El relato que les contaré, me sucedió cuando estaba en las vísperas de contraer matrimonio, y el regalo especial que me hicieron unos amigos.
Cuando tenía 22 años se me había metido en la cabeza el deseo de convertirme en una mujer casada, y tenía un novio que estaba muy enamorado de mí. A pesar que yo no era virgen, le propuse que no hiciéramos el amor hasta que llegara la fecha de nuestro matrimonio, para que la noche de bodas fuese algo para recordar.
A él no le gustó mucho la idea, y en muchas ocasiones me manifestó el deseo que tenía por gozar de mi cuerpo, pero yo me mantuve firme en mi decisión. Mi novio trabajaba como administrativo en el correo, y debido a que él ganaba poco, yo tendría que seguir trabajando cuando nos casáramos. Debido a esto, no habíamos comprado muchas cosas para iniciar nuestra vida en común, y yo no tenía aún mi ajuar de novia para cuando llegase el gran día.
Yo trabajaba en un café dentro de un centro comercial, y ahí venían gente de los Bancos y Empresas que quedaban alrededor. Entre los clientes que frecuentaban este café, había un par de ellos que se habían hecho amigos míos. Cuando llegaban al local, me llamaban para que yo los atienda y no otra chica. Siempre los veía vestidos con traje de oficina, y ambos tendrían alrededor de 30 años.
Siempre me andaban preguntando, porque no aceptaba sus invitaciones para salir con alguno de ellos, y ese día les conté que estaba de novia y que iba a casarme. Que afortunado que es tu novio, me dijeron. Me preguntaron la fecha de la boda, y como yo les tenía cierta confianza, se los dije y además les comenté que aún me faltaba el ajuar de novia.
Uno de ellos me dijo que, si ese era el problema, ellos podrían dármelo como regalo de bodas y su amigo opinó lo mismo. Me llamó la atención su desprendimiento, ya que a pesar que se notaba que eran chicos que tenían dinero, cualquiera no hacía ese ofrecimiento. Me reí suponiendo que me estaban gastando una broma, pero ellos me dijeron que hablaban en serio, y me pidieron mi número telefónico para avisarme cuando lo hubiesen comprado.
Les di el número sin mucho convencimiento, pero grande fue mi sorpresa cuando recibí su llamada un día que me encontraba en mi casa. Me pidieron que fuese a verlo al departamento de uno de ellos, y que en caso no me gustara lo podrían cambiar. No le comenté nada a mi novio, ya que conociendo lo celoso que era, seguramente podría montar en cólera.
Emocionada fui en la noche a la dirección que me habían dado, y el edificio donde vivían quedaba en una zona residencial de la ciudad. Subí en el ascensor y al llegar toqué la puerta, y me abrió el que me había hecho el ofrecimiento. Me invito a pasar, y me sorprendí de encontrar dentro a su amigo. Me saludó con un beso en la mejilla y me invitó a sentar.
Les dije que pensaba que habían estado bromeando, hasta el momento en que recibí la llamada. Les mencioné también que, en estos tiempos, era difícil que alguna persona hiciera un regalo de este tipo, solo por amistad. Al decir esto pude notar que ambos se miraron, y luego uno de ellos fue a traer unas cajas con el ajuar de novia. Cuando sacaron la ropa de sus envolturas, me quedé con la boca abierta ya que era muy hermosa. Había un vestido de novia y una lencería muy fina, todo de color blanco. Inclusive habían comprado los zapatos, y cuando les pregunté cómo habían hecho para dar con mi talla, me dijeron que habían calculado a ojo de buen cubero.
Los tres nos reímos de ese comentario y uno de ellos me pidió que por favor me probara la ropa. Me puse un poco colorada por su petición, pero añadieron que ver a la novia vestida era de mala suerte para el novio, pero como ellos eran mis amigos no habría ese problema. Pensé que lo mínimo que podía hacer por tan espléndido obsequio, era darles gusto así que accedí a probarme la ropa, y mostrarles como me quedaba.
Me indicaron que pasara a una habitación, pusieron las cajas sobre la cama y salieron para que pudiese cambiarme. Ahí dentro había un espejo que casi ocupaba la totalidad de una de las paredes. Me quité la ropa que traía puesta, quedando desnuda por completo y me puse primeramente unas braguitas y un sujetador, cuya tela era de gasa transparente. Mi busto llenaba perfectamente el sujetador con sus redondeces, y a través de él se podía notar sus aureolas rosadas y mis pezones. Al voltear para ver cómo me quedaban las braguitas, se podía ver claramente la raya de mi trasero, y por delante el triángulo de vello púbico de mi coño.
Me puse las medias de nylon, y el portaligas que las sujetaban. Me coloqué los zapatos y volví a mirarme así vestida. Mi novio se iba a caer de espaldas de verme con ese atuendo, y habría valido la pena haberlo hecho esperar hasta la noche de bodas. Finalmente me puse el vestido que me quedaba genial. Ahora debería salir para que vieran que tal me había quedado todo.
Abrí la puerta de la habitación, y salí a la sala donde ellos se encontraban. Se me quedaron viendo de pies a cabeza un buen rato, y sus miradas me avergonzaron un poco, ya que lo hacían fijamente. Uno de ellos me dijo que estaba realmente hermosa, y me alcanzó una copa de champagne, para que brindáramos por el futuro acontecimiento. Los tres vaciamos nuestras copas, y les agradecí el gesto que habían tenido. Me dijeron que no era nada y llenaron las copas nuevamente. Bebía con cuidado de no derramar ninguna gota, y evitar que el vestido se pudiese manchar.
Debido a que aún no había cenado, el licor me subió un poquito a la cabeza y puesto que no tenía costumbre de beber, la cabeza me daba un poco de vueltas. Ellos me seguían admirando y me decían que con una novia como yo, cualquier hombre se pondría la soga al cuello. Yo me reía de sus ocurrencias y cuando mi copa quedaba vacía, la llenaban nuevamente.
Sentí que el cuerpo se me estaba adormeciendo debido a la bebida, y en un momento uno de ellos me dijo que les permitiera ver, como me había quedado la ropa interior. Les dije que no me hicieran esas bromas, y uno de ellos dijo que también iba a casarse, y quería saber cómo le quedaría a su novia una lencería, como la que habían comprado.
Ya que el licor me había desinhibido un poco, accedí a mostrarles mi cuerpo sin el vestido de novia, y uno de ellos me ayudó a bajar el cierre del vestido, y éste cayó sobre la alfombra. El otro chico lo puso sobre la mesa para que no se maltrate, y luego ambos se pusieron delante mío para poder observarme mejor. Pude notar en sus ojos una mezcla de deseo y lujuria, por la visión que tenían delante, y me pregunté si había sido una buena idea, mostrarme así delante de ellos.
Mientras uno se quedó delante mirándome, el otro se me acercó por detrás y dijo que la textura de la tela de la ropa interior invitaba a tocarla, y metió la punta de sus dedos entre las braguitas y una de mis nalgas. Yo me quedé quieta sin saber qué hacer, y le dijo a su amigo que también comprobara lo que él decía. El otro vino hacia mí y parándose delante mío, puso su mano abierta sobre una de mis tetas, encima del sujetador. Luego lo jaló un poco, dejando libre una de mis tetas y empezó a lamerla y a succionarla.
En ese momento me di cuenta, que el regalo no me iba a salir tan barato como pensaba, pero fue muy tarde ya que el que tenía delante, empezó a amasarme las tetas con sus dos manos. Sentí que mi respiración se comenzó a agitar, en el momento que el que tenía detrás, se ponía de rodillas y jalando mis braguitas hacia un costado, empezó a lamerme el ano.
Pude haber frenado la situación en que me encontraba, pero pensé que quizás ésta sería la última oportunidad, de estar con un hombre que no fuese mi futuro marido, así que me dejé hacer. En vista que no oponía resistencia a las caricias de ambos, se desnudaron mostrándome sus vergas totalmente paradas por la excitación.
Me arrodillé vestida aún con mi ropa íntima, y agarré una verga en cada mano, y comencé a corrérselas muy despacio, haciendo que la piel que las recubría se repliegue, mostrándome sus cabezas coloradas. Metí una de ellas a mi boca haciendo que descanse sobre mi lengua, y con mis labios la rodee completamente, y la empecé a mamar con fuerza. Debido a la excitación que él tenía, eyaculó mientras se la chupaba, y sentí que mi boca se llenaba de leche en ese momento. Me la tragué y procedí a chupársela al segundo de la misma forma.
Luego me puse de pie, y uno de ellos se colocó detrás mío para desabrocharme el sujetador, mientras que el que estaba delante me bajaba las braguitas. Mis senos quedaron libres y sentí un abrazo por detrás, y un par de manos que me apretaban las tetas. Al abrazarme sentí también que su pene lo ponía entre mis nalgas, dejándome sentir el calor que su verga emanaba.
El que estaba delante, me besaba en la boca metiendo su lengua, y con su mano masajeaba los labios de mi concha. Poco a poco empezó a introducir sus dedos, quedando mojados por los fluidos que de ella salían. Las caricias y besos que los dos me daban, me excitaban al punto de decirles que deseaba que me metan sus vergas. Mi pedido no se hizo esperar, y uno de ellos se echó en un sillón, y yo me senté sobre su verga. Comencé a moverme de tal forma que parecía que estaba cabalgando, y mis tetas se bamboleaban de abajo hacia arriba. Su amigo también quería participar, entonces se puso detrás mío y sentí la punta de su verga que besaba mi ano.
Seguidamente la introdujo y comenzó a bombear, haciéndome sentir entre los dos la más puta de las mujeres, por estar comiéndome esas dos vergas, sin haberle permitido a mi novio que me hiciera suya. Rápidamente alejé ese pensamiento de mi mente, y seguí moviéndome sintiendo un placer inmenso, por la culeada que me estaban dando. Nuestros cuerpos sudaban, y mis jadeos se escuchaban cada vez más fuerte, hasta que ambos se corrieron dentro de mí. Nos quedamos en esa posición un rato, hasta que sus vergas perdieron sus formas pétreas, y ambos penes salieron de mis orificios, chorreando aún la leche que les quedaba.
Me dijeron que había estado fabulosa, y que envidiaban al que sería mi futuro esposo, por las noches maravillosas que iría a gozar conmigo. Fui a la habitación nuevamente, y me vestí con la ropa que había venido, y al salir me ayudaron a guardar el ajuar y me despedí de ellos, no sin antes agradecerles por el regalo que me habían hecho.
Llegó el día de la boda, y luego de casarme llegué a un salón donde se realizaría la fiesta. Estaban todos los invitados esperándonos y al entrar, vi a los que me habían regalado el ajuar, que tenía puesto en ese momento. Ambos sonreían, y en un momento de la fiesta me acerqué con mi esposo a saludarlos. Mientras ellos conversaban, pensaba que más tarde le entregaría a mi esposo, lo que ya otros habían gozado.
Cuando tenía 22 años se me había metido en la cabeza el deseo de convertirme en una mujer casada, y tenía un novio que estaba muy enamorado de mí. A pesar que yo no era virgen, le propuse que no hiciéramos el amor hasta que llegara la fecha de nuestro matrimonio, para que la noche de bodas fuese algo para recordar.
A él no le gustó mucho la idea, y en muchas ocasiones me manifestó el deseo que tenía por gozar de mi cuerpo, pero yo me mantuve firme en mi decisión. Mi novio trabajaba como administrativo en el correo, y debido a que él ganaba poco, yo tendría que seguir trabajando cuando nos casáramos. Debido a esto, no habíamos comprado muchas cosas para iniciar nuestra vida en común, y yo no tenía aún mi ajuar de novia para cuando llegase el gran día.
Yo trabajaba en un café dentro de un centro comercial, y ahí venían gente de los Bancos y Empresas que quedaban alrededor. Entre los clientes que frecuentaban este café, había un par de ellos que se habían hecho amigos míos. Cuando llegaban al local, me llamaban para que yo los atienda y no otra chica. Siempre los veía vestidos con traje de oficina, y ambos tendrían alrededor de 30 años.
Siempre me andaban preguntando, porque no aceptaba sus invitaciones para salir con alguno de ellos, y ese día les conté que estaba de novia y que iba a casarme. Que afortunado que es tu novio, me dijeron. Me preguntaron la fecha de la boda, y como yo les tenía cierta confianza, se los dije y además les comenté que aún me faltaba el ajuar de novia.
Uno de ellos me dijo que, si ese era el problema, ellos podrían dármelo como regalo de bodas y su amigo opinó lo mismo. Me llamó la atención su desprendimiento, ya que a pesar que se notaba que eran chicos que tenían dinero, cualquiera no hacía ese ofrecimiento. Me reí suponiendo que me estaban gastando una broma, pero ellos me dijeron que hablaban en serio, y me pidieron mi número telefónico para avisarme cuando lo hubiesen comprado.
Les di el número sin mucho convencimiento, pero grande fue mi sorpresa cuando recibí su llamada un día que me encontraba en mi casa. Me pidieron que fuese a verlo al departamento de uno de ellos, y que en caso no me gustara lo podrían cambiar. No le comenté nada a mi novio, ya que conociendo lo celoso que era, seguramente podría montar en cólera.
Emocionada fui en la noche a la dirección que me habían dado, y el edificio donde vivían quedaba en una zona residencial de la ciudad. Subí en el ascensor y al llegar toqué la puerta, y me abrió el que me había hecho el ofrecimiento. Me invito a pasar, y me sorprendí de encontrar dentro a su amigo. Me saludó con un beso en la mejilla y me invitó a sentar.
Les dije que pensaba que habían estado bromeando, hasta el momento en que recibí la llamada. Les mencioné también que, en estos tiempos, era difícil que alguna persona hiciera un regalo de este tipo, solo por amistad. Al decir esto pude notar que ambos se miraron, y luego uno de ellos fue a traer unas cajas con el ajuar de novia. Cuando sacaron la ropa de sus envolturas, me quedé con la boca abierta ya que era muy hermosa. Había un vestido de novia y una lencería muy fina, todo de color blanco. Inclusive habían comprado los zapatos, y cuando les pregunté cómo habían hecho para dar con mi talla, me dijeron que habían calculado a ojo de buen cubero.
Los tres nos reímos de ese comentario y uno de ellos me pidió que por favor me probara la ropa. Me puse un poco colorada por su petición, pero añadieron que ver a la novia vestida era de mala suerte para el novio, pero como ellos eran mis amigos no habría ese problema. Pensé que lo mínimo que podía hacer por tan espléndido obsequio, era darles gusto así que accedí a probarme la ropa, y mostrarles como me quedaba.
Me indicaron que pasara a una habitación, pusieron las cajas sobre la cama y salieron para que pudiese cambiarme. Ahí dentro había un espejo que casi ocupaba la totalidad de una de las paredes. Me quité la ropa que traía puesta, quedando desnuda por completo y me puse primeramente unas braguitas y un sujetador, cuya tela era de gasa transparente. Mi busto llenaba perfectamente el sujetador con sus redondeces, y a través de él se podía notar sus aureolas rosadas y mis pezones. Al voltear para ver cómo me quedaban las braguitas, se podía ver claramente la raya de mi trasero, y por delante el triángulo de vello púbico de mi coño.
Me puse las medias de nylon, y el portaligas que las sujetaban. Me coloqué los zapatos y volví a mirarme así vestida. Mi novio se iba a caer de espaldas de verme con ese atuendo, y habría valido la pena haberlo hecho esperar hasta la noche de bodas. Finalmente me puse el vestido que me quedaba genial. Ahora debería salir para que vieran que tal me había quedado todo.
Abrí la puerta de la habitación, y salí a la sala donde ellos se encontraban. Se me quedaron viendo de pies a cabeza un buen rato, y sus miradas me avergonzaron un poco, ya que lo hacían fijamente. Uno de ellos me dijo que estaba realmente hermosa, y me alcanzó una copa de champagne, para que brindáramos por el futuro acontecimiento. Los tres vaciamos nuestras copas, y les agradecí el gesto que habían tenido. Me dijeron que no era nada y llenaron las copas nuevamente. Bebía con cuidado de no derramar ninguna gota, y evitar que el vestido se pudiese manchar.
Debido a que aún no había cenado, el licor me subió un poquito a la cabeza y puesto que no tenía costumbre de beber, la cabeza me daba un poco de vueltas. Ellos me seguían admirando y me decían que con una novia como yo, cualquier hombre se pondría la soga al cuello. Yo me reía de sus ocurrencias y cuando mi copa quedaba vacía, la llenaban nuevamente.
Sentí que el cuerpo se me estaba adormeciendo debido a la bebida, y en un momento uno de ellos me dijo que les permitiera ver, como me había quedado la ropa interior. Les dije que no me hicieran esas bromas, y uno de ellos dijo que también iba a casarse, y quería saber cómo le quedaría a su novia una lencería, como la que habían comprado.
Ya que el licor me había desinhibido un poco, accedí a mostrarles mi cuerpo sin el vestido de novia, y uno de ellos me ayudó a bajar el cierre del vestido, y éste cayó sobre la alfombra. El otro chico lo puso sobre la mesa para que no se maltrate, y luego ambos se pusieron delante mío para poder observarme mejor. Pude notar en sus ojos una mezcla de deseo y lujuria, por la visión que tenían delante, y me pregunté si había sido una buena idea, mostrarme así delante de ellos.
Mientras uno se quedó delante mirándome, el otro se me acercó por detrás y dijo que la textura de la tela de la ropa interior invitaba a tocarla, y metió la punta de sus dedos entre las braguitas y una de mis nalgas. Yo me quedé quieta sin saber qué hacer, y le dijo a su amigo que también comprobara lo que él decía. El otro vino hacia mí y parándose delante mío, puso su mano abierta sobre una de mis tetas, encima del sujetador. Luego lo jaló un poco, dejando libre una de mis tetas y empezó a lamerla y a succionarla.
En ese momento me di cuenta, que el regalo no me iba a salir tan barato como pensaba, pero fue muy tarde ya que el que tenía delante, empezó a amasarme las tetas con sus dos manos. Sentí que mi respiración se comenzó a agitar, en el momento que el que tenía detrás, se ponía de rodillas y jalando mis braguitas hacia un costado, empezó a lamerme el ano.
Pude haber frenado la situación en que me encontraba, pero pensé que quizás ésta sería la última oportunidad, de estar con un hombre que no fuese mi futuro marido, así que me dejé hacer. En vista que no oponía resistencia a las caricias de ambos, se desnudaron mostrándome sus vergas totalmente paradas por la excitación.
Me arrodillé vestida aún con mi ropa íntima, y agarré una verga en cada mano, y comencé a corrérselas muy despacio, haciendo que la piel que las recubría se repliegue, mostrándome sus cabezas coloradas. Metí una de ellas a mi boca haciendo que descanse sobre mi lengua, y con mis labios la rodee completamente, y la empecé a mamar con fuerza. Debido a la excitación que él tenía, eyaculó mientras se la chupaba, y sentí que mi boca se llenaba de leche en ese momento. Me la tragué y procedí a chupársela al segundo de la misma forma.
Luego me puse de pie, y uno de ellos se colocó detrás mío para desabrocharme el sujetador, mientras que el que estaba delante me bajaba las braguitas. Mis senos quedaron libres y sentí un abrazo por detrás, y un par de manos que me apretaban las tetas. Al abrazarme sentí también que su pene lo ponía entre mis nalgas, dejándome sentir el calor que su verga emanaba.
El que estaba delante, me besaba en la boca metiendo su lengua, y con su mano masajeaba los labios de mi concha. Poco a poco empezó a introducir sus dedos, quedando mojados por los fluidos que de ella salían. Las caricias y besos que los dos me daban, me excitaban al punto de decirles que deseaba que me metan sus vergas. Mi pedido no se hizo esperar, y uno de ellos se echó en un sillón, y yo me senté sobre su verga. Comencé a moverme de tal forma que parecía que estaba cabalgando, y mis tetas se bamboleaban de abajo hacia arriba. Su amigo también quería participar, entonces se puso detrás mío y sentí la punta de su verga que besaba mi ano.
Seguidamente la introdujo y comenzó a bombear, haciéndome sentir entre los dos la más puta de las mujeres, por estar comiéndome esas dos vergas, sin haberle permitido a mi novio que me hiciera suya. Rápidamente alejé ese pensamiento de mi mente, y seguí moviéndome sintiendo un placer inmenso, por la culeada que me estaban dando. Nuestros cuerpos sudaban, y mis jadeos se escuchaban cada vez más fuerte, hasta que ambos se corrieron dentro de mí. Nos quedamos en esa posición un rato, hasta que sus vergas perdieron sus formas pétreas, y ambos penes salieron de mis orificios, chorreando aún la leche que les quedaba.
Me dijeron que había estado fabulosa, y que envidiaban al que sería mi futuro esposo, por las noches maravillosas que iría a gozar conmigo. Fui a la habitación nuevamente, y me vestí con la ropa que había venido, y al salir me ayudaron a guardar el ajuar y me despedí de ellos, no sin antes agradecerles por el regalo que me habían hecho.
Llegó el día de la boda, y luego de casarme llegué a un salón donde se realizaría la fiesta. Estaban todos los invitados esperándonos y al entrar, vi a los que me habían regalado el ajuar, que tenía puesto en ese momento. Ambos sonreían, y en un momento de la fiesta me acerqué con mi esposo a saludarlos. Mientras ellos conversaban, pensaba que más tarde le entregaría a mi esposo, lo que ya otros habían gozado.
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