Hola, mi nombre es Alicia. No importa mi edad actual, sólo diré que los hechos que os narraré a continuación, sucedieron hace unos treinta años en un paÃs extranjero, que no viene al caso revelar.
En aquella, época, finales de los setenta, vivÃa con mi novio, Diego, en un una pequeña ciudad. El paÃs, habÃa sido tomado unos meses antes por los militares, mediante un golpe de estado. Mientras yo era de nacionalidad española, él era oriundo de allÃ. Era delgada, de un metro sesenta, poco pecho, y creo que bastante atractiva, según me decÃan.
Yo sabÃa, o al menos intuÃa, que participaba en ciertas actividades de carácter opositor al gobierno dictatorial que gobernaba el paÃs. Un dÃa, me dijo que se marcharÃa de casa durante unas semanas, puesto que las cosas se habÃan complicado. Le pregunté a donde se iba, pero su contestación, es que serÃa mejor para mi que no lo supiera.
Una tarde, al llegar a casa despues del trabajo, vi que habÃa varios hombres de paisano en mi casa. Estaba todo revuelto, se identificaron como miembros de la policÃa secreta y me preguntaron por Diego. No sabÃa gran cosa, sólo que me habÃa dicho dÃas antes, que estarÃa fuera una temporada. Fue lo que respondÃ, pero no me creyeron. Me preguntaron lo mismo varias veces y siempre fue igual mi respuesta. El jefe del grupo, me dijo que sino colaboraba ahora, me llevarÃan a un centro de interrogatorio, y tal vez, los encargados de obtener información, no serÃan tan amables conmigo.
No podÃa decir nada, puesto que nada sabÃa, asà que salà de casa con ellos, y entré en el coche. Al subir, me pudieron un capuchón en la cabeza que me impedÃa ver a donde nos dirigÃamos.
Al cabo de una media hora, el coche se detuvo y me introdujeron en una casa. Me quitaron el capuchón. Me encontraba en lo que parecÃa una granja enorme. Me encerraron en una habitación, sin ventanas, con un pequeño camastro en la que pasé esa noche.
A las pocas horas, calculo que serÃan las 5 de la madrugada, abrieron mi celda. Eran dos hombres de aspecto fuerte y rudo. Ambos iban con la cara tapada con pasamontañas. Me asusté un poco al ver su aspecto, y sobre todo que ocultaran su aspecto fÃsico a través de una máscara de tela.
Me llevaron a una sala grande. TenÃa una mesa con una máquina de escribir, y al lado una pequeña banqueta de madera, donde me obligaron a sentarme.
HabÃa en total 4 hombres, todos tenÃal el rostro cubierto. Yo estaba sóla con ellos. Llevaba puesto una falda marrón y un vestido floreado del mismo tono. A pesar de haber estado encerrada, creo que mi aspecto era bueno, y seguÃa manteniendome atractiva. Algo normal, si tenemos en cuenta, que tenÃa poco más de veinte años.
El que parecÃa el jefe, me dijo que necesitaba cierta información, y en cuanto la tuviera, me dejarÃa marchar. Eso me tranquilizó bastante, puesto que no tenÃa nada que ocultar.
La pregunta fue la misma que en mi casa. Donde está Diego? La respuesta, tambien. No lo sé, hace una semana que no sé nada de él. Todo era cierto, él no quiso decirme su paradero.
Se levantó de la silla, y me dio una bofetada. No me gusta la violencia, me dijo. No me obligues a emplearla. Mira, haremos una cosa. A mis hombres les encantas, asà que jugaremos a las prendas, guapa. Yo pregunto, y sino respondes correctamente, perderás una prenda de ropa que llevas puesta.
Eso me aterrorizó, porque no sabÃa nada de Diego. En esos momentos, habrÃa dicho todo lo que hubiese sabido, con tal de haberme podido marchar.
Volvamos a empezar...................... Donde está Diego?
No lo sé, respondÃ.
Dos hombres, me levantaron de la silla y comenzaron a desabotonarme la blusa. Eran rápidos y expertos. Me quedé con el sujetador, y con mis manos intentaba taparme un poco más. Antes de sentarme uno de ellos me levantó la falda, ante lo cual respondà intentado apartar su mano.
Tranquilo, dijo el jefe, creo que le quitaremos tambien la falda, no os preocupeis, depende de ella.
Donde está Diego?
Por favor, por amor de dios, no lo sé.
Se echó a reÃr, y los dos esbirros que estaban junto a mi, me desabrocharon la falda. Esta cayó al suelo. Estaba en bragas ante cuatro hombres.
Por favor señor, déjeme marchar, no sé nada. Se lo juro. Mis manos intentaban cubrirme. No sé si el pecho, o mi triangulito, que aún seguÃa con la braga puesta.
Los hombres no paraban de sonreir. La pregunta se repitió y la respuesta tambien.
Desde atrás, noté como me desabrochaban el sujetador y tiraban de él. En ese momento intenté taparme los pechos, que aunque pequeños, estaban firmes, pero me exigieron que no lo hiciera.
A ver, que esto me empieza a excitar. Donde está Diego?
En esos momentos, creà que me iba a morir. No sabÃa donde estaba Diego, por favor, señor. No lo sé. Le juro que si lo supiera se lo dirÃa. No mentÃa cuando juraba, porque habrÃa dado cualquier cosa por salir de aquel infierno. Por favor, no me desnuden, por favor, se lo suplico.
Todo fue en vano. Me apetece verte entera. Creo que estas cosas son las que me gustan de mi trabajo Me levantaron de la sillita, y me bajaron mis braguitas blancas. Estaba totalmente desnuda ante cuatro hombres. En aquellos tiempos, mi mata de pelo era abundante, puesto que no se estilaba el rasurado, como hoy en dÃa.
Bien, bien, bien, exclamó el militar. Ahora estás desnuda y ya no te quedan prendas. Que te parece si subimos un poco el tono del interrogatorio? Ahora, cada vez que no contestes, propondré un juego. Seguro que no contestarás para jugar, verdad que sÃ, Alicia?
Les juro que les diré todo lo que sé, se lo prometo, pero no me hagan nada.
A ver, dime con quien suele ir Diego.
Diego es una persona muy reservada, respondÃ. Jamás me ha llevado con sus amigos. No sé, por favor, le juro que no lo sé.
Bien, otra respuesta incorrecta. A ver chicos, seguro que os apetece acariciar a esta niña, verdad? O mejor dicho, cachearla en condiciones, para asegurarnos que no lleva nada escondido. Podeis empezar...........
Los tres comenzaron a tocarme, y yo intentaba defenderme. Entonces el jefe dijo, esperad, mejor que la esposeis y asà o será más fácil hacer vuestro trabajo.
Me pusieron unas esposas en mi espalda. Uno de ellos se colocó entre mis piernas, obligándolas a tenerlas abiertas, mientras otro, por atrás empezaba a acariciarme los pechos.
El que estaba por delante, empezó a a tocarme por las rodillas, y fue subiendo hasta llegar a mi mata de pelo. Comenzó a pasar sus dedos por mi rajita. Lo hacÃa de forma suave. El otro por detrás, me tocaba los pechos. Yo intentaba defenderme, aunque nada podÃa hacer ante tres tÃos que no paraban de sobarme. Un tercero me acariciaba el estómago, subiendo hasta mis pechos, y juego bajando hasta mi chochito.
El que estaba por delante, se chupó el dedo, y empezó a metérmelo por dentro de la vagina. Despues lo sacaba y volvÃa a jugar con mi clÃtolis. Otro de ellos me mordÃa los pechos y el que me tenÃa apoyada me acariaba el pelo y la cara, en señal de posesión. Estaba a su total disposición.
Me manejaban a su antojo. Era como una muñeca hinchable. Despues, otro pidió tocarme el coño, y empezó a hacerlo, aunque con menos cuidado. Me hacÃa cierto daño, que se sumaba a mi sentimiento de mujer utilizada y humillada.
Muy bien, dejadla ya, chicos. A ver guapa, piensas contestar a algo?
Yo no paraba de llorar, y volvà a pedir que me dejaran marchar.
Dinos donde coño está tu novio, preciosa.
No lo sé, por favor, no ve que no lo sé?
Bueno chicos, que os parece si esta niñita os la chupa.
Me sentaron de rodillas, aún con las manos esposadas, y los tres se pusieron en cÃrculo y sacaron sus pollas.
Empieza, putita. Y como una autómata, comencé a lamer los tres penes. Me agarraban del pelo y me iban pasando de una polla a otra. Uno de ellos se corrió en mi boca enseguida y continúen con los otros dos. El segundo no tardó demasiado, y estuve al final un buen rato con el tercero hasta que se corrió.
Me sentÃa humillada, sucia. Pensé que ya habÃa terminado todo, pero no iba a ser asÃ.
Bueno Alicia, preciosa, dime........... cuéntame.............
Donde está Diego?, donde viven sus amigos?
Por favor................
No paraba de llorar. No lo sé, por favor, quiero irme a mi casa.
Bueno preciosa, como llevas mucho tiempo sin diego, imagino que tambien estarás falta de sexo. Creo que vamos a follar, que te parece?
Mis lágrimas y súplicas se incrementaron, pero para ese momento, me habÃan tumbado ya en el suelo.
El jefe, se bajó los pantalones, y empezó a metérmela. Al principio léntamente, y después con fuertes embestidas. A los dos minutos, me ordenó que me diese la vuelta, y quedé a cuatro patas.
Me obligó a chupar de nuevo otra polla de las que ya se habÃan corrido en mi boca. Mientras él, seguÃa dándome por atrás.
Casi a la vez, noté el chorro caliente dentro de mi coño, y otro similar dentro de mi boca. No podÃa sentirme más sucia.
En fin, parece que en realidad no sabe nada, o es que es muy puta, y querÃa que nos la tirásemos.
Me hicieron vestirme y al rato, me dejaron en un descampado, cerca de la ciudad.
Despues de esa experiencia, volvÃa a España. A Diego, no le volvà a ver. Supongo que le detendrÃan.
En aquella, época, finales de los setenta, vivÃa con mi novio, Diego, en un una pequeña ciudad. El paÃs, habÃa sido tomado unos meses antes por los militares, mediante un golpe de estado. Mientras yo era de nacionalidad española, él era oriundo de allÃ. Era delgada, de un metro sesenta, poco pecho, y creo que bastante atractiva, según me decÃan.
Yo sabÃa, o al menos intuÃa, que participaba en ciertas actividades de carácter opositor al gobierno dictatorial que gobernaba el paÃs. Un dÃa, me dijo que se marcharÃa de casa durante unas semanas, puesto que las cosas se habÃan complicado. Le pregunté a donde se iba, pero su contestación, es que serÃa mejor para mi que no lo supiera.
Una tarde, al llegar a casa despues del trabajo, vi que habÃa varios hombres de paisano en mi casa. Estaba todo revuelto, se identificaron como miembros de la policÃa secreta y me preguntaron por Diego. No sabÃa gran cosa, sólo que me habÃa dicho dÃas antes, que estarÃa fuera una temporada. Fue lo que respondÃ, pero no me creyeron. Me preguntaron lo mismo varias veces y siempre fue igual mi respuesta. El jefe del grupo, me dijo que sino colaboraba ahora, me llevarÃan a un centro de interrogatorio, y tal vez, los encargados de obtener información, no serÃan tan amables conmigo.
No podÃa decir nada, puesto que nada sabÃa, asà que salà de casa con ellos, y entré en el coche. Al subir, me pudieron un capuchón en la cabeza que me impedÃa ver a donde nos dirigÃamos.
Al cabo de una media hora, el coche se detuvo y me introdujeron en una casa. Me quitaron el capuchón. Me encontraba en lo que parecÃa una granja enorme. Me encerraron en una habitación, sin ventanas, con un pequeño camastro en la que pasé esa noche.
A las pocas horas, calculo que serÃan las 5 de la madrugada, abrieron mi celda. Eran dos hombres de aspecto fuerte y rudo. Ambos iban con la cara tapada con pasamontañas. Me asusté un poco al ver su aspecto, y sobre todo que ocultaran su aspecto fÃsico a través de una máscara de tela.
Me llevaron a una sala grande. TenÃa una mesa con una máquina de escribir, y al lado una pequeña banqueta de madera, donde me obligaron a sentarme.
HabÃa en total 4 hombres, todos tenÃal el rostro cubierto. Yo estaba sóla con ellos. Llevaba puesto una falda marrón y un vestido floreado del mismo tono. A pesar de haber estado encerrada, creo que mi aspecto era bueno, y seguÃa manteniendome atractiva. Algo normal, si tenemos en cuenta, que tenÃa poco más de veinte años.
El que parecÃa el jefe, me dijo que necesitaba cierta información, y en cuanto la tuviera, me dejarÃa marchar. Eso me tranquilizó bastante, puesto que no tenÃa nada que ocultar.
La pregunta fue la misma que en mi casa. Donde está Diego? La respuesta, tambien. No lo sé, hace una semana que no sé nada de él. Todo era cierto, él no quiso decirme su paradero.
Se levantó de la silla, y me dio una bofetada. No me gusta la violencia, me dijo. No me obligues a emplearla. Mira, haremos una cosa. A mis hombres les encantas, asà que jugaremos a las prendas, guapa. Yo pregunto, y sino respondes correctamente, perderás una prenda de ropa que llevas puesta.
Eso me aterrorizó, porque no sabÃa nada de Diego. En esos momentos, habrÃa dicho todo lo que hubiese sabido, con tal de haberme podido marchar.
Volvamos a empezar...................... Donde está Diego?
No lo sé, respondÃ.
Dos hombres, me levantaron de la silla y comenzaron a desabotonarme la blusa. Eran rápidos y expertos. Me quedé con el sujetador, y con mis manos intentaba taparme un poco más. Antes de sentarme uno de ellos me levantó la falda, ante lo cual respondà intentado apartar su mano.
Tranquilo, dijo el jefe, creo que le quitaremos tambien la falda, no os preocupeis, depende de ella.
Donde está Diego?
Por favor, por amor de dios, no lo sé.
Se echó a reÃr, y los dos esbirros que estaban junto a mi, me desabrocharon la falda. Esta cayó al suelo. Estaba en bragas ante cuatro hombres.
Por favor señor, déjeme marchar, no sé nada. Se lo juro. Mis manos intentaban cubrirme. No sé si el pecho, o mi triangulito, que aún seguÃa con la braga puesta.
Los hombres no paraban de sonreir. La pregunta se repitió y la respuesta tambien.
Desde atrás, noté como me desabrochaban el sujetador y tiraban de él. En ese momento intenté taparme los pechos, que aunque pequeños, estaban firmes, pero me exigieron que no lo hiciera.
A ver, que esto me empieza a excitar. Donde está Diego?
En esos momentos, creà que me iba a morir. No sabÃa donde estaba Diego, por favor, señor. No lo sé. Le juro que si lo supiera se lo dirÃa. No mentÃa cuando juraba, porque habrÃa dado cualquier cosa por salir de aquel infierno. Por favor, no me desnuden, por favor, se lo suplico.
Todo fue en vano. Me apetece verte entera. Creo que estas cosas son las que me gustan de mi trabajo Me levantaron de la sillita, y me bajaron mis braguitas blancas. Estaba totalmente desnuda ante cuatro hombres. En aquellos tiempos, mi mata de pelo era abundante, puesto que no se estilaba el rasurado, como hoy en dÃa.
Bien, bien, bien, exclamó el militar. Ahora estás desnuda y ya no te quedan prendas. Que te parece si subimos un poco el tono del interrogatorio? Ahora, cada vez que no contestes, propondré un juego. Seguro que no contestarás para jugar, verdad que sÃ, Alicia?
Les juro que les diré todo lo que sé, se lo prometo, pero no me hagan nada.
A ver, dime con quien suele ir Diego.
Diego es una persona muy reservada, respondÃ. Jamás me ha llevado con sus amigos. No sé, por favor, le juro que no lo sé.
Bien, otra respuesta incorrecta. A ver chicos, seguro que os apetece acariciar a esta niña, verdad? O mejor dicho, cachearla en condiciones, para asegurarnos que no lleva nada escondido. Podeis empezar...........
Los tres comenzaron a tocarme, y yo intentaba defenderme. Entonces el jefe dijo, esperad, mejor que la esposeis y asà o será más fácil hacer vuestro trabajo.
Me pusieron unas esposas en mi espalda. Uno de ellos se colocó entre mis piernas, obligándolas a tenerlas abiertas, mientras otro, por atrás empezaba a acariciarme los pechos.
El que estaba por delante, empezó a a tocarme por las rodillas, y fue subiendo hasta llegar a mi mata de pelo. Comenzó a pasar sus dedos por mi rajita. Lo hacÃa de forma suave. El otro por detrás, me tocaba los pechos. Yo intentaba defenderme, aunque nada podÃa hacer ante tres tÃos que no paraban de sobarme. Un tercero me acariciaba el estómago, subiendo hasta mis pechos, y juego bajando hasta mi chochito.
El que estaba por delante, se chupó el dedo, y empezó a metérmelo por dentro de la vagina. Despues lo sacaba y volvÃa a jugar con mi clÃtolis. Otro de ellos me mordÃa los pechos y el que me tenÃa apoyada me acariaba el pelo y la cara, en señal de posesión. Estaba a su total disposición.
Me manejaban a su antojo. Era como una muñeca hinchable. Despues, otro pidió tocarme el coño, y empezó a hacerlo, aunque con menos cuidado. Me hacÃa cierto daño, que se sumaba a mi sentimiento de mujer utilizada y humillada.
Muy bien, dejadla ya, chicos. A ver guapa, piensas contestar a algo?
Yo no paraba de llorar, y volvà a pedir que me dejaran marchar.
Dinos donde coño está tu novio, preciosa.
No lo sé, por favor, no ve que no lo sé?
Bueno chicos, que os parece si esta niñita os la chupa.
Me sentaron de rodillas, aún con las manos esposadas, y los tres se pusieron en cÃrculo y sacaron sus pollas.
Empieza, putita. Y como una autómata, comencé a lamer los tres penes. Me agarraban del pelo y me iban pasando de una polla a otra. Uno de ellos se corrió en mi boca enseguida y continúen con los otros dos. El segundo no tardó demasiado, y estuve al final un buen rato con el tercero hasta que se corrió.
Me sentÃa humillada, sucia. Pensé que ya habÃa terminado todo, pero no iba a ser asÃ.
Bueno Alicia, preciosa, dime........... cuéntame.............
Donde está Diego?, donde viven sus amigos?
Por favor................
No paraba de llorar. No lo sé, por favor, quiero irme a mi casa.
Bueno preciosa, como llevas mucho tiempo sin diego, imagino que tambien estarás falta de sexo. Creo que vamos a follar, que te parece?
Mis lágrimas y súplicas se incrementaron, pero para ese momento, me habÃan tumbado ya en el suelo.
El jefe, se bajó los pantalones, y empezó a metérmela. Al principio léntamente, y después con fuertes embestidas. A los dos minutos, me ordenó que me diese la vuelta, y quedé a cuatro patas.
Me obligó a chupar de nuevo otra polla de las que ya se habÃan corrido en mi boca. Mientras él, seguÃa dándome por atrás.
Casi a la vez, noté el chorro caliente dentro de mi coño, y otro similar dentro de mi boca. No podÃa sentirme más sucia.
En fin, parece que en realidad no sabe nada, o es que es muy puta, y querÃa que nos la tirásemos.
Me hicieron vestirme y al rato, me dejaron en un descampado, cerca de la ciudad.
Despues de esa experiencia, volvÃa a España. A Diego, no le volvà a ver. Supongo que le detendrÃan.
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