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Yoga y cuernos

Mi nombre es Juan. Tengo 35 años, vivo y trabajo en la parte más acomodada de la ciudad. Hace más de 10 años trabajo en un taller mecánico, que se encuentra en una esquina muy transitada y posee dos plantas.  La de abajo donde trabajo y la de arriba donde vive Belén, la hija del dueño con su marido Felipe y su pequeño hijo.
Esta propiedad poseía 4 cocheras, dónde una está reservada para Felipe, otra para uso del taller y las 2 siguientes son rentadas. En este último tiempo solo han quedado 2 cocheras, ya que en las otras 2 se ha construido un mini gimnasio para Belén. La cual se recibió de profesora de yoga. Hermosa construcción han realizado, piso de parquet, vidriado hacia el lado de la cochera, con entrada independiente, luminoso, amplio y bien decorado. Lugar donde Belén comenzó a dictar sus clases a diferentes personas de distintas edades.
Para ser sincero siempre que tuve oportunidad miré de manera inmoral las hermosas nalgas de Belén, estando esta casada, soltera o embarazada. Sin importar lo que tenía puesto así sea unos jeans, un vestido o una falda, sus caderas me volvían realmente loco. Nunca me importó si estaba sola, con su niño en brazos o con su marido Felipe. Con miradas lujuriosas llenas de sexo cuando veía su figura pasar por delante de mí. Miradas las cuales eran tan evidentes que con el tiempo esta comenzó a notarlas.
Siempre que voy a buscar el auto a la cochera miro por el ventanal los ejercicios que ella realiza, e imagino que cada posición que emplea sería uno de los tantos coitos que tendríamos en una noche de pasión y desenfreno.
Sentado desde el interior de mi auto observo con claridad lo redondeada y saliente de la cola de la mujer de Felipe sin perder ningún detalle. Con esas calzas (leggings) de color celeste que tanto me calientan.
Dependiendo de la postura en que se pone es cuanto se le marca la panocha. Muero de placer cuando se pone en 4, como un perrito, levantando la cola y bajando su pecho a tierra, estirando la espalda. Debo confesar que se me revienta el pantalón de lo duro que me pongo deseando la cola de la señora de Felipe mientras a esta se le marca toda la papaya que tiene entre sus piernas.
Otro espectáculo que me calienta mucho es cuándo amarra unas sogas elastizadas a sus tobillos y hace fuerza para abrirlas. Marcándose nuevamente toda la cavidad de la entre pierna debido a esta calza tan ajustada. Siempre la miro sin disimulo, para qué sé de cuenta que la estoy mirando.
Termino con la chota completamente erecta contra el volante de mi carro, teniendo un gran dolor de testículos al no evacuar los fluidos producidos por la terrible erección generada en el espectáculo semi porno que me brinda Belén.
Una mañana observo que la mujer de Felipe pasa con un ajustado pantalón de vestir moviéndome las caderas por la vereda del taller luego de dejar a su hijo en el jardín. Llevaba un look completamente nuevo que le quedaba súper bien. Su cabello estaba muy corto parecido a la cantante de Roxette o la mismísima Brigitte Nielsen.
Los empleados del turno noche del taller comentaban que había gritos y peleas casi todas las noches. Dónde podía oírse frases como: ¡ándate!, ¡No te soporto! ¡Impotente, poco hombre! O diferentes insultos cómo: ¡prostituta!, ¡le abrís las piernas a cualquiera! y cosas similares que venían de la planta superior donde reinaba la violencia verbal, los ruidos y las agresiones. Era evidente que las cosas con su marido no estaban bien. El corte de cabello representaba en ella el intentar seguir adelante, sin importar las pérdidas que se han sufrido o simplemente estar pidiendo a gritos un cambio de aire.
Con el pelo corto, acostada sobre la colchoneta apoyando su trasero contra el suelo y abriendo bien las piernas de par en par enfocando al techo para elongar eran la pose dónde más me volvía loco. Ya que podía ver en primer plano desde la parte interior de sus muslos hasta cómo la costura de la calza (leggings) se clavaba en forma descomunal sobre su almeja dividiéndola en 2 relieves completamente marcados como si fuese un hachazo que provocaba una terrible rajadura.
Al saber de buena fuente sobre esta situación de peleas y de la condición de crisis sentimental, opte por empezar a tirarle los perros. Estuvimos unas semanas coqueteando, histeriqueando, con que me dé una clase personalizada para mí solo. Una tarde veo que desde el ventanal de su gimnasio, me llama haciéndome señas con su mano. Con ese conjunto de calzas y top deportivo que tanto me gusta y que tan bien marca su figura.
Unos instantes después y sin mediar palabra se arrodilló ante mí. Empezando a acercarse a mi humanidad para acariciar mi entrepierna por sobre mi pantalón. Su mano apretaba mi endurecido paquete manoseándolo de forma desenfrenada. Entrando en una situación eréctil dónde tal volumen no cabía dentro de mis pantalones.
Pobre Felipe, tan buen muchacho. Su amada esposa y madre de su hijo, yacía con ambas rodillas en el suelo del gimnasio, deseando que desenfundara toda la extensión de mi hombría para poder saborearme cómo si fuera una paleta de crema.
Rápidamente se quitó su top de gimnasia que apretaba sus pequeños pechos con el fin de llevarme a la locura. Dotada de unos pequeños pezones, los cuales estaban completamente rígidos. Mostrándome con orgullo su mercadería a pesar de tener compromisos maritales vigentes. Juntando sus antebrazos y ejerciendo estos una presión hacia el centro de su cuerpo, se exhibía frente a mí de manera obscena. Mis ojos no quitaban la vista de estas salientes puntas para desearlas sin control. Lindas tetas tenía la señora de Felipe. Senos que iba a compartir con este debido a las facilidades que su esposa me estaba brindando.
Lentamente bajé la cremallera de mi pantalón de trabajo, para que Belén desee aún más la aparición de mí carnoso pene. Extrayéndolo con una mano, en estado casi gomoso lo que se dice a media asta. Para que la mujer de este fulano lo tome como de su propiedad y me lleve a un éxtasis de placer. Luego de liberar mi hombría de entre mis ropas, rápidamente esta mujer casada procedió a tomarlo con una mano y en forma de caricia corrió hacia atrás su pellejo. Liberando mi glande semejante a al tamaño de una pelota de golf. Belén sin quitar los ojos de la semiesférica punta de mi pene deseaba lamerlo, mirándolo como hipnotizada. Su cara era de asombro, su boca estaba entreabierta sobre la cual posó su mano al ver que mi sable iba tomando la dureza de un roble con cada caricia que realizaba. Dureza la cual Felipe nunca tendría. Su nerviosismo daba la pauta de su poca experiencia en la manipulación de estos largos tamaños. Miraba el erecto tronco cómo enamorada para mirarme luego a los ojos, y así con su lengua tímidamente rozar varias veces mi caliente vara.
Por su boca empezaba a correr mi sabor masculino, dándome el placer de rodillas que tanto ansiaba.
Aferrada con ambas manos a mi estaca, lustraba mi mástil con su lengua de ida y de vuelta. Su boca solo succionaba mi enorme glande, pero lo hacía con gran empeño. Un empujón de mi mano en su nuca ordenó que debía comerme un poco más. De a poco fue succionando haciéndome sentir su pequeña garganta sobre todo mi falo. El placer era intenso y erguido en mis dos piernas miraba el techo mientras contenía la respiración ante la terrible erección generada por el felatio en modo zorra que me estaba propinando. Sobre todo cuando bajaba la mirada y podía verla tocar mi quena de carne como una profesional.
Su rostro estaba transformado, colorado por la falta de aire y con lágrimas en los ojos por encontrarse varias veces al límite del ahogo pero aun así, seguía devorándose mi rabo. Hilos de saliva por doquier colgaban de su boca decorando la escena.
Largos minutos de placer oral en esa posición fueron como obsequio, llevándome con su lengua al límite de una eyaculación brutal, la cual me vi muy tentado a derramar dentro de su tráquea.
Ya en un éxtasis total decido jugar un poco más fuerte. Siguiendo esta de rodillas la tomo del cabello, para incorporarla en pie. Girándola rápidamente y sin soltar su cabello pongo su rostro contra la ventana y ella intuitivamente apoya sus dos manos sobre el vidrio. Posicionándome así detrás de ella. Con la mano que tenía libre logro bajar su calza hasta sus rodillas para luego correr aún lado su ropa interior, todo de modo muy brusco. Con uno de mis pies separo sus piernas dejándola bien abierta para penetrarla duramente y sin piedad. Ya había tomado mi trozo de carne para hundirlo en ella mientras la sujetaba del cabello y su calza solo era un adorno bajo sus rodillas, fue cuando me dijo:
-¡No, no por favor, así no! ¡Así me coge mi marido! ¡Me coge como una puta barata! No me cojas así, ¡Amamé por favor!, ¡Amamé con esa rica verga que tenés!
La solté inmediatamente del pelo, la hice girar sobre su eje y comencé a besarla. A besarla mucho mientras metía mis dedos con mucha suavidad dentro de ella. Pude notar la cantidad de vello púbico que poseía siendo evidente que Felipe no la cogía hace tiempo como debía ser cogida está hembra. Tanto mi lengua como mis dedos avanzaban por ambos flancos invadiendo su ser cada vez con mayor profundidad. Su respiración se agitaba cada vez más, mientras mis dedos se movían con impaciencia dentro de la mojada vagina de la infiel mujer. No hubo dedo que no haya sido bautizado por sus fluidos vaginales sintiendo así la temperatura tibia del interior de su ser.
La misión de mis manos estaba realizada, solo quedaba estar dentro de ella. Ambos al límite del orgasmo necesitábamos sentirnos uno dentro del otro. Así fue como perfilé mi duro miembro para hacer tope dentro de ella estando parados y frente a frente. Hago mi primer intento por penetrarla. Si bien estaba muy mojada había una cuestión de diferencia de tamaño que lo hacía complejo, logrando que este zafara y no calzara en ella.
Astutamente la madre infiel, escupió sobre su mano vertiendo una gran cantidad de saliva, la cual esparció en la cabeza y el tronco de mi miembro para lubricarlo.
Truco que dio un resultado magnífico al intentar nuevamente una penetración. Mi pene avanzaba con lentitud pero a paso firme con la fuerza del empuje de mi pelvis. Podía sentir como ese orificio pequeño era abierto de par en par por la cabeza de mi pene. Cómo la carne de su canal vaginal era empujada por mi miembro centímetro a centímetro. La penetración fluía dándonos el placer necesario a cada uno, encontrándome ya a mitad del recorrido.
Los brazos de Belén abrazaron mi cuello, con mucha fuerza para luego enredar y trabar sus piernas en mi cintura. Movimiento que hizo entrar por completo mi plátano macho en ella. Tomándola de las nalgas generaba un vaivén de ida y vuelta sobre mí, que empezaba a extraer los primeros gemidos de placer de la mujer que hacía bien cornudo a su esposo.
Sacudía a su señora tomándola de sus nalgas haciéndola recorrer con su vulva toda la longitud de mi gruesa salchicha alemana. Luego de momentos de gran clímax que fue dado por el paso del tiempo en esta pose, logré que su mujer me dé la corona de crema.
Nota: La corona de crema es cuando la mujer acaba sobre el miembro masculino, desparramando sobre este sus fluidos de color blanco. Formando en el tronco o base del pene un anillo de color blanco con el excedente de estos jugos.
Seguía bombeando y haciéndola rebotar sobre mí como una muñeca inflable. Fue así como sentí su primer orgasmo acompañado de unos hermosos gritos de placer que venían de lo más profundo de su ser. Luego de unos instantes volvía a sentir como se gestaba su segundo orgasmo en su interior. Estando al límite de reventar en una corrida animal, recordé que estaba desprovisto de cualquier tipo de protección, siendo nula la presencia de un condón entre nosotros. Estábamos juntos piel con piel amándonos, lo cual nos daba una sensación híper hot. Luego de sentir su segundo orgasmo sobre mí, decidí bombear más rápido para cargar toda la leche de mis testículos a la cabeza de mi pene dejándolo listo para eyacular. Al llegar al punto culmine de mi explosión me hundí a fondo, haciendo que ella pegue un salto por este brusco movimiento delirando de placer. Ya que la embestida había chocado en la parte inferior de su útero. Desde allí escupí todo mi semen en todas las direcciones posibles llegando hasta sus ovarios en una corrida bestial de 4 o 5 oleadas vaciándome por completo que me dejaron las piernas temblando. Luego de consumar la vil infidelidad Belén rápidamente subió su ropa interior y su calza (leggings). Me besó y sin limpiarse de mi regalo impregnado en su interior me dijo:
-Felipe me está esperando…

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