforado, dentro de mí.
Después de reparar las fuerzas con la quietud y adulación por momentos inmoderada, le hice una pregunta intencionada. No me esperaba su réplica
-¿Pibe, siempre sos tan impetuoso? Me la metiste, sin parar, hasta el caracú…-
-Te cuento algo: cuando le comenté a mi abuelo, que tenía mi primera novia, me dijo:
“El burro es uno de los animales que tiene el miembro más largo, pero cuando se monta una hembra, sólo, le mete 3 o 4 centímetros.
¿Sabes porque?
Porque es burro
Si te la da, úsalo todo” Así que…… yo…–
Me hizo reir la ocurrencia.
Me hubiese gustado aceptar otra cogida, propuesta en forma indecorosa por el pendejo, pero entre los tragos, la charla en el bar y el amasijo de carnes en el hotel, había trascurrido hora y media larga. Recordé el avión de mis padres
Él acariciando tiernamente mi chocha me propuso:
-Sos una mujer maravillosa, gocé como nunca. ¿Vamos a coger otra vez?-
-Yo también gocé mucho, pero….. me tengo que ir, es tarde-
Puso cara de desilusión:
-¿Cuándo nos vemos otra vez?-
-La semana que viene-
El nombre del personaje clave es imaginario, su edad no.
Nunca pasó por mi mente, que un muchachito, en los umbrales de los 21 años, hiciera flaquear y claudicar, mi convicción de no desviarme de los senderos bien marcados de mujer casada, arriba de los 30 años, y disfrutar de la explosión de encuentros furtivos... con un partner sub-veintiuno.
Mi esposo, Carlos, es un hombre atractivo, varonil y un maravilloso amante, sabe cómo hacer que una hembra disfrute del sublime placer sexual, es muy liberal. Nos amamos y nos deseamos, no tenemos secretos entre nosotros, cualquier inquietud o experiencia la “blanqueamos” sin reservas o tapujos. Pero a pesar de esto me costó reunir el valor de contarle, este ardor, a pesar de tener su aprobación y libertad de poder disfrutar de, cualquier, otro macho.
Todo se inició, cuando mi coche tuvo una falla, lo llevé al taller mecánico habitual y me atendió un nuevo joven ayudante, Ignacio.
Bajé del coche y me apoyé en la carrocería, a la espera del titular del taller.
De pronto me di cuenta que, el joven, me desnudaba con la vista, me miraba de arriba abajo muy de cerca y con descaro: miraba mi cara, lentamente bajaba la vista, a mis senos, hacía una pausa, notoria, a la altura de mi sexo. Y ahí se quedaba mirando fijamente.
Me puso muy nerviosa y trate de desviar la atención pero él repetía su chequeo, descarado. Esto se cortó cuando llego el dueño del taller.
Al día siguiente, cuando fui por mi auto reparado, el pibe, Ignacio, me saludó cordialmente, se colocó frente a mí, a espaldas del mecánico que hablaba conmigo y exclamó:
¡Qué calor!!!-
y sin dejar de mirarme, fijamente, se sacó la camiseta de mangas largas y dejó al descubierto pecho y brazos. Sus pantalones estaban caídos, por la mitad de la cadera, se entreveía su calzoncillo negro. Dio media vuelta sobre sí mismo y volvió a la posición original, como si quisiese venderme su cuerpo, sonriendo con picardía. La verdad es que tenía buen cuerpo, arriba de los 1,85 m. de altura, músculos, pectorales y brazos vigorosos, piel lisa y bronceada. Emanaba hambre de sexo como que quisiese cogerme ahí mismo.
Mi sexo vibró y me humedeció la bombacha y los pezones se me endurecieron.
Pagué la reparación y de pronto el mecánico dijo:
-Ignacio, llevá a la señora a dar una vuelta para que verifique que todo está en orden, en el auto-
Y allá fuimos, él manejando y haciendo breves paradas, para mirarme con lujuria y susurrar :
-¡Qué bien está su coche, linda! Y…. ¡Qué hermosa es usted!.. -
Yo en el asiento del acompañante, impactada y excitada por su forma, encubierta, de decirme “vamos a la cama”. Llegué de regreso al taller “volada”. Di mi conformidad a la reparación y me fui.
Al llegar a mi casa, decidí darme una ducha, me saqué la ropa frente al espejo del dormitorio, que reflejó mi cuerpo desnudo con las lolas duras con los pezones, aún, erectos. Inconscientemente con una mano acaricie mis senos, la otra, bajó y, con un dedo, acariciaba el clítoris.
Fantaseaba como seria gozar del viril y firme cuerpo, del pibe, como sentiría su verga, entrando y abriendo mi concha. Instantes después sentí una salvaje excitación, me acosté boca arriba en la cama, abriendo y doblando mis piernas seguí masturbándome. Me metí los dedos medio e índice y comencé un lento movimiento de mete y saca mientras imaginaba que era la verga de Ignacio. El mete y saca se aceleró, mis dedos estaban empapados, estaba hambrienta de carne dura, jadeaba, cerré los ojos imaginé y sentí que era la verga del joven. Segundo después acabé “como una marrana”.
La pajeada fue tan salvaje y deliciosa que me dejó cansada como hubiera cogido de verdad. Nunca me había ocurrido esto en las muchas veces que me masturbé pensando en otros machos. Me quede recostada unos minutos y fui al baño, mientras me duchaba decidí que debía decirle todo lo ocurrido a mi esposo, Carlos.
Un par de días después, recostados los dos en nuestra cama, tuve el valor de contarle la calentura que me provoco el pibe; no le conté que me había pajeado, me dio vergüenza.
Mientras le contaba, Carlos, acariciaba mis tetas, duras como pelotas, con sus pezones erguidos, al rato deslizó sus dedos por los labios de mi concha. Mi relato le provocó una erección magistral.
Me montó y empaló de una con su verga tiesa como roca.
Asumiendo el papel del joven, mientras me cogía susurraba en mi oído:
-… ¿Te gusta tragarte un pedazo de carne joven?.... ¿Qué tal la saborea tu chocha?... -
Le respondía con voz jadeante:
-.. ¡Siii…. Me gusta!!!!.... ¡Es deliciosa…. la… carne tierna!!!... ¡Asiiiii….. metémela toda!!! … ¡siiiiii… cogeme, asiii… de ricoooo!!!....
Fue una cogida sensacional, acabé 3 veces. Su orgasmo fue un despropósito de sonidos y eyaculación.
Después de descansar del maravilloso polvo, Carlos me susurró, dándome toda la libertad, de hacer lo que quisiese:
-¡Amor, “estás prendida fuego”!!!.... Si te querés gozar al pendejo, cero problemas de mi parte! Decidí vos -.
Tenía otorgada la licencia, faltaba como, dignamente, contactar a Ignacio para concretar mi desvelo.
Él estaba “alzado” conmigo así que no iba a ser cuesta arriba, pero necesitaba una excusa creíble, para no regalarme al volver al taller.
Por suerte, horas después, “se me apagó la lamparita”… del faro izquierdo del auto.
Tengo, en la guantera, repuestos de todas las lamparitas y fusibles del coche y sabía que el dueño del taller solía “estirar” la hora del almuerzo y que el que reabría a las 14:30 hs, era el ayudante.
En lugar de pedirle a mi marido el cambio de la lamparita quemada, a las 14:25 hs, paré el coche a la entrada del local.
Ignacio, llegó puntual. Con una gran sonrisa me saludó, se agachó y por primera vez, me besó en el cachete, al mismo tiempo me preguntaba:
-¿Qué pasó lindaa?-
Se lo dije. Agregué que tenía el repuesto pero no sabía cómo montarlo. Me hizo entrar el auto y abrir el capot. Aún sentada en el asiento, le mostré todas las lamparitas nuevas que tenía. Demoró para elegir la correcta, previamente, sus ojos me manosearon las piernas que dejaba ver, mi pollera levantada a medias, a través de la puerta entreabierta.
Después de unos pocos minutos, me dijo que probara a encender las luces. Cerró el capot y:
-¡Listo, preciosa!-
Me bajé del auto y le pregunté cuanto le debía.
-¡Nada... nada!!! Pero……….. si quiere…. y le gusta la idea…. tomemos un trago, después de las seis que cierra el taller!!-
-¡Dale!!!- acepté el convite, le agradecí, lo abracé y le di un beso en la mejilla. Había dado en el blanco.
Por sugerencia de él, acordamos encontramos, en un bar, a la vuelta de un hotel alojamiento.
Yo le avisé a Carlos que, probablemente, iba a demorar en volver a casa.
-Todo bien querida pero, acordate que a las 9 llega el avión de tus padres y tenemos que ir al aeropuerto- me recordó
-Si, si, voy a volver a tiempo-
En realidad con el atractivo del encuentro con el pibe, me había olvidado.
Tendría el tiempo acotado.
En el bar, la conversación fue amena, llena de halagos de él hacia mi persona. Al segundo trago,
Se animó a tomarme de las manos, mi corazón ya latía más rápido y mi tanga ya estaba mojada.
Le sonreí aceptando el contacto.
-¿Te diste cuenta, que me gustaste desde la primera vez que te vi? Te soñé… abrazándote…. besándote…. y….y… con vos -
Acercó su boca a mi oído y propuso:
-¿Querés que vayamos al hotelito de la vuelta? ¡Porrr favor no me digas que no, preciosa!-
Le dije que si moviendo la cabeza, si abría la boca hubiese soltado un sonoro ¡SIIIIII..!
Él acercó sus labios a los míos y nos besarnos apasionadamente, luego los separó y los deslizó suavemente por mi cuello hasta llegar en mi oído. Lo lamió y me susurró.
-¿Querés comprobar cómo me pongo toda vez que te miro o pienso en vos?-
Agarró mi mano y la llevó al bulto de su miembro:
-Tocala, es la que te va hacer gozar, en un ratito-
Había alcanzado una erección suprema; sobre la tela de su pantalón, se sentía caliente, dura, tiesa como piedra y de buen tamaño, me imaginaba sentirla entrando en mi chocha, que babeaba (por tragársela), mi calentura estaba al tope:
-¡Oooohhh nene!!.... ¡Está super!!! Aguantame un minuto, voy al baño y vuelvo-
Tenía miedo que la “baba” mojara mi pantalón. Fui a secarme con papel higiénico.
Apenas entramos en la habitación nuevamente nos besamos y acariciamos, con nuestros cuerpos pegados, él, con sus manos en mis nalgas me tiraba contra su bulto, restregándolo contra mi pubis y yo lo abrazaba por el cuello, mientras nos comíamos los labios. Era tan fuerte la calentura mutua, que estábamos empapados de sudor. Me fue llevando contra una pared, y, con mi ayuda me quitó toda la ropa y, desnuda, quedé entregada a su/mi deseo. Mis ojos “gritaban cógeme”. De repente, se separó de mí, se deshizo de toda su ropa y:
-Voy a ducharme ¿Venís?-
Allá fuimos. Apenas alcancé a ponerme la gorra de baño y ya lo tuve encima.
Bajo la ducha, parecía “un pulpo”, en lugar de dos manos parecía tener ocho, para sobarme, jabonarme, enjuagarme, tetas, culo, concha. Yo me dediqué a su verga templada.
Nos secamos de modo somero y, en menos que hubiese tardado en decirme “¡verga vá! Me encontré acostada con las piernas abiertas, a más no poder, y empalada.
Me cogió como un poseído, nunca me habían embestido con tanto brío, me entraba, a fondo, con movimientos acelerados y violentos
No sé cuántas veces acabé, mi orgasmo final fue apoteótico
El del pibe, no se quedó atrás: lo voceó mientras eyaculaba como un bárbaro desaforado, dentro de mí.
Después de reparar las fuerzas con la quietud y adulación por momentos inmoderada, le hice una pregunta intencionada. No me esperaba su réplica
-¿Pibe, siempre sos tan impetuoso? Me la metiste, sin parar, hasta el caracú…-
-Te cuento algo: cuando le comenté a mi abuelo, que tenía mi primera novia, me dijo:
“El burro es uno de los animales que tiene el miembro más largo, pero cuando se monta una hembra, sólo, le mete 3 o 4 centímetros.
¿Sabes porque?
Porque es burro
Si te la da, úsalo todo” Así que…… yo…–
Me hizo reir la ocurrencia.
Me hubiese gustado aceptar otra cogida, propuesta en forma indecorosa por el pendejo, pero entre los tragos, la charla en el bar y el amasijo de carnes en el hotel, había trascurrido hora y media larga. Recordé el avión de mis padres
Él acariciando tiernamente mi chocha me propuso:
-Sos una mujer maravillosa, gocé como nunca. ¿Vamos a coger otra vez?-
-Yo también gocé mucho, pero….. me tengo que ir, es tarde-
Puso cara de desilusión:
-¿Cuándo nos vemos otra vez?-
-La semana que viene-
6 comentarios - Me di el gusto con un pendejo.
Espero segunda parte 😘