Anto
Los que leyeron relatos anteriores sobre mi, sabrán un poco de mi historia. Y mi pequeño "problemita". Desde chica, me cuesta ser fiel. A todos mis novios les metí los cuernos, era algo que no podía contener. Pija que me calentaba, pija que me cogía. Todo cambió hace un par de años, cuando me casé. Después de una despedida de soltera un tanto sarpada, no volví a meterle los cuernos al hoy, mi esposo.
Pero todo empezó a cambiar en los últimos meses. Durante la cuarentena hice una vida muy sedentaria, y digamos... aumenté unos kilos. Entonces, este año decidí empezar el gimnasio. Todo marchaba bien, hasta que unos meses atrás entró un profe nuevo. Ezequiel, un pendejo de 24 años (no es tan pendejo, pero para mis 33 si lo es) de esos típicos que se hacen el langa con todas las minas del gimnasio.
Mira culos sin disimulo y ayuda con mucha, demasiada predisposición a sus alumnas. El pendejo está re fuerte, no lo voy a negar, además de ser profe juega al fútbol y se nota todo el entrenamiento en un cuerpo súper contorneado que no duda en presumir.
Hasta acá, no pasaba de un pajero más, al que no le daba bola. Hasta que se empezó a formar una relación más cercana. Charlamos un poco más, con él y otros chicos y chicas del gim, empezamos a crear un vínculo un poco menos frio.
Así llegamos a un día que cambió todo. Le pedí ayuda para hacer unas sentadillas y él se pone atrás para ayudarme. Bajo, y cuando levanto me agarra de la cintura. Bajo, y me vuelve a agarrar de la cintura, pero más abajo, casi donde empieza la cola.
"Bien Anto, bien..." me decía dándome ánimo. Por el espejo noto el bulto del profe sobre su pantalón. "Pendejo de mierda, se le para la pija ayudándome a levantar una pesa", pensé y no le di mucha bola. A todo esto, la relación con mi esposo, después de más de 2 años de casados, entró en un estancamiento notable. No nos peleamos ni nada, pero como que ya no nos damos mucha bola. Eso cae también en la parte sexual, que se volvió monótona y como "para cumplir" (y de vez en cuando).
El profe, en el gim, empezó a tirar con de todo. "Como vas a estar este verano, Anto" repetía. "Vamos flaca que este verano tenés que lucir ese culo vamos" gritaba cada vez que me veía hacer algún ejercicio. La llegada de la primavera como que hizo abalanzar muchas sensaciones y emociones. Un día, otra vez con las famosas sentadillas, él se pone atrás mío. Pero esta vez más cerca. Cuando subo, noto su pierna muy cerca de mi cola. Con disimulo, tiro el cuerpo un poco más para atrás y subo rozando su muslo contra mis nalgas.
"Muy bien" me dice cuando dejo la barra. Otra vez, el bulto del profe se notaba sobre el pantalón. "Si, veo que te gustó", le digo señalando con la mirada a su verga. Él se ríe y se va acomodándosela con disimulo para que no se note la erección. A partir de ahí, empezamos una secuencia de coqueteo y franeleo que no la tenía desde hacía bastante tiempo. Y no lo pude manejar.
Mi cabeza me explotaba de la calentura. Garchaba con mi marido cerrando los ojos e imaginándome ser sometida por el pendejo. Encima, un día llega solicitud en Instagram del pibe. Ni lo dudé. Agregado.
Un finde, de mal cogida que estaba, me fui a tomar sol a la terraza sola. Armé una lista de mejores amigos donde estaba solo él y me saqué una foto con el culo al cielo. Ni 1 minuto, y reaccionó. Y si, ya fue. No puedo con mi esencia.
- Todo tuyo - le escribí
- Si?? mio?? uff que lindo
- Por la rutina, digo... mal pensado
- Ahhh ya me estaba ilusionando!
- Noooo cheee.. soy una mujer casada... que te pensás?
Seguimos hablando un rato, pero mi concha se empapó tanto que no pude seguir. Volví al departamento y me encerré en el baño. Abrí la ducha y mordiéndome la mano para que no se escucharan mis gemidos, me hice una paja hasta acabar.
Por su parte, el pendejo se obsesionó mal. Ya descaradamente me invitaba a salir, que vaya al gimnasio cuando él se estaba por ir... Pero si algo había aprendido en todos mis años de pirata, era no actuar por calentura. O sea, actuaba por calentura pero la hacía bien. Nunca me descubrieron. Sentí que volví a mi época de pendeja calienta pija. Como que se revitalizó todo en mi vida de pronto.
Mi calentura iba cada vez más en aumento y los polvitos por compromiso en casa no hacían más que empujarme hacia el pendejo. No soportaba más. Mi corazón se aceleró cuando empezaron con las invitaciones para la despedida de año del gimnasio. Se iba a hacer un sábado por la noche, en un bar. Mi instinto de loba cazadora se agudizó sabiendo que ese día, algo iba a pasar. Y no me equivoqué.
Me fui con un vestido largo hasta las rodillas, pero con un escote hasta el medio de la panza. Yo me senté en una mesa con otras chicas que conocía del gimnasio, y notaba la mirada del profe garcharme sentada. En un momento, se acerca y ya sin ningún tipo de disimulo me abraza de la cintura para decirme al oído lo fuerte que estaba. Corrió el pelo de mi oreja y acercó sus labios y casi susurrando me habló bien suave. Acerqué mi muslo a su pierna para rozar su verga que ya se sentía crecer.
A esa altura yo estaba re caliente. No podía aguantar más. "Calmate un poco. No puedo mostrarme así, estoy comprometida. ¿Viniste en auto?" le pregunté ya sin vueltas. Por suerte el padre le había prestado el auto. "Salí disimuladamente, yo voy atrás tuyo". Me indicó donde estaba estacionado, y salí tratando que me viera la menor cantidad de gente posible.
Respiraba súper agitada, como si fuera la primera vez que iba a mandarme una. Subí al auto y por un instante los dos nos quedamos inmóviles. Yo tomé la iniciativa y me tiré encima sacándome las ganas de comerle la boca al profe. Él respondió con sus manos metiéndose bajo el vestido y manoseándome el orto, como lo venía deseando desde hacía meses.
"Te garcho toda... te garcho toda" repetía él con voz claramente desencajada. "No no no, hoy acá no..." le dije haciéndome la difícil, mientras desabrochaba el pantalón. "Pero un regalito te llevás", dicho esto me tiré sobre la verga.
Su pija no defraudaba ni un poco. Acompañaba el lomazo re partible que tenía. Una pija venosa y bien gruesa que, aun sin estar dura, no la podía rodear con la mano. "Ay profe, todo esto es suyo?" le decía sacando la verga de la boca y volviéndola a meter. Él se tiró el asiento para atrás (con sonrisita de agrandado) y apoyó sus manos en mi cabeza acompañando mi movimiento.
Al ratito ya la tenía dura como una roca y llena de saliva. Subía mi cabeza y bajaba hasta donde daba mi garganta. Con una mano rodeaba el tronco y la otra disfrutaba tocar ese abdomen duro de deportista. Aceleré el ritmo hasta sentir que estaba por acabar. Cuando noté que tensionó sus piernas levantando las caderas, sabía que explotaba. Metí solo la cabeza en mi boca y con la lengua le daba pequeños golpecitos en la punta, hasta que largó toda la lechita adentro.
Mientras acababa, tragaba lo que podía. Pero el hijo de puta venía súper cargado y la capacidad de mi boca no dio a basto, rebalsando por mis labios. Traté de agarrar lo que caía pero era demasiado. "Uff profe, como venía cargadito" le dije cuando al fin terminó de salir todo. Su verga seguía dura y dando saltitos. "Yo sabía que eras una puta petera" me dijo y sonreí ante el halago (?).
"Te quiero coger... te quiero coger" repetía el pendejo, desesperado, aun con la poronga durísima. No puedo negar que esa vitalidad me volvía loca. Yo también me lo quería coger, pero no ahí. Sabía que se iba a dar otra oportunidad para hacerla mejor. Le pedí que esperara un rato, y yo volví primera al bar. En el camino me di cuenta que tenía leche chorreando por el brazo. Me limpié contra un árbol y seguí camino. Me mordía los labios de la calentura que tenía y por sentirme (otra vez) tan puta.
Luego de un rato, le escribí a mi esposo para que me viniera a buscar (tal como habíamos acordado). Ya en la cama, me lo garché con toda mi fuerza, pero nada me sacaba de la cabeza que quería ser cogida por la verga del profe.
El lunes, en el gimnasio, no paró un segundo de proponerme ideas para encontrarnos a coger. "Escuchame una cosa. Estoy casada, no puedo hacer las cosas así nomás. Dejame organizar a mi, y yo te aviso cuando, ok? y disimula un toque porque sino se suspende todo". Después de eso, el profe se calmó.
Mi cabeza no dejaba de pensar y buscar oportunidades. Sabía que iba a necesitar ayuda, así que llamé a mis amigas y les conté toda la situación. La idea era simple. Un almuerzo o cena algún fin de semana, para justificar las horas de ausencia.
Todo se aceleró un día que mi esposo me contó que el sábado (luego de su partidito de fútbol impostergable con los amigos) se quedaban a comer un asado para despedir el año. "Ah genial... con las chicas de la secundaria estábamos tratando de organizar algo para este finde, pero no se si es al mediodía o a la noche aún".
Zorra, obvio que iba a ser en el mismo horario. Mi corazón se aceleró como hacía tanto no me pasaba. El olor a trampa y sexo volvía a subirme la adrenalina. "Chicas... sábado al mediodía estamos juntas, ok?" les mandé para confirmar y que estén atentas a cualquier cosa. Igual no me preocupaba mucho porque mi marido no tiene tanta relación con ellas, raro que les escriba. Pero no iba a dejar cabos sueltos.
El que tampoco me preocupaba era el profe. El pendejo estaba re caliente y sabía que iba a renunciar a cualquier cosa con tal de ponerla. Y no me equivoqué. Apenas le dije, se prendió. Lamentablemente, aún vive con sus padres, así que tuvimos que ir a un hotel.
A plena luz del día no me gustaba mucho la idea, pero la calentura era más fuerte. Encima ninguno de los dos tenía auto, así que peor. Taxi, escondida lo más posible, derechito a uno de los telos de la Circunvalación. Él me esperaba en la esquina, y cuando llegué yo, entramos.
Nos desnudamos mientras nos comíamos la boca con desesperación. Su lengua me penetraba con pasión mientras sus manos me quitaban la ropa. Yo hacía lo mismo, y quedamos desnudos tirados en la cama. "A ver el trabajo de gimnasio" decía él poniéndome boca abajo. "Mmmm que lindo como trabajan en ese gimnasio" repetía subido a mi cuerpo amasándome el culo.
"Si, no sabés... el problema es el profe que me toca cuando hago sentadillas y se le para la pija mirándome", le contesté. "Pero como no se le va a parar la verga, mami, mirá lo que es esto!" dijo metiendo su boca en mi cola. Me chupó el orto con unas ganas, que seguramente las tenía reprimidas desde que nos conocimos.
Se levantó y se acostó arriba mío, apoyando su verga en el culo. Me franeleaba mientras me besaba el cuello. "Cogeme.. dale nene cogeme" le supliqué. Abrí las piernas y yo misma agarré la poronga y la guie hasta mi concha. Levanté un poco las caderas para acomodarme y empecé a franelear la puntita sobre la entrada de mi concha, ya toda húmeda.
Después de un rato de franeleo, empujó y la metió. Obviamente, le iba a costar entrar. Hacía rato no me garchaba una verga tan ancha. "Uy que cerradita estás" repetía mientras empujaba con ganas. Yo estaba tan mojada que sentía que mi concha cedía con facilidad a su pija.
"Ayyy... hace rato no tengo una verga tan gorda... dale". Cuando la terminó de meter toda, empezó a levantar y bajar las caderas dándome la tan esperada garchada. "Siii profe siii" gritaba yo desencajada cada vez que su cuerpo chocaba contra el mío.
Me acomodó en 4 y siguió dándome con ganas. Me pegó un chirlo, pero lo frené. Eso está prohibido. Una lástima. Me encanta, pero en estas situaciones no se puede. No frenó de garcharme nunca. Mantenía un ritmo parejo maravilloso. Sacaba casi la mitad de la verga y la enterraba toda. La fuerza con la que me cogía hacía que nuestros cuerpos se fueran moviendo de la cama.
Tanto, que terminé con los brazos apoyados en el piso para no caerme. "Ay pendejo sos una bestia" le gritaba yo, mientras a él parecía no importarle que estuviera a punto de caerme. Justo lo que necesitaba. Un macho que me use como una puta regalada a su pija.
Cuando se detuvo un instante, volví a subirme a la cama. Lo acosté y me senté arriba suyo penetrando despacio su poronga en mi concha. Ya estaba acostumbrada, totalmente dilatada y lubricada de la calentura que tenía. Me moví un rato sobre el pijón del profe hasta que acabó.
El forro estaba explotado de leche. Mientras yo quedé admirando semejante acabada de mi macho, él con la poronga aún dura me puso boca arriba abriendo mis piernas para seguir cogiéndome. El pendejo me garchó nuevamente como una bestia. Se aferró de mis muslos y me clavó la pija hasta el fondo con bombeadas frenéticas.
- Ay nene sos una bestia - repetía mientras él no se detenía ni un segundo.
- Te gusta putita... te gusta - me decía él chocando con más violencia contra mi cuerpo.
- Ay siiii hacía mucho no me cogían así
- Necesitabas esto, puta? - me dijo re sacado mientras aceleraba el ritmo al máximo de sus fuerzas
- Siii siii por favor dame más
- Tomá puta, tomá puta - repetía él cada vez que su verga destrozaba el fondo de mi concha
- No parés nuncaaaaahhhh - Cuando al fin frenó, se quedó admirando el boquete que había dejado en mi concha
- Re abierta como a vos te gusta - me decía mientras me masturbaba. Le supliqué que me la chupe, y muy obediente me hizo acabar con su lengua.
- Tanto vas a acabar? - me dijo mostrándome sus dedos totalmente húmedos de mi flujo. Me incorporé y empecé a chupárselos desesperada. Después, seguí con su verga.
Me la enterré como pude en la boca, mientras él se tiraba en la cama para disfrutar la mamada. Despacio, recorrí con la lengua todo el largo de la pija desde la base a la punta. Ahí abrí la boca y fui haciendo desaparecer el tronco en mi garganta. Subí despacio dejando escapar saliva en el camino para lubricar todo. Con la mano, desparramaba la saliva pajeándolo para luego volver a bajar.
"Chupala como el otro día", me pidió, recordando el pete en el auto, donde se la chupé desesperada y lo hice acabar al toque. Sonreí y empecé a mamar cada vez más rápido. Con una mano lo pajeaba y con la otra le amasaba las bolas. "Tirame todo en las tetas" le dije y sin dudar cambiamos posición.
Él se sentó sobre mi panza y yo estirando la mano agarré la poronga para pajearlo. Acabó como corresponde a un pendejo machazo, pijudo y cogedor animal como era él. Un chorro me pegó directo a la cara, y luego un mar de semen brotaba de la pija saltando sobre mis tetas. "Uy nene todo lo que tenés... sos una bestia para acabar también" le decía sin soltarle la pija.
Descansamos un rato, y por suerte se le paró rapidísimo. Otra vez, me puso en 4, disfrutando de su perrita. La tenía igual de dura que al principio, y seguía con las mismas energías como si recién hubiésemos empezado. Yo, bastante fuera de estado, aguantaba como podía pero ni se me pasaba por la cabeza pedirle que frene. Ya está. Era su puta y como tal, me dejaba coger como él quisiera.
Empezó a abrirme las nalgas, buscando lo que sabía iba a pedir para coronar la tarde.
- Qué buscás ahi? - le pregunté cuando sentí un dedo ensalivado penetrar mi ano.
- Romperte el culito
- Noo, estás loco... está desacostumbrado y me va a doler mucho -
- Dale putita, se que lo querés... te lo hago despacito - todo esto, sin dejar de penetrar mi concha
- Pero lubricalo bien - bueno, la idea era resistirme un poco más pero... puta
Cuando me casé, me había prometido dejar atrás mis años de pirata y tener una relación sin cuernos. Me sentía muy puta de no haberlo podido conseguir, y más aún viéndome totalmente entregada a un pendejo que estaba a punto de romperme el culo, sin que yo pusiera un mínimo de resistencia. Y me encantaba la idea.
El pendejo me chupó con ganas el orto y me tiró la mitad de un sobrecito de lubricante, dejando la otra mitad para toda su poronga. Apuntó, y realmente, estaba muy cerrada. Costó entrar. Pero a él no le importaba. Firme, empujó hasta que mi ano cedió a su pijón y me desgarró la colita sin piedad.
- Uff de verdad estás muy cerrada, putita... tu marido no te hace la cola? - sabía que para él significaba un morbo extra que sea casada... y la verdad para mi también así que le seguí el juego.
- Poco... igual, vos tenés un pijón super grueso, pendejo, obvio que iba a costar
- Me encanta que vengas a buscar una pija de verdad que te rompa el orto - dicho esto, clavó la verga hasta donde mi anatomía no dejó entrar más. Y me rompió el culo sin piedad.
Se agarró de mis caderas y empezó a meter y sacar la verga casi por completo. Primero, suave, buscando que mi colita se adapte al nuevo cuerpo extraño. Luego, cuando mi culo había cedido, aceleró el ritmo y fue cada vez más violento. Acá si, tuve que pedir que saliera. La falta de costumbre, el pijón enorme del nene y su violencia en las embestidas me hicieron suplicar que frenara.
El pendejo ni bien sacó la poronga me bañó la espalda de leche. "Estabas muy cerrada" me dijo como justificando haber acabado tan rápido. Yo estaba muerta y por suerte el turno estaba por finalizar. Pero a él no le importó. Se cambió de forro, y así con la verga chorreando y media flácida, me garchó salvajemente.
Yo seguía en 4 mordiendo la almohada, mi concha rebalsaba de flujos de la calentura que me daba ese pibe haciéndome gozar tanto con la pija muerta. Me siguió cogiendo hasta que se le durmió por completo la verga, y la sacó.
Yo aproveché y me fui a limpiar. Me metí en la ducha, no podía volver bañada en semen como estaba a casa. Mientras me sacaba toda la leche pegada al cuerpo, el profe se metió en la ducha conmigo. No podía creer que tuviera otra vez la pija parada.
- Ay pendejo, basta... - le dije agarrando el mástil duro que apoyaba mi cola.
- Dale, uno más rapidito - era una bestia el pendejo
- Vos querés que yo me envicie y tenga que cogerte seguido, la puta madre - le dije resignadísima.
- Y si, sos mi putita ahora... - me mordí los labios, porque sabía que era verdad. Ya está, era inútil luchar. Estaba regalada a la verga del pendejo y ahora no iba a poder parar.
Sonriendo, me acomodó contra la pared sacando cola, y me penetró. El agua mojaba nuestros cuerpos mientras él me cogía como si fuera la última vez.
- Me tragás la lechita? - me preguntó sacando el pijón de adentro mío. Sin decir nada, me arrodillé ante él
- Vos querés llenarme la boca de leche y que así lo bese a mi marido cuando vuelva? - él se rio al ver que le descubrí el objetivo que perseguía, el muy morbosito.
"Dale", le respondí mientras abría grande la boca y sacaba la lengua. Él apoyó la punta de la pija en la boca mientras se pajeaba frenéticamente. "Dale.. dale" lo incitaba yo, manoteandole las bolas. El teléfono empezó a sonar, indicando que el turno había finalizado. Pero ninguno de los dos le prestaba atención.
Metí la punta de la verga en la boca, mientras él no paraba de pajearse. Hasta que con un grito liberador me agarró de los pelos metiendo la poronga bien adentro y me largó una cantidad de leche impresionante en la boca. Otra vez, fui incapaz de tragarme todo. "Tanto vas a acabar hijo de puta" le dije luego de terminar chorreada de semen nuevamente por toda la cara.
Me pegó un par de cachetazos con la pija (si, aún dura) y se fue a cambiar. Me dejó arrodillada y llena de leche otra vez. No podía más de la calentura al sentirme tan putita y usada por un pendejo pijudo y lechero.
Terminé de limpiarme y salimos como entramos. Taxi y cada uno a su casa. Cuando llegué, mi esposo ya estaba mirando tele. Me senté junto a él, y tal como había prometido, lo besé apasionadamente metiendo mi lengua bien adentro de su boca. Esa lengua llena de leche de un pendejo que me había garchado como una bestia toda la tarde. Y que seguramente, no voy a resistirme a un segundo encuentro.
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Los otros relatos de Anto
- No puedo tengo novio
- Vacaciones con amigas en Gesel
- Anto la puta de todas las pijas
- Anto visita el cuartel de bomberos
- Despedida de soltera
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Indice
Los que leyeron relatos anteriores sobre mi, sabrán un poco de mi historia. Y mi pequeño "problemita". Desde chica, me cuesta ser fiel. A todos mis novios les metí los cuernos, era algo que no podía contener. Pija que me calentaba, pija que me cogía. Todo cambió hace un par de años, cuando me casé. Después de una despedida de soltera un tanto sarpada, no volví a meterle los cuernos al hoy, mi esposo.
Pero todo empezó a cambiar en los últimos meses. Durante la cuarentena hice una vida muy sedentaria, y digamos... aumenté unos kilos. Entonces, este año decidí empezar el gimnasio. Todo marchaba bien, hasta que unos meses atrás entró un profe nuevo. Ezequiel, un pendejo de 24 años (no es tan pendejo, pero para mis 33 si lo es) de esos típicos que se hacen el langa con todas las minas del gimnasio.
Mira culos sin disimulo y ayuda con mucha, demasiada predisposición a sus alumnas. El pendejo está re fuerte, no lo voy a negar, además de ser profe juega al fútbol y se nota todo el entrenamiento en un cuerpo súper contorneado que no duda en presumir.
Hasta acá, no pasaba de un pajero más, al que no le daba bola. Hasta que se empezó a formar una relación más cercana. Charlamos un poco más, con él y otros chicos y chicas del gim, empezamos a crear un vínculo un poco menos frio.
Así llegamos a un día que cambió todo. Le pedí ayuda para hacer unas sentadillas y él se pone atrás para ayudarme. Bajo, y cuando levanto me agarra de la cintura. Bajo, y me vuelve a agarrar de la cintura, pero más abajo, casi donde empieza la cola.
"Bien Anto, bien..." me decía dándome ánimo. Por el espejo noto el bulto del profe sobre su pantalón. "Pendejo de mierda, se le para la pija ayudándome a levantar una pesa", pensé y no le di mucha bola. A todo esto, la relación con mi esposo, después de más de 2 años de casados, entró en un estancamiento notable. No nos peleamos ni nada, pero como que ya no nos damos mucha bola. Eso cae también en la parte sexual, que se volvió monótona y como "para cumplir" (y de vez en cuando).
El profe, en el gim, empezó a tirar con de todo. "Como vas a estar este verano, Anto" repetía. "Vamos flaca que este verano tenés que lucir ese culo vamos" gritaba cada vez que me veía hacer algún ejercicio. La llegada de la primavera como que hizo abalanzar muchas sensaciones y emociones. Un día, otra vez con las famosas sentadillas, él se pone atrás mío. Pero esta vez más cerca. Cuando subo, noto su pierna muy cerca de mi cola. Con disimulo, tiro el cuerpo un poco más para atrás y subo rozando su muslo contra mis nalgas.
"Muy bien" me dice cuando dejo la barra. Otra vez, el bulto del profe se notaba sobre el pantalón. "Si, veo que te gustó", le digo señalando con la mirada a su verga. Él se ríe y se va acomodándosela con disimulo para que no se note la erección. A partir de ahí, empezamos una secuencia de coqueteo y franeleo que no la tenía desde hacía bastante tiempo. Y no lo pude manejar.
Mi cabeza me explotaba de la calentura. Garchaba con mi marido cerrando los ojos e imaginándome ser sometida por el pendejo. Encima, un día llega solicitud en Instagram del pibe. Ni lo dudé. Agregado.
Un finde, de mal cogida que estaba, me fui a tomar sol a la terraza sola. Armé una lista de mejores amigos donde estaba solo él y me saqué una foto con el culo al cielo. Ni 1 minuto, y reaccionó. Y si, ya fue. No puedo con mi esencia.
- Todo tuyo - le escribí
- Si?? mio?? uff que lindo
- Por la rutina, digo... mal pensado
- Ahhh ya me estaba ilusionando!
- Noooo cheee.. soy una mujer casada... que te pensás?
Seguimos hablando un rato, pero mi concha se empapó tanto que no pude seguir. Volví al departamento y me encerré en el baño. Abrí la ducha y mordiéndome la mano para que no se escucharan mis gemidos, me hice una paja hasta acabar.
Por su parte, el pendejo se obsesionó mal. Ya descaradamente me invitaba a salir, que vaya al gimnasio cuando él se estaba por ir... Pero si algo había aprendido en todos mis años de pirata, era no actuar por calentura. O sea, actuaba por calentura pero la hacía bien. Nunca me descubrieron. Sentí que volví a mi época de pendeja calienta pija. Como que se revitalizó todo en mi vida de pronto.
Mi calentura iba cada vez más en aumento y los polvitos por compromiso en casa no hacían más que empujarme hacia el pendejo. No soportaba más. Mi corazón se aceleró cuando empezaron con las invitaciones para la despedida de año del gimnasio. Se iba a hacer un sábado por la noche, en un bar. Mi instinto de loba cazadora se agudizó sabiendo que ese día, algo iba a pasar. Y no me equivoqué.
Me fui con un vestido largo hasta las rodillas, pero con un escote hasta el medio de la panza. Yo me senté en una mesa con otras chicas que conocía del gimnasio, y notaba la mirada del profe garcharme sentada. En un momento, se acerca y ya sin ningún tipo de disimulo me abraza de la cintura para decirme al oído lo fuerte que estaba. Corrió el pelo de mi oreja y acercó sus labios y casi susurrando me habló bien suave. Acerqué mi muslo a su pierna para rozar su verga que ya se sentía crecer.
A esa altura yo estaba re caliente. No podía aguantar más. "Calmate un poco. No puedo mostrarme así, estoy comprometida. ¿Viniste en auto?" le pregunté ya sin vueltas. Por suerte el padre le había prestado el auto. "Salí disimuladamente, yo voy atrás tuyo". Me indicó donde estaba estacionado, y salí tratando que me viera la menor cantidad de gente posible.
Respiraba súper agitada, como si fuera la primera vez que iba a mandarme una. Subí al auto y por un instante los dos nos quedamos inmóviles. Yo tomé la iniciativa y me tiré encima sacándome las ganas de comerle la boca al profe. Él respondió con sus manos metiéndose bajo el vestido y manoseándome el orto, como lo venía deseando desde hacía meses.
"Te garcho toda... te garcho toda" repetía él con voz claramente desencajada. "No no no, hoy acá no..." le dije haciéndome la difícil, mientras desabrochaba el pantalón. "Pero un regalito te llevás", dicho esto me tiré sobre la verga.
Su pija no defraudaba ni un poco. Acompañaba el lomazo re partible que tenía. Una pija venosa y bien gruesa que, aun sin estar dura, no la podía rodear con la mano. "Ay profe, todo esto es suyo?" le decía sacando la verga de la boca y volviéndola a meter. Él se tiró el asiento para atrás (con sonrisita de agrandado) y apoyó sus manos en mi cabeza acompañando mi movimiento.
Al ratito ya la tenía dura como una roca y llena de saliva. Subía mi cabeza y bajaba hasta donde daba mi garganta. Con una mano rodeaba el tronco y la otra disfrutaba tocar ese abdomen duro de deportista. Aceleré el ritmo hasta sentir que estaba por acabar. Cuando noté que tensionó sus piernas levantando las caderas, sabía que explotaba. Metí solo la cabeza en mi boca y con la lengua le daba pequeños golpecitos en la punta, hasta que largó toda la lechita adentro.
Mientras acababa, tragaba lo que podía. Pero el hijo de puta venía súper cargado y la capacidad de mi boca no dio a basto, rebalsando por mis labios. Traté de agarrar lo que caía pero era demasiado. "Uff profe, como venía cargadito" le dije cuando al fin terminó de salir todo. Su verga seguía dura y dando saltitos. "Yo sabía que eras una puta petera" me dijo y sonreí ante el halago (?).
"Te quiero coger... te quiero coger" repetía el pendejo, desesperado, aun con la poronga durísima. No puedo negar que esa vitalidad me volvía loca. Yo también me lo quería coger, pero no ahí. Sabía que se iba a dar otra oportunidad para hacerla mejor. Le pedí que esperara un rato, y yo volví primera al bar. En el camino me di cuenta que tenía leche chorreando por el brazo. Me limpié contra un árbol y seguí camino. Me mordía los labios de la calentura que tenía y por sentirme (otra vez) tan puta.
Luego de un rato, le escribí a mi esposo para que me viniera a buscar (tal como habíamos acordado). Ya en la cama, me lo garché con toda mi fuerza, pero nada me sacaba de la cabeza que quería ser cogida por la verga del profe.
El lunes, en el gimnasio, no paró un segundo de proponerme ideas para encontrarnos a coger. "Escuchame una cosa. Estoy casada, no puedo hacer las cosas así nomás. Dejame organizar a mi, y yo te aviso cuando, ok? y disimula un toque porque sino se suspende todo". Después de eso, el profe se calmó.
Mi cabeza no dejaba de pensar y buscar oportunidades. Sabía que iba a necesitar ayuda, así que llamé a mis amigas y les conté toda la situación. La idea era simple. Un almuerzo o cena algún fin de semana, para justificar las horas de ausencia.
Todo se aceleró un día que mi esposo me contó que el sábado (luego de su partidito de fútbol impostergable con los amigos) se quedaban a comer un asado para despedir el año. "Ah genial... con las chicas de la secundaria estábamos tratando de organizar algo para este finde, pero no se si es al mediodía o a la noche aún".
Zorra, obvio que iba a ser en el mismo horario. Mi corazón se aceleró como hacía tanto no me pasaba. El olor a trampa y sexo volvía a subirme la adrenalina. "Chicas... sábado al mediodía estamos juntas, ok?" les mandé para confirmar y que estén atentas a cualquier cosa. Igual no me preocupaba mucho porque mi marido no tiene tanta relación con ellas, raro que les escriba. Pero no iba a dejar cabos sueltos.
El que tampoco me preocupaba era el profe. El pendejo estaba re caliente y sabía que iba a renunciar a cualquier cosa con tal de ponerla. Y no me equivoqué. Apenas le dije, se prendió. Lamentablemente, aún vive con sus padres, así que tuvimos que ir a un hotel.
A plena luz del día no me gustaba mucho la idea, pero la calentura era más fuerte. Encima ninguno de los dos tenía auto, así que peor. Taxi, escondida lo más posible, derechito a uno de los telos de la Circunvalación. Él me esperaba en la esquina, y cuando llegué yo, entramos.
Nos desnudamos mientras nos comíamos la boca con desesperación. Su lengua me penetraba con pasión mientras sus manos me quitaban la ropa. Yo hacía lo mismo, y quedamos desnudos tirados en la cama. "A ver el trabajo de gimnasio" decía él poniéndome boca abajo. "Mmmm que lindo como trabajan en ese gimnasio" repetía subido a mi cuerpo amasándome el culo.
"Si, no sabés... el problema es el profe que me toca cuando hago sentadillas y se le para la pija mirándome", le contesté. "Pero como no se le va a parar la verga, mami, mirá lo que es esto!" dijo metiendo su boca en mi cola. Me chupó el orto con unas ganas, que seguramente las tenía reprimidas desde que nos conocimos.
Se levantó y se acostó arriba mío, apoyando su verga en el culo. Me franeleaba mientras me besaba el cuello. "Cogeme.. dale nene cogeme" le supliqué. Abrí las piernas y yo misma agarré la poronga y la guie hasta mi concha. Levanté un poco las caderas para acomodarme y empecé a franelear la puntita sobre la entrada de mi concha, ya toda húmeda.
Después de un rato de franeleo, empujó y la metió. Obviamente, le iba a costar entrar. Hacía rato no me garchaba una verga tan ancha. "Uy que cerradita estás" repetía mientras empujaba con ganas. Yo estaba tan mojada que sentía que mi concha cedía con facilidad a su pija.
"Ayyy... hace rato no tengo una verga tan gorda... dale". Cuando la terminó de meter toda, empezó a levantar y bajar las caderas dándome la tan esperada garchada. "Siii profe siii" gritaba yo desencajada cada vez que su cuerpo chocaba contra el mío.
Me acomodó en 4 y siguió dándome con ganas. Me pegó un chirlo, pero lo frené. Eso está prohibido. Una lástima. Me encanta, pero en estas situaciones no se puede. No frenó de garcharme nunca. Mantenía un ritmo parejo maravilloso. Sacaba casi la mitad de la verga y la enterraba toda. La fuerza con la que me cogía hacía que nuestros cuerpos se fueran moviendo de la cama.
Tanto, que terminé con los brazos apoyados en el piso para no caerme. "Ay pendejo sos una bestia" le gritaba yo, mientras a él parecía no importarle que estuviera a punto de caerme. Justo lo que necesitaba. Un macho que me use como una puta regalada a su pija.
Cuando se detuvo un instante, volví a subirme a la cama. Lo acosté y me senté arriba suyo penetrando despacio su poronga en mi concha. Ya estaba acostumbrada, totalmente dilatada y lubricada de la calentura que tenía. Me moví un rato sobre el pijón del profe hasta que acabó.
El forro estaba explotado de leche. Mientras yo quedé admirando semejante acabada de mi macho, él con la poronga aún dura me puso boca arriba abriendo mis piernas para seguir cogiéndome. El pendejo me garchó nuevamente como una bestia. Se aferró de mis muslos y me clavó la pija hasta el fondo con bombeadas frenéticas.
- Ay nene sos una bestia - repetía mientras él no se detenía ni un segundo.
- Te gusta putita... te gusta - me decía él chocando con más violencia contra mi cuerpo.
- Ay siiii hacía mucho no me cogían así
- Necesitabas esto, puta? - me dijo re sacado mientras aceleraba el ritmo al máximo de sus fuerzas
- Siii siii por favor dame más
- Tomá puta, tomá puta - repetía él cada vez que su verga destrozaba el fondo de mi concha
- No parés nuncaaaaahhhh - Cuando al fin frenó, se quedó admirando el boquete que había dejado en mi concha
- Re abierta como a vos te gusta - me decía mientras me masturbaba. Le supliqué que me la chupe, y muy obediente me hizo acabar con su lengua.
- Tanto vas a acabar? - me dijo mostrándome sus dedos totalmente húmedos de mi flujo. Me incorporé y empecé a chupárselos desesperada. Después, seguí con su verga.
Me la enterré como pude en la boca, mientras él se tiraba en la cama para disfrutar la mamada. Despacio, recorrí con la lengua todo el largo de la pija desde la base a la punta. Ahí abrí la boca y fui haciendo desaparecer el tronco en mi garganta. Subí despacio dejando escapar saliva en el camino para lubricar todo. Con la mano, desparramaba la saliva pajeándolo para luego volver a bajar.
"Chupala como el otro día", me pidió, recordando el pete en el auto, donde se la chupé desesperada y lo hice acabar al toque. Sonreí y empecé a mamar cada vez más rápido. Con una mano lo pajeaba y con la otra le amasaba las bolas. "Tirame todo en las tetas" le dije y sin dudar cambiamos posición.
Él se sentó sobre mi panza y yo estirando la mano agarré la poronga para pajearlo. Acabó como corresponde a un pendejo machazo, pijudo y cogedor animal como era él. Un chorro me pegó directo a la cara, y luego un mar de semen brotaba de la pija saltando sobre mis tetas. "Uy nene todo lo que tenés... sos una bestia para acabar también" le decía sin soltarle la pija.
Descansamos un rato, y por suerte se le paró rapidísimo. Otra vez, me puso en 4, disfrutando de su perrita. La tenía igual de dura que al principio, y seguía con las mismas energías como si recién hubiésemos empezado. Yo, bastante fuera de estado, aguantaba como podía pero ni se me pasaba por la cabeza pedirle que frene. Ya está. Era su puta y como tal, me dejaba coger como él quisiera.
Empezó a abrirme las nalgas, buscando lo que sabía iba a pedir para coronar la tarde.
- Qué buscás ahi? - le pregunté cuando sentí un dedo ensalivado penetrar mi ano.
- Romperte el culito
- Noo, estás loco... está desacostumbrado y me va a doler mucho -
- Dale putita, se que lo querés... te lo hago despacito - todo esto, sin dejar de penetrar mi concha
- Pero lubricalo bien - bueno, la idea era resistirme un poco más pero... puta
Cuando me casé, me había prometido dejar atrás mis años de pirata y tener una relación sin cuernos. Me sentía muy puta de no haberlo podido conseguir, y más aún viéndome totalmente entregada a un pendejo que estaba a punto de romperme el culo, sin que yo pusiera un mínimo de resistencia. Y me encantaba la idea.
El pendejo me chupó con ganas el orto y me tiró la mitad de un sobrecito de lubricante, dejando la otra mitad para toda su poronga. Apuntó, y realmente, estaba muy cerrada. Costó entrar. Pero a él no le importaba. Firme, empujó hasta que mi ano cedió a su pijón y me desgarró la colita sin piedad.
- Uff de verdad estás muy cerrada, putita... tu marido no te hace la cola? - sabía que para él significaba un morbo extra que sea casada... y la verdad para mi también así que le seguí el juego.
- Poco... igual, vos tenés un pijón super grueso, pendejo, obvio que iba a costar
- Me encanta que vengas a buscar una pija de verdad que te rompa el orto - dicho esto, clavó la verga hasta donde mi anatomía no dejó entrar más. Y me rompió el culo sin piedad.
Se agarró de mis caderas y empezó a meter y sacar la verga casi por completo. Primero, suave, buscando que mi colita se adapte al nuevo cuerpo extraño. Luego, cuando mi culo había cedido, aceleró el ritmo y fue cada vez más violento. Acá si, tuve que pedir que saliera. La falta de costumbre, el pijón enorme del nene y su violencia en las embestidas me hicieron suplicar que frenara.
El pendejo ni bien sacó la poronga me bañó la espalda de leche. "Estabas muy cerrada" me dijo como justificando haber acabado tan rápido. Yo estaba muerta y por suerte el turno estaba por finalizar. Pero a él no le importó. Se cambió de forro, y así con la verga chorreando y media flácida, me garchó salvajemente.
Yo seguía en 4 mordiendo la almohada, mi concha rebalsaba de flujos de la calentura que me daba ese pibe haciéndome gozar tanto con la pija muerta. Me siguió cogiendo hasta que se le durmió por completo la verga, y la sacó.
Yo aproveché y me fui a limpiar. Me metí en la ducha, no podía volver bañada en semen como estaba a casa. Mientras me sacaba toda la leche pegada al cuerpo, el profe se metió en la ducha conmigo. No podía creer que tuviera otra vez la pija parada.
- Ay pendejo, basta... - le dije agarrando el mástil duro que apoyaba mi cola.
- Dale, uno más rapidito - era una bestia el pendejo
- Vos querés que yo me envicie y tenga que cogerte seguido, la puta madre - le dije resignadísima.
- Y si, sos mi putita ahora... - me mordí los labios, porque sabía que era verdad. Ya está, era inútil luchar. Estaba regalada a la verga del pendejo y ahora no iba a poder parar.
Sonriendo, me acomodó contra la pared sacando cola, y me penetró. El agua mojaba nuestros cuerpos mientras él me cogía como si fuera la última vez.
- Me tragás la lechita? - me preguntó sacando el pijón de adentro mío. Sin decir nada, me arrodillé ante él
- Vos querés llenarme la boca de leche y que así lo bese a mi marido cuando vuelva? - él se rio al ver que le descubrí el objetivo que perseguía, el muy morbosito.
"Dale", le respondí mientras abría grande la boca y sacaba la lengua. Él apoyó la punta de la pija en la boca mientras se pajeaba frenéticamente. "Dale.. dale" lo incitaba yo, manoteandole las bolas. El teléfono empezó a sonar, indicando que el turno había finalizado. Pero ninguno de los dos le prestaba atención.
Metí la punta de la verga en la boca, mientras él no paraba de pajearse. Hasta que con un grito liberador me agarró de los pelos metiendo la poronga bien adentro y me largó una cantidad de leche impresionante en la boca. Otra vez, fui incapaz de tragarme todo. "Tanto vas a acabar hijo de puta" le dije luego de terminar chorreada de semen nuevamente por toda la cara.
Me pegó un par de cachetazos con la pija (si, aún dura) y se fue a cambiar. Me dejó arrodillada y llena de leche otra vez. No podía más de la calentura al sentirme tan putita y usada por un pendejo pijudo y lechero.
Terminé de limpiarme y salimos como entramos. Taxi y cada uno a su casa. Cuando llegué, mi esposo ya estaba mirando tele. Me senté junto a él, y tal como había prometido, lo besé apasionadamente metiendo mi lengua bien adentro de su boca. Esa lengua llena de leche de un pendejo que me había garchado como una bestia toda la tarde. Y que seguramente, no voy a resistirme a un segundo encuentro.
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40 comentarios - Tentaciones de una mujer casada
gracias por comentar
Anto terrible putona
Te voy hacer una sugerencia ortográfica.
Sarpado, sarparse son lunfardismos vienen del verbo pasar invirtiendo las sílabas es sarpa, por lo tanto es con s.
Solamente los barcos zarpan.
Omar896
espero disfrutes otros y recuerden mas cositas! 🙂
gracias por comentar
Espectacular Juuli el relato hecho x vos!!! calientex demas. besos . +10
"Que pícara" diría un filósofo de estos tiempos ja
escribí varios de ella cuerneando a sus novios