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Despidiendo a mi marido en el aeropuerto

El relato que les contaré, me ocurrió cuando fui a despedir a mi esposo al aeropuerto, y lo que sucedió luego de que su avión partió.
Debido al trabajo que realizaba mi marido, yo ya estaba acostumbrada a sus continuos y sorpresivos viajes. De un momento a otro su jefe le indicaba que debía abandonar la ciudad, y esta situación me daba cierta libertad para poder salir a algún lado cuando él se ausentaba de la ciudad.
Fue así que una tarde que me encontraba en la oficina, recibí la llamada de mi marido, pidiéndome que llegara rápido del trabajo para llevarlo al aeropuerto. Llegué lo más rápido que pude, y no me dio tiempo ni para cambiarme de ropa. Además de eso yo tuve que ir conduciendo el coche, porque mi marido se ponía muy nervioso cuando debía viajar.
Al llegar se registró en el counter, y me dijo que fuésemos al restaurante del aeropuerto a tomar un café. Estando ahí se puso a revisar unos documentos y casi ni me hablaba, por lo que yo comencé a mirar a la gente que había alrededor. Pude ver que en una mesa que se encontraba al frente de nosotros, había un par de hombres jóvenes.
Ellos me miraban con descaro, aprovechando que mi marido les estaba dando la espalda.
Yo estaba vestida como siempre voy a la oficina, y en ese momento tenía puesto un conjunto, de chaleco y falda color crema, además de una blusa blanca. La falda era corta como las que siempre uso, y tenía puestas unas pantyhose cubriendo mis piernas, las cuales eran el centro de atención de los que tenía al frente. De pronto mi marido me dio el teléfono del hotel donde se hospedaría, y me dio también algunas recomendaciones.
Mientras escuchaba a mi marido, de vez en cuando volteaba hacía donde estaban ellos, y vi que uno movía la boca como tratando de decirme algo. Me estaba poniendo un poco nerviosa, ya que, si mi esposo se daba cuenta que me estaban coqueteando, empezaría nuevamente con la cantaleta de que uso faldas muy cortas, y que me gusta provocar a los hombres con eso.
De pronto por el altavoz anunciaron la salida del avión, y nos paramos para ir hacia la puerta de embarque. Pude notar que los chicos que habían estado mirándome, se pararon también. Supuse que viajarían en el mismo avión, y en verdad era una pena que se fueran, ya que ambos eran muy guapos y grandes como a mí me gustaban.
Mi marido me dio un beso de despedida en la mejilla, ya que no era muy cariñoso. Cuando estuvo dentro me hizo adiós con la mano, y mientras yo le respondía voltee la cabeza a un costado, y vi que los dos chicos también movían sus manos como despidiendo a alguien. Me di cuenta que le decían adiós a mi marido, y no pude aguantar y comencé a sonreír de su ocurrencia.
Cuando me disponía a irme de ahí, uno de ellos se acercó y me dijo que me había estado observando en el restaurante, y que le permitiera decirme que era una chica muy linda. Le agradecí el cumplido, y ambos me solicitaron que aceptara tomar una copa con ellos. Como no tenía nada que hacer después, acepté acompañarlos y volvimos al restaurante donde habíamos estado. Ya ahí conversábamos y pude notar que su conversación era muy amena, y en un momento uno de ellos propuso hacer un brindis por mi dentista. Cuando le pregunté qué porque por mi dentista, él me respondió que yo tenía los dientes más perfectos que nunca había visto.
Por lo visto estos dos eran unos expertos en hacer sentir bien a una chica, y los invité a mi casa para seguir la conversación. Ellos aceptaron de buen grado, y nos fuimos los tres en mi coche. Cuando nos dirigíamos a mi casa, sentía sobre mis piernas las miradas del que tenía al costado, y yo tenía las piernas un poco separadas para utilizar los pedales. El que estaba en el asiento de atrás, se acercaba hacía delante, seguramente para poder ver mis senos a través del escote de la blusa.
Llegamos al edificio donde vivo, y subimos las escaleras hasta el tercer piso. En todo momento yo iba delante de ellos, y seguramente podían apreciar mis piernas mientras subía. Mi falda no era tan corta como para que pudiesen ver por debajo de ellas, pero seguramente habrían apreciado buena parte de mis muslos desde su posición.
Cuando llegamos a mi puerta saqué las llaves de mi cartera, y al parecer el sonido de estas, hizo que la chismosa de mi vecina saliera para ver quien había llegado. La saludé y mis amigos también, y la malcriada no se dignó en responder, y se metió a su departamento nuevamente. Esperaba que no le fuera con el cuento a mi marido, de que estaba metiendo hombres a mi casa en su ausencia.
Al entrar los invité a sentar en la sala, y serví unos tragos para los tres.
Me sentía bien ya que estaba acompañada, y mucho más ya que era compañía masculina. Puse música y después de un rato parecíamos grandes amigos, y ellos en todo momento me piropeaban y me hacían sentir muy bien. El que estaba sentado a mi costado, en un momento me acarició la oreja y yo le dije que no hiciera eso porque me daba cosquillas.
El que estaba al frente mío, me miraba como si me desnudara con los ojos, y no era que yo quisiera que algo sucediera, pero con la dieta rigurosa de sexo a la que me tiene acostumbrada mi marido, no es fácil disimular lo que una siente cuando un hombre te pasa la mano.
Nuevamente el que tenía al costado, puso su mano en mi pierna izquierda y apretó mi muslo, de tal forma que me puse caliente de solo pensar que tenía a esos dos chicos para mí. Algo desinhibida por el licor, les pedí que me dijeran sinceramente que cosa deseaban hacer. El que estaba al frente mirándome a los ojos me dijo, Yo lo que más quiero en este momento es lamerte el ojete ricura. Sus palabras hicieron que los colores se me subieran al rostro, por la franqueza de su pedido.
De pronto el que estaba a mi lado, me abrazó dándome un beso en la boca, y debido al apretujón que me dio yo separé un poco mis piernas, para que el que estaba al frente, pudiera ver por en medio de mi falda. Poco a poco desabotonó mi chaleco y mi blusa, quedando a la vista mi sujetador. Sus manos amasaban mis pechos, y el otro se acercó a mí para acariciar mis piernas y poner su cabeza entre ellas. Me besaba encima de las pantimedias, y podía sentir su boca que trataba de comerse mi coño con todo y braguitas.
Mientras uno me acariciaba y me besaba, el otro aprovechaba para desnudarse.
Poco a poco nos fuimos quedando sin ropa, y pude ver sus vergas gruesas ansiosas de penetrarme. Estando echada en el sillón uno de ellos me empezó a lamer la concha, mientras yo me metía la verga del otro a la boca. Sentía mis fluidos vaginales salir, mientras el que estaba entre mis piernas, chupaba y jalaba los labios de mi vulva.
El placer que en ese momento sentía, solo podría ser superado en el momento en que me penetraran, así que al que me chupaba lo jalé del cabello, para que subiera y me clavara con su tranca de una vez. Él entendió mis deseos, y puso la cabeza de su verga en la entrada de mi concha, y me la empujó de un solo envío. Mientras me bombeaba yo seguía lamiéndole la verga al otro, logrando con esto sentir un orgasmo que me provocó risa y llanto a la vez.
Daba gracias por el tipo de trabajo que tenía mi marido, ya que así yo podía gozar de cuanto macho supiera como lograr que le abriese las piernas.
Les dije que fuésemos a mi cama para estar más cómodos, y los tres nos dirigimos a mi habitación. Yo caminaba de espaldas y con cada una de mis manos les agarraba sus vergas, dirigiéndolos hacia el interior de mi cuarto.
Estando ahí hice que uno de ellos se echara boca arriba, y yo me senté sobre su verga mirándolo de frente. El otro se situó detrás mío de rodillas, y puso su verga entre mis nalgas. En ese momento empecé a cabalgar sobre la verga que tenía dentro, y mis tetas empezaron a bambolearse para arriba y para abajo. El que estaba detrás mío, me abrazó agarrando mis tetas y las apretó fuertemente.
Le dije en ese momento que me penetrara por el culo, y puso la punta de su verga en mi ano, empujándola y haciéndome doler. El dolor que sentí no me importó, y seguí aguantando hasta que la tuve dentro. Me incliné un poco hacia delante, y así empezamos a movernos rítmicamente.
Nuestros cuerpos sudaban, y yo gozaba con la culeada que me estaban dando en ese momento. Al momento de elevarme, sentía como corrían las vergas casi al punto de salirse, y nuevamente me sentaba haciendo que entren hasta el fondo de mi concha y mi recto.
De pronto sentí que tendría otro orgasmo, y al parecer ellos también estaban por eyacular, así que empezamos a movernos rápidamente hasta que nos corrimos los tres en medio de jadeos de placer. Nos quedamos así un momento, y cuando me moví para recostarme, sentí que me chorreaba la leche que me habían dado. Vi que en la punta de sus penes había rastros de leche también, así que decidí limpiarlas chapándoselas.
Se quedaron toda la noche, y seguimos gozando hasta que se nos acabaron las fuerzas. Se fueron a las 6 de la mañana para que mi vecina no se diera cuenta que habían estado conmigo. Ya en mi cama me quedé pensando que, si mi marido me diera el placer que yo tanto deseaba, no tendría la necesidad de ser tan puta con los hombres, ni de hacerlo cornudo. Mientras cavilaba en mis pensamientos, llamó mi marido para ver si había alguna novedad, y le dije no y que solo esperaba que volviera pronto para que descansara, y viera su televisión. Me dijo que era una reina y colgó.
Él regresaría luego de dos días, y mientras me dormía pensaba en lo que haría esos días en que estaría solita.

1 comentarios - Despidiendo a mi marido en el aeropuerto

DnIncubus
Buenísimo el relato, te llamó por costumbre, porque la otra lo soltó también en ese momento 😆😄👍 uno nunca va de viaje solo 🤥😅😄👍