Caía la noche cuando ya todos estábamos de regreso en el yate, Roxana (mi novia, amiga y aún hoy "de vez cuando" mi amante) y yo jugando en la popa aún con los pies en las aguas del mar. Mientras “Mena” se encontraba en la cubierta de proa junto a Carlo y al pelado José, los murmullos y las sonrisas de ellos delataban juegos eróticos bajo la luz del faro de la isla. Aunque con su camisola playera “Mena” era manjar de placer para esos sos dos hombres que buscaban la seducción y el erotismo que anunciaba la noche.
Mi madre se había perdido en el camarote del “Capitaine” junto a Paulo, cuando por el ojo de buey podía vérsela arrodillada en la litera con culote y corpiño negro de encajes transparentes; sus manos apoyadas sobre sus caderas, sus cabellos cayendo sobre el dorado de su espalda, esperando insaciable el juego de su amante.
Cuando Paulo salió de la ducha con su torso desnudo con un toallón anudado a su cintura, contemplo a la ninfómana de mi madre en actitud de apetito sexual.
— No “ma petite chienne” todavía es temprano para tu fiesta.
— Cogeme, cogeme… —le pidió mi madre.
— No, ahora me vas a chupar la pija y beberás la leche, pero no te voy a tocar.
— Por favor, cogeme, cogeme por el culo, me arde de calentura.
— No. hoy te vas a portar como yo digo toda la noche en cubierta, ponete este consolador de bolas otra vez en tu culo, dilata aún más ese esfínter.
Paulo dejó caer su toallón y su glande ya estaba entre los labios de mi madre que tomaba esa pija por la base del tronco hundiéndola en su boca. Paulo le sostenía la cabeza bombeando dentro de esa sucia y babosa boca. Mi madre cerró los ojos mientras pellizcaba su clítoris cuando él se alejó de ella para tomar de una caja de colores.
Mi madre lo mira lascivamente y él le extiende esa caja de raso rojo, esta noche vas a usar todo esto. Paulo se masturba y deja caer su semen sobre su boca y sobre sus pezones, mi madre con sus dedos va juntando los restos de leche para desparramarlo entre su lengua y sus labios, dejando sobre su rostro la lechosa pija devorando “guasca”, cerrando los ojos al sabor y gozando.
— Me gusta tu leche espesa y blanca —Jadea y saborea mi madre.
— Cogeme, cogeme, chupame, deborame, mi clítoris explota.
— Te dije que no, puta. Tus orgasmos están reservados para esta noche, hoy vas a ser humillada sexualmente delante de todos y tu hembrita “Mena” se va a masturbar mirándote.
Mi madre queda de pie, con sus encajes negros, dejando caer de su hombro derecho la bata, el liguero que sostiene sus medias negras. ¡Es la excitación misma!
Se recuesta sobre la cama, (Paulo la deja sola), ella comienza a acariciar su pubis buscando el nacarado orgasmo que detiene mientras su miel comienza a surcar los labios de su vagina.
Moja sus dedos dentro de ellos y busca su esfínter suavemente, humedece su ano e introduce un dedo, dos, se dilata y gime a boca abierta, pero tiene prohibido acabar.
Se relaja y comienza a introducir bola por bola ese rosario, dilatando su esfínter mojado de flujos y mucosas. Se siente humillada y aún más se excita.
Permanece tendida en la cama, con sus ojos cerrados jadeando en cada bola que se introduce, vuelve a gemir —quiere pajear su clítoris, pero no lo hace—. El contacto del acero de cada bola es helado, se le hace imposible introducirlas todas, son muy grandes, pero su esfínter cede. Teme que Paulo vuelva y la reprenda, le aterra la idea que entre y ella no esté lista, hace el último esfuerzo con las piernas abiertas, empuja las esferas y en su culo desaparece la última bola negra y cuelga un hilo lubricado entre sus labios. Sabe que será humillada, escupida, sometida, penetrada, enculada y manoseada por dos, tres, cuatro hombres; su esfínter arde, pero se reincorpora y termina de vestirse, siente en su vientre comprimidas las bolas de Geisha. Pero goza sabiendo que hará lo que Paulo su amo le pida en cubierta, ello le multiplica el éxtasis, goza de placer y se eleva en sus tacos altos, su vestido corto deja ver sus encajes y sus pezones vuelven a dibujarse sobre la tela beige de ese ajustado cofre de placeres.
Aparece suavemente subiendo las escaleras hacia cubierta, sus caderas se menean, atrapa las lascivas miradas de esos cuatro machos, “Mena” le clava la mirada y mordiendo una copa de champagne también la desea. Mi madre sonríe y baja la mirada, para luego clavar sus ojos en Paulo, asintiendo su mandato, su sodomía; él le devuelve el gesto con una sonrisa ladeada y le da la espalda, dejándola a merced de la noche.
La mesa estaba puesta para seis, mi madre, “Mena” y esos cuatro hombres, Roxana y yo comeríamos en nuestro camarote atendidos por uno de ellos, Roxana también estaba dispuesta a satisfacer los deseos de mi pubertad, pero era más fuerte entre nosotros el deseo de seguir siendo espiones “voyeurs” que explorar nuestro sexo que llegaría poco después y recreando estos protagonismos.
A lo lejos tiritaban las luces de la costa de Punta del Este, el Faro de la isla ya iluminaba las aguas cuando “Mena” mirándola a mi madre, le recordó su apodo para esas noches “Xochi”. Mi madre acercándose le devolvió el recuerdo con un besito en los labios y le susurró: —estoy sodomizada, tengo el rosario de bolas en mi culo, ni puedo sentarme—. “Mena” se mordió los labios y acaricio la concha de Xochi suavemente.
— Aún no. —Las interrumpió Paulo, tomándola de la nuca a mi madre pidiéndole que se concentre en su esfínter y sienta mirando el bulto de Carlo y el de José; vos “Mena” esta noche sentirás el deseo que no acabará en vos.
— Para ella tengo esto, (apretándose el “tubo” por sobre el short) le dijo Néstor —”Mena” es mía esta noche.
— Xochi, siéntate, le ordena Paulo a mi madre.
— Me molesta el rosario, no puedo dominarlo.
Carlo sin quitarse el short, extrae su negra y larga pija. “Mena” y mi madre se miran, se muerden los labios, ansiosas. “Mena” lo toma, pero Paulo le prohíbe tocarlo. —hoy es para Laura— mi madre toma ese miembro entre sus manos, mientras Néstor la toma del pelo por la nuca y pega sus labios en la boca de mi madre. “Mena” pretende seducir a Paulo, pero este la esquiva y se concentra en mi madre, la mira con lujuria y la obliga a que chupe la pija de Néstor y a masturbar la negra poronga de Carlo que desborda semen sobre la agitada boca de “Mena”, arrodillada y sumisa.
Mi madre no contiene el éxtasis y frotando su vulva sobre las piernas de Paulo, alcanza su orgasmo, Paulo responde dejando caer su semen sobre la tanga de mi madre, la penetra y le devuelve más semen sobre la lycra negra de su tanga, Paulo la vuelve a besar mientras no deja de masturbar su pija sobre sus labios, mi madre cierra los ojos y siente el caliente sabor de más semen sobre su rostro.
Mi madre no deja que una gota de “guasca” se escape a sus labios.
— Me voy a dar una ducha, estoy muy caliente. —dijo mi madre.
— Y sobre todo estás toda cubierta de leche. — le dijo “Mena”.
— Ni se te ocurra quitarte el rosario de bolas de tu culo. —le ordenó Paulo a mi madre.
— No lo soporto, me está desgarrando.
— Vete a la ducha, ahora iré contigo. —le volvió a ordenar Paulo.
Desnuda, descalza, viciada y violada en semen, mi madre descendió de cubierta con la mirada sumisa en el piso, mientras aún sus dedos juntaban los restos de sabores de tanto esperma sobre su piel, para llevarlos a su boca.
Empapada en semen mi madre se metió bajo la ducha caliente del camarote del “capitán”, su éxtasis aún duraba en el rizado de su piel.
Su tanga negra aún la llevaba puesta, como para enjuagar y quitar las evidencias de tanta cogida en cubierta, su mano enjuagaba rozando su pubis y aún su boca se abría gimiendo al placer.
Quería quitarse el rosario de bolas que llevaba en su ano incrustado desde muy temprano, acarició el hilo y tiró de él sacando la primera bola y gimió.
— Ni se te ocurra. —La sorprendió Paulo desnudándose e ingresando a la ducha.
Mi madre se trepó con una pierna a la cintura, le acercó su boca y apoyando sus senos, sus pezones se perdieron en el sudor sobre el pecho de su macho encendido que le comía la boca, mientras sus largos dedos rasgaban la piel de mi madre.
Tomándola en sus brazos y sin desprenderse de los labios Paulo la llevó hacia la litera donde dejó caer el cuerpo desnudo y mojado de mi madre. Ella pretende acariciarlo, extiende sus manos, pero él se aparta.
— Bésame., déjame besarte. —Le implora mi madre.
— Vas a gozar con cada pijazo que te pegue. —Responde Paulo sin tocarla.
Sus manos, las de él, comienzan a descender por el cuerpo húmedo de esa mujer entregada, frota su nariz entre los senos, inicia una travesía con su lengua, resbala sus labios, la piel de mi madre se eriza, y él llega al pubis que mordisquea, chupa y saborea. Ella, cerrando los ojos, tomó los cabellos de Paulo mientras él comenzó a introducirse entre sus piernas saboreando sus labios de nácar, el placer estaba evidente en la erección de sus pezones. Una perra en celo que no dejaba de gozar en su fiebre vaginal. La cogida tuvo sus diferentes poses, sus jadeos atravesaban el ojo de buey desde donde el protagonismo era placer para los cómplices que en silencio éramos Roxana y yo.
— Así puta, así vas a estar siempre, te voy a llenar de leche. —La despreció Paulo.
— Me encanta que me ensucies, que me llames tu puta. —Le devolvió mi madre.
Las caderas de mi madre comienzan a moverse, acompañan siguiendo el ritmo de la boca de su amante, sus manos arrancan del cabello de Paulo el último orgasmo con un grito final.
Roxana y yo nos miramos en silencio, nos abrazamos y nos tiramos en la cubierta, subido sobre ella en posición de misionero, acabé sobre mi short y sobre su bikini en un beso interminable de igual calentura.
Todavía cabalgando sobre la pija de Paulo, dejo caer el semen que vertía desde sus entrañas como un manantial de orgasmos, que el temblor de su cuerpo delataba.
Mi madre, esa puta hermosa, una vez más se durmió sucia de sexo frente a mis ojos. El rosario aún quedaba dentro de su esfínter.
Paulo subió a cubierta y dejó a mi madre en su camarote, dormida. Carlo que estaba junto a “Mena” apoyados en la baranda besándose y franeleando a chupones de labios contra labios, se acomodó el bulto y le sonrió a Paulo, que le asintió con una sonrisa.
“Mena” se volteó mirando la noche hundiéndose en el mar, y fue abrazada por el pelado que la rodeo por la espalda.
Carlo descendió al camarote del capitán y mi madre de espaldas a la puerta, boca abajo dejaba ver su concha desnuda, sus labios rosados y el esfínter aún sumiso por el rosario. Carlo se desnudó sacando su negra pija y se clavó en lo profundo del sueño de mi madre, quien exhaló un ahogo profundo alzando su cabeza y dejándola caer nuevamente sobre la almohada, aún más humillada se sentía en ese sueño de placeres y violaciones.
Mi madre giró su cabeza, borracha de ron, de sexo y de sueño para adivinar quien la estaba violando, Carlo tomó el hilo de su esfínter y comenzó a quitarle bola por bola, a las cuales ella respondía con un gemido cada vez más intenso, pero el ahogo final fue sentir enterrarse en su ano el tremendo tronco del moreno; que le pegó una tremenda cogida dejándola morir adentro, mientras mi madre giraba de dolor y placer sobre su cintura, vertiendo hilos de semen brotaban de su ano que jugaban entre los labios de sus vulva enrojecida.
Hubo un suspiro profundo desde la boca de mi madre que atravesó el camarote, cuando mi mano detrás del ojo de buey se llenó de semen, el cual Rosana fue limpiando con sus labios para besarnos después, mientras mi madre también limpiaba su boca mirándonos de reojo y sonriéndome cómplice una vez más.
Mi madre se había perdido en el camarote del “Capitaine” junto a Paulo, cuando por el ojo de buey podía vérsela arrodillada en la litera con culote y corpiño negro de encajes transparentes; sus manos apoyadas sobre sus caderas, sus cabellos cayendo sobre el dorado de su espalda, esperando insaciable el juego de su amante.
Cuando Paulo salió de la ducha con su torso desnudo con un toallón anudado a su cintura, contemplo a la ninfómana de mi madre en actitud de apetito sexual.
— No “ma petite chienne” todavía es temprano para tu fiesta.
— Cogeme, cogeme… —le pidió mi madre.
— No, ahora me vas a chupar la pija y beberás la leche, pero no te voy a tocar.
— Por favor, cogeme, cogeme por el culo, me arde de calentura.
— No. hoy te vas a portar como yo digo toda la noche en cubierta, ponete este consolador de bolas otra vez en tu culo, dilata aún más ese esfínter.
Paulo dejó caer su toallón y su glande ya estaba entre los labios de mi madre que tomaba esa pija por la base del tronco hundiéndola en su boca. Paulo le sostenía la cabeza bombeando dentro de esa sucia y babosa boca. Mi madre cerró los ojos mientras pellizcaba su clítoris cuando él se alejó de ella para tomar de una caja de colores.
Mi madre lo mira lascivamente y él le extiende esa caja de raso rojo, esta noche vas a usar todo esto. Paulo se masturba y deja caer su semen sobre su boca y sobre sus pezones, mi madre con sus dedos va juntando los restos de leche para desparramarlo entre su lengua y sus labios, dejando sobre su rostro la lechosa pija devorando “guasca”, cerrando los ojos al sabor y gozando.
— Me gusta tu leche espesa y blanca —Jadea y saborea mi madre.
— Cogeme, cogeme, chupame, deborame, mi clítoris explota.
— Te dije que no, puta. Tus orgasmos están reservados para esta noche, hoy vas a ser humillada sexualmente delante de todos y tu hembrita “Mena” se va a masturbar mirándote.
Mi madre queda de pie, con sus encajes negros, dejando caer de su hombro derecho la bata, el liguero que sostiene sus medias negras. ¡Es la excitación misma!
Se recuesta sobre la cama, (Paulo la deja sola), ella comienza a acariciar su pubis buscando el nacarado orgasmo que detiene mientras su miel comienza a surcar los labios de su vagina.
Moja sus dedos dentro de ellos y busca su esfínter suavemente, humedece su ano e introduce un dedo, dos, se dilata y gime a boca abierta, pero tiene prohibido acabar.
Se relaja y comienza a introducir bola por bola ese rosario, dilatando su esfínter mojado de flujos y mucosas. Se siente humillada y aún más se excita.
Permanece tendida en la cama, con sus ojos cerrados jadeando en cada bola que se introduce, vuelve a gemir —quiere pajear su clítoris, pero no lo hace—. El contacto del acero de cada bola es helado, se le hace imposible introducirlas todas, son muy grandes, pero su esfínter cede. Teme que Paulo vuelva y la reprenda, le aterra la idea que entre y ella no esté lista, hace el último esfuerzo con las piernas abiertas, empuja las esferas y en su culo desaparece la última bola negra y cuelga un hilo lubricado entre sus labios. Sabe que será humillada, escupida, sometida, penetrada, enculada y manoseada por dos, tres, cuatro hombres; su esfínter arde, pero se reincorpora y termina de vestirse, siente en su vientre comprimidas las bolas de Geisha. Pero goza sabiendo que hará lo que Paulo su amo le pida en cubierta, ello le multiplica el éxtasis, goza de placer y se eleva en sus tacos altos, su vestido corto deja ver sus encajes y sus pezones vuelven a dibujarse sobre la tela beige de ese ajustado cofre de placeres.
Aparece suavemente subiendo las escaleras hacia cubierta, sus caderas se menean, atrapa las lascivas miradas de esos cuatro machos, “Mena” le clava la mirada y mordiendo una copa de champagne también la desea. Mi madre sonríe y baja la mirada, para luego clavar sus ojos en Paulo, asintiendo su mandato, su sodomía; él le devuelve el gesto con una sonrisa ladeada y le da la espalda, dejándola a merced de la noche.
La mesa estaba puesta para seis, mi madre, “Mena” y esos cuatro hombres, Roxana y yo comeríamos en nuestro camarote atendidos por uno de ellos, Roxana también estaba dispuesta a satisfacer los deseos de mi pubertad, pero era más fuerte entre nosotros el deseo de seguir siendo espiones “voyeurs” que explorar nuestro sexo que llegaría poco después y recreando estos protagonismos.
A lo lejos tiritaban las luces de la costa de Punta del Este, el Faro de la isla ya iluminaba las aguas cuando “Mena” mirándola a mi madre, le recordó su apodo para esas noches “Xochi”. Mi madre acercándose le devolvió el recuerdo con un besito en los labios y le susurró: —estoy sodomizada, tengo el rosario de bolas en mi culo, ni puedo sentarme—. “Mena” se mordió los labios y acaricio la concha de Xochi suavemente.
— Aún no. —Las interrumpió Paulo, tomándola de la nuca a mi madre pidiéndole que se concentre en su esfínter y sienta mirando el bulto de Carlo y el de José; vos “Mena” esta noche sentirás el deseo que no acabará en vos.
— Para ella tengo esto, (apretándose el “tubo” por sobre el short) le dijo Néstor —”Mena” es mía esta noche.
— Xochi, siéntate, le ordena Paulo a mi madre.
— Me molesta el rosario, no puedo dominarlo.
Carlo sin quitarse el short, extrae su negra y larga pija. “Mena” y mi madre se miran, se muerden los labios, ansiosas. “Mena” lo toma, pero Paulo le prohíbe tocarlo. —hoy es para Laura— mi madre toma ese miembro entre sus manos, mientras Néstor la toma del pelo por la nuca y pega sus labios en la boca de mi madre. “Mena” pretende seducir a Paulo, pero este la esquiva y se concentra en mi madre, la mira con lujuria y la obliga a que chupe la pija de Néstor y a masturbar la negra poronga de Carlo que desborda semen sobre la agitada boca de “Mena”, arrodillada y sumisa.
Mi madre no contiene el éxtasis y frotando su vulva sobre las piernas de Paulo, alcanza su orgasmo, Paulo responde dejando caer su semen sobre la tanga de mi madre, la penetra y le devuelve más semen sobre la lycra negra de su tanga, Paulo la vuelve a besar mientras no deja de masturbar su pija sobre sus labios, mi madre cierra los ojos y siente el caliente sabor de más semen sobre su rostro.
Mi madre no deja que una gota de “guasca” se escape a sus labios.
— Me voy a dar una ducha, estoy muy caliente. —dijo mi madre.
— Y sobre todo estás toda cubierta de leche. — le dijo “Mena”.
— Ni se te ocurra quitarte el rosario de bolas de tu culo. —le ordenó Paulo a mi madre.
— No lo soporto, me está desgarrando.
— Vete a la ducha, ahora iré contigo. —le volvió a ordenar Paulo.
Desnuda, descalza, viciada y violada en semen, mi madre descendió de cubierta con la mirada sumisa en el piso, mientras aún sus dedos juntaban los restos de sabores de tanto esperma sobre su piel, para llevarlos a su boca.
Empapada en semen mi madre se metió bajo la ducha caliente del camarote del “capitán”, su éxtasis aún duraba en el rizado de su piel.
Su tanga negra aún la llevaba puesta, como para enjuagar y quitar las evidencias de tanta cogida en cubierta, su mano enjuagaba rozando su pubis y aún su boca se abría gimiendo al placer.
Quería quitarse el rosario de bolas que llevaba en su ano incrustado desde muy temprano, acarició el hilo y tiró de él sacando la primera bola y gimió.
— Ni se te ocurra. —La sorprendió Paulo desnudándose e ingresando a la ducha.
Mi madre se trepó con una pierna a la cintura, le acercó su boca y apoyando sus senos, sus pezones se perdieron en el sudor sobre el pecho de su macho encendido que le comía la boca, mientras sus largos dedos rasgaban la piel de mi madre.
Tomándola en sus brazos y sin desprenderse de los labios Paulo la llevó hacia la litera donde dejó caer el cuerpo desnudo y mojado de mi madre. Ella pretende acariciarlo, extiende sus manos, pero él se aparta.
— Bésame., déjame besarte. —Le implora mi madre.
— Vas a gozar con cada pijazo que te pegue. —Responde Paulo sin tocarla.
Sus manos, las de él, comienzan a descender por el cuerpo húmedo de esa mujer entregada, frota su nariz entre los senos, inicia una travesía con su lengua, resbala sus labios, la piel de mi madre se eriza, y él llega al pubis que mordisquea, chupa y saborea. Ella, cerrando los ojos, tomó los cabellos de Paulo mientras él comenzó a introducirse entre sus piernas saboreando sus labios de nácar, el placer estaba evidente en la erección de sus pezones. Una perra en celo que no dejaba de gozar en su fiebre vaginal. La cogida tuvo sus diferentes poses, sus jadeos atravesaban el ojo de buey desde donde el protagonismo era placer para los cómplices que en silencio éramos Roxana y yo.
— Así puta, así vas a estar siempre, te voy a llenar de leche. —La despreció Paulo.
— Me encanta que me ensucies, que me llames tu puta. —Le devolvió mi madre.
Las caderas de mi madre comienzan a moverse, acompañan siguiendo el ritmo de la boca de su amante, sus manos arrancan del cabello de Paulo el último orgasmo con un grito final.
Roxana y yo nos miramos en silencio, nos abrazamos y nos tiramos en la cubierta, subido sobre ella en posición de misionero, acabé sobre mi short y sobre su bikini en un beso interminable de igual calentura.
Todavía cabalgando sobre la pija de Paulo, dejo caer el semen que vertía desde sus entrañas como un manantial de orgasmos, que el temblor de su cuerpo delataba.
Mi madre, esa puta hermosa, una vez más se durmió sucia de sexo frente a mis ojos. El rosario aún quedaba dentro de su esfínter.
Paulo subió a cubierta y dejó a mi madre en su camarote, dormida. Carlo que estaba junto a “Mena” apoyados en la baranda besándose y franeleando a chupones de labios contra labios, se acomodó el bulto y le sonrió a Paulo, que le asintió con una sonrisa.
“Mena” se volteó mirando la noche hundiéndose en el mar, y fue abrazada por el pelado que la rodeo por la espalda.
Carlo descendió al camarote del capitán y mi madre de espaldas a la puerta, boca abajo dejaba ver su concha desnuda, sus labios rosados y el esfínter aún sumiso por el rosario. Carlo se desnudó sacando su negra pija y se clavó en lo profundo del sueño de mi madre, quien exhaló un ahogo profundo alzando su cabeza y dejándola caer nuevamente sobre la almohada, aún más humillada se sentía en ese sueño de placeres y violaciones.
Mi madre giró su cabeza, borracha de ron, de sexo y de sueño para adivinar quien la estaba violando, Carlo tomó el hilo de su esfínter y comenzó a quitarle bola por bola, a las cuales ella respondía con un gemido cada vez más intenso, pero el ahogo final fue sentir enterrarse en su ano el tremendo tronco del moreno; que le pegó una tremenda cogida dejándola morir adentro, mientras mi madre giraba de dolor y placer sobre su cintura, vertiendo hilos de semen brotaban de su ano que jugaban entre los labios de sus vulva enrojecida.
Hubo un suspiro profundo desde la boca de mi madre que atravesó el camarote, cuando mi mano detrás del ojo de buey se llenó de semen, el cual Rosana fue limpiando con sus labios para besarnos después, mientras mi madre también limpiaba su boca mirándonos de reojo y sonriéndome cómplice una vez más.
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