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Obil, el árabe (Capítulo 2)

Y llegó el día,  una noche de viernes. Dejamos el crío en casa de unos amigos. Pili estaba un poco nerviosa, tenía dudas de última hora, tenía miedo y deseo al mismo tiempo. Normal, era con un desconocido para ella, era de otro país, era de otra cultura, era algo totalmente nuevo y por eso le daba respeto todo esto. La tranquilizaba el hecho de saber que yo estaría presente en todo momento y que si no estaba a gusto en el momento que fuera, lo acordado era que a una señal suya se acababa todo. Sería una señal de STOP, el final del juego. Lo había hablado con Obil  y estábamos de acuerdo en eso. Pero aún sabiendo eso, los nervios en el momento de estar los dos solos en casa, mientras se vestía, estaba en dudas, no sabía si este tanga o este otro, si estas medias con liguero o si por el contrario unas con liga de silicona, si un sujetador a juego o uno con transparencias, ufffffffff, eran muchas las dudas y eran solo producto de los nervios. Le ayudé a buscar la ropa que mejor le quedaba y más sexi la hacían debajo de su falda con botones por delante y de su blusa negra con calados. Estaba impresionante. Le escogí unos zapatos de tacón medio, para que no se le hicieran incómodos por el largo tiempo de estar de pie. La dejé sola para que se maquillara, aunque le pedí que fuera suave, para realzar sus hermosos ojos y sus dulces labios.
Durante el camino fuimos hablando de otros encuentros que habíamos tenido, de otros juegos, de otros chicos con los que habíamos hecho travesuras. Trataba en todo momento de tenerla entretenida pero sin dejar de lado el tema que nos llevaba a Compostela.
Llegamos a un aparcamiento subterráneo cerca del bazar. Antes de salir del coche le di un fuerte abrazo, un beso apasionado y le dije que en todo momento tendría el poder de decir “hasta aquí, no más”. Me sonrió y me dijo que esperaba no tener que hacerlo, que venía con ganas de disfrutar y de verme con el deseo de follarla ya antes de llegar a casa. Siempre que tenemos encuentros de este tipo, yo me reservo para follarla en el momento que nos quedamos solos, ya sea en nuestro hotel, en el coche alguna vez o al llegar a nuestra casa, si el lugar de encuentro  está cerca.  Como estábamos a unos 100 kms de casa, si todo salía bien tenía pensado follarla en el primer lugar donde aparcar el coche y que fuera discreto. Siendo Galicia la zona más verde de España, sobran rincones donde meter el coche para echar  un buen polvo.
Cuando estuvimos delante de la puerta, cinco minutos antes de las ocho, le di un beso y entré con ella de la mano. Había varias personas dentro del establecimiento, Obil estaba atendiendo una pareja que quería comprar  algo de especias, por la zona donde se encontraban, había tres o cuatro personas más, todas en la primera parte del bazar. Nuestro anfitrión se acercó de forma rápida  y nos dijo que lo que buscábamos estaba más al fondo de la tienda, en la última estantería. En unos minutos se acercaba para que lo viera mi esposa.  Entendimos el mensaje y nos fuimos al fondo, era una zona dedicada a alfombras y cortinas. Había en una esquina una habitación cerrada de unos tres por tres metros, entendimos que era la oficina, aunque a mí me entraron dudas, porque me había dicho Obil que casi seguro nos quedaríamos en la tienda.  Sonaba una música ambiental con temas árabes o de esa región, estaba con un volumen bajo, poco a poco se fue subiendo, como si alguien estuviera enviando un mensaje a los clientes.
Nuestro anfitrión se acercó con una pareja, a la que dejó viendo unas cortinas y mientras estos las miraban se aproximó a  nosotros, muy cerca de Pili le dijo al oído “ te estoy observando, tienes un cuerpo perfecto para montarte y es lo que estas pidiendo, ¿verdad puta?.Explicó algo a la otra pareja, sobre unas cortinas que estaban mirando  y volvió para decirle de nuevo : “hace tiempo que no tengo un puta como tú para montar, te voy a dejar llena de macho para un par de semanas, ¡zorra!. Miré a Pili para ver cómo reaccionaba, me miró con una sonrisa y me hizo un gesto como de aprobación con peros.  La entendía perfectamente, le gustaba el morbo, pero le parecía excesivo para no haberla saludado. Unos 10 minutos más tarde volvió a aparecer entre las cortinas, con una nueva pareja, se aproximó para decirnos que no tardaría, eran los últimos que quedaban, al marcharse la música volvió a subir de volumen. Estaba ya alta, como para no oír nada desde fuera o desde el piso de arriba. Estaba claro cuál era el motivo. Unos minutos después escuché a Obil despedir a los últimos clientes y dar la vuelta a la llave, bajar unas persianas venecianas que tenía por dentro de los cristales. Me acerqué a Pili y le di un beso en la boca, le acaricié el pelo y le dije que deseaba con todo mi amor que lo pasar bien, que disfrutara todo lo que le apeteciera, yo estaría a su lado para todo lo que necesitara, si es que me necesitaba.
Las luces de la tienda se fueron apagando, una tras otra y dejando a oscuras la tienda. La música sonaba alta, tal vez demasiado alta. Estábamos casi a oscuras entre las estibas de alfombras y lo que parecía ser una oficina, de entre las estanterías apareció la figura de Obil recortándose con la tenue luz que entraba desde la calle entre las finas lamas de las persianas, venía con paso ágil y moviendo los brazos, al tiempo que nos explicaba que había tenido unas buenas ventas al final de la tarde y por eso había tardado más de lo previsto, pero todo estaba vacío, salvo nosotros dos y la hermosa hembra que me acompañaba. Me felicitó por lo hermosa que era, el buen culo que tenía, las tetas no muy grandes, pero si buenas para jugar y se adivinaba un coño muy hermoso por la forma de moverse (jamás pensé que se pudiera adivinar la forma del coño por los movimientos del vientre al andar). Cuando estuvo a nuestra altura se dirigió directamente a Pili y la cogió por la cintura, la aproximó a su cuerpo y le dio un beso en la frente, la miró a los ojos y le dijo que iba a sentir de verdad lo que es un macho árabe, como juega con las hembras y como las monta después. Pili le miró a los ojos un poco asustada, pero no le dio tiempo a más, la abrazó con fuerza, le dio un beso en la boca, por lo que parecía, allí, en madia penumbra, los brazos de él en la cintura y la espalda de ella y Pili abrazada a su cuello. Una mano de Obil bajó hasta el culo de mi mujer, apretó la nalga con fuerza, levantó la falda y tocó la carne desnuda, metió un dedo por dentro del tanga y bajó a lo largo del cordón hasta llegar a su agujero, no se paró y siguió más abajo. Pili se estremeció al sentir la caricia y lo brusca que fue, apretó mas sus brazos en torno al cuello de su amante, saboreando mas el beso y dejando el cuerpo mas inerte entre los brazos duros y recios de su amante, este la separó un poco y cambió la mano del culo a la parte delantera, recorrió desde la cintura hasta la entrada del coño, por debajo de la fina tela del tanga, metió dos dedos dentro del coño y los sacó mojados, la miró a los ojos y con una sonrisa le dijo que le gustaban mucho las putas como ella, que estando delante del marido y en sus manos se ponían tan cachondas solo con un beso y un ligero roce, que lo iban a pasar muy bien, porque él era un buen follador y ella una buena puta.
Nos invitó a entrar  en lo que parecía una oficina y al abrir la puerta me di cuenta de mi error, no era una oficina, era su picadero. Era una habitación perfectamente amueblada, una cama amplia, al menos de 1.6 metros, una mesilla en un lado, tres sillas a los pies de la cama, una nevera, una mesita con vasos y un hornillo para hacer te. Todo estaba preparado para recibir a mujeres y las sillas supongo que para los maridos, o tal vez a otro tipo de invitados. Ante mi cara de sorpresa m dijo que era la habitación donde se quedaba a dormir de vez en cuando. Algunas veces que el trabajo se le hacía muy pesado, cuando terminaba tarde porque había tenido una recepción de mercancía y quería tenerla lista para la venta al día siguiente, se quedaba hasta muy tarde a trabajar, para evitar hacer el viaje hasta su casa, se quedaba a dormir unas horas para de nuevo, antes de abrir acabar de instalar todas las cosas. Se me ocurrió comentar que también para algún que otro escarceo, a lo que me respondió que claro, algunas veces recibía a putas casadas con sus  maridos o solas para que las montara, otras recibía a un par de mujeres con sus maridos y venían algunos amigos suyos, en fin, de todas las posibilidades que nos pudiéramos imaginar. Su mujer sabía de sus aficiones por otras mujeres, pero le había dejado muy claro que solo follaría con putas pero sin pagarlas. Ellas solas venían a que les diera de su medicina para sentirse más putas y que claro, él no podía dejar de hacerlo. Cambió el alumbrado, apagó la lámpara del techo y encendió unos apliques situados en dos de los lados de la habitación. Tenían una luz tenue de color amarillento, muy agradable y que pasados unos segundos para que se adaptara la vista, hacía de aquella estancia un lugar acogedor.
Noté a Pili un poco  nerviosa, rehuía la mirada de Obil y buscaba la mía con frecuencia.  Nuestro anfitrión nos invitó a tomar algo, dijo que no tenía nada con alcohol, lo prohibía su religión y aunque algunos invitados le pedían poder hacer un combinado o tomar una copa, él había dicho siempre que una cosa es follar a mujeres que no son su esposa y otra es  profanar el lugar con bebidas o comida prohibida. Acepté un café, suponía que la noche iba a ser larga y eso me ayudaría, sobre todo en el camino de vuelta y Pili tomó un té. Mientras los hacía, nos contó que llevaba en España 10 años, 8 en Compostela, se había venido por falta de futuro en Aargelia y había sacado todos los ahorros conseguidos en sus años de comercial. Había ahorrado un poco de dinero en su país, luego en Andalucía trabajando dos años de jornalero en Almería y Granada y con todo ese dinero se vino a probar fortuna a esta ciudad, de la que todos le hablaban como si fuera La Meca, el centro de peregrinación de Europa. Vio la posibilidad de poner un bazar con productos de otra cultura, en el centro del cristianismo y así lo hizo, con el dinero que tenía, preparó el local y compró las primeras mercancías. Estaba todo el día metido en la tienda, su mujer e hijos estaban en Argelia, cuando las finanzas fueron suficientes para mantener la familia, la trajo y ahora están todos estupendamente. El negocio va bien, se va vendiendo mercancía y además tiene sus gratificaciones, con zorras de vez en cuando y sobre todo cuando son tan calientes como la mía.
Se tomó un té, lo mismo que mi esposa, y nada más terminar, se acercó a ella por atrás, le apretó las tetas y le dijo que como no le daba vergüenza, con una cosa tan bonita como tenía, andar con ellas en jaulas, le ordenó  que se sacara el sujetador y le enseñara las tetas, a ver como tenía los pezones, que a veces hay que tratarlos adecuadamente para que se vuelvan con la sensibilidad suficiente para poder sentir las caricias. Pili, con la cabeza un poco agachada, se desabotonó la blusa que llevaba puesta, se sacó el sujetador y trató de poner las manos encima de las tetas, pero con una voz firme, le dijo que las pusiera a la espalda, que para tocarlas estaba él,  a partir de ese momento haría con ella lo que de verdad le apeteciera. Estaba allí para ser una puta y para que él diera rienda suelta a sus instintos más básicos.
Continuará...

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